Ema

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Capitulo Diez

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Capitulo Diez

 

“Simplemente lo siento”

 

 

 

 

Pasaron cuatro semanas hasta el día en que me despidieron. Me había negado nuevamente a cualquier tipo de trato fuera del profesional y ocurrió lo que ya me esperaba.

Al día siguiente ni bien había llegado al trabajo,  me comunicaron que retirara mi paga y me marchara.

Había caminado por más de dos horas por las orillas del rio.

Ana sigue sin hablarme y creo que lo último que necesitaba para que me derrumbara completamente era la estocada del trabajo.

Me siento en uno de los hermosos bancos que adornan el paseo y tomo mi teléfono.

Puede que ella no atienda a mis llamadas, pero realmente debía decir esto, aun sin tener la certeza de que ella lo leyera. Abro mi mail y comienzo a escribir sin parar. Tan solo soltando lo que pienso y lo que siento.

Ana:

Simplemente lo siento. He sido una de las peores amigas pero creo que tan solo fue para protegerme y al final he terminado lastimándote.

Creí que si tú no lo sabias, si nadie lo sabia, ninguno me haría preguntas, y si nadie hacía preguntas no me ilusionaría. Aun no sé cómo pasó, sé que te dije que no había ocurrido nada, pero aquí estoy exponiendo mis tripas. Bien te lo diré sin más vueltas, la primera vez que estuve con él fue la noche en que Cris volvió de viaje, la noche después del  funeral de su padre fue la primera vez que dormí con él pero no tuvimos nada, solo nos tocamos, ¡Dios suena tan estúpido!, esa fue la primera vez, pero no se si cuenta. La noche que lo hicimos, fue cuando invite a Lucas a casa y Cris lo intimidó, las burlas de sus amigos y volví a casa enojada y  hable contigo un poco borracha. Discutí con Cris y me besó, eso me tomó de sorpresa, creo que el alcohol rompió mis inhibiciones y lo hice, me acosté con él, no se, tal vez tenias razón y siempre había sentido algo por Cris, la cosa es que esa noche lo hice, la bebida me dió el coraje y me hizo dejar de pensar, me llevó a la cama, lo hicimos y fue genial hasta que el alcohol se fue y las inhibiciones volvieron y me sentí una tonta y al día siguiente estaba tan avergonzada por haber complicado nuestra amistad que decidí no hablarlo con nadie, él simplemente me tomó con la guardia baja y como dije estaba avergonzada y no quería pensar en eso. Creí que si tú no lo sabias no me enrollaría pensando en nada sobre él y yo y una vida juntos. No lo sé, sabía muy bien que cuando lo supieras se volvería real y cuando sucediera, el miedo me acorralaría y ya me conoces Ana... Bien ahora sabes que soy una cobarde y una tonta. Me merezco tu silencio, tan solo, yo, bueno quería que lo supieras.

Espero que estés bien y algún día puedas perdonarme.

Ema

PD: Me echaron del trabajo, creo que también me merecía eso… por idiota.

Me quedo sentada un par de minutos más y el frío se me cuela en la ropa, así que decido ir a casa. Mientras comienzo a caminar, mi teléfono suena. Me lo llevo al oído aun si mirar la pantalla. ¿Qué más podía pasar?

—¿Hola?

—Te diré, —la voz de Ana suena sarcástica, me detengo de inmediato —salvo por el dolor de mis ojos, y las náuseas por el amasijo del idioma castellano, esta genial, sin contar las faltas de signos y acentos y repito el catastrófico uso del idioma castellano tu mail podría ser uno de los mejores.

—Realmente lo lamento. —Repito.

—Y yo lamento que te hayan despedido.

—Sabes… creo que me merezco eso.

—Sí, leí esa parte y creo que eres una idiota por pensarlo.

—Se lo diré a Cristian cuando llegue. —Añado con pesar.

—Llámame luego ¿está bien?

—Te quiero —susurro.

—Y yo a ti pequeña tramposa… ¡oye! igual quiero detalles.

—¡Ana!

—Me los debes, así que no puedes negarte… detalles, pelos y señales.

—Está bien. —Contesto riéndome agradecida de poder tener a mi amiga de vuelta.

Cuando Cristian llega, lo peor ha pasado, mis ojos están normalmente enrojecidos como si hubiera sufrido una severa y súper rápida conjuntivitis, en ambos ojos, pero el llamado de Ana me llena de optimismo, al menos tengo a mi amiga.

—Hola lindura. —Me saluda desde la puerta y se ve tan lindo.

—Debemos hablar. —Murmuro con pesadez.

—¿Podemos hacerlo mientras tomo algo para comer?

