Equilibrium

Equilibrium


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La criatura con las garras puestas en posición de ataque examinaba la situación, escogiendo la primera de sus víctimas. La cabeza gaseosa, que había perdido su preciado cráneo animalesco debido a la certera puntería de Ji-Yun, estaba ahora protegida por un nuevo cráneo, esta vez más humano. De dónde lo había sacado sería imposible decirlo. Por las hendiduras de sus ojos observaba con movimientos lentos, hasta que, súbitamente, pareció por fin haberse decidido a quién atacar.  Saltó dos metros hacia adelante, con sus enormes y huesudos brazos extendidos, y cayó encima de una mujer de abrigo rojo que intentaba adentrarse entre la fuga colectiva. Ambos cuerpos cayeron al suelo, obligando a los demás Sólidos a abrirse espacio entre la multitud. Las garras del Inversor inmovilizaron a la fugitiva, que se debatía con toda la fuerza que podía, pero entonces los rayos de luz negra escaparon de las hendiduras oculares. Como los rayos de un poderoso láser, cortaron el aire y una grieta entre mundos se abrió, exhibiendo una plaza razonablemente llena, por donde las personas pasaban despreocupadas. Antes de que los caminantes en el mundo de los vivos notasen una grieta misteriosa que exhibía una versión invertida de la plaza, el Inversor soltó uno de los brazos de la mujer y en un movimiento tan rápido como el de un experto samurái le cortó la garganta con apenas una de sus garras mortales. La sangre fluyó desde el corte, saltando al suelo y a las ropas de la víctima – rojo mezclado con más rojo. En un abrir y cerrar de ojos, la criatura se aferró del abrigo empapado de sangre de la mujer, que ya era un cadáver, y lo lanzó con violencia por el portal. El escándalo – en casi su totalidad formado por gritos – se volvió todavía más alto. Sobre la poza de sangre el Inversor una vez más se movía como una fiera en medio de una caza, escogiendo la presa más débil y vulnerable para su captura.

Frente a la horrenda escena, Serj caminaba decidido en dirección a Ji-Yun, que ya se había detenido y lo esperaba en posición rígida. Una pared de seres humanos impedía que el Inversor los mirase con claridad – estarían a salvo hasta que la multitud se dispersase. Los demás Sólidos disminuían a cada segundo, huyendo por donde les era posible: algunos entraron al ayuntamiento, otros corrieron al callejón más próximo, y otros aún intentaban desesperadamente encontrar algún lugar seguro para esconderse entre las pequeñas murallas que circundaban la plaza. El segundo ataque eliminó a uno de estos últimos, que como una hormiga perdida del grupo fue a parar frente a los ojos vacíos del monstruo. Él avanzó, y así como lo hizo con la primera víctima, cayó sobre el hombre con gorra de béisbol, abrió el portal y le cortó la garganta de lado a lado, lanzando el cuerpo sin vida a través de la grieta. 

Oyendo gritos de pánico a sus espaldas, finalmente el hombre llegó donde estaba su ex compañera de trabajo. Sus rostros se examinaban incesantemente, sin pronunciar palabra alguna, sin ninguna expresión además de miradas dominadas por la ira.

-Muy inteligente al dejarlos ir.

-Quise tener el placer de acabar contigo por mi propia cuenta.

Serj se rio, aunque sin dejar claro si era una risa con ironía o con miedo. Ji-Yun optó por la primera opción.

-Nunca imaginé que te preocupases tanto de los niños. No te conocí así.

-Tú no me conoces, Serj. Después de todo, sé que no.

-Escucha, Kwon. Yo no pretendía hacerle daño al muchacho. A mí solo me gustaría mucho salir de aquí.

Esta vez, la risa se deslizó por la garganta de Ji-Yun, y no de la del hombre frente a ella. Y en su risa no había nada de ironía.

-Esto no es solo por el muchacho al que le intentaste cortar la garganta, Serj. Tú me traicionaste, me preparaste una emboscada. También intentaste matarme, ¿o ya lo olvidaste? ¿Ya olvidaste que ni siquiera estaríamos aquí ahora si no hubieses hecho lo que hiciste? Corrí a aquel callejón, corrí para salvar mi vida mientras mi compañero, la persona en quien más confiaba, me traicionó e intentó acabar con la vida de su compañera.

-Escogiste un pésimo momento para decidir tener esta conversación – dijo Serj, girándose ligeramente hacia atrás.

Las pozas de sangre en varios puntos distintos denunciaban que otros tres o cuatro Sólidos habían sido exterminados. A esa altura, casi todos ya se habían dispersado por las tantas direcciones disponibles. A cada segundo, Serj y Ji-Yun estaban más y más vulnerables al ataque del Inversor.

-No estoy aquí para conversar – dijo la joven, a regañadientes.

-¿Qué pretendes hacer, Kwon? ¿Vas a matarme aquí?

-En caso que sea necesario.

-Entonces tengo que preocuparme.

Sin preocuparse de esconder el acto, Serj una vez más sacó su cuchilla de la vaina que llevaba en la cintura. Movió el brazo fuerte y llevó la lámina afilada frente a su propio rostro, mirando su reflejo en el metal pulido. Instintivamente, Ji-Yun llevó el índice al gatillo de la pistola, también levantándola frente a su cuerpo lista para volarle los sesos a Serj en caso de que esbozase cualquier movimiento brusco.

El Inversor, por su parte, había vuelto a examinar los alrededores en busca de otro ser humano para enviarlo de vuelta al mundo de los vivos. Recorrió su cabeza cubierta de huesos por cada rincón de la plaza, admirando el tapete rojo y líquido que había creado. No había ningún otro Sólido a su alcance, a excepción de Serj y Ji-Yun.

-Ya nos vio – dijo la joven, notando que el Inversor ya se movía en su dirección.

-Entonces vas a tener que apresurarte.

