Ellas

Ellas


CAPÍTULO 6

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CAPÍTULO 6

LEIDY

 

 

Filadelfia – Norte de Paraguay

Me pregunto si estarán listos para este tipo de romance, sí podrán dejarse guiar por esta historia. Adentrarse en sus deseos, en sus mentes. ¿Serán capaces de transportarse al tiempo y espacio en el cual me sucedió? –Supongo es algo que pronto sabremos. Pero desde ya dejo claro que con mi historia podrían verse envueltos en pensamientos de lujuria, deseo, y loco placer.

No sabía cómo iba a evolucionar esta relación a futuro, nunca imaginé que llegaran a ser más que pensamientos perdidos de deseo por su carne; pero aun así, nunca dejé de guiarme por el aroma de su piel, de su cuerpo. Seguí dejándome llevar por el color rojo de sus labios, labios que encarnaban los deseos de mi ser.

Ver cuán bella se veía con su vestido negro aquella noche, añadiéndose a ella, camuflando su cuerpo en la oscuridad, pero al mismo tiempo, dañando mi mente, mientras imaginaba mil formas, mil maneras que tuvieran como resultado el divorcio de la tela y de su piel. Quitando cada prenda que vestía su tan precioso cuerpo y dejándome atrapar por su hermosa desnudez, de mi mente nacían las ideas, pensamientos llenos de lujuria, deseo, y placentero dolor. Pensamientos que estaban creando eco en mi vida, en todo lo que representa ella para mí.

Con total seguridad puedo confesar que no simplemente quería quitar las prendas que vestía su glamuroso cuerpo, quería hacer más que eso, desgarrarlas de su piel, así como desgarra la carne un animal salvaje, quería lanzarme a ella de una manera feroz sin dejar espacio de arrepentimiento, deseando que esa satisfacción nunca terminara, ya que sentía cómo su sudor recorría mi cuerpo, tan lentamente, tan cálido, tan espeso, bañándolo completamente, tanto, como para pensar que estaba dentro de mí, y así continúo estando dentro de ella.

Me sentía entrando en un lugar donde reinaba; tibio, donde a cada segundo me veía más envuelto de él, sin oportunidad de escapar. Lo que hace desconcertarme de cierto modo son las pregunta de ¿en qué momento pasó de ser de un simple deseo a lo que siento ahora? ¿En qué instante me dejé envolver por su mirada? ¿Por sus labios, por su piel?

Aquel instante en el que vi su rostro por vez primera, ella, caminaba hacia su casa, nunca antes la había visto, aunque parecía que había estado viviendo en mi vecindario desde hace algún tiempo. El sol escondido en su totalidad dio vía libre a los acontecimientos que llegaron al anochecer, por la oscuridad no pude ver claramente su rostro, por lo menos no desde lejos, aunque en ese momento, ese pequeño instante vi su silueta, y en eso, sin ser mucho, era lo necesario, no necesitaba ver nada más de ella, fue suficiente para cautivarme.

Caminaba hacia mí y yo hacia ella, por la calle. Recuerdo haber bajado la mirada con un poco de vergüenza, sentía nervios y no sabía por qué. Debió ser porque era una silueta un tanto sexy, supongo que así fue. Aunque se mantuvo por unas pocas milésimas de segundo esa acción mía, pronto alcé la mirada, y ella, más cerca de mí, usó su mirada y,  fijamente, vio directo a mis ojos. El tiempo y el espacio como lo conocía cambió, estuve dentro de esa mirada tan sexy y tan cautivadora por casi una eternidad dentro de los segundos que habían transcurrido.

Antes de que terminara de pasar a mi lado, decayó su paso. Caminaba lento,  no cómo lo había hecho hace algunos metros. fue tanto así, que sentí su mirada penetrante sobre mí por al menos unos cinco segundos, mientras a su lado, cruzamos más que miradas, más que nuestros cuerpos, y aunque fue algo leve, creo que fueron los segundos más intensos de mi vida.

Ese instante dio inicio a todo, allí empezó a vivir mi historia, una historia que aunque empezó envuelta en sábanas, terminó aferrada a su amor. Luego de eso, y como si el destino quisiera que aquel encuentro de noche no solamente quedará ahí, seguí viéndola pasar en los días siguientes, veía como caminaba cerca de mí casa en las tardes, en las mañanas. Me veía y sonreía.

Aunque no sentía el valor suficiente de hablarle, miradas casuales, de las veces que podía verla pasar, pero yo, guardaba silencio pues no sabía cómo reaccionar a las intensas pretensiones de sus ojos, a la manera en la que sus labios demostraban querer estar en los míos, dentro de ellos, de su cuerpo, una puerta donde solo yo podría entrar, o por lo menos eso creía yo.

Aun así, nunca supe qué decir, admito que no fui más que un tonto cobarde por no haberme acercado a ella.

No pasó mucho tiempo y luego, tuve que irme lejos, por algunos meses, juro que me sentí como el tonto más grande por no haber tenido el valor de haberle dicho ni una sola palabra.

