Ema

Ema


Capitulo Siete

Página 16 de 21

 

 

C

a

p

i

t

u

l

o

S

i

e

t

e

 

“Varias cosas esclarecedoras”

 

 

 

 

Amanecí en mi cama sintiéndome una tonta.  Lo corroboro apenas me levanto, y me doy de frente con la idea que, si, soy una cobarde.

Me había despertado cerca de las cinco de la madrugada con graves problemas para estirarme y había descubierto que el problema eran unos ochenta kilos abrazados a mí, de nombre Cristian. Y en ese momento es cuando entro en pánico. Lo había hecho. Finalmente me había acostado con él.

Me doy una palmada en la frente, sé que Ana estaría orgullosa, aunque dudo que pueda contárselo… eso llevaría a más preguntas y la verdad, no me sentía como para recibir preguntas del tipo ¿y ahora que harán? ¿Serán novios? No quería pensar en eso.

Anoche habían ocurrido varias cosas esclarecedoras.

1. Había entendido de primera mano, la cantidad de cosas que puede hacer un hombre con su boca y me sentía realmente estafada por mis antiguas parejas, ¿es que acaso no lo sabían? Podría enviarles un mail explicándole pero dudo que lo tomen de buena gana.

2. comenzaba a entender por que la mayoría de las mujeres que salían con Cris no tenían problemas para rogar una segunda cita, ¿Quién no se humillaría por sentirse así de adorada por el sexo opuesto? Estaba claro que yo no lo haría pero las circunstancias eran completamente distintas. Pero ¿Quién no lo haría? Si era una maratón de posiciones, una mejor que otra.

Y mi descubrimiento numero 3. Estoy muerta de hambre. La maratón resultó efectivamente aeróbica.

Tal vez tendría que hablar con algún gimnasio para preguntarles ¿Por qué no incluyen el sexo en sus rutinas? o lo que es mejor, hablar con el centro de sugerencia del doctor dietista para preguntarle ¿Por qué no lo incluían en su plan de ejercicio?, estoy segura que de ser así las mujeres tomarían de mejor modo las dietas.

Me levanto alegremente cantando, sin abrir la ventana por miedo a querer gritarle a los que corren en la plaza que son unos idiotas. Empiezo a canturrear en voz baja mientras prendo la cafetera. Voy al baño sintiéndome de buen humor.

En cuanto me miro al espejo en el baño, confirmo mis sospechas. Mis ojos me devuelven a una mujer completamente diferente. Mis labios luciendo un tono mas rojo que el común, tengo las mejillas sonrojadas, y luzco un poco mas joven. Aun observándome con detenimiento no logro comprender por que me veo tan distinta.

Mis labios siguen un poco hinchados, lo compruebo con la yema de los dedos y tengo más de una parte sensible en mi cuerpo adolorida e hinchada, pero no, no hace falta que compruebe eso, el solo hecho de caminar raro lo comprueba.

En el instante en que pienso en Cristian, en su cuerpo marcado y musculoso envolviéndome, sus manos cubriéndome los pechos, mis manos aferrándose a sus anchos hombros exigiéndole más, me ruborizo y siento como el remordimiento comienza a subirme por los pies.

—¿Ema? —su voz resuena por la casa y sin saber porque, me hace tiritar y descubro que mi cuerpo reacciona ante su voz, como lo haría una cobra al encantador. Me obligo a quedarme quieta muy quieta, justo donde estoy apretando las piernas con fuerza como si eso evitara que colapsara. Como si sirviera de algo para salir de este embrollo. —¡Eeeeemmmmmaaaaa! —Vuelve a repetir esta vez mas cerca de la puerta.

—Estoy en el baño. —Grazno aun en mi pose estatua viviente.

—Sal de ahí pequeña cobarde.

Suelto una risita tonta ante su chicana y me encuentro sonriéndome en el espejo y quiero abofetearme. La mujer del otro lado del espejo, achica los ojos y me susurra. ¿Por qué sonríes tonta?, ¡acabas de acostarte con tu mejor amigo! ¡Crap! ¿A dónde correrás? Piénsalo, no es como si el fuera a desaparecer mañana. Le saco la lengua y sonrío nuevamente antes de responder.

—¿Y qué si no lo hago?

—Bueno, deberé improvisar un baño por algún lado y dudo que sea higiénico y que te guste lavar los platos allí nuevamente y además… hoy es el cumpleaños de Bea.

