Ema

Ema


Capitulo Seis

Página 14 de 21

 

 

 

C

a

p

i

t

u

l

o

S

e

i

s

 

“Quería eso y mucho más.”

 

 

 

 

Ninguno de los dos hablamos de lo pasado en la noche. Nos despertamos abrazados, nos bañamos y nos alistamos en silencio.

La mañana del funeral fue triste, pero al menos ya no se lo veía tan abatido. Me consolé pensando que aquel momento de intimidad no había significado más que uno de los mejores hombres que conozco mostrándome el dolor de su alma.

Fuimos de la mano otra vez, se negaba a soltarme y lo acepte. Al final de cuentas, yo también necesitaba un apoyo.

Había pasado mucho tiempo con su familia, lo que los hacia cercanos a mi y dolía.

Pude escuchar preguntas susurradas, mientras pasábamos entre los familiares tomados de la mano. La mayoría de los que habían venido no nos conocían lo suficiente. Pilar y los demás se encargaron de hacerme sentir de la familia como siempre, me sentaron junto a Cris en la primera fila.

Fue una ceremonia hermosa, triste pero hermosa.

Todos despedimos a Juan con lágrimas en los ojos.

Pilar dio un discurso poco extenso pero colmado de amor.

Hablaba de la fuerza de la familia, de la seguridad de los que amábamos y por sobre todo la alegría y nos invitaba a despedir a su marido con una sonrisa en los labios. Recordó varias anécdotas divertidas sobre como Juan la había invitado a bailar la primera vez, un par de historias mas sobre como los hacia reír. Nos insto a despedirlo con un hasta siempre y a prometer, ser felices.

Al parecer Pilar sabía el estado de salud de su marido desde hace mucho tiempo, pero aquello no logró marchitarla. Imagino que Juan se había encargado de llenarla de buenos recuerdos antes de partir.

Miré a la mujer en el altar y sentí una punzada de dolor.

De pronto comprendí que quería eso, una familia, alguien que hablara por mi algún día. Algunos hijos que me extrañaran y recordaran mi vida.

Quería eso y mucho más.

Lo quería todo.

Como dije, ninguno de los dos hablamos de aquella noche.

Cristian me besaba algunas veces, casi como si no le incomodara, mientras que a mi me hacia sentir extraña, como si los límites se rompieran de a poco.

Pasaron más de tres semanas para que él volviera a la normalidad.

Más o menos.

De a poco tomamos la rutina nuevamente, comencé a relajarme, a abrazarlo sin temer que pensara en algo más y mi amigo volvió a la normalidad.

Tres semanas después…

Los problemas en la clínica aun continúan, pero los soporto mejor desde que conocí a Lucas y lo que es aun mejor, ¡ya llevamos dos semanas!

Lo conocí una mañana en la clínica, había llegado de urgencia, con un pie esguinzado y en un ángulo un poco extraño. Aunque la verdad,  era un misterio cómo se lo había torcido de esa forma.

El trabaja en un Banco del centro, y digamos, no es que sea un trabajo de alto riesgo ni nada por el estilo, pero me contó que el piso mojado le había jugado una mala pasada y había resbalado. Es el típico chico desgarbado, de lentes de marcos gruesos, la timidez brota por los poros y vamos despacio, muy despacio y eso me sienta bien.

La primera vez que vino a buscarme a la clínica, fuimos por un café. Lucia tan tiernamente avergonzado, que cuando me saludó mezclo las palabras, lo único claro que había dicho, fue vamos por un café, aunque no lo había dicho en ese orden. Sus mejillas permanecieron coloradas todo el rato que estuvimos juntos, y en todo momento se frotó las manos con nerviosismo.

La segunda vez fue mejor, estaba un poco más relajado y logramos hablar por un buen rato sin que tartamudeara. Él no es un hombre normal, va lentamente por la vida, podemos charlar por horas y es agradable. Es alguien con quien puedo hablar de todo sin que parezca una loca y eso me gusta.

Y sobre todo, no habla de su ex.

Habíamos llegado a la séptima cita mágicamente, al punto que ni yo me lo creía. Nuestras citas siempre transcurrían de día, después del trabajo, así que esta vez había planeado que la numero “Siete” fuera totalmente distinta.

Eso era prometedor, y me moría de ganas de ver si congeniábamos en la cama como la hacíamos en todo lo demás.

Esta vez, fuimos a cenar, había planeado todo.

