Ema

Ema


Capitulo Uno

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Capitulo Uno

 

“Confia en tu intuicion”

 

 

 

 

Sabía que esta cita iría mal, desde el momento que él comenzó a hablar de su última relación y detalló día y fecha de dicha ruptura. No crean que es por ser prejuiciosa o por que él sea feo, es solo la experiencia.

Había aceptado salir con él por insistencia de Ana. Habíamos acordado reunirnos en un bar de centro. Llegué en horario y ocupé la mesa que él había elegido. Cuando lo vi, pensé, que tal vez Ana tenía razón y me estaba volviendo una vieja huraña con mis apenas recién cumplidos treinta.

Cuando aquel hombre enfundado en un hermoso traje caminó hacia mí, me sentí parte de una novela romántica de lo más empalagosa. Se acercó a mi mesa y cuando esos carnosos labios me preguntaron mi nombre, quise saltar de la silla y agradecerle a Dios de pie. Nos sentamos y comenzamos a hablar, él llevaba orgulloso unos treinta y tres, trabajaba en una empresa como ejecutivo en ventas. ¿Qué más podía pedir?

Todo iba bien hasta que llegamos al pantanoso tema de las relaciones amorosas, ahí fue cuando aquellos ojos café me parecieron lo mas triste que vi en mi vida. Más de una vez quise marcharme, pero él estaba tan enfrascado en su historia personal que me era imposible interrumpirlo.

En mi cabeza, tan solo podía recordar las palabras de Ana: dale una oportunidad, tal vez no eres lo suficientemente tolerante…

Él siguió hablando, sin notar el tamborileo de mis dedos sobre la mesa, y mi incomodidad cada vez se hacia mas evidente.

Inconcientemente, había comenzado a pensar en las cosas que podría estar haciendo en este preciso momento. Yo solía denominar a este estado mental como, mi burbuja. Solía meterme en ella a menudo, cuando algo o alguien comenzaba aburrirme. Por ejemplo, mi mente inconcientemente hacia eso cuando salía a bailar a algún club de moda. En cuanto entraba allí bailaba y disfrutaba un rato, pero después de haber chocado con más de un borracho, y que mi trasero fuera pellizcado al menos unas cuatro veces, me sentaba en un rincón y mi mente se amotinaba dentro de esa burbuja, haciéndome ver lo genial que seria meterme en la cama con un buen libro o ver la televisión. Tampoco vayan a creer, que mi vida social es increíble ni mucho menos, pero era mejor que estar hablando con mi futura ex cita.

—…y solo a veces nos hablamos. —Levanté la vista de la mesa y asentí como una autómata.

En mi estado de “burbuja” mi cerebro siempre deja algunas funciones alertas para no hacerme quedar mal en publico, por lo visto deja en funcionamiento la sección de: “respuestas fáciles”.

—…por eso me parece genial estar aquí ¿sabes? Es todo un avance, ella ya no importa. —Noto su voz parece mas amarga que antes. Como si admitir aquello en voz alta, le hiciera más daño que cualquier otra cosa. —Además ella también esta saliendo con alguien. —Agrega mientras me mira esperanzado. Siento el impulso de tomarle la mano y contestarle: ya pasará. Que llegará el día en que ya no piense en ella, el día en que ya no la ame, pero me contengo. En cambio vuelvo a sonreírle, intentando volver a prestarle atención, pero no puedo.

Me es imposible.

Se lo que siente, porque pasé por eso, porque lo superé. Como siempre, mi corazón, me observa desconfiado y se que no puedo hacerme esto nuevamente. Miro inconcientemente mi reloj y trato de ocultar un bostezo.

—Si es lindo estar aquí. Sabes Juan, te agradezco por la cena, todo ha sido —pienso como describir el encuentro, pero no puedo parar de repetir palabras como “genial” “buenísimo” —maravilloso, pero se esta haciendo tarde —musito cubriéndome la boca para ocultar un nuevo bostezo.

—Si —asiente y levanta la mano para llamar a la moza. Cuando vuelve a mirarme una arruga se forma en su frente—te noto, un poco, aburrida.

