Elizabeth

Elizabeth


LA CALMA DESPUES DE LA TEMPESTAD

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Gerard buscaba la inspiración, para conseguir su objetivo, leyendo y hablando con Brigitte. Necesitaba saberlo todo. Brigitte era plenamente consciente de “su problema” y así se lo hizo saber a Gerard.

Necesitaba de su ayuda, el era su esperanza. La única persona en la que podía confiar, la persona que quería, la que tenía a su lado. No era sencillo para Brigitte pero trató de contárselo todo, poco a poco.

Empezó por los inicios:

Cuando era pequeña, como muchos niños tenía una amiga invisible. Me pasaba todo el día jugando con ella, sin saber que el a, no era como la de los demás niños: Me hablaba y tenía voluntad propia. Nos los pasábamos muy bien las dos, estábamos siempre juntas, lo compartíamos todo. Mis padres, que eran conscientes de la situación, con el tiempo se cansaron, que yo ya era mayor para tener una amiga invisible, que eso eran bobadas. Me prohibieron siquiera mencionar su nombre. Me castigaban si era así. Optamos yo y Elizabeth por mutuo acuerdo a negar su propia existencia; con el fin de no pasarnos todo el día encerradas, castigadas. Aunque por supuesto, seguíamos juntas a escondidas.

El rechazo de mis padres a Elizabeth. La irritó bastante, agrió su carácter, se sintió abandonada. Comenzó a tener maldad y se ensañaba con mis otros amigos. Yo trataba de pararla pero Elizabeth me chantajeaba y empezó a hacer cosas por su cuenta, en contra de mi voluntad. Por primera vez, no estábamos de acuerdo.

Se había enfadado conmigo, y yo me enfadaba con ella por sus constantes travesuras.

Me ponía muchas veces en situaciones comprometidas. Empece a ser castigada como resultado de sus actos con una cada vez mayor frecuencia. Mis padres no sabían que hacer conmigo. Hacía cosas que no eran normales como atar y pegar a mis amigos, beber mi propia pis. Cosas que no eran propias de una niña de 7 años. Sobre todo, era tremendamente rebelde hasta extremos insospechados. Con 10 años, mis padres me dieron por imposible y me enviaron a un lujoso y recto internado esperando que la situación mejorase con el paso del tiempo.

Si bien, a mi no me gusto en un principio, acabe adaptándome. A Elizabeth le encantaba, se veía libre para actuar sin el control de mis padres. Fue una época feliz para las dos, volvimos a ser amigas y aunque teníamos intereses diferentes, nos poníamos de acuerdo para conseguir lo que queríamos. Yo era muy aplicada en los estudios, y me gustaba la lectura. Cosa que no interesaba tanto a Elizabeth. ella era más de aprovechar el tiempo libre y mucho menos tímida y lanzada. Era mucho más social que yo.

La mayoría de los amigos de esa época eran de Elizabeth, tenía especial predilección por los chicos. Cuando se le metía uno en la cabeza no paraba hasta conseguirlo. A la edad de 13 años mantenía relaciones con tres chicos de la clase a los que tenía locos, así como otros dos de cursos superiores. Era la chica más popular del colegió. Yo no, ella lo era. Lo disfrutábamos las dos, todo nos iba muy bien: amistades, los estudios, todo. A la edad de 13 años empece a escribir y Elizabeth me ayudaba. Le encantaban mis escritos y a ella no se le daba mal tampoco.

Los veranos y las navidades las pasábamos con la familia. Elizabeth odiaba estar allí, no la consideraba su familia después de haber sido rechazada, yo era su única familia. Nuestra personalidad era ya tan diferente que Elizabeth tenía que mantenerse cal ada todo el rato para no llamar la atención de mis padres. A veces estallaba y se escapaba a ver a alguno de sus admiradores a escondidas, pudiendo por fin ser ella por un rato. Mis padres me castigaban severamente cuando volvía. Me encerraban en casa, pensando que era incorregible. Estaban al corriente de los escándalos con los niños en el colegio. Eramos demasiado populares.