—Cris. —Esta vez logro llamar su atención —necesitamos hablar. —Repito con seriedad.

—¿Qué ocurre? ¿Estas embarazada?

—¿Qué? —Pregunto alarmada.

—¡Dios, estas embarazada! —La sonrisa se ensancha en su rostro y se acerca a mí y me da un gran beso. —¡Tendremos un bebé!

—No… no Cristian. —Todo aquello me había tomado por sorpresa —¿Quieres tener un bebé? —Nunca lo habría creído.

—Claro que sí, ¿Cómo que no estás embarazada?

—Que no, no lo estoy. —Admito.

—¿Y entonces qué?

—Me echaron —confieso. —Nunca creí que quisieras tener un hijo.

—¿Qué? Claro que quiero tener un hijo. ¿Cómo es que te echaron?

—Me echaron del trabajo

—¿Por qué? ¿Qué ocurrió? —Mierda, ¿es que acaso no podía dejarlo correr? No quería darle detalles.

—Eso no importa.

—Si importa, —gruñe —¿Qué paso? —da un paso hacia a mí, resuelto a seguir mordiendo donde me dolía.

—Resulta que no soy tan buena como quiere la nueva cúpula.

—Imposible nadie es mejor que tú haciendo ese trabajo —se lo piensa un segundo estrechando los ojos —¿Ese es el que te ha estado molestando?

—Si, pero es de otra cosa de la que quiero hablarte ¿podemos dejarlo?

—No. —Dice cruzándose de brazos.

—Quiero que hablemos sobre esto... —dije señalando a mi alrededor —El departamento. No podré pagar mi parte de la renta.

—¿Qué es lo que no me estás diciendo?

—¿Puedes dejarlo? —Gruño fastidiada.

—No —vuelve a repetir y aprieta los dientes.

—¿Quieres saberlo?, —Pregunto mientras me pongo de pie enfrentándolo — Bien por lo visto no soy lo bastante zorra para el puesto, y como no deseo acostarme con nadie por el puto puesto, aquí me tienes ¿feliz?

—¿Qué? —Pregunta incrédulo, pero no me decido si es porque no cree que nadie pueda echarme por no acostarme con él, o si cree imposible que me lo pidan o por la situación.

Mierda.

—No volveré a repetirlo. ¿Cómo haremos con la renta? —Digo poniéndole en poco de ímpetu a mi voz.

—¡Ese hijo de puta! —Grita, una vena se le marca en la frente y se le pone la cara roja por la bronca —¡Sabía que las cosas iban mal con ese tipo! Ana me había dicho que simplemente te estaba molestando un poco, no que te estaba acosando.

—La renta —insisto con más énfasis. Si seguía así terminaría gritándole.

—¿Qué renta?

—La... —¿Es que acaso había escuchado algo de lo que había dicho? —¡Olvídalo! —Le grito frustrada.

—¡Te quedas y ya!

—No, lo agradezco pero no, volveré con mis padres. —Digo con firmeza.

—¿Por qué? —Me pregunta como si estuviera hablando en otro idioma.

—Porque no... —quiero vivir sin pagar absolutamente nada como si fuera una mantenida, pienso.

—No debes pagarme.

—Ya te debo tres meses Cris. —Grito indignada por su falta de cordura.

—¿Y?

—Como que ¿Y? No me quedaré de ocupa. —Eso me haría sentir peor. —No viviré como una mantenida Cristian.

—El departamento es mío y yo hago lo que quiero. —Grita mientras me voy a mi habitación a juntar mis cosas.

Cuando estoy terminando de guardar mis botas en la tercera bolsa apilada sobre mi cama, mi cabeza comienza a unir las piezas.

Tardé en un poco en procesar sus palabras, pero fui hilvanando una a una.

Mi mente rebobina las palabras una a una mientras guardo mis pantalones hasta que lo entiendo.

Salgo soltando la bolsa y busco a Cristian, lo escucho en la cocina.

—¿Qué dijiste? —Pregunto mientras llego a él hecha una furia.

—Lo que oíste —me suelta como si nada, mientras sigue cortando la lechuga con una facilidad de cualquier chef. Y pensar que yo debí hacer un curso para hacer algo como eso. ¡Espera!, no venía a admirarlo. Estaba enojada con él y quería respuestas. —¡No puedo creer que no me lo dijeras antes!

—¿Qué?

—Lo del trabajo. —Gruñe.

—No te lo dije porque… porque simplemente no tendría sentido. —Confieso.

—¿Qué pasa con las demás? —Me interroga —Las demás empleadas ¿le ha hecho lo mismo?

—No, la verdad es que no… —respondo apretando los dientes —¿Qué acaso no crees que pueda pedírmelo a mí?

