Enigma

Enigma


Naoki

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En ocasiones, cuando me apetece, voy a buscar, al fondo de mi cajón de ropa interior, el más asombroso de los accesorios para iPod: «Oh! My God.» Es un delgado tubo negro, a juego con el color negro del iPod y conectado a un micro analizador de frecuencias que traslada cada partitura musical a una extensa gama de vibraciones. Esa noche sentí que todo mi cuerpo iba a vibrar sin interrupción. Instalé el iPod Vibe y elegí ropa sensual y ligeramente transparente. Hice una concesión con el calzado y me puse unas zapatillas de tenis negras, pues tenía ganas de andar. ¿Qué música podía elegir para sentir los crescendos, los estallidos, en el corazón de mi intimidad? Tenía mil trescientos compacts en mi lector.

The digil Parker Project de Automotive me pareció la música ideal para procurarme deliciosas sensaciones. Me hacía especial ilusión la idea de correrme en público, sin que nadie se diera cuenta, como una formal japonesita que ama la música con locura. ¡Ah! Los primeros graves vibraron en mi interior no bien pisé la bonita callejuela debajo del edificio donde vivo. Llevaba puestas las gafas que transformaban a los seres en blanco y negro, y esa noche reinaba una armonía especial en lo que oía, lo que experimentaba y lo que veía. La respuesta inmediata de mi sexo al correrme hizo que se me dibujara una sonrisa. Decidí ir a un club muy extraño cuya clientela está cuidadosamente seleccionada. Con ayuda de un código, había que seleccionar la página web, que cambiaba cada semana en Internet, y luego pasar por una segunda comprobación telefónica. Ningún intruso podía colarse en el Ónix, donde jugaban las mentes oscuras y aterrorizadas.

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