—No, ¡Para nada! —Respondo con énfasis para no hacerlo sentir incomodo— solo que es tarde y ya sabes, no salgo mucho por la noche.

—Claro, claro —eso parece tranquilizarlo.

No me atrevo a decirle algo honesto. No puedo.

—Sabes, la próxima podríamos organizar algo mas temprano, no se, algo que sea de día —sugiere y sonrió intentando lucir esperanzada. Aunque nunca asistiré a esa cita.

—Claro.

—Solo tú y yo.

…y tu ex, pienso automáticamente, pero no se lo digo. Seria muy duro de mi parte y creo que no se lo merece. Después de haber pasado por varias relaciones, si es que ese término se le puede dar a algunas salidas y algo más que un revolcón por más de tres meses, puedo distinguir con rapidez el signo de la ex, y Juan sufre exactamente eso. Por eso mismo se que no lo volveré a ver de nuevo.

Él insistió en pagar la cena y llevarme a casa, pero me niego. Seria darle no solo falsas ilusiones si no también mi dirección. Así que cuando nos despedimos con un simple abrazo noto que la noche esta fría, demasiado fría para lo que llevo puesto. Miró al cielo sin nubes y aprieto el paso.

Mientras emprendo el camino a casa, pienso que alguien debería estudiar ese síntoma, que seria bueno sugerírselo a  alguna entidad médica para que lo estudiara.

Estoy segura, que si alguien se decidiera a estudiarlo, descubriría que no solo hay un síntoma, si no dos persistentes en los hombres de mi edad.

Uno, y el de los más persistentes, es el síntoma de la ex. Es tan poderoso que los lleva a replantearse toda su vida, y a buscar novias significativamente parecidas a la anterior, llevándolos a fracasar una y otro vez. Creo que  incluso, es peor que lo que les sucede a las  mujeres. Y el segundo síntoma, es el de la juventud eterna. Uno puede distinguirlos, en cuanto pisan los treintas parecen querer recuperar todos los años que los separan de los veinte, y hacen cosas como si aún los tuvieran, como emborracharse, salir todos los días de la semana.

Insulto en silencio a Ana, pero sobre todo a mi misma por haberla escuchado, otra vez. Esta helando, el aire frio se me sube por las piernas y va congelándome de los pies a la cabeza de a poco. Me apretó inútilmente un poco más a mi abrigo pensando en que tal vez debería haber aceptado que me llevara.

Es una noche fría y las calles están casi vacías. Aunque estoy a punto de sufrir hipotermia me percato del silencio que rodea el centro. Por el día, es ruidoso, y todo el mundo va apurado. Ahora tan solo se escucha el eco que hacen mis pasos golpeando la calzada. Intento no divagar mucho.

Suelo hacerlo, comienzo pensando una cosa y solo mi cerebro sabe como es que llego a planteos muy interesantes que no tienen nada que ver con lo que pensé en un principio. Así que intento prestar atención recordando todas mis lecciones de Krav maga.

La vereda me juega una mala pasada y casi termino en el suelo. Rápidamente repongo mi postura, y divido mi pobre —y débil — atención entre mirar alrededor, evitando que me roben y la otra parte se centra en esquivar los desniveles de la vereda.

El muchacho del clima había anunciado que se aproximaban las primeras heladas, y no había mentido. Lo que menos necesito ahora, es resbalar en un poco de hielo y terminar de culo en el piso, así que bajo el ritmo y piso más seguro evitando caídas.

Les gruño a las veredas desparejas; más de una vez me pregunté, ¿Por qué no podíamos tener veredas parejas? Como las que se ven en Sex and the city. Dudó que Carrie pueda lucir tan fabulosa en veredas como estas. ¡Ja!

Incluso, le apostaría sobre eso y estoy seguro que yo ganaría.

Giro en dirección a la zona alta de la ciudad, la parte más hermosa de mi ciudad, y comienzo a quejarme en cuanto miro la pendiente que tendré que subir. Los pies me están matando y aún me quedan unas cuatro cuadras y ¡en subida!