Incluso un verano descubrieron una carpeta con fotos de sus admiradores, sus fans, como llamaba ella.Los manejaba a su antojo. Mis padres no salieron del asombro de lo que mostraban las fotos, asustados de lo que era capaz. Me mantuvieron castigada todo el verano y me cambiaron de colegio. Amenazándome de mandarme interna a un convento de seguir con ese comportamiento.

Eso fue un golpe definitivo a Elizabeth, teníamos 16 años. Tomó la decisión de escaparse de casa, me convenció y nos fugamos una noche a casa de un chico que acababa de empezar la universidad, amigo de Elizabeth, que vivía solo en una casa que había heredado de su abuela. Estuvimos allí tres semanas, hasta que nos descubrieron por un chivatazo de un amigo del chico.

Como resultado acabamos en un colegio de monjas internas, incluso durante el verano. No podíamos salir de allí si no era acompañadas de mis padres. Una auténtica cárcel, horrible. Eramos todo chicas para desilusión de las dos. Mi padre pago una cantidad extra para una monja de áspero carácter se encargase de que me realizase una vigilancia especial. Así fue y eso fue la gota que colmó el vaso. Elizabeth se vio impotente durante meses. Su vida se reducía a la mía de estudio y meditación hasta que un día.... un día estallo y decidió vengarse.

Esa noche se despertó con una sola intención, matar a la monja que no nos dejaba vivir. Lo planeo todo con detal e a escondidas de mi. Entro en la habitación de la monja mientras esta dormía y le corto las venas de ambos brazos en perpendicular con tal fuerza y profundidad que la sangre salía a borbotones. La mujer abrió los ojos entre gritos y allí estaba ella Elizabeth de píe. Le enseñaba los dientes – Muérete perra – Le decía.

Salió corriendo de la habitación mientras la monja trataba desesperada de cortar la hemorragia angustiada de ver su sangre saliendo en tales cantidades. Nada pudo hacer antes de que pudiese salir corriendo a pedir ayuda cayo desplomada. Elizabeth había vuelto ya a su cuarto, había realizado su primer asesinato y lo había disfrutado mucho más de lo que imaginaba. Luego llegarían otros.

Gerard escuchaba con silencio las historias que Brigitte le contaba. Sentía escalofríos con los relatos de Brigitte, la información era valiosa para tratar de curarla pero lo que oía le hacía estremecerse. Cuanto más supiese de ambas más fácil le sería controlarlas. Tenia que comprender, no solo a Brigitte sino también a Elizabeth, si es que quería curarla. Aplacar su ira indómita.

No sentía ninguna clemencia por Elizabeth, es más por su pensamiento lo único que pasaba era hacerla desaparecer para siempre. Tanto el como Brigitte eran sus victimas, tenía que detenerla y ayudar a Brigitte.

Tenia que hacerlo, Brigitte le había salvado la vida, sacrificando la suya propia. ¿Que mas le podía pedir? Eso 203 lo impresiono mucho, el abrazo que se dieron, como le pidió ayuda. Como iba a negarse a ayudarla.

Había oído hablar del síndrome de Estocolmo pero no era eso. La persona que lo mantenía cautivo no era la misma de la que se había enamorado. A las noches mientras Brigitte dormía, el revisaba sus escritos. Había cosas maravillosas, era una gran escritora. Rebuscando entre sus escritos Gerard encontró un cuaderno antiguo en donde Brigitte había echo anotaciones a modo de diario de su época de estudiante en París.

Ella dormía a pierna suelta. Ajena a que Gerard había encontrado uno de sus diarios. Aprovecho la ocasión para ir a recoger el pequeño cuaderno que había metido entre las paginas de otro libro y lo abrió.

París 17 Abril 2006

Ha vuelto a suceder. No se que hacer, va a peor, cada vez es más frecuente. No puedo soportarlo más.

¿Acaso me he vuelto loca? No puedo creer lo que pasa por mi cabeza. ¡No soy yo, no soy yo!.

