Equilibrium

Equilibrium


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Fue como si solo una breve siesta de medio segundo hubiese ocurrido. Sus sentidos se apagaron, su mente y su visión se oscurecieron y, de un salto, despertó súbitamente. El mundo a su alrededor giró como por el efecto de cinco vasos de vodka – puros y sin hielo. Luca vio paredes, un techo, el suelo, todo mezclándose como imágenes borrosas que intentaban tener sentido. Sacudió la cabeza, abrió y cerró los ojos, inspiró profundamente, y entonces todo se estabilizó. Todo lo que su visión logró divisar en un primer momento fue una sala razonablemente oscura, sin lámparas encendidas, iluminada solo por un rayo de luz grisáceo que surgía de un vitral en el techo. Estaba sentado en el sillón rojo del Sr. August, con los brazos apoyados sobre los del asiento acolchado, manteniendo su columna recta y las piernas alineadas. Una rápida mirada alrededor fue necesaria para que Luca por fin se diese cuenta de que había funcionado.

Estaba en el Reflejo, y era exactamente como August lo había explicado.

Luca se levantó del sillón y comenzó a mirar en todas las direcciones. Estaba en la misma sala donde, minutos antes, había tomado una píldora para dormir. Todo estaba ahí: el sillón rojo, la banqueta, el techo adornado por un vitral. Las paredes parecían las mismas, así como el piso y el techo. Pero no era exactamente el mismo lugar, no en la sensación que transmitía ni en la atmósfera que producía. Era pesado, cargado de un aura enfermiza que invitaba a la oscuridad de un atardecer a ser absorbido por las tinieblas de una noche inminente.

Luca prefirió caminar a pasos lentos y ligeros, ya que el sonido de sus zapatos pisando la cerámica producía ecos asustadores, los que solo volvían aquel lugar aún menos acogedor. Recorrió dos o tres metros y estaba atravesando el corto corredor que llevaba a la otra sala: el depósito de bagatelas del viejo August. En pocos segundos, logró descubrir que, en aquel mundo, el lugar no se parecía en nada a su contraparte. Los estantes estaban dados vuelta, los cuadros no estaban en la pared, las estatuas se encontraban desparramadas a cada rincón de la sala. El piano, como si hubiese sido atacado por una gigantesca y afilada espada, había sido partido perfectamente a la mitad. En el suelo, pedazos de vidrio delataban los pasos de Luca al ser pisados. Sería completamente posible afirmar que, en el mundo de los vivos, un terremoto habría causado tal destrucción.

-Santo cielo – susurró, sintiendo una pequeña presión en el pecho.

Continuó por la sala hasta llegar al otro corredor que llevaba al final del hall principal de la casa, y sin dudarlo lo cruzó, abrió la puerta y entró. El hall no había cambiado mucho; continuaba vacío e inexpresivo, y el único contraste que lo diferenciaba de su forma original era la gran lámpara de vidrio que formaba parte de su discreta decoración: en vez de colgar del techo, la lámpara se encontraba tirada en el suelo, justo al medio del cuarto. Fue imposible para Luca dejar de sentir una terrible y sofocante sensación de abandono; no estaba totalmente seguro de lo que esperaba encontrar en la transición de mundos, pero la imagen de la contraparte de la casa del viejo August Barwell ya había servido muy bien como un ejemplo convincente.

-¡Hola! – dijo               Luca, fuerte y claro, alimentando la esperanza de oír alguna respuesta.

La voz de Luca retumbó en las paredes y desapareció en la atmósfera cenicienta que lo rodeaba. Silencio fue la única respuesta que recibió. Había recorrido los únicos tres ambientes que le correspondía recorrer y no encontraba a nadie.

No había Equilibrium en aquel lugar.

-¿Cómo no pensé que podía pasar esto? – dijo en voz baja, más para quebrar el horrendo silencio del hall que por cualquier otro motivo.

