Eternity

Eternity


Capítulo 13

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Al volver en sí, Carrie se encontró tumbada en el sofá de una pequeña y acogedora sala que nunca había visto antes. Empezó a incorporarse.

—Eh, quédate quieta y bebe esto —oyó que decía Josh, que le puso una mano en la nuca y le acercó un vaso con coñac a los labios.

Se encontraba sentado en una silla frente a ella. Carrie bebió un sorbo y, ante la insistencia de Josh, volvió a tumbarse.

—¿Qué ha pasado? —musitó—. ¿Y dónde estoy? —Le miró con ojos suspicaces—: ¿Y qué haces tú aquí? —Josh sonrió.

.—Me alegro de comprobar que ya te sientes mejor.

—Lo estaba hasta que te he visto —afirmó Carrie, aunque sin gran convicción.

Ansiaba más que nada en el mundo que la rodeara con sus brazos. Había abierto su tienda de modas y le estaba yendo muy bien, pero la verdad era que aborrecía todo aquello. Lo que en realidad quería era estar en casa con Josh y con los niños.

Josh vio que le brillaban los ojos.

—Verás —le dijo con la voz más cariñosa y suave que Carrie había oído nunca—. Creo que jamás llegarías a ser una actriz consumada. Tu rostro es de lo más revelador.

—¡No te acerques a mí! —exclamó, cuando él se inclinó y la besó en la comisura de la boca.

—Tengo pensado acercarme aún mucho más a ti. Carrie, cariño, he venido para decirte que te quiero, que te amo con todo mi corazón, y te pediría que te casaras conmigo si no gozara ya de ese privilegio.

Carrie quería castigarlo, ponérselo difícil, hacer que se sintiera tan desgraciado como él le había hecho sentirse a ella. Pero en cambio se cubrió el rostro con las manos y rompió a llorar.

Josh la miró consternado mientras le alargaba un pañuelo.

—Creí que te gustaría la idea. —Como seguía llorando, le estrechó las manos húmedas—. No hay nadie más, ¿verdad, Carrie? Pensé..., no, tuve la esperanza, al ver que todavía seguías aquí, de que talvez te hubieras quedado porque..., bien, porque  tu...

Carrie le miró, sorbiendo por la nariz

—Me quedé porque no tenía dinero suficiente para volver a casa.

Al oír aquello, Josh se echó a reír y, al cabo de un instante, se le unió Carrie. Él, sin dejar de reír, le cogió la cabeza y empezó a besarle la cara.

— Dime que no hay nadie más. Dímelo. Por Dios, Carrie, te he echado tanto de menos... Creo que cuando te fuiste te llevaste mi alma. ¿Cómo se puede llegar a amar tanto a alguien en tan pocos días?

Se inclinaba hacia ella, casi encima, besándola donde podía alcanzar.

—Me enamoré de ti por una fotografía —le recordó Carrie en voz baja, mientras Josh le besaba los labios.

Detrás de ellos se abrió la puerta de la salita.

—Sólo quería ver cómo... Ah, les ruego que me perdonen... —dijo el propietario del almacén mientras volvía a cerrar la puerta.

Josh sonrió mirando a Carrie.

—Más vale que te llevemos a casa. Terminaré esto por la noche.

Carrie, aturdida de felicidad, empezó a incorporarse, pero enseguida se llevó la mano a la frente. Josh hizo que se recostara de nuevo y le acercó otra vez el vaso a los labios.

— No estás bien.

Carrie le sonrió, porque lo había dicho como si creyera que estuviese a punto de morir de un momento a otro.

—Estoy...

Se interrumpió al ver la carta sobre una mesa y al recordar lo que la había trastornado tanto hasta hacerle perder el conocimiento. Tenía los ojos muy abiertos y se había quedado sin palabras.

Josh cogió la carta con el ceño fruncido. Tras desmayarse Carrie y llevarla él a la casa del propietario del almacén, leyó la carta mientras la mujer del comerciante le daba a oler sales a Carrie. Anunciaba la visita de uno de los maravillosos hermanos de Carrie, perfectos e irreprochables.

Carrie apuró el coñac, se terminó el agua y volvió a echarse sobre los almohadones.

