Elizabeth

Elizabeth


LA CALMA DESPUES DE LA TEMPESTAD

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¿Que es lo que has hecho Elizabeth?. —Brigitte asustada se temía otra de sus constantes fechorías.

En las imágenes: Elizabeth fumaba, desnuda, esperando en la habitación. Alguien llamó con los nudil os a la puerta. Un corte, la pantalla en negro, de nuevo aparecen las imágenes. Se ve el cuerpo de Elizabeth haciendo el amor salvajemente con un hombre joven. No se ve la cara de ninguno de los dos.

Gerard mira con desagrado. —Para que nos enseñas esto.

No seas tan impaciente.

Los tres viendo las imágenes. Gerard pensaba que en cualquier momento aparece Dominique o lo esposa a la cama. Otro asesinato estaba a punto de suceder. Lo que ve lo deja paralizado de terror : Es su hijo Edward. Le ha visto la cara por un instante, esta con Elizabeth. Se levanta encendido de cólera.

—¿Qué le has echo a mi hijo zorra?. —Le grita. En un impulso irrefrenable, levanta del suelo a Elizabeth con ambas manos, agarrándola del cuello. Esta trata de revolverse, incapaz. Gerard estaba fuera de sí. Le apretaba el cuello decidido a matarla. Sus ojos encendidos de furia—. ¿Qué le has echo? —Repitió.

Contesta. —Trató de decir Brigitte, con la voz entrecortada por la falta de respiración.

Gerard respiraba como un toro a punto de embestir. No le quitaba ojo al vídeo. —Gerard por favor. Me haces daño—. Era Brigitte. La depósito en el suelo, desesperado, se puso a su espaldas y le pasó su antebrazo por el cuello apretándolo con fuerza, impidiéndole el movimiento.

Por favor Gerard. —Era Brigitte de nuevo. Gerard continuaba viendo el vídeo con los ojos como platos, suponiendo que en cualquier momento pasaría lo que se temía. No se podía controlar.

Elizabeth no decía nada. ¿No querían estar a solas los dos? Ahora lo estaban. Se reía para sí misma.

No tenía ningún miedo al contrario, lo estaba disfrutando. Todo iba según su plan.

Gerard reventó un jarrón chino contra el suelo. Cogió un trozo y lo puso en el cuello de la chica, dispuesto a cortárselo en cualquier momento. Mientras seguía viendo las imágenes, su hijo sonriendo, besando a Elizabeth. Se le caía el alma a los pies. Por favor, por favor.

Pudo oír a Edward, riéndose con Elizabeth. Tres condones usados sobre la mesilla. Elizabeth realizándole una felación.

—¡Hija de puta! ¿Dime que no lo has matado?. —Gritó con todas sus fuerzas.

Tranquilo Gerard. No te precipites. —Era la voz de Elizabeth.

Que le has hecho, dímelo, no quiero seguir viendo esta basura.

Esta bien, puedo demostrartelo. Esta en su casa.

¡Demuestramelo ahora!. —No podía seguir con esa incertidumbre. Sus pulsaciones estaban al límite.

Déjame adelantar el vídeo y verás como se va de la habitación tan contento. —Gerard no dijo nada.

Tenía miedo, un terror que lo cegaba.

La chica adelantó con premura las imágenes. Los dos jóvenes bebían champán y se besaban, desnudos sobre la cama, a toda velocidad en la pantal a. Pulso de nuevo el botón de inicio, Edward se vistió y se le vio salir de la habitación, no sin antes darse un apasionado beso con Elizabeth. Gerard se había quedado como blanco.

Eso no me demuestra que este bien.

Si lo esta. —Contesta Elizabet— Lo llamare. Oirás su voz ¿Te parece bien?.

Llámalo. Ahora. —Responde el angustiado hombre.

La chica recoge el teléfono y marca su número.

¿Que tal Edward? ¿Como ha ido?. —Dijo Elizabeth tratando de recobrar el aliento.

Hola Eli. Muy bien, ya en casa. María más simpática que de costumbre, tuve que poner una disculpa, quería venirse a dormir a casa jejeje... Me has dejado sin fuerzas, menuda tarde de locura. —Gerard suspiro aliviado al oír la voz de su hijo. Estaba bien gracias a dios.

Si guapo. Nos hemos excedido, tengo el cuerpo dolorido. A ver cuando repetimos.

Llámame cuando vengas a Londres. ¿Qué tal la semana próxima? Me gustaría pasar una noche entera contigo: Eres un sol.

Tratare guapo. Hablaremos, ahora es tarde. Un beso, me voy a dormir.

Un beso de los nuestros. Ciao. —Se oyó el monótono y repetitivo pitido del teléfono.

Ves Gerard todo bien. Tu hijo esta estupendo, me encanta. Mucho mejor que tu, pena tenga novia:

Me gustaría para mi. —Gerard le metió un guantazo que lanzó a Elizabeth sobre el sofá cayéndose posteriormente al suelo en una postura imposible. Gerard la levantó por los aires agarrándola de nuevo por el cuello y le grito a pocos centímetros de su cara:

¡No te acerques a mi familia! —Parecía a punto de estallar. Le metió un severo bofetón que hizo retumbar su cara. Había perdido el control, justo lo que quería Elizabeth.

¡Por favor Gerard!. —Era Brigitte.

Para Gerard. Se acabó. No le he hecho nada, me adora. —Se ríe Elizabeth – Es que no lo has visto.

Esta encantada conmigo.

¿Porque has hecho eso?. —Gerard no entendía que motivación tenía Elizabeth.

No te das cuenta. Tu hijo es nuestra póliza de seguro. Si haces algo que no debas Gerard: El pagara las consecuencias. He dado ordenes de que si algo me pasa, algo peor le pasara a Edward. No me gustaría hacerlo, Edward es un encanto. Depende de ti.

Ni se te ocurra. —Dice el inglés más calmado. Acercando su cara a la suya.

No tengo la mínima intención de hacerle daño. Nadie cuando contrata un seguro de vida tiene intención de usarlo. Es solo por si acaso.

Eres lo más vil que existe.