Por un largo momento, todas las expectativas y esperanzas de Luca se desmoronaron al interior de su cabeza. Estaba ahí, en aquel mundo desconocido y oscuro y no había encontrado lo que había ido a buscar. Además, como lo solicitó su mentor, no debía sobrepasar los límites de aquella casa bajo ninguna circunstancia, aunque en ningún momento le haya dedicado tiempo a explicar los motivos de esta sofocante solicitud. Fue solo entonces que Luca notó que August no había dicho nada acerca de lo que había más allá de las paredes. Luca suspiró y sintió que no era justo, como si fuese un empleado que realiza tareas que no entiende por completo. ¿Qué podría haber de peligroso allá afuera?  ¿Qué tipo de seres habitaban las calles de aquel mundo descolorido y melancólico llamado Reflejo? Y finalmente, ¿a dónde habría ido el Equilibrium que debía estar ahí?

Solo había una manera de descubrirlo.

Se movió lentamente hasta la enorme puerta en un extremo del hall, mientras que en su mente dudaba entre la voluntad de cumplir al pie de la letra las órdenes de August o desobedecerlas por completo. Siempre había sido una de esos jóvenes con alma de niño que consideraban las prohibiciones como un desafío, y aquella era una de las más tentadoras prohibiciones que había recibido en su corta vida.

Decidido a no ser detenido por la duda, Luca finalmente levantó el brazo derecho y guio su movimiento hasta la manilla de la puerta de madera, grande e imponente. Cerró la mano alrededor del objeto y la aferró a este, sintiendo el metal frío, mientras acumulaba fuerzas – más mentales que físicas – para finalmente avanzar rumbo al nuevo y desconocido mundo.

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 6

Multitud

 

Una vez que la puerta a sus espaldas se cerró, Luca miró hacia la calle y permaneció estático como una estatua de yeso. Por un breve momento prefirió no mirar con atención, con la intención de disminuir el choque que podría recibir al visualizar finalmente el Reflejo más allá de las paredes de la casa. Mantuvo la mirada en sus pies, que pisaban la pequeña acera perfectamente recta que llevaba al portón de salida, y esperó hasta que se sintiese preparado. Intentó agudizar su audición para oír antes de ver, pero solo un suave soplo de viento viniendo de muy lejos llegó a sus oídos. Los latidos de su corazón parecían más fuertes y sonoros que cualquier sonido en ese mundo.

Sin pensar más, irguió la mirada y finalmente encaró la imagen que había intentado evitar: la fachada de la casa de August Barwell, el pequeño portón de fierro, la calle y sus casas; toda la ya conocida composición completamente reflejada de derecha a izquierda. Comenzó a dar pasos leves y lentos, llegó a la salida y luego a la acera. Nuevamente se detuvo, pero esta vez le dedicó miradas profundas a cada rincón que le permitía su visión.

Así como al interior del punto de simetría, la atmósfera de la calle era densa, oscura y sin vida. Las paredes de las casas parecían pintadas con colores muertos, y el café de sus tejados ni siquiera se contrastaba con el resto de la construcción. Los árboles, los que se encontraban a lo largo de toda la calle, mostraban copas llenas de hojas teñidas de un verde oscuro y lúgubre, cerrado como el de un mato denso e impenetrable. El cielo del Reflejo parecía el de un día de lluvia infinita, completamente dominado por capas y más capas de nubes descoloridas. No había movimiento entra ellas: eran como gigantescos copos de algodón dibujados con grafito y exhibidos en una cúpula de vidrio. Un cielo muerto. Tampoco había movimiento alguno en la calle. Solo silencio y una mezcla de luz matutina y oscuridad que reproducía, con extrema perfección, el espectáculo natural de la madrugada siendo absorbida por el día.

Luca escogió el camino de la derecha, basándose en la ciencia del mundo invertido, decidido a dirigirse al centro de la ciudad. No tenía idea de lo que hacía ni de lo que iba a hacer, pero sabía que no podría solo acobardarse y esperar a que su única oportunidad de visitar el Reflejo fuese desperdiciada con ningún resultado. No pretendía, sin embargo, caminar mucho por las calles de la ciudad sin un objetivo, sin ninguna intuición que pudiese llevarlo a la resolución del problema. Estaba en otro mundo, un mundo invertido, y por más que conociese aquella ciudad no se podía arriesgar a perderse en su versión espiritual y terminar por empeorar aún más la situación.