Algunos segundos pasaron luego de la demostración de ambas armas, sonorizadas por el silbido de la monstruosa criatura de garras letales. El Inversor se movía apoyado en sus propias manos, provocando chispas y sonidos escalofriantes cada vez que sus uñas rozaban el asfalto. Parecía no tener mucha prisa: tenía dos presas completamente inmóviles pocos metros adelante.

-¿Y entonces, Kwon?

Sintiendo la tensión latente en su cerebro, la única idea que Ji-Yun pudo pensar fue doblar las rodillas e impulsarse hacia la izquierda en dirección a la esquina más cercana. Su movimiento fue tan brusco que Serj demoró un par de segundos en acompañar sus movimientos, inmediatamente siguiendo su rastro por una larga calle, la misma donde hace unos instantes ella y Luca casi fueron atrapados por los seguidores de Serj.

-¡Debí haber disparado cuando tuve la oportunidad! - exclamó Serj, a tres o cuatro metros de distancia.

Ji-Yun optó por no malgastar sus palabras y simplemente continuó cruzando la calle, que era bastante larga y terminaba en una bifurcación. Luego de casi tropezarse y caer al suelo, miró de reojo por encima de su hombro y sintió un terrible escalofrío. El Inversor también se encontraba en aquella calle, impulsando su cuerpo negro con ambos brazos. Estaba siendo perseguida por dos peligrosos enemigos.

Gracias a su estado físico más ágil, Ji-Yun pudo correr más que Serj, y esta ventaja le concedía más distancia a cada segundo. Llegando a la bifurcación, la joven dobló a la derecha y se encontró con una nueva calle, larga, repleta de callejones y otras callejuelas conectadas a ellos. Aleatoriamente, escogió uno de los callejones estrechos y entró. Su idea era despistar a Serj, volviéndose invisible y permitiendo que el Inversor lo alcanzase a él. Dos pájaros de un tiro: el traidor sería eliminado, y mientras el acto se concretizaba, ella podría huir lejos del alcance del monstruo exterminador de intrusos.

Ya en el callejón, Ji-Yun vio algunos botes de basura que con suerte le llegaban a la cintura. Se agachó detrás de uno de ellos y espió, viendo pasar a Serj delante de ella, sin ninguna oportunidad de parar para buscarla. Segundos después, el Inversor también apareció, todavía siguiendo el rastro del hombre que huía a toda velocidad. Levantándose de inmediato, Ji-Yun corrió al otro extremo del callejón y nuevamente llegó a la avenida donde quedaba la plaza del ayuntamiento. Detrás de las gruesas paredes de los edificios del lado derecho, ella logró oír los silbidos del Inversor, el mismo sonido infernal que el monstruo acostumbraba hacer luego de una caza exitosa. ¿Serj habría sido alcanzado? No sería inteligente esperar para descubrirlo.

La agente tomó el camino contrario al de la plaza, todavía sin disminuir el ritmo frenético de sus pasos y aún con la pistola lista ante cualquier imprevisto. Cerca de un kilómetro después, llegando a la intersección principal de la amplia avenida, ella una vez más vio el largo camino donde quedaban los pubs y bares de fachadas apagadas. Estaba acercándose a la entrada de la estación del tren, y luego quiso indagar si Luca y el muchacho habían seguido por el túnel rumbo al punto de equilibrio, pero recordó que el médium había perdido su linterna y jamás se arriesgaría a recorrer el subterráneo sin defensa alguna contra eventuales Oscuros. Continuó por el rincón de la calle, cautelosa y con los sentidos bien agudos. No oía ningún otro ruido que no fuera el de sus propios zapatos rozando las piedras de la calzada.

Poco a poco disminuyendo la velocidad, Ji-Yun se sintió obligada a parar por algunos instantes. Estaba jadeando, sentía el corazón palpitar fuertemente contra su pecho. Se recostó en la pared de un pequeño local nocturno de puertas estrechas y pintadas de un púrpura escandaloso, y en seguida se apoyó en sus rodillas para recuperar un poco el aire. Miró alrededor, buscando alguna señal de movimiento o de sonido, pero todo estaba absolutamente tranquilo como un cementerio en medio de la madrugada. Aunque estaba sintiendo las piernas aún temblorosas, decidió que no debería estar de pie ahí, expuesta y disponible a la reaparición de cualquier enemigo. Por eso, sin perder más tiempo y decidida a encontrar a Luca en el punto de equilibrio, se levantó e irguió la columna. Con un último vistazo a los alrededores, Ji-Yun retomó el paso y pronto dejó la calzada del local nocturno. Sin embargo, no logró llegar mucho más lejos.

En el exacto segundo en que cruzó por la entrada de un estrecho callejón, uno de los muchos que formaban parte de aquel segmento de la ciudad, Ji-Yun se encontró con un cuerpo robusto y pesado que se lanzó contra ella, derribándola con un impacto que caso le dislocó el hombro: Serj.

-¡Sabes que no puedes escapar de mí, Kwon! – exclamó él, con el tronco macizo encima de las piernas de la joven, bloqueando sus movimientos e impidiendo que se levantara.

Ji-Yun se retorció con todas sus fuerzas, pero el peso de Serj la incapacitaba de la cintura para abajo. Al mirar de reojo el rostro de él, notó que estaba herido, con un gran corte a uno de los lados de la cabeza por donde los hilos de sangre corrían desmedidamente. Había perdido su cuchilla, quedando completamente desarmado, aunque Ji-Yun supiese bien que aquellas manos enormes serían capaces de servirle como armas poderosas. En su mirada había solo furia y ganas de matar.

-¿No reconoces este lugar? - preguntó él repentinamente, con una sonrisa maléfica entre los dientes pintados de rojo.

Todavía luchando para librarse de Serj, la joven giró el cuello rápidamente y vio paredes oscuras y ventanas cerradas, así como botes de basura y barriles desparramados por todo el callejón.  Sin mucha demora, inundada por un recuerdo repentino y desagradable, Ji-Yun finalmente reconoció el lugar. Era el mismo callejón, la misma callejuela estrecha donde ella y Serj se encontraron con el destello que los había traído a aquel mundo invertido.