Puedo serlo aún más, eso ya lo sabes. Suéltame de una vez y dedicaros a lo vuestro. Yo no he incumplido mi trato, no te he hecho mal. Al contrario, creo que tu hijo esta durmiendo muy feliz.

Vosotros podéis dormir juntitos, felices los dos. Tenéis unos días para disfrutar antes de que venga

Dominique. Os dejare solos, me dais vergüenza ajena, no quiero saber nada de lo vuestro.

Si le pasa algo a mi familia. Juro que te mato.

Gerard no seas así. No maltrates a Brigitte, ella no tiene la culpa. Mira lo que te hace estúpida ¿De verdad confías en este hombre? Deberías reflexionar. Has sido siempre tan inocente. Si no fuese por mí como acabaríamos las dos..... Gerard, no esta bien que le pegues, a mi no me importa, me gusta, lo disfruto. La bofetada fue muy buena, pude sentir que me temblaba toda la cabeza.

Sin embargo, a ella no tanto. Mira como llora, pobrecita. A ver si va a dejar de quererte. Eso no sería bueno para ti, Gerard ¿No crees?. Que todo quede en familia: tu, Brigitte; yo, tu hijo. Depende de ti

Gerard-El hombre trababa de calmarse y ordenar sus pensamientos. Elizabeth lo había puesto al límite —Resolver vuestros problemas en privado. No hagáis estas escenas, por favor. A lo mejor, a lo mejor necesitáis ayuda de un profesional. ¡Por dios! Lleváis tan poquito tiempo juntos, y ya con estos problemas...... que triste. Adiós. Pasarlo bien. Siento que Brigitte no este para muchos trotes esta noche, Gerard. Tendrás que esperar un poco, me ha quedado el coño reseco. Ciao.

¡Hija de perra!. —Dice Gerard, enfurecido. Se queda sentado en el sofá con las manos sobre su cara.

Esta bien, esta bien, Edward esta bien. Brigitte tumbaba en el sofá llorando, aún con su mano marcada en la cara, confusa. No se había enterado ni de la mitad de lo que había pasado. Sin saber que hacer, con miedo a preguntarle a Gerard. Este último algo más calmado. Elizabeth era terrible, como narices iba a controlarla, no encontraba solución.

EL DIARIO DE BRIGITTE

Gerard se despertó en medio de la noche. Brigitte dormía junto a él, sosteniéndole la mano. La contemplaba y le acariciaba la cabeza en silencio, abstraído en sus pensamientos. Estaban solos los dos en la casa, llevaban dos días en los que no había rastro alguno de Elizabeth, ¿Dónde se habría metido? Gerard se había enterado por la televisión del asesinato de los dos policías y los traficantes, pero no tenía ni idea de que el podía estar relacionado. Se buscaba a un hombre corpulento, que según varios testigos había estado en la casa; una vecina lo había visto saltar el muro con el casco puesto. La policía pensaba, se tratada de un ajuste de cuentas entre traficantes. El lugar del asesinato era de sobra conocido por los vecinos, la policía había quedado en una situación comprometida por su permisividad. Por mucho que el comisario Thompson lo justificase, diciendo que se había permitido ese trapicheo, a la vista de todo el mundo, con la idea de detener a los cabecillas de la organización. Llevaban más de dos años operando con impunidad. La prensa detalló todo el escándalo con pelos y señales.

Gerard estaba más tranquilo, había hablado mucho con Brigitte en las últimas cuarenta y ocho horas. El maldito e inquietante pacto, la implicación de su hijo, la desaparición de Elizabeth, la ausencia de Dominique, la nueva situación entre los dos. Habían comentado todos los temas y buscaban la salida correcta. Gozaba de cada vez más libertad tal como le habían prometido las dos: No había pisado su celda desde entonces y no tenía intención alguna de volver a hacerlo.

Algo le decía que Elizabeth los estaba vigilando en silencio. Sabía que seguía ahí, por momentos intuía que era ella: cuando lo miraba o consultaba ellordenador. Más de un 95% del tiempo, sin embargo, estaba seguro era Brigitte. Elizabeth no se comunicaba más con él, tal cual le había explicado Brigitte. Le había prohibido dirigirse a él a raíz del incidente de Edward.

Cuando se despertaba en medio de la noche sobresaltado y veía a Brigitte durmiendo plácidamente a su lado, se le pasaba por la cabeza irse de la casa y ponerse a salvo. No le sería nada complicado. No lo hacía, había varias cosas que se lo impedían que era muy superior a sus ansías de salir de ese infierno: La amenaza de Elizabeth a Edward y el cariño que sentía hacia Brigitte.

Se había enamorado de Brigitte, para él era inocente. La quería con locura y estaba dispuesto a ayudarla, a hacer todo lo que estuviese en su mano para salvarla de Elizabeth. Pero ¿Cómo lo podía hacer? Esa mujer siempre tenia un as en la manga. ¿Qué estaría tramando ahora?. Disfrutaba de su ausencia pero por otro lado estaba inquieto, algo tramaba.

Había conseguido que pegase a Brigitte con tanta facilidad, sin duda, una estrategia para intentar separarlos. Lo que daría libertad a Elizabeth para ejecutarlo. Sin embargo, la chica lo perdono. Ninguno de los dos iban a permitir que los separasen ahora que las cosas habían mejorado tanto para los dos. Tenían algo más que una alianza, se querían. Nunca habían pasado tanto tiempo juntos y eso los estaba uniendo aún más. Estaban juntos en esto, se iban a apoyar. A Gerard, le venían constantemente a la mente las imágenes de Elizabeth y su hijo, Edward. No le había echo nada malo, aunque, eso podía cambiar. Un seguro de vida de lo más ruin. Propio, muy propio de Elizabeth. Entendió el mensaje implícito. Si haces algo que me perjudique, eso tendrá un alto precio para ti. Estaba claro que eso es lo que había querido decirle. Su hijo, afortunadamente estaba bien y no era consciente del peligro que corría. Lo cazó al igual que a él, de una manera tan sencilla que le daba miedo. Eran para el a pan comido: gracias, a su innato atractivo. Conseguía siempre lo que quería. Era una mafiosa de cuidado, sabía como sacarle provecho a todo. Realmente buena jugando sus cartas. Ganaba siempre, no importaba si llevaba las mejores o las peores cartas, daba igual: ella ganaba. Terrible, un demonio, el peor enemigo posible. Capaz de todo.

