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III Enigmas del cristianismo » ¿Tuvo Jesús hermanos e hijos?

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¿Tuvo Jesús hermanos e hijos?

Responder afirmativamente a semejante pregunta es pecado capital, pero permítanos el lector correr el riesgo de ir directamente al Infierno por semejante cosa. Y es que, a veces, buscar la verdad le coloca a uno en la senda de lo sacrílego.

Es cosa de dogmas; la virginidad de María lo es; nació, vivió y murió sin conocer a varón, lo que en este caso significa que Jesús fue hijo único. Del mismo modo, Jesús nació, vivió y murió sin conocer a mujer alguna. Es por ello que ni se casó ni dejó descendencia.

Ambas creencias son pilares fundamentales para el catolicismo apostólico romano, pero no por ello deben ser verdad, del mismo modo que abrirse a la posibilidad contraria no debiera quebrantar las creencias de nadie, pero no olvidemos que sobre verdades absolutas escritas en ninguna parte la Iglesia ha construido durante dos mil años un imperio ideológico. Sin embargo, ni a los doctores de la Iglesia —que los hay, y bien sabios que son algunos— se les puede escapar que en los tiempos en los que vivieron Jesús y María mantener tan puras conductas hubiera supuesto un peligro ciertamente considerable.

Y no es que en la Palestina del siglo I fueran unos liberales, sino que por entonces desposarse y hacer efectivo los débitos conyugales era la forma de dar a entender que uno servía para algo. De lo contrario, no sólo se arriesgaban al descrédito social, sino incluso al peligro físico.

Algo no encaja si los dogmas se fundamentan en las Sagradas Escrituras. Si leemos el Evangelio de Marcos encontramos el siguiente pasaje: «¿No es éste el carpintero, el hijo de María y el hermano de Santiago, José, Simeón y Judas? ¿No están sus hermanas entre nosotros?». En este versículo, los habitantes de Nazaret se referían a Jesús, a quien endosan cuatro hermanos y, al menos, dos hermanas.

Y es que referencias de este estilo encontramos del orden de una decena en los Evangelios…

Para excusarse, la Iglesia ha vendido como explicación a estas palabras que, en aquellos tiempos, se utilizaba el mismo vocablo tanto para referirse a hermanos como para mentar a los primos. Así que —a modo de explicación oficial por parte del Vaticano— se nos dice que todo es un problema de traducción debido al lenguaje en el cual están escritos los textos evangélicos.

Para saber a qué atenernos, en más de una ocasión hemos preguntado en La Rosa de los Vientos a uno de los principales expertos mundiales en este asunto. Se llama Antonio Piñero, catedrático en filología neotestamentaria en la Universidad Complutense. Es decir, que se trata de un especialista en el tipo de griego en que está escrito, por ejemplo, el Evangelio de Marcos. Su posición al respecto es, por tanto, la posición de un científico de las letras según se utilizarían hace dos mil años: «Esta suposición no es defendida por casi nadie… Los llamados hermanos de Jesús lo eran en el pleno sentido de la palabra», nos asegura.

Ciertamente, son muchas las fuentes que hacen alusión a los hermanos de Jesús. Por ejemplo, el evangelio de los Hebreos, un apócrifo en el que puede leerse «su madre y sus hermanos decían a Jesús…». De hecho, en su Historia Eclesiástica, Eusebio de Cesárea dice que Santiago y Judas eran dos de los hermanos de Jesús, lo cual es coincidente con el Evangelio de Marcos.

Pocos estudiosos serios son los que admiten que Jesús era hijo mico de María, pero lo que sí parece más complicado es admitir que también él tuvo descendencia. Y es que, en primer lugar, habría que determinar si estuvo casado, si bien para empezar sirva decir que tal cosa no es barbaridad alguna, puesto que, en aquella época, quien no se casaba era un proscrito de los cielos…

Por lo que dicen los Evangelios oficiales poco puede saberse, aúneme sí deducirse que María Magdalena mantenía una proximidad a Jesús que estaba fuera de toda lógica. Eso sí, los guardianes del dogma mantienen una tesis contra viento y marea: Jesús perdonaba a los pecadores y los admitía entre sus seguidores. Y puesto que la Magdalena era una prostituta, la dejó acercarse a su regazo mesiánico. Pero hete aquí que los exegetas del Vaticano se han sacado de la manga una historia negra de la Magdalena que no es sino un gran invento.

En ningún texto, ni en los oficiales ni en los oficiosos, se sugiere que la otra María fuera una meretriz. Aquello fue una farsa, ya que a nadie escapaba la singular relación que existió entre ambos, algo que está muy presente en los textos gnósticos de Nag Hammadi, en uno de los cuales —el evangelio de María— se explica que los apóstoles andaban celosos de la Magdalena, puesto que sospechaban que la amaba más a ella que a ellos.

Otro apócrifo es aún más explícito: «La amaba más que a todos los discípulos y solía besarla en la boca a menudo», se lee en el evangelio de Felipe. Y es que no pocos estudiosos —mejor dicho, cientos de estudiosos— han propuesto que, por determinadas características, las bodas de Caná fueron sus propias nupcias. Y si se llegó a casar, lo de tener hijos era algo más bien lógico; más aún en aquellos tiempos. Visto con cierta frialdad, tampoco pasa nada. ¿Acaso Jesús hubiera sido menos Jesús si se hubiera casado? Si lo que pregonó fue el amor, ¿qué mejor forma de demostrarlo que entregando su corazón a su esposa?

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