Ella

Ella


Uno

Página 4 de 19

—¡Maldición! —exclamé—, Me estoy haciendo viejo para estas lides. Creí que todavía no habías alcanzado el orgasmo.

—Acabamos juntos —dijo—. Nos hemos corrido juntos, ¿no es cierto? Sentí como te corrías.

-Sí —repliqué.

Se echó sobre mí, generosa, me besó, me acarició, me tocó, mostrándose casi tan frenética como en el momento del orgasmo.

—¡Eh! Espera un minuto —dije, tratando de apartarla —. Si crees que todavía tengo algo, estás completamente equivocada.

Detuvo sus movimientos mirándome, sin apartar sus manos de mi cuerpo.

—Estoy bien ahora. Estoy muy bien. En este momento te amo. ¡Qué bien me has follado!

—Y tú también a mí.

—¿Pese a mis difíciles orgasmos?

—Valen la pena, aunque sean difíciles.

Entonces rió y yo también reí porque aquél era un gran momento. Siempre es excepcional cuando has hecho bien el amor y lo sabes, y cuando la mujer también lo sabe y te lo dice. El recuerdo de lo que hicimos antes de dormir quedó borrado por aquella gran jornada. Supe que al día siguiente tendríamos otra.

Entonces ella hizo algo maravilloso y fantástico. Con mucha suavidad, casi reverentemente, se inclinó para besar mi flojo pene, sosteniéndolo durante unos instantes, cogido en el cálido borde de sus labios. Después se tendió de espaldas, en mis brazos.

Cuando dejamos el cuarto brillaba el sol, las nubes habían desaparecido y reímos porque la gente nos miraba caminando juntos con nuestros impermeables y paraguas, aditamentos que ella había abandonado ya hacía rato.

Ir a la siguiente página

Report Page