¿Como demonios iba a lidiar con el a? Si la entregaba, la vida de su hijo correría peligro por siempre. Según Elizabeth había dado ordenes de matarlo. La policía podría protegerlo, pero ¿Sería lo suficiente efectiva?.

Elizabeth en varias ocasiones demostró que sabia manejarla a su antojo. Por otro lado ¿Se merecía su hijo vivir de esa manera? ¿Qué pasaba con su hija? ¿Estaba a salvo? Intuía que no, que si entregaba a Elizabeth lo iba a pasar aún peor de lo que lo había pasado y Brigitte pagaría tanto o más que Elizabeth.

Llegó a la conclusión que la única manera posible, era el respeto mutuo. Se daba cuenta de un detal e muy importante, si Edward era la póliza de vida de Elizabeth, la suya era Brigitte. Si la perdía, era hombre muerto y su sustituto podía ser su propio hijo. Elizabeth estaba esperando ese momento, seguramente estaría tramando un plan por separarlos. Tenía que tener mucho cuidado. Empezaba a poder pensar como Elizabeth, la iba conociendo mucho mejor.

Por extraño que parezca, Gerard se adapto a la situación. Creía que sería capaz de controlarla. Las cosas estaban mejorando mucho para él y empezaba a sentirse cómodo. Cada vez se sentía más y más atraído por Brigitte. En medio del infierno, había descubierto la felicidad al lado de la jóven. Cuando la miraba no veía a la asesina despiadada, veía a la chica frágil y cariñosa que realmente era. ella no tenía nada que ver con la malvada Elizabeth.

Esos días a solas los dos, habían sido un remanso de paz. No iba a renunciar a ella, ni mucho menos condenarla aunque para ello tuviese que hacer importantes sacrificios y no supiese realmente como lo iba a hacer. Se enfocaba en los libros de psicología, tenia que haber algún medio para curar a Brigitte y él era el único que podía hacerlo. Visitar a un experto estaba descartado, implicaba un riesgo inasumible para la chica. Era a fin de cuentas, una enferma.

Gerard buscaba la inspiración, para conseguir su objetivo, leyendo y hablando con Brigitte. Necesitaba saberlo todo. Brigitte era plenamente consciente de “su problema” y así se lo hizo saber a Gerard.

Necesitaba de su ayuda, el era su esperanza. La única persona en la que podía confiar, la persona que quería, la que tenía a su lado. No era sencillo para Brigitte pero trató de contárselo todo, poco a poco.

Empezó por los inicios:

Cuando era pequeña, como muchos niños tenía una amiga invisible. Me pasaba todo el día jugando con ella, sin saber que el a, no era como la de los demás niños: Me hablaba y tenía voluntad propia. Nos los pasábamos muy bien las dos, estábamos siempre juntas, lo compartíamos todo. Mis padres, que eran conscientes de la situación, con el tiempo se cansaron, que yo ya era mayor para tener una amiga invisible, que eso eran bobadas. Me prohibieron siquiera mencionar su nombre. Me castigaban si era así. Optamos yo y Elizabeth por mutuo acuerdo a negar su propia existencia; con el fin de no pasarnos todo el día encerradas, castigadas. Aunque por supuesto, seguíamos juntas a escondidas.

El rechazo de mis padres a Elizabeth. La irritó bastante, agrió su carácter, se sintió abandonada. Comenzó a tener maldad y se ensañaba con mis otros amigos. Yo trataba de pararla pero Elizabeth me chantajeaba y empezó a hacer cosas por su cuenta, en contra de mi voluntad. Por primera vez, no estábamos de acuerdo.

Se había enfadado conmigo, y yo me enfadaba con ella por sus constantes travesuras.

Me ponía muchas veces en situaciones comprometidas. Empece a ser castigada como resultado de sus actos con una cada vez mayor frecuencia. Mis padres no sabían que hacer conmigo. Hacía cosas que no eran normales como atar y pegar a mis amigos, beber mi propia pis. Cosas que no eran propias de una niña de 7 años. Sobre todo, era tremendamente rebelde hasta extremos insospechados. Con 10 años, mis padres me dieron por imposible y me enviaron a un lujoso y recto internado esperando que la situación mejorase con el paso del tiempo.

Si bien, a mi no me gusto en un principio, acabe adaptándome. A Elizabeth le encantaba, se veía libre para actuar sin el control de mis padres. Fue una época feliz para las dos, volvimos a ser amigas y aunque teníamos intereses diferentes, nos poníamos de acuerdo para conseguir lo que queríamos. Yo era muy aplicada en los estudios, y me gustaba la lectura. Cosa que no interesaba tanto a Elizabeth. ella era más de aprovechar el tiempo libre y mucho menos tímida y lanzada. Era mucho más social que yo.

La mayoría de los amigos de esa época eran de Elizabeth, tenía especial predilección por los chicos. Cuando se le metía uno en la cabeza no paraba hasta conseguirlo. A la edad de 13 años mantenía relaciones con tres chicos de la clase a los que tenía locos, así como otros dos de cursos superiores. Era la chica más popular del colegió. Yo no, ella lo era. Lo disfrutábamos las dos, todo nos iba muy bien: amistades, los estudios, todo. A la edad de 13 años empece a escribir y Elizabeth me ayudaba. Le encantaban mis escritos y a ella no se le daba mal tampoco.

Los veranos y las navidades las pasábamos con la familia. Elizabeth odiaba estar allí, no la consideraba su familia después de haber sido rechazada, yo era su única familia. Nuestra personalidad era ya tan diferente que Elizabeth tenía que mantenerse cal ada todo el rato para no llamar la atención de mis padres. A veces estallaba y se escapaba a ver a alguno de sus admiradores a escondidas, pudiendo por fin ser ella por un rato. Mis padres me castigaban severamente cuando volvía. Me encerraban en casa, pensando que era incorregible. Estaban al corriente de los escándalos con los niños en el colegio. Eramos demasiado populares.

