Eternity

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Capítulo 7

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—¿Cómo se enamora la gente? —le preguntó Dallas a su hermano.

Era de buena mañana en el desván. Desde que Carrie llegó a la casa, Josh intentaba todas las noches acomodarse en la estrecha cama de Dallas, pero se quejaba de que la niña se movía demasiado. Aquella mañana, se levantó temprano y se fue a cortar leña para la nueva cocina, a fin de que Carrie pudiese preparar el desayuno. Dallas había oído a su padre farfullar que era de risa la idea de que Carrie pudiera cocinar, aunque no le había oído reír.

—No lo sé —respondió Tem, aunque él también había pensado en aquello—. Creo que el hombre le da flores a la mujer y se cogen las manos. Luego se casan. Y ya no sé más.

—Podemos preguntárselo a alguien. Por ejemplo, a la tía Alice.

—No creo que el tío Hiram sepa nada sobre amor.

Dallas se mostró de acuerdo. No era fácil compaginar la idea del amor con el tío Hiram.

Tem salió de la cama en silencio, se puso su sucia ropa de faena y ayudó a Dallas a vestirse con su sencillo y viejo vestido marrón. A renglón seguido, bajaron juntos la escalera.

Los dos niños se mantuvieron apartados mientras Carrie y su padre iban de un lado a otro preparando el desayuno. Tem sabía que Dallas era demasiado pequeña para entender lo que estaba pasando y, además, estaba muy ocupada dejando correr el dedo por las rosas de la pared para prestar atención a cualquier otra cosa, pero Tem se daba perfecta cuenta de lo que estaba ocurriendo entre su padre y Carrie.

Se lanzaban pullas y se peleaban como el perro y el gato. Josh decía que Carrie no sabía cocinar, que a pesar de haberse comprado una cocina con el dinero de su padre no tenía ni idea de cómo usarla. Y Carrie replicaba que si Josh tuviera una pizca de decencia le enseñaría a guisar.

Aquello casi hizo soltar un bufido a Tem, ya que, de acuerdo con su experiencia, su padre era el peor cocinero sobre la faz de la Tierra. Antes de la llegada de Carrie, de no haber sido por algunas de las mujeres del pueblo y de tía Alice, que se apiadó de los niños que cada día estaban más delgados, tal vez hubieran muerto de hambre. En una ocasión, su padre puso huevos a hervir y se fue a darles el pienso a los caballos. Cuando volvió descubrió que había roto los huevos al ponerlos en el cazo y las yemas se habían salido. El desayuno se fue al traste.

Si Carrie le pedía a Josh que le diera lecciones de cocina, Tem esperaba que su padre dijera la verdad, que sabía tanto de guisar como Carrie; pero Josh no hizo eso. En su lugar, le dijo a Carrie que él no le había pedido que le enseñara a trabajar en el campo, por lo que ella no debía preguntarle cómo hacer su trabajo. Añadió que, de acuerdo con la carta que le escribiera, Carrie sabía cuanto había que saber sobre cocina. De hecho, Josh estaba pensando en llevar a casa un cabrito vivo, que Carrie habría de sacrificar y ocuparse también de todas las otras operaciones. Tem sabía que su padre no tenía ni idea de qué otra cosa podía hacerse con un cabrito para ponerlo a punto para la mesa, pero no daba esa impresión. Daba la impresión de que sabía cuanto había que saber sobre cabritos y sobre todo lo relativo a una granja. Carrie se enfadó muchísimo y le dijo que era un idiota y que no veía el momento de perderle de vista. Josh agregó que estaba pensando también en comprar conejos para que su mujer pudiera prepararlos.

Al final, desayunaron gachas de avena, tocino y huevos. Las gachas estaban sólo medio hechas, pues algunas capas seguían secas; el tocino, en parte quemado y en parte crudo, y los huevos, tan duros de puro cocidos que Tem se dijo que hubiera podido utilizar las yemas para jugar a hockey sobre hielo.

