Ema

Ema


Capitulo Cuatro

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—¿Eh? — pregunto confundida frunciendo el ceño. —¿Qué tiene él que ver con eso?

—No importa, sigue. —Aun confundida decido seguir. ¿Qué importaba lo que pensara Cristian?

—Paseamos de cafetería en cafetería, me fui a la cama con él, volví recién hoy a las diez. —Ana abrió su boca como si estuviera viendo un muerto.

Tuve que contener la necesidad de girarme para comprobar que no había nadie detrás mío ó me había salido un tercer ojo.

—¿Te pidió que te quedaras a dormir? —Sus ojos siguen aun muy abiertos y noto que casi ha perdido el aliento.

—Como pedir, pedir… —hago una mueca y voy a la cocina por un vaso de agua —no, no lo pidió.

—¿Se lo pediste tu?

—¿Crees que soy tan tonta? ¿O tan necesitada?

Ana luce confundida, como si no supiera que responder. Le regalo mi mirada asesina y frunzo el ceño antes de responder.

—No, no. Me dijo que había tirado las llaves y no las encontraría hasta la mañana.

—Wow, eso es todo un avance.

—Si, dormimos, tuvimos un sexo increíble…

—Veo que te ha rejuvenecido —dice alisando una arruga de mi frente cuando me siento a su lado.

—Oh cállate. Después llegué a casa y Cristian estaba como una cabra con rabia.

—Ya lo creo —susurra mi amiga y la amonesto con la mirada. ¿Por qué todo el mundo se molestaba por lo que él pensara?

—¿Qué significa eso? ¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué importa lo que piense?

—…y fuiste a la reunión familiar.

—Y cambiaste de tema…

—Si, lo hice. ¿Se calmo una vez allí?

—Si, y ya todo esta bien.

—Que bueno, la verdad es bueno saber que se llevan bien, odio cuando pelean. —Se levanta nuevamente para continuar cocinando. 

—Aun así, quiero que me expliques, has estado actuando un poco rara últimamente ¿Por qué es tan importante Ana? No evites el tema. —El timbre suena y ella da un saltito de alegría.

—¡Oh! Ese timbre sonó justo aquí ¿cierto?

—Esta vez te salvó la campana. —Le digo.

Se seca las manos y va a la puerta mientras sigo dándole vueltas a sus preguntas. A veces mi madre solía hacerme las mismas preguntillas y es molesto.

—Hola Cristian. —Giró la cabeza de golpe, al punto que me dio un tirón en el cuello. Abrí la boca para protestar cuando lo veo parado en la puerta. No entendía ¿Qué estaba haciendo aquí? Él tenía una cita.

—¿Qué haces aquí? —Pregunto.

Comienzo a protestar, pero ninguno de los dos me hace caso. Ana lo saluda dándole un beso en la mejilla, sin tener que estirarse mucho, como tendría que haber hecho yo. Maldita suertuda de un metro setenta.

—¿Qué demonios haces aquí? —Vuelvo a preguntar indignada.

— Hola, ¿como estas Ema? —Aún sigo mirándolo de forma penetrante pero no parece molestarlo. ¿En que momento nos volvimos siameses?

Mi amiga no me mira, se encuentra más entretenida escudriñando los bolsillos traseros del pantalón de Cristian y evitándome. Me pregunto si debo enojarme con ella por invitarlo o a él por robarme a mi amiga.

—¿Celosa?

Me crucé de brazos poniendo los ojos en blanco. ¡Claro que estaba celosa! ¡Es mi amiga!

—Idiota. —Le respondo sonriendo con desagrado —por supuesto que no.

Ana se para a su lado y nos mira de uno en uno.

—Saben últimamente parecen un matrimonio de viejos. —Ignorándome, lo invita a pasar y me sonríe, parece que todo esto la divierte.

—Últimamente suele llamarme mas veces idiota, que por mi propio nombre.

Mirándolos reír, empiezo a observarlos con detenimiento. Apoyo la cabeza en las manos y comienzo a estudiarlos con detenimiento. ¿Qué ocurriría si ella…? ¿Y si…? ¡No!

Ella me lo diría.

Ana nunca me había dicho nada en serio en cuanto a Cristian. Sabía que le gustaba, ¿a quien no? pero nunca había dicho nada directo, algo puntual sobre él.

Contemplándolos desde donde estaba, debía admitirlo, se veían bien juntos.

¿Cabía la posibilidad de que se hubiera enamorado de él? Podría ser, nunca lo había pensado antes.

Ese pensamiento hizo que una emoción inaudita recorriera mi cuerpo de punta a punta. No pude distinguir a que se debía.

—No te preocupes, se le pasará. Hace un tiempo me llamó perra durante una semana.

—No le digas, pero está un poco loca.

Ambos me descubren observándolos y me estudian, intentando descifrarme.

—¿En que piensas? —Me pregunta Cristian y cuando mis ojos viajan de él a Ana, parece leer mis pensamientos, sacude la cabeza en una clara negativa. —Siempre intento adivinarlo, pero siempre me equivoco.

Estudio detenidamente a Ana. Estoy segura que harían una pareja perfecta. Ella es hermosa, profesional… Cristian ama a su hija.

—Tal vez esta planeando algo para liquidarnos a ambos. —Atina Ana, Cris me regala una sonrisa intentando hacerme reír pero no lo logra. No se porque, pero siento como si una roca se me hubiera atorado en el pecho. —No lo sé. Nunca logro adivinar que está pensando.

—Ni yo. Pero a veces creo que seguir su línea de pensamientos es tan conflictivo como intentar descifrar de qué habla. —Lo observo, definitivamente él sería un buen padre y un buen esposo. Harían buena pareja. Ese último pensamiento hace que me de un vuelco el corazón.

—No se que esta pensando —dice Ana. —Pero cuando me mira así, me da miedo.

Saliendo del ensimismamiento, les saco la lengua aunque aún percibo ese sabor amargo en la boca.

—Son dos idiotas.

—Ves, ahí está otra vez. Pero tú no te preocupes, yo te cuido —murmura Ana.

Empiezo a pensar que tan parecidos son: ambos tienen gustos caros, son distinguidos y elegantes; Cris ama a la calabacita de rulos, seria perfecto solo si no sintiera el dolor que tengo en la boca del estómago desde que la idea cruzó por mi mente.

—Vengo a ver a tu hija, ¿me das el permiso?

—Claro, ella te ha estado esperando —Cristian me dedica una sonrisa amarga antes de meterse en la habitación.

—¡Ey calabacita! —Lo escuchó decir y mi corazón se estremece de ternura.

—Cuéntame, —me susurra sentándose a mi lado y palmeándome la mano—¿En qué estás pensando Ema?

—Tan solo quisiera saber ¿Qué hace aquí? —Pregunto resignada paladeando los sentimientos que me envuelven. Me obligo a controlar mis emociones, antes que se trasluzcan en mi cara.

—Mili quería verlo, no ha parado de preguntar por ustedes.

—¿Parecemos realmente una pareja de viejos?

—Créeme, lo parecen. Y como Cris viaja la próxima semana, Mili quería verlo antes de que se fuera, sabes que ella lo adora, así que lo invité.

—¿Y no pensaste en preguntarme? —Ahora si estaba ofendida.

—Claro que no. —Responde frunciendo los labios con inocencia.

—Te odio. —Confieso.

—Lo se, lo se cariño.

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