Equilibrium

Equilibrium


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-No. ¡NO! - gritó Luca, al ser alcanzado por la sofocante visión de una muerte inminente y absurdamente violenta. -¡SUÉLTAME, MALDITO!

El Inversor no reaccionaba, y finalmente Luca logró ver lo que realmente había debajo de aquel cráneo: el mal, en su forma más pura, dispuesto a ver con placer cómo el tren le arrancaba la cabeza a aquel que había invadido su lugar de vigilia. Movió el cuello hacia el lado y para su total desesperación, pudo ver el enorme tren acercándose a la velocidad de una bala. Entonces simplemente cerró sus ojos y esperó hasta sentir su cabeza siendo arrancada del resto de su cuerpo.

En contra de sus terribles expectativas, por suerte, oyó la voz de Ji-Yun viniendo del otro lado del portal. Finalmente, había logrado llegar a él.

-¡INVERSOR, AQUÍ!

El monstruo movió ligeramente el cráneo en la dirección desde donde vino el grito de la joven, y solo una milésima de segundo pasó entre ese momento y el siguiente, cuando se oyó un disparo. La bala de la pistola de Ji-Yun, una agente que podría alardear con orgullo de su maravillosa puntería, acertó de lleno en el cráneo del Inversor. El resultado del impacto fue una fragmentación de huesos que cayeron desparramados al suelo del túnel.  Los brazos finos del ser finalmente liberaron los de Luca, mientras que el Inversor se retorcía y rugía, dominado por una perturbadora agonía. Al mismo tiempo, en un parpadeo, Luca se zafó de las crueles manos de la muerte: Ji-Yun saltó donde él y lo tiró de las piernas lo más fuerte que pudo. El tren cortó el aire del otro lado del portal, llegando a acariciar el cabello del joven.

Con la ayuda de Ji-Yun, se levantó, y juntos observaron al Inversor agonizando sin el cráneo que protegía su cabeza, que en aquel momento se dieron cuenta de que era una esfera oscura deforme y gaseosa, como si fuese una pelota de fútbol. Se retorcía descontroladamente mientras levitaba, sacudiendo sus brazos como si todavía intentase hacer pedazos a los invasores, pero parecía que ahora estaba ciego sin su cráneo protector. El portal lentamente se fue cerrando, y la línea negra que lo había abierto desapareció en el aire como se fuese zurcida con una aguja invisible.

-Vamos a salir pronto de aquí – dijo Ji-Yun, volviendo a colocar la pistola en su cintura. - Pronto va a recuperarse.

Sin tiempo para agradecer, Luca fue forzado a ignorar los fuertes dolores que sentía en la espalda y también el ardor al lado izquierdo de su rostro, causado por un pequeño corte que no sabe cuándo se produjo, y al lado de Ji-Yun se preparó para continuar su travesía. Esquivaron al Inversor y rápidamente lo dejaron atrás, mientras todavía no era capaz de contraatacar.

No hablaron nada no solo hasta perderlo de vista, sino que también hasta dejar de oírlo, pero la misma idea se transportó entre sus mentes como por telepatía: les gustaría mucho dejar aquel túnel lo más rápido que sus piernas se los permitiesen.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 11

Confesión

 

De pie al lado de Luca, velando por su cuerpo adormecido como se vela a un cadáver en un ataúd, Nancy notó cuando un fino corte surgió en su mejilla izquierda, rosada y de piel levemente reseca. Sus pequeños ojos inmediatamente expresaron preocupación y atención. Conocía muy bien a Luca para saber que no era un joven torpe al punto de cortarse por accidente; si una herida apareció en su rostro, significaba que las cosas en el Reflejo no andaban tan tranquilas como August desde un principio le había dado a entender.

