Enigma

Enigma


Naoki

Página 51 de 101

Naoki

Zoe se acostó en la gran cama, desde donde me invitó a reunirme con ella. Yo dudaba, a pesar de mi deseo. Pensaba en Joaquim, que podía subir. Pero cuando Zoe empezó a quitarse la ropa, cuando vi sus flexibles pechos a la luz diáfana, cuando alzó las caderas y el pubis para deslizar la falda abriendo la boca al mismo tiempo, no pude contenerme. Me desnudé rápidamente y me reuní con ella. No tuve paciencia para besarla y dirigí directamente los labios al santuario donde toda pasión se desliza y se disuelve. Muy pronto, comenzó a gritar y, sin que siquiera me tocara, me corrí al mismo tiempo que ella.

Inmediatamente después, cuando se había hecho ya el silencio, un estertor, un sollozo que venía de la terraza nos dejó paralizadas. Zoe me miró: por su rostro cruzó un velo de tristeza. Se levantó y, sin vestirse, bajó a la planta baja. Yo estaba estupefacta. Me levanté a mi vez, me acerqué a la ventana y la vi incorporando lentamente a Joaquim, totalmente desmoronado. Le hablaba con gran suavidad, pero yo no entendía lo que le decía. Le ayudó a levantarse, entraron en la librería y los oí subir. Tenía ganas de escabullirme, de esconderme en el cuarto de baño, pero, sin saber por qué, me tumbé, con la cara vuelta hacia la escalera, donde los vi aparecer. Joaquim sollozaba, apoyado en Zoe, y hasta ese instante no reparé en que cojeaba.

No me miraba y se dejaba conducir como un herido. Zoe lo desnudó. Su pierna atrofiada me emocionó hasta el punto de que mi vientre se puso a temblar de forma incontrolable. Zoe acostó a Joaquim en la cama entre nosotras dos, y lo abrazamos. Se calmó, y cesaron sus sollozos. Zoe le acariciaba la cara, que me pareció muy hermosa, pues nunca había visto a un hombre tan alterado. Nuestros tres rostros permanecieron muy próximos durante varias horas. Respirábamos a la vez. Nuestros cuerpos desprendían paz y poco a poco Joaquim se reanimó y comenzó a exhalar un perfume de alegría y de serenidad. Nunca hubiera pensado que un hombre pudiera compartir esa dulzura femenina sin intentar aprovecharse de ella, que pudiera mostrar sus emociones con semejante libertad.

Se había hecho de día y nos dormimos sin aflojar nuestro abrazo.

Ir a la siguiente página

Report Page