Incluso un verano descubrieron una carpeta con fotos de sus admiradores, sus fans, como llamaba ella.Los manejaba a su antojo. Mis padres no salieron del asombro de lo que mostraban las fotos, asustados de lo que era capaz. Me mantuvieron castigada todo el verano y me cambiaron de colegio. Amenazándome de mandarme interna a un convento de seguir con ese comportamiento.

Eso fue un golpe definitivo a Elizabeth, teníamos 16 años. Tomó la decisión de escaparse de casa, me convenció y nos fugamos una noche a casa de un chico que acababa de empezar la universidad, amigo de Elizabeth, que vivía solo en una casa que había heredado de su abuela. Estuvimos allí tres semanas, hasta que nos descubrieron por un chivatazo de un amigo del chico.

Como resultado acabamos en un colegio de monjas internas, incluso durante el verano. No podíamos salir de allí si no era acompañadas de mis padres. Una auténtica cárcel, horrible. Eramos todo chicas para desilusión de las dos. Mi padre pago una cantidad extra para una monja de áspero carácter se encargase de que me realizase una vigilancia especial. Así fue y eso fue la gota que colmó el vaso. Elizabeth se vio impotente durante meses. Su vida se reducía a la mía de estudio y meditación hasta que un día.... un día estallo y decidió vengarse.

Esa noche se despertó con una sola intención, matar a la monja que no nos dejaba vivir. Lo planeo todo con detal e a escondidas de mi. Entro en la habitación de la monja mientras esta dormía y le corto las venas de ambos brazos en perpendicular con tal fuerza y profundidad que la sangre salía a borbotones. La mujer abrió los ojos entre gritos y allí estaba ella Elizabeth de píe. Le enseñaba los dientes – Muérete perra – Le decía.

Salió corriendo de la habitación mientras la monja trataba desesperada de cortar la hemorragia angustiada de ver su sangre saliendo en tales cantidades. Nada pudo hacer antes de que pudiese salir corriendo a pedir ayuda cayo desplomada. Elizabeth había vuelto ya a su cuarto, había realizado su primer asesinato y lo había disfrutado mucho más de lo que imaginaba. Luego llegarían otros.

Gerard escuchaba con silencio las historias que Brigitte le contaba. Sentía escalofríos con los relatos de Brigitte, la información era valiosa para tratar de curarla pero lo que oía le hacía estremecerse. Cuanto más supiese de ambas más fácil le sería controlarlas. Tenia que comprender, no solo a Brigitte sino también a Elizabeth, si es que quería curarla. Aplacar su ira indómita.

No sentía ninguna clemencia por Elizabeth, es más por su pensamiento lo único que pasaba era hacerla desaparecer para siempre. Tanto el como Brigitte eran sus victimas, tenía que detenerla y ayudar a Brigitte.

Tenia que hacerlo, Brigitte le había salvado la vida, sacrificando la suya propia. ¿Que mas le podía pedir? Eso 203 lo impresiono mucho, el abrazo que se dieron, como le pidió ayuda. Como iba a negarse a ayudarla.

Había oído hablar del síndrome de Estocolmo pero no era eso. La persona que lo mantenía cautivo no era la misma de la que se había enamorado. A las noches mientras Brigitte dormía, el revisaba sus escritos. Había cosas maravillosas, era una gran escritora. Rebuscando entre sus escritos Gerard encontró un cuaderno antiguo en donde Brigitte había echo anotaciones a modo de diario de su época de estudiante en París.

Ella dormía a pierna suelta. Ajena a que Gerard había encontrado uno de sus diarios. Aprovecho la ocasión para ir a recoger el pequeño cuaderno que había metido entre las paginas de otro libro y lo abrió.

París 17 Abril 2006

Ha vuelto a suceder. No se que hacer, va a peor, cada vez es más frecuente. No puedo soportarlo más.

¿Acaso me he vuelto loca? No puedo creer lo que pasa por mi cabeza. ¡No soy yo, no soy yo!.

Hoy se ha burlado de mi. Me ha retado, y se ha salido con la suya. Me ha puesto en ridículo. No me veo capaz de volver a la facultad. ¿Que habrán pensado todos mis compañeros? La cara que puso el profesor.

¡Dios mio, me tomaran por loca!.

Es probable que me expulsen de la universidad. Otra alegría más para mis padres, que más da. Me odian.

No quiero verlos, piensan que soy un mala persona, se han desecho de mi. Nunca han comprendido lo que me pasa.

Me avergüenzo solo de pensar lo que he echo. Ha sido tan inesperado, impredecible, cuando me di cuenta, había sucedido. Es cosa de ella de la maldita Elizabeth, nunca me dejara tranquila. Ahora apenas habla conmigo, lo que quiere es tomar el control, hacerme desaparecer. Arruinar mi vida y vivir la suya propia.

Estaba hablando y riéndome con Rodrigo en medio de la clase de arte clásico y el aburrido del profesor Moriarte nos llamo la atención. Como en el es habitual, me llamo para que bajase al encerado y compartiese aquello tan gracioso con el resto de los compañeros.

Baje avergonzada, pensando que podría decir para salir del paso de la manera más digna posible. allí de pie sobre la tarima nerviosa, el profesor me repitió de nuevo que lo compartiese con los demás. Que la clase estaba resultando, al parecer, demasiado tediosa. Notaba como mis mejillas se enrojecían y la mirada de todos mis compañeros fija en mi. Busque la complicidad de Rodrigo entre la abarrotada clase. Entonces,  sucedió. Ni siquiera tuve opción a abortarlo, fue cosa de dos segundos.

Cuando me di cuenta ya me había bajado las bragas debajo de la falda y estaba meando abundantemente sobre la tarima ante la mirada estupefacta de mi profesor y el resto de los compañeros. El ruido de mis fluidos golpeando con fuerza la madera y el charco que se iba extendiendo abundante a lo largo de la tarima. Aún no se como pude echar tal cantidad de líquidos pero no podía parar. La risa que surgió de mi boca y como mi compañeros al unisono estal aron en una carcajada general que rompió el silencio que se había formado.

