Elizabeth

Elizabeth


LA CALMA DESPUES DE LA TEMPESTAD

Página 11 de 14

LA CALMA DESPUES DE LA TEMPESTAD

La ciudad de Londres volvía a dormir tranquila tras la muerte de Johnny The Hunter. Moles tenía un sabor muy agridulce, a pesar de haber desenmascarado al asesino, el precio había sido muy elevado: Cuatro muertos, entre los que se encontraba un compañero y gran amigo. Con la muerte del psicópata, no habían podido recuperar a Gerard Brown y quizás algún rehén más. Habían quedado flecos pendientes de resolver demasiado importantes. Lo que mas le dolía, es que había fal ado a los hijos del político.

Las aguas poco a poco se amansaron y volvieron a su cauce. La ciudad agradeció a la policía que hubiese acabado con el asesino. Se buscaban nuevos datos que pudiesen alojar luz sobre todos los interrogantes. Se registro el apartamento de Johnny. Su verdadero nombre era Michael Becher, un electricista divorciado sin hijos. Poseía un cobertizo que contaba con una huerta en las afueras de Wickford, en un minucioso registro encontraron restos humanos enterrados dentro del invernadero. Las identificaciones serían complicadas, los cuerpos habían sido incinerados.

El cobertizo no encajaba como el lugar donde había mantenido como rehenes a Gerard Brown y a Amanda, ni mucho menos con la celda del vídeo de la decapitación de Amanda. Tenía que haber otro escondite donde los retuvo. La policía se empleaba a fondo en encontrarlo. Así como los posibles colaboradores del psicópata. Faltaba identificar todas esas piezas para encajar toda la historia. Quizás solo quizás, Gerard Brown seguía con vida, encerrado sin posibilidad de escaparse, en su celda. La policía se empleaba a fondo para liberarlo pero no daban con él. Llevaban dos semanas de infructuosa búsqueda. Peinaron la zona, entraron en todas las casas a un radio de 80 km, así como inspeccionaron palmo a palmo los bosques, almacenes, granjas, todo, absolutamente todo. Grupos de voluntarios se unieron a la búsqueda antes de que fuese demasiado tarde para el político. La sociedad entera se volcaba en encontrarlo con vida. A pesar de todo, Gerard Brown no aparecía. Parecía como si se lo hubiese tragado definitivamente la tierra. Tres semanas después, se asumía que Gerard Brown había muerto de inanición estuviese donde estuviese.

En la casa de Brigton, las semanas transcurrían con una relativa calma después de la tempestad. Gerard seguía saliendo todos los días al porche. Hacia todo lo posible por agradar a su ama y captora. Solo podia contar consigo mismo y usaba sus escasas armas para mantenerse con vida, quería vivir. Cada día que pasaba era una pequeña victoria. Poco a poco, gozaba de cada vez más y mayores privilegios. No sabia que sería lo siguiente, pero se temía que pudiese ser su muerte. Era el único rehén, los antecedentes no eran demasiado halagüeños, todo lo contrario.

Si bien, las cosas parecían bastante tranquilas dadas las circunstancias. La muerte del falso Johnny the Hunter se había convertido en una pausa en el camino. Gerard estaba cumpliendo todas las peticiones de su ama, sin importarle cuales fueran. Le tenía que demostrar que podía ser como Dominique, puro teatro por supuesto, pero se estaba convirtiendo en un fenomenal actor y sobre todo en un gran observador.

Gerard estudiaba a Elizabeth y a Dominique, sobre todo a la primera. Cada vez la conocía mejor y empezaba a saber como tratarla. Las noticias eran el plato fuerte del día, el carácter de Elizabeth se veía muy influenciado por el as. ¿Quién narices era ese falso Johnny The Hunter? ¿Qué pensaría la policía? ¿Creían que habían acabado con el verdadero asesino o tenían dudas al respecto? ¿Cómo demonios lo iban a rescatar si habían matado al hombre equivocado? Mil y una preguntas le venían a la cabeza, la única respuesta que se le venía a la cabeza es que no podía contar con ellos.

Elizabeth veía la televisión incrédula de que tuviese un seguidor tan fanático. Le hacía gracia el tal Johnny.

¡Un admirador de ese calibre! Le hubiese gustado contactar con él, le podría haber sido tan valioso. Se preguntaba, si habría algún otro, e incluso pasaba tiempo analizando los comentarios en las redes sociales buscando posibles fans con los que contactar.

Tenía tantas cosas en las que pensar, estaba como ausente, la mayor parte del día se la pasaba delante de la pantalla de su ordenador a escasos metros de Gerard en el porche. Planeaba su siguiente golpe con minuciosidad pasando casi todo el día ocupada en ello. Cuando no, comentaba trivialidades sobre el jardín, la siguiente comida, las lecturas de Gerard, e incluso veían alguna película juntos y a veces, solo a veces, se ausentaba de la casa durante todo el día quedando Gerard confinado en su celda. ¿Qué estaría planeando ahora? Se preguntaba.

En más de una ocasión le comento a su rehén sobre su opinión sobre el falso Johnny the Hunter, si creía que la cosa quedaría así. El sabía que algo más iba a pasar, un escalofrío recorría su cuerpo cuando pensaba que el siguiente podría ser él, tenía todas las papeletas, a fin de cuentas, era el único rehén en la casa y eso lo inquietaba sobremanera. Elizabeth no obstante, seguía tratándolo bien, pero no las tenía todas consigo.

Gerard estaba muy tenso por los últimos acontecimientos.

La relación con Dominique era tan distante como siempre. Era frío como el hielo con él, apenas le dirigía la mirada y cuando lo hacía, veía el odio en sus ojos. Parecía que Dominique esperaba una orden de su ama para deshacerse definitivamente de él. Esa orden no llegaba, y Gerard se encargaba de satisfacer a su ama para que siguiese siendo de esa manera.

Con la chica, hablaba poco, pero mucho más de lo habitual. Lo que si, pasaba era mucho tiempo con ella y aprendió a discernir con total claridad cuando era Elizabeth y cuando Brigitte. Eran tan diferentes la una de la otra, no tenían apenas nada en común, solo el cuerpo que compartían.