Hoy se ha burlado de mi. Me ha retado, y se ha salido con la suya. Me ha puesto en ridículo. No me veo capaz de volver a la facultad. ¿Que habrán pensado todos mis compañeros? La cara que puso el profesor.

¡Dios mio, me tomaran por loca!.

Es probable que me expulsen de la universidad. Otra alegría más para mis padres, que más da. Me odian.

No quiero verlos, piensan que soy un mala persona, se han desecho de mi. Nunca han comprendido lo que me pasa.

Me avergüenzo solo de pensar lo que he echo. Ha sido tan inesperado, impredecible, cuando me di cuenta, había sucedido. Es cosa de ella de la maldita Elizabeth, nunca me dejara tranquila. Ahora apenas habla conmigo, lo que quiere es tomar el control, hacerme desaparecer. Arruinar mi vida y vivir la suya propia.

Estaba hablando y riéndome con Rodrigo en medio de la clase de arte clásico y el aburrido del profesor Moriarte nos llamo la atención. Como en el es habitual, me llamo para que bajase al encerado y compartiese aquello tan gracioso con el resto de los compañeros.

Baje avergonzada, pensando que podría decir para salir del paso de la manera más digna posible. allí de pie sobre la tarima nerviosa, el profesor me repitió de nuevo que lo compartiese con los demás. Que la clase estaba resultando, al parecer, demasiado tediosa. Notaba como mis mejillas se enrojecían y la mirada de todos mis compañeros fija en mi. Busque la complicidad de Rodrigo entre la abarrotada clase. Entonces,  sucedió. Ni siquiera tuve opción a abortarlo, fue cosa de dos segundos.

Cuando me di cuenta ya me había bajado las bragas debajo de la falda y estaba meando abundantemente sobre la tarima ante la mirada estupefacta de mi profesor y el resto de los compañeros. El ruido de mis fluidos golpeando con fuerza la madera y el charco que se iba extendiendo abundante a lo largo de la tarima. Aún no se como pude echar tal cantidad de líquidos pero no podía parar. La risa que surgió de mi boca y como mi compañeros al unisono estal aron en una carcajada general que rompió el silencio que se había formado.

No era yo, no era yo, lo se. Yo no hice eso, jamás se me ocurriría tal cosa. La cara de Moriarti, asombrado. El no reía. Y yo que no podía parar de mear, jamás en mi vida había meado tanto. Mis lagrimas recorriendo mis mejillas, la cara que se les quedo a todos.

Por fin deje de mear, me quede petrificada por lo que acababa de hacer. Avergonzada. Salí corriendo de la clase, a punto estuve de caerme en mi precipitada carrera.

La voz en mi mente que me decía: —Somos geniales, no es así ¿Brigitte?.¡Contéstame niñata!. Menuda cara que se le ha quedado al idiota. ¿La has visto verdad? Quería reírse de nosotras. Que se atreva a llamarnos de nuevo. JAJAJAJA.

—Déjame de una vez, desaparece. No existes, no eres nadie. —Le conteste.

—Somos dos, chica recuerda, somos dos. Tu y yo para siempre,. Podemos hacerlo juntas. Siempre has sido tan terca, tan inocente. Me necesitas y lo sabes.

—Desaparece de una vez.

—¿Desaparecer? ¿Quien te has creído que eres? Todo lo contrario, tengo ganas de hacer cosas, nos vamos a divertir tu y yo. París es fantástico, solo que tu me aburres con tu insulsa vida. Eso se acabo, ha llegado mi momento.

Esa voz me aterra, es como si hubiese alguien dentro de mi. No lo puedo controlar. Cada vez que aparece, algo malo me pasa y su presencia es más frecuente. Tengo la impresión de que quiere tomar el control de mi vida.

Me han llamado por teléfono. Rodrigo y varios números que no conocía. Varios mensajes. No se si podre volver a clase, que puedo decir. No es fácil. Pero eso no es lo peor. Tengo miedo, algo malo va a pasar, lo presiento. No se como pararlo, pero esta por venir y va a ser algo grave. Esos sueños recurrentes no me gustan nada, son como premoniciones, no son míos.

