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Los rosacruces

En 1623, colocaron sobre los muros de París unos carteles con un texto bastante intrigante:

Nosotros, diputados del Colegio principal de la Rosacruz, visitamos visible e invisiblemente esta Villa por la gracia del Muy Alto, hacia Quien se vuelve el corazón de los Justos. Mostramos y enseñamos a hablar sin libros ni marcas, a hablar toda clase de lenguas de los países en los que deseamos permanecer para liberar a los hombres, nuestros semejantes, del error de la muerte.

Si alguien quiere vernos solamente por curiosidad, jamás comunicará con nosotros, pero si la voluntad le lleva a inscribirse realmente en el registro de nuestra Confraternidad, nosotros, que juzgamos los pensamientos, le haremos ver la verdad de nuestras promesas; no revelaremos el lugar donde nos alojamos en esta ciudad, porque los pensamientos, junto a la voluntad real del lector, serán capaces de hacernos conocer por él y de que él nos conozca a nosotros.

Su lectura provocó excitación por toda Europa y más cuando se dieron a conocer tres manifiestos anónimos en Alemania que hablan por vez primera de una sociedad secreta a la que llaman Rosacruz. Fueron los siguientes: Fama Fraternitatis, aparecido en 1614, un curioso opúsculo de quince páginas donde se exponían las ideas fundamentales, aludiendo a un misterioso libro, el Liber Mundi, para algunos escrito por Dios; Confessio Fraternitatis, también anónimo y publicado en Cassel en 1615; y, por último, Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz, un libro aparecido en el año 1616, y escrito por el erudito luterano Johan Valentín Andrae.

Entre 1614 y 1620, se publicaron alrededor de cuatrocientos panfletos, manuscritos y libros que hablaban de los manifiestos, unos para elogiarlos y otros para denigrarlos. De cualquier manera, su aparición constituyó un importante acontecimiento histórico y esotérico. Un grupo que decía poseer el conocimiento universal no podía dejar indiferente a nadie. Formar parte de sus filas significaba, si era verdad lo que decían esos manifiestos, conocer la lengua en la que se expresaba Adán antes de salir del Paraíso Terrenal y poseer el dominio de la ciencia de los números cabalísticos con la que podrían descifrar los secretos de las Escrituras. De un modo general, los rosacruces defienden la fraternidad entre todos los hombres y que éstos puedan desarrollar sus potencialidades para hacerse mejores, más sabios y felices.

Vamos, que se hablaba de un grupo depositario de los secretos de la ciencia, las artes, la filosofía, la alta magia y la religión. A sus miembros se les atribuía facultades asombrosas y sobrehumanas. Gracias a una hábil propaganda, se les creyó dueños de la piedra filosofal y del elixir de la vida. Tenían capacidad para fabricar piedras preciosas, lámparas que no se apagaban y músicas artificiales. Estarían en posesión, entre otros, del secreto del movimiento continuo y de la interpretación total de los misterios de la naturaleza. Y, por si les parece poco, tenían otras dos facultades para sacar nota: hacerse invisibles y ser inmortales.

La filosofía o pensamiento rosacruz se convirtió en un estilo de vida que recorrió Europa en los siglos XVII y XVIII. Los escépticos decían que la Orden Rosacruz fue creada bajo inspiración protestante para ser un contrapunto a la Compañía de Jesús.

Como todo grupo secreto, sus orígenes son más que difusos y hasta se puede hablar de dos o tres orígenes diferentes. El más fabuloso se remonta a los tiempos de un tal Christian Rosenkreutz, supuesto depositario de los importantes arcanos de Oriente que no debían perderse, de ahí la necesidad de perpetuar esos conocimientos a través de un linaje. Se habla de Rosenkreutz, nacido en 1378 y muerto en 1484, cuya sepultura no fue descubierta hasta ciento veinte años después de su muerte, tal como él mismo había anunciado. Según los manifiestos citados, Rosenkreutz falleció a los ciento ocho años, y su tumba fue encontrada en 1604 en el fondo de una gruta donde había vivido hasta los últimos días de su vida. Sobre la lápida que guardaba sus restos mortales podía leerse la siguiente inscripción: «Abrirán mi tumba cuando transcurran ciento veinte años». Dentro del recinto había una cripta hexagonal con un altar en el centro y debajo de él, apartando una pesada losa de granito, la gruta donde se encontró el cuerpo de Rosenkreutz, «entero y sin consumir», es decir, incorrupto. También existía en dicha cripta un armario de espejos que poseían diversas virtudes y un pergamino titulado Libro T, descrito como el mayor tesoro después de la Biblia. Junto al ataúd fueron hallados, en forma de manuscritos, todos los conocimientos secretos que el fundador de la orden había acumulado a lo largo de su vida y que legaba a la Humanidad. Dejaba normas para la creación de una sociedad ocultista con la cual reformar el mundo y llevar a los hombres por el camino de la sabiduría.