Brigitte era más amable con él, aunque no en demasía. Notaba un sentimiento de culpa en su voz las pocas veces que le hablaba, se mantenía distante, evitándolo en la medida de lo posible. A veces, la notaba un poco perdida en el mundo que Elizabeth había creado para ella. Rodeada de su esclavo y su rehén, aprendiz de esclavo. Gerard cuando notaba era Brigitte, procuraba establecer conversación con ella eludiendo hacer referencia a su secuestro, o los asesinatos. Comentaba cualquier cosa que había salido por la tele, el tiempo, que si el jardín, un libro que estaba leyendo cualquier cosa. ella se mostraba como ausente y eludía el trato. Necesitaba contactar con ella, al fin de cuentas, también era otra víctima.

Se dio cuenta que Elizabeth había acabado con el a, la tenia completamente anulada. Solo le permitía hacer cosas intrascendentes. En cuanto sonaba el teléfono, o salía algo importante en las noticias, o hablaba con Dominique, era Elizabeth la que tomaba el control. Era ella quien tomaba todas las decisiones.

En ocasiones, tenia la impresión de que Elizabeth se hacía pasar por Brigitte. Hablaba con Gerard como poniéndolo a prueba, como jugando con los dos. Eso parecía divertirla pero Gerard intuía que no era Brigitte. De todas maneras, era muy precavido, las seguía estudiando sin arriesgar. Quería seguir con vida y sus actos podían tener consecuencias nefastas.

Apreció que cuando era Brigitte no era plenamente consciente de todo lo que pasaba. Incluso, en ocasiones no recordaba que es lo que habían comido o si habían tomando un vermut o no. Tenía lagunas de memoria importantes que extrañaban a Gerard. Elizabeth, sin embargo, si estaba al corriente de todo, no se le escapaba una. Era terrible, temible, incansable.

Tratada de analizar como estaban conectadas Elizabeth y Brigitte. Le sorprendió que las había oído hablar y discutir entre ellas. El mismo mantuvo conversaciones con ambas a la vez. Lo que le resultaba del todo inquietante. Cuando esto ocurría, era la personalidad de Brigitte quien estaba presente y de repente, decía algo, que provenía sin lugar a dudas de Elizabeth, interfiriendo en la conversación. Lo contrario no pasaba, Brigitte no interrumpía jamás. Quizás no estaba en absoluto presente cuando era Elizabeth. Se preguntaba Gerard, por ellos, lo de las laguna de memoria.

Era probable que Brigitte no supiese nada de lo que hacía Elizabeth a no ser que esta se lo contase, o se enterase de cualquier otro medio. Las seguía estudiando a ambas poco a poco, mientras se entretenía leyendo libros de historia, o novelas. Esa era su vida, supervivencia y estudio.

Dominique estaba preparando un invernadero en el jardín y se mantenía bastante ocupado, de manera de que estaba casi siempre a solas con Elizabeth en el porche hasta bien entrada la tarde. En ocasiones se quedaba sólo durante horas con su mano siempre esposada a la barra metálica.

Con el paso de los días, la personalidad de Brigitte era quien estaba presente en mayor tiempo que la de Elizabeth, que parecía adormecerse y se activaba con las noticias y cada vez que Dominique estaba con ellos era Elizabeth la que se dirigía a él. Al parecer, la falta de actividad estaba dormitando a Elizabeth, o es que estaba planeando algo en el más absoluto silencio. El nuevo golpe del que hablaba, ¿De qué se trataría?.

Gerard tenía la intuición que la personalidad de Elizabeth era secundaria, pero algo había hecho para lograr imponerse y que eso cambiase. ¿Qué es lo que había pasado? Eso es lo que trataba de averiguar. Tenía que saberlo todo si quería tener una oportunidad de salir de allí con vida.

Con la muerte de Johnny the Hunter y el paso de las semanas se daba cuenta que la policía difícilmente lo iba a rescatar. Los noticiarios lo daban por muerto y más que buscarlo con vida, estaban buscando sus restos. ¿Cómo iban a encontrarlo si lo que buscaban era el escondite del falso Johnny? No tenía ninguna oportunidad por ese lado. La policía nunca lo iba a encontrar a no ser que se diesen cuenta de que el tal

Michael Becher no era el verdadero Johnny. Eso le desalentaba, solo se tenía a él, e iba a jugar sus cartas. El tiempo notaba se le agotaba.

Aprovecho que le estaba permitido solicitar libros, para encargar dos libros de psicología que leía con interés. Tenia que contactar con Brigitte sin Elizabeth de por medio. ¿Cómo podría lograrlo? Eso es lo que se preguntaba, si lo hacía tendría una aliada. Si Elizabeth se enteraba de sus planes, sería hombre muerto.

No disponía de mucho tiempo. Las noticias sobre Johnny the Hunter poco a poco dejaban de ser el centro de atención, así como las informaciones sobre su búsqueda y los nuevos datos que iban apareciendo sobre el falso asesino empezaban a escasear en los telediarios.

Se encargaba de buscar en la televisión noticias o cualquier tipo de programa donde se comentase sobre el tema para alimentar el ego de Elizabeth. La nutría de noticias y comentarios para evitar que corriera la sangre de nuevo, su sangre. Cada vez le resultaba más difícil, encargaba periódicos y revistas para compensar la falta de noticias en la televisión, sacándolas a relucir cuando creía llegaba el momento.

Creía que Elizabeth estal aría en cualquier momento y él lo pagaría caro, por mucho que se esforzase en complacerla. Notaba como empezaba a aburrirse de él, eso era muy peligroso. ella que a veces parecía leerle el pensamiento, conociendo su preocupación. En una ocasión le dijo:

Te noto preocupado Gerard, no lo estés. Tu no serás el próximo. Tengo otra cosa mucho mejor en mente.

Además te estas portando bien. Tengo otros planes para ti recuerdas. ¿Quieres ser mio?.

Sí, mi ama. Es lo que deseo servirte. Trato de hacerlo lo mejor que puedo.

Lo estas haciendo bien Gerard. Me gustas. No te preocupes. Relájate un poco, trata de disfrutar

¿Ves qué no estas tan mal? Las cosas van mejorando para ti, sigue así. Descansemos todos una temporada. No tengo prisa, prefiero hacerlo bien. Tengo un par de ideas en mente para mi golpe final, será un jaque mate. Prefiero que se calme todo antes de actuar, será mas efectivo y contare con el factor sorpresa. Esto no va a quedar así, lo sabes ¿verdad?.

