Enigma

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Joaquim

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Joaquim

Las veo aparecer en el alba ya tibia, lentas y livianas. La fusión de sus cuerpos es tan evidente que cuando la mano derecha de Fulvia se alza para saludarme y sonríe, veo su brazo y su mano como emanando de dos cuerpos. Me levanto. Fulvia me da un beso distendido.

—¡Naoki, éste es Joaquim, mi profesor loco!

Naoki me tiende una mano lisa, flexible y cálida, sonríe apenas pero sus ojos captan cada vibración de mi rostro, de mi cuerpo, cada movimiento interior, cada latido de mi corazón. Había dejado puestas tazas en la mesa baja, les ofrecí un café, que Naoki declinó: sólo bebía té verde; sacó una bolsita de su bolso. Fulvia se eclipsó. Naoki, con voz un poco apagada, llegada de lejos, se dirigió a mí.

—Zoe me ha hablado mucho de usted. Le venera y piensa que podríamos unir nuestras fuerzas para hacer cosas osadas.

La fórmula me hizo sonreír y me turbó un poco, no estaba seguro de que fuera accidental. Ella lo advirtió, porque añadió:

—Como publicar poesía. No sé si se lo ha dicho Zoe, yo podría financiar el proyecto.

—Me lo ha comentado brevemente.

—El nombre de la librería sería un nombre perfecto para la editorial.

—Sí, yo también lo había pensado.

—Podríamos traducir poetas extranjeros y buscar autores españoles y catalanes.

—Entre los tres, creo que podríamos cubrir un espacio bastante amplio.

—¡Pues lancémonos!

—Necesito un poco de tiempo para abrir la librería y ponerla en marcha, pero Zoe y usted pueden empezar a explorar, a pensar.

—De vez en cuando le robaremos una hora para decirle en qué punto estamos. Entretanto meditaré sobre el papel, es un aspecto muy importante para nosotros, los japoneses. Y sobre el formato, la cubierta...

—A mí también me importa mucho la calidad del papel y la tipografía.

Fulvia regresó y llenó la taza de Naoki de agua caliente. Naoki abrió con delicadeza el pequeño rectángulo de papel que contenía el té verde envuelto en una gasa transparente.

—¿O sea que está listo el primer libro?

—Casi —dijo Naoki.

—Formaremos un trío infernal —dijo Fulvia.

—Mañana mismo contactaré con unos impresores y fijaré el presupuesto.

—Para encontrar un distribuidor, pienso que habría que publicar varios libros de calidad simultáneamente. Tres por ejemplo. Podría hablarlo en la Universidad. A mis alumnos les apasiona esto, y propagarán la noticia.

Fulvia mojó los labios en el café mirándome por encima de la taza, cuya blancura hacia resaltar el ámbar de sus ojos. Todo concordaba maravillosamente y tenía el convencimiento de que el proyecto vería la luz.

—Joaquim, ¿me permites que le enseñe la casa a Naoki?

—No faltaba más.

—¿El piso, también?

—Claro...

Las vi levantarse con un movimiento flexible, elegante. Se tomaban la mano. Fulvia hacía gestos amplios, señalaba el escaparate, los anaqueles, la ubicación de la mesa. No oía lo que decía pero me gustaba mirarlas. Vi desaparecer progresivamente sus largas piernas cuando subían la escalera.

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