Elizabeth

Elizabeth


Portada

Página 5 de 22

El comisario leyó la misiva con sorpresa. Cuando acabo de leerla, su cara tenía otra expresión, muy diferente, que se acercaba mucho más a la que tenía Moles en esos momentos.

—Esto da un giro a todo Moles. No sé que pensar. —El texto que acababa de leer, había perturbado al comisario. Se salía de lo habitual, adentrándose por un terreno oscuro que no estaban acostumbrados a pisar.

—Creo que es verídica. La escribió Gerard Brown. La escritura coincide, la firma también. Es mi opinión. La del perito calígrafo, la tendremos enseguida. —Dice Moles esperando una respuesta de Thompson. Tenían costumbre de complementarse en casos difíciles. No era la primera ocasión, en el que uno de los dos, conseguía encontrar el camino a seguir en una investigación en la que el otro se encontraba estancado. Sus maneras de pensar eran muy diferentes, lo habían convertido en una ventaja.

—Eso nos confirmaría un secuestro. Un pequeño avance. —Miro a Moles, sabiendo que después de las semanas pasadas parecía ridículo que poder afirmar que se trataba de un secuestro era un avance. En realidad lo era.

—No es mucho, la desaparición voluntaria la habíamos descartado. Al menos, sabemos que no sufrió un accidente eso sí. —La posibilidad de un accidente de tráfico siempre le había rondado por la mente. No era la primera vez que alguien hacia desaparecer a las victimas de un accidente.

—¿Lo saben sus hijos?

—Aún no. Cuando tenga el informe del perito calígrafo los llamaré si es positivo.

—Les dará esperanzas. Eso esta bien.

—Han estado en mi casa comisario. No sé si tomármelo como una amenaza.

—Sí. Lo tengo claro. ¿Cree que puede ser algo personal contra usted?. —El comisario sabe que Moles se ha ganado unos cuantos enemigos peligrosos a lo largo de su carrera, varios de los cuales estaban en paradero desconocido, con la amenaza que ello suponía.

—No lo descarto. Aunque no creo sea así. El caso se me asignó arbitrariamente, podría tenerlo cualquier otro. —Al menos, eso es lo que quería pensar.

—Es posible. —Se toma una pausa para pensar—. La televisión Moles. El captor te ha visto en la televisión y se ha dirigido a ti directamente. Lo ha echo por que eres la cabeza visible de la investigación.

—Eso lo veo más probable. —En parte Moles se sintió aliviado por esa afirmación. A fin de cuentas, el tenia dos niños pequeños. Se sintió vulnerable.

—¿Sabes lo que quiere el captor?. —El comisario puso su cara de que tenía algo en mente.

—No ha pedido nada hasta ahora. ¿Qué puede querer?. —Moles ansiaba saber la respuesta.

—Por lo de ahora quiere una cosa, Moles. Reconocimiento, decirnos que esta ahí y que es mejor que nosotros. Que espabilemos, que lo estamos aburriendo.

—¿Solo eso? Secuestrar a un político de primer nivel solo por eso. No sé, la verdad. —El razonamiento de Thompson, sin embargo, parecía lógico. Aunque esa lógica solo tenia lugar en una mente perturbada. Eso lo conocía muy bien. No era el primero que se encontraba.

—No sabemos si ha sido solo por eso. Lo que sí sabemos, es que quiere se le reconozca. Si es así, no estamos ante el habitual criminal.

—Creo que tiene razón Thompson. Cada vez el caso sale menos en las noticias, quiere reactivarlas.

Quiere verse de nuevo en las portadas de los periódicos. Posible psicópata.

—Pediremos un informe de los casos de psicópatas más relevantes de los últimos años. Nos centraremos en aquellos no resueltos, y los que han salido a la calle. Pondré a trabajar al equipo en ello ipso facto.

—La lista puede ser muy extremada. —Moles suspira, le esperan horas de trabajo en el despacho—.

Solicitaremos perfiles de psicópatas a la unidad de informática. Algo que nos de una pista y nos ponga en la dirección correcta.

—Podría ser un criminal virgen. Estar en su primer golpe o quizás no ha sido atrapado nunca.

—Tengo una idea comisario, el original ha sido enviado a balística, enseguida tendremos algo desde el laboratorio. Estoy seguro no habrá dejado ninguna pista que pueda facilitar su paradero. No cometerá ese error. Lo ha planeado muy bien. Pero lo vamos a decepcionar, ni una palabra de la felicitación. Lo obligaremos a contactar de nuevo.

—Parece arriesgado.

