Elizabeth

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EL PASADO SALE A LA LUZ

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EL PASADO SALE A LA LUZ

18.30 P.M. Moles entraba en el recinto de la piscina. Llevaba todo el día dándole vueltas al caso de Gerard

Brown. Había hablado hacía escasas horas con ambos hijos; estos le insistieron que era imposible que su padre hubiese desaparecido por cuenta propia. Lo peor de todo, es que a pesar de las imágenes, los creía.

Le daba mil vueltas a la cabeza sobre diferentes posibilidades que justificasen un secuestro, sin rescate y que implicase que el rehén se pasease solo en coche en medio de la noche, para dejar posteriormente el coche abandonado. Parecía una locura, pero sin embargo, creía era posible.

La única posibilidad que lo podría hacer real, era un psicópata. Esa noche se reuniría para cenar con el Sr. Blummer. Thompson había pasado el caso al departamento de delitos económicos, no quería perder más tiempo en esa investigación. Iban a hacer una completa auditoria a Brown. A Moles le molesto en principió, dejaba de formar parte de la investigación. No obstante, Thompson no puso impedimentos siguiese con el caso siempre y cuando cumpliese con el resto de las investigaciones como referencia hacia los hijos del político y hacia Moles. Sabia se había convertido en algo personal para él.

Se relajó un buen rato en la piscina y la sauna. Lo necesitaba, así tenía tiempo de pensar, de atar cabos. No tenía nada a lo que aferrarse. Únicamente un listado de casos sin resolver y psicópatas que podrían responder al perfil psicológico. La lista era amplía, tenía la intuición de que nunca había sido cogido pero que si había hecho algo parecido anteriormente.

Sobre las ocho se vistió y salió con el coche camino del restaurante donde se había citado con el Sr. Blummer, a ver si podían poner algo de luz en este caso.

A la misma hora en la mansión de Brigitte. Miguel había pasado el día incomunicado, estaba muy asustado. Sabía que de un momento a otro le iba a pasar algo malo. Se encontraba tumbado en la celda de la que había conseguido escapar encadenado por los pies a la cama, con la camisa de fuerza puesta y sujetado a la cama mediante unas cintas elásticas que lo envolvían. Sabía que habían reforzado la puerta, por la mañana el Francés estuvo trabajando fuera. —Escápate ahora si puedes—. Le había dicho socarronamente.

Los juegos con el inglés habían continuado durante la mañana; pudo oír como lo sacaban de la celda. Para él, estaban reservando algo especial. No sabia que era, pero estaba seguro de que no le iba a gustar en absoluto.

La puerta de su celda se abrió. allí estaba el Francés y Elizabeth que sostenía una jeringuil a en la mano. Se la inyecto en el brazo sin poder ofrecer él resistencia alguna. No noto nada, por lo de ahora. Se fueron y lo dejaron solo, quedándose Miguel profundamente dormido.

Se despertó horas después, estaba bastante aturdido. Un chorro de agua fría lo acabo de despertar, no sabía bien que es lo que había pasado. La visión la tenia borrosa. Estaba en la sala de torturas y de nuevo inmovilizado de tal manera que no podía ni girar el cuello. Se encontraba de rodillas, con los pies firmemente sujetos al suelo por unas piezas de metal y sus manos y cabeza metido en un artilugio metálico similar al que le habían puesto a Gerard el día anterior.

De repente todo giro a su alrededor, o más bien, era él quien giraba. Su plataforma tenía ruedas, y Dominique le estaba dando vueltas sin parar a bastante velocidad. Pudo ver a Gerard que estaba sentado en uno de los sillones también encadenado. La cámara de vídeo en su trípode con el rojo parpadeante de grabando encendido. Allí estaba ella, la maldita, la sádica, de pie le pareció más amenazante que nunca, había algo en su rostro, no alcanzaba a saber lo que pero había algo que no había visto antes. Iba vestida con un delantal blanco, levantó el hacha que llevaba en la mano para que Miguel la viese. Miguel Gritó —No, no, no—. Su vida corría serio peligro. Es más, se sabía condenado. Las imágenes de su recién celebrado funeral le vinieron a la mente. Apretó tanto los dientes que pudo sentir como se le rompía uno de los incisivos, y empezó a sangrar abundantemente por la boca. Escupió el trozo de diente que vio caer al suelo de la plataforma.

Elizabeth soltó una carcajada —Pagarás por lo que has hecho. Esto servirá de lección no solo a ti sino a Gerard y a muchos otros que vendrán. Todos sabrán lo que les conviene. ¡Llévalo al almacén! que vea lo que le espera. No va a ser tan fácil para ti, vas a sufrir un poco antes. Lo que te mereces, lo que te has buscado.

Gerard que estaba muy pálido sabia de lo que estaba hablando. Le habían enseñado esa habitación por la mañana. Era escalofriante. Elizabeth era un demonio, no era humana, alguien que cometía esas atrocidades no podía serlo. Compadeció a Miguel, se compadeció a si mismo. Algún día pagaría por todo ello. Que no fuese en el infierno, si fuese así, se convertiría en la reina del averno.

Dominique arrastró la plataforma del futbolista por la cadena, y lo llevó en dirección al fondo de la habitación donde había una amplia puerta que solo disponía de una cortina. Elizabeth sacó la cámara del soporte y entró primera en la sombría habitación, apartando de un manotazo la cortina. Dominique empujó a Miguel entrando en la habitación. Estaba totalmente oscuro, no podía ver nada. Miguel creía intuir algo en la pared del fondo justo delante de él. Su corazón apenas latía, lo podía oír, como si retumbase en su interior, como si se estuviese apagando y el fuese consciente de ello. Lo que sí vio fue la lucecita de la impertinente cámara que se suponía llevaba ahora Elizabeth.