El espíritu de la niña estaba solo en la sala hace más de diez minutos, junto a su amigo, en un sueño profundo, mientras el viejo Barwell se demoraba en la otra sala. Le había pedido permiso a Nancy, alegando no sentirse muy bien y dirigiéndose con dificultad en su silla de ruedas por el estrecho corredor. Desde la sala del punto de simetría, Nancy podía oír con claridad los brotes de tos del pobre viejo subiendo por su garganta y saliendo con un sonido seco y desagradable. Sonaba muy parecido a un cachorro ahogado. Repentinamente, la tos cesó y la casa quedó totalmente silenciosa.

Minutos después, el viejo reapareció en el punto de simetría, pero esta vez llegó guiado por uno de sus hombres. Ya no tenía fuerzas ni para mover la silla de ruedas por sí solo. El hombre lo dejó al lado del sillón donde Luca dormía, saliendo inmediatamente sin pronunciar ni una sola palabra. Exhibía un rostro aún más fantasmagórico que minutos antes de salir.

-Disculpa la demora, pequeña Nancy.

-¿Se encuentra bien? - preguntó ella, con su voz delicada.

-No te diré que estoy bien, porque te estaría mintiendo. Necesitaba tomar un poco de aire fresco allá afuera. Quedarme encerrado aquí todo el tiempo no ayuda mucho. Hay muchas cosas viejas que me provocan alergias.

La pequeña examinó a August por breves momentos y se dio cuenta de que ella en realidad no estaba en posición de definirse con la palabra “bien”. Su cuerpo delgado y arrugado temblaba innecesariamente y sus brazos finos parecían prontos a desplomarse de su tronco. Hasta su voz sonaba desprovista de fuerza vital.

Nancy no había vivido mucho tiempo con su cuerpo, sus cortos nueve años pasaron y terminaron como el despertar de una breve primavera; al ser un espíritu errante por más de treinta años no recordaba exactamente cómo era ser un cuerpo sólido, con sangre corriendo por sus venas. No tenía recuerdos de cómo era sentir dolor, de cómo era la sensación de tos, o de un golpe en el dedo gordo del pie en una maldita piedra de la acera. Al mirar a aquel pobre viejo, sin embargo, era casi capaz de sentir su angustia, su lucha por vivir solo un día más. No obstante, no había que saber mucho para estar seguro de que la vida de August ya había comprado el pasaje y que esperaba solo la llegada del tren que la llevaría en un viaje solo de ida.

-Apareció una herida en el rostro de Luca – susurró ella, lento, nuevamente recostándose al lado del joven y apuntando al corte que se destacaba vivo y rojo en la piel blanca.

-No parece nada serio.

-Él no debería lastimarse.

-Estoy seguro de que a Luca le está yendo muy bien, pequeña Nancy. Él es un joven muy competente, y sé que podrá resolver nuestro pequeño problema.

La niña continuaba mirando fijamente la herida, un fino corte sin sangre, sintiéndose ligeramente desconcertada con toda aquella situación.

-Está muy tranquilo aquí. ¿No tienes ganas de conversar, pequeña Nancy?

-¿Sobre qué quiere conversar, señor? - preguntó ella, girándose para mirarlo.

-No sé – respondió August, con una expresión serena y bondadosa. Háblame sobre ti. Cuéntame sobre tu vida antes de transformarte en una errante.

August finalizó su pregunta sin ningún pudor, sin ningún miedo de estar atacando directamente un punto débil de los recuerdos de vida de la pequeña Nancy. En el fondo, esperaba que ella ni siquiera lo recordase. Como Equilibrium, y dotado de un fuerte acercamiento con el mundo de los muertos, sabía que, con el pasar de los años, los espíritus errantes que jamás pudieron realizar el viaje perdían poco a poco sus historias, sus recuerdos y la esencia del ser humano que fueron en vida. Nancy, sin embargo, era diferente. Aunque solo fuese el espíritu de una niña, ella mantenía un aura fuerte, una fuerza mucho más intensa que las de la mayoría de los espíritus que August estaba acostumbrado a conocer. Aunque estaba muerta, la niña parecía llena de ganas de vivir.