-Muy irónico, ¿no crees?

El sentido del humor de Serj nunca fue de los mejores, Ji-Yun lo sabía, pero desde el reencuentro, frente al ayuntamiento, ella notó lo todavía más insoportable que se había vuelto.

-Estamos aquí de nuevo, solos tú y yo, ¡solo que esta vez, no vas a escapar!

Media milésima de segundo pasó entre la última declaración de Serj y una voz monstruosa rugiendo en la entrada del callejón. Mirando en el mismo instante en dirección al sonido, Serj y Ji-Yun nuevamente divisaron al Inversor. Estaba parado entre las esquinas, levitando. La cuchilla del agente traidor estaba enterrada en su cráneo, y por la hendidura donde la lámina descansaba escapaba un hilo de humo que bailaba hasta desaparecer en el aire.

-Creí que te habías librado de él - dijo Ji-Yun, con un tono desafiante.

-¿Y perder la oportunidad de verlo cortando tu garganta? De ninguna manera.

Mirando en dirección al Inversor, Ji-Yun notó que avanzaba lento, aparentemente debilitado, lo más probable que por el arma que atravesaba el cráneo que protegía su cabeza gaseosa. El juego había cambiado, y en caso de que lograse librarse del peso de Serj, sería en segundos eliminada junto con él. Dos pájaros de un tiro.

No había nada que hacer con sus piernas, que ya comenzaban a hormiguear bajo el tronco del enemigo que ahora también le agarraba los brazos. Era una acción de completa locura: Serj no estaba intentando escapar, y tampoco se lo permitía a ella.

-¡Maldito, nos va a matar a ambos!

-¡Siempre y cuando sea a ti primero!

Después de pensar por unos segundos más, viendo al Inversor a diez pasos de distancia, Ji-Yun se acordó de su pistola, que nuevamente había guardado en su cintura antes de ser derribada por Serj. Con dificultad, arañando la piel de los brazos en el grueso suelo, la tomó y la llevó a la altura del rostro de Serj, apuntando a su frente. Los ojos de él se abrieron por completo, aunque no demostrase señal de miedo alguna. Sin ninguna palabra ni despedida, Ji-Yun jaló el gatillo.

La pistola no obedeció.

Un segundo clic, y ninguna bala salió disparada. La expresión asustada de Ji-Yun se encontró con la cara del ex compañero, bañada en sangre. Él todavía sonreía. Y continuó mostrando sus dientes cuando el Inversor llegó, primero donde él, y lo jaló de las piernas. Sus brazos musculosos no soltaron los miembros inferiores de Ji-Yun. Ella jadeaba, se retorcía con la esperanza de liberarse, pero el hombre le mantenía las piernas fuertemente unidas e inmóviles. El Inversor llevó sus garras a la espalda de Serj y con la mitad de la fuerza que acostumbraba usar intentó darlo vuelta. Estaba a algunos centímetros de distancia de Ji-Yun, que por primera vez pudo mirarlo de tan cerca, estando totalmente segura de que el monstruo era aún más aterrador en tales condiciones.

-¿Día de poca suerte, Kwon? - exclamó Serj, manteniéndose forzadamente irónico, incluso delante de la muerte que le agarraba las piernas.

Incapaz de realizar la tarea de dar vuelta al Sólido que pretendía eliminar, el Inversor solo rugió, y de sus hendiduras oscuras, las ya conocidas líneas surgieron proyectándose en el aire. El portal se abrió, pero esta vez más grande que de costumbre. El exterminador de Sólidos sabía que tenía ahí a dos para enviar de vuelta a casa. Ji-Yun, incapaz de saber cuántas veces ya había visto puertas entre mundos aquel día, visualizó claramente la versión viva del callejón. Vio personas atravesando la calle, vio la iluminación de las calles, vio carros con sus luces encendidas. Y vio al Inversor mirando las garras en su cuello.

Lo único en que pudo pensar fue, una vez más, en su pistola. Depositó una vez más su confianza en ella, y la dirigió hacia adelante, dividida entre dos opciones: el cráneo del Inversor o el de Serj. Solo un parpadeo fue el tiempo que tuvo para decidir.

El sonido del disparo retumbó por todo el callejón, resonando en el metal de los botes de basura y haciendo zumbar sus oídos. Los brazos de Serj finalmente perdieron la fuerza cuando la bala abrió un pequeño agujero justo en medio de su sudada frente.

Desesperada por escapar inmediatamente de ahí, Ji-Yun pateó el cuerpo ya sin vida de Serj y se deslizó hacia atrás, librándose de la pistola que finalmente ya no albergaba ninguna bala. El Inversor, inconsciente de que la víctima ya no tenía más vida, continuó con su ritual, girando su cuerpo y despedazando su garganta antes de lanzarlo por el portal. Más sangre fue derramada, y con la acostumbrada velocidad, el cuerpo atravesó el portal, el que instantáneamente desapareció. Listo para su última víctima de aquella noche, el Inversor se movió de un lado a otro, pero no vio nada más que toneles de acero. Ji-Yun había desaparecido, y a esas alturas ya se encontraba a muchos metros de distancia de ahí.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 17

Regresiva

 

-¡Sr. August! - dijo Nancy, levemente tensa. - ¡Sr. August, por favor venga aquí!

Momentos después, casi completamente incapaz de mover la silla de ruedas, el viejo August volvió a la sala donde la niña y el durmiente Luca se encontraban. Se mostraba preocupado, acompañado de una respiración dificultosa y ruidosa.

-¿Qué está pasando? - preguntó él, acercándose al sillón.

-¡Vea, parece muy inquieto!

August examinó el cuerpo rígido de Luca y notó que algunos de sus músculos temblaban lentamente, como en pequeños espasmos automáticos de alguien que lucha para librarse de alguna especie de parálisis inducida.

-Oh, no te preocupes, pequeña Nancy. Su tiempo se está acabando. Esas son las primeras señales de que está pronto a volver a nosotros - explicó el viejo, casi susurrando.

