Ella

Ella


Ella

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Anónimo

Ella

Titulo original:

Her.

© 1970, Bantam Books Inc.

© 1992, Ediciones Robinbook, SL.

Aptdo. 94.085 — 08080 Barcelona. Diseño cubierta: Regina Richling.

Ilustración: Noburu Nonaka (JCA Press).

ISBN: 84-7927-030-6.

Depósito legal: B-2.104-1992.

Impreso por Libergraf, Constitució, 19, 08014 Barcelona.

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Impreso en España

— Printed in Spain

Para Ella

Prefacio del autor

He escrito muchos libros y los he firmado todos con mí nombre. Libros de los cuales se tan vendido millones de ejemplo res y que han sido traducido», prácticamente, a casi todas las lenguas del mundo. Algunos de ellos han sido llevados al cine, otros a la televisión, y otros aún, en su versión teatral, han llegado a los escenarios de Broadway. ¿Por qué, entonces se preguntará el lector, he decidido publicar esta novela,

Ella bajo el noble y añejo apelativo de Anónimo?

Las razones son varias, pero la más coherente radica en la naturaleza misma de Ella. En esta obra he intentado explicar una historia de amor sencilla y verdadera, de una verdad tan real como la sencillez. Creo que en los últimos anos, desde que ya no existen las barreras de la censura, el lenguaje del amor ha ido degradándose en una acuñación grosera sin ternura ni amor... y, por descontado, desprovisto de emoción sincera.

Mi ferviente deseo ha sido volver a dar sentido a esas palabras, a ese lenguaje del amor, y situarlo en el contexto de la lengua amorosa, que es el idioma más comprendido del mundo. Porque éste —el lenguaje terrenal del amor— es ciertamente el mejor y más auténtico idioma del mundo. En la literatura se ha producido una escisión entre la palabra y la acción: dos ámbitos que en

Ella he tratado de volver a unir.

Mi intención ha sido la de estimular al lector, no mediante las escenas y acontecimientos de la novela, sino a través de sus propias evocaciones. Quiero que el lector recuerde con sosiego los grandes momentos en que» sujeto por los brazos y las piernas de una mujer, una voz le susurraba al oído: «Penétrame. ¡Oh, Cielo, follame!». Quiero que la lectora recuerde con serenidad aquellos momentos en que sintió el impulso de pronunciar esas palabras. Quiero que ambos recuerden lo hermoso y auténtico que era el lenguaje de su pasión, pues en el momento del amor ésas eran las únicas palabras que tenían valor. Quiero que el lector recuerde esos breves instantes en que amó y paladeó cada partícula del cuerpo de su amada, y en que su amada gozó de cada centímetro de su piel. Quiero que los amantes sepan que en esos momentos un hombre no es más que un hombre, del mismo modo que una mujer no es más que una mujer, y que ambos se unen en un resultado infinitamente superior a la suma de sus partes, porque su cópula es la ecuación del amor.

¿Por qué degradamos las palabras amorosas? Porque, al estar avergonzados de su auténtico significado emocional, nos da miedo abrir nuestras almas y nuestros cuerpos, ya que estas palabras exigen que ambos se abran. El amor es una apertura.

Hay otra razón igualmente poderosa que me ha movido a publicar

Ella amparándome en el anonimato. Quiero que

Ella sea leída y conocida por

ella misma, pues así como un hombre debe amar a una mujer, una mujer debe amar a un hombre. Si la novela llevara el nombre de un autor conocido, su lectura se vería comprometida por el conocimiento de ese nombre. Los críticos a quienes yo pueda haber gustado —o disgustado— en el pasado, gustarían o no de

Ella sobre la base de su consideración previa de mi obra. Escrita pues por Anónimo,

Ella se separa de la personalidad del autor y del conjunto de su obra anterior; es una creación en sí misma, del mismo modo que una mujer es una mujer.

El autor no es el hombre de

Ella, ni existe tampoco exacta personificación de mujer que haya servido de modelo para

Ella. Mi heroína es, más bien, no una sino todas las mujeres que yo o cualquier otro hombre haya amado.

Ella es, finalmente, todas las mujeres que me han amado o que han amado a cualquier otro hombre. Anónimo no es, en consecuencia, un disfraz para un

román á clef. No busquéis aquí ningún misterio, ningún código ni claves de cualquier naturaleza.

Ella no existe más que en el manuscrito. Anónimo es verdaderamente opaco, no un falso espejo.

También es necesario considerar si Anónimo, en el contexto moderno, no parecería una llamada de atención, una invitación al misterio, una proposición deliberada a las especulaciones. Pero no. En el transcurso de los siglos diversos Anónimos han escrito, tradicionalmente, muchas de las palabras más sinceras sobre el amor. En el siglo catorce —en los lejanos comienzos de la palabra inglesa escrita— fue Anónimo quien dijo:

Oh, viento del Oeste, cuando soples,

haz que caiga la menuda lluvia.

Quiera Dios que mi amor esté en mis brazos

y yo en mi lecho de nuevo.

No consideréis, pues, al autor. Consideradla a

Ella. Y recordad, como he evocado yo al escribirla, aquellos momentos de eternidad arrebatados al inexorable fluir del tiempo, pues quizás esos instantes han sido el único paraíso que nos es dado conocer

La redacción de

Ella me ha llevado mucho más tiempo que cualquiera de mis otros libros.

Ella ha ocupado todo mi tiempo disponible —y a menudo un tiempo del que no disponía— durante varios años. Pero no me importa. La verdad es que agradezco cuanto

Ella me ha dado, pues, de verdad, empleando el sentido exacto y verdadero de las palabras,

Ella ha sido para mí una tarea de amor.

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