Ema

Ema


Capitulo Tres

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Capitulo Tres

 

“Ridicula

 

 

 

 

No amanecí en mi cama, pero no se ilusionen.

Me desperté en su cuarto, cubierta por un edredón negro, envuelta en una fragancia masculina y mi ropa en su lugar. Él dormía a mi lado, con un brazo doblado bajo su cabeza y el otro envolviéndome la cintura. Me gire lentamente para no despertarlo, hasta quedar frente a frente. Lo observé dormir un buen rato, tan solo contemplándolo.

Su rostro sereno, sus pestañas formando sombras bajo sus parpados, sus finos labios, juntos haciendo un sonido ligero al respirar, en su mandíbula había una pequeña sombra de barba. Me encontré sonriéndole en silencio y agradeciéndole por el consuelo, hasta que recordé que anoche había llorado un mar sobre su hombro y ahora mismo debería tener dos empanadas por parpados.

¡Mierda!

Me bajé con cuidado de no despertarlo, no podía imaginar cuan horrible podía verme.

Cosa que confirme cuando me vi al espejo.

Y cuando entré a mi habitación, veinte minutos más tarde, averigüe por que no me había llevado a mi cuarto. La ropa revuelta ocupaba la mayor parte de la cama, como una gran montaña a punto de derrumbarse. Debía hacer una limpieza y pronto, si no quería morir enterrada en una pila de ropa. Estaba segura que Cris no había querido arriesgarse a tener que luchar contra eso y perder un brazo en el intento.

Pero como dicen, Dios no cierra una puerta sin abrirte una ventana, o en mi caso, darme una hora de ventaja antes que él se levantara.

Cuando se despierta, ya me he bañado, maquillado y mis ojos retomaron su forma habitual a  base de agua fría y gel descongestionante, y estoy terminando de peinarme el cabello.

—Buen día gatita. —Se asoma a la puerta del baño, apoyando los brazos en el marco. Lleva puesto solamente un bóxer y no se por que, en el momento que lo descubro me siento avergonzada.

¡Había dormido así a mi lado! ¡Oh Dios!

Estaba escandalizada, mis mejillas se encendieron de inmediato y comienzo a ponerme rubor para disimularlo. Estas eran las cosas que nunca le contaría a Ana. ¡Parezco una virgen!

—Hola, buen día —respondo tímidamente concentrándome en mi imagen.

—Necesito el baño.

—Claro, claro —siento que mis mejillas arden aún más, cierro el neceser a toda velocidad sin mirarlo y lo dejo entrar mientras intento calmarme. Soy totalmente absurda, ¡como si nunca hubiera visto un hombre así!

Ridícula. Reprochándome voy a prepararme un café.

Es irrisorio, no es la primera que lo veo andar en bóxer por la casa, lo hace con frecuencia, pues es su casa. Pero el solo hecho de saber que él durmió así, a mi lado… enciende algunas partes de mi persona que no deberían encenderse.

Ana tiene razón, necesito un revolcón y pronto.

El resto del día voy pensando en Cristian. En el escándalo que había en mi rostro al saber que había dormido a su lado y la leve insinuación de que todo el mundo sabe a ciencia cierta que necesito sexo ya!.

Todo el mundo parece tener la brillante idea de soltar indirectas sexuales cuando estoy presente, como si tuviera un cartel pegado en la frente.

Al medio día, Manuel se da una vuelta por el mostrador y me regala unos chocolates, comienzo a preguntarme ¿Qué paso con los hombres como él?, aquellos que eran caballerosos, que regalaban piropos bien pensados, que hacían sonreír a una mujer con una mirada.

Él es uno más de los habituales de la clínica. Si no fuera por la diferencia de edad estaba segura que me enamoraría de él. Siempre tiene un comentario amable, disfruta de la vida bailando Tango y le encanta regalarme chocolates.