Entonces un fogonazo resplandeció, los fluorescentes parpadearon. Vio algo fantasmagórico, por un breve instante. Era como si el tiempo se hubiese detenido para él, no quería mirar, otro fogonazo de los fluorescentes y entonces lo vio claramente, la horrible visión de cabezas y miembros amputados en grandes tarros de formol. Miguel vomitó hasta la bilis ante lo que tenía ante sus ojos. Jamás hubiese podido imaginar que fuese capaz de algo semejante.

—Tu futuro Miguel esta aquí. En estos tarros, donde descansaras esta noche. —Dijo la inhumana Elizabeth, señalandole varios tarros vacíos que había en una lado de la habitación, junto con grandes garrafas de formol. Miguel aun seguía vomitando, trató de moverse empleando todas sus fuerzas.¡Tenia que salir de allí!. Era incapaz, estaba firmemente sujeto a la plataforma. Aún así, lo intento de nuevo, lo único que conseguía era causarse serias heridas en sus pies y manos que sangraban por el contacto con el metal.

—Es inútil Miguel. ¡Se un hombre y acepta tu destino!. —Le gritó Elizabeth, que recogió dos cuchillos de carnicero y los afilaba uno con ell otro apostado junto a una mesa de roble maciza. El delantal era de carnicero.... . Ahora se daba cuenta.

Miguel pensaba que estaba viviendo una pesadil a. —No, No, No—. Repetía una y otra vez. Esto no podía estar pasando, pero sí, estaba pasando e iba a ser peor.

—¿Ves estas dos cabezas de aquí Miguel?. ¿Les encuentras algún parecido?. —Le decía Elizabeth señalandole dos cabezas que estaban juntas en un enorme tarro, una a lado de la otra. Esperaba respuesta. pero Miguel no decía nada, ni siquiera levantaba la vista que tenía fija en el suelo. Elizabeth le levantó la cabeza de un golpe con la mano y Dominique acercó su plataforma tan cerca del tarro, que casi podía tocarlo con la nariz.

Era repugnante.

—Ahora lo ves mejor. Son mis padres españolito. Mi primer trofeo, el más apreciado. Nunca supieron apreciar mi genialidad y ahora son un trofeo más de mi colección. Aquí tienes a Charles, mi primer y más querido esclavo: Lo suyo fue accidental, no quería hacerle tanto daño pero desgraciadamente murió desangrado. Ves este otro, o te gusta más este. Este era un entrometido y curioso vecino. Este chico ¿Qué te parece?. De estos tengo muchos, son tan fáciles de conseguir que ni me preocupo de conservarlos, tan fáciles como tu Miguel. ¿Para qué? No merece la pena, los quemo y entierro sus restos en el invernadero del jardín.

—No tengo mucho espacio aquí Miguel. Como ves las estanterías están casi llenas. Pero he hecho un hueco para ti. Lo ves, justo aquí. Aquí estarás muy bien. Te gusta, si quieres puedo poner un epitafio en tu bote.

Algo así como...... Se queda un momento pensando —Lo intente pero no lo conseguí—. Suelta una carcajada y el francés se ríe también. Miguel aparta la vista de los tarros, nunca pudo imaginarse que vería algo tan horrible. Ahora su corazón latía con frenesí, sonaba como el tambor de una tribu africana en un ceremonial de sacrificio que iba aumentando su ritmo una vez se acercaba al final.

—¡Estas enferma. Arderéis los dos en el infierno!. —Grita Miguel y los mira desafiante con despreció, escondiendo el miedo de su interior—. No estoy enferma estúpido. Te arrepentirás de lo que has dicho.

Dicho esto, la chica se dirige a una de las paredes donde había colgadas herramientas en muy mal estado.

Descuelga una guadaña. Se la queda observando, y la vuelve a depositar en su lugar. Descolgando una oxidada sierra de tamaño considerable. —Sí, esto parece que servirá. ¿Te gusta Miguel? Miguel observa con respeto la enorme sierra. El alma se le cae a los pies.

—Llévalo a la sala. Va a saber lo que es bueno. —Dominique lleva al desesperado chico a la sala en su plataforma y lo deja enfrente de Gerard que no sabe que decir. Gerard esta llorando, y lo mira asustado. No puede ayudarlo, llora de impotencia. Miguel le dice —¡Hubiese vuelto a por ti Gerard!. Me hubiese gustado despertarte con la policía a mi lado. No te iba a dejar abandonado. Te lo juro—. Era la verdad —Lo sé Miguel, lo sé. Gracias de verdad. Lo siento—. Gerard admiraba el valor del chico. Aún en la situación que estaba, mantenía de una forma admirable la compostura. En ningún momento, imploró perdón.

El francés toma su lugar junto al trípode y Elizabeth se sube a la plataforma con la enorme sierra oxidada en la mano —¿Una última voluntad antes de morir?. Su voz sonaba como la de un verdugo, con el poder de la vida y la muerte sobre sus manos. Aunque un verdugo jamás usaría una sierra.

—¡Quémate viva zorra!. —Grita Miguel, presa del pánico, su respiración como la de un animal agonizante.

Dicho esto, la chica clava los afilados dientes de la sierra en la carne de Miguel y realiza un primer movimiento. Miguel ruge de dolor. Otro movimiento, y la sangre sale disparada al delantal de la psicópata  cubriendolo de sangre, no sentía absolutamente nada. Gerard cae desmayado al instante, pero ella sigue cada vez con mas fuerza, arrastrando la sierra en el cuello de Miguel que cesa de gritar.

La vida le había dejado, afortunadamente. ella seguía dándole duro con la expresión de su cara fuera de si, apretando los dientes, completamente cubierta de sangre. Sus ojos dilatados, como poseída. Cada vez con mas fuerza, hasta que pudo por fin levantar su trofeo alzando la mano al cielo, mostrando la cabeza de

Miguel con la sangre cayendo a chorros a la cámara.

CENA CON BLUMMER

Moles acudió puntual a la cena con el Sr. Blummer. Lo encontró sentado, disfrutando de un aperitivo en el pequeño y acogedor restaurante que él mismo había elegido. El psiquiatra, lo saludo desde su mesa nada más entrar en el restaurante.