—¡Nooooo! —Abro la puerta de golpe y lo encuentro apoyado contra el marco, con una sonrisa subiendo por la comisura de su boca. —No es su cumpleaños…

—No, pero hoy comeríamos en casa de tus padres —dice mientras me toca la nariz y hago una mueca de dolor.

—¿Puedes improvisar otro baño mientras yo me quedo aquí? —Pregunto mientras retrocedo. Había algo peor que enfrentarme a su familia, y era enfrentarme a la mía.

Estaba segura que mi madre lo sabría. Ella siempre lo sabía.

—Haremos un trato —me dice mientras apoya su mano en la puerta impidiéndome cerrarla nuevamente, se agacha un poco de modo que su nariz y la mía casi se tocan. —Actuaremos normalmente frente a tu familia, se cuanto odias que tu madre lea en tu cara todo lo que piensas, y haré como si no conociera que tienes un lunar muy tentador y sensible cerca de tú —mi mano cubrió su boca antes que pueda continuar, eso solo logra hacerlo reír contra mi palma logrando que se me estruje el estómago. Suavemente la quita, no sin antes darme un beso en la piel sensible de la muñeca —pero cuando volvamos, hablaremos.

—¡No puedo! —Le retruco recordando que Ana pasara por mi. Mi respuesta efusiva, me hace ganarme una mirada sospechosa de su parte y lo veo fruncir los labios.

—¿Por qué no? ¿Qué excusa pondrás? —Me pregunta desconfiado. Levantando la frente le sonrió con suficiencia, al menos eso me daría más horas para pensar.

—Ana vendrá a buscarme por la tarde.

—¿Y cuanto tiempo estarás con Ana para no hablar de lo que pasó? —Sacude la cabeza aun riendo y pongo los ojos en blanco. Lo empujo un poco para abrirme paso y el solo roce de mis dedos contra su piel me hace estremecer, tropiezo con la alfombra pero me recupero con rapidez, y sin girarme a mirarlo voy en búsqueda de mi café, sopesando la idea de acampar en el departamento de mi amiga, pero la descarto porque tampoco estoy completamente segura si puedo contarle sobre Cristian sin ser fulminada por un millón de preguntas. —¿Unos días? ¿Un mes?

—Soy adulta, no saldré corriendo Cris. —En el momento en que lo digo suelta una carcajada.

Dos horas después estacionamos frente a la casa de mis padres y los nervios me asaltan con toda su artillería de tartamudeos, tos, sequedad de garganta y demás. El coche de mi hermano esta allí.

—¿Cómo me veo? —Le pregunto antes de bajar. Me echa un vistazo largo que vuelve a calentar sitios en los que había vedado a pensar en ellos.

—Me gustas mas sin ropa.

—¡Cristian! —Lo reprendo y le doy un golpe en el hombro. —Dijiste que no hablaríamos de eso.

—Yo dije que no lo diría frente a ellos —dice señalando la casa en la que crecí —pero aquí, solo somos tu y yo cariño. —Su mano me toca el pómulo como comprobando si se siente tan caliente como debe notarse por que estoy sonrojada y no necesito un espejo para saberlo —lo siento, no puedo parar de pensar en el adorable lunar cerca de tu pezón. —Siento que el calor sube hasta mi rostro y mis mejillas se incendian.

—¡Lo estas haciendo apropósito! Lo prometiste. —Lo apunto con el dedo índice para enfatizar.

—Si, y tu prometiste actuar como una mujer adulta…

Bajo del coche con mis mejillas rojas y la idea que en el momento en que me vean lo sabrán, se que lo harán. ¡Mierda!

—Hola chicos —mi cuñada nos recibe en la puerta. Le doy un largo abrazo, ya la extrañaba. Ella es de esas personas que apenas la conoces, la amas. Fue muy simple para mí encariñarme con ella, es una mujer transparente, y ama a mi hermano. ¿Qué más necesitaba?

—Debes contarme como la han pasado. —Le digo mientras ella saluda a Cristian.

—La pasamos de maravilla. Hermoso, tengo un regalo —me dice. —Para ambos.

—Gracias Mari.

—¿Estas bien? —Me pregunta y me toco las mejillas.

—Si, si, es que hace un poco de calor. —Sé que no se lo traga en el momento en que sonríe. Maldición.