Es lindo, aunque él tenga más de setenta años y siempre me llame Gisela. No se de dónde lo ha sacado, pero después de decirle mi nombre como unas veinte veces acepto que me llame así. No importa.

Algo habíamos hecho mal. ¿Cómo habíamos dejado que esos especimenes de hombres desaparecieran?

A veces creo que la jodimos con la revolución femenina.

Bueno, lo admito, estar en casa rodeada de niños, tejiendo y ocupada con los quehaceres domésticos, mientras tu marido corría atrás de prostitutas u otra amante, no era completamente mi idea de una familia, pero era lindo cuando a veces abrían las puertas para que pasáramos primero o regalaban grandes alabanzas solo por estar agarrada de sus brazos.

Suspirando aparto esa línea de pensamientos, y dejo que la alegría del fin de semana me llegue por completo. Es viernes, así que empiezo a planear que haré.

Organizo para ir a ver una película la noche del domingo con mi hermano y a la feria a la que iré el domingo por la tarde con Ana. No planeo nada para el sábado, ya que mi gran y mejor amigo Cris, me había comentado, que deberíamos ir a un almuerzo familiar.

Si, aunque no lo crean, no tengo novio, pero si, un amigo que insiste en llevarme a cuanta fiesta familiar encuentra en su lista.

Me limito a pensar que aliviano las horas que debe pasar en las reuniones, aunque espero que lo haya olvidado y que la chica de turno sea su compañera. Después de sus últimas declaraciones me siento inquieta.

Los almuerzos de su familia me incomodan un poco, me hacen sentir a gusto y son gente muy buena, pero más de una vez siento que estoy ocupando el lugar de alguien más.

Realmente me hacen sentir como una más de la familia, pero también es del tipo de gente de la que escuchas susurros como: ¿Por qué no das el paso Cris? ¿Cuándo te veremos con una mujer con anillo a tu lado? ¿Ella es solo tu amiga, estas seguro Cris? Ella me gusta, la verdad que no te entiendo hijo.

Cris deberá responder, solo somos amigos, ella no me mira de ese modo, y por experiencia propia, sé, lo incomodo que se siente.

Esos comentarios siempre me someten a un escrutinio constante, comienzo a sentir que su madre intenta entender ¿Por qué Cris insiste conmigo? ¿Dónde esta mi tercer ojo? O lo que es peor, ¿si realmente le doy tanta pena como para arrastrarme siempre a estas fiestas?, y lo peor de todo, es que “casi” es como mi sueño hecho realidad, si no fuera que solo somos amigos. 

Siempre es lo mismo, almorzamos, pasamos el día en su estancia. A la hora del té, jugaremos algún juego de mesa mientras comemos masas finas y como siempre me sentiré fuera de lugar.

Fuera de lugar como si viviera la vida de alguien más.

Y para mala suerte de Cristian, debe buscar a una mujer que sea, según su madre,  mejor que yo, para llevarla a casa. Por eso evita llevar a las Barbies, aunque a veces me gustaría que lo hiciera, por que esta siendo deshonesto con todos. ¿Y que si le gustaban modelos? Su madre debería aceptarlas ¿no?

No creo todo lo que ella dice de mí, a veces creo que me mira como una hija, más que la pareja de su hijo, tal vez la diferencia está en que sabe que no me acuesto con él, en fin. Me quieren por que soy la mejor amiga de Cris y punto.

Imploro para que lleve a otra…por favor, por favor.

¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor que lleve a alguien mas!

A las cuatro de la tarde, saliendo distraída, veo a Darío esperándome en la entrada.  Ahí tengo la confirmación, que hasta en el cielo saben cuanto necesito ser acariciada por el sexo opuesto.

Apoyado en su coche, las piernas cruzadas a la altura de los tobillos, sonrisa ladeada, luce como si fuera el dueño del lugar. Sonrió instantáneamente al verlo. 