Al llegar al límite de la calle, en una esquina adornada por una enorme y antigua caja de correos, Luca miró de un lado a otro intentando localizarse. Si había algo que necesitaría urgentemente aprender era el arte de invertir completamente las direcciones mientras estuviese en el Reflejo. Estaba en una parte de la ciudad que no acostumbraba a recorrer, y era por eso que sus capacidades de deducción urbana serían puestas a prueba. Atravesó la calle, sintiendo una extraña sensación al no necesitar preocuparse de los carros, y continuó caminando por el borde de la calzada. Sin detener el vaivén de sus piernas, observó las construcciones de ambos lados, y por primera vez notó que en ese lugar no había edificios. Aquel era un barrio esencialmente residencial, y todo lo que Luca vio por dos o tres cuadras fueron casas y más casas, con sus apariencias comportadas y regulares, todas separadas de la acera por un pequeño portón de fierro y un estrecho camino de ladrillos. Al frente de cada una de ellas había una pequeña caja de correos sostenida por una barra de fierro enterrada en el concreto de la acera.

Minuto a minuto, los espacios entre las casas iban aumentando, las residencias de apariencia más noble fueron quedando atrás, y en su lugar comenzaron a aparecer gradualmente casas más humildes, quebrando el patrón de “barrio de ricos”. Algunas letras de placas y anuncios se reflejaban en las paredes de las casas, lo que anunciaba que no demorarían en aparecer pequeños establecimientos en el camino. Las calles también comenzaron a hacerse más largas y anchas, con todos los pasos peatonales dibujados en el asfalto para el uso de nadie.

“Nadie”, pensó Luca. Ya llevaba casi diez minutos de caminata, y el joven todavía no había visto nada además de casas y edificios a lo lejos. Ninguna señal de espíritus errantes ni de ninguna otra cosa que no fuese hecha de fierro o concreto. No había sonidos, brisa, ni movimiento. ¿Sería el Reflejo un mundo vacío?

Después de recorrer cerca de dos kilómetros, compuestos por dos docenas de cuadras, Luca finalmente identificó lugares conocidos: la barbería de Mo, la tiendita de animales donde compraba la comida de Flora, el último local para arrendar películas que quedaba en la ciudad. Estaba acercándose al centro y, consecuentemente, a su casa y también al Le Blanc. Continuó recorriendo la calle y divisó el barril donde el viejo Blue y su cachorro acostumbraban estar y, por un breve momento, creyó que realmente los vería ahí. Todo estaba ahí, igual, pero diferente.

Dejando que sus propios pasos lo guiaran, todavía preocupado de volver al punto de simetría, Luca recorrió otros lugares conocidos hasta que, sin notarlo, llegó a la plaza donde había estado una hora atrás. Caminó por ella algunos momentos, dedicándose a notar cómo había perdido su encanto en aquel mundo, no solo por el tono enfermizo y oscuro que se había apoderado de ella, sino que también por la falta de personas, de aves, de vendedores de palomitas de maíz. Una plaza sin personas no era plaza.

Repentinamente, congelando las entrañas de Luca en un microsegundo, se escuchó un fuerte estruendo en el Reflejo. Afectado por el mayor susto que ya había tenido en su vida, el joven no logró identificar el ruido en una primera instancia, pero luego unió las piezas de su juicio y notó que se trataba del campanario de la torre de la iglesia que quedaba a unos metros frente a la plaza. Sintiendo una fuerte puntada al medio de su cerebro, Luca se tapó los oídos en una tentativa inútil de protegerse de tan inesperado ataque contra sus tímpanos. El sonido demoró varios segundos en desaparecer por completo, y apenas terminó fue seguido de otro. No estaba completamente seguro, pero creía que la falta de otros sonidos en aquel lugar era lo que causaba la grotesca amplificación del ruido, y a cada nueva campanada, Luca se sentía atrapado en un gigantesco tarro siendo atacado por fuera. Seis campanadas entonaron el aviso de que la noche había llegado al Reflejo.