Incluso había planeado que la dicha cita, coincidiera con la noche en que Cristian tenia la cena de la empresa, por lo que tenia asegurado que llegaría tarde. Al menos es lo que usualmente pasaba cuando iba con él.

Estuvo molesto toda la semana por el hecho que no iba a acompañarlo, pero lo evité de todos modos. No estaba dispuesta a ceder en esta ocasión. Había intentado sobornarme, inclusive me había ofrecido cocinar y limpiar por una semana, pero me negué rotundamente, por lo cual me había ganado su trato “frio” y no me había hablado desde ayer.

Me había negado rotundamente a acompañarlo, recién habíamos retomado la rutina de amigos sin besos, así que no pensaba mezclar las cosas, además estaba lo mío con Lucas, lucia prometedor y aunque no le había contado nada a Cristian, no pensaba arruinarla.

El plan es que después de cenar iríamos a mi departamento a tomar el vino que había puesto en la heladera esta mañana, incluso tenia consejos de Ana, miles de ellos.

Me pareció buena idea pasar nuestra primera noche juntos en mi casa, en un lugar donde me sintiera cómoda y relajada. Aunque debo admitir que no estoy para nada nerviosa. Lucas es diferente a los otros chicos, ya después de un par de semana podía predecir lo que pensaba, o al menos la mayoría de los pensamientos.

Seria una buena noche, o al menos así lo creía.

La vida es una cabrona cuando se lo propone y da sorpresas que no esperamos.

Llegamos a la puerta y mis manos tiemblan por la anticipación.

¿Hace cuánto tiempo que no estaba con un hombre?

Cris definitivamente no contaba, el era mi amigo y además no habíamos hecho nada de lo que debiera arrepentirme.

Hace mucho tiempo que no sentía esta necesidad, es como volver a empezar, como la anticipación de la primera vez, que por cierto no tuvo fuegos artificiales ni nada por el estilo.

La mano de Lucas me acaricia la espalda mientras abro, de una forma muy caballerosa sostiene la puerta para mí, mientras intento guardar las llaves en el desorden mundial del caos, llamado comúnmente “mi cartera”. Cosa que a Lucas lo hace reír, él cree que mi desorden es “tierno” y eso me gusta. No me juzga y eso me gusta aun más.

Apenas damos unos pasos adentro del departamento, escucho el sonido de la televisión encendida y me congelo en el pequeño recibidor.

—¿Qué pasa? —Me pregunta al oído sonriendo, mientras sopeso la idea de retroceder y huir. Cristian estaba aquí.

¿Soldado que huye sirve para otra batalla no? No es que necesite esconder nada… los pensamientos me asaltan de golpe, y un peso descomunal se asienta en mi estomago, y no se porque, pero me siento como una traidora. Como si temiera herirlo. ¡Mierda!

Vuelvo a prestar atención tomando una bocanada de aire y si, definitivamente lo que escucho es la televisión de fondo y maldigo en silencio mientras tomo coraje para enfrentarlo.

¿Qué hacia él aquí? Siento que se me revuelve el estomago y comienzo a ponerme aun peor, por que aunque duela admitirlo aun no comprende del todo ¿Por qué me siento como una perra?

Debería estar en una cena del trabajo ¿acaso no había conseguido una cita?

Él siempre conseguía una cita. Haciéndome con toda mi fuerza de voluntad y tomando varias bocanadas de aire, doy los dos los pasos que nos separan del estar.

Cristian esta despatarrado en el sillón con los pies apoyados en la mesa de café, lleva ropa deportiva y el cabello revuelto.

—Hola Cris —le saludo. Esta mirando un partido del Manchester contra Chelsea. Luce despeinado como si hubiera salido de la ducha recientemente—¿Qué haces aquí? —Pregunto inocentemente.

Me mira sin entender la pregunta, hasta que Lucas se asoma por detrás de mí y su rostro se descompone en una mueca. Sus cejas se juntan más de lo normal y sus ojos son casi una rendija, como los perros cuando están a punto de atacar. Juro que si tuviera orejas las tendrías tiradas hacia atrás y los pelos de su lomo estarían parados.

—Te presento a Lucas. —Digo evitando su mirada que no me abandona ni un momento, y comienza a ponerme nerviosa. El aludido se acerca a Cristian con esa timidez tan característica de él, para tenderle la mano. Mi amigo aun tiene una mirada extraña pero aprieta su mano sin dejar de mirarme de forma inquietante.