Moles acudía con un portafolio en la mano. Había llevado unas copias de casos sin resolver que podían encajar en el perfil psicológico que había trazado el Sr. Blummer. Aunque quizás estaban perdiendo el tiempo los dos. Quizás Brown estaba implicado hasta el cuello en algo tan grande, tan corrupto que tenía que desaparecer para proteger su vida. Si era así, que estallase cuanto antes. Era lo mejor.

—Buenas noches Sr. Blummer. Gracias por su colaboración.

—Siempre es un placer ayudar a la policía, gracias a ustedes por tenerme tan alta consideración. Le aconsejo, sopa de pescado y el salmón al horno. Excelentes.. —En esos momentos, llegaba el camarero a la mesa ofreciéndoles los menús.

—No es necesario: Sopa de pescado y salmón al horno, por favor —Dice Moles— Lo mismo para mí. Una botella de vino blanco, y agua. —El camarero se retira con la comanda.

—Hubiese tirado la toal a en este caso si no fuese por lo que nos comento el otro día. Como ha visto en las noticias, todo parece indicar a una desaparición voluntaria del Sr. Brown. Su opinión Blummer, es importante para mí. Ha sido el único capaz de poner luz en las tinieblas.

—Exacto Moles, que todo el mundo piense que Brown ha desaparecido voluntariamente, es lo que quiere el secuestrador. Salir impune, y desviar la atención para actuar con tranquilidad. Que se archive el caso, y de paso acabar con la reputación de Gerard Brown en sus propias narices.

—¿Usted cree? Una cosa es que engañe momentáneamente a la policía, y otra que lo haga de manera  definitiva. —Le parecía un objetivo demasiado ambicioso. Secuestrar a alguien y que nadie fuese consciente de la verdad.

—Es una posibilidad. No la descartaría, es una característica del perfil que hemos trazado ellotro día. He estado pensando mucho en ello. He consultado los casos de los más significativos psicópatas de la historia.

Los casos sin resolver. Tratando de meterme en la mente de ellos. Me he metido en la mente de un psicópata, Moles. He pensado como uno de ellos, es la única manera de avanzar en este caso.

—Estoy de acuerdo Blummer. Usted es el especialista, yo he tratado con alguno, pero es que ahora mismo no se a lo que me enfrento. Las imágenes de Brown conduciendo me han dejado perdido. Por un lado, no me las quiero creer. Pero están ahí. No existe nada que pueda justificarlas.

—Ese es el objetivo del secuestrador, jugar al despiste con la policía. Centrémonos por lo de ahora en las preguntas sin respuesta: ¿Qué justificaría una desaparición de un parlamentario? ¿Por qué el Sr. Brown conducía el mismo el coche en medio de la noche? ¿Por qué después de dos semanas se molestan en mover el coche de lugar?

Supongo la respuesta a la primera pregunta es un delito económico, algún escándalo político. Por protegerse.

¿Tiene algún dato que me pueda proporcionar en este sentido?

No, hasta el momento. Estamos consultando todos los canales oficiales, también digamos canales no oficiales. Tenemos informadores en paraísos fiscales. De una manera u otra sabremos si estaba desviando fondos. —Contesta Moles mientras el camarero les sirve las sopas de pescado.

Esta bien. Eso corre por su cuenta. Pongámonos en el supuesto que el Sr. Brown no haya desaparecido por voluntad propia que es el que nos interesa, y por ello estamos compartiendo mantel. Tenemos a un Sr. Brown, retenido. Su captor no tiene interés económico, por lo de ahora, lo que sabemos de é,l es que esta muy interesado es estar todo el tiempo posible en los medios.

Sí, eso es evidente. Le gustaba como manejaba la información el Sr. Blummer. El era muy bueno, pero ese tipo era un autentico genio.

Los primeros días, el secuestro fue portada de periódicos y cabecera de telediarios. Usted salió en varias ocasiones en las noticias sin hacer comentarios. El captor lo vio, y se intereso por usted. Se intereso como adversario, lo retó dejándole la felicitación de cumpleaños en su propia casa. Con eso, quiso demostrar, que lo estaba controlando, que era él quien tenía el control de la situación.

No obtuvo el efecto deseado, al no obtener notoriedad. Supongamos eso lo ha decepcionado, se ha sentido molesto. Planeo un plan B, o quizás lo tuviese ya planeado.

¿Usted cree que podría ser tan meticuloso?.

Sí, quiere crear un crimen perfecto. Es muy cuidadoso. Solo ha cometido un error. —Hace una breve pausa para beber un sorbo del vino— Sigamos con su plan B, después de la felicitación de cumpleaños. Necesitaba algo de impacto, algo que fuese portada de todos los periódicos y revistas.

Algo sorprendente. ¿Qué podía hacer? ¿Matar al Sr. Brown?, ¿Cortale un dedo?, ¿Otra nota?..... No nada de eso, demasiado clásico en su opinión. Necesitaba algo nuevo que causase el impacto que buscaba. Necesitaba dar un buen golpe, un golpe maestro, a Brown, a su partido, a la policía.

Prefirió algo mucho más sorprendente, novedoso. Tiene mucha imaginación ese hombre, rozando lo enfermizo. Esto no es tan habitual Sr. Moles.

Comprendo. Siga por favor.-Moles era todo oídos. Apenas probaba bocado y jugueteaba con un trozo de pan.

Tuvo la gran idea que necesitaba, su golpe maestro. Obligar al Sr. Brown a dejar el mismo el coche, asegurándose que fuese grabado en el camino, y que ustedes y todo el Reino Unido viesen esas imágenes. No las que ustedes buscaban del secuestrador, sino las que el quería que encontrasen.

Sembrar dudas. ¿Se da cuenta con quién estamos tratando? Piénselo por un momento, ¿A quién se le podría ocurrir algo semejante? A muy poca gente Sr. Moles.

Moles asentía con la cabeza —Demasiado enrevesado todo esto.

Exacto, tan complicado como su manera de pensar. Es un psicópata Moles. No me cabe duda—.