-Vivía con mi madre y mi padrastro, en un barrio no muy lejos de aquí – inició con palabras dichas suavemente. - Mi padre nos había dejado, se fue con otra mujer y dejó todo atrás. Mi madre y él ya no se amaban, yo lo sabía. Vivían juntos, pero la vida en nuestra casa era un infierno. Peleaban todo el tiempo, lanzaban platos y vasos a las paredes.  Yo me encerraba en mi cuarto y encendía la vitrola, pero no podía evitar todo aquel griterío.  Las peleas ocurrían diariamente, y muchas veces fue la policía la que hizo que se callasen. Poco tiempo después, él se fue y nos quedamos solas. Por uno o dos meses todo parecía estar bien, hasta que ella encontró un novio. Un hombre horrible, enorme, con aquel cabello sucio que le llegaba al hombro. Tenía el brazo derecho cubierto de tatuajes con imágenes de demonios y cruces quemándose. No me gustaba. No me gustó desde el primer momento en que pisó nuestra casa. Pero mi madre parecía estar feliz, o al menos satisfecha con él, por lo que no me quejé. Después de eso, todo comenzó.

“Ella salía a trabajar y él solo se quedaba en la casa bebiendo cerveza, eructando como un puerco, viendo futbol en la televisión. Yo siempre llegaba de la escuela y arreglaba su desorden, solo para ayudar a mi madre. Fue una de esas tardes que él intentó tocarme. Estaba ebrio y apestaba mucho, como su hubiese vomitado en su propia ropa. Llegué de la escuela y fui a recoger las latas de cerveza desparramadas por la sala, cuando me agarró, intentó pasar sus manos por debajo de mi uniforme escolar. Yo grité, pero él cubrió todo mi rostro con sus dedos enormes. Continuó intentando tocarme hasta que lo mordí, lo mordí con toda la fuerza que tenía hasta arrancarle un pedazo de carne de su mano. Él me soltó por un momento, intenté escapar por la puerta de enfrente, pero él fue más rápido. Me jaló por el cabello, me amordazó, amarró mis brazos y piernas y me llevó al baño. Por algunos minutos no entendí lo que estaba pasando, y me pregunté qué había hecho para me quisiese lastimar. Luego noté que él no solo quería lastimarme. Él estaba listo para matarme”.

“Abrió la llave de la bañera y esperó hasta que estuviese completamente llena. Entonces me empujó y me colocó dentro. Afirmó mi cabeza mientras me retorcía. Desde adentro de la bañera pude ver su rostro antes de comenzar a perder el aire y tragar agua. Estaba mirándome, con aquellos… aquellos ojos enormes y monstruosos… mirándome fijamente mientras moría. Luego, perdí la consciencia y también la vida. No obstante, en un abrir y cerrar de ojos ya estaba de pie al lado de la bañera, sin entender lo que realmente había sucedido. Miré hacia el lado y lo vi ahí, afirmando mi cabeza, cerciorándose de que ya estaba muerta. Grité, intenté que alguien me escuchase, intenté golpearle la espalda, pero no sirvió de nada. Fue entonces cuando me di cuenta que me había convertido en un espíritu. Y todo lo que pude hacer fue ver cómo colocaba mi cuerpo en una maleta, la cargaba hasta un puesto de gasolina abandonado, en la parte baja de la ciudad, donde nadie va, y lanzarlo a un hoyo.  Vi cómo la maleta desapareció completamente debajo de la tierra.”

“Luego, él volvió a la casa, y todo lo que hizo fue acostarse en el sofá y beber más cerveza. Mi madre llegó un poco después, y cuando no me encontró en la casa comenzó a hacerle preguntas. Intenté hablar con ella, grité para que me escuchase, pero no funcionó. Ella notó la herida en su mano, reconoció una mordida, y sin demora alguna partió a la comisaría.  A él pareció no importarle, por lo que continuó ahí, tirado en el sofá. Mi madre denunció mi desaparición, me buscaron en la escuela, en la casa de todas mis compañeras, pero no me encontraron. No me encontraron porque mi cuerpo estaba en lo más profundo de un hoyo, dentro de una maleta."