Cada vez tengo más frio, me castañean los dientes y me siento mas pesada.

El cansancio de la derrota emocional esta haciendo mella en mi, nuevamente.

Paso rápidamente frente a un bar repleto. Echó un vistazo adentro, esta abarrotado de gente e incluso con esta temperatura hay quienes se arriesgan a sentarse afuera tomando cerveza.

¡Pendejos de mierda! Murmuró mientras los esquivo.

Ya solo me quedan dos cuadras mas, solo dos más, me repito una y otra vez para no aflojar. En momentos como estos me pregunto ¿Por qué carajo no tome un taxi?

Solo dos cuadras más… y son las peores, así que apechugo y trato de caminar más rápido, cuando escuchó a alguien gritar mi nombre y me detengo a mirar.

Cuando lo hago siento que estoy peor que antes. Es Marco, si, sin S al final. Como Marco Polo, solo que súper cool y moderno. Es totalmente lo opuesto a mí, tiene solo cuatro años de diferencia conmigo y aun así al verlo me siento vieja.

Automáticamente me digo a mi misma, que las fiestas y salidas toda la noche no son lo mio, y que él es aun joven, aunque puedo imaginarlo a mis treinta y del mismo modo.

—Hola, no te vi —le digo automáticamente.

Se acerca a mi sonriendo con aquel encanto tan suyo. Alguien lo llama desde el local de la esquina pero lo descarta haciéndole una seña.

—¿Qué haces aquí?

—Voy a casa—le explicó haciéndole una seña, cómo si el no supiera donde vivo.

Verlo acercarse a mi, me hace sonreír, es imposible no responder a sus sonrisas. Es parecido a Ryan Phillippe con la personalidad ganadora de Matthew McConaughey, resumen: condenadamente lindo y atractivo.

—¿A esta hora? —Me pregunta aunque sabe muy bien que soy un ave de día.

Me saluda con un beso como de costumbre, y como de costumbre, debo recordarme que es amigo de mi hermano. Mi hermano menor, lo que significa que es muy joven para mi, y que no debo pensar en él de ninguna otra forma que como un… medio hermano.

—Si, bueno he salido con alguien pero…

—¿Y no te acompañó a casa? —Me pregunta mientras me atraganto sin poder terminar de decir nada. Suena indignado y aquello me calienta de formas no debidas.

No, no y no, la voz de Ana vuelve a colarse en mi cabeza.

—Mejor así —respondo de inmediato. Mis dientes eligen ese momento para comenzar a castañar. —Me voy —digo y me acerco para saludarlo.

—Es un poco peligroso que camines sola

No había tomado aquello en cuenta, venia tan ensimismada en mis pensamientos que había olvidado mirar alrededor. Eché un vistazo hacia la plaza poco iluminada en la vereda de enfrente; siempre hubo muchos robos en esa plaza.

Mi teléfono suena en ese preciso momento. Rebusco en mis bolsillos y lo saco con cuidado y agradezco en silencio al ver el nombre en la pantalla.

Es Cris. Mi compañero de departamento.

Tal vez así podría inventarme que esta preocupado esperándome, y poder sacarme a Marco de encima, ya que si decide acompañarme no estoy segura de terminar en buen puerto.

—¡Hola! —Digo demasiado eufórica y Cris lo nota. Lo se en el momento que hace silencio antes de hablar.

Siempre sabe cuando algo ocurre, a veces creo que Ana y Cris, me conocen incluso mejor de lo que me conozco a mi misma.

—¿No fue buena?

—Para nada. ¡Ey! ¿Y tú?

—Estaba por avisarte que iré con alguien, ¿no te molesta cierto?

—Claro que no, por mi esta bien. Yo estoy cerca. —Eso me daría tiempo para tomar algo de la heladera y escabullirme a mi cuarto, para no tener que ver a la nueva conquista perfecta de uno de mis mejores amigos.