—Hola hermanito —mi hermano esta cegado jugando un juego de Xbox, juro que por un momento pensé que dejaría el vicio pero verlo mordiéndose la lengua mientras dispara desde el control me hace recordar a cuando éramos niños.

—Hola Ema —me saluda y gira la cara para recibir el beso sin apartar los ojos del televisor. —Cris, mira es el nuevo juego. —Ambos se quedan allí embobados con el juego mientras voy en búsqueda de los demás. Mi madre esta en la cocina con un vaso en la mano.

—Hija… ¿Cuándo llegaron?

—Recién. Hola mamá.

—¿Y Cris? ¿Por qué no ha venido?

—Si, vino, solo que fue raptado por Rami y la Xbox. ¿Soy yo o cada vez se parece mas a papá y su computadora?

—Lo hace, aunque se niega a admitirlo. Y ni se lo comentes, por que se enoja, lo digo por experiencia. —Responde Mariel.

—¿Quieres un poco de vino? —Ella sacude el vaso con vino blanco y mis neuronas hacen una conexión. Vino-Lucas. Lucas-Vino-sexo con Cris-mierda.

No lo había llamado. Mentalmente me doy una palmada en la frente y me lo apunto para hacerlo en cuanto este libre.

—¿Soy yo o estas un poco extraña? —Miro a mi madre y a Mariel y ambas sonríen.

—¡No estoy extraña! —Me quejo y doy un respingo cuando me tocan la espalda.

—¡Cristian! Me alegro que estés aquí. Es lindo verte. —Fulmino a Mariel con la mirada pero en vez de intimidarla comienza a reír y se que lo sabe. Lo sabe. Me hundo en el remordimiento y la vergüenza mientras mi madre abraza al hombre con él que me acosté anoche.

—¿Estas bien? —La pregunta proviene de Cristian y de pronto necesito algo de tomar. Lo aniquilo con la mirada, lo odio. Sabe que me pone incomoda y lo que es peor, no le importa.

—¿Por qué todo el mundo se empeña en preguntarme lo mismo?

—¿Cómo te fue anoche con el chico ese…? No recuerdo su nombre. —Me pregunta mi madre, entonces vuelvo a fulminar a mi cuñada con la mirada y eso parece confirmar sus sospechas por que sus ojos viajan directos al hombre a mi espalda.

—Lo pasamos bien… es lindo.

—Es un soso, insulso, ya sabes un tipo que no ha comprendido que ya no es un niño —gruñe Cristian por lo bajo y solo yo lo oigo, o tal vez mi madre lo ignora.

—No sabes cuanto me alegro hija, aunque no se te ve muy entusiasmada con él…

—Por que es un aburrido.  —Añade con fastidio.

—¿Lo conociste Cristian?

—Lo vi una vez… y no me dio buena impresión.

—¡Tu que sabes! —Lo reprendo dándole otro golpecito. —No es aburrido, él, él es diferente.

—Eso es peor que decir aburrido. —Murmura mi cuñada.

—No es eso… —me defiendo —¡No te pongas de su lado! —Reprendo a mi cuñada. —Y tu, no te metas, no lo conoces —Lejos de sentirse amenazado Cristian me guiña un ojo y me sonríe de lado con esa expresión que él lo sabe y de pronto tengo la necesidad de huir pero él se cruza de brazos y parece no querer moverse de mi ruta de escape.

Por lo visto verme tartamudear es más interesante que el maldito juego de mi hermano y parece divertirlo.

—¿Dónde esta papá? —Pregunto tomando la última carta que me queda en juego para poder salir del escrutinio.

—Al fondo —responde mi madre haciendo señas por encima del hombro.

—Iré a verlo y si, quiero ese trago.

Empujo un poco a Cristian y salgo pitando de allí dispuesta a no volver a quedar acorralada. Debía planear una estrategia.

¿Qué es lo que decía mi profesor de Krav Maga siempre? Cuando hay muchos oponentes, debes elegir cual es el que es mas débil para atacar y sacarlo del medio. ¿Y quien era más peligroso? ¿Mi madre que  había tanteado el terreno y casi había dado en el punto? Mi cuñada, no ella no, ya que por lo visto lo sabia… ella no causaría muchos problemas, siempre nos habíamos contado secretos, y tan solo me quedaba Cris, y realmente quería pegarle por meterme en ese lio. Entonces la estrategia sería, lograr que no me acorralen, siempre tener una vía de escape y estar lista.