Mañana no iré a clase. No se si podre volver jamás. ¿ Que es lo que me esta pasando?

París 14 de Mayo 2006

He vuelto a salir a la calle. Hacia 10 días que no lo hacía. Necesitaba respirar, me estaba volviendo loca, no podía seguir así. Me sentía culpable por todo lo que había sucedido el pasado fin de semana. No tengo fuerzas para escribirlo. Necesito ayuda. No fue un sueño, fue real. Lo recuerdo todo, pero no era yo, o ¿Si fui yo? Algo me empujo a ello y se de sobra quien ha sido.

Hacia días que estaba encerrada en mi pequeño apartamento, con las ventanas cerradas, la luz apagada.

Sola a oscuras, con miedo, pánico a que cualquiera pudiese visitarme pero nadie vino. El teléfono desconectado durante casi todo el día, comiendo gal etas y las pocas frutas que tenía. Hasta que por fin, había agotado toda la despensa de mi pequeño apartamento. Pero no fue eso lo que me empujo a salir de allí, fue el tabaco. También había acabado con el maldito tabaco, eso fue lo que me impulso a salir de mi letargo.

Salí a la calle y camine durante horas eludiendo las calles más transitadas. No quería encontrarme a ningún conocido no estaba preparada para ellos, las cosas habían ido demasiado lejos. Quería seguir estando a solas. Hacia semanas que no me llamaba nadie, no los culpo, jamás contesto el teléfono y solo lo encendía para comprobarlas las llamadas que jamás devolvía. La universidad empezaba a ser solo un recuerdo para mi. Tantas ilusiones que tenía y ahora la había abandonado. ¿Sería capaz de volver? Podría presentarme a los exámenes, conseguir los apuntes, tratar de salvar el año. Todo había ido muy bien hasta el mes de abril, desde entonces nada podía ir peor.

Me enfrente por fin a las calles de París. La primavera lucía en esplendorosa, el olor de la ciudad había cambiado en las últimas semanas. El frío se había disipado, todo parecía tan de postal. Caminaba sin destino atravesando los parques y plazas que encontraba en mi camino durante horas. Sentándome largos ratos en alguno de los bancos, disfrutando de los primeros rayos de sol en mi cara en muchos días. Viendo a las parejas pasear de la mano, los niños jugando, todos parecían tan felices.

El aire me sentó bien, me olvide de mi realidad, no pensaba en nada. Caminaba y escuchaba una y otra vez las mismas canciones de Nina Simone. La letra de Sinnerman retumbaba en mi mp3 y yo con la mirada perdida agotada apoyada en la pared de un viejo edificio escuchando: ¡Por favor ayúdame Señor! Así que corro hacia el Señor. Por favor, ayúdeme Señor. ¿ No me ves rezando?¿No me ves aquí abajo rezando? Pero el Señor dijo “ Ve hacia el diablo” Dijo que fuera hacia el diablo. En ese día. Así que corría hacia el diablo, me estaba esperando.

Gire la vista y vi la iglesia de Saint Eustache. Hacía mucho no entraba en una iglesia, me imponía respeto después de lo que había pasado. La letra de la canción me dio una idea, entré y me senté en uno de los bancos. Rece como creyente que no era. En esos momentos quería de nuevo creer en mi abandonada religión católica. Necesitaba redención. Pedí perdón por lo que había echo, de rodillas en el banco, por todo lo que quería hacer

Por otro lado, no sabía si era culpable, era como si yo no lo hubiese echo. ¿Como iba a poder yo hacer algo así? Jamás haría algo así, no me pasaba por la cabeza. Pero lo hice, sin duda fui yo. Pedí perdón, perdón y ayuda, esto último era lo que más necesitaba. Me sentía culpable, a fin de cuentas habían sido mis manos las que habían ejecutado la atrocidad. Lo recordaba con detalle, parecía un sueño, una pesadilla, me atormentaba el alma. Me había obligado a verlo todo como si fuese yo la autora.