Casi siempre que traía alguna de esas chicas a casa, solían comenzar a resurgir mis inseguridades. Viéndolas, tipo barbies de carne y hueso me llevaba a replantearme la idea de comenzar a pagar la mitad de mi sueldo a un cirujano estético.

—¿Estas segura que estas bien? —Pregunta notando la inseguridad en mi voz.

—Si, si, estoy a dos cuadras y…

—¿Vas a pie?

—Si, la noche esta ideal para salir a caminar —murmuro en un tono irónico. —El aire puro hace bien a los pulmones…

—¿No te acompañó a casa? —Me interrumpe, sin importarle que aun seguía hablando. Me he dado cuenta que es el segundo hombre que me hace esa pregunta, no se si sentirme halagada o ofendida.

También estoy notando una tendencia en los hombres que me rodean, ninguno me deja terminar de hablar. Aprieto los dientes y miro a Marco que aún permanece de pie a mi lado mirándome de esa forma tan seductora que me estremece.

—¡NO!, no lo hizo, estoy muerta de frio, hablamos mañana —le respondo sin más, intentando tranquilizarlo. Por momentos suena más protector que un rottweiler entrenado.

—¿Qué? ¿De verdad me estas diciendo que vas a pie? —Cris suena molesto.

Intento volver a hablarle, parloteo por un rato hasta que oigo que no hay respuestas del otro lado. Mejor dicho ya no escucho nada. Compruebo mi teléfono, tal vez a cortado y yo no lo sabia, pero no. Me lo pego a la oreja y vuelvo a intentar hablar con él, mientras lo oigo hablar con alguien más. El sonido de fondo se va apagando de a poco. Aprovecho aquel silencio para decirle que estaría bien y que cuando llegara estaría en mi cuarto, pero sigue sin responder a nada de lo que digo.

—Estoy con Marco, estoy bien, a solo unas cuadras no tienes por que…

—¿Dónde estas? —Gruñe finalmente.

—¡Dios! —Gruño fastidiosa. —A unas cuadras. —Repito cada vez mas enojada y con ganas de cortar.

—Si, eso lo dijiste pero ¿en que cuadra?

—Mira Cris, ¿por qué no hablamos luego?

—Estoy saliendo —me avisa y pongo los ojos en blanco provocando que Marco suelte una risita.

—¿Saliendo a dónde? —Preguntó molesta.

—A buscarte tonta, te pegarás un resfrío.

—No es necesario —refunfuño. Odio que sienta compasión por mí.

—¡Te dije que me digas el nombre de la puta calle! —Grita ya sulfurado y se que ya no podré hacer nada mas que sucumbir a sus pedidos.

Le doy las indicaciones y corto fastidiosa. Sabía que no había modo de hacerlo cambiar de opinión y mentirle haría las cosas más difíciles, así que caigo ante sus peticiones con resignación. Guardo el teléfono indignada.

—¿Por qué nadie me escucha? —Le preguntó a Marco que me mira con interés.

—Estas muerta de frío.

Y ahí vamos otra vez, pero antes que pueda empezar a hablar nuevamente, me abraza y no se por que, siento que es más que un abrazo. El calor comienza a recorrer mi sangre y eso es malo.

Mala Ema, eres una niña mala.

Él huele a alcohol y me consuelo pensando que tan solo esta actuando así, por lo que a tomado y solo por eso. Me alejo un poco explicándole que Cris viene en camino y eso parece molestarlo.

Tengo una tendencia a atraer a los hombres menores de edad. No se por qué. Me digo a mi misma, que me veo mas joven y eso es lo que los atrae. Pero la verdad que me molesta un poco, ¿Por qué no puedo atraer tipos de mi edad? No es que tenga nada contra la edad, pero esta claro que nunca funcionaría conmigo.

No me imagino estando en casa con un niño en brazos, esperando que el amor de mi vida venga de su primer año de facultad con sus amigos.

No, definitivamente debo hacer algo.              

Me alejo un poco más observando la calle y el auto de Cris gira en la esquina.

—Ese es el auto de Cris —le digo mientras nuestras manos continúan juntas.

