Eternity

Eternity


Capítulo 8

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—¿Adónde podemos ir? Por favor, ayúdennos.

Hubieron de esperar a la luz del segundo relámpago y entonces vieron a la chiquilla que señalaba en dirección este. Sin la menor vacilación, Josh y Carrie empezaron a descender a trompicones por la vertiente rocosa, en dirección a los caballos. Josh llevaba a su hijo firmemente sujeto, como si se tratara de algo frágil y valioso, como así era precisamente.

Llegaron junto a los caballos y Josh dejó a Tem a cargo de Carrie, que se tambaleó bajo el peso del niño, pues era casi tan alto como ella. Josh montó y alargó los brazos para recibir a su hijo, a quien fácilmente acomodó en la montura delante de él. Carrie corrió hacia la yegua, tiró de las riendas para soltar el nudo y montó.

La niña se les apareció todavía dos veces antes de que encontraran la gruta. Cuando Josh hubo desmontado con Tem en los brazos, Carrie condujo a ambos caballos hasta la entrada de la gruta.

El suelo era arenoso y había leña seca amontonada contra una de las paredes. Carrie pudo ver al fondo un montón de lo que parecían mantas. Había también una vieja cafetera y media docena de recipientes. Aunque era una gruta, parecía como si se utilizara para alojamiento de invitados.

—Quítele la ropa mojada y abríguele bien mientras enciendo una hoguera —dijo Josh.

Carrie se apresuró a obedecerle. En cuestión de segundos le quitó a Tem la ropa empapada, pero antes de envolverle en una manta seca le examinó para comprobar hasta qué punto estaba malherido. No tenía ningún hueso roto, pero sí heridas por todo el cuerpo y un corte a un lado de la cabeza. Y sobre todo parecía estar helado.

Le envolvió en dos mantas, cubriéndole también la cabeza, le atrajo hacia sí y empezó a frotarle la espalda y los costados.

Josh se acercó y llevó a Tem junto al fuego, sobre el que había colocado la cafetera con agua de lluvia y un puñado de té de Carrie.

—Quítese esa ropa mojada —le ordenó Josh.

Entonces fue cuando Carrie se dio cuenta de que estaba casi tan helada como Tem. Retrocedió al fondo de la gruta, se quitó la ropa y se envolvió en una manta. Luego, se reunió con Josh y con Tem.

Josh mantenía a su hijo apretado contra el pecho, como si de esa manera pudiera infundirle vida, y mientras Carrie los observaba Tem parpadeó.

—Quiero que me hables, Tem —le pidió Josh.

El niño abrió perezosamente los ojos y sonrió a su padre.

—Me caí. Vi a la niña salvaje y me caí.

Josh miró a Carrie. La pobre niña debía de sentirse culpable por haber asustado a Tem.

—Todo va bien. —Josh acarició el cabello mojado de su hijo—. Ahora estás a salvo y fue la niña salvaje quien nos dijo dónde encontrarte.

—No cogí una serpiente.

—Me alegro de que no lo hicieras.

El crío volvió la cabeza, miró a Carrie y, luego, de nuevo a su padre.

—La has traído.

—No quiso quedarse en casa. —Sonrió a su hijo—. Espera a ver los nudos que sabe hacer. Fantásticos.

Tem cerró los ojos.

—¿Crees que Carrie es la mejor persona del mundo? ¿La más maravillosa?

— En este momento así lo creo.

Tem sonrió y al cabo de un momento se quedó dormido.

Carrie se acercó más a ellos y acarició la frente de Tem.

—Todavía está frío al tacto. —Levantó la vista y vio que le caía sangre por un lado de la cabeza. Alargó la mano hacia la herida, pero él se la apartó—. Más vale que se ponga algo seco. Allí hay más mantas. —Al mostrarse Josh vacilante, Carrie añadió—; Me ocuparé de él. No tiene que preocuparse.

Por un instante no estuvo segura de que Josh fuera a confiarle la valiosa carga de su hijo, pero se sentó junto al fuego y Josh depositó en sus brazos a Tem. Ella pensó que acaso fuera el regalo más preciado que jamás le hubieran hecho y desde luego la mayor muestra de confianza por parte de Josh.

Mientras Carrie se ocupaba de Tem, Josh se desnudó detrás de ella y se envolvió en una manta. Se acercó a los caballos y los desensilló, pero la manta se le escurría continuamente, así que lanzó un juramento y se la anudó a la cintura.