—Es un gusto conocerte —le dice.

—Igualmente. —Cris mira de Lucas a mí sin sonreír.

Esa no es una buena señal, no está del mejor humor posible.

Intento recordar porque podría estar tan enojado y recuerdo la discusión por la famosa fiesta. Me mira de un modo tan extraño que molesta y hasta Lucas lo nota. Lo miro un segundo más preguntándole ¿Qué demonios le pasa? Y en su cara puedo leer la pregunta ¿Por qué había traído a alguien y quien era él? Y eso me molesta, no es como si nunca trajera a nadie a casa. Ana pasaba seguido con el huracán Mili, aunque no creo que ella cuente, pero él había traído a muchas mujeres aquí y nunca habíamos tenido problemas.

—Bien, —digo nerviosa intentando romper la tensión que se palpa en el aire y tomó a Lucas por el brazo —ven, vamos a la cocina —le indico por donde esta, aunque en realidad tan solo intento escapar del escrutinio que me hace revolver el estomago y pensar en cosas estúpidas. Cuando Lucas me da la espalda le pregunto en silencio a Cristian que aun no deja de mirarme: —¿Qué te ocurre?

Cuando llego a la cocina, Lucas parece confundido y un poco avergonzado, lo empujo lo más lejos del Rotwailer como me es posible. Forzando una sonrisa saco el vino de la heladera y tomo dos copas, mientras Lucas inspecciona el lugar.

—Cris, ¿no ibas a salir hoy? —Le pregunto amistosamente en un grito desde la cocina sin moverme, no me atrevo a enfrentarme a su mirada nuevamente.

—No. —Responde de forma tajante y vuelve a levantar el volumen.

Maldigo en voz baja y suspiro ruidosamente.

—Es bastante masculino para ya sabes... —dice quebrando la muñeca. Sonrío de lado ante las palabras de Lucas y no puedo evitar soltar una risita.

Sip, es lo que imaginan. Le había dicho a Lucas que Cristian era gay.

Casi ningún hombre cree que pueda vivir con él sin sentir nada al mismo tiempo, y los besos no contaban, por supuesto que tocarnos en la intimidad en un momento triste tampoco contaba. Si lo comparábamos a un juego en verano en la pileta por ejemplo, podría ponerle la misma calificación de inofensivo, ¿cierto? además ya había aprendido la lección con anterioridad y lo mejor que podía hacer para que Lucas no huyera como un condenado era decir que Cristian es gay y punto.

—Si bueno —susurro muy bajo, mientras Lucas me besa el cuello cuando me siento a su lado, en un gesto tan valiente que me toma por sorpresa —no es una mariquita.

Lucas asiente bastante convencido, aunque en parte creo que se debe a los dos vasos de vino que ha tomado.

Nos sentamos en la mesa de la cocina, uno al lado del otro, tomando vino mientras nos besamos, charlamos un poco mientras escucho de fondo a los relatores de ESPN.

Me agrada estar con Lucas, es un tipo “interesante” y parece que podemos congeniar bastante bien.

A veces me siento mal estando con él, como si estuviera mintiéndole de algún modo, ¿acaso no tendría que tener mariposas en mi estomago? ¿No debería sentir algo además de sentirme a gusto?, cuando me pongo a pensarlo, lo siento insípido pero me mentalizo que son mis inseguridades las que hablan, además ¿Quién necesita esos bichos en el estomago cuando se puede estar con alguien a quien el tema de las meditaciones le resultan fascinantes? En esos momentos es cuando mi corazón, me echa un vistazo desdeñoso y me pregunta con esa voz desconfiaba tan típica suya: —¿Qué paso con eso de “quiero todo eso y mucho más? ¿Por qué cada vez que lo piensas en eso, la única imagen que te viene a la mente es Cristian? ¿Por qué te conformas con tan poco? ¡Yo quiero mariposas! ¡Quiero sentirme nervioso! ¡Yo quiero! —Me grita insistentemente y lo ignoro.

Después de veinte minutos, Cristian no se mueve del sillón y comienza a inquietarme. Me digo a mi misma, una y otra vez que lo que siento es tan solo confusión. Cristian es mi amigo, solo mi amigo y no debería sentirme mal por salir con alguien. Él debería estar apoyándome en esto… la mayor parte de las veces que él trae alguien a casa no aparezco en casi ningún momento. A veces salgo de mi habitación, solo para buscar algo y la mayoría de las veces que me he cruzado con sus chicas, es a la madrugada o directamente cuando se marchan, a la mañana siguiente.