A la noches, Elizabeth seguía acudiendo casi a diario a verlo a su celda. Gerard cada vez fingía mejor y veía los ojos de Elizabeth brillar de satisfacción. El le pedía más, poniéndose ella como loca, poseída por un éxtasis temporal. Se estaba convirtiendo en su amante ideal. En el transcurso de los encuentros había aprendido como quedarse con Brigitte a solas. Se quedaba abrazado a Elizabeth una vez que esta se daba por satisfecha. El cariño que le entregaba Gerard no le interesaba en absoluto, y simplemente se desvanecía quedándose dormida a su lado.

En esos momentos, es cuando aparecía al despertarse la indefensa Brigitte, a la que apretaba en señal de complicidad su mano, y esta por fin, poco a poco parecía aceptarlo y correspondía a los apretones de Gerard. Se iba acercando a ella en esas ocasiones que disfrutaban a solas. Dejo de abandonar la celda, acostumbrándose a la presencia del político.

Gerard trataba de consolarla. De hacerle ver que estaba con el a, de que sabia que es lo que estaba pasando, de que ya no estaba sola. Sin hablar apenas, simplemente mirándola a los ojos, dándole caricias y cariño. La abrazaba con firmeza. Ambos se miraban. ella empezó a consolarlo acariciando su cuerpo, consciente de que Gerard entendía lo que le pasaba y no parecía asustado. Le intrigaba saber porque no la culpaba, porque se mostraba comprensiva con ella y la aceptaba. Gerard no podía culparla por lo que le hacía; no era ella realmente. Iba cogiendo cada vez mas complicidad con Brigitte. Habían contactado.

Gerard estaba seguro de una cosa, en esos momentos estaban solos los dos. No se atrevía a decirle apenas nada pues podría despertar a la fiera. Se contentaba simplemente con estar tumbado a su lado y el a también lo empezaba a disfrutar. En una ocasión le acerco la boca y la beso con mucha ternura, ella le correspondió de la misma manera.

Elizabeth jamás lo besaría de la manera que lo estaba haciendo Brigitte. Por fin la tenía, ahora estaba seguro. Brigitte se daba cuenta que en él podía tener un aliado y le empezaba a coger cariño y el cada vez la quería más. Ansiaba estar con ella. Ambos se necesitaban. Se estaba convirtiendo en su amiga, su compañera. A fin de cuentas era otra victima como él.

Brigitte miraba al hombre que le daba su cariño. Algo que Elizabeth no le había permitido disfrutar nunca, lo necesitaba más que nada en el mundo. Ese hombre se lo estaba dando a pesar de todo el mal que Elizabeth le había hecho. Fue consciente de que Gerard comprendía perfectamente lo que le pasaba: Sus dos personalidades. No le tenía rencor, es mas la besaba y la quería. Por primera vez, alguien la apoyaba. No se sentía tan sola, tenía a un amigo, un aliado y con los días le empezó a coger algo más que cariño a Gerard.

Se besaban con locura se estaba enamorando perdidamente de él.

En ocasiones, se quedaron dormidos los dos en la celda, hasta que Dominique aparecía en la celda y Elizabeth aparecía de nuevo retirándose a su aposento.

Gerard empezaba a enamorarse de Brigitte, era como una bendición, un remanso de paz en medio de tanta maldad y locura. Las noches que Elizabeth no venía a visitarlo echaba tanto de menos a Brigitte, que dejo de importarle pagar tan caro peaje. Necesitaba estar con ella.

Sin embargo, algo pasó para desespero de Gerard. Elizabeth dejó de improviso de visitarlo a las noches. En ese momento, se dio cuenta de cuanto amaba a Brigitte. La deseaba con toda su alma. No podía hacerse a la idea de no volver a estar a solas con ella. Parecía una locura, pero era lo único que tenía. Brigitte era inocente, quería ayudarla, lo que daría por estar una hora con ella. Necesitaba estar de nuevo a su lado, a solas, pero Elizabeth se lo impedía. Algo pasaba que lo inquietaba.

A menudo era Brigitte a la que veía en el porche pero Gerard sabía que Elizabeth estaba presente y no se atrevía a decirle nada. La deseaba pero no de cualquier manera la quería a solas, sin la presencia de Elizabeth. ¿Por qué no venía Elizabeth a visitarlo? ¿Qué es lo que pasaba? ¿Se habría dado cuenta? Si era así, lo iba a pasar mal.

Elizabeth se había dado cuenta de que Brigitte se había enamorado de Gerard. Lo veía en sus pensamientos, en el deseo que sentía hacia él. Eso la asustó y molestó. Decidió no visitarlo. Había algo que no controlaba, fue precavida.

Un mediodía después del almuerzo Gerard estaba sentado con Elizabeth en el sillón. Le había insinuado durante la mañana que porque no iba a visitarlo, que la echaba de menos. Elizabeth lo ignoro totalmente.

Se mostraba de nuevo fría y distante con él. Estaba molesta, celosa. No quería compartir a Gerard con Brigitte. Lo quería solo para ella. Le dijo que estaba castigado, que se había portado mal. Gerard le respondió que el estaba portándose bien, que ¿ Por qué le decía eso? ¿Qué le dijese que es lo que tenia que mejorar? Pero ella no le contesto, lo miro con desprecio haciendo que Gerard temiese de nuevo por su vida.

Gerard consciente del peligro que corría, trató de ganarse nuevamente a Elizabeth y encargó una botella de un vino blanco excelente para el vermut, entre los dos se la acabaron. Bebieron también un par de Manhattans, bastante más de lo habitual. ella se retiro a su dormitorio mientra Gerard se quedo dormido en el sofá del porche. Dominique se encontraba ausente en Londres ocupado en unos encargos.

Al rato, algo despertó a Gerard. Era Brigitte que se había tumbado en el sofá junto a él. Lo estaba abrazando y besando. Era ella, Brigitte, que había acudido a buscarlo. Gerard estaba feliz de estar de nuevo a solas con ella después de tantos días. Se besaron como dos enamorados. Lo podía ver en los ojos de Brigitte se había enamorado también, y el la quería, la quería de verdad. Lo había echado tanto de menos como él a ella.