No tenía muy claro como saldría aireada de ésta  pero ya tenía al menos una estrategia. Evitar que se junten.

Encuentro a mi padre envuelto en una masa de humo mientras tipea en su celular sin importarle cuan pasado a ceniza quede su ropa. Esta dicho que ese es su segundo vicio después de la computadora, se esta riendo de algo cuando levanta la vista y me ve llegar.

—Hola hija —me saluda y me da un beso.

—Hola papá. ¿Cómo va todo? —Digo dispersando la humareda que él parece no notar.

—Bien, bien.

Me quedo un buen rato hablando con él de todo un poco, aunque la mayoría de los temas son sobre política, y eso hace que me sienta más tranquila. Al menos él no sospecha nada. Mi padre siempre fue de los que no te ponían en vergüenza por más que supieran más de lo que uno creía. Agradecía eso.

El almuerzo transcurre en paz, mas allá de algunas miradas, nadie mete el dedo en la llaga y esta bien por mí. Por que no necesito ser el tema de conversación en este momento. Después de comer el asado, nos marchamos y me encuentro nuevamente acorralada en el coche con Cristian.

Su perfume se esparce por todos los sitios, y recuerdos de lo pasado anoche estallan en mi mente. Tratando de distraerme aprovecho a llamar a Ana mientras Cris se ríe al ver mi incomodidad.

—Hey princesa —su voz suena ronca.

—¿Estas dormida?

—Un poco.

—Son las cuatro de la tarde.

—Lo sé, anoche me hice adicta al Candy Crush. ¡Que porquería! —Intento comprender de que esta hablando, pero no logro encontrar ni un programa de televisión ni nada por el estilo con ese nombre, por lo que comienzo a pensar en bebidas, Ana nunca se había tirado por la bebida pero quien sabe, tal vez era una bebida exóticamente tentadora. Cuando se me acaban las opciones decido preguntar.

—¿El qué? ¿Qué se supone que es eso?

—Un juego, olvídalo.

—¿Te hiciste adicta a un juego? —Murmuró asombrada.

—Si, vaya vida social que tengo ¿no?

—¿Aún quedamos por la tarde no? ¿O te pondrás a jugar con el conde crush? —Miro de lado a Cris, que sonríe mientras susurra varias veces que soy una miedosa.

—Es Candy Crush, y no quiero que vuelvas a recordármelo. —Gruñe. —Y si, ya estoy levantada y lista, ¿estás en casa?

—Llegando.

—Ok, estaré ahí en diez minutos.

—Genial te espero en la puerta —corto la llamada mas aliviada.

—Eres tan miedosa gatita. —Su mano se apoya en mi rodilla y me estremezco. ¿Miedosa yo? ¿Quién lo dice?

—agradece que no saque las garras y te destripe.

—Que miedo —simula un temblequeo y vuelve a reír.

—¡Eres un bastardo quiero que lo sepas! —Le digo deshaciéndome de su mano en mi pierna mientras me bajo en la vereda.

Ana vendría por mí en diez minutos y por nada en el mundo me metería en el departamento con Cristian, por que eso sería darle tiempo para hablar de algo que aún no quería hablar.

—Mariel lo sabe. —Me dice mientras me mira bajar. —Por cierto, lindo trasero gatita.

—Lo sé. —Sacudo la cabeza advirtiendo sus palabras. —Lo de Mariel, no lo de mi trasero. Pero al menos mi madre no. O eso creo.

—¿Cuál es el problema con que lo sepa? —Me pregunta y lo miro indignada.

—No entenderías. Además, tú no eres quien para preguntar eso… ¿recuerdas? Sigo yendo contigo a las fiestas familiares.

—Eso es un golpe bajo, además no me importaría si mi madre sabe que hicimos el amor anoche —instantáneamente y de la nada me pongo de colores.

—¡No se lo dirás!

—¿Por qué no? —Pregunta mientras toma el teléfono, sin apartar sus ojos en una mirada desafiante. Me meto dentro como un gato y antes que pueda llegar a tomar su teléfono, me besa.

La sorpresa hace que suelte el aire de golpe y abra la boca recibiéndolo sin resistencia. Estoy apoyada de rodillas y manos en la butaca del auto. Sus manos me toman del rostro y su beso se extiende, y se extiende hasta que se aparta de mí dejándome helada.