Carrie sonrió a la vista de su espalda desnuda, fuerte y musculosa. Era posible que sus labores en el campo fueran pésimas, pero le habían fortalecido los músculos. Josh dejó caer las monturas junto al fuego, y luego, recogió las bolsas de comida y sacó un gran trozo de tocino.

— Debí haber traído una cazuela —comentó Carrie en un tono de culpabilidad—. No sé qué tenía en da cabeza.

Josh sacó un cuchillo de la bolsa de la montura y empezó acortar el tocino en lanchas.

— Puedo cocinarlo con un palo. —La miró con cara de guasa y añadió—; O tal vez pueda hacerlo usted con sus juramentos.

Carrie sintió que se sonrojaba y bajó la vista hacia Tem.

—No sabía que me hubiera oído.

—Probablemente lo oyeron incluso en Eternity.

Carrie se echó a reír.

—Esa yegua quería bajar de la montaña y yo quería subir.

—Es un poco perezosa y se asusta fácilmente. —Sostenía un trozo de tocino en la punta de un palo y observaba cómo sé freía—. Sinceramente, no creí que lograra hacerla subir  y ése fue el motivo de que me la diera. Quería que me hiciera bajar de nuevo la montaña.

—Reconozco que esa idea pasó por mi mente.

Carrie no dijo nada, no era necesario hacerlo, Josh no había querido que lo acompañara, pues pensaba que sería un estorbo, de manera que le dio un caballo al que supuso que sería incapaz de dominar.

Pero sí que consiguió dominarlo, y además le fue de una ayuda valiosísima cuando encontró a Tem.

—No habría—podido subirlo sin usted —reconoció en voz baja—. Si no hubiera venido, yo no sé lo que habría hecho.

—Se las hubiera arreglado —le quitó importancia Carrie, aunque se sintió muy complacida por el cumplido. Le observó durante unos momentos, mientras freía el tocino—. Por cierto, se mostró muy habilidoso al quitarme el corsé —añadió en un tono de indignación burlona—. ¿Tiene mucha práctica con los cordones de los corsés?

Josh no la miró, concentrada toda su atención en el fuego.

— Me las compongo mejor con los corsés que con el maíz.

Carrie sonrió, porque por primera vez Josh parecía burlarse de sí mismo.

—¿Dónde ha aprendido tanto...? Me refiero, naturalmente, a los corsés.

—Desde luego no en el mismo lugar donde aprendí sobre el maíz.

Carrie frunció el entrecejo, porque Josh no le había dicho nada.

Después de poner tres lonchas sobre una rebanada de pan, Josh llenó un recipiente con té hirviendo.

—Despiértele. Quiero que se tome esto.

Carrie hizo sentarse a Tem, aunque no le fue fácil, ya que mientras le sostenía se le habían dormido los brazos. El niño estaba cansado y soñoliento y no tenía la menor gana de despertarse, pero ni Carrie ni Josh le permitieron seguir durmiendo.

Se bebió tres recipientes de té caliente, se comió el enorme bocadillo, se acurrucó junto a Carrie y se durmió de nuevo. Sentada a su lado, ella le acarició la frente, mirándole sonriente.

—Sólo cuando estás a punto de perder a un niño llegas a comprender lo insignificante que es cuanto te rodea —comentó.

Miró en dirección a Josh y vio que él la contemplaba desde el otro lado de la hoguera. Estaba friendo más tocino para ellos dos. Con la lluvia aislándolos del exterior y todo a oscuras, salvo el trecho iluminado por la hoguera, resultaba muy íntimo estar allí los dos juntos. La luz del fuego iluminaba el pecho desnudo de Josh.

—¿Quién cree que es esa chiquilla? ¿Y vio al viejo? Él fue quien me ayudó a tirar de la cuerda.

—No llegué a verle, pero supongo que se trata de Starbuck. Nunca he hablado con nadie que le haya visto realmente. Es un ermitaño.

—¿Y la niña?

— No lo sé. Jamás he oído hablar de ella, pero, claro, no hace mucho tiempo que estoy en Eternity.

Carrie le observó poner el tocino sobre el pedazo de pan.

— Tal vez su hermano lo sepa.

—Tal vez —dijo Josh, con un tono que ponía punto final a la conversación.

