Ellas

Ellas


CAPÍTULO 20

Página 23 de 24

 

CAPÍTULO 20

CRISTINA

 

 

Monterrey – Noreste de México

Siempre he buscado razones que me den la satisfacción de ver su rostro cada día. Siempre ha sido así, o por lo menos así fue luego de que la pude conocer, luego de haber tenido el privilegio de que llegara a mi vida, compartiendo, llenando todo, adueñándose de mí, de mi amor. De un amor que no creí tener, pero que si tenía; pero dormido se encontraba, hasta que con su dulzura pudo infinitamente despertarlo. Por siempre. Dejándolo así, de ese modo, despierto; cuidándolo, haciéndolo más fuerte con cada hora dedicada de su vida. Con cada segundo, y con cada milésima en él.

Implementando herramientas especialmente creadas por su amor. Un amor creando otro, para unirlo, para sumarlo, para hacerlo más fuerte, más grande, más sentido.

Acciones específicas que buscan como resultado lograr que nunca más esa piel tan suave y tan cálida como la que ella posee, se aleje de mí, de mi espacio. Efecto terminal, pues con la incertidumbre acabó, con los pensamientos dentro de mí, esos de aflicción, esos que no creían, en el amor.

Sustancias fluidas continuamente entre sí, fluyendo por amor, saliendo por los poros de su piel, de la mía. Escenarios donde colapsa el mundo bajo mis pies, bajo los suyos, así fue como sentí que se dio ese momento; ese primero en que, con totales ganas pude por fin besar sus labios. Esos labios, esos hermosos labios, deseando más que besarlos, queriendo unirme a ellos, y continuar así por siempre.

Obtener ese beso no fue nada fácil, tuve que demostrar mucho, demasiado, tuve que esperar por periodos de tiempo largos. Días, semanas, meses ¿qué me mantenía ahí después de todo? esa respuesta es sencilla y no tengo ni siquiera que pensar en ella para responder; seguía ahí, sin importar el tiempo, pues no estaba luchando por un amor cualquiera, lo hacía por su amor.

No estaba esperando besar labios comunes, esperaba besar los suyos, no deseaba tomar la mano de cualquiera y caminar por la calle, debía ser su mano, debía ser su piel.

Once meses estuve pretendiendo a su amor, pretendiendo sus labios, sus sentimientos, esos que no quería fueran solo de ella, quería sentirlos propios, narrarlos desde mi boca, hablar de ellos en primera persona por la eternidad, gritarle al mundo, a los cuatro vientos, esos que llegan del norte, del sur, del oriente, y los del occidente. Gritar que su amor completamente mío es, que es mi complemento, que su amor me llena, que es mío, que es suyo, que es nuestro.

Cuando la conocí supe que había acabado con una relación muy difícil para ella, una que la había marcado, cambiando drásticamente su pensamiento con respecto a los hombres, que había borrado su sonrisa, y que se habría reescrito con lágrimas y llanto. Fueron once difíciles meses hasta que un día, por fin entendió que no había ningún otro motivo que yo tuviera, que no fuera hacerla feliz, o protegerla, por lo que aconteció.

Un día en la universidad, había salido de clase, así que pensé en ir a comer algo a la cafetería, cuando la vi a ella, ahí sentada, frente a mí mientras leía un libro y tomaba un café, que hermosa estaba, ese recuerdo es tan hermoso y tan claro, que ni siquiera pudo borrarse de mi memoria lo que pasó después.

Sendero de amor guiado por sus huellas en la arena, guiándome rumbo a lo desconocido, al cosmos, sin saber que terminaría siendo de mí, y sin importarme en lo más mínimo, por lo menos no, mientras a su lado estuviera, lleno de confianza como de sabiduría, de aprendizaje como de amor, de vida como de muerte, viviendo por ella, y muriendo, por su amor. Ella, alzó la mirada y sonrió, yo también sonreí, me fui acercando a saludarla, cuando de un momento a otro, un hombre, también estudiante de la universidad, atrevidamente se sentó en la mesa donde ella estaba

¿Quién sería? –Aquel que había apagado su sonrisa por tanto tiempo, el que había dañado el concepto de buen hombre de ella

¿Qué quería? –Quería ella volviera con él. Acosándola, hablándole fuerte, no podía permitirme ver esto, estaba frente a ella, presenciando cómo la estaba tratando, ya que le decía como no quería saber nada de él. En ese momento no supe de mí, mi cuerpo no se movía a voluntad propia, a su voluntad lo hacía, a la de ella, molesto con ese hombre, me acerqué a él y le dije que no la molestara.

Su reacción era de preverse, me empujó diciendo que quién era yo, mi paciencia se había perdido, e inmediatamente lo golpeé en su rostro con mi puño fuertemente cerrado. Al parecer no estaba solo ya que otro hombre apareció para golpearme junto con él, sus patadas y puños no se hicieron esperar. Yo en el piso, cubriendo mi rostro, ella gritando que se detuvieran, pero no fue así, aunque no tardó mucho en llegar una docente de la universidad quien les gritó que se alejaran, que se detuvieran y, entonces así se detuvieron.

Alojado como huésped el amor estaba, en mi corazón, en mi sangre, desplazando lo malo y dando paso a lo nuevo, a lo bueno, en comprensión, comprendiendo su velocidad, esa con la que llegaba a mí, su fuerza, esa que evitaba resistirme, y su amor, ese que desde ese momento aquel día, hice parte de él.

