Emily

Emily


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Epílogo

Si existía el paraíso, sin lugar a dudas, se encontraba en California. Un mes en tierra americana, bajo el sol del desierto y en brazos de su esposa bastó para que Colin Webb se olvidara de sus raíces.

Emily se preguntaba en qué parte del estanque se había quedado el «Lord». Estaba cubierto de barro hasta la cintura, y por arriba de ella, la arena del desierto se consagró como ganadora.

Jonathan y Zach reían a carcajadas, era pura y absoluta obra de ellos.

—¡Se suponía que era una cabalgata! —les recriminó a sus hermanos, sabía que lo habían hecho a propósito—. ¡Una simple cabalgata!

Colin descendió del caballo con una sonrisa en los labios, estar sucio de los pies a la cabeza no parecía molestarle ni un ápice.

—¡Lo fue! —se defendió Jonathan desde el refugio de su montura.

—¡De Zachary no me sorprende, pero ¿de ti, Jonathan?!

—Cariño, el único culpable aquí fue el estanque que se cruzó en mi camino —dijo Colin besándola en la mejilla una vez que estuvo a su lado.

Mentía, y ella lo sabía, la expresión de picardía delataba a sus hermanos. ¡Malditos bravucones! Los atravesó con la mirada, tenía deseos de abofetearlos.

Los Grant no eran tontos, reconocían al instante los humores asesinos en su hermana. Tiraron de las riendas para emprender la despedida, el matrimonio gozaba del privilegio de la intimidad en una de las tantas casas de la familia construidas en torno a los viñedos.

—¡Webb, no lo olvides! —Le recordó Zach— ¡Mañana al amanecer pasamos por ti! Así aprendes de una buena vez por todas la «manera americana».

—Sí, Webb, y yo que tú... me ahorro el baño. —Jonathan no pudo contenerse, se quebró en una carcajada, siempre hallaban la manera de empujar a su cuñado a alguna situación que involucrara el ataque a su imagen perfecta.

—¡Yo que tú, me busco mi propio esposo! —les gruñó Emily.

Los cascos pisaron fuerte, era momento del adiós.

—¿Oíste, Zach? Creo que te habló a ti. —Jonathan extendió la broma a su hermano.

—No, es obvio que se refiere a ti...

Se alejaron al galope, discutiendo, lanzándose infantiles improperios. Así eran...

Una vez lejos, Emily sonrió y se lanzó a los brazos de su marido. Él la devoró con un beso.

—Ellos no lo saben, pero en realidad me hacen un favor —murmuró sobre sus labios.

—Lo sé... —Los labios de Emily fueron en busca del reencuentro—. La tina ya está lista.

La cargó en sus brazos hasta llegar a la casa. Ella se abrazó a su cuello.

—Por si no te lo he dicho ya —dijo abriendo la puerta con su pierna—, amo la manera americana.

—¿La manera americana? ¿Cuál sería esa manera? —Un par de peldaños y ya estarían en la calidez de la habitación.

—Tú, yo, y la tina hasta la caída del atardecer.

—¡Oh, qué maravilla... coincide con la mía!

Desvestirse era un arte dominado a la perfección, saciarse el uno al otro entre caricias, besos y espuma, también. Pasaban horas ahí, cuerpo contra cuerpo, con las piernas enredadas, sumergidos hasta que la luz del día se escabullía lejos.

Recorrer el cuello de Emily con el roce de sus labios era la actividad favorita de Colin, una que se vio interrumpida ante el súbito recuerdo.

—Tengo algo para ti...

—¿Qué? —preguntó ella apenas girando el rostro hacia él.

—De camino por el pueblo pasamos por el correo... —estiró la mano para capturar la chaqueta que colgaba de la banqueta—. Lady Bridport te ha escrito.

—¡¿Miranda?! —La emoción la hizo incorporarse de un salto.

Colin no pudo más que reír, era eso o volverle a hacer el amor.

—Sí, Miranda... ¿cuántas ladies Bridport conoces? —Abandonó la tina para ir en busca de una toalla.

—Gracias al cielo, solo una —dijo mientras dejaba que Colin le brindara sus cuidados. Una vez que estuvo seca, él colocó la carta en sus manos.

—¡Ponme al tanto de las noticias!

Emily corrió hasta una de las mesitas de noche, tomó el abrecartas, rasgó el sobre y se dejó caer en la cama para leer gustosa.

—Cameron ya dio a luz... —narró en voz alta con la felicidad en los labios— ¡Tuvo una niña! La nombró Nala, y....

Volvió a leer, era posible que la emoción le estuviese jugando una mala pasada.

Definitivamente era eso, porque lo que leía no podía ser verdad.

—¿Y?

Colin le hizo compañía en la cama, la desnudez de su cuerpo torneado y bronceado abofeteó a Emily. Nunca se cansaría de observarlo, era hermoso desde cualquier ángulo.

—¿Y? —insistió Colin comprobando que una vez más lograba el efecto deseado en su esposa.

—Vanessa se ha casado...

Las cejas de Colin se elevaron alto, combinaban con las de Emily.

—¿Estás segura? —Ni Colin podía creerlo.

—¿La verdad? no lo sé... dímelo tú. —Le entregó la carta.

Al cabo de unos segundos, las cejas de Colin volvieron a levantarse ante la sorpresa.

—Sí, se ha casado...

—¿Con quién?

—No lo dice.

—¿Cómo que no lo dice? —recuperó la carta con un ágil movimiento. Debía constatarlo.

"Sí, Vanessa se ha casado, han leído bien... y si tienen deseos de saber con quién no tienen más alternativa que subirse a un barco para averiguarlo".

—¡Nooo! ¿Cómo pudo ser capaz de esto Miranda? —Estaba ofendida y ansiosa a la vez.

—Em... Miranda no, eso huele a Elliot.

—¡Tienes razón! —Maldijo para sus adentros—. ¿Y entonces?

No deseaba presionarlo. California era esa bocanada de aire fresco que él necesitaba, pero en Londres estaba su historia, su vida... y algunos recuerdos amargos.

—Entonces... creo que es momento, y Elliot se ha encargado de recordármelo. —Tenía que regresar, declinar el título de conde de manera oficial y organizar el resto de su vida junto a Emily—. ¿Tú que piensas? —consultó con su esposa, en ella quedaba la última palabra.

—¿Qué pienso? ¡Que muero por conocer al desquiciado hombre que ha decidido casarse con la señorita Cleveland! Y la idea de rememorar nuestra luna de miel en un camarote me parece por demás atractiva.

Eran el uno para el otro. Ese mismo pensamiento se había colado por la cabeza de Colin.

—De ser así, milady... prepare las maletas, Londres nos espera.

La tomó de la cintura para atraerla hacia él, piel con piel, el atardecer californiano colándose por la ventana. Un beso, una caricia... su esposa.

Sí, eso era el paraíso.

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