Darío es un diseñador con aire de Dios, ya que semidiós le quedaría corto. 

Aun en sus cuarenta y tantos, luce mas joven de su edad, se viste como un hombre de veinte e incluso creo que sigue emborrachándose como uno. Tiene el autoestima mas alta que el Burj Califa, y ¡oigan estamos hablando de un edificio de ocho kilómetros de altura!, eso debería hacerlos entender bastante.

Es hermoso y el lo sabe, hoy lleva una zapatillas de cuero, un Jean oscuro y un pulóver con cuello en V que deja ver el cuello de la camisa.

Es inevitable, cada mujer que cruza en ese momento por la vereda se detienen un momento a admirarlo. Sonrió de lado y mi autoestima aumenta unos diez o veinte puntos. Casi siento ganas de sacarle la lengua a cada una de las mujeres que lo miran al pasar, para que supieran que este hombre venia por mi.

—Hola Ema

El ronroneo de su voz hace que me estremezca y se calientes ciertos puntos de mi cuerpo, y él lo sabe.

Lo ha usado con media ciudad.

En mi fuero interno creó que él piensa, que Dios lo ha mandado al mundo para realizar un trabajo comunitario con las mujeres: quitar la picazón. Una causa casi tan importante y laboriosa como las cruzadas.

—Hola.

—Pasaba por aquí —dice con una mueca divertida en los labios. Sus ojos me examinan de pies a cabeza mientras se muerde el labio inferior. Él no lo dice, pero mentalmente completé su frase: “y pensé: ¿Qué tal si me acuesto hoy con Ema?, lo pienso pero no lo digo, ¿Por qué saben que?

Yo también lo necesito.

Me invita a tomar algo y accedo inmediatamente.

Nos subimos a su coche y hablamos de todo un poco. Nada profundo, nada de nuestras vidas que tengan interés, solamente banalidades y esta bien por mí, no quiero analizar esta situación y no quiero saber ni porque esta él aquí. Solo quiero disfrutarlo y eso es un buen cambio, al menos para mí.

Vamos a tomar un café, la tarde es soleada y nos sentamos en una mesa en el patio interno, aunque la temperatura comienza a bajar, no parece importarle, nos quedamos disfrutando de la compañía momentánea.

Cuando se marcha al baño, le envió un mensaje a mi compañero de departamento.

16/06/2013

El departamento es todo tuyo esta noche. 19:40 PM

 

Le doy al Send, y cierro el teléfono suspirando. 

Cuando vuelve, decidimos sobre la marcha que ambos tenemos hambre, y vamos a comer a otro sitio. Para las doce de la noche, he cubierto mi cuota de cafeína, había cenado y ahora solo necesitaba cubrir otro tipo de hambre. Terminamos en su departamento, como imaginaba. Me regala un par de besos en los pasillos como si fuéramos dos adolescentes y siento el cosquilleo en mi interior.

El vive en un departamento amplio y lujoso, aun más que el que comparto con Cris.

Nos sentamos en los sillones frente a la falsa chimenea y bebemos un exquisito vino blanco dulce. A la media hora el alcohol comienza a hacerme mella y me siento más segura y desinhibida. Me dice cuan bella me veo, y aunque se que él encuentra hermosa a media ciudad, no me importa.

Esta aquí conmigo y me regala besos apasionados, caricias intensas y me derrito.

Aunque la mayor parte del tiempo mi lengua esta entretenida con la suya, hablamos un poco, nos reímos de anécdotas que hemos cultivado con el tiempo y cuando quiero acordar estoy en su cama.

—Estas hermosa —ronronea en mi cuello, dejándome un reguero de besos desde la oreja hasta la clavícula.

—Tienes los ojos más lindos que he visto —confieso y es verdad.

—¿Solo los ojos? —Me pregunta mientras me mordisquea la oreja.

—No, eres hermoso —respondo mientras le acaricio el pecho cubierto por unos pocos pelos y sigo bajando hasta sus marcados abdominales.