Sentenciaba Blummer.

No entiendo. ¿Cómo conseguiría obligarlo a realizar algo así?. Sin que huyese me refiero.

Con una amenaza. —Contesta Blummer. El Sr. Brown tiene dos hijos ¿No es así?. Podía haber asustado a Brown con hacer daño a sus hijos esa misma noche. Unas imágenes de ellos en el interior de sus casas podría haber sido más que suficiente.

Hemos pensado en esa opción . De hecho, he hablado con los hijos al respecto. No han notado nada raro en los últimos días. Dos agentes los están siguiendo discretamente solo como medida de precaución.

Bien hecho Moles. Entonces podemos descartar esa opción, es un avance importante, tenemos que descartar opciones.

Creo que sí. Siga por favor.

Tenemos al otro hombre. Apareció justo cuando Gerard trató de dejar el mensaje. Las huellas y el mensaje están exactamente en el mismo lugar. Recordemos que estaba inconcluso. Los secuestradores creo no saben de su existencia. No lo hubiesen dejado ahí. Ahí en ese lugar, el secuestrador tuvo su primer, y único error. Dejo sus huellas . Simplificando, tenemos un coche conducido por el Sr. Brown que se dirige al punto donde le indico el secuestrador. ¿Por qué no huyo Brown si estaba sólo en el coche? Dígame Moles.

¿Porque se sabía vigilado?.

Indudablemente lo estaba. Pero ¿Por qué no huyo?. ¿Qué consecuencias tendría su huida?

Que lo matarían.

Si iba sólo en el coche, tal como vimos en las imágenes, era un riesgo que podía asumir. Creo tenemos una respuesta posible.

Dígame Sr. Blummer.

No es el único secuestrado. Si el huía, el resto morían. No podía, no quería, sentirse responsable de la muerte de inocentes.

Es inquietante lo que me esta diciendo Sr. Blummer. Más rehenes.

Piénselo bien Moles. Póngase en el lugar del secuestrador, trate de pensar como él. Quería dar un golpe encima de la mesa, regocijarse en su narcisismo, demostrar que es el mejor. Esta dos pasos por delante nuestra, no lo dude. Es capaz de asumir riesgos, pero no es tonto. Pone las vidas del resto de los otros rehenes en manos del Sr. Brown. Pero no solo eso, aún así, no se fía de él. Podría escaparse, y ante esa posibilidad, pone a uno de sus hombres o el mismo cerca, muy cerca de Brown en todo este proceso. Por si algo fal aba. Se asegura de no meter la pata. No esta dispuesto a correr un riesgo tan elevado.

Pero ¿Cómo lo ha hecho?. No encontramos huellas de ningún otro coche en el camino.

Centrémonos en la escena. Brown conducía por el camino del bosque. Vio su oportunidad en medio de la noche. Tenía que hacer algo antes de llegar a su destino que estaba ya muy cercano.

Imagíneselo dándole vueltas a la cabeza. Brown es un hombre inteligente, no lo dude. Sabia que estaba vigilado en todo momento. El GPS manipulado le llevaría a pensar que había una cámara al menos. Vio las maderas e inmediatamente, se le ocurrió lo del mensaje. Era una pista definitiva si lo hubiese acabado.

Sí, lo veo.

Si hizo esto, fue porque realmente pensaba que estaba solo en el coche. Tal como vimos en las imágenes. Con el coche apagado, sin ninguna luz, la cámara no podría grabar ninguna imagen por la oscuridad total del bosque. Al menos es lo que pensó él. Merecía la pena correr el riesgo. Lo vio claro, tenía que hacerlo. Paró el coche y apagó las luces, empezó a escribir el mensaje y, de repente oyó pasos detrás suya. —Toma una pausa, mientras toma otro poco de la sopa de pescado.

Tuvo que ser muy rápido, cosa de menos de 15 segundos entre que baja, recoge la madera y encuentra la piedra para escribir en ella. Oye un ruido, alguien venía en su dirección, tira la madera asustado y deja el mensaje como quedó, inconcluso.

Pero.... ¿Cómo es posible que fuese así tan rápido? ¿Cómo iban a seguirle tan de cerca sin que el se diese cuenta? No comprendo.

La única manera de que eso sea posible, Sr. Moles. Es que esa persona estuviese dentro del coche sin que Brown lo supiese. Esa persona, estaba en el maletero. Apostaría mi vida a ello. El asesino se escondía en el maletero sin que Brown pudiese siquiera imaginárselo al igual que nosotros. En todo momento estuvo vigilándolo bien cerca, dispuesto a actuar si era necesario. Disfrutando de su hazaña en primera persona. Enfermizo ¿verdad? Te aseguro que lo estaba disfrutando más que nosotros esta sopa.

Moles se reincorpora en la silla. Lo del maletero le había parecido sorprendente, se imaginó por un momento el susto que se llevaría el Sr. Brown. Lo cerca que tuvo su captor de verlo escribir el mensaje.

Seguramente dejo caer la madera paralizado del miedo al oír el primer ruido.

—Sr. Blummer, ¡Lo que me esta contando es inquietante!. Da miedo realmente. Tiene sentido. Eso lo explica todo, es increíble. Jamás se me hubiese ocurrido. —Moles le daba vueltas a su cabeza a lo que le había dicho Blummer. Todo encajaba a la perfección.

—A grandes rasgos creo estar en lo cierto. Es aventurado lo sé, pero es un supuesto que podría ser muy real.

El único que lo explica, la existencia de más rehenes y que Brown no supiese de que tenia al psicópata dentro del maletero. La pista dejada por Brown, Sr. Moles, es buena. No creo se trate de una pista falsa.

Tiene una posibilidad real en ella. El coche de Brown debía de estar estacionado dentro del garaje de la casa del secuestrador. Encaja en el perfil, suelen vivir en casas individuales con poco contacto con los vecinos.