—Claro que creo que te lo pida a ti. —Me echa una mirada por encima del hombro y se me retuercen las tripas. ¿Qué significaba esa media sonrisa?

—¿Me estas tratando como una perra?

—No, ¡maldición! —Se gira para encararme —estas tergiversando mis palabras.

—¿Yo? ¿Yo?

—Sí, tú Ema. ¿Qué pasa con las demás?

—También lo ha hecho, pero ellas tienen novios, maridos, y yo no tengo a nadie ¿sabes? Por eso lo hizo, por eso y porque debe pensar que soy una pobre frígida a la que debe salvar… —¡Maldición!

—¿Y yo? ¿Y tú hermano? ¿Tu padre?

—No podía decirle eso, incluso no creo que lo hubiera detenido… pero espera… no cambies de tema Cris.

—¡Maldición Ema! —Rezonga —¿Por qué  no me lo dijiste? Dime el nombre…

—¿Qué? No. No lo haré…

—Lo averiguaré de algún modo. —Murmura mientras saca los platos.

—No, no lo harás. —Le digo y se aleja maldiciendo aún más. Sé que puede hallar el nombre sin problemas, pero luego recuerdo a que no había venido hablar de mi ex jefe y corro para detenerlo. —¿Cómo? ¿Cómo es eso que es tuyo…?

—¿Qué? —Pregunta como si le hubiera hablado a la pared y eso me irrita.

—Dijiste: es mió y hago lo que quiero. ¿Qué significa eso?

—Lo compré —me explica mientras arregla un individual y se ve tan tierno, arreglando la mesa para dos que debo recomponer mi enojo.

—Repítelo —suelto pasmada.

—Lo compré hace cinco meses.

—¿Qué? ¡Oh espera!, ¿Y mi dinero?

—Lo dejé en el cajón de la ropa —siento el enojo subiendo a mis mejillas y arrugando mi ceño de forma que me dejaría una arruga —donde guardas siempre tu sueldo.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—Ibas a enojarte. O indignarte, ¡como ahora! Después comenzarías a preguntarme ¿cómo lo pagarías?, ¿Por qué lo hacía? y así un millón de preguntas.

—¿Por qué? ¡Yo no haría eso! —Me defiendo indignada.

—Sí, si lo harías, te enojarías porque lo compré y me dirías diez mil veces que no estaba bien que estuvieras aquí… te volverías loca Ema, con solo imaginar como te pondrías…

—¡Lo compraste! —Repito aun intentando asimilar las palabras.

—Sí, si lo compré, iban a venderlo y no hay nadie que ame más este lugar que tú.

—Igual debería pagarte. —Confieso pensando que tal vez podría pagarle.

—¡Dios Ema!, ¿Por qué no lo dejas?

—¿Es por el sexo? —Se gira automáticamente con la cara desfigurada. —¿Es por eso no? ¿Luzco desesperada? ¿Pensaste que me suicidaría o algo así?

—¿Por el sexo?

—Sí, ya sabes cuando… —no logro terminar de hablar ya que sus boca cubre mi boca. Sus labios desarman los pensamientos. Su lengua busca la mía y me siento arder. Enreda sus dedos en mi cabello y gira mi cabeza para profundizar el beso. Siento el frío en mi espalda y sé que estoy acorralada. Mis manos inconscientes se aferran a él y ya no puedo soltarlo, no quiero soltarlo. Cris me acorrala de todos los modos posibles, solo puedo pensar en él, oler su perfume y sentir el calor de su cuerpo.

Cuando se aleja respiro de forma agitada, aún mis ojos permanecen cerrados. Me besa el cuello y susurra.

—¡Oh! ¡Ya sé! Hablas de la vez que hicimos el amor después de que te di un beso como ese beso Ema. —Todavía tengo los ojos cerrados y lo oigo entrar a la cocina mientras me siento congelada. —No, no es por el sexo, es por ti. Y bueno también es porque odio que vayas por la vida sin mirarme, tienes los malditos valores tan altos que no puedes pedirme ayuda. Me encantaría regalarte cosas hermosas, pero sé que te haría sentir mal, entonces entro en una vorágine de imágenes de ti arrepintiéndote si gasté o no mucho dinero, ¡oh! ¡Y para que sepas! Adoro ese maldito perfume que usabas hace dos meses y no me dejaste comprártelo nuevamente. Es por eso y porque me encanta compartir este lugar contigo —dice levantando los brazos.

Mi corazón dio un vuelco a mitad de su discurso. No puedo creer que este tan conmocionado por el golpe, ninguno de los dos sabíamos que le gustaba mi perfume.

—Cris…

—Se lo que dirás… —murmura.