Una mujer salía del confesionario, lo mire con recelo. Hacia mucho no me confesaba. Tenía mucho que decir, mis anteriores pecados eran los inocentes de una pequeña niña. Esta vez no era así. Entre en el y me arrodille compungida. Pude escuchar la respiración de un hombre, que me miraba desde ellotro lado del confesionario. No dije una palabra.

—Ave María Purísima. —Dijo el hombre pausadamente, esperando que rompiese mi silencio. Me tome unos instantes antes de hablar, me caían las lágrimas.

—Padre, no se como empezar. Hace mucho no me confieso. He hecho algo muy grave, por eso estoy aquí...

No se si debería decirlo. —Me calle, no era capaz de confesar semejante atrocidad - Lo siento. No puedo, me voy, perdoneme....—. Me incorpore con la intención de irme, no había sido una buena idea. Me sentía peor incluso que antes.

—No te vayas chica. Dios es misericordioso. Tranquila, relájate, quédate aquí, este es un lugar de paz.

¿Cuando fue tu última confesión?.

—Era una niña aún..... —Conteste apesadumbrada.

—Tendrás mucho que decir. No te preocupes, tenemos tiempo.. Siéntate por favor. —Su voz denotaba paciencia, comprensión, me dio la confianza que necesitaba.

—Me preocupa una cosa Padre. —Podía hablarle de la voz ¿Sería capaz de contárselo todo? ¿Que consecuencias tendría para mi? Respetaría el secreto de confesión. Las dudas me venían a la cabeza. Se precavida me decía a mi misma.

—Dime ¿Que te preocupa?. —El Padre, al contrario que yo, iba directo al grano.

—Tengo malos pensamientos Padre. —Rompí a llorar.

—Mucha gente tiene malos pensamientos. Es parte del ser humano, todos los tenemos a veces. Cálmate, no llores. Cuéntame que es lo que te pasa. —El padre notaba a la chica muy agitada, nerviosa, incapaz de sincerarse con el.

—No como los míos. He echo algo horrible, padre. En realidad no he sido yo, algo me impulso a hacerlo.

Recemos juntos: Yo confieso ante Dios Todopoderoso y ante vosotros, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión: por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mi ante Dios, nuestro Señor. Amén.

Puedes contarme chica. Te escucho.

No puedo padre. Es algo muy grave. Necesito ayuda, no quiero volver a hacer daño.

¿Que es lo que te preocupa tanto chica? Dime.

Mis malos pensamientos.

Dime que es lo que piensas.

Cosas malas.

¿Como que?.

No soy yo padre, esa voz dentro de mi me esta diciendo ahora mismo.

Estúpida que haces aquí.

Mata a ese farsante, es un mentiroso, no es nadie. Nos va a arruinar la vida. Sal de aquí.

¿Pero hija? ¿ Que me estas diciendo? ¿De verdad quieres matarme?

Yo no padre. Pero hay alguien dentro de mi que disfrutaría haciéndolo.

No llores muchacha. Tu no quieres matarme ¿ Verdad que no? Yo se que no quieres hacerlo.

No quiero Padre. No quiero, aunque es probable que lo haga. Por momentos noto que me gustaría hacerlo, que estoy decidida a ello. Parte de mi lo quiere.

¿Porque dices eso? No te comprendo.

El demonio que llevo dentro si quiere y cada vez tiene más ganas. Es mas me incita a que sea yo quien lo haga.

¿ Crees que tienes un demonio dentro?

No se padre. Necesito ayuda, por eso he venido. Hay alguien dentro de mi, me habla y me hace hacer cosas o las hace el a, cuando no cumplo sus deseos, a veces a escondidas de mi y otras veces me las restriega por la cara. Me chantajea, abusa de mi, quiere dominarme. ella no quiere estar aquí contigo. Me esta insultando, se esta burlando de mi y de ti ahora mismo. Se ríe de nosotros.

Dice que estoy haciendo el ridículo.