-¿Cuánto tiempo le queda? - preguntó Nancy, aliviada.

-Algunos minutos. Vamos a cruzar los dedos para que todo haya salido bien.

Nancy concordó con la cabeza, sin quitar los ojos de su amigo. Sus manos temblaban sin control, y al mismo tiempo su rostro esbozaba leves expresiones de alguien que parecía estar inmerso en una especie de pesadilla.

-Discúlpame por haberte dejado sola una vez más. Necesitaba hacer una llamada muy importante y que no podía esperar.

-Está bien, solo estaba preocupada de que algo malo le hubiese pasado a Luca.

-No deberías preocuparte tanto de él. Él va a volver sano y salvo y con buenas noticias. ¡Ya vas a ver!

August sonrió con sus labios viejos y resecos, pero su sonrisa bondadosa fue interrumpida por una fuerte tos que una vez más lo obligó a llevarse el pañuelo a la boca. La crisis duró medio minuto y resultó en muchos otros puntos rojos en el pedazo de tejido doblado entre los dedos del señor Barwell. Ligeramente preocupado, y al mismo tiempo un poco incómodo por ser obligado a demostrar tanta fragilidad frente al espíritu de la dulce pequeña, August se recostó en el respaldo de la silla e intentó buscar un poco de comodidad. Todo su cuerpo padecía de los olores de su enfermedad que a cada minuto succionaba un fragmento más de su vida. Así como el tiempo de Luca en el Reflejo estaba pronto a acabar, el viejo Barwell sabía que el suyo en el mundo de los vivos compartía la misma cuenta regresiva.

 

 

Capítulo 18

Pared

 

Dos o tres kilómetros habían quedado atrás cuando Ji-Yun, finalmente, logró identificar las cercanías del punto de equilibrio. Había corrido desmedidamente, sin parar para recuperar el aliento, con la esperanza de alcanzar a Luca y al muchacho antes de que llegasen solos al lugar acordado. El Inversor había quedado atrás, tranquilizando la mente de la joven que ya rezaba para jamás tener que enfrentarlo de nuevo, pero que secretamente deseaba grandes y profundos agradecimientos al monstruo que la había ayudado a poner fin a los planes del traidor de Serj.

Si mantenía el ritmo, Ji-Yun llegaría al punto de equilibrio en menos de cinco minutos. A esa altura ya no esperaba encontrarse con los otros dos - había perdido mucho tiempo huyendo de los enemigos en potencia -, pero profundamente deseaba llegar a tiempo para poder despedirse de Luca antes de que fuese llevado de vuelta al mundo de los vivos. Sabía que jamás volvería a verlo después de que todo volviese a la normalidad en el Reflejo, y una vez más serían solo ella y el muchacho en compañía de los ocasionales Sólidos, y también de los Claros y los Oscuros. Momentáneamente atrapada en la imagen de estos últimos, Ji-Yun notó que no venía ninguno de ellos desde que había iniciado su rápida partida al punto de equilibrio. Aunque fuesen escasas las agrupaciones de espíritus negros por las calles del Reflejo, era completamente anormal no avistar ninguno rondando aleatoriamente por la ciudad, con sus existencias vacías y sin propósito aparente. Algo andaba mal, y no tardaría en descubrir qué era.

Al llegar a una calle larga, la última que necesitaba recorrer antes de acceder a la cuadra donde quedaba el punto de equilibrio, Ji-Yun vio mucho más adelante a dos personas moviéndose lentamente en medio del asfalto. No necesitó de mucho esfuerzo para reconocerlas. Se apresuró aún más para alcanzarlas, forzando al máximo sus pulmones ya cansados por el largo camino recorrido, el que no le dio tregua alguna.

-¡Luca! - dijo en voz alta, cuando pocos segundos los separaban.

Inmediatamente los otros dos se dieron vuelta y vieron a su amiga llegando en su dirección, con los ojos llenos de alegría por reencontrarlos.

-¡Corrí como loca para poder alcanzarlos!

-¿Estás bien? - respondió Luca, mirándola de pies a cabeza, levemente asustado por el estado inmundo de la ropa de la joven y por los rasguños en sus brazos. Notó además que había perdido su mochila púrpura y que su pistola ya no se encontraba más ni en su mano ni en su cintura.

-No te preocupes, solo rodé un poco por el suelo – respondió ella, sonriendo amigablemente como siempre.

-¿Y tu… amigo?

-Ya no es más un problema.

Luca frunció el ceño, curioso, pero no preguntó nada más. Podría sacar sus propias conclusiones dadas las circunstancias del momento en que había dejado a Ji-Yun atrás.

-Estamos casi en el punto de equilibrio. ¡Vamos antes de que otro obstáculo nos retrase! - dijo el muchacho, trayendo a Luca y a Ji-Yun de vuelta a la situación en la cual parecían haber olvidado que estaban.

Pocos pares de metros faltaban para llegar a la esquina donde por fin encontrarían la calle del punto de equilibrio - que para Luca era aún la casa del viejo August en el mundo de los vivos. Confiados y de ánimos completamente recargados, los tres volvieron a caminar justo en medio de la larga calle, pasando por las líneas pintadas de blanco y las placas de señalización con los nombres invertidos de las calles que por ahí se unían. La total quietud aún no era quebrada, y todo el silencio y la tranquilidad resonaban por la alameda, cuyo significado no había podido ser descifrado por ninguno de los tres caminantes.

Cuando solo unos pasos los separaban de la nueva alameda, algo atrajo la atención de Ji-Yun. Se puso a mirar a Luca con más atención y pronto notó que claramente andaba con cierta dificultad, a veces casi arrastrando las piernas por el asfalto.

-¿Qué está pasando? - preguntó ella, directa, llevando una de las manos al hombro derecho del joven.

-No lo sé… estoy sintiéndome… adormecido – respondió él rápidamente, deteniéndose para no acabar cayendo como alguien que es afectado por un potente dardo tranquilizante.

-Puede que sea la primera señal de que…

-¡De que estoy despertando en el mundo de los vivos!