Decirle cuan bello es, parece enorgullecerlo y tengo más de un orgasmo; para las dos de la madrugada, adolorida me levanto al baño. Darío no dice nada. No es como si me esperara algo más. Siempre llamo a un taxi y lo dejo durmiendo. ¿Para que lo despertaría esta vez? No tendría sentido, se que esto es solo sexo y no mucho mas, así que me ahorro los silencios incómodos y las falsas promesas. Lo conozco muy bien.

Comienzo a juntar mi ropa en silencio para no despertarlo. Si tan solo supiera donde se ha quedado mi otro zapato. Voy a buscar al estar, tal vez lo perdí allí. Mientras comienzo a hurgar lo escucho.

—He cerrado la puerta y he tirado la llave, estoy seguro que no la encontraré hasta mañana.

Me quedo helada al oírlo. Levanté la cabeza y por un instante me pregunté si el vino podría crear alucinaciones.

En su idioma de macho, eso quiere decir: quédate a dormir Ema.

Solo que decirlo con esas simples palabras, parece muy complicado para él. Así que acepto renuente a creerlo, cuando llego a la puerta lo veo en penumbras. Se apoya sobre su codo y con la otra palmea la cama. Incrédula vuelvo a la cama.

Sus brazos me envuelven y a los minutos oigo como su respiración se calma, se vuelve perezosa y sé que se ha dormido.

Mientras intento conciliar el sueño, me imagino, durmiendo abrazada por el hombre de mis sueños. En mi fantasía, me veo esperándolo para cenar, después él me preguntaría si he cerrado la casa o he sacado la basura, cosas cotidianas. Apagaríamos las luces y me acurrucaría a su lado sabiendo que esta ahí para mi, por mi y que me ama.

¿Soñar no cuesta nada no?

Darío coloca una mano en mi estomago y eso solo hace que mi fantasía se incremente, me imagino contándole a mi amor, que estoy embarazada. Haríamos el amor y él se dormiría con su mano en mi estomago, donde la vida de nuestro hijo latiría con fuerza.

Aunque sé que no es real, una sonrisa tonta se instala en mis labios, estoy a punto de dormirme, reconfortada de estar acurrucada en sus brazos y no sola en mí cuarto, cuando mi teléfono suena.

Lentamente quito su brazo y me levanto sigilosa para tomarlo de adentro de mi cartera, pero él me retiene de la mano.

—Aun no acabo contigo —susurra somnoliento y sonrío.

—Apagare el teléfono y estaré de vuelta.

—No te tardes.

Tardo unos minutos en encontrar la maldita cartera. Estaba tirada junto a mi saco. Rebusco por mi teléfono y allí estaba.

No me hacia falta ver de quien era la llamada.

Cristian había llamado cinco veces, no una, si no cinco veces, y no había escuchado ni una. Entrecerrando los ojos leo el mensaje que titila en la pantalla.

17/06/2013

Estas bien??? 1:15 AM

Por que no me respondes??? 1:30 AM

Sacudo la cabeza molesta por sus preguntas. Rápidamente respondí:

17/06/2013

Si, estoy bien. 2:05 AM

No te preocupes. Besos. 2:06 AM

Apagué el teléfono y volví a la cama.             

Me desperté con unas manos indecorosas acariciándome la entrepierna.

Corro al baño escapando de su agarre y me lavo los dientes, reacomodo mi pelo, hago mis necesidades y vuelvo a la cama. Hicimos el amor, si es que se puede decir así, una vez más, y otra en la ducha. Para las diez de la mañana y después de haber desayunado, Darío me cuenta que debe salir, que lamenta no poder dedicarme más tiempo pero este es el fin de semana que pasa con su hija.

Ah sí, me había olvidado de contarle eso.

