Ema

Ema


Capitulo Siete

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El solo hecho de nombrarlo me hace bufar, me tomo la cabeza esperando la estocada final mientras la bilis me empieza a subir por la garganta. ¿Se lo habría dicho?

—Me contó cosas interesantes sobre él y creo que no deberíamos vernos mas.

—Lucas, ¿por que no lo hablamos?

—Lo siento Ema, yo no soy así. Espero que estés bien. Cuídate.

—¿Lucas? ¿Lucas? —Alejo el teléfono solo para confirmar que había cortado. Ana se acerca, levanto los ojos hacia ella sin comprender que había pasado. —No quiere salir mas conmigo.

—¿Qué te dijo?

—Me dijo que… había hablado con Cristian y… —y asimilo la idea, entrecierro los ojos pensando en mil maneras de matarlo. —¡Voy a matarlo!

Enfurecida tomo mi cartera, mi abrigo y todo el malhumor que llevo conmigo y me marcho.

Quince minutos después entro a mi departamento como una furia, juro que podían verse chispas en cada uno de mis pasos.

—¡Cris! —gritó enojada. Lo busco y lo encuentro sentado en su cama observando un zapato. Levanta la cabeza cuando entro y me sonríe. ¡Como se atreve!

—Hola cariño.

—¿Hola? —Pregunto irritada y me mira confundido, mientras mi cerebro busca en el diccionarios de malas palabras una para decirle, una que realmente le duela —¡¿Qué demonios le dijiste a Lucas?!

—Oh, eso —vuelve a mirar su zapato y sonríe —tuvimos una charla interesante.

—¿Interesante? —Grito mientras le quito el zapato y lo tiro por encima de su cabeza. —¿Qué? ¿Qué le dijiste?

—La verdad. —Me encara sin levantarse.

La verdad. ¿De que verdad estaba hablando? ¿Le habría contado lo de anoche?

—¿Qué verdad?

—Que no soy gay. —Parte de mi suspira pero aun así… no tenia por que hacerlo.

—¡No puedo creer que lo hayas hecho! —Grito furiosa y aprieto las manos tan fuerte que se me clavan las uñas en las palmas de las manos.

—Lo hice. Y créeme quedo bastante molesto.

—¿Molesto? ¿Estas jugándome algún tipo de broma? ¡No quiere verme Cristian!

—Yo también estaría molesto.

—¡No quiere verme! ¿Estas burlándote de mí? ¿Realmente te divierte verme así? —Se me llenan los ojos de lagrimas y aunque intente evitarlo comienzo a balbucear.

—¡Es un idiota!, y claro que no me estoy burlando Ema.

—¿Por qué le dijiste? —Lloriqueo cuando las lágrimas que pican en mis ojos anuncian su pronta aparición. Derrotada me siento en la cama mientras me tapo la cara.

—Por que es la verdad, y tu mentías.

—Pero ¿Por qué?, no lo entiendo. —Balbuceo mientras hipo.

—Por que mentiste gatita. Mentiste.

—¿Y a ti que te importa? —Gruño con los dientes apretados dejando que las lágrimas caigan sin control. Intenta acariciarme la espalda pero lo rechazo mientras me cubro la cara y apoyo los codos en las rodillas.

—Me importas. —Dice y apoya su mano en mi pierna.

La quito de un palmetazo y me levanto.

Estoy harta.

Estoy tan enojada que es mejor que me marche.

Voy directo a mi habitación. Tomo un bolso y meto un par de cosas, ya pensaría que hacer después, tan solo necesitaba no verlo, no quería verlo. Juntando coraje intento contener las lágrimas, tomando bocanadas profundas para resistir.

—¿oíste lo que dije?

No respondo.

No puedo mi garganta tiene un nudo enorme que no me deja tragar.

Todo lo que podía pensar es lo que había dicho Lucas, que estaba decepcionado de mí, ¿Por qué? ¿Qué importaba si Cristian no era gay? Eso no cambiaba nada. Las lágrimas seguían cayendo sin control, derramándose como si se hubiera roto algo en mi interior. De un palmetazo las quito aun furiosa.

Cuando estaba juntando mi cepillo de dientes Cristian sale de su habitación.

—¿A dónde vas? —Me corta el paso.

—Muévete Cristian —le grito.

—¡Quiero saber a dónde piensas ir!

—Donde no te vea. Sabes algo, Lucas es lo mejor que me había pasado… en mucho tiempo. —cuando se rehúsa a moverse lo empujo. Siento toda una vorágine de palabras intentando salir y las dejo —¡Yo no soy como tu! Yo, yo realmente quiero alguien a quien amar, quiero casarme y tener hijos, —las lágrimas me hacen sonar gangosa —Quiero una familia, no es fácil para mi. No soy como tú… tú… tú no tienes esos problemas. Yo no puedo ir por la vida como tú lo haces —tengo la visión nublada y me tiemblan las manos, mientras lo veo parado frente a mí recibiendo todos los dardos envenenados que les tiro. —No lo entiendes, por que tu no eres así, tan solo te acuestas con quien te plazca y no te preocupas si sienten algo, si están mal por que no las llamas, no te preocupas por nada de eso, ¡pero yo no soy así!, no consigo hombres en cada esquina… ¡maldición!

—Le estabas mintiendo. ¿Realmente querías salir con ese perdedor? ¿Realmente sientes algo por él? No creo que lo hagas, ¿Por qué le mentiste entonces? ¿Acaso le contaste sobre anoche?

—¡Y eso que te importa! —Balbuceo llorando descontroladamente.