—Sí, lo de la casa individual lo tengo claro. En algún lugar con el número 17 y el nombre de la calle empieza por Ho. Lo he comprobado tenemos 100.000 coincidencias, estoy trabajando con informática en ello. Es demasiado amplío. Estoy descartando los pisos individuales. Eso reduciría la búsqueda bastante.

Blummer continua hablando. Moles tomaba notas en su agenda.

Moles, si estamos ante este supuesto. Tiene ustedes delante un auténtico hijo de satanás, sin escrúpulos, inteligente. Una persona tremendamente manipuladora que maltrata psicológicamente a sus rehenes para divertirse. Oculta las pruebas, manipula las evidencias tratando de engañar y consiguiéndolo. Metódico, cuenta con un plan muy elaborado que esta ejecutando casi a la perfección.

Nos ha engañado a todos de una manera increíble.

Lo ve claro ahora ¿Verdad?. Moles, una cosa tengo que decirte: No nos ha engañado. Lo hemos descubierto. Juguemos esa baza, ahora tenemos algo de ventaja. Tenemos la pista y el pensará que la policía ha bajado el listón en la búsqueda, engañemoslo a él, cojamoslo desprevenido.

Es cierto. No es demasiada ventaja. Sólo contamos con esa pequeña pista.

Pero lo es. Solo ha cometido dos fal os simultáneos: las huellas de sus pisadas en el camino y el mensaje que dejo Gerard. No es consciente de ellos, jamás lo hubiese dejado ahí.

Por supuesto.

Quiere ser protagonista pero que la sociedad no sea consciente de su presencia. Por eso manipula de esa manera, se dará a descubrir cuando lo considere necesario para sus propósitos. No podrá aguantarse a darse a conocer, lo hará en algún momento, cuando considere que ha hecho lo suficiente para pasar a la historia. Podría pasar un tiempo tranquilo a partir de ahí, y volver a aparecer posteriormente años después. Lleva una vida normal, solitario con pocos amigos. Se considera un cazador, un coleccionista de trofeos. —El Sr. Blummer empezaba a divagar, a veces parecía como si le costase seguir el hilo.

Tengo que hablar con Thompson. Hubiese sido bueno si viniese, pero como le dije ha pasado el caso al departamento económico.

Lo ves. Estamos haciendo lo que el secuestrador quiere. Es más, imagino que ha preparado la jugada del coche para dejaros en fuera de juego. Apostaría a que se imaginaba la cara que pondríais cuando vierais las imágenes de Brown conduciendo.

Así es. —Le vinieron las caras de los compañeros de la oficina y la suya propia al ver las imágenes.

Conclusiones Moles: Tenemos más rehenes. Seguirá con su plan, prepárese para una noticia de impacto que sea portada de los periódicos del país. No va a parar, probablemente prepara otro secuestro. Otro golpe. En cuanto se calmen los noticieros con la desaparición de Brown, no podrá resistirse a actuar de nuevo. El es el protagonista.

Hablare con Thompson, quiero me readmita en el caso. Da un sorbo al vino acabando la copa.

Esta ganando y lo sabe. Lo ha manipulado todo para salir impune, a saber que más ha hecho. No lo sabemos, pero estoy seguro lleva tiempo haciéndolo. Vigile el circulo de Brown, quizás se ponga en contacto con sus hijos, o el partido político, quien sabe lo que podrá hacer.

¿Cree que matara a Brown?.

No lo se. Es su mayor trofeo, lo tratara de disfrutar al máximo. Lo esta haciendo de hecho. Mire el juego que le esta dando. Por supuesto corre peligro. Aunque me temo que más peligro tienen sus otros rehenes. Supongo uno o dos a la vez. Investigue desapariciones de gente famosa de los últimos meses, quizás años. Tenemos una casa del terror. ¿Cuántos rehenes tiene? ¡Quien lo supiera!.

Tenemos que ser discretos. Por el perfil que me dice. Si sabe que lo estamos buscando, no actuará.

Si, déjenlo pensar que se ha salido con la suya y esta fuera del caso. Investigue Moles. Céntrese en las desapariciones y nos reunimos de nuevo. En la pista que dejo Brown. La casa del terror esta en esa dirección. Revísenlas una a una si hace falta. Cójanlo de sorpresa, con las manos en la masa. Si supiese que tenemos parte de su dirección saldría huyendo de allí enseguida. Esa es su ventaja agárrese a ella y sorpréndalo.

Gracias Mr. Blummer. Esta siendo de una gran ayuda. Le estoy muy agradecido, un día comeremos en esta misma mesa usted, Brown y yo. Se lo prometo. Creare un equipo de mí más absoluta confianza, en absoluto secreto. Añadiré una columna con los domicilios conocidos a ver si tenemos coincidencias con 17 Ho.

Esa es una excelente idea. A por el Moles. No pierdan el tiempo, tienen mucho trabajo por hacer.

Le dejo este dossier con todos los casos de desapariciones y casos sin resolver. Hay también un informe sobre todos los psicópatas detectados en el Reino Unido. Se levanta entregándole el dossier y le da un apretón de manos.

Lo mirare con detalle, quizás tengamos suerte. Nada me gustaría más que compartir mesa con Mr. Brown. Somos como el dijo su única esperanza.

No le fallaremos. Gracias Mr. Blummer.

LA CAJA SORPRESA

Moles fue a visitar esa misma noche al comisario Thompson. Entregándole la grabación de la cena con Blummer. Estuvo de acuerdo en reabrir el caso cerrado esa misma mañana una vez escucho la grabación de la cena con el psiquiatra. Se quedo impresionado ante la posibilidad de que el secuestrador los engañase de esa manera. Impactado por las declaraciones de Blummer.

De confirmarse como ciertas las deducciones del psiquiatra estaban ante uno de los casos más complicados e intrigantes de toda su carrera. Tenían que centrarse en la pista supuestamente dejada por Gerard Brown, la dirección. Puso al frente a Moles, era el hombre indicado no tenia duda. Le asigno un equipo de 10 personas para ayudarle en la laboriosa tarea de clasificar las innumerables direcciones. Contaban con el apoyo del equipo informático a nivel nacional que se encargaba de formular los listados. En las comprobaciones de las direcciones iban a colaborar todos los departamentos de policía de Londres.