No era yo, no era yo, lo se. Yo no hice eso, jamás se me ocurriría tal cosa. La cara de Moriarti, asombrado. El no reía. Y yo que no podía parar de mear, jamás en mi vida había meado tanto. Mis lagrimas recorriendo mis mejillas, la cara que se les quedo a todos.

Por fin deje de mear, me quede petrificada por lo que acababa de hacer. Avergonzada. Salí corriendo de la clase, a punto estuve de caerme en mi precipitada carrera.

La voz en mi mente que me decía: —Somos geniales, no es así ¿Brigitte?.¡Contéstame niñata!. Menuda cara que se le ha quedado al idiota. ¿La has visto verdad? Quería reírse de nosotras. Que se atreva a llamarnos de nuevo. JAJAJAJA.

—Déjame de una vez, desaparece. No existes, no eres nadie. —Le conteste.

—Somos dos, chica recuerda, somos dos. Tu y yo para siempre,. Podemos hacerlo juntas. Siempre has sido tan terca, tan inocente. Me necesitas y lo sabes.

—Desaparece de una vez.

—¿Desaparecer? ¿Quien te has creído que eres? Todo lo contrario, tengo ganas de hacer cosas, nos vamos a divertir tu y yo. París es fantástico, solo que tu me aburres con tu insulsa vida. Eso se acabo, ha llegado mi momento.

Esa voz me aterra, es como si hubiese alguien dentro de mi. No lo puedo controlar. Cada vez que aparece, algo malo me pasa y su presencia es más frecuente. Tengo la impresión de que quiere tomar el control de mi vida.

Me han llamado por teléfono. Rodrigo y varios números que no conocía. Varios mensajes. No se si podre volver a clase, que puedo decir. No es fácil. Pero eso no es lo peor. Tengo miedo, algo malo va a pasar, lo presiento. No se como pararlo, pero esta por venir y va a ser algo grave. Esos sueños recurrentes no me gustan nada, son como premoniciones, no son míos.

Mañana no iré a clase. No se si podre volver jamás. ¿ Que es lo que me esta pasando?

París 14 de Mayo 2006

He vuelto a salir a la calle. Hacia 10 días que no lo hacía. Necesitaba respirar, me estaba volviendo loca, no podía seguir así. Me sentía culpable por todo lo que había sucedido el pasado fin de semana. No tengo fuerzas para escribirlo. Necesito ayuda. No fue un sueño, fue real. Lo recuerdo todo, pero no era yo, o ¿Si fui yo? Algo me empujo a ello y se de sobra quien ha sido.

Hacia días que estaba encerrada en mi pequeño apartamento, con las ventanas cerradas, la luz apagada.

Sola a oscuras, con miedo, pánico a que cualquiera pudiese visitarme pero nadie vino. El teléfono desconectado durante casi todo el día, comiendo gal etas y las pocas frutas que tenía. Hasta que por fin, había agotado toda la despensa de mi pequeño apartamento. Pero no fue eso lo que me empujo a salir de allí, fue el tabaco. También había acabado con el maldito tabaco, eso fue lo que me impulso a salir de mi letargo.

Salí a la calle y camine durante horas eludiendo las calles más transitadas. No quería encontrarme a ningún conocido no estaba preparada para ellos, las cosas habían ido demasiado lejos. Quería seguir estando a solas. Hacia semanas que no me llamaba nadie, no los culpo, jamás contesto el teléfono y solo lo encendía para comprobarlas las llamadas que jamás devolvía. La universidad empezaba a ser solo un recuerdo para mi. Tantas ilusiones que tenía y ahora la había abandonado. ¿Sería capaz de volver? Podría presentarme a los exámenes, conseguir los apuntes, tratar de salvar el año. Todo había ido muy bien hasta el mes de abril, desde entonces nada podía ir peor.

Me enfrente por fin a las calles de París. La primavera lucía en esplendorosa, el olor de la ciudad había cambiado en las últimas semanas. El frío se había disipado, todo parecía tan de postal. Caminaba sin destino atravesando los parques y plazas que encontraba en mi camino durante horas. Sentándome largos ratos en alguno de los bancos, disfrutando de los primeros rayos de sol en mi cara en muchos días. Viendo a las parejas pasear de la mano, los niños jugando, todos parecían tan felices.

El aire me sentó bien, me olvide de mi realidad, no pensaba en nada. Caminaba y escuchaba una y otra vez las mismas canciones de Nina Simone. La letra de Sinnerman retumbaba en mi mp3 y yo con la mirada perdida agotada apoyada en la pared de un viejo edificio escuchando: ¡Por favor ayúdame Señor! Así que corro hacia el Señor. Por favor, ayúdeme Señor. ¿ No me ves rezando?¿No me ves aquí abajo rezando? Pero el Señor dijo “ Ve hacia el diablo” Dijo que fuera hacia el diablo. En ese día. Así que corría hacia el diablo, me estaba esperando.

Gire la vista y vi la iglesia de Saint Eustache. Hacía mucho no entraba en una iglesia, me imponía respeto después de lo que había pasado. La letra de la canción me dio una idea, entré y me senté en uno de los bancos. Rece como creyente que no era. En esos momentos quería de nuevo creer en mi abandonada religión católica. Necesitaba redención. Pedí perdón por lo que había echo, de rodillas en el banco, por todo lo que quería hacer

Por otro lado, no sabía si era culpable, era como si yo no lo hubiese echo. ¿Como iba a poder yo hacer algo así? Jamás haría algo así, no me pasaba por la cabeza. Pero lo hice, sin duda fui yo. Pedí perdón, perdón y ayuda, esto último era lo que más necesitaba. Me sentía culpable, a fin de cuentas habían sido mis manos las que habían ejecutado la atrocidad. Lo recordaba con detalle, parecía un sueño, una pesadilla, me atormentaba el alma. Me había obligado a verlo todo como si fuese yo la autora.

