Emily

Emily


CAPÍTULO II

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CAPÍTULO II

No podía moverme por si era un espejismo.

Se sentó al borde de mi cama y apartó el cabello de mi rostro. Le llamó la atención mis cristalinas lágrimas.

-Tan bella y perfecta es imposible que exista una joven. No eres de este mundo.

Acarició mi rostro. -Eres un ser muy especial y tan hermoso que hechizas a cualquier humano.

Pequeña, ¿estás sola sin nadie que te pueda consolar?

Con un suspiro intenté hablar, tenía miedo de que desapareciera el caballero que podía verme y hablarme.-Sí. No sé por qué nadie se comunica conmigo. Usted es el primero.

Frunció el ceño.-Es extraño que haya venido hasta estas tierras tan lejanas. Llevo caminando varios días y he llegado hasta aquí, sin conocer el motivo de mi viaje. Tampoco nadie ha podido verme, ni oírme desde hace tiempo.

-Caballero, ¿entonces también usted está muerto?

-Es la explicación más razonable. No he tenido que comer, ni beber, ni dormir, hasta encontrar este rincón perdido.

¿Cómo es posible algo sobrenatural que no tiene lógica?

-¿Recuerda algo de su pasado?

-Nada. Es como si mi mente estuviera vacía, no sé quién soy, bueno conozco el nombre con el que alguna vez me han llamado: Eduard.

-Igual me ocurre a mí. Soy Emily, tengo veinte años o tenía ya no lo sé.

¿Desea que le acompañe al cementerio de la aldea para comprobar si se encuentra su cuerpo allí enterrado? Puede darnos alguna información más sobre su vida.

 

-De acuerdo Emily, vayamos a enfrentarnos con nuestra propia muerte. Imagino que tu cuerpo reposará allí.

-Sí, me encontraron flotando en el lago. Pero soy una desconocida.

Me ayudó a incorporarme y nos miramos fijamente. Era un hombre muy atractivo con el cabello negro liso y un poco largo, los ojos de un verde musgo muy penetrantes, con largas pestañas y cejas un poco espesas, la nariz recta y la boca grande con una sonrisa amable. Su mentón era firme y su piel más oscura que la mía. Su complexión física era musculosa y muy alto, le llegaba a la altura de sus anchos hombros. Iba vestido con unos pantalones blancos, al igual que una camisa de manga larga, abotonada hasta el cuello.

Me cogió la mano y fue la primera vez que nos sonreímos.

-Emily, ahora ya nunca estarás sola.

-Gracias Eduard por venir a rescatarme de mi desolación. Es terrible estar en completa soledad, con la única compañía que mis oscuros pensamientos.

-Yo también estaba angustiado, porque te escuchaba en tus lamentos y deseaba consolarte.

Nada tenía sentido más que buscarte y curar tu dolor.

Menos mal que te he encontrado y tú también me has salvado de volverme loco, por no saber por qué no existo en ningún lado.

Mirándonos con alegría y con pasos casi flotando, llegamos al cementerio.

-Emily, ¿dónde se encuentra el lugar de tu reposo?

-Al final del camino.

Debajo de un ciprés. Es la lápida de mármol blanco con una paloma labrada en la cruz dorada.

Nos acercamos y contemplamos mi tumba, había otra al lado con idéntica forma. Leímos la inscripción: “Aquí yace un joven desconocido  flotando en el lago…”

Nos miramos sorprendidos. Los dos habíamos muerto de la misma manera y estábamos enterrados juntos.

-¡Dios! Es terrible no saber lo que significan nuestras muertes y el destino al que no estamos aún preparados. Si no, ¿por qué todavía habríamos de permanecer en este mundo vagando sin sentido?

-Sí, alguna deuda o venganza debemos de tener en nuestra anterior vida; sería absurdo seguir aquí como dos espíritus flotando en el limbo. Bueno, en el bosque, cerca de donde nos han hallado los aldeanos y con su generosidad nos han enterrado.

Me estrechó entre sus fuertes brazos. Lo curioso es que entre nosotros era como si fuéramos corpóreos y sintiéramos nuestros cuerpos.

Acarició con su mano mi largo cabello.-Comprendo la terrible angustia que has pasado y si yo no llego a encontrarte, no sé que barbaridad hubiera hecho.

Tu cuerpo y tu alma me reconfortan. No comprendemos todavía la razón de esta existencia. Pero si tenemos que afrontarlo juntos, me alegro que tú seas mi compañera.

Pensé que eras un sueño producto de mi enferma mente. Aunque ahora tocándote, comprendo que estábamos predestinados a estar juntos. Solamente con sentir tu corazón, haces que el mío vuelva a palpitar.

Y tu increíble belleza me deja deslumbrado.

-Eres un caballero muy amable y generoso. Estoy en deuda contigo por salvarme de algo más terrible que la propia muerte. Y me agrada tu compañía y aspecto. Eres un hombre muy atractivo.

Sonrió pícaramente.-Seremos una pareja unida por el amor y sin miedos porque ya nada tenemos que perder.

Me puse triste.-Eduard, desconocemos el tiempo que pasaremos juntos. ¿Y si fuera todo un sueño y ninguno de los dos existimos? O peor aún, si ahora que nos hemos encontrado, una mañana nos despertamos completamente solos, sería lo más horroroso que nos pudiera ocurrir.

Nos abrazamos fuertemente delante de nuestras lápidas.

 

-Desafiaré a quién sea si intentan separarnos. Sería la mayor crueldad a la que nos viéramos sometidos.

No lo consentiré, eres mía y lo único que tengo. Te cuidaré como el tesoro que eres y nada ni nadie me hará abandonarte. Y mataré a los dragones que hagan falta o si viniera alguien a raptarte.

-Tengo frío y antes no lo he sentido. Vayamos a la casita y encendamos una hoguera. De repente me siento muy cansada y hambrienta.

-Sí, es cierto, yo también necesito recuperar fuerzas y descansar.

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