Nancy, luego de pronunciar la última frase, decidió callar por algunos instantes. Pareció abatida, como si aquellas palabras hubiesen servido para resucitar sus miedos, exactamente de la misma forma como los sentía cuando todavía habitaba un cuerpo revestido de carne y hueso. August no sabía, pero era la primera vez en sus treinta años de muerta, que aquella pequeña errante hacía su más profunda confesión.

-¿Qué pasó con tu padrastro después de eso, pequeña Nancy?

-Cuando mi madre volvió, él ya había huido. Salió sin llevarse nada, ni siquiera una muda de ropa. Desde entonces, nunca más oímos hablar de él.

-Recuerdo vagamente haber oído sobre tu caso en la radio. Fue realmente hace mucho tiempo. ¿Y tu madre? ¿Qué pasó con ella?

-Mi madre se casó de nuevo algunos meses después. Se fue a vivir a otro país con un gordo vendedor de habanos. No sé cómo vive hoy en día, ni siquiera sé si está viva.

-Y el caso jamás fue concluido, ¿estoy en lo cierto?

-Nunca encontraron mi cuerpo. Desistieron de buscarme poco tiempo después. Una niña de los suburbios nunca ha sido tan importante, ¿cierto?  La maleta todavía debe estar ahí, debajo de lo que queda del puesto de gasolina. 

Aunque su propia historia, la pérdida de su familia y todo lo relacionado con su vida solitaria lo dejase triste, los relatos de la niña llegaron aún más a los sentimientos de aquel pobre viejo en silla de ruedas. Nancy no pudo vivir, no pudo crecer. Se volvió uno más de esos infinitos espíritus errantes de aquella ciudad, incapaz de partir, incapaz de, finalmente, descansar. En sus pensamientos más profundos, August una vez más estuvo seguro de que la muerte, así como la vida, a veces escogía no ser muy justa.

-Veo que tienes un gran aprecio por nuestro joven amigo – dijo él, finalmente intentando cambiar de asunto.

-Él es mi único amigo. No quiero que le pase nada.

-En pocas horas él va a volver. Ya vas a ver. Yo sé que confías en él, ¿cierto?

Nancy solo asintió levemente con la cabeza y no dijo nada más. Consciente de haber sacado lo máximo de la niña con solo una breve conversación, August decidió mantenerse callado. Prefirió permitir que ella solo se preocupase de su amigo, y, además de eso, se sentía completamente desmotivado por su difícil y apretada respiración. Hablar mucho no ayudaría.

El viejo verificó la hora en su reloj de pulsera dorado, registrando mentalmente la información de que ya habían pasado casi dos horas. Al oír un susurro indefinido viniendo desde donde se encontraba August, Nancy se dio vuelta para ver si decía algo, pero él solo demostraba una mirada serena, con una leve sonrisa. Incapaz de descifrar esta frase, la niña retomó su vigilia.

“Confío en ti, Luca" fue lo que dijo el viejo Barwell.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 12

Escalofrío

 

Los últimos metros del trayecto escogidos por Ji-Yun, finalmente aparecieron más al frente, cuando ambos caminantes lograron avistar la plataforma donde deseaban llegar. Ya llevaban más de media hora caminando, recorriendo la oscuridad del túnel y siguiendo por las vías, todavía perturbados por la intensa lucha contra el Inversor que casi había hecho que Luca, literalmente, perdiese la cabeza.

-Siento mucho que hayas desperdiciado una de tus últimas balas - dijo Luca, apuntando a la pistola que estaba en la cintura de la joven.