Tiene una hija. Una niña pequeña con ojos verdes y cabello rubio, desde bebé supe que sería una muñeca y no me ha defraudado. Es hermosa.

Desayunamos con pereza,   nos despedimos con un largo beso, y decido que iré caminando a casa. Son solo unas… quince cuadras, pero no me importa. Hoy no me importa.

No se si todo el mundo me ve flotar, o tal vez es solo mi sensación, pero hoy el pasto se ve mas verde, las plantas florecidas y el sol mas brillante. Y me siento genial.

Aún siento los labios hinchados y un poco de ardor en algunas partes comprometedoras pero no le doy importancia. Camino sonriente todo el trayecto. Mientras camino voy mirando algunas vidrieras y pienso que tal vez debería comprarme un nuevo pantalón.

Es increíble pero Darío tiene una forma de decir las cosas que hace que te sientas hermosa, hace que de pronto los rollitos y las piernas regordetas se sientan totalmente aceptadas por el sexo opuesto.

 

Llego a la puerta de mi departamento tarareando One Way Or Another de Blondie. Abro la puerta, aun metida en mi burbuja de felicidad y no veo a Cristian por ningún lado.

—¿Hola? —Me grita. El saludo me llega desde la cocina.

Dejo mi abrigo y mi cartera junto a la puerta y me acerco hasta el umbral de la puerta de la cocina. Cris esta cocinando, y eso me sorprende. Es raro, ¿por qué estaría cocinando a esta hora? Son las diez de la mañana.

—Hola, hola, Cris, buen día —canturreó sonando como una de las malas traducciones de las películas románticas. Me echa un vistazo de reojo arqueando una ceja. Me acerco dando saltitos y me estiro para darle un beso, pero no obtengo respuesta. Es obvio que si no se inclina, mi beso nunca llegara a su mejilla. —¿Qué haces?

—Cocino. —Responde con voz cortante. Le doy un vistazo curioso a la mesada de la cocina. ¿Por qué estaría cocinando?  Tal vez tener que cocinar lo pone de mal humor, yo también odio cocinar.

—Eso lo puedo ver, tonto. —Lo abrazo desde atrás y me apreto contra su cuerpo mientras olisqueo su perfume.

Ana tiene razón siempre huele riquísimo. Me pego aún más contra su espalda sonriendo. Froto la mejilla contra la campera de lana, es muy suave.

—Lo que no sé, es ¿Por qué? —Pregunto intrigada e impaciente. —Es sábado.

—¿De verdad no sabes por qué estoy cocinando? —Dice, su voz sonando impaciente y molesto. Frunzo el ceño ante su tono de voz. Cocinar realmente lo pone de mal humor. —Bueno, estoy cocinando porque parece que tú lo has olvidado.

—¿Jum? Me gusta esta campera, —respondo imbuida en mi buen humor y un segundo después parpadeo sorprendida sin entender a que se refiere con que lo he olvidado —¿De qué hablas? —Me suelta las manos, se mueve para apagar el fuego y enfrentarme.

—Del almuerzo en casa de mis padres —refunfuña mientras me mira como si fuera a comerme viva. Frunzo el ceño hasta que lo recuerdo y me doy un golpe en la frente.

No, no lo había olvidado… tan solo creía que… tenia la esperanza que llevara a otra.

—Ibas a hacer una ensalada ¿no? —En sus ojos había un reto y un brillo de desafió que no podía descifrar.

—¡Mierda!, lo olvidé. —Lloriqueo encogiéndome de hombros —Lo lamento. Pensé que después de la otra noche, irías con esa chica, ¿Cómo era su nombre?

—No iré con ella, —escupió —iré contigo. —Asegura y hago una mueca de dolor intentando no flaquear.

—Pero, pero…

—Pero nada —me mira con el ceño aun más fruncido, sus cejas mas juntas. —Dijiste que ibas a venir conmigo, todavía queda una hora.