No me importó realmente que hubiera pasado conmigo, me importó saber que ella estaba bien, que estaba sana y salva. A mí, me llevaron a la enfermería para ver si la sangre que salía de mi cabeza  no era algo grave, y no lo era, pero ella estuvo ahí, cerca de mí siempre, tomando mi mano; y cuando la enfermera se fue, tan solo me dijo «Gracias» «pero no tenías por qué haber hecho lo que hiciste» mi respuesta fue clara, le dije que no iba a dejar que ningún hombre volviera a lastimarla, nunca jamás.

Al oír esto, nuevamente sonrió, las proximidades de sus labios con los míos empezaron a ser más cercanas a cada milésima de segundo que pasaba, acercándose a mí, lentamente, mis pretensiones, las que hice por ella, eran compartidas en ese momento que ella, pretendía mis labios, y pudo besarlos. Yo pude besar los suyos; dando paso a lo que sería una historia, la nuestra. Una donde nunca más en su vida volvió a sufrir, donde solo reía, donde, tiempo después, completé de rodillas en un altar, jurando amor eternamente incondicional, jurando mi vida por siempre en ella.

Mi historia podría ser prematura pues no llevamos mucho tiempo, refiriéndose a años, pero poco me importa eso, porque lo que nos llevó hasta aquí, ese eso en lo que ambos trabajamos día a día, el amor, un amor que se convierte en la respuesta a su pregunta ¿Que representa el amor para mí? –Más que claro únicamente, expresamente, incondicionalmente yo lo veo en ella.

Qué gran historia la de ese hombre, su enseñanza, una del amor, el que llega, ese que no se detiene sin importar la edad, sin que importe la clase social. Cuando debe llegar, llega, pues destinado a eso estaría por siempre.

La esposa de ese hombre apareció de nuevo, le dijo que quería irse a conocer más de la ciudad, él, con un beso le respondió que estaba bien, se despide de mí con un apretón de mano, y me desea suerte en lo que me quede de camino. Agradezco sus buenos deseos y me despido de los dos, estuve por una hora más o menos dentro de la piscina hasta que regresé a mi habitación.

En ella pensaba qué debía de hacer ahora. Había conocido de primera mano afirmaciones con respecto a mi pregunta, había sido un viaje largo, un viaje comprendido en casi dos años, aunque fueron los dos años mejores gastados de mi vida hasta ese momento, a la pregunta ya tenía una respuesta, pero quería encontrar en casa la definición.

Decidí estar por una semana en esa ciudad antes de regresar, y así fue, conocí, hermoso todo, tomé fotografías, y organizaba mis informes para el momento en que tuviera que hacer la revisión.

La semana que decidí quedarme en esa ciudad completa estaría, y con un ticket de avión, regresé a casa, a mi hogar. Por supuesto, mis padres me recibieron calurosamente, desde hacía dos años no me veían. Mi madre preparó mi plato favorito, y esa noche luego de haber llegado cenamos todos en familia.

Estaba feliz, por haber acabado con la pregunta que tanto me había intrigado en mi vida; Desde niño, esa misma noche empecé la revisión de mis apuntes, de mis archivos, de todo lo que había comprendido estos dos años, las historias, las de los hombres, los lugares, todo.

Trataré de ser breve. Dos semanas después de haber llegado a mi casa, dos semanas que fueron usadas para revisar todo lo que había hecho, encontré por fin la respuesta, la encontré leyendo cada narración descrita por cada hombre en ella, la encontré en la manera en la que cada hombre la habría narrado, la encontré, buscando, viajando, conociendo.

Esa respuesta, o lo que creo representa la respuesta en mí, es la que les voy a compartir a ustedes a continuación.

Entendí que el amor o lo que significa el amor, no es algo a lo que podemos darle una definición exacta. El amor que sientes por esa persona sea mujer u hombre, tiene muchas formas, muchos colores, muchos sabores, y finalmente, muchas maneras de sentirlo. En conclusión entendí que la respuesta a esa pregunta no estaba en una persona o en un concepto específico claramente definido, realmente, la definición estaba unida a la persona, que habla de él, que habla del amor. No existe respuesta incorrecta, siempre será correcta; siempre y cuando ese sentimiento del cual se hable, se real.

Cada historia nos hizo entender que el amor tiene muchas caras, que esas caras no son iguales a otras, como las personas mismas; pero aunque su concepto de amor no sea igual al de los demás, ser llamado sentimiento real y sentirlo real lo es, es el mismo; eso que les hizo describir con total claridad cada narración, es lo que creyeron representaba el amor

¿Equivocados? –No creo que lo estuvieran, ya que no solo abrieron sus memorias a pensamientos que muchos creen no compartimos, pero que son tan fuertes y tan reales, como los de las mujeres, son tan frágiles y tan sólidos, como las de esos hermosos seres que comparten con cada uno de nosotros, son tan unidos y tan eternos, como los sentimientos que inmensamente están en ELLAS.

¿Qué pasó conmigo? –Esa es otra historia, que empezó en blanco y negro luego de que decidí regresar a un lugar donde había alguien que esperé volver a ver, pero no fue lo mismo, aunque después de todo, me dio un significado propio, uno lleno de color.

Ir a la siguiente página

Report Page