-Está bien. Salvé tu vida y todavía quedan dos. Por favor, no te metas en más problemas – respondió ella, dándole un leve golpe en el hombro.

Finalmente llegaron a la plataforma y sin demora dejaron las vías; Ji-Yun subió primero, agarró a Luca del brazo y en un instante ambos se vieron caminando por la estación. Era amplia, más grande y más moderna que la anterior. Necesitaron pasar por dos torniquetes hasta llegar a los tan esperados peldaños, por donde subieron con ansiedad. Segundos más tarde se encontraban una vez más a cielo abierto, dos humanos vivos bajo las nubes inmóviles del mundo de los muertos. Luca curvó el tronco y se apoyó en sus propias rodillas, atacado por una enorme dosis de alivio al verse finalmente lejos de las paredes y de la oscuridad del túnel.

-¿Cansado?

-Nunca había corrido tanto en toda mi vida. Daría todo por una botella de agua helada ahora.

-¿Tienes sed? - preguntó Ji-Yun, mirando al joven de reojo, con el ceño fruncido.

-Bueno, realmente no – respondió Luca, levantándose y mojándose los labios. Todavía estaba jadeando, pero notó que su boca y garganta no estaban secas.

-Este es el Reflejo. Aquí no sentimos ni hambre ni sed. Es como si el tiempo no pasase para los que estamos aquí.

Luca se encogió de hombros y agregó aquella nueva información al cuaderno imaginario de notas sobre aquel mundo tan parecido, pero también tan diferente del de él. Con la postura nuevamente recta, miró alrededor e intentó invertir mentalmente lo que venía para poder localizarse. Reconoció un edificio muy alto y ancho que ocupaba el otro lado de la calle, así como las fachadas de algunos otros más pequeños que en aquella área eran comúnmente utilizados como departamentos públicos.  Estaban en el área más importante de la ciudad, donde quedaba el tribunal, el foro electoral y la parte más ansiada por ellos: el ayuntamiento.

-Estamos a pocas cuadras del ayuntamiento – susurró Ji-Yun, con el rostro mirando hacia adelante en la dirección donde la calle se transformaba en bifurcación. - Pero desde aquí tenemos que continuar con cautela. Esta es la parte más peligrosa de todo el Reflejo.

-¿Peligrosa?

¿Qué podría ser más peligroso que aquella cosa a la que se enfrentaron en el subterráneo?

Ji-Yun se alejó del pequeño muro que protegía la entrada de la estación, donde se había recostado para recuperar la respiración perdida y llegó cerca de Luca, tan cerca como nunca habían estado. Miró en lo profundo de sus ojos, uno azul y uno castaño, y con la mano reposada sobre el hombro derecho, le dijo:

-Los vivos, Luca. Los Sólidos son la mayor amenaza, mucho más que cualquier otra criatura natural que habita el Reflejo.

Sin decir nada más, nuevamente se alejó y retomó el camino por la calzada. Luca necesitó algunos segundos para recobrar la confianza, y con sus nervios aun inquietos, se dio vuelta y siguió también por el camino de piedras. Apresuró el paso hasta alcanzar a Ji-Yun, lanzándole una rápida mirada, pero que fue suficiente para revelar que parecía preocupada. Las pupilas de la joven se mostraban atentas como las de un depredador y su presa al ser puestos frente a frente - y en aquel caso, ella y Luca calzaban mucho más en la segunda categoría.