—Mierda, ¿Por qué no me avisaste? —Me quejo apoyándome a su lado, mientras vuelve a concentrarse en la ensalada que no había recordado preparar.

—Lo hice, ¿sabes?, más de una vez. —Gruñe frunciendo los labios y me señala con una papa —Lo hice, pero por lo visto no lo has notado. —Mientras me miraba expectante.

¡Auch! Estaba dicho que si sus palabras fueran cuchillos seria un colador.

—¡Eso es mentira! —Me quejo aireadamente, mientras comienzo a pensar en algún conjunto aceptable para ponerme.

Seguramente el pantalón negro, algunas botas bajas y una camisa; arriba me pondría un chaleco que mi madre me ha regalado y listo. Mi pelo estaba lo suficientemente bien como para ir suelto aunque podría pasarle la planchita en cinco minutos.

—Aunque podrías haber ido con ella ¿no crees? —Murmuro devastada.

—No, no lo creo. Ni loco iría con ella, con ninguna de ellas, no las llevaría a la casa de mis padres por nada en el mundo.

—¿Por qué no? —Suelto resignada y sonando como una niña —Estoy segura que ella tendría algo que ponerse, no como yo. —Hago un mohín derrotada. No importaba lo bien que intentara verme siempre quedaría fuera de lugar. ¡Mierda!

—Tienes mucha ropa que ponerte, ¿Qué pasó con ese conjunto que vimos en aquella vidriera, ese que vimos el mes pasado? El que querías comprar, por el que me habías pedido la tarjeta.

—No lo compré, era muy caro. —Digo refunfuñando, al recordar el exquisito conjunto.

—¿Por qué? era muy lindo, y se vería muy bien en ti.

—Si bueno, se vería muy bien, pero salía más de cinco mil pesos todo el conjunto.

—¿Y qué?

—¿Y qué? —Repito abriendo los ojos como platos —¿Enserio lo preguntas?

—Si, aunque si planeas usarlo como usas el teléfono —sacude la cabeza mientras cortaba las zanahorias. —Mejor ni lo compres.

—¿Y ahora qué hay con mi teléfono? ¿Qué problema tienes con él?

—Te llame unas cinco veces y te dejé mas de un mensaje en el jodido teléfono.

—Te digo que no, no fue a mi, ¡veras! —Lo retó enfrentándolo por un instante, para ir en búsqueda del aparato. Rebusco en mi bolso hasta que lo encuentro… y mi cara enrojece.

Estaba apagado.

Anoche lo había apagado. Anoche en mi maratón de sexo. Anoche, cuando Darío dijo que me quedara, tuvimos sexo, dormimos abrazados…Lo enciendo lo mas rápido que puedo pero el sonido me delata.

—¡Increíble Ema! —Suelta indignado.

—Escucha, no te enojes conmigo. —Le grito impaciente esperando que el condenado aparato encienda por completo.

Cuando lo hace, veo una lluvia de llamadas, primero las cinco de Cristian, después otras cuatro más, más dos de mi madre, ¡Oh mierda!

—¿Dónde estabas? —Lo miro por encima del hombro sorprendida por su tono de voz. Él esta parado a unos metros detrás de mí, junto a la puerta, con un pela papas en una mano y una papa en la otra. Se ve tan gracioso, con su ceño fruncido y haciendo pucheros.

—¿Qué? —Pregunto mientras intento no decirle cuan raro y fuera de lugar se lo ve.

—Te pregunté: ¿Donde estabas? Intente llamarte, me preocupé por ti. No sabia con quien estabas ni en donde. Llamé a tu madre y tampoco lo sabia. Me volví loco pensando que podría haberte pasado algo. —…y ahí estaba otra vez, su personalidad de Rottweiler entrenado. A veces no comprendía como podía hablar con los dientes tan apretados. Definitivamente en su otra vida había sido el Rottweiler de algún tipo maniático o habría sufrido de rabia. No se.