-Tenemos que apurarnos. ¡Llevemos al muchacho de vuelta!

Momentáneamente, olvidándose de la dificultad para moverse que afectaba al pobre Luca, Ji-Yun avanzó sin esperar que él o el muchacho la siguiesen.  El joven médium le lanzó una mirada sugerente al muchacho, pidiendo ayuda, y él le ofreció su cuerpo, mucho más pequeño, como apoyo. Antes de que llegasen a la esquina vieron que Ji-Yun desapareció detrás de ella.

-Ella es de otro planeta – susurró el muchacho, de forma divertida.

-Exacto. La voy a extrañar.

Sintiendo las piernas cada vez más pesadas, Luca se arrastró junto al muchacho en dirección a la esquina, pero no pudieron llegar. Antes de eso, oyeron los pasos de Ji-Yun, volviendo con prisa.

-¡Vuelvan, vuelvan ahora! - exclamó ella, apareciendo nuevamente.

-¡Ji-Yun! Qué fue…

-No hay tiempo para explicaciones – interrumpió ella, agachándose levemente para apoyar una vez más a Luca en sus hombros.

Reiniciaron entonces el regreso – Luca y el muchacho, inconscientes del motivo, Ji-Yun visiblemente perturbada por él – por la misma calzada de piedra desnivelada por donde llegaron. Ya algunos metros más adelante, esforzándose por no sobrecargar a la joven con todo su peso casi muerto, Luca espió por encima de su hombro derecho y sintió un nudo en la garganta una vez que sus ojos se depararon con lo que había provocado que Ji-Yun hubiese vuelto tan de prisa.

Una multitud de Oscuros estaba a punto de doblar en la esquina. Decenas, centenas de ellos, agrupados lado a lado, avanzando y creando una pared negra e impenetrable.

-¿Son más rápidos de lo que normalmente son o estoy simplemente teniendo alucinaciones? - preguntó Luca, dándose la vuelta.

-No, tienes razón.

La joven de cuerpo esbelto y provisto de poca fuerza luchaba por mantener a su compañero de pie mientras continuaban por la calzada, con el muchacho intentando ayudar. Sin embargo, fueron sorprendidos cuando juntos miraron hacia adelante, por el camino por donde llegaron. Otras centenas de Oscuros surgieron de cada esquina, calle y callejón que los circundaba, marchando con sed de matar en la dirección contraria a ellos.

El trío no tenía ninguna opción para escapar. Estaban completamente acorralados – por adelante, por atrás y por los lados – y no podían hacer nada para defenderse. No tenían linternas ni ningún otro objeto capaz de producir la mínima luz para que pasara entre ellos, como ya era muy bien sabido, por lo que no era una opción. Como tarea adicional, Ji-Yun estaba encargada de sostener a Luca mientras su cuerpo no respondía y aplicaba el doble de dificultad al desesperado acto de sobrevivencia.

-¿Qué vamos a hacer? - dijo Luca, prácticamente susurrando.

Ji-Yun movió el cuello de un lado a otro, en todas las direcciones que podía, pero nada se le vino a la mente. No había ningún espacio por donde arriesgar un escape peligroso, pero que pudiese funcionar. A los alrededores solo había capas y más capas de seres formados de sombras, cada vez cerrándose más en una cerca mortal.

-No hay mucho que podamos hacer – finalmente respondió la joven, prefiriendo no mentirle a su compañero.

El muchacho una vez más se aferró a las manos de su protectora, acercó su cuerpo al de ella y se encogió como si de ella dependiese su seguridad. Ji-Yun, por su parte, solo retribuyó el acto: abrió los brazos y abrazó a sus dos compañeros. Juntos, de ojos cerrados y corazones descontrolados, se agacharon para simplemente aguardar a que las tinieblas invadiesen por completo sus cuerpos y mentes.

El frío, el dolor y la parálisis causados por los Oscuros fueron apoderándose de todas las sensaciones de los tres compañeros. La pared negra se había cerrado por completo alrededor de sus cuerpos, volviéndolos invisibles y minúsculos. Ya no podían hablar, ni tampoco podían respirar. Simplemente sentían el poder oscuro sofocándolos, endureciendo y adormeciendo sus miembros por el hormigueo. Todo era solo frío y tinieblas.

El fin había llegado, y era mucho peor de lo que todos habían imaginado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 19

Luz

 

La sensación de frío, repentinamente, fue siendo sustituida por un súbito calor. Los brazos y piernas ya paralizados recibieron ondas de vida que penetraron en la piel de los tres, recorriendo sus cuerpos como vibraciones magnéticas e invisibles. Las respiraciones se reactivaron, sus corazones estaban nuevamente libres para latir vigorosamente. Todos abrieron sus ojos al mismo tiempo, y juntos observaron luces blancas, mezcladas con las tinieblas de los Oscuros, entrecortando los espacios y creando rayos vigorosos que segundo a segundo expulsaban la oscuridad. Los haces de humo oscuros se fueron evaporando, dando lugar a fuertes rayos de luz cálida, viva y pura.

-¡Ji-Yun! - exclamó el muchacho, confuso, todavía sin poder observar lo que sucedía a su alrededor.

-¿Estás bien? ¡Todo va a salir bien! - la joven respondió, con sus brazos aun envolviendo a sus compañeros.

Luca permanecía callado, demasiado débil para expresar cualquier emoción. La agente lo había apoyado en su hombro derecho, impidiendo que cayese, y con la fuerza que todavía le restaba, el joven médium se aferró a su cintura con la intención de no caer de una vez por todas. Las luces blancas continuaban brillando alrededor del trío, produciendo una tempestad de rayos claros que ofuscaban sus ojos y no les permitía observar mucho más allá de sus propias narices.

Pasó casi un minuto. Ya no había ninguna señal de los Oscuros. Fuese lo que fuese, o de donde quiera que haya salido, aquella infinita onda blanca había expulsado por completo a cada uno de los seres negros que atentaban contra los salvadores del orden del Reflejo.