Lo que Ji-Yun sabía era que los Sólidos que llegaban a aquel lugar, en su gran mayoría, se volvían agresivos y dispuestos a matar a cualquiera que se cruzase en su camino. Se juntaban en bandos de confianza, y sin ningún motivo o razón aparente, se volvían violentos bárbaros capaces de arrancar las tripas de un ser humano con sus propias manos. Ella, a veces, intentó interpretarlos, estudiar sus comportamientos, qué los transformaba en humanos sin humanidad, y todo lo que conseguía sacar a la luz siempre denunciaba una especie de disgusto, una rabia extrema contra ellos por estar ahí, en un mundo habitado por almas y por monstruos. Sin otra opción y sin oportunidad de volver, a veces presenció de lejos, desde arriba de un edificio o la ventana de alguna casa, las masacres que se desarrollaban cuando dos grupos de Sólidos se encontraban por casualidad en las calles. La sangre corría, gargantas se abrían y cuerpos eran dejados atrás. Lo que pasaba con los espíritus de aquellos Sólidos muertos jamás lo llegaría a descubrir.

Se había mantenido lejos de ellos desde su llegada, andando y escondiéndose disimuladamente por la ciudad. Nunca había cometido el error de permitir encontrarse con ningún otro humano, y esto gracias a sus grandes habilidades de fuga. Acostumbraba parar para descansar siempre en un lugar diferente, lo que disminuía a gran escala la oportunidad de ser vista o espiada entrando y saliendo siempre del mismo lugar de abrigo. Hasta entonces, se las había arreglado bien.

-Vamos a andar siempre juntos y procurar no hacer mucho ruido. Esta área es patrullada y la última cosa que quiero es que nos vean.

-¿Conoces a los Sólidos que dominan esta parte de la ciudad?

-Tengo mis sospechas.

Ji-Yun estaba compenetrada y con los oídos agudizados como los de un perro rastreador. Guiaba a Luca por la orilla de la acera, lanzando miradas y evitando avanzar rápidamente delante de esquinas e intersecciones. Podrían en cualquier momento encontrarse con un Sólido solitario caminando por las calles, lo que no sería un gran problema gracias al alto nivel de entrenamiento de la agente. El peligro estaba en encontrarse con un grupo. Estarían perdidos.

Recorrieron con cautela las cuadras siguientes y no encontraron a nadie. Todo estaba vacío y silencioso, como siempre, y las únicas presencias que se hicieron notar fueron las de tres o cuatro pares de Oscuros perdidos por aquí y por allá. Fue solo cuando atravesaban la calle que llevaba a la última cuadra antes del ayuntamiento que oyeron ruidos provenientes de la esquina de enfrente. Una mezcla de sonidos secos que anunciaban voces y pasos.

-¡Esa no! ¡Ven conmigo! - Ji-Yun susurró, mientras corrió en la dirección contraria, retomando por donde ya habían pasado y jalando a Luca por la manga del terno.

Buscaron con urgencia un escondite, pero todo lo que el tiempo que tuvieron antes de ser visto por los Sólidos les permitió encontrar fue un gran basurero de fierro, lleno de escombros, que estaba ubicado a cerca de tres metros de la esquina. Se agacharon frente a él y rezaron a todos los dioses posibles para que quienes estuviesen pasando no viniesen en su dirección y solo pasasen de largo por la misma calle por la que andaban. Sus pedidos, sin embargo, fueron en vano. Oyeron cuando los pasos doblaron en la esquina y siguieron exactamente en dirección al basurero.

-¡No hagas ruido! - susurró una vez más la joven, pero esta vez al oído de Luca.

Pegados a las paredes frías y oxidadas del basurero, solo esperaban mientras el grupo llegaba cada vez más cerca. La acústica de la calle, por suerte, los favorecía y sería perfectamente posible saber cuando se acercasen lo suficiente para que ambos se moviesen de rodillas hacia el lado y escapasen sin ser vistos. Conforme disminuía la distancia entre ellos, identificaron tres voces: dos masculinas y una femenina. Agudizando su audición, Ji-Yun intentó entender lo que decían.

-Se va a enfurecer - dijo la primera voz, aparentemente de un adolecente.

-¿Qué crees que podríamos haber hecho? - sonó la segunda, de una mujer ya adulta. - Buscamos por todos lados.