Recemos juntos, repite conmigo: En ti Señor, mi corazón se regocija, en tu nombre mi fuerza es mayor. Ahora puedo burlarme de mis enemigos porque me regocijo en tu salvación. Cómo quisiera que me des tu bendición, que ensanches mi territorio, que tu mano esté conmigo y que me libres del mal, para que no sufra yo ningún daño. Amén.

Me sigue hablando padre.

No la escuches.

No puedo evitarlo. Trato de no prestarle atención pero eso no es suficiente.

No le hagas caso, ignórala.¿Que es aquello tan grave que querías confesar?.

No es tan sencillo Padre. A veces es como si esa voz tuviese el control de mi cuerpo, no soy muy consciente de lo que hace, pero lo hace. El otro día lo vi todo, me fui con un chico. Dormí con el......

Chica, no te martirices tanto. Dios sabe perdonar. —Resopla el cura aliviado

.

Eso no es lo que quiero confesar padre. Cuando me desperté....... El chico, estaba muerto a mi lado.

¿Muerto? Explícate. ¿Que es lo que paso? —Pregunta el confesor alarmado.

Estaba atado a la cama con cuerdas que yo misma hice con la funda de la almohada y tenía un cuchillo de cocina clavado en el corazón. Fue esa voz quien lo hizo, se apodero de mi. Yo lo vi todo y no pude hacer nada para evitarlo.

¿Es cierto lo que me estas contando? Ave María purísima.

¡Ojala no lo fuese padre! No me entregaras a la policía, ¿verdad? Padre. No debí decirlo. Ahora se ha enojado mucho conmigo Padre. Me dice que pagare muy caro lo que acabo de hacer.

Quedara entre nosotras hija. El sigilo sacramental es inviolable, debemos hablar sobre ello más detenidamente. Necesito beber un paso de agua. Recemos un padrenuestro juntos.

Si padre. —Ambos rezan un padrenuestro, mientras el padre se preguntaba si lo que le decía la chica era verdad. Miraba a través de las rendijas del confesionario buscando algún grupo de jóvenes.

Pensando se trataba de una broma, no sería la primera vez. No había nadie, la chica parecía que se derrumbaba a la vez que rezaba el padrenuestro.

Espera aquí chica. Tenemos que hablar sobre este asunto esas voces. Como se llama el chico.

Antoine. Lo había conocido esa noche en la discoteca, se apel ida Larre eso lo supe por la noticias.

Encontraron el cadáver la semana pasada. —Lo había echo, lo había contado todo. La maligna voz retumbaba en su cabeza, parecía que se había vuelto loca por su confesión. Le decía que se iba a arrepentir de contarlo todo.

¿Te arrepientes de ello?

Por supuesto padre. Pero la voz no se arrepiente, quiere más. Disfruta con ello.

¿La voz es un demonio?

No lo se padre. Es una mujer, siempre ha estado conmigo. Es mala, no es como yo. Necesito sacarla de mi mente Padre. No va a parar, y quiere que yo la ayude. Trata de obligarme por todos los medios a que haga lo que me dice.

Tengo que pensar hija que podemos hacer. Quiero ayudarte. Ven mañana a verme, después de mi misa a las diez de la mañana. Aleja a esa voz de tu mente y no hagas nada malo, no la escuches, no le contestes, descansa. Quédate en casa hasta que vuelvas mañana.

Vendré padre. ¿ Crees que podrás curarme?

Haré todo lo posible. —El padre pensaba en buscar en los periódicos las noticia de la muerte del chico. Comprobar si era verdad lo que le estaba diciendo.

Salí del confesionario, deshecha. Acababa de confesar un asesinato. ¿Habría echo lo correcto? No me podía guardar eso para mi sola, buscaba apoyo, de verdad lo necesitaba. ¿A quien sino podía acudir? Salí en dirección a casa, cogí el metro y me quede dormida.