No obstante, dejo que el expediente continuase en el departamento de asuntos económicos y corrupción.

Llevando el caso en secreto querían que de cara a la prensa el caso estuviese oficialmente ahí. Distraer la atención del secuestrador. La partida de ajedrez entre la policía y el secuestrador había comenzado. La policía movía sus peones.

Tenían un primer listado con las direcciones que coincidían con la pista dejada por Brown. Incorporado los nombres de los propietarios o inquilinos así como las personas censadas en el domicilio. A cada una le asignaban un número de serie y lo cotejaban con las direcciones correspondientes a los listados de personas con rasgos psicóticos. Eran bien pocas, la búsqueda empezaría por ahí.

Enseguida se comprobaron todas esos domicilios, no encontraron nada. Tuvieron que examinar una a una toda la lista que coincidía con 17 Ho en un radio de 200 km de Londres.El papeleo era inmenso para desespero de Moles. Se priorizo la búsqueda, centrándose en primer lugar las viviendas individuales. Aún así eran mas de 60.000 direcciones. Los agentes fueron en parejas desplazándose hasta las direcciones indicadas, a inspeccionarlas in situ tomando todo tipo de precauciones.

Moles junto con el comisario y Stephens tenían todos los casos de desapariciones de los últimos tres años sobre la mesa. Por más que le daban vueltas no encontraban ninguno que pudiese asociar con el secuestro de Gerard Brown. ¿Habría realmente otros rehenes?

Habían pasado dos semanas sin novedades en el caso del parlamentario, ningún mensaje nada. Los domicilios de la lista se iban tachando uno a uno. Quedaban todavía miles por revisar. Uno de ellos se correspondía con la casa del Terror.

En asuntos económicos habían encontrado una cuenta abierta en las islas caimán a nombre de Gerard Brown hacía tres semanas. No había ningún saldo y estaba pendiente de firma. Una posible pista falsa, cualquiera podría haberlo echo electrónicamente. Filtraron la noticia a los medios de comunicación con el beneplácito de los hijos del político. Fúe idea de Moles tenían que alimentarlo, ganar tiempo e ir cercando el cerco sobre él. Mientras tanto continuaban las revisiones casa a casa.

Moles veía como el caso de Brown iba perdiendo poco a poco peso en los medios de comunicación, apenas ya se ocupaban de el. Si Blummer estaba en lo cierto algo gordo estaba a punto de suceder. No podía tardar mucho y de hecho sucedió antes de lo que pensaba. El psicópata estaba ansioso, impaciente por generar nuevos titulares.

El sábado a las seis de la tarde justo después del partido del Chelsea y durante las celebraciones de carnaval, una multitud salía del estadio de Stamford Bridge. Muchos de los espectadores habían acudido disfrazados con motivo del carnaval.

Durante el descanso, en la entrada de la sala de trofeos apareció un paquete envuelto en papel de regalo con su lazo y todo. Uno de los empleados lo recogió extrañado con la colaboración de uno de los hombres de seguridad del estadio. El paquete pesaba bastante, llamando la atención del cuerpo de policía. En un primer lugar pensaron podía tratarse de una bomba y incluso estuvieron a punto de evacuar el estadio.

Era una bomba en efecto, pero no una bomba tal como ellos habían pensando. Abrieron el paquete con la intermediación del cuerpo de artilleros de la policía londinense que había previamente descartado que se tratase de una bomba.

Lo que vieron los dejo sin palabras. Un tarro de cristal con la cabeza de Miguel Parera conservada en formol.

El empleado del club la reconoció como la del jugador español que se creía muerto en el accidente de  tráfico. Las heridas que se observaban en el cuello eran horribles. Llamando poderosamente la atención de los policías presentes. Un sobre estaba pegado sobre la tapa del tarro. Era el mismo estilo de sobre que el que había aparecido en el caso de Gerard Brown.

Se pusieron en contacto con el comisario Thompson que interrumpió su fin de semana y a los pocos minutos tanto Thompson como Moles acudieron al estadio. El ambiente era de consternación. Moles y Thompson se quedaron de piedra al ver la cabeza del jugador. ¿Quien demonios podría hacer algo tan cruel? La policía científica abrió el sobre y Thompson leyó en voz alta:

—Me llamo Johnny the Hunter. —Una simple frase de presentación que hizo sentir un escalofrío a todos los presentes.

El asesino se había presentado por fin. Nada de medias tintas, asumía lo hecho. Gerard Brown, Miguel Parera eran obra de la misma persona el enfermizo Johnny el Cazador. El hombre que había jugado con la policía y la prensa. El mismo que los retaba con el mensaje. Lo tomaron como una declaración de guerra a la ciudad de Londres. Iba a salir de caza y lo anunciaba a bombo y platillo. Gerard Brown y Miguel Parera había sido solo un aperitivo.

Las heridas se identificaron como causadas con una sierra de gran tamaño. Se organizo un revuelo increíble en todo el país. La gente temía a Johnny el cazador. Había burlado a la policía y a los medios de comunicación durante semanas. Había jugado con ellos y les enseñaba su trofeo de caza. Los había engañado a todos tanto con el accidente del español como con el paseo en coche de Gerard. Se había reído de todos.

Los medios de comunicación pidieron disculpas públicas a Gerard Brown, a su familia y amigos. Les habían sacado los colores literalmente.

La policía informó a los medios del resultado de la autopsia. Miguel Parera estaba vivo mientras le habían cortado la cabeza con la sierra. Inhumano de una crueldad extrema. Todo el país se mostró indignado por la violencia del asesinato. Un asesino andaba suelto y era extremadamente cruel y peligroso. El miedo se instauró en la ciudad de Londres, la gente desconfiaba de todo el mundo. La sociedad había recibido un impacto teledirigido a donde más le dolía. Nadie estaba seguro, nadie.