Se besaron apasionadamente, se desnudaron el uno al otro. No se dijeron una palabra, simplemente se comían a besos. Se sintió atraído con locura por Brigitte. Estaba a tope, por fin, tenia de nuevo una erección, Brigitte lo había conseguido. Se tumbo encima de ella y le hizo el amor. Notaba como ella se estremecía de placer al acogerlo en su interior.

Hicieron el amor como dos enamorados que eran. Por vez primera hacían el amor a solas. Era maravilloso.

Estaban como locos entregados el uno al otro hasta que ambos se corrieron al unisono. Quedando desfallecidos sobre el sofá, acariciándose diciéndose que se querían. Se sonrieron. Habían establecido algo más que una alianza: se amaban.

Gerard lo empezaba a ver todo muy claro, y sabia perfectamente que es lo que tenía que hacer. No estaba solo.

Moles se cito con Blummer días después de la muerte de Johnny the Hunter. Una vez había reunido suficiente información sobre el asesino.

Buenas noches Sr. Moles. Felicidades. —Blummer le ofreció una amplia sonrisa al detective, este ultimo le respondió con un gesto de cansancio y preocupación.

Gracias señor Blummer, como usted puede imaginarse... No estoy para nada satisfecho del resultado del trabajo.

Lo sé Moles. —Blummer lo miró con respeto. Sabia de sobra a que se refería.

Demasiadas muertes, entre el as un amigo y compañero, inocentes. Muchas cosas pendientes que parece no podremos encajar a no ser aparezca el escondite.

Gerard Brown, por supuesto. —Dice Blummer mirando a los ojos del policía.

Exacto, lo veo en todas partes. Me lo imagino solo en su cautiverio —Traga saliva—. Pasando hambre y sed, muriéndose lentamente. Su felicitación de cumpleaños pidiéndome ayuda. La muerte de Johnny es probable que lo haya condenado, este donde este.

Entiendo Moles. Tiene que ser duro para usted. Debería contemplar la posibilidad de que Gerard Brown lleve tiempo muerto. Creo es lo más probable. Una vez que consiguió engañarnos a todos con las imágenes de Gerard conduciendo solo a la noche, creo pudo haberse desecho de él ¿Para qué lo iba a mantener con vida? Dígame. Quizás esa misma noche. Lo utilizó para sus propósitos, para engañarnos a todos. Un paso para la fama que buscaba, después lo asesino, como hizo con todos los demás.

Sí, es posible Mr. Blummer. Tengo la impresión que tardaremos en saber la verdad. —El tono de voz de Moles sonaba resignado. A esas alturas, la esperanza de encontrar con vida al político era prácticamente una quimera.

¿Cómo es posible que no haya aparecido el lugar donde los encerraban? No tiene que estar muy lejos de donde apareció el coche de Gerard Brown, no creo se arriesgase a que estuviese mucho tiempo conduciendo. Tiene que estar en esa zona a la fuerza.

Nos estamos centrando en ellos, y en encontrar al posible colaborador. Créame que estamos haciendo todo lo posible por encontrarlo.

¿Tienen algo que les confirme que contaba con un colaborador?. —Blummer abrió los ojos como platos. Es el tema que más le interesaba, le había dado muchas vueltas al caso y tenia una nueva teoría que comentar con Moles. Buscaba el momento apropiado para comentarla.

No parece que lo hubiese por las llamadas, los interrogatorios a vecinos, familia, los escasos amigos con los que contaba. No obstante, no ha podido hacerlo todo solo. Alguien tuvo que recogerlos en el bosque, por lo que esa persona existe. Estamos siguiendo a todas las personas cercanas a él; no son muchas: varios familiares, sus escasos amigos. Era una persona digamos... bastante asocial.

Todos parecen limpios hasta el momento.

Entiendo. ¿Alguna novedad en cuanto a la identidad de las victimas?

Como ha visto en el informe que le he echo llegar, al menos ha cometido siete asesinatos anteriores: mujeres de diferentes edades y un sólo hombre por los huesos encontrados. Son todos de entre 10 años el más antiguo y 3 el más reciente. Todavía no tenemos las identificaciones, el proceso será muy laborioso. Llevara tiempo cotejarlo con familiares de desaparecidos. Un trabajo de años quizás, apenas quedan restos y todos están mezclados. Los ha incinerado. Han aparecido restos de huesos por todo el jardín, al parecer cocinaba los cadáveres y se los daba a comer a los perros.

Es escalofriante. He leído todos los informes con detalle. Le tengo que decir que hay algo que no me encaja, señor Moles. Le he estado dando muchas vueltas a todo.

Dígame, soy todo oídos. —Moles quería oír la opinión de Blummer. Quizás lo sorprendía de nuevo, y efectivamente lo hizo.

¿Por qué Gerard Brown?. Siempre se ha interesado por mujeres por lo que veo en los informes, todas sus victimas anteriores fueron mujeres menos una, el hombre, lo sé. Quizás tuvo que deshacerse de él, un enemigo, alguien que lo podía haber puesto en peligro o no le gustaba. Pero ¿Por qué Gerard Brown? ¿Esa espiral de violencia a partir de su secuestro? Miguel Parera, el psicólogo, Amanda, la chica ¿ A qué fue debida? ¿Por qué ese cambio tan radical? ¿Es qué ansiaba ser reconocido de repente? Cambio el móvil de sus crímenes de una manera muy notoria, demasiado en mi opinión. ¿Usted qué opina?

Supongo buscaba el reconocimiento que no había tenido. Llama la atención, estoy de acuerdo, pero así ha sido. Entiendo que quiso ir más allá en su carrera. Una temporada inactivo y estalló a por todas, no sería el primer caso. Nos falta la verdadera casa del terror, la pieza que completa este rompecabezas. —Moles no compartía la teoría de Blummer.

Inspector Moles. Escúcheme. Podríamos estar hablando de dos asesinos conectados, que colaboraban. No lo acabo de ver en este Johnny the Hunter, lo siento pero no, no me encaja. Estoy seguro hay una segunda persona y no es un colaborador. Por muy extraño que le parezca, nos falta la cabeza pensante. El que nos ha traído de cabeza. Creo el Johnny muerto era una simple arma ejecutoria.

