Enigma

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Ricardo

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Sentado en uno de los bancos de la plaza, a cierta distancia, veía sin ser visto. La librería parecía un islote de luz. El librero podía considerarse afortunado. No había oído la conversación: los tres hablaban en voz baja, como para no disturbar los árboles. Resulta curioso observar de lejos el rostro de un hombre feliz... Su piso debía de estar encima de la librería. Estaban abiertas las tres ventanas y vi pasar a la japonesa varias veces, pero la otra chica parecía haber desaparecido. La japonesa volvió a pasar, ahora desnuda. Imaginé por un instante la escena que estaría desarrollándose, pero luego me dije que hacía calor, que tal vez estaba tomando una ducha. Risas y suspiros, besos sonoros. Un grito de goce. El día salía de repente como si quisiera participar en la fiesta que tenía lugar en Bartleby & Co. Al poco una tercera voz se sumó a aquella extraña fuga, la de los sollozos del librero, inclinado hacia delante, como si fuera a desplomarse.

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