Ellas

Ellas


CAPÍTULO 5

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CAPÍTULO 5

ANDREA

 

 

Chapecó – Oeste De Brasil

Quizás ahora que está a mi lado entienda de una manera más específica lo que generó previamente su amor. Quizás califique de buena manera la continuidad con la que su belleza no dejaba de llegar a mi vida. Sinfonía musical de cada expresión que salía de su rostro y que iba siendo guiado en mis sueños. Vivencias y espacios que aprendí a disfrutar solo a su lado, creando un compás de melodías diversas que solo yo podría oír.

Sensaciones explícitas, conjugadas de una manera que me excita. Desempeño que posteriormente iba adueñándose de lo que su cuerpo representa para mí. Sentimiento encendido que hace que el frío que había en mi cuerpo antes de oírla, verla, o sentirla del modo en el que lo hago ahora, pasara a mejor temperatura, una de altos grados centígrados. Una cuya medición usada para cuantificar esas temperaturas entregadas por una mirada suya, sea su lengua pasando por cada espacio de mi piel de modo poco común. Con el que sus besos parezcan querer arrancar mis labios, debido a las marcas de sangre que terminan sobre ellos una vez que se separan de mí.

Sin importar que suceda conmigo, admito que quisiera vivir sobre esos labios, con sus mordiscos claramente pasionales que estremecen mi cuerpo; que me hacen desear más esas manos tomando las mías, o desear que mi cuerpo, dentro de ella, no emerja jamás.

Trayecto de viaje empezando por su ombligo, subiendo por su torso y finalmente mordiendo su oído, suspirando sobre él. Susurrando un «¿quieres?» y esperando mientras gime un «¡sin parar!».

Aflicciones que dejan de existir mientras está a mi lado, pero que antes de que eso ocurriera, parecían nunca tener fin, orquestada de su voz, transfundida a mí como notas musicales extraídas de lo fijo de su mirada. Composición en período clásico de instrumentos que solo con ella siento. Eso vivo ahora, disfrutando de cada pequeño rincón de su cuerpo, escuchando, aprendiendo, uniéndome a la manera en la que me convierte en su instrumento. Uno que se enciende de ganas de ser tocado por sus dedos.

Besarla, encontrando como finalidad su tan anhelado amor, un amor que me convierte, un amor que me transforma y que se adueña de mí.

Pero no siempre fue así, hubo un instante, un momento en mi vida previa, antes de poder llamar a mi amor «nuestro», antes de entender que mi vida a su lado no le faltaría nada más, ya que en su totalidad, con ella la sentiría completa.

Emocionado, luego de haber conseguido mi primer empleo, quise festejar con amigos en algún bar de mi ciudad. Era lo que faltaba en mi vida para ser feliz, o por lo menos así pensé que sería. Es preciso afirmar que sentía un vacío en mí, aunque nunca me había preguntado cuál podría ser la causa de tal vacío. Tenía educación, lujos, y ahora contaba con un muy buen empleo que cerraría el ciclo de búsqueda camino a la satisfacción.

Mujeres con quienes compartía servicios específicos, y que acababan en un placer propio, pues debo admitir que poco me importaba qué pudieran ellas llegar a sentir. Por mucho tiempo solo pensé en mí; mis logros, mis metas, mis sueños, pero al alcanzar todo esto seguía sintiéndome incompleto. Continuaba insatisfecho y lo peor, sin saber por qué.

Así fue, hasta esa noche.

Sentado en una mesa de aquel bar, una mujer me acompañaba, no recuerdo su nombre y poco me importaba saberlo. Dos amigos, y dos mujeres más; riendo, bebiendo y degustando el regocijo del licor que empezaba a ocupar su lugar en nuestra sangre.  De un momento a otro la luz del lugar empezó a bajar su intensidad. Todo se iba haciendo oscuro.

Tuve un momento de introspección justo en ese momento, mientras leía la etiqueta de las cervezas que tenía en mis manos. La observé, pero no supe realmente qué decía, pues mi mente estaba absorta en aquella insatisfacción que yacía en mí. Podría afirmar con total seguridad que no sabía que en este preciso momento, encontrado con aquel sentimiento de insatisfacción, sentimiento de vacío perenne, pues nada terminaba con él, llegaría a su fin solo un minuto después.