—¿Cuándo dice que llega? —preguntó en voz queda.

Josh releyó por encima la carta.

—El doce de octubre. —La miró fijamente—Eso es mañana.

Pareció como si fuera a desmayarse de nuevo, así que Josh escanció más coñac, se lo ofreció y dijo sonriente:

—Considéralo por el lado bueno. La diligencia nunca ha llegado a tiempo en todos los años que lleva viniendo a Eternity, así que no hay razón alguna para creer que tu hermano no tarde semanas en aparecer.

Carrie habló con tono sombrío: —Si mi hermano Ring dice que estará aquí el doce de octubre, no dudes por un momento de que así será. Aunque él mismo tenga que conducir el carruaje, estará aquí exactamente cuando él dice.

 —¿Te importaría decirme por qué razón la inminente visita de uno de tus perfectos hermanos, hace que te pongas lívida, del color de los polvos de arroz?

—y ¿qué sabes tú de los polvos de arroz? Y además ¿cómo sabes tanto de corsés y de otras prendas interiores de mujer? Y otra cosa más, te aborrezco por haberme dejado sola durante seis semanas y dos días mientras decidías si me querías o no. Si hubiera tomado la diligencia de regreso a Maine podían haberme matado los indios y ni te hubieras enterado. Podía...

Josh la besó para hacerla callar.

—No trates de distraerme empezando una discusión. ¿Por qué te trastorna tanto la llegada de tu hermano?

—No debería decírtelo. Tú jamás me has contado nada sobre ti mismo. —Cruzó los brazos sobre el pecho y apretó con fuerza los labios.

—Pero, claro, tú no eres una persona que tenga secretos, ¿verdad?

Carrie le dirigió una mirada relampagueante.

—¿Es lo mismo que no ser misteriosa?

— Estás yéndote por las ramas, Carrie. —Ella dejó caer los brazos.

—Muy bien. El que viene no sólo es uno de mis hermanos; es Ring. Mi hermano mayor. Mi hermano perfecto.

Josh la miró como si no le hubiera aclarado nada.

—Por lo que deduzco, consideras a cada uno de tus hermanos la viva imagen de todas las cualidades masculinas.

Carrie respiró hondo. ¿Cómo describir a Ring a alguien que no le conociera?

—Ring es realmente perfecto. Mis otros hermanos tienen algún que otro defectillo

Al verle enarcar las cejas con burlona incredulidad, Carrie le hizo una mueca. Josh la besó tres veces, tomó de nuevo asiento y esperó a que siguiera hablando.

—Ring jamás miente ni engaña y, según dice todo el mundo, no tiene debilidad humana alguna Lo único malo que se puede decir de él es que es el más feo de todos mis hermanos. Aquello hizo sonreír a Carrie—. Ring no es humano,

Josh puso los ojos en blanco

—¿Y por qué motivo la aparición de ese ángel sobre la Tierra puede hacerte infeliz?

Carrie se llevó las manos a la cara.

—No lo sé. No va a gustarle lo que he hecho. Estoy segura de que estará muy enfadado si mi madre le ha hablado de mi treta para que mi padre firmara los documentos

Se sonó la nariz con el pañuelo de Josh y le contó toda la historia de cómo había introducido los papeles de su matrimonio entre un montón de otros documentos que su padre había de firmar.

Josh se quedó estupefacto.

 —Y cuando les dijiste a tus padres lo que habías hecho ¿no rompieron los documentos y te encerraron en tu habitación?

Carrie se sonó de nuevo.

—No, claro que no. Mis padres y mis hermanos me dan siempre lo que quiero. Sólo Ring...

Empezó otra vez a llorar

Josh necesitó un momento para digerir aquel acercamiento a la familia de Carrie. La niña mimada a la que siempre le dan lo que quiere. Nada objetaban si quería viajar sola, a través de todo el país para adentrarse en la inexplorada región de Colorado, porque había obtenido de manera ilegal la firma de unos documentos a fin de casarse con un hombre al que jamás había visto. Todo cuanto quisiera su preciosa criatura. Y allí estaba el resultado se dijo Josh.

