Enigma

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Naoki

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Naoki

Desnuda ante el espejo, con todas mis uñas aceradas, reabrí los puntos de mi cuerpo que acababan de cicatrizar. Me arañé el vientre y los hombros. No salía sonido alguno de mí. Necesitaba ver mi sangre, necesitaba que brotase color de mí. No me detuve hasta que estuve cubierta; entonces me arrojé en las sábanas blancas. Ni lágrimas ni sollozos. Sólo el terror de no ser ya nada, el terror a la soledad y ya la cruel ausencia del cuerpo de Fulvia, de su calor, de su vibrante presencia.

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