Emily

Emily


Capítulo 11

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—Apenas las recuerdo, Colin... —Los dedos de Colin se enredaron a los de ella para detenerla.

—El conde de Jersey te duplica la edad, Emily.

—Y también es viudo... —agregó ella con una liviandad tal que le crispó los nervios a Webb—, y tiene dos hijos. ¡Mejor imposible!

Él ardía, ella ardía. Compartían el mismo fuego, uno que los consumía a fuerza de deseo. ¿Cuánto tiempo podían extender un compromiso? ¿Dos meses? ¿Tres? ¿El resto de su vida? Lo último. ¡Tenía que ser lo último!

—¿Qué pretendes decir?

—Que el hecho de que conciba o no a su heredero no es una condición fundamental para casarse conmigo.

Lo destruía. Con su cercanía, con sus palabras. Cuando ella ya no estuviese a su lado... cuando estuviese en brazos de otro, ¿qué quedaría de él?

—Em, esto lo hago por ti, para procurarte...

—No, lo haces por ti, Colin —lo interrumpió dueña de un ímpetu que le paralizó el corazón—. Miéntele a todos, miénteme a mí... pero no te mientas a ti. Tú estás haciendo tu parte tal cual lo planeaste. ¿Y qué si es Lord Villers? Él o cualquier otro, da igual para mí, ninguno de ellos eres tú.

¿Cómo no besarla? ¿Cómo? ¡Al diablo Londres, la nobleza, su apellido... el condenado protocolo! La besaría ahí, y que todos los vieran. Les robarían el apodo a los Bridport... ellos serían el nuevo escándalo de la ciudad.

—¡Ey, ustedes dos... no se abusen! —Daphne, que se valía de la compañía de Zach para hacer la experiencia más entretenida, les llamó la atención—. Ya tendrán suficiente intimidad cuando sean marido y mujer —dijo interponiéndose entre los cuerpos que estaban al límite del roce—. ¡Emily, ven! —dijo brindándole el brazo—, creo que vi a Darlene Holly por ahí...

—¿Darlene Holly? —preguntó correspondiéndole, se notaba que quería huir de él.

—Sí, la amiga de lady Anne —le susurró—. ¡Vamos a restregarle tu compromiso por la nariz!

Colin no tuvo más alternativa que la compañía de Zachary.

—Debo confesar que el estilo de cortejo inglés me resulta muy entretenido. —Zachary habló sin invitación a conversación—. Creo que voy a experimentar con el mismo.

—¿A qué te refieres? —preguntó Colin saliendo de la nube gris de sus pensamientos.

—Lo que se interpreta, voy a cortejar a una muchacha inglesa... ¿conoce a alguna, milord? —La pregunta tenía doble intención, Colin lo percibió de inmediato.

—¡No! —fue tajante.

—Yo creo que sí —dijo guiando su mirada a Daphne—. Podríamos hacer extensiva la unión familiar, Grant y Webb por partida doble. ¿No te parece maravillosa idea... Colin? —El tuteo cumplió con su función, alterar al futuro conde.

—¡Ni se te ocurra, me has oído! —El roce de cuerpos hizo acto de presencia, el pecho de Colin chocó contra el de Zach—. Deja en paz a mi hermana, si te atreves a jugar con ella...

—¿Qué? —lo interrumpió respondiendo el empujón con otro. Ya no había aires de broma en Zachary—. ¿Dime qué vas a hacer? ¡Quiero saber así lo implemento contigo, maldito imbécil! ¿Acaso tú eres el único que puede jugar con hermanas?

El puño de Colin estaba listo para ir directo al rostro de Zachary Grant, sin escalas. Si no lo hizo, no fue por cobardía, sino por la amarga sensación que le ocasionó lo oído. ¿Zachary Grant estaba al tanto de la fantochada que era el compromiso entre él y Emily?

—Te quedaste mudo... y eso significa una sola cosa: no puedes desmentirme. ¿Quién juega con quién ahora? —Se acercó lo más que pudo a él para susurrarle—. No sé qué pretendes con esto, no me interesa, solo ponle un fin antes de que sea demasiado tarde. ¿Me oíste, Webb?

—Fuerte y claro... tanto, que no me importa en lo absoluto. —Volvió a empujarlo. No podía negar que la postura que el joven Grant exponía era correcta y justificable, aun así, no desistiría, él tenía sus motivos.

—Perfecto... —dijo Zach aflojado el nudo de su corbata—. Entonces voy a molerte a golpes aquí mismo hasta que te importe.

—¿Tú? ¿Molerme a golpes?

—Sí, imbécil... te mereces esta golpiza desde hace semanas. —Estaba a pasos de quitarse la chaqueta.

El deseo de pelea era compartido.

—Espera —dijo Colin colocando una mano en el pecho para inmovilizarlo—. Tú quieres esto... yo lo quiero, pero aquí no; tú serás un bárbaro americano, yo no… y los hombres aquí presentes tampoco, en segundos se interpondrán para separarnos.

—¡Con segundos me es suficiente, Webb! —Zachary estaba en llamas.

—Eso ya lo veremos, pero insisto, no aquí... en un ring, como corresponde. El que se mantenga en pie, gana. ¿Qué me dices?

La mirada de Zach se perdió en la lejanía, y ahí se quedó por unos segundos, perdido. De la nada, regresó en sí. Una mujer, que no era su hermana, parecía demandar de él un porte de caballero. Quizá Colin podía anotarse el punto por su retórica y su capacidad de convencimiento, pero no era él quien había serenado al californiano, sino una mirada de ojos azules que lo contemplaba, lo quemaba, lo invitaba.

—Si gano, terminarás con esto... te alejarás de mi hermana para siempre. —Extendió la mano a él para sellar el encuentro.

—Si ganas, así lo haré —finalizó correspondiendo el apretón de manos.

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