En los oídos de Luca persistía un zumbido y en sus sienes se iniciaron unas irritantes palpitaciones. Estaba totalmente seguro de que jamás había oído estruendos tan fuertes, los que sacudieron su cabeza en una agonía que probablemente demoraría un par de segundos en calmarse. Las seis campanadas resonaban en sus sentidos como una irritante melodía compuesta solo de golpes de campana gigantescos, dejándolo tonto, con náuseas y de piernas temblorosas. Y mientras se tambaleaba como un borracho por el centro de la plaza, le fue imposible dejar de percibir que algo ocurría a su alrededor.

Todas las puertas de todos los edificios, casas y tiendas alrededor de la plaza se abrieron a un ritmo casi ensayado. Del interior de cada construcción, siluetas oscuras e indefinidas salieron en hileras desorganizadas. Siluetas en forma de sombras humanas caminando lentamente hacia la calle. Centenas de ellas.

Pronto a perder el aliento, lo que probablemente también le haría perder momentáneamente la consciencia, el joven controló su cuerpo con un fuerte impulso y se sostuvo en uno de los bancos de la plaza, el mismo donde se había sentado con Nancy en el mundo de los vivos. Inspiró, exhaló, absorbió todo el oxígeno que pudo y en un instante se sintió mejor. Sin embargo, tan pronto como se puso de pie, finalmente se dio cuenta de que no ya no estaba solo. Mientras se recuperaba, incontables sombras ya habían repletado todo el lugar y caminaban exactamente en su dirección.

-¿Qui-quiénes son ustedes?- dijo Luca, esforzándose para mantenerse en pie.

Lo que Luca oyó en respuesta fueron murmullos, terribles y espeluznantes murmullos que se reproducían por todos lados. Centenas de voces fantasmagóricas hablando en coro.

-¡Váyanse! ¡Váyanse!

Parado como un conejo acorralado por un perro, giró sobre su propio eje y se vio completamente rodeado de sombras. Fue en ese momento que sintió un nudo en la garganta, cuando finalmente entendió la orden de August Barwell de no dejar el punto de simetría, y con el horror estampado en sus ojos se arrepintió profundamente de no haberlo obedecido. Aquellas sombras eran espíritus, él sabía, pero no sabía qué tipo de espíritus eran. En toda su vida de médium, después de todo lo que estudió y de todo lo que vio, jamás había visto almas tan oscuras, por más negras que fuesen sus auras. Sin embargo, aunque no las conociese, estaba seguro de que nada que fuese tan negro y produjese sonidos tan espeluznantes estaría ahí para algo bueno. Necesitaba escapar, y necesitaba escapar antes de que la primera de ellas lo alcanzase.

Con ambos pies firmes en el centro de la plaza, movió el cuello en todas las direcciones que pudo hacerlo, lanzando miradas apresuradas en búsqueda de un espacio por donde pudiese pasar sin tocar ninguno de los espíritus negros. Si ya sentía hormigueos que casi inmovilizaban sus dedos al entrar en contacto con un buen espíritu como la pequeña Nancy, intentó no imaginar la sensación de tocar no solo a uno, sino que a decenas de seres oscuros como aquellos que avanzaban en su dirección. En un cierto punto de la multitud de sombras, dos o tres metros al frente, avistó un pequeño espacio entre ellas, por donde conseguiría escapar, siempre y cuando reaccionase de forma rápida.

-Vamos por ahí Luca, tú puedes – dijo en voz alta.

Sin pensar ni por un segundo más, dejó el lugar donde se encontraba y saltó a las garras del enemigo. En cuatro largos pasos ya había llegado a la ola de espíritus, y con movimientos de evasión imprecisos, esquivó los primeros. Los gemidos y murmullos se transformaron completamente en la banda sonora de aquel agonizante momento. Luca se movía con dificultad por la barrera de oscuridad, hasta que se volvió imposible continuar más allá sin tocar a alguno – o algunos – de los espíritus sombríos. Ya iba a mitad del camino y no podría ni debería desistir.