Al regresar, pensé que no volvería a saber nada de ella. Pregunté a mis amigos qué había sido de aquella mujer bellísima que había despertado ese deseo de mí, nadie sabía nada, al parecer también se había marchado, y sin saber cuándo regresaría, espere. Con el anhelo de que fuera pronto, llegue a sentirme ma. Sentía nostalgia en las mañanas, tardes y noches; caminar por donde la había visto no era fácil, solo espere que el tiempo acabara con la esperanza de verla de nuevo. Pero un día, extraordinariamente apareció en mi vida una vez más. Estaba allí, cerca de mí, todo seguía estando igual como era antes, aunque esta vez, sabía que no debía cometer los errores que había cometido antes, y luego de eso no deje que se alejará de mis brazos, nunca más. Jamás.

Así que finalmente, en el último momento, ese punto crucial que definía todo, podría decir que fue más que solo deseo. De hecho, hablé de él muy poco.

Palabras que tienen una conclusión más precisa, pero me dejé llevar más por el narrar de lo difícil que fue ese momento para mí y que luego no dejo de ser lo mejor, lo más hermoso, lo más especial.

Fui a su casa luego de saber que se dirigía hacia allá, y toqué a su puerta. Segundos después ella abre, mira mis ojos, yo los suyos y todo se detuvo. Dejó de ser solo deseo, porque no supe qué decirle cuando frente a mí la veía; dejó de serlo, porque quería besarla primero, antes que arrancar sus labios con mordidas salvajes; dejó de ser más que solo pensamientos porque el deseo de devorar su cuerpo o acabar con cada pensamiento lujurioso que empezaba en mi mente, extrañamente terminaba sobre las sábanas de su cama, de las mías.

Besar sus labios y morder su boca se había convertido en una religión para mí; ver sus ojos y querer desvestirla todos los días con una mirada lujuriosa, un tabú espiritual; hacerle el amor, mostrando en ella mi verdadera naturaleza, seduciéndola cada día, con cada beso de mañana, susurro de tarde y deseo intenso que llegaba a mí al anochecer.

Finalmente, supe que había dejado de ser tan solo deseo, y se había convertido, se había combinado transformándose en amor, un amor propio, ya que formaba parte de mí, un amor compartido, ya que ciertamente ambos lo sentimos por igual, un amor por la manera en la que llegó a mí con solo su silueta, una silueta que quedó marcada en mi vida, y finalmente, una vida, que entregué cien por ciento, que entregué siempre a ella.

Sé que no es una historia larga, posiblemente hayan otras que describan más el paso a paso de ese amor que marcó su vida, pero es mi historia, y a su pregunta ¿qué representaba el amor para mí? Debo de decir que fue la sumatoria del deseo, de ella, y de su amor, trayendo un resultado que me llena de tanto de alegría como de felicidad. La razón por la que no haya querido decir mucho de lo que en realidad sucedió después, es porque esa parte no me correspondería contarla a mí, mi tiempo como el suyo se detuvieron luego de abrir esa puerta. Esa parte está guardada en un cofre, en mis recuerdos y en mis memorias. Y aunque quisiera terminar de contarla, la llave que abre esos secretos no la guardo yo, la guarda ella en su mirada, la guarda ella en su corazón.

Asombrado ciertamente estuve al oír su historia, qué magnifica esencia transmitirme pudo aquel hombre con solo oírlo narrar. Quise saber más, pero quizás aún no era el momento.

El tiempo de viaje pronto se cumplió, y llegamos a destino. Antes de bajar del autobús, aquel hombre me preguntó si tengo donde pasar la noche, «no» fue mi respuesta lógicamente, y no dudó en ofrecerme su hospitalidad de inmediato. Añadió que no tendría problemas pues solo vivía con su esposa, razón de alegría y título de su amor. Acepté claramente su ofrecimiento y decidí quedarme ese día con ellos.

Al llegar a su casa conocí a su esposa, una mujer bastante amable. Fui recibido de una manera especial y claramente me sentí bien con ambos, el amor y la forma en la que compartían y se apoyaban el uno al otro era indescriptible, única y especial. El ofrecimiento que en su momento tuvo como finalidad una noche, dejó de ser de tal y no me despedí de esa pareja  sino hasta veinte días más tarde.

Fueron para mí buenos amigos y compartimos una amistad que finalmente quedó demostrada en su deseo de que no me fuera.

Me enseñaron casi toda la ciudad, lo bello de sus calles, de su gente, su cultura y demás. Compartí espacios con ellos que fueron únicos y que sé que recordaré por siempre, pero no podía quedarme más tiempo aunque así lo quisiera.

Debía de continuar mi travesía y no pretendía detenerme en ningún lugar por siempre, por lo menos no hasta terminar con mi misión, así que con la promesa de que los vería nuevamente al terminar mi camino, decidí dejar ese lugar.