De mala gana me suelta y le agradezco por la compañía. No me hubiera gustado esperar sola. Me da un tierno beso en la mejilla y se mete las manos en los bolsillos cuando comienzo a alejarme, saluda a Cris con un movimiento de cabeza y se aleja con pasos tranquilos. Le agradezco nuevamente mientras me meto en el calor del coche. El cambio de temperatura parece hacerme temblar aún más.

—Hola… —miro a mi amigo y me inclino para darle un beso en la mejilla pero se aleja.

—¿En serio? —Me pregunta indignado. Su voz suena peligrosa y sus ojos me confirman que de tener súper poderes ya me hubiera asesinado con ellos.

—¿Qué? —Pregunto molesta y pongo mis heladas manos en las salidas de aire evitando mirarlo. —¿Qué paso con tu cita? Dime que no la dejaste sola.

—¿Cuántas veces debo decirte que no le des alas a ese tipo? —Me giro furiosa y lo enfrento.

—Te das cuenta que no respondes nada de lo que digo, ¡no me estas escuchando! —Me quejo. Mi voz suena un poco mas gritona de lo común, aunque el castañeo de mis dientes no hacen que suene tan tajante como desearía.

—Ella estará bien, en cambio tú, estas helada. ¡Mierda Ema! —Solo basta que Cris diga eso para que un torrente, y poco sexy, de estornudos me ataque. Él no dice nada, pero me tiende un pañuelo descartable y suspira.

Arranca y en unos minutos estamos en la puerta del edificio.

El departamento que compartimos está en el quinto piso, es un departamento amplio para dos personas, e impagable para una persona como yo, así que lo compartimos.

¿Se preguntan como una mujer como yo termina viviendo con alguien como Cris?

Bien, la versión corta: Cris estaba con una mujer, ejecutiva de una empresa petrolera nativa de Tokio, Con ojos rasgados, silueta de cuentos, largas piernas, abundantes pechos y curvas medidas, las justas para entrar en un talle S, lucía como un personaje salido de un animé, amaba el animé Gore. Nunca entendí ¿Cómo demonios Cristian terminó con alguien que le gustaba el Gore?

Yo había ido a la convención como una Otaku mas, amantes de los manga japonés junto a mi amigo Fabián. Él se había quedado jugando a dios sabe que juego, mientras yo tomaba un cortado mediano en la cafetería. El lugar estaba lleno de gente vestidos con elaborados trajes de cosplay, yo tan solo me había vestido lo mas discreta posible. Estaba absorta mirando a todos los demás y pensando en las horas de trabajo que debió tomarles hacer dichos trajes cuando un apuesto hombre se me acercó, lucia aún mas fuera de lugar que yo, llevaba un traje en una convención de animé, salvo que fuera disfrazado de modelo de pasarela estaba claro que lo habían arrastrado hasta allí. Yo estaba sentada sola y me pidió sentarse conmigo. Estoy segura que vio otros sitios donde sentarse pero dado que parecía no encajar en el ambiente estoy segura que fui la opción más normalita que pudo encontrar.

A partir de ese día nos hablamos, yo sabia que no tenía oportunidad con él en el mismo momento que la barbie japonesa llegó a su lado, así que pensé siempre en él como un amigo.

Mi amigo Cris, incluso le había designado ese nombre en mi lista de contactos.

Cuando me quedé sin uno de mis dos trabajos, y la renta del departamento que alquilaba se me hizo imposible, Cris justo había roto con la segunda novia que le conocía, por lo que estaba buscando departamento. Un día lo acompañé a ver uno después del trabajo. Era hermoso, amplio, luminoso, y muy caro. Le dije a Cris: tómalo y vendré todos los días a cocinarte o limpiarte el departamento solo para estar aquí, es, es mágico.

Él me propuso de alquilarlo juntos.

Al principio me reí como loca, pero después de sopesar la idea de volver al cuarto en el que había pasado gran parte de mi vida en la casa de mis padres, lo tomé.