Silencio. La luz generada por un reflector se encendió; apuntaba a la pequeña tarima de aquel bar, una tarima ciertamente cercana a la mesa donde me encontraba. El haz de luz estaba enfocado en una mujer mientras yo continuaba en un limbo mental, distraído completamente y sin darme cuenta de nada a mi alrededor. Aquella mujer, sobre esa pequeña tarima, y cuya luz del reflector la hacía resplandecer empezó a cantar.

¿Graves o Agudas? Distribución de sentimientos guiados en ondas sonoras que empezaron a tener lugar en mí luego de oírla  cantar. Acompañada por tres hombres con instrumentos en sus manos, pronto también se harían visibles dejando a un lado la oscuridad total. Yo, al percatarme de que alguien, una mujer, ella, empezó a cantar con fuerza única, afirmo con total seguridad que supo romper mi trance, un trance incompleto, pues incompleto estaba yo.

La parte irónica de la historia fue que, aunque ella, luz de mis ojos, me había librado de un trance por incertidumbre, inmediatamente ingresé a otro; a un trance hecho por su melodiosa voz, un trance de camino a su amor, uno del cual estaría por siempre ya que más nunca me podría librar de él.

Mientras estaba en aquel limbo de deseos generados por ella, entendí y hallé la respuesta a la pregunta que acomplejaba mi vida. Me hacía falta amor, hacía falta ella en mi vida. Lo supe en ese preciso momento y con total claridad.

Una que vez terminó su canción, los aplausos no se hicieron esperar, y el público, cautivado como yo, demandaba más. Y así se hizo. En dos ocasiones más interpretó melodías que nacían desde su corazón y que debutaban en la multitud; escritas, interpretadas, y entonadas por ella.

Éxtasis en comprensión de melodías bellas y únicas que se hacían paso desde la manera en la que pretendía enamorarme con cada una de ellas, hasta los segundos posteriores cuando, humildemente, lograba su cometido. Una vez terminó su presentación, sabía que debía conocer más de ella.

¿Quién eres? ¿De dónde vienes?

Quedaba claro que no podría irme sin conocer el nombre que finalmente se convertiría en mi título, un título que representaría no solamente mi historia, sino que además el ritmo explícito que generó ella en mi vida, pues sentí nacer nuevamente luego de que llegó y terminó alojada en mí.

Afanada, pues debía cumplir con otra presentación en algún otro bar de la ciudad, pronto estaría fuera, en la entrada del bar, donde lógicamente yo también me hice presente. En ese momento fueron pocas palabras las que dijimos, ella, de espaldas a mí; yo, detrás de ella mencioné cuán asombrado estaba, pues su voz, era de cierto una obra de arte completa.

Mientras daba la vuelta para decir algo rápido, escuché cómo intentó darme las gracias por lo que acababa de decir, pero al final solo tuvo tiempo de decir «Gra...» mientras mis ojos veía directamente. Medio segundo más tarde acabó la palabra  y la frase. «…y tú, ¿eres?» Preguntó. Me presenté, se presentó y con la esperanza dada a mí en la forma de un número telefónico. Números que fueron pronunciados solo una vez por ella en mención. Números que solos no significaban nada, pero que ordenados debían recordarlos como una oportunidad de llamar a su vida, a su amor y, lógicamente, la esperanza de poder verla otra vez. Así de hermosa, así de radiante, así de única, como el momento único donde transformó con su música un deseo que no acabaría en un final, que realmente acabaría en la eternidad, escuchando, oyendo, y sintiendo su amor, un amor enviado a través de notas por ella. Un amor, recibido como sinfonía, por mí.

Espero mi relato haya sido realmente de agrado para quien lea lo que sentí en ese momento, un momento definitivo, pues nunca hubo otro mejor, un momento que me hizo encontrar respuesta a lo que no sabía que faltaba en mí. ¿Cómo saberlo? nunca lo tuve antes.

Y a su pregunta, expreso con notas musicales que aún ese significado está latente en mis recuerdos, memorias y en la armonía sinfónica de sentimientos encontrados.