Los dos niños permanecieron sentados a la mesa, dando golpecitos en su plato, mientras Josh le señalaba a Carrie con todo detalle todo lo que estaba mal de la comida. Dijo que los niños ni siquiera podrían comérselo. Al oír aquello, Tem le dio una patada por debajo de la mesa a Dallas y los dos se pusieron a comer como si estuvieran muertos de hambre y la comida fuera deliciosa. Al empezar Dallas a quejarse de que sus gachas sabían mal, Tem le añadió tres cucharadas de azúcar, y ello acabó con las quejas.

Después del desayuno, la comida más larga de la vida de Tem, Josh se encasquetó el sombrero y les ordenó a los niños que se prepararan para acompañarle al campo. Dallas puso cara larga y dijo que quería quedarse con Carrie, que Carrie iba a irse y que quería estar con ella. Tem pudo darse cuenta de que aquello le dolía a su padre, por lo que proclamó a voces que él quería permanecer con su padre, que estaba ansioso por cavar nabos o expurgar el maíz.

Con mirada resentida, Josh dijo que Tem podía quedarse también con Carrie. Él  protestó, pero Josh añadió que no quería ni necesitaba la compañía de su hijo. Tras lo cual, salió de la casa dando un portazo.

—¡Qué hombre más alegre y divertido! —comentó Carrie—. Es una gozada tenerlo cerca.

—Cuando nuestra madre... —empezó a decir Dallas.

Tem le dio un puntapié para que cerrara la boca. Su padre había insistido muchísimo en que no hablaran del pasado con nadie, pero a veces resultaba difícil que lo recordase una niña tan pequeña como Dallas. Tem sabía que su padre no había sido siempre de esa manera, que hubo un tiempo en el que era muy feliz. Recordaba cuando solía correr hacia los brazos extendidos de Josh, y recordaba también su risa y que los llevaba a las ferias, al circo y a ver teatro. Recordaba la manera en que su padre hablaba con su madre. De hecho, recordaba la forma en que su padre hablaba a todas las mujeres. Su madre solía decir que Josh era un auténtico caballero para las damas, que las encantaba a todas; pero Tem no pensaba que Carrie encontrara a su padre «encantador». .

Josh no le hablaba a Carrie de la forma en que habitualmente lo hacía con otras mujeres, sino como si la aborreciera. Pero, por algún motivo, Tem no estaba convencido de que su padre la aborreciera de veras. En primer lugar, ¿cómo sería posible? Tem estaba seguro de que, después de su madre, Carrie era la mujer más bonita del mundo y además era divertida, apasionante y hacía sonreír a la gente. ¿Cómo podría alguien aborrecer a Carrie?

Y estaba también la forma en que se comportaba su padre cuando estaba demasiado cerca de ella. Aquella misma mañana, le había visto enrojecer tres veces cuando Carrie se inclinaba hacia él o caminaban muy juntos. Y siempre que se le enrojecía el rostro le decía algo desagradable. Incluso habló mal del perrito. Además había que tener en cuenta la manera en que la miraba. Siempre que le daba la espalda, Josh se quedaba mirándola. Al parecer no podía apartar los ojos de ella, y por la mañana Josh entró en el dormitorio, para sacar una camisa limpia del tocador que Carrie había comprado, y Tem le vio mirar en el interior de uno de los cajones y permanecer allí inmóvil, sin apartar la vista. Luego, metió la mano en el cajón para tocar lo que quiera que hubiese allí, con una expresión de lo más extraña, como aquella vez en que se hirió el pie y aseguró que no le dolía, aunque en realidad no era así. Una vez que su padre hubo salido de la habitación, Tem entró sigilosamente y miró en el cajón. Allí estaba el camisón de Carrie, el que llevaba puesto la noche anterior cuando Josh le peinó el pelo y ella le besó la mano. .

A decir verdad, se sentía muy confuso con todo aquello. Su padre parecía aborrecer a Carrie, aunque luego no lo pareciese. Parecía como si le gustara mirada y escuchar por la noche sus historias, y parecía gustarle estar muy cerca de ella, por lo que Tem no podía comprender por qué le decía tantas cosas desagradables.