Poco a poco, y gradualmente, la claridad fue disminuyendo, extinguiéndose en el aire, y lo que antes era rayos de luz descontrolados y vigorosos fue lentamente tomando formas más sólidas, aunque aún no pareciesen tangibles.  Una a una, siluetas humanas fueron formándose en los alrededores de aquellas calles. Incontables formas brillantes, blancas y translúcidas. Ji-Yun, así como Luca y el muchacho, levantaron sus miradas y observaron sonrientes mientras sus salvadores se acercaban, cálidos y bondadosos.

-Son los… - murmuró Luca, sin fuerzas para terminar la frase.

-¡Sí, Luca! – concluyó Ji-Yun. - Son los Claros. ¡Ellos nos salvaron!

El espacio entre ellos y los Claros se fue abriendo, poco a poco convirtiéndose en un círculo formado por auras del blanco más puro. Los Claros, los seres de luz que habitaban el Reflejo, pasaron entonces a observar al trio mientras se recuperaban de una nueva situación cercana a la muerte. Solo permanecieron ahí, inmóviles, emanando sus auras protectoras y dispuestos a protegerlos de cualquier mal.

Incapaz de agradecerles lo suficiente, aun sonriendo como un niño feliz, Ji-Yun se puso de pie una vez más, y con algún esfuerzo nuevamente levantó al casi desmayado Luca. Buscó una de sus manos, y tan pronto la encontró se aferró a ella. No obstante, fue dominada por una indescriptible dosis de espanto cuando notó que el joven estaba desapareciendo. Literalmente. Los dedos de Luca estaban volviéndose translúcidos, desapareciendo más y más a cada segundo.

-¡Luca! ¡Sé fuerte! ¡Ya casi estamos ahí! - exclamó Ji-Yun, sintiéndose ligeramente desesperada. - ¡Muchacho, vamos, ayúdame a cargarlo!

El muchacho oyó y obedeció, ayudándola a levantar el cuerpo parcialmente translúcido del médium y preparándose para arrastrarlo al punto de equilibrio que quedaba justo después de doblar en la esquina frente a ellos. Los Claros, que todavía se mantenían como guardias, inmediatamente abrieron un corredor largo por donde el pequeño grupo prontamente atravesó. Un “muchas gracias” profundo y sincero se propagó por el aire a través de la voz cansada de Ji-Yun. Ella no tuvo tiempo para cerciorarse, pero creyó haber oído leves murmullos a sus espaldas. Tal vez, los Claros le habían respondido.

Fue entonces cuando cruzaron la esquina y el punto de equilibrio apareció veinte metros al frente. Los últimos veinte metros que dictarían el éxito o fracaso de aquella misión.

-Vamos, vamos – repetía Ji-Yun, a regañadientes.

Aunque todavía no estaba inconsciente, Luca se volvía más y más translúcido; las dos personas que lo cargaban ya conseguían ver perfectamente a través de cualquier parte de su cuerpo. Apuraron todavía más el paso, luchando contra una calzada que parecía alargarse como si fuese una cruel broma de mal gusto. Llegaron al portón de fierro, el que había sido dejado abierto por el propio Luca al pasar por él pocas horas antes, y comenzaron a recorrer el camino que llevaba a la puerta de la casa. También estaba abierta, lo que facilitó el paso y le dio algunos segundos más de preciado tiempo al joven en el Reflejo.

-Legamos, Luca. ¡Llegamos!

Con toda la fuerza y destreza que todavía le quedaba, la agente redobló las fuerzas de su frágil cuerpo y sola levantó al médium, colocándolo de pie para facilitar sus últimos pasos de la caminata. Rodearon la lámpara caída y pronto llegaron al límite de la sala principal.

-¡Vamos a colocarlo en el sillón! - sugirió el muchacho, corriendo adelante para abrir las otras puertas que les impedían el paso.

La segunda sala fue atravesada con aun más dificultad debido a los objetos tirados por todo el piso. Ji-Yun tropezó, pero resistió y se mantuvo de pie. Llegaron al último corredor, el que separaba la sala de bagatelas de la sala del sillón. Luca ya era simplemente una mera visión, un fantasma transparente, y sin ninguna demora Ji-Yun se dio media vuelta y lo lanzó al sillón. El joven cayó sentado, con los brazos abiertos y el cuello doblado hacia atrás. Mantenía aún los ojos abiertos, apretados, pudiendo de esta forma visualizar por última vez a las dos personas que tenía al frente.

Mientras perdía gradualmente los sentidos, sin embargo, algo sucedió justo al frente del rostro translúcido del médium. Oyó un estruendo, un ruido terrible que le recordaba a una puerta al ser abierta violentamente. En seguida, oyó gritos, y frente a él vio surgir a un ser conocido, de cuerpo negro y brazos largos, con un cráneo humano en su cabeza y una cuchilla incrustada en uno de los ojos. Vio a Ji-Yun luchando violentamente contra aquel ser, que también parecía débil y susceptible. Vio cuando cayeron al suelo, y cuando la valiente compañera sacó la cuchilla del cráneo y la incrustó incontables veces en los brazos y pecho del monstruo, haciendo que gruesas capas de humo saliesen de su cuerpo. Y finalmente, segundos antes de desaparecer por completo de aquel mundo llamado Reflejo, vio al monstruo atravesando sus garras afiladas en el pecho de Ji-Yun, abriendo un portal instantáneo y lanzándola, aún agonizante, a través de él. En un último parpadeo, vio el cráneo del Inversor caer al suelo, y al monstruo deshacerse por completo en gruesas capas de humo negro.

Y entonces, despertó.

Capítulo 20

Retorno

 

El viaje de regreso, así como el de ida, fue marcado por un rápido flash, un abrir y cerrar de ojos que en una imperceptible milésima de segundo había transportado a Luca entre ambos mundos. Y ahí estaba él, nuevamente en el mismo lugar, pero de una forma diferente.