Historia con connotaciones musicales ciertamente fue la de ese hombre. Pude imaginar todo en ese instante; pensé incluso en el tipo de melodías que ella cantaba o que expresaba con su voz. Una historia que, como las demás, me hizo sentirla propia debido a lo real y la fuerza con que fue narrada.

Me levanté del banco donde estábamos sentados. El otro hombre había escuchado toda la historia, pero supongo no entendió absolutamente nada, y así, sin más ni más, me despedí de ambos, continúe caminando por algunas calles, me detuve en un restaurante para comer algo y recargar energías.

Dentro de él observé que necesitaban un ayudante en la cocina, y yo necesitaba algo de dinero para poder continuar, así que decidí quedarme, por unas dos semanas a lo mucho. Mientras reunía algo de dinero para mi próximo destino.

Amablemente el gerente me recibió en ese lugar, aunque no sabía que solo estaría unas dos semanas. Creo que fue mejor no decirlo, quizás de haberlo dicho no me habría dejado trabajar en su restaurante. El par de semanas pasaron pronto, y la noticia de mí partida, cuando llegó al gerente del restaurante que me había contratado le tomó por sorpresa. Aun así no tuvo otra cosa que mi más sincera gratitud por la oportunidad brindada.

Sabía que aún había mucho por recorrer así que traté de apresurarme. Comí en ese restaurante por una última vez y confieso que la comida típica de la ciudad es absolutamente deliciosa. Mientras comía revisaba el mapa para ver cuál sería mi siguiente destino. Algo lejos, pero mi tiempo en cada lugar no debía de dilatarse tanto.

Revisé mis documentos legales, pasaporte y demás, y me dirigí rumbo a la terminal de autobús de ese lugar. Por si se preguntan por qué no fui a saludar a la hija del hombre quién me había contado la anterior historia, la mujer que había besado y que me habría llevado hasta este lugar, fue porque nunca tuve el valor suficiente para hacerlo. Me sentía apenado, y quizás no hubiera terminado bien. Nunca lo sabré.

Ya estando en la terminal de autobuses compré mi ticket de viaje, pregunté a cuántos días estoy de donde me dirijo. «Poco más de dos días» responde el encargado. Un viaje largo, me daría tiempo de redactar la información conseguida hasta ahora.

Al llegar el anochecer, minutos antes de partir doy gracias a Dios por su inmensa protección hasta el momento y, pidiendo también que su compañía siga siempre conmigo como había sido hasta el momento.

Partimos (Hacia mi siguiente historia). Dentro del autobús me doy cuenta que tendría un compañero de viaje, un hombre que tenía una mirada poblada de antipatía, así pues que en ese momento no hable con él. Dieciocho horas luego tuvimos que hacer la primera parada para comer algo. Todos nos bajamos del autobús y todos compramos alimentos, usamos los baños del lugar donde habíamos parado.

Mi compañero de viaje, unos treinta y dos años supongo tendría, me sorprendió pues estaba comiendo alejado del resto, parecía ser poco sociable, así que como era de preverse yo me acerque a él con la intención de saludarlo y que sintiera cómo brindaba mi amistad. Vaya sorpresa.

Mis pensamientos previos con respecto a la actitud que supondría iba a tener aquel hombre no estuvieron ni cerca de la realidad. Fue muy amable y pronto nos hicimos amigos. Supe de él las pocas cosas que me dijo en ese momento antes de reiniciar el viaje. Rato después tuvimos que subir al autobús de nuevo y continuar viajando.

La charla que habíamos dejado inconclusa no se hizo esperar, le platiqué acerca de los pensamientos que tenía, de por qué viajaba, de mis pensamientos respecto a los hombres, los cuales supondrían que ellos también han entregado amor completamente sólido, completamente real. Entre risas vi cómo de a poco su mirada fue cambiando, entró en un estado que sería difícil describir, por lo menos para mí, pero luego de eso, me dijo, que si yo quería escuchar, él también tendría una historia para contar. Una historia que para él, tendría un significado propio, y un significado por la mujer quien en ese momento hacia parte de su vida. Un significado por ella.

No dudé ni un segundo en responder, y a aquel hombre, compañero de viaje, quien supondría antipatía pero que estuvo lejos de ser real, yo, le hice la pregunta.

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