En cuanto a Carrie, tampoco la entendía. Le decía cosas tan desagradables a Josh como él a ella, pero la vio tomar la camisa de su padre y apretarla contra sí. A Tem le había parecido ver lágrimas en los ojos de Carrie mientras abrazaba la camisa, pero de eso no estaba seguro.

—¿Qué vamos a hacer hoy? —preguntó Carrie—. ¿Os gustaría ir a pescar?

Tem recorrió con la mirada la cocina. En la alacena había un montón de platos sucios y en el suelo, barro. Y también estaba la ropa sucia y había que dar de comer a los animales. No estaba seguro, pero creía que se esperaba de Carrie que lo limpiara todo durante el día. La tía Alice era la mujer de alguien y siempre parecía estar limpiando cosas y hablaba continuamente del orgullo que es para una mujer su casa.

Se aclaró la garganta.

—Puedo enseñarte a lavar los platos —le dijo. Carrie sonrió.

— Estoy segura de que sabría hacerlo si fuera preciso, pero en realidad no tengo el menor deseo de aprender a limpiar platos. No te preocupes, Tem. Estarán limpios. Hago venir a una mujer del pueblo para que los lave.

Tem volvió a la carga:

—Pero ¿no se supone que los tienes que limpiar tú? .

—Estoy segura de que tu padre lo cree así. Por otra parte, estoy igualmente segura de que podría pasarme toda la semana fregando y seguiría sacándome defectos. Si una persona está decidida a aborrecerte lo hará. Además, si sólo me quedan unos días para estar con vosotros dos, prefiero ir a pescar. —Observó a Tem mientras éste pensaba en ello—. Tú eres quien ha de decidirlo, Tem. Si quieres que nos quedemos aquí a fregar, eso será lo que hagamos.. Pero si prefieres pescar nos pondremos en marcha de inmediato.

—¡Tem! —gimoteó Dallas, suplicando a su hermano que les dejara pasar un día divertido.

Tem sabía que debería elegir lo de fregar, ya que, al parecer, era lo que su padre quería de una mujer, lo que a su juicio era lo más importante que una mujer podía hacer. Pero se preguntó si Carrie no tendría razón. ¿Se sentiría Josh contento si al regresar se encontraba con la casa limpia? La noche anterior, había encontrado a su regreso una casa desbordante de luz y con rosas en las paredes, pero todo cuanto Josh había hecho era refunfuñar, de manera que Tem pensó que tal vez un suelo bien fregado tampoco le haría sonreír.

—A pescar —dijo por último, y Dallas empezó a dar saltos de contento, a los que se unió Chuchú.

Intentó olvidar los problemas entre su padre y Carrie, pero a medida que pasaba el día parecía pensar mas en ellos. Era posible que Carrie no supiera cocinar, pero desde luego podía hacer otras cosas. Los llevó al cobertizo, a aquello que  papá llamaba el establo, lo que hacía morirse de risa al tío Hiram, y les enseñó sus baúles.

Cuando empezó a abrirlos fue como descubrir los tesoros de Aladino; y le costó más de una hora encontrar las cañas de pescar, hechas a mano en Inglaterra, según les explicó a los niños. No tuvieron que preguntar que si se las habían llevado sus hermanos.

Cerró los baúles y emprendieron la marcha hacia el río. Tem se quedó impresionado al ver lo bien que pescaba Carrie. Parecía adivinar dónde se escondían las truchas y no sentía el menor temor en colocar los gusanos en su anzuelo. Mientras pescaban les contó historias sobre la pesca en la mar y la forma de coger langostas y otras criaturas extrañas.

—Nuestra madre nos daba de comer langosta —comentó Dallas, y lanzó un grito porque Tem le retorció el brazo.

—¿Os está prohibido hablar de vuestra madre? —preguntó Carrie.

Dallas asintió con la cabeza mientras Tem la miraba enfadado, a modo de advertencia.