Y nos mudamos juntos…

Cuando se detiene frente al edificio, estoy a punto de bajarme del coche, me agarra del brazo y estirándose sobre mí cierra la puerta. Pulsa el botón y abre el portón.

—No es necesario que entres —le digo, pero no me presta atención. No es como si no pudiera abrir la puerta ni nada por el estilo. ¿Verdad?—¿Qué paso con tu cita? ¿Vas a entrar el coche? ¿Me estas escuchando? —Mis preguntas son ignoradas una tras otra y aún no se por que sigue frunciendo el ceño.

Estaciona magistralmente en el garaje, sigue sin decirme una palabra y me fastidia. Yo debería ser la que está molesta, no él. Salgo del coche y lo rodeo para encararlo. —Te pregunté: ¿Qué pasó con tu cita?

—Aun no entiendo por qué permites que te pasen estas cosas. —Retrocedo un paso al notar su enfado, es una mezcla de fastidio y enojo que no logro asimilar. —¿Qué paso en la cita? ¿Acaso no puedes dejar de actuar como un culo duro de patear y permitirle al tipo que te acompañe a casa?

—¿Qué? —Pregunto intentando comprender de que estaba hablando.

Me escruta aun más y me siento en desventaja. Mis uno sesenta cm ,no hacen mella contra el metro ochenta y tres de él. Lo fulminó con la mirada pero parece querer seguir discutiendo el tema, y no estoy segura de poder soportarlo, por lo que me giro con el dramatismo de actriz de telenovela y voy directo hasta el ascensor.

No estoy de humor para escucharlo. Siempre empieza igual, preguntándome: ¿Por qué salgo con ese tipo? ¿Qué pasó con tu cita? ¿Qué le viste a ese? ¿No crees que sea un perdedor? ¿No crees que merezcas algo mejor? Y un remolino de preguntas con las que me ataca de vez en cuando.

Nunca entiendo bien si es que acaso le molesta mi soltería o simplemente tiene complejo de hermano mayor. Ni siquiera mi hermano es tan insistente como él; aunque me inclino más hacia la opción de que mi madre debe sobornarlo para joderme la vida.

Llevamos viviendo juntos más de un año. Podría decirse que él es la única relación más duradera y estable que he tenido en mi vida y salvo por la falta de sexo y los arrebatos de enojo de Cris sobre mi vida privada, seriamos la mejor pareja del mundo.

Toqueteo los botones al pasar mientras se acerca andando detrás mío, sin decir nada más.

Estuve a punto de entrar en el ascensor sin él, pero antes que mí mirada asesina le afectase, puso una enorme mano contra la puerta y esta volvió a abrirse.

—¿Se puede saber que te pasa? —Lo increpo en el diminuto cubículo.

Me da la espalda haciéndome sentir atrapada, y me mira por encima del hombro con superioridad. Una punzada de odio me rebalsa y pienso que tal vez, su cita fue un fracaso y yo soy solo un chivo expiatorio.

—Tu cita fue una mierda por eso tienes ese humor de mierda. ¿Qué? ¿Acaso no era tan hueca como las que te gustan Cris? ¿Qué pasó, te diste cuenta que la nueva barbie era demasiado chillona o qué?

Las puertas se abren y comienzo a buscar las llaves, pero como de costumbre mi bolso parece haber sufrido la explosión de una bomba nuclear dentro y no las encuentro donde las había puesto. En cambio, Cris, si lo hace y me sonríe con suficiencia.

—Mi cita no fue una mierda. —Añade con los ojos entrecerrados mientras abre la puerta y entra al departamento.

—Entonces ¿Qué te pasa?

—Me pasa que no lo entiendo. —Camina por la sala de estar hasta la barra y toma un vaso.

—¿Qué tenia este tipo que no fuera bueno para ti?

Por un momento pienso en por donde empezar cuando continua hablando.

—Y encima esta ese idiota de Marco, ¿Qué hacías con él?

—No es un idiota —bueno tal vez cuando bebe, pero conozco al chico desde que… no se, desde hace años y es un buen chico.

—Y encima lo defiendes.