Una mujer salía del confesionario, lo mire con recelo. Hacia mucho no me confesaba. Tenía mucho que decir, mis anteriores pecados eran los inocentes de una pequeña niña. Esta vez no era así. Entre en el y me arrodille compungida. Pude escuchar la respiración de un hombre, que me miraba desde ellotro lado del confesionario. No dije una palabra.

—Ave María Purísima. —Dijo el hombre pausadamente, esperando que rompiese mi silencio. Me tome unos instantes antes de hablar, me caían las lágrimas.

—Padre, no se como empezar. Hace mucho no me confieso. He hecho algo muy grave, por eso estoy aquí...

No se si debería decirlo. —Me calle, no era capaz de confesar semejante atrocidad - Lo siento. No puedo, me voy, perdoneme....—. Me incorpore con la intención de irme, no había sido una buena idea. Me sentía peor incluso que antes.

—No te vayas chica. Dios es misericordioso. Tranquila, relájate, quédate aquí, este es un lugar de paz.

¿Cuando fue tu última confesión?.

—Era una niña aún..... —Conteste apesadumbrada.

—Tendrás mucho que decir. No te preocupes, tenemos tiempo.. Siéntate por favor. —Su voz denotaba paciencia, comprensión, me dio la confianza que necesitaba.

—Me preocupa una cosa Padre. —Podía hablarle de la voz ¿Sería capaz de contárselo todo? ¿Que consecuencias tendría para mi? Respetaría el secreto de confesión. Las dudas me venían a la cabeza. Se precavida me decía a mi misma.

—Dime ¿Que te preocupa?. —El Padre, al contrario que yo, iba directo al grano.

—Tengo malos pensamientos Padre. —Rompí a llorar.

—Mucha gente tiene malos pensamientos. Es parte del ser humano, todos los tenemos a veces. Cálmate, no llores. Cuéntame que es lo que te pasa. —El padre notaba a la chica muy agitada, nerviosa, incapaz de sincerarse con el.

—No como los míos. He echo algo horrible, padre. En realidad no he sido yo, algo me impulso a hacerlo.

Recemos juntos: Yo confieso ante Dios Todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mi ante Dios, nuestro Señor. Amén.

Puedes contarme chica. Te escucho.

No puedo padre. Es algo muy grave. Necesito ayuda, no quiero volver a hacer daño.

¿Que es lo que te preocupa tanto chica? Dime.

Mis malos pensamientos.

Dime que es lo que piensas.

Cosas malas.

¿Como que?.

No soy yo padre, esa voz dentro de mi me esta diciendo ahora mismo. Estúpida que haces aquí.

Mata a ese farsante, es un mentiroso, no es nadie. Nos va a arruinar la vida. Sal de aquí.

¿Pero hija? ¿ Que me estas diciendo? ¿De verdad quieres matarme?

Yo no padre. Pero hay alguien dentro de mi que disfrutaría haciéndolo.

No llores muchacha. Tu no quieres matarme ¿ Verdad que no? Yo se que no quieres hacerlo.

No quiero Padre. No quiero, aunque es probable que lo haga. Por momentos noto que me gustaría hacerlo, que estoy decidida a ello. Parte de mi lo quiere.

¿Porque dices eso? No te comprendo.

El demonio que llevo dentro si quiere y cada vez tiene más ganas. Es mas me incita a que sea yo quien lo haga.

¿ Crees que tienes un demonio dentro?

No se padre. Necesito ayuda, por eso he venido. Hay alguien dentro de mi, me habla y me hace hacer cosas o las hace el a, cuando no cumplo sus deseos, a veces a escondidas de mi y otras veces me las restriega por la cara. Me chantajea, abusa de mi, quiere dominarme. ella no quiere estar aquí contigo. Me esta insultando, se esta burlando de mi y de ti ahora mismo. Se ríe de nosotros.

Dice que estoy haciendo el ridículo.

Recemos juntos, repite conmigo: En ti Señor, mi corazón se regocija, en tu nombre mi fuerza es mayor. Ahora puedo burlarme de mis enemigos porque me regocijo en tu salvación. Cómo quisiera que me des tu bendición, que ensanches mi territorio, que tu mano esté conmigo y que me libres del mal, para que no sufra yo ningún daño. Amén.

Me sigue hablando padre.

No la escuches.

No puedo evitarlo. Trato de no prestarle atención pero eso no es suficiente.

No le hagas caso, ignórala.¿Que es aquello tan grave que querías confesar?.

No es tan sencillo Padre. A veces es como si esa voz tuviese el control de mi cuerpo, no soy muy consciente de lo que hace, pero lo hace. El otro día lo vi todo, me fui con un chico. Dormí con el......

Chica, no te martirices tanto. Dios sabe perdonar. —Resopla el cura aliviado .

Eso no es lo que quiero confesar padre. Cuando me desperté....... El chico, estaba muerto a mi lado.

¿Muerto? Explícate. ¿Que es lo que paso? —Pregunta el confesor alarmado.

Estaba atado a la cama con cuerdas que yo misma hice con la funda de la almohada y tenía un cuchillo de cocina clavado en el corazón. Fue esa voz quien lo hizo, se apodero de mi. Yo lo vi todo y no pude hacer nada para evitarlo.

¿Es cierto lo que me estas contando? Ave María purísima.

¡Ojala no lo fuese padre! No me entregaras a la policía, ¿verdad? Padre. No debí decirlo. Ahora se ha enojado mucho conmigo Padre. Me dice que pagare muy caro lo que acabo de hacer.

Quedara entre nosotras hija. El sigilo sacramental es inviolable, debemos hablar sobre ello más detenidamente. Necesito beber un paso de agua. Recemos un padrenuestro juntos.

Si padre. —Ambos rezan un padrenuestro, mientras el padre se preguntaba si lo que le decía la chica era verdad. Miraba a través de las rendijas del confesionario buscando algún grupo de jóvenes.

Pensando se trataba de una broma, no sería la primera vez. No había nadie, la chica parecía que se derrumbaba a la vez que rezaba el padrenuestro.

