Emily

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CAPÍTULO VI

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CAPÍTULO VI

 

El cielo se oscureció y la tierra empezó a temblar.

-Corre Emily, esto debe ser cosa de nuestro enemigo. Querrá asustarnos porque sabe que cada vez estamos más cerca de vencerlo.

Unidos de la mano, no paramos de correr hasta resguardarnos en nuestra pequeña casita de piedra.

Los truenos y relámpagos caían encima. Los árboles del bosque empezaban a caerse desplomados, todos quemados por los rayos.

-Eduard. El brujo oscuro está destrozando el bosque, tenemos que detenerle como sea.

No podemos consentir que destruya nuestro modo de vida y el de los demás animalitos que viven en él.

-Sí, leeremos el libro de los conjuros y aplacaremos su enfado.

Sentémonos al lado del fuego, mi amada Emily. En alguna parte del manuscrito encontraremos lo que buscamos.

-Seguramente habrá que salir otra vez fuera y conjurar las fuerzas de la naturaleza y hacer que vuelva la paz.

Pasamos las hojas hasta hallar el hechizo que buscábamos, para controlar los elementos de la lluvia y el viento.

Nos abrazamos y abrimos la puerta saliendo al exterior y enfrentándonos a la barbarie de la destrucción.

Unimos nuestras manos y los dos a la vez pronunciamos el conjuro:

“Quod radii caeli statur et facere solis surgit et lignum aedificavit”.

(“Que los rayos del cielo se paren y haced que salga el sol y el bosque se repare”).

Miramos al cielo y las nubes desaparecieron dejando ver el resplandor de un hermoso sol.

Se levantaron los árboles del suelo y la quemazón se transformó en verdor. Volvieron los animales y con su alegría llenaron de dulzura el sonido del lugar.

Muy contentos recorrimos el camino hasta el lago y sin pensarlo, nos lanzamos a las cristalinas aguas para purificarnos.

Nos sentíamos los más dichosos de todos los seres, habíamos dado un gran paso y con el tiempo, acrecentaríamos nuestros poderes y nadie osaría volver a maltratar a nuestro pueblo.

Nadamos y buceamos llenos de esperanza y renovadas energías.

Muy felices, nos tumbamos en la fresca hierba y con el calor de los rayos del sol nos calentamos.

Dejamos secar nuestras ropas en una piedra y con una sonrisa de dicha nos amamos con una ardiente pasión. Encajábamos a la perfección como si estuviéramos diseñados para encajar las piezas de nuestros cuerpos y almas.

Sin darnos cuenta, nos dijimos que nos amabamos sin pronunciar una sola palabra.

Nos miramos asombrados por el poder de comunicarnos mentalmente.

Nos abrazamos relajados y felices, pensando en recuperar nuestras vidas y la de nuestros adorados hermanos y familiares.

Dormitamos con una sonrisa en nuestros labios y entrelazados.

Despertamos al sentir la necesidad de comer. Riéndonos fuimos a cazar algún animal.

Con el poder de nuestra mente encontramos un jabalí furioso, al que reducimos a un  manso corderito para que nos siguiera hasta casa.

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