—¿Es que hablar de vuestra madre entristece a papá?

—No le pone triste —empezó a decir Dallas, pero la mirada de Tem hizo que se callara de nuevo.

Tem acudió en ayuda de su parlanchina hermana:

— Muy triste. Tal vez sea ése el motivo de que te diga cosas tan desagradables.

Carrie asintió. Acaso fuera verdad que Josh pensaba que nadie podría reemplazar a la madre de sus hijos. .

—Mirad la hora —les dijo—. Ha pasado con mucho la del almuerzo.

—Papá no se ha llevado comida —apuntó Dallas—. Tendrá hambre.

—Entonces, veremos lo que la señora Emmerling nos ha preparado y podéis llevarle algo.

Cuando regresaron a la casa, la encontraron tan sucia como la habían dejado. Todavía no había llegado la mujer del pueblo contratada por Carrie y Tem se preguntó si llegaría a aparecer. Si su padre volvía a casa con toda esa suciedad, se enfadaría muchísimo. Además, estaría hambriento y tampoco habría cena.

—Anímate, Tem —le dijo Carrie, sonriente—. No es ninguna tragedia. Puedo preparar un pequeño almuerzo para papá. Le haré un sándwich de huevo frito.

Tem hubo de taparle la boca a su hermana para ahogar su exclamación.

—Eso le gustará —afirmó Tem, y cuando Carrie se volvió hacia ellos los dos niños le ofrecieron una sonrisa angelical.

Mientras Carrie freía los huevos, Tem metió latas de conserva en una bolsa y también un tarro de encurtidos; luego, los tres junto con Chuchú emprendieron la marcha hacia el campo donde Josh pasaba todos los días la jornada entera. Dallas charlaba sin cesar y le hacía a Carrie un millón de preguntas sobre el mar y sobre China y sobre sus hermanos, lo que le dejaba tiempo a Tem para pensar. En realidad, tiempo para soñar.

Imaginó que Carrie le daba el sándwich a su padre y que entonces él le decía que estaba tan rico que la amaría de por vida y le pedía que se quedara con ellos para siempre. Carrie decía que sí y se convertían en una familia. Y ella conseguía que su padre se riera como antaño y todo el mundo era feliz. El único problema que se le ocurría era qué hacer con los platos sucios que Carrie no quería limpiar, y además estaba también su forma de. cocinar, que necesitaba mejorar mucho. Tem no tenía ni idea de qué hacer al respecto. En realidad, al recordar la forma en que cocinaba Carrie se ensombrecía ligeramente su sueño.

Y el sueño dejó de ser rosa cuando Carrie vio los tres campos en los que Josh trabajaba durante todo el día. Tem había visto los campos de su tío Hiram, que parecían salidos de un libro de cuentos, pero, como se sentía orgulloso de su padre hiciera lo que hiciese, ni por un instante le dio importancia al hecho de que los de su padre estuviesen llenos de parásitos y de cizaña y que algunas varas de maíz fueran altas y otras cortas.

Después de echar un vistazo a los campos, Carrie se echó a reír. Tem se había acostumbrado ya a la idea de que ella lo encontraba todo divertido, pero Josh pareció no entenderlo. Se enfadó mucho al oír aquella risa, y su enfado fue en aumento cuando Carrie le dijo que era un labrador tan desastroso como ella ama de casa. Considerando el estado en que Carrie había dejado la casa y el aspecto de los maizales de su padre, Tem pensó que eso era Cierto.

Pero Josh no lo consideraba así ni encontró nada divertido en lo que decía Carrie. En realidad, cuanto más se reía Carrie más furioso se ponía él y sólo soltó una carcajada cuando le dio un mordisco al sándwich y crujió entre sus dientes un gran trozo de cáscara de huevo. Daba la impresión de que eso era algo realmente jocoso. Carrie se dio la media vuelta y se alejó, dejando que Chuchú ladrase furioso a Josh como si supiera que éste había hecho enfadar a su ama; de modo que Carrie se había puesto tan furiosa como lo estaba antes él.