—¿Puedo pasar al baño? —Me pregunta Lucas y me acaricia la mejilla. Noto que el alcohol esta haciendo mella en él, tiene los ojos vidriosos. Me planteo de decirle que mejor no, pero es ridículo así que accedo a mostrarle el camino.

—Claro —le indico donde queda el baño. Cuando entra, fulmino a mi amigo con la mirada más furiosa que puedo dedicarle, desde la seguridad de la distancia y el marco de la puerta de la cocina… y parece dar resultado, ya que Cris sale de su estado catatónico para venir volando hacia mí.

Parece un huracán a punto de impactar, tan solo falta que toque suelo.

—¡Deberías haberme dicho que venias con alguien! —me reprocha en un duro susurro que me hace retroceder. —¿Quién carajos es él?

—¡Se supone que estarías trabajando!, tenias una cena, ¿Recuerdas? —Le increpo con los dientes apretados con el corazón a punto de salírseme por la boca.

—Bueno, no lo estoy, ¡como veras! —Dice soltando una carcajada forzada arqueando una ceja con sorna. Entrecierro los ojos exasperada por su mala actitud.

—¿Por qué no? —Lloriqueo haciéndole una mueca de dolor y apartando los pensamientos que se me cruzan por la mente al verlo. Luce dolorosamente hermoso. —Siempre vas a esas malditas cenas. —Añado restregándome las manos por la cara con desesperación.

—Y siempre vienes conmigo. ¿Desde hace cuanto sales con este tipo? —Dice señalando en la dirección hacia donde Lucas se ha ido.

—Un tiempo. —Respondo cruzándome de brazos.

—¿Un tiempo?

—Si, unas semanas…y ¿Qué? ¡Maldición! —Gruño mientras me seco las palmas de las manos. Siempre que estoy nerviosa me sudan. —Estoy segura que encontrarás algo que hacer ¿cierto? Al fin y al cabo es viernes ¿no? —Digo recordando las veces que lo he hecho por él y dejando que la desesperación se filtrara por mi voz. Estaba segura que Lucas borraría todas mis inseguridades con respecto a Cris, estar con él, sellaría mis dudas. —ir a dar una vuelta y…

—¡Ni lo sueñes! —Me interrumpió él con un tono de voz enojado y esbozando una sonrisa que me reta a desafiarlo, retrocedo otro paso frunciendo el ceño. Me quedo aturdida sin saber como responder. —Mañana es sábado.

—¡Oye, yo lo he hecho por ti! Y se que es sábado…

—Yo nunca te lo pedí. —Agrega burlonamente.

—No claro que no, pero lo he hecho. ¿Y que tiene que ver que mañana sea sábado?

—¡Pues es una lastima! —Me responde sarcásticamente con una sonrisa como si aquello fuera parte del show “fastidia la noche de Ema”.

—¡No es justo! —Grito, justo cuando Lucas vuelve. Mis ojos viajan a él en un segundo y retrocedo un paso al notar lo cerca que estaba de Cris y me invade la vergüenza. Si me ponía de puntillas podría besarlo, podría lamer sus labios, probar el sabor de su…

Por un momento sacudo la cabeza y me pregunto si he hablado en voz alta, y me sonrojo.

En los ojos de Lucas reina la sorpresa y la confusión, estudia a Cristian de pies a cabeza y se para derecho, con los hombros hacia atrás y todo. Es tan tierno, que casi suelto una carcajada.

—Oigan, ¿Esta todo bien? —Pregunta vacilando mientras se sube los anteojos como cada vez que se pone nervioso. Al notar como Lucas se remueve incomodo, mi codo impacta con las costillas de mi seudo amigo gay, haciéndolo jadear y maldecir.

—Si, —murmuro intentando no apretar los dientes —todo esta bien cariño —continuo forzando una sonrisa. Miro a mi amigo con recelo mientras sisea como si le hubiera echado sal a una herida. —Solo es que Cris, esta en su fase malhumorada. —Lo esquivo con un poco de destreza ya que casi ocupaba todo el espacio del marco de la puerta y tomo mi abrigo. —Iremos a otro sitio. —Refunfuño mientras noto como Cris achica aun mas sus ojos al punto que casi solo son una rendija, le devuelvo la mirada desafiante mientras me alejo. No importaba lo que hiciera, tendría sexo con Lucas y dejaría atrás mis dudas con respecto a él. Ya ni me importaba hacerlo en mi propia casa.