Le alargó un bocadillo y un recipiente con té muy cargado.

—¿Dónde estaba antes de venir a Eternity?

Carrie vigilaba su expresión y estaba segura de haber visto contraerse su rostro, durante un instante fugaz, por un ramalazo de dolor. ¿Qué habría hecho para provocar semejante reacción? ¿Qué habría hecho que le obligaba a mantener en secreto su pasado? Carrie sabía bien que sus hijos habían sido aleccionados para no revelar nunca de dónde procedían y dónde habían estado. La pobre Dallas se sentía tan confusa sobre lo que podía o no podía decir que a veces creía que no debía hablarle de los hermanos de Carrie a la propia Carrie.

— He estado en muchos lugares —se limitó a decir Josh, y Carrie supo a ciencia cierta que no añadiría nada más.

La intimidad había quedado rota, porque de esa manera le recordaba que era una extraña. Aunque a veces Carrie al mirar a los niños no fuera capaz de imaginarse la vida sin ellos, sabía que Josh no sentía lo mismo respecto a ella. Para él se trataba de alguien que se iría pocos días después, y no estaba dispuesto a compartir ningún secreto.

Comió en silencio, con la vista fija en el fuego y abandonando sus intentos de mantener una conversación. Se castigó a sí misma por haber abrigado la esperanza de que, al haberle ayudado cuando lo necesitaba, Josh reconociera que la había juzgado mal. ¿Le diría que, después de todo, no era una cabecita loca? En primer lugar, si no hubiera ido a Eternity haciéndole una jugarreta a Josh, Tem no se habría ido a buscar serpientes y Josh no hubiera tenido que descender a un barranco y...

—¿No cuenta esta noche historias sobre sus hermanos?

Carrie sabía que Josh trataba de hacer más llevadero el silencio entre ellos, pero no le sirvió de consuelo.

—¿Por qué no me habla usted del suyo, de su hermano? —propuso ella, en un tono más sarcástico de lo que pretendía.

Josh fijó la mirada por un instante en el fuego.

—Es el mejor granjero del mundo. Maíz perfecto, las mejores remolachas. Todo recto, incluso los surcos. No creo que insecto alguno se atreva a atacar sus plantas.

—¿Por qué tiene él su caballo?

No era necesario que a Carrie le dijeran que el semental negro era el caballo de Josh. Un hombre y un caballo no se compenetraban tan bien como Josh y ese animal, a menos que hubiesen pasado mucho tiempo juntos y hubieran aprendido a confiar el uno en el otro.

—Se lo vendí —contestó Josh en voz baja—. O más bien se lo entregué como pago parcial de la granja.

Carrie intentó disimular su ceño fruncido al oír aquello. No alcanzaba a comprender cómo alguien podía ser capaz de quedarse con el caballo de su hermano, cualquiera que fuese el motivo. Tenía ganas de hacer más preguntas, pero se abstuvo porque sabía que recibiría un nuevo bufido. Al cabo de otros interminables minutos de silencio, Josh se puso de pie y se acercó a ella.

— Pronto se hará de día, así que más vale que durmamos un poco.

Carrie bostezó. .

—Sería capaz de dormir durante toda una semana.

Al observar que Josh la miraba de manera extraña mientras se desperezaba, se dio cuenta que la manta se le estaba escurriendo. Empezó a ceñírsela más sobre los pechos, pero se detuvo porque en realidad no le importaba. Él había decidido rechazada y seguía haciéndolo, no al revés.

Se tumbó sobre el suelo arenoso junto a Tem, le rodeó con los brazos, cerró los ojos y los volvió a abrir cuando Josh se dejó caer al otro lado del niño. Carrie miró fijamente a los ojos oscuros de su marido y olvidó su enfado. Alargó el brazo e inició una caricia en la herida que Josh tenía en un lado de la cabeza. .

—No lo haga —murmuró él, como si le doliera.

Carrie no retiró la mano de donde la tenía y le acarició la sien.

Josh la miró todavía durante un momento, tan cerca y, sin embargo, tan lejos; luego, se volvió y le dio la espalda. Carrie sintió muy a pesar suyo que los ojos se le llenaban de lágrimas amargas al verse así rechazada.

— Buenas noches —dijo, con el tono más neutro que le fue posible.

Josh no contestó.

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