Todo estaba ahora más claro, más vivo. La luz amarilla de la sala del Sr. August Barwell en el mundo de los vivos sustituyó la atmósfera cenicienta del Reflejo, y no fue necesario mucho tiempo para que el joven viajero espiritual notase que estaba de regreso. Su blumergard estaba todavía abierto por las extrañas gafas con garras que aseguraban sus párpados, que de inmediato fueron removidas cuando Luca sintió un casi insoportable ardor en su globo ocular, causado por las tres horas sin lubricación. Lanzando lejos el objeto, parpadeó incontables veces hasta recobrar la comodidad visual, y tan pronto sucedió, comenzó a buscar señales de vida en la sala. No había nadie.

Sintiendo el movimiento de las piernas levemente afectado por un adormecimiento que desapareció en breves segundos, Luca se levantó y esperó. Miró el corredor que llevaba a la sala de colecciones del viejo, intentando recobrar los últimos momentos de memoria, y en el mismo instante fue invadido por un intenso choque, un recuerdo dejado por sus últimos segundos en el Reflejo. En el suelo, justo debajo de sus pies, había un rastro de sangre que continuaba en dirección a la otra sala. Su corazón latió fuertemente. Las terribles imágenes una vez más volvieron. “Ji-Yun”, susurró, atravesando inmediatamente el corredor, temiendo por lo que aparecería delante de sus ojos.

La puerta que separaba las dos habitaciones fue abierta de par en par, y el corazón del joven médium casi se le salió del pecho cuando vio al viejo August, a Nancy y a uno de los guardias parados justo al medio de la sala, observando un cuerpo sin vida. Una joven delgada, de cabellos negros y ojos rasgados.

-¡Ji-Yun! - exclamó Luca, antes de que los otros notasen su presencia.

Los tres se dieron vuelta bruscamente hacia él y lo vieron lanzarse sobre el cadáver de su compañera, ensuciando su ropa limpia con la sangre que brotaba de las heridas en el pecho de la joven. La abrazó, sintiendo una incontrolable mezcla de tristeza y rabia por no haber podido salvarla. Las lágrimas lavaron su rostro y cayeron sobre los hombros de Ji-Yun, y el silencio se mantuvo por unos cortos momentos, pero que parecieron durar una eternidad.

La mano arrugada de August, tocando el hombro de Luca, fue lo que lo trajo de vuelta de su repentino luto. Sin ganas, el joven dejó cuidadosamente a su compañera de vuelta en el suelo, arregló sus cabellos y finalmente se levantó. Miró a su alrededor, y solo esperó a que alguno de ellos dijese alguna cosa que quebrase el doloroso momento.

-Lo siento mucho por su amiga – dijo el viejo, como condolencia.

Nancy, por su parte, solo se acercó a Luca y, como solía hacer, se aferró a su brazo y le causó la sensación de frio de costumbre. Él la miró y le agradeció en silencio, pero fue repentinamente atacado por una sorpresa: tenía ambos ojos abiertos y aun así podía verla. Algo había cambiado. Su expresión de espanto fue presenciada por August, que siguió los movimientos de sus ojos, incrédulos y confusos, hasta que por fin se dirigieron a él. Se miraron, y con una sonrisa el viejo denunció poseer todas las respuestas que Luca, una vez más, necesitaba oír.

-Ya llamamos a emergencias, en pocos minutos estarán aquí. Ya les expliqué a todos la situación. La joven fue acuchillada y entró aquí pidiendo ayuda, pero lamentablemente no resistió - dijo August, mientras le hizo una señal al guardia, indicándole que le gustaría ir a la sala del sillón. - Ven conmigo, muchacho. Necesito aclarar algunas cosas.

-¿Vas a estar bien? – le preguntó Nancy al joven, quien respondió positivamente con un triste ademán, lanzando otra mirada en dirección a Ji-Yun, e inmediatamente caminó detrás del hombre gigantesco que empujaba la silla de ruedas.

Una conversación de cortos cinco minutos transcurrió en la sala donde quedaba el punto de equilibrio entre el Reflejo y el mundo de los vivos. Frente a frente, Luca y August discutieron los resultados del corto viaje, que a pesar de los peligros y la pérdida de una de las piezas más importantes del éxito de la misión, había salido conforme lo planeado. El viejo Barwell había hecho muchas preguntas, atento a cada detalle que lo llevase a montar en su propia mente la gran y arriesgada aventura, y Luca prontamente respondió cada una de las innumerables consultas. El Equilibrium había sido encontrado y llevado de regreso al punto de equilibrio y los causantes del problema habían sido debidamente castigados. El flujo de espíritus errantes parecía, finalmente, pronto a ser recuperado.

-Creo que ahora es tu turno de oír algunas respuestas - murmuró August, con la voz débil de alguien que no viviría lo suficiente para ver la próxima puesta de sol.

Luca, gentilmente, afirmó y se sentó nuevamente en el sillón, al lado del viejo Equilibrium. Tenía la chaqueta manchada de rojo, pero parecía no importarle. Entre todo lo que había vivido en aquella agitada noche, manchas de sangre no serían por nada capaces de estremecer más sus pensamientos.

-Noté tu espanto luego de advertir que ahora eres capaz de ver a la pequeña Nancy sin la necesidad de cubrir tu ojo castaño. No fuiste solo tú quien se sorprendió, tengo que confesarlo. Ese hecho, sumado a algunos otros, significa muchos cambios, especialmente para mí. Un dueño de blumergard que comienza a ver espíritus con ambos ojos es porque está cada vez más cerca del día de convertirse en el nuevo Equilibrium. Tú, Luca, eres el nuevo Equilibrium de esta ciudad.

-No estoy sorprendido, pero supongo que eso también querría decir que su vida está llegando a su fin, ¿estoy en lo cierto?

-No podrías estar más en lo cierto, muchacho. Creo que no voy a vivir más que algunos días a partir de ahora.

-Lo siento mucho, señor.