No lo creo Sr. Blummer, las pruebas de ADN confirman coinciden con el semen hallado en el cadáver de la chica. Tenemos a Johnny. Que hubiese un colaborador es posible, pero dos asesinos conectados....

no, imposible. Michael Becher es nuestro hombre —Moles estaba seguro de que tenían al verdadero asesino, la teoría de Blummer le parecía del todo disparatada.

Esa minuciosidad en sus actos, esa perfección. Sinceramente no me encaja con un electricista separado. Hay una personalidad mucho más compleja detrás de todo esto. No estoy seguro se haya atrapado al verdadero Johnny por mucho que coincida el análisis de ADN. No encaja Sr. Moles. Medite sobre ello.

El análisis de ADN es irrefutable Sr. Blummer. Corresponde a Michael Becher, alias Johnny the Hunter. La nota hallada en el cadáver de la chica no deja lugar a dudas. Tenemos a nuestro hombre.

Lo sé. Amplié su perspectiva Moles, algo se nos escapa. No es la primera vez que nos engaña a todos: El falso accidente de Miguel, el paseo en coche de Gerard, su presentación, el chantaje por medio de los payasos, la cuenta atrás de Amanda. Un electricista violador y asesino escurridizo puede ser ¿Pero Johnny The Hunter el qué puso en jaque a toda la policía del país? No, definitivamente no.

Respeto su opinión Blummer. Sinceramente no la comparto. El análisis de ADN, los cuerpos calcinados en su casa, se acabaron las muertes, los secuestros. Johnny esta muerto.

Así es por lo de ahora. Si estoy en lo cierto, me temo esto podría no haber acabado. Ojala me equivoque. El tiempo me dará o quitara la razón.

Las probabilidades de que dos asesinos en serie colaboren son prácticamente nulas Sr. Blummer.

Aun más sino ha pisado la cárcel. El único lugar donde podría haber contactado con alguien así. Si existe esa segunda persona, es un colaborador, no la cabeza pensante como usted dice. —El psiquiatra se dio cuenta de que Moles jamás compartiría su teoría. Era demasiado terco, no lo iba a convencer. Opto por despedirse.

Ha realizado un magnífico trabajo Sr. Moles, no se aflija. Ahora no se da cuenta pero han salvado muchas posibles victimas. Olvídese de Brown, esta muerto. Un día obtendrá respuestas. Me tengo que ir Sr. Moles. Buenas noches, estemos en contacto.

Buenas noches Sr. Blummer.

Blummer le da un apretón de manos al inspector y se levanta contrariado de que Moles no comparta su tesis de un segundo asesino. Lo veía tan claro. El policía lo había decepcionado.

EL TRATO

Esta repentina relación estrecha entre Gerard y Brigitte, no paso desapercibida ni mucho menos para

Elizabeth; ni por un cada vez más rabioso e incomodo Dominique. Había comentado con su ama lo poco conveniente de ir a visitarlo a su celda a solas, Elizabeth lo había ignorado por completo, se estaba convirtiendo en algo habitual. Sin embargo, no ignoraba el tema abordado por el francés, en su interior estaba preocupada porque veía que Brigitte estaba ciegamente enamorada de Gerard, no entendía el porque, ni mucho menos como podía haber ocurrido.

No había manera posible de que Brigitte pudiese ocultárselo, lo notaba en su forma de mirarlo, en sus pensamientos, en sus sentimientos hacia él. Todo lo hacía pensando en Gerard, y cada vez discutían más entre ellas, celosa la una de la otra.

Elizabeth no temía a Gerard, jamás podría hacerle frente. Lo que sí, tenía miedo de que Gerard si podía hacer frente a la débil Brigitte. Esta notaba el cambió vital de Brigitte que, de manera inconsciente, venía fraguándose en ella en las últimas semanas. La siempre en alerta Elizabeth se daba cuenta de que tenía que encontrar una solución al conflicto.

Leía sus pensamientos, aparte de estar enamorada de Gerard, pensaba como deshacerse de la propia Elizabeth, salvar a Gerard y mitigar su sufrimiento. Eso no era ninguna novedad, siempre lo había querido hacer, no lo escondía, y mucho menos le molestaba a Elizabeth que parecía disfrutarlo. Lo que sí le preocupaba es que ahora tenía un aliado del que estaba enamorado, Gerard Brown, e intuía que este último también lo estaba, le reiteraba que fuese a visitarlo a la noche que la echaba de menos, estaba bastante insistente con el tema, no había día que no se lo insinuase de una u otra manera, empezaba a sacar a Elizabeth de sus casil as. Algo estaban tramando los dos, eso no le gustaba en absoluto.

Esta nueva situación se había convertido en peligrosa. Sabía que de alguna manera Gerard conectaba con Brigitte sin que ella fuese consciente, no conseguía recordar ni uno solo de esos momentos. No podía consentirlo, desconfiaba de ambos, no eran de fiar, ninguno de los dos. Se sintió engañada, decepcionada con ambos.

No tenia ni idea de que habían hecho el amor, a sus espaldas. Eso la hubiese enfurecido si cabe aún más. Ni de si habían hablado o establecido un plan. Algo estaba pasando, de manera fortuita o no, que se le escapaba.

Vio a Gerard como un adversario, era mandato deshacerse de él, o no sabia lo que podría pasar. Sus juegos habían tenido que ser cancelados, que sentido tenía mantenerlo con vida. Le preocupaban las lagunas de memoria y eran todas en la celda de Gerard. Eso significaba que Brigitte actuaba por momentos independientemente. Era algo que no se podía permitir.

Prohibió a Dominique salir de la casa, obligándole a estar permanentemente cerca de Gerard. Extremando las precauciones. No iba a darles la oportunidad de volver a estar a solas. Sentía nauseas, la traicionaban.

Reviso los vídeos del equipo de grabación de la celda en búsqueda de pruebas, y pudo ver al político leyendo con sumo interés uno de los libros de psicología, hasta tuvo el descaro de solicitar a Dominique un libro sobre trastornos de personalidad. Estaba claro que iba a por el a, y de alguna manera contaba con la complicidad de Brigitte, había contactado con ella aunque fuese por un breve instante, no sabía como, pero lo había hecho.