Con los brazos hacia el frente, sintió cómo su piel penetraba en el cuerpo intangible de dos o tres espíritus de una sola vez. La reacción inmediata ante tal contacto fue de un dolor indescriptible causado por un frío descomunal. Luca sintió cómo sus brazos se congelaban, cómo se paralizaban, como si fuesen sumergidos en fondo de un lago en pleno invierno. Intentó gritar, pero así como sus brazos, su voz no reaccionó. Los espíritus negros avanzaban y a cada segundo el joven médium se veía más y más incapaz de escapar de ellos. Sin poder sostenerse más, cayó de rodillas al suelo y sintió todo el cuerpo siendo terriblemente petrificado. “Mierda”, fue la última palabra que pasó por su mente antes de caer de cara al suelo y quedar completamente a merced de las sombras congelantes.

Con el rostro en el concreto del suelo de la plaza, completamente incapaz de mover ni siquiera un músculo, una ráfaga de luz surgió repentinamente de entre la multitud de espíritus y llegó hasta los ojos de Luca. Una luz amarilla y aparentemente poderosa, que con un único rayo atravesó decenas de almas que repletaban la plaza. La respuesta a esto fue un coro de aun más murmullos, esta vez mezclados con gritos de desesperación agudos e indudablemente macabros. La luz brillante estaba de alguna forma lastimando a aquellos espíritus.

Los brazos de Luca fueron lentamente recuperando los movimientos gracias a que muchos de los espíritus se alejaron, pero aún no estaban lo suficientemente fuertes como para sacarlo de ahí. Todo lo que pudo hacer fue mirar a su alrededor y buscar de donde venía aquel foco de luz, pero no logró ver nada más que un frenesí de almas batallando y escapando en todas direcciones. En medio de los gritos de dolor de los fantasmas, de repente oyó una especie de pasos acercándose. En seguida, sintió manos tocando sus brazos, jalándolos, intentando levantarlo. Con la conciencia afectada, pero no completamente inútil, Luca forzó sus piernas y consiguió impulsarse y despegarse del suelo. Las manos que lo recogieron lo agarraron de la cintura e hicieron de todo para sostenerlo.

-¡SALGAN DE AQUÍ, SALGAN! – sonó una voz femenina, dulce, pero totalmente cargada de odio.

Luca no pudo reunir fuerzas para levantar la cabeza y visualizar el rostro de su salvadora, pero logró notar que ella llevaba una linterna en una de las manos y que era de ella de donde surgía el rayo de luz que había expulsado a buena parte de los espíritus. Ella sacudía uno de los brazos, el que aseguraba la linterna, y con el otro hacía un esfuerzo sobrehumano para no dejar que el joven tambaleante cayese una vez más al suelo. A cada nuevo movimiento y a cada ráfaga de luz recibida por las sombras, ellas se alejaban, retrocediendo y abriendo el espacio preciso que necesitaban para escapar. Luca miró sus propios pies y al lado de ellos vio otro par más pequeño, que usaban una especie de calzado femenino. Ellos se movían rápido, y el joven se esforzó al máximo para seguirlos hasta que por fin dejaron el círculo de espíritus negros. Corrieron con dificultad – ella debido al peso de Luca y él por la falta de fuerzas – y se detuvieron frente a una pequeña tienda de juguetes. La salvadora abrió la puerta de par en par con una violenta patada, con Luca apoyado en sus hombros, e inmediatamente pasó por la abertura. Estaban, finalmente, seguros y lejos de la multitud de espíritus oscuros.

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 7

Amiga

 

Una vez que la puerta de la tienda de juguetes se cerró, la joven que cargaba a Luca logró, con un último esfuerzo, dejarlo en un pequeño sofá color rosa que parecía estar ahí esperando por él. El joven se entregó a un pequeño tiempo de recuperación, jadeante, tembloroso y aun levemente perdido. Tenía la mente confundida y la visión desenfocada, pero sabía que había sido salvado por alguien que todavía no conseguía ver. Levantó la cabeza y la movió rápidamente, distinguiendo objetos coloridos, decenas de ellos, repartidos por toda la sala. Mezclado con estos, vio una sombra, una silueta humana, pero no negra como las de antes. Estaba de pie justo en frente, recostada en una especie de mesón de vidrio, probablemente esperando que recuperase completamente la compostura.