Los niños permanecieron quietos un instante sin saber si quedarse con su padre o irse con Carrie, pero Josh les dijo que se fueran con ella.

—Se ve que ahora os sentís más a gusto con ella que conmigo, así que largaos.

Regresó con grandes zancadas a los campos. Dallas rompió a llorar, así que Tem la cogió en brazos y la llevó así hasta la casa. Menos mal que cuando llegaron se encontraron a la señora Emmerling limpiando y cocinando. Carrie entró en el dormitorio y cerró de golpe la puerta, y los niños estaban seguros de que la oían llorar.

Tem se sentó en la mecedora frente a la chimenea mientras que Dallas recogió su nueva muñeca y a Chuchú, y salió afuera a jugar. La señora Emmerling se movía atareada por la cocina y barrió y quitó el polvo, mientras Tem seguía sentado pensando. Al cabo de un rato, la mujer se sentó en la otra mecedora y empezó a zurcir algunos de los rotos de las camisas de Josh.

— Parece como si tuvieras un problema muy grave —le dijo—. ¿Puedo hacer algo para ayudarte?

Tem no conocía a aquella mujer, pero le caía bien. Era simpática y rolliza y tenía rojas las manos y la cara. Negó con la cabeza.

—¿Estás seguro? Tengo ocho hijos, de manera que estoy acostumbrada a oír hablar de problemas.

—¿Qué hace que las personas se quieran una a otra? —preguntó de repente.

Por un momento, la señora Emmerling siguió cosiendo.

—¿Por qué quieres saberlo?

Tem parpadeó rápido. No quería llorar. No iba a llorar.

—Carrie no quiere quedarse a menos que papá la ame, y papá no la amará porque Carrie no sabe cocinar. ¿Podría usted enseñarle a guisar?

La mujer sonrió.

— La cocina no tiene nada que ver con el amor. Ser una buena cocinera hace más agradable el matrimonio, pero dudo mucho que a un hombre se le ocurra pensar eso cuando le pide a una mujer que se case con él. Y si lo hace es que no es el tipo de hombre que le gusta a una mujer. A las mujeres les gustan los hombres que las quieren a ellas, no a sus pasteles de manzana. —Aquello no ayudó en modo alguno a Tem y en su rostro se reflejaba una permanente confusión—. Si tu padre no está enamorado de una encantadora muchacha como Carrie, entonces es que algo va mal. ¿Por qué no me cuentas lo que pasa?

Tem se lo contó lo mejor que supo, pero en realidad él mismo no lo entendía. Le dijo que su padre había querido casarse con alguien que supiera hacer las faenas de una granja, pero que en su lugar había llegado Carrie, y eso le había puesto furioso.

— Tu padre quería alguien que le ayudara a ocuparse de vosotros —resumió ella en un tono cariñoso.

—Sí —asintió Tem, ferviente—. Y se ocupa de nosotros. Nos cuenta historias y nos hace reír y sabe pescar muy bien. Pero...

Bajó la vista a su zapato.

—¿Pero qué?

—Pero se rió al ver cómo trabajaba papá los campos.

La señora Emmerling hubo de disimular una sonrisa. Eso mismo hacía todo el mundo en el pueblo, reírse de los campos de Josh, sólo que evitaban que él oyera las risas. En Eternity nadie había conocido a persona alguna que intentara con tanto  ahínco trabajar la tierra como Josh y con tan escaso éxito. ¡Ansiaba tanto poder ofrecer un buen hogar a sus hijos!

Miró a su alrededor la casa que antes era un desastre y que en esos momentos resultaba tan acogedora. Parecía indudable que el orgullo de Josh se había resentido profundamente con las actividades de Carrie. Se presentaba en el pueblo y en un día conseguía aquello por lo que Josh llevaba luchando durante meses, y además fracasando miserablemente.