Esto era peligroso, muy peligroso, el único veredicto posible la muerte, esa misma noche tendría lugar. A Gerard Brown, le había llegado su hora, sentenció.

Horas después Elizabeth se levantó de la cama, eran las tres menos cuarto de la mañana, con aire de cierta suficiencia, recorrió en silencio el pasillo en dirección a las escaleras que comunicaban con el garaje, pistola cargada en mano. La expresión de su cara era serena, sabía bien lo que hacía. Sus ojos encendidos apenas parpadeaban, avanzaba ineluctable como un tempano de hielo a aplacar su ira. A poner un temprano remedio a su problema.

Dos balas serían suficientes, algo rápido, lo suficiente para que cuando Brigitte se enterase fuese demasiado tarde. Le serviría de escarmiento, ¡A veces se ponía tan terca!. Iba a demostrarle que no se jugaba con ella.

El papel de Gerard había acabado, no aportaba nada, y se había convertido en la mayor amenaza, más incluso que la propia policía.

Elizabeth bajó las escaleras evitando hacer ningún ruido, no quería despertar a su otro yo. Tenía que impedirlo a toda costa pues cuando alguien cercano a ella estaba en peligro, Brigitte se revelaba poniéndole las cosas extremadamente difíciles, o era la primera vez sucedía. La mantenía dormida, aunque cualquier contratiempo inesperado podría sobresaltarla y despertarla. Había aprendido con los años, a realizar esta maniobra pudiendo actuar por su cuenta, sin la nociva influencia de su otro yo. No era sencillo, no lo podía mantener por mucho tiempo si involucraba a alguien por la que ella mostrase afecto pero sí lo suficiente como para cumplir su objetivo.

Entró en el garaje, encaminándose en dirección a la celda donde su objetivo Gerard Brown dormitaba ajeno a lo que se le venía encima. La pistola debidamente cargada, sentía el frío del acero en su mano, dispuesta a utilizarla a ejecutar a su único rehén. Un primer tiro rápido en la cabeza y todo acabaría para él. Se acercó con sigilo a la puerta. Gerard dormía plácidamente con la boca abierta de par en par. Pudo oír sus aparatosos ronquidos a través del ventanuco.

¡Tu hora ha llegado Gerard Brown!. No te voy a echar de menos. Traeré un sustituto que será mucho mejor, al menos será más guapo, se acabaron tus juegos.

Elizabeth abrió la puerta y blandió el arma apuntándole a la cabeza. Se quedó mirándolo por un instante.

Alzó ligeramente la pistola apuntandole a la frente. Lo observaba, no era capaz de apretar el gatillo,así no, distaba mucho de su manera habitual de matar, sus víctimas siempre habían sido conscientes de su muerte.

Quería verlas sufrir, eso era lo que más le gustaba, se había convertido en una necesidad.

El disparar a Gerard de esa manera le resultaba extraño. Pensó en despertarlo, en decirle: —Mira lo que me obligas a hacer. Me has engañado y este es tu castigo —Hacerle sufrir, cortarle la cabeza. Sí, eso es lo que le gustaría hacer, depositarla en uno de los frascos y condenar a Brigitte a verla con frencuencia, que Gerard fuese consciente de ello que le suplicase que no lo hiciese. Que le pidiese perdón de rodillas, perdón que no le daría. Cometió un error, con tanta divagación, su otro yo, se despertó como un resorte al ver a su Gerard en peligro.

—¿Pero qué haces? ¡Déjalo, no te lo permitiré!¡Gerard no!”. —Brigitte se incorporo a la escena angustiada por lo que tenía ante sus ojos. No lo iba a permitir, esa vez no. Su mano, ahora sudorosa instintivamente dejó de apuntar a la cabeza de Gerard.

—Cállate estúpida. Gerard debe morir. Lo vas a estropear todo. —Elizabeth notaba impotente que era incapaz de mover la mano para apuntar de nuevo a su víctima. Brigitte se mostraba mucho más fuerte que ella en esos momentos, había tomado por completo el control del cuerpo, reduciendo a Elizabeth a un pensamiento a un eco en el interior de su mente. El amor por Gerard le hacía ser mucho más fuerte que Elizabeth poniéndola en clara ventaja. A pesar de ellos, Elizabeth enrabietada luchaba con todas sus fueras por recuperar el control, por cumplir su objetivo eliminar a Gerard de su vida, utilizaba todas sus artimañas, sus engaños, sólo le haría falta un par de segundos para acabar con él.

—Ni lo intentes. Si lo haces .... —Brigitte cayo

—¿Qué pasara si lo hago? Más bien yo diría... ¿Qué pasara si no lo hago? ¿Quieres saberlo?. ¡Nos entregara a las dos!. ¿Es qué no lo ves?. —Elizabeth trataba de hacer entrar en razón a Brigitte, de que comprendiese el peligro que significaba Gerard para las dos. Podían acabar en la cárcel por siempre.

—No lo hará, Gerard me ama.

¿Te ama? ¡Que inocente que eres niña!. No seas tan ciega. Te engaña, como ha hecho conmigo. Solo se interesa en seguir vivo, en sobrevivir, lo esta haciendo muy bien. No se como he podido ser tan ciega yo también. Nos entregara a las dos en cuanto tenga su oportunidad. ¿Qué es lo que te dice dime? ¿Qué es lo que me ocultáis? A mí también me ha engañado, todo teatro, tenemos aquí a un gran actor, el mentiroso de Gerard Brown. —Elizabeth daba ordenes al cerebro de apuntar a Gerard y disparar. Quería acabar con esa inútil discusión cuanto antes.

Brigitte es consciente de ellos, impidiéndoselo. Mantienen un pulso en silencio, a la vez que dialogan.

Brigitte cansada de ello y sabiendo que era imposible de convencer a Elizabeth, pone la pistola apuntando a su propia cabeza. Había decidido acabar con todo de una vez, no iba a permitir que matase a Gerard.

Prefería morir ella misma y salvarlo. Lo quería de verdad y odiaba tanto a Elizabeth que no le importaba morir para acabar con ella.