—Claro, claro —Lucas toma su abrigo y saluda a Cris sin tomarle la mano esta vez. —¡Oye! Respeto a tu comunidad, espero que no haber dicho nada malo.

¡Auch! Mentalmente me hago un ovillo y me pongo en posición fetal, no literalmente claro esta. Me giro en cámara lenta, casi como en las películas cuando mi cerebro grita: ¡corrrrreee!

Y lo escucho… puedo oír los engranajes del cerebro de Cris mientras asimilan las palabras.

¡Oh mierda! Se que lo sabe, se que lo sabe.

Sus ojos parecen incendiarse, y tarda unos segundos en comprender, pero para cuando va a decir algo cierro la puerta jalando a Lucas afuera conmigo. Hacia un sitio seguro. Nos subimos velozmente al ascensor, que por una vez en la vida llega rápido. Cuando salimos a la calle mi corazón late a mil por hora y Lucas lo nota, pero el parece mas nervioso que yo. ¿Y como no estarlo? Cristian le saca dos cabezas, incluso creo que debería unir sus dos brazos para hacer uno de Cris.

Para las dos de la mañana estoy enojada con el mundo, con todo el puto mundo.

Tengo ganas de darle patadas a alguien. Lucas se interesa más por saber todo sobre mi relación con mi querido recién titulado “amigo Gay” que en mi cuerpo y eso me irrita. Además me encuentro en una casa compartida por un par de amigos más, que gritan y vociferan como si estuvieran en una cancha de fútbol. Así que, tomando una decisión madura me marcho a casa, en un taxi, completamente frustrada, semiborracha y necesitada.

Pero por sobre todo cabreada, mas que nada con Cristian. Se comportó como un egoísta, muy egoísta. ¿Qué le costaba dejarme un rato a solas? No tenia que explicarle nada.

Bajo del coche tambaleándome hasta la puerta de entrada y dando tropezones llamo a Ana.

—¿Y que tal fue?

—Fue un azcoooo

—¿Estas borracha?

—¡Claro que no! —Respondo indignada e intentando que las palabras salieran claras. ¿Desde cuando mi lengua era tan pastosa?

—¡Dios! Estas muy borracha…

—Bueno un poco, pero ¿Zabez de quien ez la culpa…?

—¿Del alcohol por seducirte para meterse en tu sistema? —Me lo pienso un segundo y eso tiene sentido, pero no.

—Ezo, zi, y de, de Criz…

—¿Qué tiene que ver él en eso?

—Todo, el debía eztar, no ze, donde fuera, no eztaria y eztaba y ze comportó de la forma maz eztraña que puedo…

—¡¿Qué?! —Me grita y me aparto el aparato para mirarlo de forma extraña. —¿Él hizo que? ¿Qué dijo? ¡Ema!

—¡Oye! Eze chico ezta haziendome geztoz eztraños. —Digo mirando a unos muchachos de un coche que pasan lentamente gritándome groserías.

—¿Qué chico?

—El del coche…

—¿Qué coche? ¿Dónde carajo estas?

—Aquí.

—¿Aquí donde?

—En la puerta de mi casa…

—¿Fuiste a la casa de tu madre borracha? —Grita indignada y cierro los ojos y me palmeo la cabeza.

—Pues claro que no —respondo preguntándome si ella estaría tan borracha como yo. —Estoy en la entrada del departamento… ¿Eztaz zegura que no haz tomado?

—No, tú has tomado, entra al hall.

—¿Qué?

—¡Que entres al puto hall! —Me sacudo un momento ante su grito.

—Para eso necezito la llave.

—Ema…

—Tranquila, ¿Por qué me gritas?

Meto la mano en mi bolso y como siempre tardo unos minutos en dar con el enorme oso de peluche que es mi llavero.

—Te juro que a veces creo que mi llavero juega a escondidas conmigo.

—¿Las encontraste?

—Zi, zi, tranquila. Aquí. —Levanto las llaves en el aire como si ella pudiera verme.

—Bueno ahora entra de una vez… ¡carajo vas a matarme del susto! —Vuelvo a quitarme el aparato del oído y me concentro lo suficiente como para que la llave entre en la rendija. Menos mal que no soy hombre, si no estaría en graves problemas ahora mismo. Cuando lo logro después de unos minutos entro con Ana gritando desde el otro lado.