 Carrie había salido adelante, fragante como una rosa. Tenía a un hombre y dos niños que la adoraban tanto como a la luz del sol y al aire.

 

—¿Por qué me miras de esa manera?

—Estoy pensando en que quizá tu hermano Ring te conoce perfectamente.

—¡Es horrible que digas eso! Pareces Ring, siempre está diciéndole a mi padre que me envíe a un convento y ni siquiera somos católicos.

 Josh tosió para disimular la risa, pero no engaño a Carrie, que inició el movimiento de levantare del diván, prometiendo que jamás volvería a hablarle.

Josh la atrajo sobre sus rodillas y empezó a besarla. En un principio, Carrie se mantuvo rígida pero enseguida cedió a su abrazo.

—Muy bien, cariño, dime qué es lo que te asusta. —Como ella no contestó de inmediato, dejó por un instante de acariciarle el pelo—. Soy yo, ¿verdad? No quieres que él sepa que tu marido es un pobre labriego que ni siquiera puede darte...

 —¡Cállate! —le gritó a la cara, al tiempo que se ponía en pie de un salto—. ¡Estoy harta de oír hablar de dinero! ¡Esto no tiene nada que ver con el dinero! ¡Tengo montones!

—El dinero de tu familia —asintió Josh con tono lúgubre.

 —¡Para tu información, tengo dinero que he ganado yo! —Dejó de gritar al ver su mirada de incredulidad—. ¿Acaso no te has, dado cuenta de lo distinto en este pueblo desde la última vez que lo viste? Y no tienes que decirme que hace semanas que no has venido por aquí, porque ya lo sé. Todo el mundo en el pueblo me ha estado diciendo que te habías convertido en un ermitaño, y también esos pobres y queridos niños que, debo añadir te mereces. ¿No lo crees así? Dime.

 —¿A qué pregunta he de contestar? ¿A la que refiere al pueblo o a la de los niños?

Carrie apretó los dientes. Se estaba burlando de ella. Le dio la espalda y se volvió de nuevo cara a él, con una sonrisa farisaica.

—Dijiste que yo era una inútil. Lo dijiste por que no sé cocinar ni me vuelvo loca por aprender a limpiar. Pero ¿acaso tienes idea de lo que sí sé hacer?

—Sí —afirmó Josh, de una manera que hizo que ella enrojeciera y perdiera el hilo del razonamiento.

—Puedo... ¡Vaya que sí! Puedo ganar dinero.

—¿Por arte de birlibirloque? ¿O recurres a algún hechizo con lenguas de sapo o algo semejante?

—No. Es mucho más sencillo que todo eso. Lo  gano trabajando. Si vuelves a reírte de mí, Joshua Greene, te juro por el apellido de mi familia que jamás volveré a acostarme contigo.

Josh no se rió. De hecho, con semejante castigo en perspectiva, no sintió el menor deseo de reírse; ninguno en absoluto.

Carrie volvió a ocupar su asiento y le contó cómo  había llegado a abrir la tienda. Le dijo que, después de que la dejara en la estación de la diligencia, se alojó en el horrible y pequeño hotel de Eternity y se pasó dos días sin hacer otra cosa que escribir cartas. Escribió a la esposa de todo hombre importante de Denver. La gente de Eternity le facilitó los nombres y las direcciones, más o menos exactas, de todo aquel ciudadano de Denver del que hubieran oído decir que tenía algún dinero.

—¿Qué fue lo que les escribiste a esas mujeres? —preguntó Josh, con genuina curiosidad.

Les escribió que sus hermanos habían regresado recientemente de París y le habían traído demasiados vestidos, que difícilmente podría utilizar. Y que además sus hermanos tenían cabeza de chorlito Y le habían comprado los vestidos de todas las tallas imaginables, así como de todos los colores que podían encontrarse en París.

— Todo un grito de ayuda —observó Josh, pero ya no le tomaba el pelo.

Carrie acabó de contarle rápidamente el resto de la historia, hablándole de sus primeras clientas, de la contratación de costureras, de no dejar que las mujeres idiotas se pusieran lo que no les sentaba bien.