Cuando me desperté. No estaba en el metro estaba en mi habitación con la luz apagada. No recordaba como había llegado a casa. Otra de mis lagunas de memoria. No tenia ni idea de la hora que era, tenía un fuerte ardor de estomago. Encendí la luz de la habitación, estaba todo hecho un desastre. Había una botella de vodka encima de la mesilla prácticamente vacía, la cajetilla de tabaco acabada. Estaba semidesnuda no recordaba lo que había pasado.

Me puse en píe en dirección al baño. Todas las cosas de mi escritorio estaban esparcidas por el suelo. Como si alguien las hubiese arrojado de un manotazo. En su lugar había un sobre y mi cámara polaroid. Cogí el sobre extrañada, ¿ Quien había estado allí?

Dentro del sobre había una nota doblada y otro sobre cerrado. Abrí la nota: 

Es mejor que me obedezcas.¿No crees?. Que significaba eso, tenía un muy mal presentimiento. Me dispuse a abrir el sobre. Las manos me temblaban, que demonios había pasado allí. Había tres fotos dentro. Mi alma se me cayo a los píes. La primera foto era del confesionario donde había estado esa misma tarde, la segunda foto era la del padre con el que había hablado era un primer plano de su cara amordazada, la tercera era la del padre muerto en el suelo en medio de un charco de sangre con el cuello cortado de lado a lado. Lo había degollado.

Quise morirme, me desfallecí desplomada en el suelo. Lo había echo otra vez.

EL ENVENENAMIENTO

Al cabo de cinco días, Dominique volvió a la casa de Brigton. Los días posteriores fueron tensos. Gerard volvió a su celda a regañadientes. Dominique estaba cada vez más molesto con la relación de Brigitte y Gerard. No comprendía como Elizabeth podía permitírselo y esta ultima apenas hablaba con el, seguía enfadada por el asunto de Norfolk. Estaba poniendo en peligro todo el plan.

Gerard se movía libre por la casa sin las esposas, a su antojo. Incluso se estaba encargando de las labores de jardinería relegando a Dominique de su cargo. Muchas noches la chica dormía en la celda de Gerard y recibía instrucciones de Elizabeth de que no fuese a molestarlos. Brigitte, Elizabeth y Gerard no tenían intención alguna de volver a Oxford, a pesar de que la casa en teoría estaba fuera del punto de vista de la policía. Se habían adaptado muy bien a la nueva casa, se pasaban el día en el porche y en el jardín.

Dominique parecía que estaba de más, no pintaba nada allí.

Tenía que hacer algo para terminar con esa situación, iban a acabar en prisión los dos. No entendía nada de nada. Elizabeth parecía había perdido la cabeza. Gerard no se comportaba como un esclavo, más bien al contrario lo encontraba muy crecido incomprensiblemente. No confiaba en absoluto en él, ni en Brigitte que lo apoyaba. Elizabeth estaba como aletargada apenas notaba su presencia. Era intolerable. Nadie le contaba nada de lo que estaba pasando. Su libertad pendía de un hilo muy fino.

Dominique no pudo aguantar más que lo dejasen de lado, se sintió olvidado, celoso del político que le había robado todo el protagonismo. Decidió actuar, en los días que había estado ausente, se había encargado de preparar un potente veneno mortal que si de aquella se antojaba necesario ahora se había convertido en imprescindible. Acabaría de una vez por todas con esa situación que iba día a día a peor.

Gerard sufriría un infarto después de la cena, sería una muerte limpia. Un hombre de su edad tenía altas probabilidades de sufrirlo después de toda tensión que había vivido. Ni Elizabeth ni Brigitte sospecharían, tenía que hacerlo antes de que las cosas se saliesen aún más de madre. No tenía mucho tiempo. Sabía de sobra lo que Gerard estaba haciendo con la complicidad de Brigitte y no se lo iba a permitir, todo lo contrario, por mucho que su ama que hubiese vuelto ciega de repente.

Aprovecho esa noche que Elizabeth no bajo a dormir con el inglés. Le bajo la cena, unas lentejas que había cocinado el propio Gerard ese mediodía y una botella de vino tinto de las que el había traído supuestamente de Francia.

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