El caso había dado un nuevo giro y lo había hecho tal cual Blummer lo había predicho. La presentación del asesino con la cabeza del futbolista, era lo suficientemente impactante. el otro rehén había aparecido, lo increíble es que esa persona había sido dada por oficialmente por muerta en un accidente. De nuevo los habían engañado. ¿Como podrían atrapar a un asesino tan manipulador?

Se centraron en conseguir nuevas pistas. Revisaron todos los informes del accidente de Miguel, sus llamadas telefónicas pero nada pudieron obtener que los llevase al asesino. Las imágenes del estadio fueron examinadas una a una. Pero ese día gran cantidad del público había vestido disfraces con motivo del carnaval. Un chico de unos 15 años era quien había dejado la caja justo en la puerta de la sala de trofeos.

Su padre lo había obligado a dejarla allí.

Enseguida lo identificaron y fue llamado a declarar esa misma noche. En la declaración el chico confesó que había encontrado la caja en los baños del estadio y su padre le había hecho dejarla sin llegar a abrirla.

Se examinaron las imágenes del baño, pero más de 12.000 personas había usado las instalaciones y muchas personas estaban disfrazadas. Meter la caja en el baño no había sido muy complicado para los captores. La habían llevado oculta dentro del disfraz. No sacaron nada en claro de las imágenes. Ninguna otra pista.

Blummer había acertado, la noticia bomba había pasado. Sabían quien había sido ellotro rehén pero no habían llegado a tiempo de rescatarlo. El tiempo de Mr. Brown se agotaba y no había por donde cogerlo.

La noticia de la muerte de Miguel, sirvió para intensificar las inspecciones. Más agentes se habían puesto al servicio. Era un asunto de importancia nacional. Capturar al asesino que había matado a Miguel Parera y que retenía a Mr. Brown. No había lugar a más juegos, y utilizarían todas las fuerzas a su alcance.

LAS INSPECCIONES

El lunes el agente Sthephens cumplía su turno de inspecciones, tenia que realizar cinco visitas rutinarias esa mañana. Esta vez tenía que desplazarse hasta la localidad de Oxford. Quería ir lo más rápido posible. Todas estas visitas rutinarias estaban robándole tiempo en sus investigaciones de varios casos abiertos de los que se encargaba. Le forzaban a tener jornadas maratonianas a diario. No salía del trabajo nunca antes de las siete de la tarde.

Las inspecciones avanzaban a buen ritmo, mejor de lo esperado. Todas las oficinas estaban cooperando.

Habían conseguido un gran avance en los últimos días. Para no perder el tiempo y ante la alta posibilidad de que no hubiese nadie en el domicilio. Se había decidido a ir a cada una de las direcciones con una orden de registro en la mano. De esa manera no tendrían que volver e irían mucho más rápido. Era la única manera de hacerlo, pues en más de un 70 % de las ocasiones el inquilino no se encontraba en casa. La aparición de la cabeza de Miguel Parera había facilitado a que los jueces colaborasen con la policía de una manera tan notable.

Había realizado dos de las visitas y circulaba tranquilamente junto con el joven agente Norfolk por el extrarradio de Oxford. La siguiente dirección que llevaba apuntada en la agenda: 17 Howard, correspondía a Brigitte Lewis. Una acaudalada mujer joven que provenía de una familia inmensamente rica. Sus padres habían muerto en un accidente con un velero años atrás y era la única heredera de la fortuna familiar. Entre la que se encontraban plantaciones de café en Barbados, acciones de empresas azucareras en centroamérica, etc.

Por fin llegaron a las puertas de la casa. Llevaban un coche de camuflaje para no dañar la imagen de las personas que aparecían en la lista y ante las críticas recibidas. Hicieron una primera comprobación visual pasando por enfrente de la casa, por si veían algo que se salía de lo normal. Realmente no pudieron ver gran cosa, el muro era tan alto que apenas se apreciaba la casa.

Realizo la rutinaria l amada a la oficina —Aquí el agente Stephens y mi compañero Norfolk. Vamos a proceder a entrar en la siguiente dirección de la lista 17 Howard Road Oxford. La propietaria Brigitte Lewis,  soltera 27 años. Solicito permiso para proceder.

Al otro lado de la línea contesto el agente Colins —Recibido. Proceda. Espero su llamada para entrar las observaciones.

—Gracias agente Colins. Comenzamos. —Dicho esto ambos agentes bajaron del coche dirigiéndose al interfono justo al lado de un opulento buzón de correos. Realizan una primera llamada. Nadie contesta. Una segunda llamada, también sin respuesta. El agente Norfolk se dirige al maletero del coche y saca una caja con las herramientas necesarias para abrir la puerta. Stephens se encargaba de pegar la orden de registro en la puerta. Ese método estaba siendo de lo más efectivo, si bien habían recibido un montón de quejas y denuncias. La gente estaba indignada de como podía la policía entrar de esa manera en propiedades privadas indiscriminadamente.

En ese momento una voz de mujer les habla desde el el interfono. —Díganme ¿Quienes son ustedes? ¿Que hacen en mi casa?.

—Somos los agentes Stephens y Norfolk. Estamos trabajando en una investigación. Necesitamos entrar en su domicilio. —Dice Norkolf enseñandole la placa a la cámara.

—¿En una investigación?. ¿ Que puedo tener que ver yo con una investigación oficial? No comprendo. —Elizabeth se alarmó de repente. ¡Tenia a la policía en la puerta de su casa!

—No se alarme por favor. Es rutinaria, pero tenemos que acceder a su vivienda. Tenemos orden de registro.

—¿Como es posible? ¿De que se me acusa si se puede saber?

—No se le acusa de nada señora. Llevamos más de 200 registros en las últimas semanas. Su vivienda cumple una serie de características, es rutinario. No tiene porque alarmarse. Entramos echamos un vistazo y nos vamos. No vamos a revolver nada. Únicamente realizar una seria de comprobaciones. Usted elige o nos abre la puerta o la abrimos nosotros. Tenemos más visitas que hacer y siento decírselo pero entraremos de todas maneras.