—Tenías que haberlas visto. Mujeres que pesaban noventa kilos con volantes de gasa blanca y otras, delgadas como un silbido y sin busto, vestidas de negro. Empecé a poner algodón en las delanteras de los vestidos. Ya sabes, «Por si había olvidado algo...», etcétera.

—No, me parece que no lo sé.

—«Por si había olvidado algo, Dios proveyó de algodón» —recitó Carrie.

Josh no soltó una carcajada, pero tuvo que tomar un sorbo de coñac para contenerse.

—¿Y cómo se llama esa tienda?

—«París en el desierto.»

Carrie recibió la rociada del coñac de Josh.

Luego de sacudirse la pechera del vestido, se le quedó mirando con los ojos entrecerrados.

—¿Te estás riendo de mí?

—No, amor mío, en absoluto. «París en el desierto» es un nombre muy acertado. Y va muy bien con Chuchú. .

Carrie le miraba con fijeza, pero no podía decir si hablaba en serio o no. Terminó su historia contándole hasta qué punto la creciente prosperidad de su tienda había ayudado a la economía de todo el pueblo.

Cuando terminó su relato, se quedó mirando triunfante a Josh. Esperaba palabras encomiásticas de él, pero su expresión era melancólica.

—¿Qué pasa ahora? ¿No te he demostrado que no soy una inútil?

—Incluso eres capaz de ganar dinero —se lamentó Josh, desolado—. ¿Qué va a decir tu hermano del hecho de que te hayas casado con un hombre que ni siquiera parece poder ganarse la vida adecuadamente; un hombre que no puede mantener a su esposa?

—Mi hermano nunca ha esperado que me casara por dinero. Su esposa no tenía una gran fortuna cuando la conoció, así que ¿por qué ha de ser rico mi marido?

Carrie se dijo que a veces hablar con Josh era como hacerlo con un tarugo de madera.

—Tú no lo entiendes, pero me imagino que tu hermano sí. ¿No es por eso por lo que te preocupa su visita?

—No. Ring tendrá mucho que decir sobre mi... Bueno, considerará poco honrada la forma en que hice firmar los documentos a mi padre. Además, existe la posibilidad de que nuestro matrimonio no sea del todo legal, porque mi padre no sabía lo que estaba firmando y yo todavía no he cumplido los veintiún años. Y a Ring le enfadará que tú y yo hayamos vivido unos días juntos y que luego yo haya vivido sola en el pueblo, sin protección, sin que nadie se ocupase de mí mientras mi marido se quedaba en la granja. Ring es un hombre chapado a la antigua, que cree que un hombre y su esposa deben vivir juntos

Josh sonrió. No podía hacerle comprender lo que significaba para un hombre no ser capaz de mantener a su mujer, pero al propio tiempo la estaba poniendo a prueba. Cuando pasaran tres años podría abandonar la granja y entonces estaría en condiciones de ganarse la vida de nuevo.

Hizo sentar de nuevo a Carrie sobre sus rodillas.

—Si a tu hermano le preocupa que no estemos casados con todas las de la ley, sólo tendremos que  volver a casarnos de nuevo. Siento haberme perdido la primera, pero esta vez podremos tener una auténtica noche de bodas. —Le enmarcó el rostro con las manos y la besó—. Estoy empezando a pensar que de verdad me quieres. Si puedes quererme tal como soy ahora, tal vez puedas quererme más adelante. 

—¿Qué quieres decir con eso? —Después de mirarle un instante, se dio media vuelta, irrita da—. Claro, ya veo. Secretos de nuevo. ¿Cuándo vas a quererme lo bastante para contármelo todo sobre ti?

—En realidad ya lo he hecho —dijo Josh, al tiempo que se echaba mano al bolsillo de la chaqueta y sacaba la carta que se había pasado la noche escribiendo. Al hacerlo, cayó al suelo la que acababa de recibir por correo, y Carrie la recogió

—He pasado toda la noche escribiéndote esto. Iba a enviarla a Maine.

Carrie alargó la mano para cogerla, pero él retrocedió.

—Ahora puedo decírtelo todo de palabra.

—Me gustaría leerla. ¿Me haces en esa carta declaraciones de amor eterno?

