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VIII Fraudes históricos » El regimiento Norfolk

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El regimiento Norfolk

Mes de agosto de 1915, frente de los Dardanelos en la costa turca. Desde el mes de marzo fuerzas del Imperio Británico y de Francia intentaban apoderarse del vital punto estratégico que guarda las comunicaciones entre el mar Negro y el Mediterráneo. Era una apuesta arriesgada. Si tenían éxito, podrían eliminar de la alineación de las potencias del Eje al Imperio Otomano, un peligroso enemigo. Por el contrario, si fracasaban, se encontrarían dentro de una trampa mortal a miles de kilómetros de sus bases más próximas. Durante meses la cabeza de puente aliada estuvo formada por un pequeño enclave sometido a constantes bombardeos, en tanto que la flota franco-británica, dueña del mar, proveía a los expedicionarios de provisiones, refuerzos y municiones. Desde un principio la resistencia turca, con apoyo alemán, fue firme, y los progresos aliados fueron mínimos. Se inició entonces, como en el frente occidental, una guerra de trincheras, que produjo una verdadera carnicería que no terminó hasta el mes de diciembre, cuando tras perder a cuarenta y seis mil hombres, los aliados se retiraron.

Una parte importante de las tropas expedicionarias aliadas estaba formada por regimientos y unidades del Imperio Británico, agrupadas en el CUANZ —Comando Unificado de Australia y Nueva Zelanda—, cuyas tropas lanzaron un violento ataque contra posiciones enemigas en la denominada cota 60 el 21 de agosto de 1915. Ese día, veintidós soldados neozelandeses de una compañía de ingenieros afirmaron haber visto al 4º regimiento de Norfolk —en realidad un batallón de doscientos sesenta y siete hombres— avanzar para apoyar el asalto al sur de la bahía de Suvla. Cuando los soldados atravesaban el lecho seco de un río, penetraron en una extraña nube que parecía flotar sobre el suelo. Cuando todos habían entrado en la nube, ésta se elevó, sin que al verse de nuevo el valle hubiese en él ningún ser humano. En cuanto a los turcos, afirmaron no haber capturado ningún prisionero en el sector. ¿Qué extraño suceso había ocurrido allí? Toda esta historia, divulgada gracias a los libros de Jacques Bergier y Peter Kolosimo, nació como consecuencia de una reunión conmemorativa de la campaña de los Dardanelos celebrada en 1965, cincuenta años después de los hechos, y en la que tres soldados neozelandeses de la 3ª sección, 1ª compañía de ingenieros, hicieron estas sorprendentes declaraciones, con la esperanza de que hubiese algún testigo más de aquel extraño suceso acontecido en el lejano verano del año 15. La verdad es que su testimonio es realmente impactante:

Se pudo ver que, a pesar de un viento sur que soplaba con una velocidad de seis a ocho kilómetros por hora, esas nubes no cambiaban ni de lugar ni de forma. Con respecto a nuestro punto de observación, de 150 metros de altura, planeaban con cerca de 60º de elevación (1.200 metros de altura). Bajo ese grupo y en situación estacionaria sobre el suelo, se encontraba otra nube parecida en cuanto a su forma, que medía cerca de doscientos cincuenta metros de largo, sesenta y cinco metros de alto y sesenta metros de ancho. Esa nube era extremadamente densa, hasta el punto de parecer sólida (…). Se vio entonces que un regimiento inglés compuesto de varios centenares de hombres, el cuarto de Norfolk, remontaba ese camino o lecho de río hacia la cota 60. Cuando llegaron hasta la nube, penetraron en ella sin vacilar. Cerca de una hora más tarde, una vez que el último soldado hubo desaparecido en su interior, la nube se elevó muy discretamente del suelo y, como cualquier nube o neblina, subió lentamente hasta juntarse con las otras nubes…

Sin embargo, desde el primer momento, hubo una serie de factores que hicieron pensar a los expertos que su declaración no era exacta, aun a pesar de contener detalles muy precisos. Por lo pronto, el 4º de Norfolk no era un regimiento entero, sino un batallón, y además terminó con bajas, pero intacto, la campaña de los Dardanelos. Los testigos se referían sin duda al 5º batallón de dicho regimiento, que desapareció en un ataque, pero de acuerdo con los archivos británicos no el 21 de agosto, sino el 12, a unos cinco kilómetros de distancia de donde se encontraban los ingenieros neozelandeses y no en la posición que ellos indican. Lo sorprendente es que hay otro texto que, en lo sustancial, parece coincidir con lo afirmado por los tres camaradas de armas y que consta en los documentos de la Comisión de los Dardanelos. A finales de 1917 esa comisión, creada para evaluar lo sucedido en la desastrosa campaña, terminó su informe definitivo, el cual fue entregado al alto mando aliado. Según se indica en el mismo, una densa bruma que reflejaba los rayos del Sol cubrió la bahía de Suvla el 21 de agosto de 1915 —sí, el 21, como afirman los testigos, no el 12—. Este hecho, que no era en absoluto extraño, pues sucedía de forma habitual en la zona, generó una enorme dificultad a los soldados aliados para poder percibir con exactitud la posición de los blocaos, casamatas y trincheras turcas, al tiempo que permitía a los defensores hacer blanco con mucha más precisión en las densas masas de infantes atacantes. En cualquier caso, lo cierto es que el documento hace referencia a la niebla, la identifica como un fenómeno meteorológico anómalo, pero usual en el cálido verano de la región, e indica que a lo largo de la tarde de dicho día tropas del CUANZ —tres mil hombres en total— se lanzaron al asalto de la cota 60, ataque en el que fueron apoyados por el 4º batallón del regimiento real de Norfolk. La comparación de la narración de los testigos neozelandeses con lo descrito en el informe oficial es sumamente curiosa, pues parece que los soldados que describen el supuesto fenómeno extraño de la nube separaron dos sucesos reales, la nube y el ataque, como si fuesen algo independiente, cuando en realidad era algo perfectamente conocido por los combatientes aliados al dar comienzo el avance.

Por otra parte, los documentos hablan con claridad de una extensa bruma y no de una nube de doscientos cincuenta metros posada sobre el suelo, tal y como se afirma en los testimonios de los testigos, que describen un fenómeno tan extraño que de haberse producido, sin duda, no hubiese pasado desapercibido a los observadores de ninguno de los bandos, siempre alerta ante cualquier estratagema nueva del enemigo.

Lo cierto es que el 5º batallón de infantería del regimiento real de Norfolk fue dado por desaparecido ante las trincheras turcas tras los trágicos sucesos del 21 de agosto de 1915. Pero los valientes soldados, que se lanzaron colina arriba contra las trincheras otomanas en apoyo de sus compañeros australianos y neozelandeses que atacaban la cota 60, en medio de las explosiones de las granadas, de la metralla y de los proyectiles de las ametralladoras, nunca fueron a ninguna parte, al menos sus cuerpos, pues a partir del 23 de septiembre de 1919, terminada la guerra, se recuperaron ciento veintidós de sus cadáveres. Los otros ciento cuarenta y cinco restantes quedaron mezclados con la tierra para siempre, deshechos por la metralla, los impactos de la artillería y el calor del verano, que aceleró la putrefacción de los cuerpos, lo mismo que pasó con los cuerpos nunca recuperados de veintisiete mil de los treinta y cuatro mil caídos de las fuerzas aliadas en la terrible batalla. En cuanto a sus almas, esperamos que hayan podido descansar en paz.

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