—Gracias —eso lo toma por sorpresa. —Gracias, lamento no haberlo notado antes y ser una testaruda mula.

—De nada.

—Por cierto, volvimos a ser personas gratas en la vida de Ana.

—¡Menos mal!, me estaba costando horrores sobornar a las maestras para ver a Mili sin que pensaran que era un pedófilo.

Al día siguiente Cris encontró su dosis de MILAGROS y yo recuperé la charla con mi hermana. Básicamente le había contado todo, nunca creí que lo de pelos y señales podía ser tan preciso, pero Ana así lo había querido así que roja como tomate le había contado todo con lujos de detalles y aquello había soldado las rajaduras de una de las cosas más importantes de mi vida.

Dos semanas después Nicolás el hermano de mi novio… si, leyeron bien. NOVIO, me llamó para contratarme como su secretaria con una paga que superaba el doble de mi anterior trabajo. Las cosas funcionaban de maravilla aunque Cris ha insistido que llegara puntual y eso me pone nerviosa. A estado actuando raro los últimos dos días y eso me está socavando la paz ganada. Mierda.

Llego a mi puerta a la hora de siempre y tengo un mal presentimiento.

Me repito a mí misma que soy una tonta pero apenas doy un paso adentro noto algo raro. Hay pétalos de rosa en el piso y velas en pequeños frasquitos. ¿Qué era esto? No podía ser que Cris… estuviera con otra. ¿Habría? ¿Tal vez el estaría? Comienzo a retroceder cuan Cris aparece al instante, lleva una camisa con pequeñas flores que se aprietan a su cuerpo, un pantalón negro que lo hace totalmente delicioso, me replanteo el marcharme en ese mismo momento. No quiero saber con quién está, ¿Qué pasaba si estaba con una barbie? Solo pensarlo hace que me duela el estómago. Se ve hermoso. Bufa, como cada vez que está nervioso, una y otra vez.

—Hola, soy Cris —lo miro confundida mientras estira la mano en mi dirección, por un segundo pienso que tal vez haya bebido pero lo noto normal. —Tú debes ser Ema.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Sígueme la corriente. —Susurra con una media sonrisa.

—OK. —Bufa nuevamente y me hace sonreír aunque no sé muy bien que pretende.

—Lamento no poder invitarte a otro sitio —me toma del hombro y me quita la cartera y el saco. —Espero que te guste el lugar. —Me empuja hacia el centro de la sala y lo veo. Hay una mesa con velas y comida. —Me alegro que hayas venido.

—Cristian. —Estoy totalmente pasmada.

—Quiero conocerte Ema. —Me giro para verlo mientras un millón de mariposas deciden salir a volar en mi vientre. —Quiero que me mires.

—Te miro. —Respondo con la garganta seca.

—Me miras, pero no me vez. Estoy enamorado de ti hace mucho tiempo. No sé cuando, no sé cómo paso, sé que ninguno de los dos buscamos esto. Tenía miedo de perderte, pero ya no soporto ser tu amigo. No puedo soportar a otro “Lucas”. No puedo ni tolerar la idea de no amanecer junto a ti, quiero hacer eso contigo. Ya no mas charlas. No más. Este soy yo, aun no me conozco lo suficiente pero sé una cosa, te amo y creo que todo el mundo lo supo antes incluso que yo.

—¿Qué es esto?

—Nuestra primera cita. Creo que empezamos de un modo un tanto extraño. Creo que esto debió ser, hace mucho tiempo, lo deje pasar y no tuve el valor. Nos saltamos unos pasos, pero me he enamorado de a poco de ti.

—Yo no soy tu tipo.

—Y yo tampoco soy tu tipo.

—Y aquí estamos.

—Aquí estamos gatita.

Nunca mas volví a dormir en el que era mi cuarto. Ahora sigue atestado de cosas pero esta vez puedo decir con una mano en el corazón que no son mías. Son de Mara, tiene su hermosa cuna, un sillón, un cajón con ropa, y otro con juguetes, muchos de ellos, la mayoría son regalos de Ana y de mis padres.

Han pasado más de siete meses y ahora ya no me preocupo por mi figura, tengo cinco meses y un vientre prominente. Ya ni sueño entrar en una talla S, tengo un trabajo muy bueno, cada tanto me regalo algo hermoso, ¿y saben que es lo que también tengo?

… la cama rechina bajo su peso. Una mano rodea mi vientre y otra se acomoda bajo mi cabeza mientras Cris me da un beso.

Si, si tengo eso y ¿Saben? Conseguí un hombre y no morí en el intento. Encontré mi hombre, busqué en todas partes y resultó que estuvo a mi lado todo el tiempo.

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