Europa

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Él y ella irán al cine. A veces lo harán. Él habrá pagado las entradas. Comprará las bebidas. Palomitas. Cuando apaguen las luces de la sala se pegará a ella. La besará. Tomará su mano y la apretará en la oscuridad. Ella mirará la película. A veces, también mirará las otras filas. Ellos se habrán sentado en la última, cerca de la salida. Todos mirarán la película, nadie los mirará a ellos. Él nunca se habrá aventurado a ir con ella más lejos de allí. Se quedarán siempre en las afueras del pueblo, cerca de la pensión. Sin embargo, cuando salgan, hoy rodeará los hombros de Heda con su brazo.

—Ven —dirá erguido, mirando al otro lado de la plaza—. Vamos a tomar café.

No será hora de ir a tomar café. Será hora de volver a casa. Mañana tendrán que madrugar.

Sentados en la cafetería, él dirá:

—No quiero que lo veas más. Ni a él ni a ningún otro. No quiero que veas a nadie más que a mí.

Ella no contestará. Él se enfurecerá. Se frotará los ojos. Parecerá febril. De hecho, recordará Heda, hoy no habrá ido a la fábrica a trabajar.

—Te casarás conmigo.

—Tienes mal aspecto —dirá ella.

—¿No me has oído?

—Estás enfermo.

—No me encuentro bien —dirá él. Habrá tenido que aflojarse el nudo de la corbata y se echará el pelo hacia atrás. Le brillarán los ojos—. Vámonos de aquí —dirá con la voz quebrada.

Heda se bajará del taburete y abandonarán el local. En la calle, él la retendrá por el brazo.

—Vamos a casa.

Volverán a la pensión. Cuando él se tumbe sobre ella en la cama, desnudos, ella se dará cuenta de que le arde la piel.

—Tienes mucha fiebre —le dirá.

Lo observará. Tendrá los pómulos coloreados. Los ojos muy líquidos.

—¿No vas a decir que sí? —dirá él—. ¿Es que no quieres ser mi mujer?

Heda se apartará de él. No debería estar allí. Se sentará en la cama y comenzará a vestirse para marcharse. El rótulo luminoso de la pensión Europa acabará de encenderse. Él jurará en voz tan alta que los demás inquilinos de la pensión lo habrán tenido que oír. Se abalanzará sobre ella. Tirará de Heda hacia sí. Sin fuerza. Aun así, apoyará la cabeza en su regazo y ella enredará los dedos en su cabello y con las manos frías se lo masajeará. Él se dormirá.

Tendrá fiebre hasta el amanecer.

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