Enigma

Enigma


Día tres

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—¿Mi exesposo? Cuando el pediatra nos informó acerca del problema de nuestro hijo, mi flamante marido desapareció. Ni siquiera se llevó su ropa. Un día salió a trabajar y no regresó a casa. Un mes después recibí la notificación de que había solicitado el divorcio. Firmé de inmediato, por supuesto. Eso fue hace diez años, y por fortuna no he vuelto a saber de él.

—¿Y no se puede hacer nada por el chaval? —preguntó el comisario, conmovido.

—No se curará, si es lo que pregunta. Tampoco empeorará. El reto es tratar de que sea lo más independiente posible, y por eso acude a sesiones de fisioterapia y logopedia. Es un chico listo y más resuelto que muchos adultos que conozco. Sin duda es más fuerte que yo. Él es mi inspiración para seguir adelante.

—No debe ser fácil coordinar el trabajo policial con el cuidado del niño —reconoció el comisario.

—Paola me ayuda mucho. Es genial con él, y en general no le importa quedarse cuando yo tengo que trabajar, pero no puedo pagarle mucho, así que este no es su trabajo principal. Hace guardias nocturnas en un hospital. Por eso le resulta difícil venir a cuidarlo cuando yo debo cumplir horas extras. Además de que cuando me llaman fuera del horario debo avisarle y esperar a que llegue hasta aquí.

—Y por eso usted siempre llega tarde —concluyó Del Bosque, con tono comprensivo.

—Ya conoce mi secreto.

—¿Por qué no explica su situación en la comisaría? Serían más comprensivos si lo supieran.

—O sería el fin de mi carrera —sentenció la inspectora—. Considerarían que mis problemas personales no son compatibles con el trabajo de investigación, así que terminaría cumpliendo labores administrativas en cualquier comisaría donde hiciera falta personal. Me gusta mi trabajo y Daniel está bien aquí. Las personas que lo ayudan son maravillosas. No quiero someterlo a cambios que podrían perjudicarlo.

—Comprendo. Descuide, inspectora. Su secreto está a salvo conmigo.

◆◆◆

Cuando se sentaron a la mesa del comedor para continuar con la ingrata tarea de resolver el acertijo de Enigma, ya el comisario veía a Luisa desde una perspectiva diferente. En lugar de la imagen de una persona perezosa que se apoyaba en el trabajo de sus compañeros, Argus descubrió una mujer formidable que desafiaba al mundo para proteger a su hijo. Él, que no podía recordar a su propia madre, se sintió admirado. Con un esfuerzo consiguió hacer a un lado sus emociones para concentrarse de nuevo en las crípticas notas de Enigma. El tiempo avanzaba, implacable.

—La pereza podría atribuirse a cualquiera —comentó la inspectora—, pero si estamos en lo cierto y Enigma quiere vengarse de los responsables de un juicio, ¿qué papel habría jugado el Carvajal que buscamos?

—La única forma en que se me ocurre relacionar la pereza con una sentencia a muerte, es atribuírsela al abogado defensor —razonó Argus—. ¿Cuántos abogados hay en esa lista de empadronados?

—Ciento cincuenta y tres —anunció Luisa.

—Todavía son demasiados.

—Tenemos que averiguar a qué se refiere con «la casa nueva» —afirmó Burgos, al mismo tiempo que tecleaba en el portátil. Los resultados de la búsqueda aparecieron de inmediato. Ella negó con la cabeza cuando los leyó—. Es el título de una canción. Lo demás son ofertas de venta y alquiler de inmuebles.

El comisario guardó silencio y se quedó pensativo por un momento.

—¿Y si lo estamos mirando desde la perspectiva errada?

—¿Qué quiere decir?

—Tal vez Enigma no se refiere a una vivienda de reciente construcción. ¿Y si el nombre que buscamos significa eso, «casa nueva»?

—¿Usted cree?

—Por favor, teclee estas palabras en el motor de búsqueda: «casa nueva como nombre».

La inspectora obedeció y enarcó las cejas en cuanto vio el resultado.

—¡No me lo puedo creer! ¡Esto es!

Sin esperar a que el comisario le preguntara de qué se trataba, Luisa giró el portátil para que él también pudiera leer la pantalla. Entonces recitó el resultado en voz alta: «Javier: nombre vasco que en sentido literal significa casa nueva».

—¿Hay algún Javier Carvajal en esa lista?

La inspectora inició la búsqueda.

—¡Aquí está! Hay un Xavier Carvajal, con X. Vive en la calle Hospital, al sur de la ciudad.

—Vamos —ordenó el comisario, al mismo tiempo que se ponía de pie—. Ordenaremos el despliegue policial por el camino.

—Espere, no puede ser este.

—¿Por qué?

—Se trata de un chico. Tan solo tiene dieciséis años. De ninguna manera es posible que formara parte de un juicio de alguien que murió en el garrote vil. Y por supuesto, tampoco es abogado.

—Su nombre surgió al resolver los enigmas. Es el elemento más importante. Si lo piensa bien, todavía no comprendemos cómo se ajustan las víctimas a nuestras teorías. Además, solo faltan quince minutos para la medianoche.

—¿Y si nos equivocamos? Sería como jugar a la ruleta rusa con la vida de otra persona.

—¿Tiene alguien más en mente a quien deberíamos proteger? —Burgos negó con la cabeza—. Entonces tenemos dos opciones: hacemos lo posible por evitar que asesinen a este chico, o no hacemos nada. Si estamos en lo cierto le salvaremos la vida. Si nos equivocamos, Enigma volverá a salirse con la suya de cualquier manera.

—Tiene razón, pero no podemos irnos y dejar solo a Daniel.

—Deme la dirección y las llaves de su coche. También avise a la comisaría para que envíen dos patrullas. Yo me adelantaré. Usted quédese aquí hasta que encuentre a alguien que pueda venir a cuidar a su hijo.

Esta vez, la inspectora obedeció a Del Bosque sin poner ningún reparo, así que llamó a «San Celedonio» para cumplir las instrucciones del comisario. Luego marcó el número del móvil de Guerrero.

—¿Alfonso? Descubrimos quién será la próxima víctima de Enigma. Necesitamos que acudas lo antes posible a la dirección que voy a enviarte.

—De acuerdo. Me pondré en camino de inmediato.

Mientras Burgos solicitaba refuerzos, Argus recorrió a la carrera las dos manzanas que lo separaban del Seat. Una vez en el coche introdujo la dirección de Carvajal en el GPS y pisó el acelerador. No levantó el pie hasta que llegó a la dirección señalada. Fue una suerte que el coche de Burgos estuviera equipado con sirena y luces, o lo hubieran detenido por exceso de velocidad.

Cuando por fin llegó, se vio ante una modesta casa bastante antigua que colindaba con una pequeña huerta. Aunque no había salido de los límites de la ciudad, el barrio estaba bastante apartado de las zonas más urbanizadas. Frente a la casa había un coche que se le hizo familiar, y se preguntó si encontrarlo en ese lugar serían buenas o malas noticias.

La respuesta llegó en el mensaje que entró a su teléfono en ese momento. La inspectora le anunciaba que habían encontrado una nueva víctima. Se trataba del cadáver de Xavier Carvajal, de dieciséis años de edad.

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