—¡Ya, ya! ¿Por qué todos me gritan hoy?

—Cuéntame que dijo Cristian.

—No dijo nada, se porto muy mal con Lucaz.

—¿Y donde esta Lucas ahora cariño?

—En su casa.

—¿Tuviste sexo?

—¿Zomos un paiz del primer mundo?

—No.

—Bueno, ahí tienez tu respuezta.

—¡Maldición! Debes hablar con Cris.

—No pienzo hablar con él.

—¡Debes! ¿Por qué mierda eres tan terca?, escúchame, estas frustrada, se como se siente.

—¿Enserio? —Pregunto mientras pulso el botón para llamar al ascensor. —¿Cuándo fue la ultima vez que tuviste sexo? —Ella se lo piensa pero respondo antes que diga nada. —Dos semanas Ana, dos, yo llevo mucho mas tiempo que tu, no me digas que lo sabes, si no fuera por la obra de beneficencia de Darío llevaría mas de cinco meses. Cinco —respondo un poco más enérgica que de costumbre levantando la mano para asegurar mi punto, aunque ella no pueda verme y por una vez agradezco que no haya un conserje escuchando mis gritos.

La mayor intimidad que había tenido en los últimos tiempos había sido con Cris, y solo por el hecho que nos habíamos tocado semidesnudos y eso, definitivamente no contaba como sexo, y claro que no se lo diría a mi amiga.

—Esta bien, esta bien, no te enojes…

—Me voy a la cama. El mundo se mueve.

—Es el alcohol cariño. Mañana por la tarde paso por ti, ¿Estas bien?

—Si… pero tendré resaca.

—La tendrás, pero aun así pasare por ti.

Abro la puerta bufando por el esfuerzo, sosteniendo mis zapatos en la mano e intentando que el piso no se mueva tanto. Entro en silencio, tanteando en la oscuridad hasta un sitio seguro, al menos el jodido se ha ido a dormir o eso creo. Doy un respingo cuando me toma del brazo y me gira. Básicamente mi mundo entero gira y casi pierdo el equilibrio. Aunque en mi estado no lo habría visto venir.

—¿Qué mierda? —Grito cuando me toma desprevenida.

Enciende la luz y me mira de pies a cabeza.

—¿Le dijiste que era gay? —Intento concentrarme en él y lo logro. Le echo una mirada ofuscada.

—¡No es el mejor momento Cris, estoy muy, muy enojada contigo! —Noto como de a poco mi lengua vuelve a funcionar y abandona el seseo.

Al mejor estilo telenovela miro con el ceño fruncido su mano, que aun me aprieta el brazo. Intento soltarme pero no me deja, sigue agarrándome con firmeza y eso me enfurece un poco. No es como si necesitara tanto de él.

Pruebo soltarme una vez mas rogando que mis piernas no flaqueen, pero noto que es una mala, una muy mala idea, así que no me suelto.

El departamento entero parece una mezcla sicodélica de lo que era, cuando me marche y suelto una carcajada al ver los colores de mis muebles como esfumándose en un borrón por todos lados como un arco iris.

—Le dijiste que era gay. —Repite, como si no lo hubiera oído.

Estaba borracha no sorda, pienso en aclararle el punto pero lo descarto.

—Claro que lo hice —admito sin una pizca de culpa y levantando la barbilla. — le dije que mi amigo es gay. O sea tu, si, se lo dije y ¿Qué? —Mi dedo se clava en su pecho remarcando mi punto —¿Y que? —Vuelvo a repetir con mas énfasis.

—¿Por qué? — me echa un vistazo desdeñoso como si de pronto estuviera vestida como un Teletubbies. Aunque debo admitir que siempre me encanto el azul, el rojo me parecía un total fastidio y el amarillo me sonaba siempre un poco petulante y el verde bueno… siempre lo ignoré, aunque mi preferido siempre fue Puka, y el definitivamente se veía como Garu enojado. —¿Estas borracha?

—¡Por que se me dio la gana! —Digo envalentonada mientras el mundo deja de moverse. ¡Genial! —Se me dio la gana de decirle que eras gay y punto. Y no, no estoy borracha. —Afirmo con demasiada petulancia.

Me soltó de forma mal intencionada, pude verlo en sus ojos. No solo me soltó, si no que me empujó y allí estaba el borrón sicodélico otra vez.

¿Acaso el Flower Power había vuelto otra vez a ser moda?

Ir a la siguiente página

Report Page