Pasan unos segundos sin que la mujer diga nada. De repente el portalón de la puerta se abre, dándoles acceso a la vivienda.

Gracias. —Dice Stephens. Los agentes entran en el coche y se dirigen hacia la mansión. Una mujer les espera en la puerta principal de la casa. Se sorprenden de la belleza de la chica que los mira con recelo.

—Buenos días. Briggite Lewis supongo. —Le dice el agente Stephens enseñándole la placa y la orden de registro.

—Si, soy yo. No entiendo, que puedo tener que ver en una investigación policial. Denme una explicación por favor.

—No se le acusa de nada. No tiene porque preocuparse. Estamos comprando viviendas que cumplen con una serie de características. La suya lo cumple al igual que otras 37.000 viviendas. Por favor firmé la hoja de registro.

—No será necesario. Estoy dispuesta a colaborar, podéis pasar. No me digan que están comprobando 37.000 viviendas. Debe ser laborioso.

—Así es. Cualquier cosa con tal de preservar la seguridad ciudadana.

—¿De que se trata? Disculpen la curiosidad pero me gustaría saber el motivo que los ha traído a mi casa.

Como se puede imaginar de terrorismo. Es el tema que más preocupa hoy en día. ¿Vive usted sola? —El agente sigue el protocolo que habían elaborado al píe de la letra estaba comprobado que se ahorraban muchísimo tiempo. La chica no le parece para nada sospechosa.

La chica parece que se tranquiliza. —Bueno tratándose de terrorismo les invitare a un café. Una amiga de la universidad murió en los atentados de Londres. Si, vivo sola, tengo una persona fija de servicio pero ahora esta fuera. La he enviado a hacer unos recados.

Gracias, pero estaremos poco tiempo. Aún nos quedan dos visitas esta mañana y se nos echa calle tiempo encima. —Responde Stephens. Norlfolk saca un par de fotos a la casa.

Pasen por favor. Adcalleante.

Los agentes entran en la casa, realizan una primera inspección visual. La casa era la más lujosa en la que habían estado nunca. Se quedaron maravil ados, la chica los acompaño por las diferentes estancias. No había nada que l amase su atención que no fuese el lujo del lugar.

¿A donde lleva este ascensor? Pregunta el agente Stephens.

Al piso de arriba, a la buhardilla y también al sótano.

¿Nos permite ver el sótano?

Si claro porque no. Les advierto que esta hecho un desastre. Estoy realizando reformas quiero poner una sala de billar y de cine. Se van a ensuciar los trajes me temo.

No se preocupe por ello señora. Es solo un momento y es parte de nuestro trabajo.

De acuerdo. Bajemos.

Entran los tres en el ascensor y bajan al sótano. Se abre la puerta. Tal como había dicho la chica estaba hecho un desastre. Se habían tirado todas las paredes recientemente y aún buena parte de los escombros se encontraban esparcidos por el suelo. La estancia era bastante amplía. Solo estaba iluminada por un par de luces de emergencia.

Stephens y Norflok encienden sus linternas y comienzan a inspeccionar el sótano ante la atenta mirada de Brigitte. Al otro lado de la pared se encontraba Gerard debidamente amordazado y Dominique. Lo estaban oyendo todo, sabían que la policía estaba allí. Elizabeth era fría como el acero, no había despertado sospechas en los policías. Estaba en alerta, dispuesta a actuar en cualquier momento.

Había sido una suerte hacer caso a Dominique y modificar el sótano pensaba Elizabeth. No necesitaban tanto espacio, y habían decidido reformarlo para darle el aspecto de un sótano normal en apariencia. Una medida de precaución. Habían unicamente destinado un 30% de la superficie a las celdas, una pequeña ducha y el almacén. A las que se accedía por medio de una puerta secreta que en esos momentos estaba oculta justo detrás de una estantería.

La mayoría de las cosas estaban dentro de las instalaciones secretas. Sin embargo permanecían restos de las  antiguas instalaciones en el amplío espacio que se extendía a la vista de los agentes.

—¿Que es lo que había aquí?. —Pregunta el agente Stephens.

—Era una especie de baño, que mis padres utilizaban como sala de máquinas: Lavadoras, secadoras, cosas así. Había una especie de almacén en este lugar como pueden ver. No se imagina la de cosas que he tirado estos últimos días. Va a quedar muy bien le daré salida al exterior por medio de unas buhardil as. Ven, aquí las pondré y entrara luz natural a este espacio. Tengo que hacerlo en diagonal para alcanzar el exterior.

Ganare un montón de espacio, incluso podría construir una entrada para aparcar aquí varios coches y usar el garaje para ampliar arriba. La verdad no me gusta nada estar aquí bajo tierra. De pequeña este lugar me daba miedo.

—¿Para que era esta barra? Norlfok señalaba la barra que todavía esta atornillada a la pared en la antigua celda de Miguel.

No sabría decirle. Aquí había una habitación donde mi padre guardaba las herramientas de jardín y cosas así, la podadora, el cortacéspedes. La mayoría de las cosas han ido a parar a la basura. —Se queda pensativa. Su respuesta no le había sonado demasiado convincente.

Creo que lo tengo. Recuerdo que cuando era pequeña esta era la casa de mis abuelos. Ha cambiado mucho desde entonces. Había animales en el sótano, aunque les parezca increíble. Aquí hubo en su día un establo de caballos y recuerdo cabra, e incluso hasta una vaca. La barra debía de ser para atar a los animales.

—Entiendo. —Dice extrañado Stephens que mira a Norfolk. La respuesta no les había parecido tan rara para lo que habían visto los últimos días. Se habían encontrado de todo en los sótanos: Desde una plantación de marihuana hasta una especie de playa artificial con arena de verdad. Revisan con la linterna las paredes.

Norfolk va golpeando con el puño cada una de las paredes siguiendo el protocolo. Se dirigen hacia la pared donde esta la puerta secreta detrás de la estantería.

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