Emma

Emma


CAPÍTULO XLVII

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¡Oh! ¡Ojalá no se le hubiera ocurrido nunca la idea de querer mejorar la posición de Harriet! ¡Ojalá la hubiera dejado en el puesto que debía ocupar y que él siempre le había dicho que era el suyo! ¡Ojalá nunca hubiese impedido, cometiendo una insensatez que no tenía palabras bastantes para expresar, que se hubiese casado con un joven irreprochable que la hubiese hecho feliz y respetada dentro del género de vida al que debía pertenecer, y no hubiese ocurrido nada de todo aquello! No se hubieran producido ninguna de aquellas terribles consecuencias.

¿Cómo había sido posible que Harriet se hubiera atrevido a pensar en el señor Knightley? ¿Cómo podía atreverse a imaginar que era la elegida de un hombre como aquél antes de que él se lo asegurara formalmente? Pero Harriet era menos humilde, tenía menos escrúpulos que antes… Parecía sentirse menos inferior, tanto intelectualmente como de posición social… Había parecido admirarse más de que el señor Elton accediera a casarse con ella, de que fuese el señor Knightley quien lo hiciese… ¡Pero, ay! ¿No era ésta también su propia obra? ¿Quién si no ella se había preocupado tanto por conseguir que Harriet se valorase a sí misma? ¿Quién sino ella le había inculcado que iba a encumbrarse socialmente, dentro de lo que fuera posible, y que tenía grandes condiciones para aspirar a una situación mucho más elevada? Si Harriet había dejado de ser humilde para ser vanidosa, ésta era también obra suya.

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