Segundo a segundo, las imágenes duplicadas se disolvieron y Luca finalmente pudo ver con claridad. Sus ojos casi no podían creer con lo que se depararon: una bella joven de mediana estatura, delgada y de cuerpo delicado. No aparentaba pesar más que cincuenta kilos, y vestía una camiseta negra debajo de una chaqueta oscura y que combinaba perfectamente con el pantalón bastante apretado que llevaba puesto. Sus ojos eran pequeños y rasgados y sus cabellos muy negros y lisos.

-¿Te encuentras bien? – preguntó ella, de brazos cruzados, encarándolo con una expresión curiosa.

-Eh… ¿Yo?

-¿Qué pasó? ¿Te comieron la lengua los ratones?

-Discúlpame, todavía estoy un poco mareado.

-Está bien. Sé lo que se siente tocar una de esas cosas.

-Que… ¿Qué son exactamente esas cosas?

-Les dicen Oscuros. No son más que espíritus de personas que fueron malas en vida y que prefirieron continuar siendo malas después de la muerte. Deambulan por las calles después de la transición.

-¿Transición?

-Es lo mismo que el anochecer o el amanecer en el mundo de los vivos, solo que sin cambio de sol y luna. La transición ocurre a las seis de la noche, y después a las seis de la mañana. Tú presenciaste la transición de la noche, por eso fuiste atacado por los Oscuros. Los Claros, que son los espíritus buenos, solo andan por las calles durante el día y no causan ningún mal.

-Creí que este lugar servía para recibir a los espíritus que no son ni completamente buenos ni completamente malos. Almas neutras.

-Y sirve para eso, pero cuando ellos llegan aquí tienen la oportunidad de escoger finalmente un lado. Es cuando el espíritu condensa el camino que quiere seguir, convirtiéndose en un Claro o en un Oscuro.

-Es, por decirlo así, curioso.

La joven de ojos rasgados observó mientras Luca colocó sus brazos en el pequeño sillón e hizo un esfuerzo para levantarse. Ya se sentía mucho mejor, y los últimos resquicios de hormigueos desaparecían segundo a segundo.

-¿Cómo te llamas y cómo viniste a parar aquí? – preguntó la joven, sin rodeos.

-Me llamo Luca, y cómo vine a parar aquí… es una historia un poco larga.

-No tengo mucha prisa ¿y tú?

-A decir verdad, sí. Fui enviado para resolver un problema en el Reflejo y tengo pocas horas para hacerlo.

-¿Dijiste Reflejo? – preguntó ella. –Entonces, ¿sabes dónde estás?

-Sé dónde estoy – respondió Luca, decidido. - ¿Parezco estar perdido?

-Parecías bien perdido cuando te encontré en la plaza. Eres el primero que aparece aquí consciente de donde está. Eso no es nada común. ¿Podrías explicarme qué es lo que viniste a resolver?

-Creo que no entenderías.

-Sé más de este lugar de lo que imaginas, Luca. Por lo visto, mucho más que tú, ya que deambulabas por las calles completamente desprevenido.

-Me mandaron a buscar a alguien, y todavía no lo encuentro. Y tú todavía no me dices tu nombre.

La joven sonrió y separó los brazos, relajando la expresión curiosa y apoyándose en el mesón con ambas manos. Se impulsó hacia arriba y dio un salto con el fin de sentarse sobre el mueble de madera, justo al lado de la caja de la tienda de artefactos infantiles. Era bonita e irradiaba jovialidad, imagen creada principalmente por las ropas modernas que vestía.

-Me llamo Ji-Yun, y antes de que preguntes, soy coreana y no japonesa – dijo en un tono divertido.