Creo que la segunda.

—Te envié un mensaje, —respondo esforzándome por mantener el control de mis facciones —te dije que estaba bien.

—No, no lo hiciste, —me apunta con la papa y lejos de parecer enojado, se lo ve muy chistoso —respondiste: si estoy bien.

¿Tienes idea cuántas personas pueden responder tu teléfono si algo te hubiera ocurrido? Cualquiera pudo responder. —Suelto una carcajada burlona ante su enojo, y eso parece molestarle aun más. —¡Encima te ríes!

—No, no es eso, ¡Cris! —Me disculpó rápidamente mientras desparece nuevamente en la cocina. —Perdóname pensé que estaba bien. —Continúo cuando llego a su lado.

—No, no esta bien. Y por cierto, ve a pegarte un baño, hueles a sexo —sus palabras me detienen en seco, congelándome a un metro de él. 

Abro y cierro la boca varias veces antes de recuperar la voz. Una diatriba de malas palabras se me acumula en la garganta y le dedico una mirada cargada de odio.

—¡Vete a la mierda! —Le grito y me alejo enfurecida. —Tal vez simplemente deberías ir con alguien mas, o solo. Alguien que no “huela a sexo” —le grito desde el estar mientras junto mi abrigo y la cartera. Mis palabras parecen hacerlo reaccionar y seguirme.

—No, tú irás conmigo.

Me doy vuelta para gritarle ¿Qué, quien demonios te crees para obligarme a ir? Pero esta demasiado cerca y mi postura no sirve de nada cuando levanto la cabeza para mirarlo.

—Si tienes todo un día para perder con él, tienes un par de horas para estar a mi lado.

—¿Por qué simplemente no le presentas a alguna de ellas a tu familia?

—Por que ninguna vale la pena. Iré contigo, si no, serás tú, la que tendrás que explicarle a mi madre por que no has ido.

¡Auch! Eso dolió, y lo sabe. Me mira sonriente sabiendo que no hay nada mejor con que amenazarme que creándome culpa, enarca sus hermosas cejas y sabe que me ha persuadido.

¿Cómo le explicas a una mujer de cincuenta años que te ama como una hija postiza, que no iras a comer el increíble manjar, el cual seguro lleva más de tres días preparando? No puedo.

Pilar es una mujer muy cariñosa, con una sonrisa afectuosa y de palabras amables. Pensar en verla decepcionada, me molestaba. Se le partiría el corazón si no iba, —bueno tal vez este exagerando —pero después de un año de ser la estampilla que sigue a su hijo a todos lados, creo que me extrañaría, y yo la extrañaría también.

—Mi madre llamó —continua con voz mas calmada —ayer, me ha dicho que te espera allí. Bea está como loca y quiere mostrarte a su nuevo cachorro. Mi cuñada tiene la primera imagen de la ecografía para enseñarte, y me dijeron algo de unas botellas que habían conseguido para ti. —Susurra, la sombra de una sonrisa burlona cuelga en sus labios, mientras lo fulmino con la mirada—Irás, así tenga que arrastrarte Ema.

—Eso es un golpe bajo. —Me quejo haciendo puchero. No es justo y la desazón me invade.

—Ve a ducharte, ¡ahora! —Me ordena mientras me toma de los hombros y me gira hacia el baño. —Y no te preocupes por la ropa, tienes muchas cosas hermosas ahí dentro, bueno salvo por esa faldita diminuta.

—¡No es diminuta! —Me volteo aún molesta y me meto al baño, decidida a no tener que darle explicaciones a nadie más.

—¡Una hora! —Me grita. Abro la puerta de par en par, solamente para responderle de una forma totalmente madura: le saco la lengua y le muestro el dedo del corazón.

—¡Y aún sigo enojada contigo! —Le grito ya encerrada mientras comienzo a desvestirme rápidamente —¡Y si, sigues siendo un idiota!

 

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