—Sí — afirmó Josh con una mirada cariñosa—. ¿Qué es eso?

Carrie miró la carta que tenía en la mano y observó que no figuraba el remitente.

—Va dirigida a ti —dijo a Josh.

En tono de broma, él puso la carta que le había escrito sobre una mesa, fuera del alcance de Carrie.

—Tal vez sea preferible que lea antes mi propio correo. Acaso sea de una admiradora.

Sin dejar de sonreír se acercó la carta a la nariz. Sólo quería bromear, pero de pronto se puso pálido al olfatear el sobre.

—¿Estás bien, Josh?

Palideció todavía más. Carrie se puso en pie de un salto y fue en busca de más coñac. A ese paso los dos iban a embriagarse. Tras apurar el coñac de golpe, tendió el vaso para que se lo llenara de nuevo y, una vez servido, lo apuró también antes de abrir la carta con manos temblorosas.

Necesitó sólo unos segundos para leerla. Carrie nunca había visto a un hombre perder el conocimiento, pero pensó que lo vería de un momento a otro.

Le tomó un brazo, se lo pasó por sus hombros y le ayudó a ir hasta el sofá.

—¡Josh! —le gritó, sacudiéndole.

Las sales estaban sobre la mesa y Carne se las puso debajo de la nariz. Josh volvió la cabeza, así que se encontró mirando al respaldo del sofá.

—¿Pasa algo malo, Josh?

No contestó, sino que siguió con la mirada fija en el respaldo, dando la impresión de haberse despedido de la vida. .

Carrie recogió la carta, que había caído al suelo, y la leyó.

 

Mi querido Joshua:

Sólo tendrás que firmar el último documento y quedarás libre. Te lo llevaré el trece de octubre, ¿Cómo están nuestros queridos, queridísimos hijos? Con todo mi cariño,

 

Nora

 

P.D, ¿No habrás cambiado de idea? ¿O te has acomodado a la vida de labriego?

 

 

 

Cuando terminó de leer la carta por tercera vez, Carrie también temblaba.

 

—¿Quien? ¿Quién...? —se aclaro la garganta—.¿Quién es Nora?

Josh se volvió hacia ella con gran lentitud y se quedó sentado.

—Al parecer sigue siendo mi esposa —murmuró,

Carrie se le quedó mirando boquiabierta, inmóvil como una estatua. Su familia y otras personas le habían asegurado que la vida era difícil, pero nunca se lo había creído. Cuando alguien le decía que la vida era dura, Carrie le contestaba que la vida era como uno se la hace. Decía que la gente elegía ser feliz o triste, y siempre ponía ejemplos de personas pobres que, a pesar de sufrir una desgracia tras otra en sus familias, eran felices, mientras que otras personas, que eran ricas y tenían cuanto podían desear, eran infelices. Cierto día, cuando ella tenía unos dieciséis años y se encontraba proclamando tan grande sabiduría, su madre le dijo que la gente feliz jamás había estado realmente enamorada. Le explicó que el amor se componía de dos tercios de gozo y el tercero del dolor más lacerante del mundo; que las penas del amor superaban en mucho a las de la muerte. Carrie lo que pensó entonces fue que su madre no era demasiado perspicaz, pero en esos momentos comprendía perfectamente lo que había querido decirle.

Carrie enderezó su espalda.

—Verdaderamente oportuno. Mi hermano llega mañana y podrá llevarme con él de vuelta a Warbrooke.

Josh se levantó del sofá en un santiamén y le puso las manos sobre los hombros.

—Yo pensaba que el divorcio era firme. Lo creí definitivo hace un año. ¡Bien sabe Dios lo que he pagado para librarme de ella!

Carrie le dirigió una mirada glacial.

—Y yo pensaba que eras viudo. Claro que nunca te mereció la suficiente confianza para que me confiaras que no era así. ¿Querrías apartarte de mi camino? He de volver a mi tienda. —Le miró  de arriba abajo—. No todos fracasamos en los negocios, ¿sabes?

Al oír aquello, Josh dejó caer las manos de sus hombros porque en aquel momento no se le ocurría nada más que decir. Se hizo a un lado y dejó que Carrie abandonara la habitación.

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