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III Enigmas del cristianismo » ¿A cuántos herejes mató la Inquisición?

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¿A cuántos herejes mató la Inquisición?

El papa Juan Pablo II renovó en el 2004 la solemne petición de perdón a Dios, formulada en el año 2000, por los «métodos de intolerancia y violencia» de la Inquisición, que «representa para la opinión pública el símbolo del antitestimomo y del escándalo». No le faltaba razón. Hoy está considerada como una de las páginas más negras de la historia de la Iglesia, una larga página manchada de horrores y de sangre. Mucho se ha dicho sobre esta institución y mucho se ha exagerado sobre sus métodos y sus víctimas. Para empezar, sería conveniente saber que los historiadores distinguen tres inquisiciones: la medieval, ejercida por los obispos locales, o por la Santa Sede con carácter puntual y esporádico (por ejemplo, la Cruzada contra los albigenses); la española (y más tarde, por imitación, la portuguesa), creada en 1478 por los Reyes Católicos con el beneplácito papal, con actuación restringida al territorio de la corona española y portuguesa, lo que incluía América y los territorios europeos (en particular italianos) dependientes de ella; y una tercera inquisición, la romana, la más moderna, fundada por el papa Pablo III en 1542 con ámbito teóricamente universal.

Uno de los temas más controvertidos de la Santa Inquisición (nombre eufemístico donde los haya) es saber a cuántas personas llegó mandar ejecutar para acabar con la herejía y la hechicería. Las cifras varían tanto a nivel general como si lo hacemos por países, y para eso necesitamos saber cuánto tiempo duró. Inexplicablemente, la Inquisición tuvo una larga vida en España: se instauró en 1242 y no fue abolida formalmente hasta 1834 durante la regencia de María Cristina. Sin embargo, su actuación más intensa se registra entre 1478 y 1700, es decir, durante el gobierno de los Reyes Católicos y los Austrias.

En España, sólo en tiempos de Felipe V, dicen que fueron quemadas en la hoguera mil seiscientas brujas y así se barajan cifras escalofriantes en gran parte aportadas por Juan Antonio Llórente, ex secretario del Santo Oficio madrileño, que fue el mejor difusor de la leyenda negra a través de su Historia crítica de la Inquisición española, que contiene muchos elementos de interés, junto a errores de bulto de carácter estadístico. A partir del siglo XIX, se consideraron válidas (aunque más tarde se demostraron erróneas) las cifras globales aportadas por Llórente, entre las que se recogía la muerte del 9,2 por ciento de las personas juzgadas por la Inquisición. Según sus datos, en los 339 años que cubría su muestra fueron quemadas 31.912 personas, otras 17.659 lo fueron en efigie y 291.021 fueron penitenciadas con penas graves, eso sin añadir los castigados por los tribunales de México, Lima, Cartagena de Indias, Sicilia, Cerdeña, Orán, Malta y las galeras del mar.

Hasta hace pocos años ha existido cierta confusión sobre el número de víctimas mortales del Santo Oficio. Es preciso aclarar, no obstante, que los ajusticiados por herejía y brujería no fueron las únicas víctimas: existían penas menores (cárcel, multas, penitencias, sambenitos, etc.) y, además, las familias de los reos quedaban marcadas por la infamia durante generaciones (de ahí la importancia que se dio en la España del XVII a la «limpieza de sangre», es decir, a no tener antepasados falsos conversos del judaísmo o islamismo, perseguidos por la Inquisición).

Respecto al número de ajusticiados no hay datos definitivos, porque hasta ahora no se han podido estudiar todas las causas condenadas en archivos. Son más próximos a la realidad los estudios realizados en 1986 por los profesores Heningsen y Contreras, dos expertos en el tema, sobre unas cuarenta y cinco mil causas abiertas por herejía (exactamente 44.674) entre 1540 y 1700: concluyen rae fueron quemadas 1.346 personas, lo que supone el 1,8% de los juzgados (algo menos de nueve personas al año) en todo el enorme Territorio del imperio español, desde Sicilia hasta el Perú, lo cual representa una tasa inferior a la de cualquier tribunal provincial de justicia. De ellos el 1,7 por ciento fueron condenados además en efigie, es decir, no pudieron ser ajusticiados por estar en paradero desconocido, por lo que en su lugar se quemaba o ahorcaba a muñecos. Y todo esto en ciento sesenta años.

Tomando en consideración un intervalo de tiempo más amplio, el profesor Bartolomé Escandell afirma que entre 1478 y 1834 (refundación y abolición del Santo Oficio) se condenó a muerte al 1.2 por ciento de los juzgados. Para Shafer, investigador protestante alemán, en España desde 1520 hasta 1820 (trescientos años) el número de herejes condenados a muerte fue de doscientos veinte, de los que doce fueron quemados.

España carga con el «sambenito» de ser el país más severo en cuanto a la aplicación de las penas y nada más lejos de la realidad. La Inquisición española condenó a la hoguera a cincuenta y nueve brujas, aunque sería mejor decir supuestas brujas, a pesar de que los procesos celebrados por el temido tribunal fueron ciento veinticinco mil. Ese es uno de los datos inéditos contenidos en las 786 páginas del volumen La Inquisición, editado por el Vaticano y presentado a mediados del año 2004 en Roma por los cardenales Roger Etchegaray, Jean Lous Tauran y Georges Cottier. El libro, resultado de un simposio internacional celebrado en el Vaticano en el año 1998, le sirvió de base al papa Wojtyla durante el Jubileo del 2000 para pedir perdón al mundo por los pecados cometidos por los católicos durante los siglos pasados.

En la ponencia del profesor Gustav Heningsen se exponen datos precisos sobre esta terrible escabechina. De las 125.000 mujeres acusadas por brujería en toda Europa entre los años 1540 y 1700, murieron en la hoguera unas 50.000. Sus conclusiones se pueden resumir en esta tabla:

PAÍS

AJUSTICIADAS

HABITANTES

España

Portugal

Italia

Suiza

Polonia-Lituania

Dinamarca-Noruega

Alemania

59

4

36

4.000

10.000

1.350

25.000

7.000.000

1.000.000

3.400.000

970.000

16.000.000

La caza y quema de brujas en esos países revela que la Inquisición en ciertos lugares, como España, fue más benévola e indulgente que en Suiza (donde hubo más matanzas en proporción a su población) o Alemania. Se puede comprobar que la ejecución de herejes y brujas fue superior en los países protestantes que en los católicos.

Esto contrasta con los datos suministrados por el historiador e hispanista británico Henry Kamen, conocido estudioso no católico de la Inquisición española, quien ha calculado y rebajado la cifra a un total de tres mil víctimas (años antes decía que eran diez mil) a lo largo de sus seis siglos de existencia. Kamen añade que «resulta interesante comparar las estadísticas sobre condenas a muerte de los tribunales civiles e inquisitoriales entre los siglos XV y XVIII en Europa: por cada cien penas de muerte dictadas por tribunales ordinarios, la Inquisición emitió una».

La Inquisición ha sido fuente de numerosos escándalos, a los que no es preciso añadir más horrores —ni errores— que los justamente necesarios y comprobados.

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