-La joven sabe esconderse muy bien – finalmente dijo la tercera, grave y ronca. La voz de un hombre de mediana edad.

Los tres andaban lento, sin prisa alguna, arrastrando los pies en la calzada y sonorizando su paso. De acuerdo a lo que conversaron parecían estar en una ronda para buscar a una joven. Ji-Yun sintió un ligero escalofrío al imaginar que ella podría ser aquella joven citada.

-Vamos a buscarla un poco más – dijo nuevamente la voz del joven.

En aquel instante, notaron que el grupo pasaba frente al basurero. Fue cuando se pusieron a gatear hacia uno de los lados del gigantesco tarro de escombros, siguiendo por él hasta llegar al otro extremo y librándose de los Sólidos.

-Vámonos – dijo en voz alta el hombre mayor. - Si Serj quiere a esa mujer, que venga él mismo por ella.

El cuerpo de Ji-Yun se estremeció por completo al sabor de un inevitable escalofrío en aquel instante. Los cabellos en su nuca se erizaron y casi perdió el aire. No pudo creer lo que acababa de oír. Luca también pareció chocado, y sin otra cosa que hacer simplemente encaró a su compañera, buscando algo que decir. Prefirió permanecer en silencio. Mantuvieron sus posiciones inertes hasta que el grupo se alejó, y al mismo tiempo, se levantaron apoyando sus manos en el suelo.

-Bueno, el hijo de su madre me está buscando – dijo ella, limpiando el polvo de sus ropas.

-¿Crees que tiene algo que ver con la desaparición del Equilibrium?

-Es muy probable que sí. Tal vez, esté usando al muchacho para llevarme a él.

-Y está funcionando. Estás yendo directamente a la boca del lobo.

Todo lo que Ji-Yun hizo fue separar levemente los labios y apretar los ya estrechos ojos. Sonrió de manera irónica, casi feroz. Tenía algo contradiciéndose en su mente y parecía sentir placer al pensar en ello. Luca se sintió brevemente amedrentado al encarar la expresión de la joven. Vio cuando ella movió una de sus manos, bajando lentamente por un lado del cuerpo y descansándola casi automáticamente encima de la pistola.

-Si él me está buscando, me va a encontrar - dijo ella, comenzando a poner sus piernas en movimiento.

Luca sintió un nudo en la garganta y finalmente entendió por qué Ji-Yun regulaba las balas de su pistola. Las últimas, las más preciadas, estaban especialmente reservadas para Serj, el hombre que tanto la buscaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo 13

Invasión

 

Un minuto después, Luca y Ji-Yun se adentraron disimuladamente en la plaza que adornaba el frontis del ayuntamiento. Era un lugar arborizado, decorado con pequeños canteros forrados de césped bajo y protegidos por cercas que se extendían en formato de arco por metros y más metros. Los bancos que llenaban el espacio se mostraban totalmente extraños al estar desocupados: en el mundo de los vivos, aquel lugar servía como punto de encuentro para amigos, novios, y hasta para vendedores de algodón de azúcar con sus bastones llenos de bolsas con caramelos de sabores.

Del mismo modo en que los espías huyen de la mira de las pistolas, andaban de rodillas arqueadas y detrás de pequeños muros que surgían ocasionalmente en la plaza.  Aprovechando el momento de una breve parada, espiaron en dirección a la puerta del edificio del ayuntamiento, que quedaba a cinco o seis metros adelante: un gran edificio de arquitectura antigua y decorado con imponentes pilares de cemento. No vieron a nadie vigilando la entrada. De hecho, no había absolutamente nadie vigilando en ninguna parte.

-¿No está demasiado tranquilo? – preguntó Luca, desconfiado.

-No sabría decirte. Tal vez no estén esperando que aparezca en la puerta de enfrente con un pastel de manzana en las manos.

-¿Qué vamos a hacer?

-Creo que lo más prudente es que entremos por atrás. Así corremos un riesgo mucho menor.

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