A juicio de la señora Emmerling no había esperanza alguna de que Josh y Carrie siguieran juntos. Por experiencia, sabía que a los hombres no les gustan las mujeres que puedan superarlos en cualquier cosa. Miró con tristeza a Tem. En Eternity, a todo el mundo les daban lástima aquellos pobres niños huérfanos de madre, y todas las mujeres solteras intentaban en uno u otro momento echarle el anzuelo al atractivo Josh, pero todas habían fracasado. Era como si de pronto hubiera sentido aversión por las mujeres; o, al menos, por las mujeres que querían casarse con él y se había casado con la vivaz y sonriente Carrie y ella se reía de sus campos.

—Verás, Tem. Cuando dos personas se casan, cada una de ellas tiene que pensar que la otra es lo más grande de la Tierra. Puede que en realidad sean los dos muy corrientes, pero ellos tienen que  pensar que el otro puede... bueno, que puede mover montañas, que puede hacer que salga el sol y se ponga. Ese tipo de cosas. — Tem la miraba como si estuviera chiflada, sin comprender una sola palabra de lo que le estaba diciendo—. Tu padre quiere que Carrie piense que es maravilloso, que es el mejor hombre, el más valiente y el más guapo de la Tierra. Quiere que ella...

—¡Pero es que lo es! ¡Mi padre es el mejor!

La mujer sonrió.

—Sí, lo es, pero Carrie no se da cuenta. Todo cuanto ve es que tu padre no es..., bueno, que no es tan buen granjero como, por ejemplo, tu tío Hiram.

—Nadie puede trabajar tan bien la tierra como él lo hace —murmuró Tem.

Si el tío Hiram fuera un ejemplo de lo que tiene que ser un hombre, entonces se alegraba de que su padre no fuera nada del otro mundo labrando la tierra.

— Eso es. Me temo que Carrie se da cuenta de que tu padre no es un buen granjero y tu padre ve que ella lo sabe.

—¿Le parece que Carrie se enamoraría del tío Hiram?

—Lo dudo mucho —le contestó, riéndose entre dientes. .

Tem seguía sin comprender.

—Pero es que a Carrie no le gustaba papá antes de ver sus campos. Creo que al principio papá le gustaba a Carrie, pero ella a papá no. Dijo que no podía darnos de comer ni lavar la ropa.

— Pero eso es lo mismo de antes, ¿no crees? Tu padre no piensa que Carrie sea la persona más maravillosa de la Tierra, igual que ella opina de él. Si no empiezan a pensar eso el uno del otro, jamás llegarán a amarse.

Por un momento se hizo el silencio.

—¿Y qué pasa con los platos sucios?

La señora Emmerling soltó una carcajada.

—Si tu padre llega a enamorarse de Carrie, me parece muy posible que el mismo se ponga a lavar los platos. Y pensará de veras que todo cuanto ella cocine es delicioso.

—¿Incluso los huevos?

En la voz de Tem palpitaba la duda.

— Especialmente los huevos.

Se quedó mirando un momento al muchacho y se levantó para seguir limpiando. Por lo que a ella se refería estaba contenta de que Carrie no supiera limpiar, considerando que su familia necesitaba el dinero que les pagaba.

Al cabo de un rato, Tem se levantó y salió de la casa. Dallas se encontraba sentada a la sombra de un árbol en el lindero del bosque y parloteaba con su muñeca. Cuando Chuchú vio a Tem se apartó de Dallas y corrió hacia él. Tem se sentó en el borde del porche y mientras acariciaba al perro pensó en lo que le había dicho la señora Emmerling.

Si Carrie se fuera, estaba seguro de que su padre dejaría morir las rosas, y él y Dallas tendrían que pasar todo el día en los campos acompañándole. Josh no solía darle trabajo que hacer a la niña en los campos, pero tenía que quedarse donde él pudiera verla y, a veces, ella se aburría terriblemente.

Si Carrie se fuera, todo volvería a ser como antes y esa perspectiva le parecía ya a Tem espantosa.

—¿Qué puedo hacer? —le murmuró a Chuchú—. ¿Cómo puedo conseguir que papá y Carrie piensen que el otro es maravilloso?