Espera aquí chica. Tenemos que hablar sobre este asunto esas voces. Como se llama el chico.

Antoine. Lo había conocido esa noche en la discoteca, se apel ida Larre eso lo supe por la noticias.

Encontraron el cadáver la semana pasada. —Lo había echo, lo había contado todo. La maligna voz retumbaba en su cabeza, parecía que se había vuelto loca por su confesión. Le decía que se iba a arrepentir de contarlo todo.

¿Te arrepientes de ello?

Por supuesto padre. Pero la voz no se arrepiente, quiere más. Disfruta con ello.

¿La voz es un demonio?

No lo se padre. Es una mujer, siempre ha estado conmigo. Es mala, no es como yo. Necesito sacarla de mi mente Padre. No va a parar, y quiere que yo la ayude. Trata de obligarme por todos los medios a que haga lo que me dice.

Tengo que pensar hija que podemos hacer. Quiero ayudarte. Ven mañana a verme, después de mi misa a las diez de la mañana. Aleja a esa voz de tu mente y no hagas nada malo, no la escuches, no le contestes, descansa. Quédate en casa hasta que vuelvas mañana.

Vendré padre. ¿ Crees que podrás curarme?

Haré todo lo posible. —El padre pensaba en buscar en los periódicos las noticia de la muerte del chico. Comprobar si era verdad lo que le estaba diciendo.

Salí del confesionario, deshecha. Acababa de confesar un asesinato. ¿Habría echo lo correcto? No me podía guardar eso para mi sola, buscaba apoyo, de verdad lo necesitaba. ¿A quien sino podía acudir? Salí en dirección a casa, cogí el metro y me quede dormida.

Cuando me desperté. No estaba en el metro estaba en mi habitación con la luz apagada. No recordaba como había llegado a casa. Otra de mis lagunas de memoria. No tenia ni idea de la hora que era, tenía un fuerte ardor de estomago. Encendí la luz de la habitación, estaba todo hecho un desastre. Había una botella de vodka encima de la mesilla prácticamente vacía, la cajetilla de tabaco acabada. Estaba semidesnuda no recordaba lo que había pasado.

Me puse en píe en dirección al baño. Todas las cosas de mi escritorio estaban esparcidas por el suelo. Como si alguien las hubiese arrojado de un manotazo. En su lugar había un sobre y mi cámara polaroid. Cogí el sobre extrañada, ¿ Quien había estado allí?

Dentro del sobre había una nota doblada y otro sobre cerrado. Abrí la nota: Es mejor que me obedezcas. ¿No crees?. Que significaba eso, tenía un muy mal presentimiento. Me dispuse a abrir el sobre. Las manos me temblaban, que demonios había pasado allí. Había tres fotos dentro. Mi alma se me cayo a los píes. La primera foto era del confesionario donde había estado esa misma tarde, la segunda foto era la del padre con el que había hablado era un primer plano de su cara amordazada, la tercera era la del padre muerto en el suelo en medio de un charco de sangre con el cuello cortado de lado a lado. Lo había degollado.

Quise morirme, me desfallecí desplomada en el suelo. Lo había echo otra vez.

EL ENVENENAMIENTO

Al cabo de cinco días, Dominique volvió a la casa de Brigton. Los días posteriores fueron tensos. Gerard volvió a su celda a regañadientes. Dominique estaba cada vez más molesto con la relación de Brigitte y Gerard. No comprendía como Elizabeth podía permitírselo y esta ultima apenas hablaba con el, seguía enfadada por el asunto de Norfolk. Estaba poniendo en peligro todo el plan.

Gerard se movía libre por la casa sin las esposas, a su antojo. Incluso se estaba encargando de las labores de jardinería relegando a Dominique de su cargo. Muchas noches la chica dormía en la celda de Gerard y recibía instrucciones de Elizabeth de que no fuese a molestarlos. Brigitte, Elizabeth y Gerard no tenían intención alguna de volver a Oxford, a pesar de que la casa en teoría estaba fuera del punto de vista de la policía. Se habían adaptado muy bien a la nueva casa, se pasaban el día en el porche y en el jardín.

Dominique parecía que estaba de más, no pintaba nada allí.

Tenía que hacer algo para terminar con esa situación, iban a acabar en prisión los dos. No entendía nada de nada. Elizabeth parecía había perdido la cabeza. Gerard no se comportaba como un esclavo, más bien al contrario lo encontraba muy crecido incomprensiblemente. No confiaba en absoluto en él, ni en Brigitte que lo apoyaba. Elizabeth estaba como aletargada apenas notaba su presencia. Era intolerable. Nadie le contaba nada de lo que estaba pasando. Su libertad pendía de un hilo muy fino.

Dominique no pudo aguantar más que lo dejasen de lado, se sintió olvidado, celoso del político que le había robado todo el protagonismo. Decidió actuar, en los días que había estado ausente, se había encargado de preparar un potente veneno mortal que si de aquella se antojaba necesario ahora se había convertido en imprescindible. Acabaría de una vez por todas con esa situación que iba día a día a peor.

Gerard sufriría un infarto después de la cena, sería una muerte limpia. Un hombre de su edad tenía altas probabilidades de sufrirlo después de toda tensión que había vivido. Ni Elizabeth ni Brigitte sospecharían, tenía que hacerlo antes de que las cosas se saliesen aún más de madre. No tenía mucho tiempo. Sabía de sobra lo que Gerard estaba haciendo con la complicidad de Brigitte y no se lo iba a permitir, todo lo contrario, por mucho que su ama que hubiese vuelto ciega de repente.

Aprovecho esa noche que Elizabeth no bajo a dormir con el inglés. Le bajo la cena, unas lentejas que había cocinado el propio Gerard ese mediodía y una botella de vino tinto de las que el había traído supuestamente de Francia. ¡Esto era el colmo! Dominique entro en la estancia de las celdas. Se encontró a Gerard tumbado en la cama viendo una película cómodamente. Lo miro de soslayo con desprecio, no mediaron palabra, ninguno de los dos se gustaban y no lo disimulaban. Dejo el plato humeante de lentejas con un par de mendrugos de pan y la botella de vino sobre la mesa. Se dio la vuelta y cerro la puerta asegurándose de que el candado estaba en buen estado. Pudo ver como Gerard se levanto y recogió una copa de la estantería para el vino, sentándose a la mesa.