-Un gusto, Ji-Yun, y en caso de que esto sea de tu interés, sé diferenciar coreanos de japoneses – respondió Luca, como si lo hubiesen desafiado.

La afirmación surtió efecto y Ji-Yun sonrió de manera notoria, mostrando dientes pequeños y ligeramente desalineados. Un pequeño momento de silencio se impuso después de eso, y Luca aprovechó para explorar con sus ojos el lugar donde su salvadora lo había arrastrado luego de ser casi completamente congelado por los Oscuros. Vio una tienda pequeña, de espacios estrechos pero muy bien aprovechados. Tenía tres o cuatro estantes no muy altos, llenos de muñecas de trapo y peluches. Las paredes estaban forradas con un papel rosado y con detalles de pequeñas flores blancas. Aunque llevaba poco tiempo en aquel mundo, Luca ya estaba extrañando los colores como siempre había estado acostumbrado a ver, y agradeció por haber sido arrastrado a aquel pequeño y agradable lugar.

Devolviendo su atención a la joven del mesón, el médium fue repentinamente atacado por una duda que todavía no había tenido tiempo de notar. Tenía frente a él a un ser humano completamente tangible y de apariencia viva y saludable, y si mal no recordaba, el Reflejo era un lugar reservado para las almas errantes que atravesaban desde el mundo de los vivos, con sus auras gaseosas y semitransparentes. Si no fuese un humano más rompiendo las reglas del Reflejo, Ji-Yun era, con toda seguridad, de carne y hueso.

-Bueno, Ji-Yun, tú no te pareces mucho a un espíritu – disparó Luca.

-Estoy feliz de que te hayas dado cuenta de eso – respondió ella, irónicamente.

-¿Cómo viniste a parar aquí?

-Fui transportada por una especie de falla ya existente entre las puertas de ambos mundos.

-¿Cómo es que sabes tanto sobre este lugar? Pareces estar muy bien habituada a todo lo que pasa en este loco mundo.

-Otra persona que también vive en este mundo me enseñó todo lo que sé.

-¿Otra persona? ¿Hay muchas personas vivas en el Reflejo?

-Por lo que veo, eres tú el que no sabe mucho sobre el lugar donde está ¿cierto? Dijiste que viniste a buscar a alguien aquí, pero ¿cómo hiciste eso sin entender lo mínimo sobre lo que enfrentarías?

-Recibí órdenes de no dejar el lugar donde llegué. Quien me mandó aquí no sabía que yo cometería el craso error de querer descubrir lo que había más allá de las paredes. Si me hubiesen advertido, puedes estar segura de que jamás habría puesto un pie fuera de aquella maldita casa.

-Tuviste suerte de estar de paso cerca de la plaza cuando la hora de la transición llegó. Aunque estoy acostumbrada a lidiar con esos repugnantes Oscuros, prefiero esconderme en algún lugar hasta que llegue la hora de que se vayan.

-¿Qué es lo que hacen además de dejar a sus víctimas paralizadas?

-Normalmente, absorben almas frescas, las recién llegadas. No entiendo el propósito de aquello, pero creo que solo por maldad. A los Sólidos, personas como yo que están atrapadas en este mundo, no sé exactamente lo que nos pasa. La verdad, prefiero continuar sin saberlo.

Mientras conversaba con aquella extraña, Luca esbozaba innumerables notas mentales para recordar cada palabra que dijo la joven. Fallas en las puertas entre los mundos, transiciones de horario, Claros, Oscuros, Sólidos. Todo sonaba como una magnífica clase particular. Los tres tipos de seres que podrían ser encontrados en aquel mundo invertido, sin embargo, fueron las lecciones que más le sorprendieron en un primer momento. De manera general, no esperaba encontrar nada además de errantes, a montones, del mismo tipo de los que encontraba a cada segundo en el mundo de los vivos. Para su decepción, en menos de diez segundos ya había descubierto la existencia de dos tipos de espíritus – los buenos y los malos. Se lamentó por no haber llevado con él un cuaderno y un lápiz: podría haber vuelto a casa con buenas y enriquecedoras anotaciones.

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