—Tan solo me lo cruce cuando…

—…cuando venias caminando por una zona oscura llena de borrachos y ladrones… ¡medio vestida! —Hace un gesto y me señala. Estaba a punto de argumentar que no era tan peligrosa, cuando reparo en sus últimas palabras. ¿Medio vestida?

Automáticamente me miró de pies a cabeza. Llevaba una pollera un poco mas arriba de la rodilla de color rojo, tan apretada que estaba reduciendo mi capacidad pulmonar, una blusa que dejaba ver parte de mis pechos pero no mucho, un pañuelo, botas y un tapado largo hasta las rodillas. Vuelvo mi vista a él incrédula de lo que estaba diciendo mientras abre a heladera y saca el jugo.

Yo aún sigo dándole vueltas a la frasecita mientras entro en calor de a poco. Apoya las manos en nuestra hermosa barra y me fulmina con la mirada.

—¿Y no tuviste ni la mínima intención de pensar que tal vez fuera peligroso y podrías llamarme? ¿No?

—Medio, medio….. ¿Qué? Estabas en una cita con Rachel, Michelle, Raquel como demonios se llame la de turno y ¿piensas que te llamaría?

—Sabes que hubiera ido. —Responde en un susurró que tiene el significado de que me lo ha dicho muchas veces.

Me niego a que mi falta de vida amorosa arruine la de los que me rodean, pero aun así no logro entender ¿Por qué esta tan enojado? Lo observo sin logran entenderlo. Se toma de un trago el contenido del vaso antes de seguir hablando.

—¿Lo sabes, verdad?

—Si lo sé, pero no era correcto.

—Dios te libre de pedir la ayuda de un hombre ¿no Ema? —Abro y cierro la boca intentando hablar pero no me deja —no quiero escuchar más, me voy a la cama.

Y así sin más mi compañero de cuarto desaparece dentro de su habitación, rodeado por una nube negra que parece que fue producto de mi mala noche.

Medio vestida. Me repito una y otra vez.

Su teléfono suena mientras comienzo a quitarme el abrigo y las botas. Suena una, dos, tres veces, cuando le oigo gritar. Que no tenia ganas esta noche y sin mas corta.

¿Qué le paso para estar de tan mal humor?

Tengo ganas de irrumpir en su cuarto y gritarle un par de cosas pero me detengo, ya que no ayudaría en nada. Por un momento me imagino siendo como él, desapareciendo de una cita y él tipo del momento llamando para saber de mi, rechazándolo pero teniendo muy claro que en la mañana podría levantar el teléfono y pedirle perdón con cualquier excusa y saber que volvería conmigo.

Pero así es él, las mujeres se derriten por su encanto. Siempre le note cierto parecido al actor de Prisión Break, W. Earl Miller, con ese rostro de tipo duro, siempre bien vestido, ropa de marca por supuesto y ese encanto que dice, “yo soy el hombre que buscas”. Su atuendo nunca varia mucho, casi siempre usa pantalones de vestir que se amoldan a su cuerpo como un guante, camisas blancas con corbata para el trabajo, sin ella para ocasiones informales.

Hoy llevaba un pantalón oscuro de corderoy muy fino y una camiseta estilo polo con finas rayas verdes que resaltaban sus ojos verdes, zapatos de cuero y un pulóver con rombos en claros tonos verdes. Como dije, todas pierden la cabeza por Cris, lo bueno es que ninguna de las que salen con él tiene algo en la cabeza.

Ahora estoy siendo una perra y lo sé.

Me voy al baño y me quito el maquillaje. Me observo y realmente me siento hermosa, mis ojos están más claros que de costumbre y eso me gusta. Me voy a la cama sintiendo que realmente tome la decisión correcta en esta cita.

Mañana es día de trabajo y ocuparé la mente con eso, no es necesario darle mas vueltas al asunto de Juan, he tomado la decisión correcta. Así que me duermo con una sonrisa en los labios de solo pensar como una noche aburrida, puede pasar a ser terriblemente apocalíptica en solo unas horas.

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