Dominique salio de la celda con una muesca de satisfacción dirigiéndose a su habitación. Buenas noches Gerard Brown. Buenas noches para siempre.

Cuando llego al piso de arriba Elizabeth lo estaba esperando en la entrada. Tenía cara de pocos amigos —Dime Dominique ¿Que es lo que has hecho?.

—No entiendo ¿A que te refieres?. —Dominique se quedo perplejo de que Elizabeth pudiera sospechar siquiera algo.

—Sabes de sobra a lo que me refiero. —Los ojos de Elizabeth lo examinaban. Dominique no le pudo aguantar la mirada.

No. No tengo ni idea.

Mentiroso.

Brigitte saco una pistola y apunto a Dominique —Así que no sabes a lo que me refiero. Vamos los dos abajo ahora mismo—. El francés se quedo blanco, mudo ¿Como era posible que lo supiese que incluso sospechase algo?. La chica no estaba de broma, nunca la había visto así con el. Bajo al piso de abajo bajo la atenta mirada de Elizabeth que le clavaba el cañón de la pistola en su espalda. Bajo las escaleras consternado con su querida ama detrás sintiendo como empuñaba contra él el frío del cañón de la amenazante pistola.

Dominique adoraba a Elizabeth y también a Brigitte, lo eran todo para el. Les había entregado su vida, las protegía a las dos. Así era como le correspondían, poniéndole una pistola a la espalda con clara intención de apretar el gatillo. Desagradecidas. Llegaron a la celda de Gerard. Entraron ambos.

—Gerard sal de la habitación ahora mismo. —Ordeno Elizabeth en tono imperativo, alterada. El político que se había vuelto a tumbar en la cama sin probar la cena obedeciendo sus ordenes, salio de la habitación extrañado. Dominique estaba como blanco y Elizabeth tenía un revolver apuntándole. ¿Que estaba sucediendo?

—Siéntate a la mesa Dominique —El francés muy a su pesar obedeció—. Come. —Le ordeno con desprecio.

—Ya he cenado Elizabeth. No puedo comer más. —Dominique estaba hundido, su mundo se desmoronaba delante de el. Las lentejas envenenadas humeaban en el plato.

—No dejes ni una lenteja o te vuelo la cabeza ahora mismo. —Los ojos de la chica estaban inyectados en sangre.

—Elizabeth por favor. ¿Porque me haces esto?. —Dominique no alcanzaba a comprender como se podía haber enterado de sus planes.

—Sabes de sobra a que me refiero. ¡Cometelas!. —Su cara estaba fuera de si. Dominique lo estaba poniendo todo en peligro con su actitud. Lo estaba desobedeciendo una y otra vez, actuando a sus espaldas.

—No puedo. —Gerard de pie en el pasil o observaba la escena, no sabia que es lo que estaba pasando pero empezaba a intuirlo. La situación era mas que tensa.

Dominique tu elijes. No quiero apretar el gatillo pero lo haré si no te las comes. Espero que no hayas tratado de engañarme. Demuéstramelo. —La única forma de hacerlo, comerse las lentejas.

—Porque iba a engañarte Brigitte. Nunca lo he echo. Sabes que solo quiero lo mejor para los dos. —Que no me engañaba decía pensaba Elizabeth cada vez más encendida.

—Trae otra sil a Gerard. —Gerard recoge la silla de la otra celda y Elizabeth le pone las esposas en la espalda al propio Dominique. Elizabeth se sienta y le pone la pistola en la cabeza a Dominique que comienza a llorar—. Come ahora.

—Esto no esta bien Brigitte. Es Gerard no yo quien debe ocupar esta silla y llevar las esposas. Te esta engañando. ¿Es que no lo ves? ¿Que es lo que te esta pasando? No hablas conmigo y ellos se están apoderando de todo con tu consentimiento. Cuéntame lo que pasa.

—¡Cállate y come!. —Elizabeth coge la cuchara y se la pone en la boca a Dominique que la cierra—. No quieres comer veo. ¿Que es lo que has hecho? Dime ¿Que has hecho?.

—No he hecho nada Protegernos.

—¡Cómetelas! Lo vas a hacer aunque sea lo último que hagas. ¿Te crees que soy estúpida? ¿Que vas a engañar a tu ama? ¡Jamás!”. —Elizabeth le trata de abrir la boca al francés que se resiste. Finalmente consigue meterle la primera cucharada. El Francés llora, pero poco a poco se va comiendo el plato.

—Ahora sabremos si me has engañado o no. —Saco al francés de la celda de Gerard y lo metió en donde había estado Amanda. Quedando Dominique sentado en la sil a preguntándose cual efectivo sería el veneno y como es que habían llegado a esa situación.

Elizabeth estaba vigilando aparte de a Gerard y Brigitte a Dominique. No le estaba sacando ojo de encima y había descubierto sus planes. Le controlaba todo desde siempre, las cuentas, los movimientos de las tarjetas de crédito, las llamadas de teléfono, los correos, cualquier cosa que hacía Dominique, Elizabeth lo sabia. Lo conocía hacía seis años y sabía de sobra que le estaba ocultando algo. Se entero de las compras realizadas por medio de los extractos de su tarjeta de crédito y que le había mentido sobre su supuesto viaje a Francia. Nunca había ido a Francia. Pudo verlo entrando en la casa de Oxford a través de las cámaras conectadas a su portátil. Se imagino los planes que tenía el francés para Gerard.

Cuando Dominique volvió de su presunto viaje mintiendo como un bel aco sobre todo lo que había echo en Francia. Brigitte sabía que lo que había estado haciendo era un plan contra Gerard y no se lo iba a permitir.

300 libras gastadas en farmacias así lo indicaban.

¿Que es lo que pasa?. —Le pregunto Gerard a Elizabeth.

Creo que ha tratado de envenenarte. —Contesta la chica.

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