-No te preocupes. Dejaré este plano, pero estaré todavía mucho tiempo en otro. Cuando un nuevo Equilibrium es escogido por el ojo azul de los espíritus y el anterior muere, él es transportado al Reflejo para sustituir a su contraparte en el mundo de los muertos. El muchacho que conociste, Luca, ya cumplió su trabajo como Equilibrium dos veces seguidas, en este mundo y en el otro. Lamentablemente, una enfermedad le quitó la vida a muy temprana edad, hace más de cincuenta años, y luego fui escogido para ocupar su lugar. Y ahora es su turno de recibir el merecido descanso.

-Entonces, su jornada va apenas a la mitad.

August afirmó, con aquella sonrisa de dientes amarillos y labios resecos.

-Y la tuya, Luca, está apenas comenzando.

Capítulo 21

Despedidas

 

El entierro del viejo August Barwell tuvo lugar en una mañana soleada, sin muchas nubes, en un pequeño cementerio privado localizado en los límites de la ciudad. Pocas personas se hicieron presentes, especialmente vivos. Luca, al lado de Nancy, presenció cuatro o cinco pares de espíritus errantes que asistieron al sepelio del Equilibrium, entre ellos los tres espíritus que vivían en el punto de equilibrio y otros aleatorios, probablemente amigos en vida, y que todavía no habían sido capaces, así como la niña, de realizar el viaje.

Luego de terminar la ceremonia, usando un terno que le quedaba un poco grande, Luca se dirigió al estacionamiento del cementerio.  La luz fuerte del sol le llegaba directo a los ojos y los encandilaban, especialmente al azul, forzando al joven a cubrirlos con un par de gafas oscuras que combinaban perfectamente con su rostro. En una de las últimas hileras del estacionamiento, un carro negro lo esperaba, con el chofer ya en su interior, listo para partir. Luca entró y cerró la puerta, con el espíritu de la niña aun a su lado.

-¿Podemos ir? - preguntó el chofer.

-Sí. Ya podemos.

No había mucho movimiento aquella tarde, no había embotellamientos en las avenidas principales de la ciudad, lo que permitía que el recorrido al punto de equilibrio demorase un tiempo más corto de lo normal. El carro fue estacionado justo frente a la calzada y, de inmediato, Luca bajó y siguió decidido por el estrecho camino que tantas veces había recorrido. Abrió la puerta, atravesó las salas, llegó al conocido sillón y en él se acomodó, liberando un profundo suspiro, indescifrable entre el alivio y la preocupación.

-¿Estás listo? - dijo una voz grave, proveniente del corredor por donde el joven Equilibrium acababa de pasar.

-Absolutamente – respondió, sin demora.

Desde la otra habitación, el espíritu del viejo August Barwell apareció. Estaba de pie, caminando, aparentemente curado de todos los problemas que le afligían en vida. Emanaba un aura serena, clara, similar a aquella de los seres de luz que le habían salvado la vida en sus últimos momentos en el Reflejo. Vestía una camisa blanca, de manga larga, un pantalón de lino color crema, y usaba sandalias de cuero que dejaban sus dedos parcialmente descubiertos.

-Tome- dijo una vez más August, entregándole al joven un pequeño parche de hilo flexible.

Loca tomó el objeto con una de sus manos, llevándolo al ojo castaño y dejando el ojo azul de los espíritus a la vista. En seguida, relajó los brazos en el sillón, recostando también el cuello en la suave tela. El ritual de abertura de puertas entre mundos estaba pronto a comenzar.

-Buena suerte – deseó Nancy.

El joven Equilibrium dirigió su blumergard en dirección al techo, justo encima de su cabeza, donde había una cúpula de vidrio que mostraba fragmentos de cielo muy azul de aquel atardecer. Permaneció así por varios segundos hasta que, súbitamente, fue invadido por una sensación que jamás había experimentado antes. Sintió que todo su cuerpo efervescía y vibraba, recibiendo ondas invisibles que azotaban sus cabellos y su ropa. El frenesí se intensificó aún más dentro de su cabeza cuando, desde el ojo azul, fue emanado un fuerte rayo de luz en dirección a la cúpula. Toda la sala se encendió en un blanco vivo, incandescente, pero silencioso; por la cúpula de vidrio, en el siguiente instante, incontables siluetas humanas fueron siendo absorbidas en dirección al rayo, deslizando fluctuantes por él en dirección al punto de equilibrio. Decenas, centenas de ellas surgían a cada nuevo segundo: las almas acumuladas en el mundo de los vivos, gracias a los esfuerzos de Luca y principalmente al sacrificio de la dulce Ji-Yun, finalmente podrían dejar aquel mundo de soledad.

El último, y el más importante de ellos, fue August Barwell. Caminó en dirección al sillón, se despidió de la pequeña Nancy y de los fantasmas de sus parientes, dio un último vistazo a su tan querido hogar y entonces avanzó. Inclinó sus dedos hasta el foco de luz, y en un abrir y cerrar de ojos también fue absorbido por él, desapareciendo en medio de los rayos finales que poco a poco eran nuevamente absorbidos por el blumergard del Equilibrium en su primer viaje.

* * *

Ya estaba terminando la tarde cuando Luca finalmente decidió volver a casa. Había pasado horas examinando la sala de colecciones del fallecido August, leyendo sus manuscritos, observando sus fotos, procurando entender un poco más la historia del bondadoso hombre que lo había hecho, contra viento y marea, aceptar su destino. A la salida, rechazó la propuesta del chofer de llevarlo y partió solo, atravesando lentamente la alameda, examinando cada una de las casas, árboles y placas a su alrededor. Era la primera vez que caminaba libremente por las calles de la ciudad después de su viaje al Reflejo, y verla llena de vida hizo que su amor por aquella selva de piedras creciese aún más. Cruzó los semáforos, los pasos peatonales, aprovechando de compartir cada parte del camino con los demás transeúntes, vivos o muertos.

-Estás un poco… diferente – dijo Nancy, a un volumen bajo, más como información retórica que una que tuviese que discutirse.

-¿De verdad lo crees? – respondió Luca, sabiendo que el asunto acabaría ahí.

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