Lo intentó. Sabía que aunque no hiciera ninguna otra cosa en la vida al menos debía intentar demostrarles a Carrie y a su padre lo formidables que eran los dos. Pero cuando llegó la hora de irse a la cama volvía a sentirse infeliz.

Durante la cena había señalado todas las buenas cualidades que se le ocurrieron de cada uno. Le dijo a su padre lo bonita que era Carrie. Habló de sus baúles repletos de cosas maravillosas y de que si Carrie se quedaba los llevaría a la casa para que Josh los viera. Ello indujo a su padre a decir cosas desagradables de los hermanos de Carrie, que a tal punto la habían malcriado, lo que hizo que Carrie replicase que sus hermanos eran muchísimo mejores que Josh.

Tem le contó a Carrie cómo los había cuidado su padre. Hubiera querido hablarle del pasado, pero era un tema que les estaba prohibido. «Esa parte de mi vida está acabada y de nada sirve volver a hablar de ella», había dicho su padre.

Dallas pareció darse cuenta de la frustración de su hermano e intentó colaborar:

— Papá hace discursos. Hace muy buenos discursos y les gusta a las señoras.

La mirada que Josh dirigió a su hija hizo que se callara.

Sin embargo, Carrie mostró gran interés en lo que Dallas había dicho e hizo varias preguntas a las que Josh ni contestó ni permitió que lo hicieran sus hijos.

Tem suspiró y lo intentó de nuevo, tratando de pensar en cosas que los dos pudieran hacer juntos. Sugirió que podían ir a pescar, lo que provocó un bufido de Josh, que dijo que tenía que trabajar para ganarse la vida. Tem sugirió entonces que Carrie le ayudara a limpiar las plantas del maíz.

—Lo siento hijo, pero sólo sabe hacer lo que el dinero de su papaíto puede comprar.

En aquel momento, Dallas rompió a llorar, al oír el tono de voz de su padre. Josh la tomó en brazos y acusó a Carrie de haber hecho llorar a su hija.

—Lo que hace que llore es su rudeza, por no hablar de su intratabilidad.

Tem no conocía la palabra, aunque al parecer su padre sí.

Josh se enfadó muchísimo y abrió la boca para decir algo, pero Carrie se había levantado de un salto e iba hacia el dormitorio.

—Puede quitar usted mismo la mesa, ya que le da tanta importancia a eso —dijo, antes de cerrar de un golpe la puerta.

Tem y su hermana le dieron el beso de buenas noches a su padre, pero él no parecía darse cuenta de su presencia, en pie, delante de la chimenea y con los ojos clavados en ella. .

Cuando por fin subió para intentar dormir en la cama con Dallas, Tem todavía estaba despierto. Había estado pensando muchísimo.

—Papá.

—Deberías estar dormido.

—¿Crees que Carrie es maravillosa?

—Creo que Carrie no ha recibido otra cosa que adoración durante toda su vida. Jamás ha tenido que trabajar, nunca le han negado nada. —Dio media vuelta y se arrodilló junto a la cama de su hijo—. Sé que os gusta. Sé que es alegre y bien sabe Dios que vosotros merecéis reír después de todo lo que habéis pasado durante los últimos años. Pero tenéis que confiar en mí. Carrie no es la madre que necesitan mis hijos.

Tem se incorporó, apoyándose en un codo.—¿Es la mujer para ti? ¿Te casarías con ella si no nos tuvieras a nosotros?

Josh sonrió.

— Tal vez cometiera esa barbaridad. Pero vosotros dos me habéis vuelto sensato, demasiado sensato para compartir mi vida con una mariposa como Carrie y ahora a dormir. Cuando pase un mes ni siquiera os acordaréis de ella.

Besó a su hijo en la frente y empezó a desnudarse.

Pero Tem no conseguía dormir, allí tumbado en la cama y mirando el techo. Era culpa suya el que Carrie y su padre no se quisieran. Culpa suya y de Dallas.

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