Finalmente aprendí mucho de ellos y sé que los recordaré por siempre. Para economizar dinero decidí viajar caminando, esperaba a que nuevamente alguien pudiera acercarme a mi siguiente destino. Así pues, con un galón plástico lleno de agua, empiezo a caminar. Aún era temprano y faltaban varias horas para que cayera la noche, tendría tiempo de recorrer una zona importante o esperar a que alguien se detuviera, pero en esta ocasión no fue tan simple.

Cumplí mi primera hora caminando por carretera; aunque a los vehículos que pasaban por mi lado eran muchos y casi a la mayoría hice señales con mi mano para que se detuvieran y pedir amablemente me acercaran, todo esto lo hice sin obtener nada, pues nadie se detuvo. Por lo menos no por ese momento.

La primera hora caminando pronto se convirtió en tres, pero no estaba cansado realmente. Me describiría en ese momento como un hombre enérgico y emocionado. Tanta naturaleza y fauna silvestre a mi alrededor, tanto aire libre me recordó mi lugar de origen por un momento. Nostalgia.

Exactamente seis horas después de haber empezado a caminar desde aquella ciudad, un vehículo se detuvo ante mi señal. Se notaba su antigüedad debido a los golpes, abolladuras, pintura desgastada y demás cosas que se hicieron evidentes al acercarme. Pero no me importó, era una aventura y debía de vivirla como tal.

Quien conducía, una mujer, su hijo de unos seis años la acompañaba en la parte trasera, me pregunta hacia dónde me dirijo y le indico el nombre de mi ciudad de destino. Me explica que no va hasta ese lugar pero que desde donde ella se detiene restan solo a un par de horas hasta donde me dirijo, y que si no me importaba ella podría acercarme sin ningún problema. «Claro que sí», respondí a su ofrecimiento y, algunas horas antes de que el sol se escondiera tras la llanura, deje de caminar para irme en aquel automóvil, con esa mujer y su hijo. Me dolían un poco las piernas y los pies, pero el entusiasmo nunca lo perdí. Platicamos un rato, y conocí experiencias de vida de esa mujer y ella las razones de viaje de la mía.

Condujo unas cuantas horas en la noche, horas que aproveché para dormir un poco así que cerré mis ojos. Antes de que pudiera darme cuenta, ya estaba bastante cerca de mi siguiente lugar en el mapa, era de madrugada, no podría decir a ciencia cierta cuánto tiempo habría estado manejando esa mujer pero supongo fueron varias horas.

Un fuerte ruido estremeció la tranquilidad de la madrugada, venía desde la parte delantera del automóvil, segundos después y a pocos minutos de donde aquella mujer se dirigía, el vehículo detiene su marcha completamente, no nos explicábamos cuál podría ser la falla. Estaba tan cerca de llegar a su casa esa mujer, que escuche un par de veces como maldecía al tan peculiar auto.

Fue algo cómico y admito que alcancé a reírme de eso, aunque solo fue internamente pues no quiera que se molestara conmigo. Le dije pues se tranquilizara y pensara en qué podríamos hacer para salir de ese aparatoso lio. Momentos después, pensó en una solución, llamar a un mecánico quien trabajaba en la ciudad a donde me dirigía yo, y que ella conocía bien, pues amigo de la familia era, y así lograr que nos ayudara con el problema para poder terminar de llegar. Ella a su hogar y yo a mi destino.

Así se hizo. Luego de llamarlo, confirmó aquel mecánico que llegaría durante el término que hubiera en distancia, optamos por descansar mientras llegaba el mecánico.

Una hora y cuarenta minutos luego de haber llamado a aquel hombre mecánico, la proximidad de luz en un auto hacia el nuestro anuncia  la llegada de alguien. Era él, y al bajar de su auto, lo primero que preguntó fue qué había sucedido. Lo aclaramos y añadimos que no supimos cuál podría haber sido la causa de la falla.

Subió el capot del automóvil averiado, empezó la revisión e inmediatamente supo qué había sucedido. Una fuga en el radiador hizo que el recalentamiento fuera inminente y algo más que no recuerdo bien que había sido, (no soy mecánico).

Afirma que es algo que puede reparar aunque tardaría al menos una hora mientras lo hacía. Al oír esto, la mujer decide recostarse nuevamente en el automóvil y tratar de recuperar fuerzas al lado de su hijo, el cual no se había dado cuenta de nada, pues seguía profundamente dormido, y así lo hace. Yo por mi parte me quedé despierto para observar la labor que aquel mecánico se dispone a realizar. Digamos que quería aprender.

En un momento de distracción observo que ese hombre tiene en su brazo izquierdo un tatuaje, no entendía bien qué decía pues estaba escrito con algún tipo de letra extraña, por eso no pude evitarme las ganas de preguntar por él. Su respuesta fue aún más interesante que el tatuaje y despertó en mí mucha más curiosidad. (El nombre de una mujer)

La siguiente acción, fue que a aquel hombre, el mecánico que nos ayudaba en la reparación del vehículo, ese con un tatuaje en su brazo izquierdo escrito con un tipo de letra poco común, y el cual, sin saberlo yo, sería el título de la siguiente historia. Le hice la pregunta.

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