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Bafomet o el culto de los templarios

Los templarios rendían culto a un ídolo demoníaco, a una suerte de cabeza con aspecto de diablo que tenía por nombre Bafomet o Baphomet. Decían que era un rostro de aspecto humano, con barba terminada en punta y coronado por cuernos. Recuerdan que sus ojos eran como dos llamas. Al menos, ésa fue una de las acusaciones que se vertieron contra ellos en la Francia del rey psicópata Felipe IV el Hermoso, para acabar con la orden del Temple con la ayuda del siniestro papa Clemente V.

Aquello venía a significar que los caballeros templarios se habían desviado del culto crístico. Y que lo habían hecho de forma tan evidente que casi se habían aproximado a la adoración de imágenes representativas del mal. Fue una de las razones por las cuales el gran maestre Jacques de Molay fue quemado en la hoguera y se ordenó la disolución de la orden del Temple.

Sin embargo, cuesta trabajo imaginar a los caballeros templarios arrodillados delante de un busto en plan idolátrico. No olvidemos que aquellos hombres confesaron su adoración a Bafomet bajo crueles torturas mediante las cuales se pretendía obtener culpas para acusarlos y quemarlos vivos. Entre las imputaciones que se vertieron sobre ellos también encontramos otras totalmente ilógicas, como aquella según la cual los templarios debían ponerse el hábito para acto seguido escupir sobre una cruz.

Han pasado setecientos años desde aquello y todavía no sabemos qué era en realidad Bafomet. Ni siquiera podemos afirmar si existió algo que llevaba ese nombre, pero lo cierto es que las hipótesis al respecto son múltiples y variadas. Muchas de ellas parten de que tras ese término se escondía «algo» realmente inquietante, que podía poner en riesgo algunos de los dogmas del catolicismo. En este caso, lo que hicieron los acusadores fue transformar el significado de Bafomet para asociarlo a posturas heréticas contrarias al cristianismo.

Respecto al significado de la expresión resultan muy interesantes los estudios etimológicos del término, que originalmente se escribía Baphomet, una expresión del francés antiguo que significaba Mahoma. ¿Acaso se convirtieron al islam? Ciertamente, algunos han llegado a suponerlo, pero la realidad es que los caballeros templarios únicamente se limitaron a admitir como válidas algunas normas y comportamientos inspirados por la palabra del profeta sin renegar para nada de Jesús. Aquello, lógicamente, no acabó de agradar en las altas esferas, que pretendían controlar el culto de los fieles. Sin embargo, nada más lejos de la realidad que la conversión religiosa de los templarios…

En todo caso, en lo que sí coinciden muchos estudios lingüísticos del término es en su relación con la «sabiduría oculta». No deja de ser llamativo que la palabra Baphomet aparezca reflejada en los rollos del mar Muerto, textos apócrifos en los cuales algunos intérpretes creen haber encontrado la filosofía oculta de la que en secreto hizo gala Jesús de Nazaret. Sin embargo, dicha palabra aparece cifrada en estos textos gracias a un código lingüístico que los templarios conocían y que consistía en escribir cada vocablo utilizando su opuesto en el alfabeto. Es decir, si aplicamos dicho código —llamado atbash— a nuestro abecedario, la letra A sería la Z, la B sería la T, la C sería la S y así sucesivamente, pero trasladado al hebreo.

Así pues, la expresión Baphomet, traducida al hebreo codificado, se escribe Sophia, cuyo significado es «saber». Probablemente, dicha expresión sí pudo utilizarse internamente entre los templarios para hacer alusión a algún tipo de conocimiento que poseían y que quebraba dogmas y normas. Quizá ese saber fue lo que provocó que los templarios tuvieran que ocultarse de alguna forma. Dicha documentación, lógicamente, no podía ser aceptada por los mandatarios de comienzos del siglo XIV y los caballeros templarios la mantuvieron en la más absoluta reserva. Así pues, cuando Felipe V y el papa Clemente V buscaron acusaciones para condenar al Temple, obligaron a confesar a los detenidos un significado diferente para la expresión que nos ocupa. Es sólo una hipótesis, si bien existen otras, como el hecho de que esa cabeza a la que idolatraban no era sino el rostro de Jesús de Nazaret que aparece en la Sábana Santa, en cuya custodia tuvieron mucho que ver los templarios…

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