—No tendría ningún reparo en contarle a mi madre que hice el amor contigo. —Dice acariciándome la mejilla.

—Tuvimos sexo.

—Yo hice el amor contigo, pero llámalo como quieras gatita. Yo no me arrepiento de eso.

—Yo…

—No digas nada —Me da un beso rápido. —Ana esta por llegar y te vez realmente tentadora en esa posición, así que decide, o te subes y te hago ronronear o…

—Ya, —digo palideciendo al notar mi posición dentro del coche. —Ana está por llegar.

—Y no se lo contarás, ¿cierto? —Cierro la puerta antes que pueda seguir torturándome, ya me siento lo suficientemente mal por no contárselo como para que él me de una charla de moral en este momento. Lo oigo reír mientras entra el coche.

Ana llegó unos minutos después gracias a Dios el rubor se ha ido.

—Hola princesa. —Me meto en su hermoso Tiida plateado que es lo mas parecido a una nave después del de Cristian.

—Hola nena. —Respondo aliviada de verla.

—¿Cómo fue el almuerzo familiar?

Sopeso los pro y los contras de mi almuerzo familiar y no fue tan mal, después de la primera acorralada pude escapar gracias a mi estrategia, que básicamente consistía en pegarme a mi padre.

—fue bueno, bien, no sé.

—¿tu madre no te acorraló a preguntas sobre Lucas?

Hago una mueca mental calculando todas las cosas que últimamente le oculto. Nunca había pasado por algo así, siempre sabía todo de mí, incluso que iba a cenar. Pero no podía hablarle de Cristian y su aplanado estómago.

El había despertado sentimientos encontrados. Ni yo misma podía comprender que es lo que me pasaba cuando estaba cerca de él. Siempre había sido considerado como mi amigo pero estaba dicho que anoche mis ojos vieron mas que eso.

—Lo hizo, pero pude zafarme por la tangente.

—¿Quieres decir que te le pegaste a tu padre como estampilla?

—Ajá. Eso logra que mamá no pregunte cosas incomodas. —Echo un vistazo al asiento de atrás y noto que falta algo. Algo bullicioso y colorado. —¿Oye? ¿Dónde esta mi diablillo?

—En casa, en penitencia. —Responde tajante y hace esa mueca con los labios tan característica de las madres.

—¿Por qué?

—Porque le pegó a un compañero en el colegio.

—Y ¿le preguntaste por qué lo hizo?

—Si, por que el niño le quito un juguete que le había regalado Cristian y ella le pegó. Por cierto ¿Dónde esta Cris?

Apenas escucho su nombre me pongo a la defensiva y miro hacia fuera para que mis ojos no me delaten.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—¿Por qué preguntas donde esta?

—Fue contigo y es raro que el rotwailer te dejara esperando sola en la puerta.

—Ah…si —suspiro aliviada. —Es de día, son las cuatro de la tarde, por eso. —Respondo despreocupada —Creo que no hay nada peligroso en la zona.

—¿Te vio borracha? —Me muerdo la lengua por contarle la verdad, Cristian me había sacado el alcohol de la sangre a besos y embestidas, y de solo recordarlo mi estómago se estruja… bueno no solo mi estómago.

—No —miento con rapidez. —Estaba durmiendo. —Y ahí estaba otra vez mintiéndole a mi hermana.

Mierda. Iba a matarme cuando se enterara. Por que no dudaba que lo hiciera. A veces odiaba ser tan bocotas.

Mierda. Mierda.

—¿Lucas no ha llamado? —Esa pregunta me saca del aturdimiento y recuerdo comprobar mi teléfono. Ni llamadas ni mensajes. Nada.

Parte de mi se siente decepcionada. Imaginaba que tal vez me llamaría para saber como estaba, para saber al menos si había llegado bien, para disculparse por las groseras bromas de sus amigos, pero no tenia ni una llamada.

—No, no llamó. —Respondo decepcionada.

—Es un idiota.

—Eso no lo sabes. —Una punzada de angustia me da en la boca del estómago.

¿Y qué tal si me he equivocado con él? Un fracaso más.

—Lamento comportarme como el abogado del diablo, pero si un hombre  no llama a una mujer ni siquiera para saber si estas bien, es un idota.

—Me siento mal por él.

—¿Por qué? debería haber llamado.