¿Qué es lo que estas haciendo? No se te ocurra hacer eso ¡No!. —Grita Elizabeth desesperada consciente que Brigitte había decidido pegarse un tiro allí mismo. Lo veía en su mente. Una solución drástica pero una solución a todos sus problemas. Se iba a suicidar acabando con las dos, y no podía hacer nada al respecto. Elizabeth soltó un alarido inhumano que inundó la estancia, desesperada por no poder convencer a Brigitte. Lo iba a hacer, se iba a disparar.

Gerard, se despertó sobresaltado por el grito de Elizabeth. Abré los ojos y ve a la chica en pié con la pistola sobre su cabeza llorando y con la mano temblando. Su cara desencajada, ¿Qué estaba pasando allí?.

La crispada voz de Elizabeth salia de la boca de la chica. —¡No lo hagas loca! !No aprietes el gatil o¡ ¡Dile algo Gerard!—. Gerard reacciona con rapidez asustado por lo que veía. Se pone en pie.

—Por favor Brigitte, ¡No lo hagas!. —Grita Gerard— Brigitte. Dame esa pistola cariño. No te hagas daño.

Escúchame a mí, solo a mí. Deja la pistola en el suelo. No te hagas daño.

—Hazle caso Brigitte, suelta la pistola. —Dice Elizabeth que sabía que Brigitte no había cambiado su decisión de dispararse.

Brigitte lloraba. Habló en voz alta. —Es mejor así, Gerard. Me ha destrozado la vida. La maldita Elizabeth, una condena que me acompaña para siempre, pero se acabó, no quiero más, no quiero más. Este infierno termina aquí, ahora. Pagarás por tus pecados Elizabeth, la muerte nos separará por fin. Vete Gerard, salvate, la puerta esta abierta, eres libre. Cuenta a todos la verdad, que se haga justicia no dejes que yo sea culpable a los ojos de los demás—. Brigitte cerró los ojos dispuesta a apretar el gatillo.

Gerard extendió su mano acercándola a la de la chica, tenia que arrebatarle la pistola —¡Por favor Brigitte!

Eres lo único que tengo, dame esa pistola. —La mano de Brigitte temblaba de miedo y rabia, nuevamente abrió lo ojos. Viendo al hombre. Su mano, al lado de la suya.

—Por favor, dame esa pistola. —Gerard la miraba a los ojos— Por favor, cariño. Te quiero, no me dejes así. Los sinceros ojos de Gerard, clavados en los suyos. Notaba la desesperación del hombre, sus ojos lacrimosos, llenos de ternura hacía ella, suplicándole con la mirada que no lo hiciese. Preocupándose por ella, en vez de correr hacia su libertad, en vez de salir del infierno en vida que Elizabeth le había preparado.

—Dásela, dásela. —Elizabeth estaba aterrorizada, por primera vez en su vida sentía miedo. Todo pendía de un fino hilo. Los ojos de Gerard le rogaban a Brigitte que no lo hiciese—. Por favor. Por favor. No estas sola chica. Estoy contigo. —Ella te acabara matando Gerard, por eso lo hago. Ha venido a matarte y la única manera de protegerte es matarnos a las dos.

—Hay más salidas. No lo hagas.

—¡Hazle caso, estúpida!

—La única forma es esta Gerard. Vete, sal corriendo de esta casa, se libre. Ahora puedes. No te preocupes por mí, es lo mejor.

—No lo haré, si no es contigo. Te quiero Brigitte. Nos tenemos a los dos. —Gerard da un paso más y estira su mano poco a poco hasta alcanzar el frio del acero del cañón de la pistola y apartarla de la cabeza de Brigitte.

Con la pistola en su mano, la acoge entre sus brazos. Brigitte empezó a llorar desconsolada, Gerard la besaba cariñosamente en la mejilla, estrechando su cuerpo contra el suyo.

—¡Estas loca! Nos llevara a la ruina a las dos. Nos entregara. —Le dice la frustrada e impotente Elizabeth que era testigo de la escena.

—¡Cállate, cállate!. La próxima vez que lo intentes moriremos las dos. Si algo le pasa a Gerard, moriremos la dos. —Dijo Brigitte entre sollozos. Elizabeth sabía que lo decía muy en serio, lo leía en sus pensamientos.

Solo la intervención de Gerard lo había podido evitar, hubiese apretado el gatillo sino fuese por él. La muerte había rondado tan cerca, su propia muerte.

—Tranquila niña. No la escuches, tranquilízate. —Brigitte abrazaba a Gerard con fuerza.

—Gerard es mío. Ni se te ocurra hacerle daño, nunca más. —Gritó Brigitte presa de un ataque de pánico por el intento de suicidio.

—Es tuyo, es tuyo. ¿Quién ha traído a Gerard?. —Un susurro recorría su mente— Yo, Yo, Yo No me importa. Ahora esta conmigo, es lo único que tengo y no voy a renunciar a él. Si algo le pasa, todo se acabo para las dos. No lo permitiré. Se acabo Gerard para ti. No se te ocurra hablarle, no se te ocurra tocarlo, ni lo mires siquiera, es mío, alejate de él.

El amor por Gerard, había fortalecido a Brigitte de tal manera, que se se veía con fuerzas de retar a Elizabeth. No estaba dispuesta a renunciar a Gerard, y contaba con la fuerza y el coraje necesario, por vez primera en mucho tiempo, la había derrotado, esta vez no se había salido con la suya. ¿Sería algo efímero?

Se quedaron en silencio, Gerard trata de tranquilizar a Brigitte acariciándola. Estaba como fuera de sí, alterada, no se tranquiliza y trata de apartar a Gerard para coger de nuevo la pistola, decidida de nuevo a acabar con su vida, segura de que era lo mejor. Esa era la única manera de no seguir matando, no podía, no quería seguir así.

Gerard se lo impedía, no le dejaba hacerse con el revolver que sostenía con fuerza en su mano derecha. El hombre veía en la cara de la chica la fe en su propósito. Tuvo que usar todas sus fuerzas para impedirlo —

¡Por favor Brigitte, Por favor!—. Elizabeth estaba asustada, la convicción de Brigittte de quitarse la vida era demasiado fuerte. No sabia como podía solucionarlo. Finalmente una voz dijo:

Esta bien, puedes quedarte con Gerard. Es tuyo, de todas maneras, no me interesa.