—¡Me importa! ¡Me importa y mucho! el tipo es un dolor en el culo, no es para ti. —Me toma de la mano pero me suelto manteniendo la distancia —Es frio como un pescado ¡por dios Ema! ¿Realmente piensas eso de mí? ¿Realmente crees que no fue nada? ¿Realmente creías que el te haría feliz? Ese tipo no podría haberte hecho feliz en años, ¿realmente quieres casarte para que los demás dejen de señalarte aunque seas una infeliz? —Levanto la vista y lo miro dolida.

—¿Y que te hace pensar que tú sabes lo que necesito?

—Te conozco hace un año, te conozco mejor que nadie. Se como piensas, sé que sueñas con viajar, ¿o acaso quieres que hable de anoche?, por que créeme puedo hacerlo y quiero —paso a su lado como una flecha pero me retiene del brazo. —Pero tengo la sensación que tu no quieres hablar de eso. Te diré algo, la Ema a la que yo le hice el amor anoche, nunca estaría con un tipo como Lucas. ¿Sabes por qué? Porque ni en un millón de años el podría hacerte sentir una mujer. —Dicho esto me soltó.

Gruñendo tomo mi cartera y me la echo al hombro. Abro la puerta, pero él la detiene con una mano.

—En algún momento deberemos hablar de eso.

—No, no lo haremos. Estoy enojada.

—Eras fuego en mis manos. Tu realmente… fue hermoso.

—Dime una cosa ¿esas frases hacen que las chicas se derritan por ti, cierto? —Murmuró con asco, y bufa —¿A cuantas mujeres le has dicho lo mismo?

—Las demás no tienen nada que ver con esto. Y tú eres la única con quien tuve sexo sabiendo que te vería al día siguiente.

—No lo entiendes. No entiendes de qué estoy hablando.

—Debo admitir que no. Anoche fue una de mis mejores noches, por no contar la noche de la muerte de mí padre. Tú estuviste ahí para mí y fue lo más hermoso e intimo que alguien hizo por mi y créeme… esa noche solo se supera por la de anoche pero no dejas de recordarme que ni debo pensar en ella.

—Me voy.

—¿Le contaste a Ana? —Me quedo quieta dándole la espalda y haciendo silencio. Todo lo que el dijo genera sensaciones raras en mi. Una parte de mi tiene ganas de llorar de alegría otra de tristeza. ¿No había sido yo, quien se había preguntado si Lucas podría hacerme feliz? me gira ante mi esfuerzo por no mirarlo. —¿Le estas mintiendo también?

—No. No le miento. No fue nada, esta bien, somos dos adultos que tuvieron…

Las palabras no quieren salir. Mi cerebro no responde. Es demasiado, necesito pensar.  Estoy tan confundida, sulfurada. Quiero decir algo que le duela tanto, como me duelen a mí al oír las verdades saliendo de su boca. ¿Cuál es la más dolorosa? Quiero largarle cuchillos por confundirme. Es su culpa, el me confundió, éramos amigos y ahora…

—Hicimos el amor.

—… sexo. Solo sexo y nada más.

—¿Nada mas que sexo? ¿Estas segura? —Me mira desafiante —¿Y lo estas manejando como una adulta?

—Me voy. —Repito mientras me quito otra lágrima. Eso parece ablandar sus facciones.

—A ¿Dónde? —Murmura. —No te iras así, Ema. Por favor no llores. Lo siento, pero ese idiota no te merece.

—Eso no te importa. ¿Alguna vez te hice algo así? ¿Cuestioné a tus mujeres?

Ambos nos quedamos en silencio mientras nos evaluábamos.

—Déjame salir—sollozo.

—Dile a Ana que veré a Mili en la obra del colegio.

—No iré con Ana, así que díselo tú.

Mariel no dijo nada cuando golpee a su puerta a las once de la noche. Tenía los ojos hinchados y un nudo en la garganta. Tan solo me dejó entrar.

—¿Qué pasó? —preguntó mi hermano cuando me vio abrazándola en la entrada.

—Este no es momento para que preguntes.

—Pero ¿Por qué esta llorando?

—¿Por qué no vas a seguir jugando? y la dejas que se calme. —Me aparte de ella y le doy una mirada a mi hermano.

—Estoy bien —susurro. —No te preocupes.

—¡Pero como no quieres que me preocupe!

—¡Ya!, ¡déjala en paz! Ven —ella me arrastra hacia la cocina, mi hermano maldice un poco más pero vuelve a lo que estaba haciendo.

—¿Estas bien? —Pregunta un momento después de que cierra la puerta. Me siento y la miro.

—¿Por qué nada puede salirme bien?

—Es por Cristian.

—Si. —Admito hundiendo los hombros.

—Lo sabia, había algo raro hoy.

Le cuento de Lucas, de lo que dijo y luce indignada. Le dedica un rosario de malas palabras en su honor. Es dulce verla defendiéndome. Mariel tiene un rostro dulce como el de una niña, lleva una pollera verde estilo hippie y una camiseta con flores que la hace lucir como una romántica. La casa entera tiene su estilo.

Dulces detalles por aquí y por allá, que son casi el reflejo de ella misma. Me siento bien estando aquí, y empiezo a dejar de llorar cuando ella me tiende un te.

—¿Puedo quedarme aquí?

—¿En serio lo estas preguntando? —Luce escandalizada ante mi pregunta, como si le hubiera preguntado si la tierra es redonda.

—Si, es que no sabia donde ir… sin que me bombardeen a preguntas.

—Tranquila. Aunque por lo que veo, Ana no sabe nada y eso va a hacer que te patee el trasero pero me alegro que hayas venido aquí. Así que si, el tiempo que necesites nuestra casa es tu refugio.

 

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