—Si pero aun así me siento mal, Cris se comportó muy mal.

—¿Lucas no dijo nada? Ya sabes, lo que siempre preguntan sobre tu relación con Cris.

—Le dije que era gay —admito y siento que la mochila de mentiras se alivia un poco. Ana se gira para mirarme con los ojos demasiado abiertos y también la boca y comienza a reír a carcajadas. —Si, le dije que era gay, es una mentira piadosa. ¿No es como si le hubiera ocultado una familia no?

—Aunque es una buena salida, eso esta mal, quiero que lo sepas. —Me dice un poco indignada cuando logra calmarse.

—Estas pensando como madre. Además ¿Por qué esta mal? Es mi sentido de supervivencia.

—¿Segura?

—Si.

Nos sentamos a tomar un café en el balcón de su hermoso departamento, la brisa es agradable, la vista hermosa. Se puede ver la ciudad, las montañas de fondo, las masas de árboles que acompañan al río, el cielo completamente azul y el sol brillando en lo alto.

Es una vista hermosa dado que el valle comienza a vestirse en hermosos tonos de amarillos.

Mientras hablamos, Mili juega en el piso del salón, haciendo ruidos extraños, rodeada por juguetes.

Le conté a Ana lo de la clínica, otra vez, ella tan solo pone caras mientras le cuento con lujo de detalles cada momento. Sabía que debía hacer algo con respecto a eso, pero a veces me sentía sin salida. Si estuviera casada podría renunciar y viviría un tiempo del sueldo de mi marido, pero para mi esa no era una solución. Mi dignidad era lo bastante testaruda como para pedirles dinero a mis padres, y mucho menos a Cristian.

—Creo que va a despedirme. —Confieso.

Es una idea que ha estado rondándome en la cabeza desde el día que me dijo que necesitaba el dinero.

—¡Ese… ese hijo de mala madre! —Susurra para que Mili no la escuche. —No puede hacer eso.

—Si, si puede. Sabe que me esta llevando al extremo y que no cederé.

—Pero tendrá que pagarte.

—No es mucho. —Tomo un sorbo de café para intentar digerir el pánico que comienza a subirme por las piernas. —Aún no sé qué voy a hacer. —Me acurruco en el silloncito matero mientras le doy otro sorbo al café.

—¿Le has contado a tu familia lo que pasa?

—No, soy adulta ¿recuerdas? Tengo que poder resolverlo. De algún modo.

Nos quedamos en silencio. Sabía que mi hermana deseaba ayudarme de alguna forma, pero ninguna de las dos sabíamos que seria lo mejor.

—Ema, ¡Ema! —Miré a Ana alarmada —¿Ese es tu teléfono? —Sigo la dirección de su mirada y notó que Mili tiene mi teléfono en la mano. Alarmada salto del sillón y corro para quitárselo, cuando noto que esta sonando.

—Es Lucas. —Suelto con voz chillona.

—Atiende. —Ana toma a Mili para que se quede quieta mientras doy unos pasos y me alejo de la audiencia.

—Hola Lucas… lamento no haberte llamado antes ni nada. Realmente lo lamento.

—Ema quiero que sepas que ya no podremos vernos —aquello es como un golpe a la boca del estómago. Ni un hola. Su voz suena neutral, como los médicos cuando te informan de algún familiar, como si no tuviera vida.

—¿Qué? —Pregunto aturdida mientras me acerco a una silla tan solo para dejarme caer.

—Que ya no podremos vernos. —Anuncia.

—¿Por qué? ¿Es por qué no te avise que había llegado?

—Mira, lamento decirlo de este modo, anoche, bueno nada salió como planeaba.

Mientras habla pienso que podía ser tan trágico como para que me dejara así. ¿Acaso me estaba dejando por que no nos habíamos acostado?

—¿No quieres verme por que no tuvimos sexo? —Pregunto, mi humor cambiando de asombrada, a herida a totalmente irritada, y luego escucho a Mili repetirlo y me arrepiento.

—No, es por que mentiste.

—¿Mentí? —Pregunto indignada. —Si no fue mi culpa. ¡Espera! ¿En que te mentí?

—Hablé con Cristian, ya sabes, tu compañero de cuarto si es que ese es el modo de llamarlo —susurra como si estuviera haciendo un esfuerzo enorme para explicarme o hablar conmigo.

Ir a la siguiente página

Report Page