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VIII Fraudes históricos » Los canales de Marte

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Los canales de Marte

En el siglo XIX existió un apasionado interés por la astronomía. La mejora constante de la tecnología y el avance de la ciencia hicieron que se estudiase con un interés cada vez mayor el cosmos, en especial los planetas que se encontraban más cerca de la Tierra. De ellos ninguno tuvo un interés mayor que Marte, el inquietante planeta rojo. A comienzos del XIX, el matemático alemán K. F. Gauss propuso dibujar con la vegetación de las estepas de Asia central los elementos del teorema de Pitágoras para que pudiesen ser observados desde el espacio. El astrónomo austríaco Von Nittrow quería escribir una fórmula matemática universal en unos canales llenos de agua en los que flotaría queroseno inflamado, y el francés Charles Cros propuso, en 1869, un sistema de espejos gigantes con el fin de mandar signos en morse a Marte.

Durante esos años, casi todos los astrónomos terminaron por convencerse de que en el sistema solar sólo Marte y Venus tenían posibilidades de abrigar alguna vida inteligente. Venus era difícil de estudiar con los medios disponibles en el siglo XIX, pues era casi imposible apreciar nada bajo su atmósfera de nubes opacas. Marte, por el contrario, facilitaba la observación, con su atmósfera limpia y su tonalidad rojiza. No obstante, aun a pesar de ello, la poca definición de los telescopios y la dificultad de traspasar la barrera formada por la atmósfera de la Tierra, e incluso la débil atmósfera marciana, hicieron muy complicados los intentos de cartografiar nuestro vecino planeta. Esto provocó bastantes discusiones entre los astrónomos, que no se ponían de acuerdo en las conclusiones deducidas de las observaciones.

Pero la moda marciana nació en realidad tras los estudios de un astrónomo italiano, Giovani Schiaparelli (1835-1910), que realizó detalladas observaciones astronómicas de la geografía de Marte, tras las que llegó a la conclusión de que existían una serie de líneas con una longitud de miles de kilómetros. Como resultado de sus análisis, diseñó un mapa de Marte muy diferente a todos los anteriores, que mostraba una red de líneas oscuras y estrechas uniendo puntos más anchos. Los estudios de Schiaparelli eran razonablemente serios y no fueron discutidos en lo esencial por sus contemporáneos, pues en apariencia estaban realizados con meticulosidad y esfuerzo. El astrónomo italiano señaló también que los casquetes polares de Marte disminuían de superficie en el verano marciano y, cuando este fenómeno se producía, las zonas oscuras se ensanchaban como si alguna forma de vegetación se desarrollara allí durante el estío. Schiaparelli denominó a estas líneas canales y les dio el nombre de viejos ríos antiguos o mitológicos. En la prensa sus revelaciones tuvieron un éxito asombroso. Aunque Schiaparelli creía que eran de origen natural, la prensa popular italiana y extranjera usaba siempre el término «canales», dando a entender que eran artificiales. Para la gente, que no daba importancia al hecho de que tenían unas anchuras próximas a los ciento cincuenta kilómetros, no había duda posible: eran la prueba de que Marte era el hogar de una civilización tecnológica y avanzada que construyó los canales para conservar el agua, la cual empezaba a escasear en su planeta, por causa del débil campo gravitacional. Los libros sobre el tema proliferaron y alcanzaron un notable éxito, algunos firmados por nombres importantes, como Camille Flammarion, un ardiente partidario de la existencia de la vida extraterrestre.

Sin embargo, fueron los trabajos del astrónomo norteamericano Percival Lowell (I855-I9I6) los que convirtieron a los canales de Marte en un mito universal.

Lowell había nacido en Boston, Massachusetts, y estudiado en la prestigiosa Universidad de Harvard. Viajó a Japón y Corea desde 1877 hasta 1893 y posteriormente escribió libros sobre Asia oriental. En 1894 fundó y fue director del Observatorio Lowell en Flagstaff, Arizona. Lowell examinó con cuidado Marte y analizó las extrañas líneas documentadas por Schiaparelli. Durante quince años de estudio tomó miles de fotografías. Gracias a su trabajo, el número de «canales» pasó de cuarenta a más de quinientos. Estos representaban, según él, un sistema de regadío que atravesaba las bandas sombrías visibles desde la Tierra y marcaba zonas de cultivo. Para él, Marte, más alejado del Sol y más pequeño que la Tierra, estaba secándose, y la civilización que lo habitaba luchaba por sobrevivir. A Lowell le dieron igual las numerosas críticas de los escépticos, publicó libros sobre el tema, y aunque sus teorías fueron consideradas bastante fantásticas por la mayoría de los científicos de la época, no impidieron su éxito popular.

Además, Lowell no era ningún fantasioso ni ningún farsante. Desde 1902 hasta su muerte, impartió clases de astronomía como profesor no residente en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. También se dedicó al análisis del movimiento de los dos planetas extremos conocidos: Urano y Neptuno. De la irregularidad de sus órbitas dedujo que debía de haber un noveno planeta. Lo buscó ansiosamente desde su observatorio, pero sin resultado. Entre sus obras se encuentran Mars and Its Canals (Marte y sus canales; 1906) y The Genesis of the Planets (La génesis de los planetas, 1916). Catorce años después de la muerte de Lowell, el planeta fue descubierto por Clyde Tombaugh, en el mismo observatorio que Lowell había fundado y dirigido. Sin embargo, su masa es tan pequeña que no podía provocar las presuntas perturbaciones observadas por Lowell, por lo que hoy se considera que el descubrimiento de Plutón ha de atribuirse más a la casualidad que a una previsión científica.

En cuanto a Marte, antes de su muerte, en 1916, las observaciones realizadas con la ayuda de telescopios más potentes que el suyo mostraron que los «canales» eran ilusiones ópticas y errores de interpretación. A pesar de ello, la creencia de la existencia de una vida inteligente en Marte duró hasta 1964, año en que la sonda norteamericana Mariner 4 envió a la Tierra veintiún imágenes de un suelo desértico parecido al de la Luna.

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