Hay quien hace remontar el origen de esta orden a la época de Akhenaton, afirmando que cada ciento veinte años reaparecen sus miembros para dar impulso al mundo, si bien para otros autores estos periodos de actividad son de ciento ocho años, seguidos de un periodo de recogimiento de igual duración. Sería una de las más misteriosas y enigmáticas leyes cíclicas de la organización, cuyo origen se pierde en las tradiciones: los ciento ocho años de acción externa de la orden y sus ciento ocho años siguientes de oculta y silente actividad, una cifra que supone el retorno a la unidad, según el cálculo teosòfico. Cada periodo de renacimiento es como una nueva orden que nace sin conexión alguna con los ciclos precedentes. Durante los ciento ocho años de inactividad, los miembros de las ramas y de la jerarquía no cesan en sus quehaceres individuales. Inician a personas de su familia y se preparan durante los años inmediatos al nuevo nacimiento de la orden, poniéndose en contacto con ramas activas de otros países y anunciando al mismo tiempo el comienzo de un nuevo ciclo en el suyo. Esto se debe a que en la mayoría de los países europeos no había coincidencia de fechas en cuanto a los periodos. Así, vemos que mientras en Alemania la Orden Rosacruz estaba dormitando, en Francia y Holanda estaba muy activa. Por el contrario, la orden se mostraba inerte en Francia cuando renacía en Alemania y culminaba su actividad en Inglaterra.

Es en el siglo XIX cuando se impulsó un renacimiento rosacruciano a cargo de Estanislao de Guaita (orden cabalística de la Rosacruz) y el Sar Peladan (Rosacruz Estética del Templo y el Grial). A lo largo del tiempo se han incluido entre sus filas a grandes personajes de la cultura como fueron Descartes, Víctor Hugo, Newton, el conde Sant Germain o Goethe. La masonería adoptó algunos términos en sus logias regulares como en el caso del rito escocés antiguo y aceptado, donde al grado dieciocho se le llama «soberano príncipe rosacruz, caballero del águila y del pelícano».

Actualmente existen una veintena de organizaciones que se denominan Rosacruz, casi todas ellas en competencia. Las órdenes rosacruces, denominadas fraternidades, normalmente se organizan en una estructura de tipo masónico formada por grados, los cuales son alcanzados por el aspirante a través de varias iniciaciones.

Hay tres grupos principales que son los que defienden con mayor rigor los postulados y los principios rosacrucianos. Los dos primeros tienen una génesis similar en torno al mismo año (1909, porque el ciclo de ciento ocho años renacía precisamente en esa fecha) y un mismo lugar en cuanto a la ubicación de su sede: California. Los dos dicen haber sido inspirados por los «superiores desconocidos».

El primero es la Fraternidad Rosacruz (Rosicrucian Fellowship), fundada por el danés Max Heindel, en Oceanside, California. En ese solar, al que denomina Mount Ecclesia, posteriormente sede del movimiento, funda su primera congregación de discípulos. Y allí le sorprenderá la muerte el mes de enero de 1919, a los cincuenta y tres años de edad, dejando el puesto a su esposa Augusta Foss, quien se encarga de la escuela hasta convertirla en una asociación internacional a través de un sistema de enseñanza por correspondencia. Actualmente, la Fraternidad Rosacruz la dirige un comité de siete personas elegidas mediante voto secreto entre todos los miembros de la escuela.

El otro es la AMORC (acróstico que corresponde a la Antigua y Mística Orden de la Rosacruz), fundada por Harvy Spencer Lewis, con sede en San José, California. Es una de las más proselitistas, conocidas y activas. En el momento actual es Christian Bernard, un francés, quien asume la más alta responsabilidad de la AMORC, al haber sido elegido por unanimidad por los miembros del Consejo Supremo para la función de Imperator.

El tercer grupo es el Lectorium Rosicrucianum, que surge en la ciudad de Haarlem (Holanda) el 24 de agosto de 1924. Sus fundadores son dos hermanos, Jan Leene y Z.W. Leene. Jan adoptaría más tarde el nombre de Jan van Rijckenborgh. Cuando en 1938 muere el hermano mayor, su puesto es ocupado por la señora H. Stock-Huizer, que adoptaría el nombre de Catharose de Petri. Ellos sostienen el criterio de que Rosenkrantz no fue el apellido de un hombre, sino que se refiere a una orientación espiritual determinada. En 1953, tras treinta años de trabajo, la Escuela Espiritual del Lectorium Rosicrucianum fue acogida, como joven fraternidad, en la cadena de la Fraternidad Universal. Posee una doctrina, una jerarquía espiritual y unos grados de iniciación, y sus miembros forman parte no tanto de una escuela, sino de una Iglesia. Tal es así que Lectorium se encuentra registrado con el número 376-SG dentro de las entidades religiosas inscritas en la Dirección General de Asuntos Religiosos del Ministerio de Justicia de los Países Bajos.

Como dice un principio rosacruz, común a todas las tendencias: «Las relaciones humanas están basadas en el amor, la amistad y la fraternidad, de manera que el mundo entero pueda vivir en paz y armonía».

Que así sea.

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