Brigitte se había empecinado en Gerard de tal manera que Elizabeth acabo aceptando que se lo tenia que entregar. Era la única forma de asegurarse permanecer con vida. Su resolución por quitarse la vida la forzó a ello. Tenia una idea en mente que compensaría esa perdida, la lucidez de la mente de Elizabeth llegaba a tal extremo, que hasta en esas circunstancias encontraba algo que le fuese de provecho. De todas maneras ya no confiaba en él. Gerard Brown era prescindible —No te creo—. Replico Brigitte.

Te lo prometo. A cambio, vas a a tener que ayudarme a hacer una cosa. Hablaremos las dos esta noche. Siempre cumplo mis tratos, lo sabes ¿verdad?. Lo sel aremos como en los viejos tiempos ¿Recuerdas? Tu y yo, nosotras, las dos juntas de nuevo-Un susurro le hablaba en el interior de su mente, hacía tiempo no le hablaba en ese tono. Estaba dispuesta al dialogo como años atrás.

Brigitte no dijo nada, sabia a que se refería. No era la primera vez que llegaban a un trato entre el as. En esta ocasión ambas tenían algo a lo que no estaban dispuestas a renunciar, llegarían a un acuerdo. Brigitte no sabia a que se refería Elizabeth, lo que si intuía era que sería algo que no le iba a gustar nada. Aún así salvar y tener a Gerard a su lado merecía cualquier sacrificio, fuese el que fuese.

El político quedo abrazado a la chica, conmocionado por todo lo que acababa de pasar. Era consciente de que Brigitte había salvado su vida hacia escasos minutos. A su vez, el había salvado a la chica. No sabía si había hecho lo correcto, si hubiese dejado que se pegase un tiro quizás hubiese sido lo mejor, pero la quería de verdad. No podía soportar la idea de dejarla morir de aquella manera, tuvo que impedirlo, esperaba no arrepentirse.

Era consciente de que todo aquello tendría repercusiones, temía verdaderamente a Elizabeth, y ahora eran enemigos declarados, las cartas de ambos habían sido arrojadas a la mesa. Los pensamientos fluían como lava incandescente en la cabeza de Gerard, era todo tan complejo. ¿Qué pasaría a partir de ahora? Se adentraba en un laberinto sin salida, lleno de minotauros, de peligros que venían a matarte mientras dormías, o bien eran capaces de hacerlo usando el cuerpo de la mujer que amaba, que daría su vida por él, pero que en cualquier momento era muy capaz de empuñar una sierra y ponerla sobre su cuello,y gritar su victoria. Su mente era todo confusión, ante el escenario que le ofrecía la puerta recién abierta.

Se oyeron pasos que se dirigían hacia allí, era Dominique que llegaba corriendo. Entró en el recinto de las celdas y se quedo parado, con su mirada fría, espectante, sus ojos se tornaron a la pistola en la mano de Gerard, este abrazado a su ama. Miro a su ama, no era ella, era Brigitte, ¿Cómo había podido Elizabeth permitirlo? Espero unos instantes, dispuesto a actuar, esperaba ordenes, estas llegaron desde Brigitte.

—Todo bien Dominique, retírate a tu cuarto – Dominique, asintió con la cabeza, pero espero unos segundos más antes de emprender camino, esperando una respuesta de Elizabeth que nunca llegó.

LEROY

Elizabeth se levantó al día siguiente como si nada hubiese pasado. Una batalla perdida no tenia importancia. ella iba a por la guerra, su propia guerra. Tenía que solucionar un tema que le intrigaba. De paso, se iba a divertir, y dar una lección a la parejita que los pondría en su sitio. Se iban a dar cuenta, quien era la que mandaba en la casa.

¿Por qué había aparecido la policía en su mansión de Oxford? Necesitaba una respuesta y no iba a esperar ni un día más para obtenerla. Las cosas estaban lo suficientemente tranquilas para poder dar un nuevo golpe. Había llegado el momento de pasar a la acción.

Cogió el coche y junto con Dominique puso dirección a Londres. Si Brigitte y Gerard Brown se habían creído que iban a disfrutar de su victoria, se habían equivocado. Como castigo, no se iban a ver el pelo en todo el día. Gerard se quedaría encerrado en la celda sin más compañía que sus lecturas, que coma gal etas si es que le quedan.

Se dirigió a la comisaria de South Kensington, donde trabajaba el equipo de Moles. Llevaba consigo su ordenador portátil, donde guardaba las imágenes grabadas por su cámara de seguridad de los dos agentes que habían estado en su casa. Llevaba tiempo esperando este momento. Uno de los agentes había resultado muerto en el tiroteo con el falso Johnny, el tal Stephens, el otro correría peor fortuna. Tenía sed, sed de sangre que iba a saciar.

Espero pacientemente sentada en una cafetería cercana a la comisaria a que por fin saliese el agente Norfolk. Estuvo largo rato ocupada en revisar sus escritos, aprovechando para mover de sitio varios de Brigitte, que los buscase, mientras controlaba la entrada y salida del personal de la comisaria. No veía al maldito agente, llevaba desde las 10.00 de la mañana allí sentada y no daba señales de vida. Al que sí pudo ver, fue al agente Moles con el comisario Thompson que salieron andando, ajenos a su mirada encendida.

Eran casi las dos de la tarde y seguía sin aparecer. Se le empezaba a agotar la paciencia, un nuevo coche salía del garaje de la comisaría, era un coche particular, no lo pudo ver del todo bien, pero sí, parecía que era el agente Norfolk al volante acompañado de otra persona, un hombre.

Realizó la llamada pertinente: Dominique bmw x3 rojo. Comprueba que es él, no he podido verlo bien. No estoy del todo segura.

Me pongo en marcha. Corto. —Dominique salió apresuradamente del pub irlandés donde se encontraba y de un salto se montó en su moto Honda cb de 500 cc. Iba vestido de cuero negro con detalles en blanco. Se había puesto a indicaciones de Elizabeth una peluca castaña y un bigote postizo. El casco con cristal oscurecido impedía ver su cara. El motor rugió, espero unos segundos y pudo ver pasar el BMW X3 rojo en el cruce.

Tampoco fue capaz de identificar a Norfolk, iban dos personas en el coche; eso no era obstáculo para lo que tenía que hacer. Los siguió a una distancia prudencial. No necesitaba llamar la atención de los dos agentes.

Ir a la siguiente página

Report Page