—Digamos que soy un policía que no mira su correo a diario, ¿Qué hay de extraño?. Quiero obligarlo a contactar de nuevo. Esta vez estaré preparado, lo obligaremos a tomar riesgos.

—Puede pensar que le preparamos una trampa, y actuar en consecuencia. —Le advierte el comisario, levantado su dedo indice de la mano y dándole una palmada en el hombro a Moles.

Alguien l ama con los nudillos nuevamente a la puerta y se abre. La comisaria al completo esta detrás cantándole cumpleaños feliz al Inspector Moles. Este se levanta sorprendido, su cumpleaños lo había olvidado de nuevo, no era el mejor momento. Thompson abre los pasteles. Moles sale de la tensión que llevaba esa mañana y se relaja con los compañeros disfrutando de los pasteles y el café caliente.

Solo puede esperar por los resultados y disfrutar del almuerzo. No dice una palabra de las novedades. No quiere dar pasos en falso, cautela, no sabia a donde iba el caso del parlamentario. Necesitaba ser sigiloso para encontrar una pista que le conduciese a Gerard Brown. Su secuestrador, parecía que sabia muy bien a donde se dirigía y lo había convertido en algo personal.

Eso ha sido un error seas quien seas Se dijo a si mismo con contundencia.

¿Serian varios? Nunca le había pasado algo parecido. Los criminales escapaban de él, no acudían a su encuentro. Por un momento se sintió una victima y en su día de cumpleaños.

12:00 AM. Clarice se encontraba trabajando en la oficina cuando le sonó el teléfono móvil. Reconoció enseguida el teléfono del Inspector Moles. Era la primera vez que la llamaba en la última semana. Su corazón dio un vuelco ante la llegaba de noticias.

Clarice soy Moles.

Dígame Inspector que sabe.¿ No le habrá pasado nada malo a mi padre verdad?. —La chica no pudo evitar llorar, se había imaginado lo peor.

Lo que le puedo decir es que su padre esta vivo. Llamé a su hermano y acudan a la comisaría. No comenten nada a nadie. Es necesario el más absoluto silencio. Esto es extraoficial y es importante.

Clarice colgó el teléfono, resopló aliviada. Eran buenas noticias, no las que ella esperaba pero al menos sabia que su padre estaba vivo. Confiaba en Moles. Se levantó como un resorte de su mesa y salió directa al garaje ante la mirada atenta de los otros trabajadores que intuían novedades en la desaparición de su padre. Nadie se atrevió a preguntarle nada; su jefe la miró con gesto de aprobación, deseándole suerte con la mirada. Clarice lo saludó, abandonando con premura la oficina.

12.40 A.M. Clarice y Edward entraban en el despacho del Inspector, Moles y Thompson sentados al otro lado de la mesa, los dos hermano toman asiento en las sillas de cuero negro.

Moles entrega una copia de la felicitación a los dos hermanos, sin decir una palabra, Edward la lee en voz alta.

Felicidades Moles. Le deseo pase un feliz día de cumpleaños.

Ustedes son mi única esperanza. Dígales a mis hijos que los quiero.

Firmado Gerard Brown

Clarice rompe a llorar. Edward toma la palabra emocionado.

Es la letra de mi padre, estoy seguro. Esta vivo.

Si lo es. —Dice Clarice – Aunque, no parece él escribiendo. Me refiero a lo que dice—. Puntúa la chica.

El comisario responde —Lo ha escrito su padre confirmado por perito calígrafo, no hay duda al respecto. Alguien se la ha dictado, su captor. Obligándole a escribir esta felicitación. Lo único que probablemente haya escrito su padre por su propia voluntad es: Dígales a mis hijos que los quiero.

Esto implica cierta relación con su secuestrador, me refiero al menos hay algo de comunicación. Esto es bueno.

—¿Pero quien querría secuestrar a mi padre? ¿Por qué?.

Eso un misterio, no tenemos muchas pistas, únicamente esta felicitación. Paso a paso chicos—.

Responde de manera paternal el comisario.

Moles toma la palabra —Es muy importante que nada de esto llegue a los medios. Se han comunicado con nosotros. Conmigo concretamente. Saben donde vivo, cuando es mi cumpleaños, es inquietante. Hemos instalado esta mañana cámaras camufladas en mi vivienda. Si vuelven a pasarse por mi casa, los tendremos. Por lo que es muy importante mantener el silencio. No quiero que sepan que he recogido su mensaje. Quiero forzarlos a ponerse de nuevo en contacto conmigo.

La próxima vez estaremos preparados¿ Comprendéis? Los haremos salir de su escondite, y rescataremos a su padre.

¿Pero quienes son? ¿Qué móvil tienen? ¿Por qué no solicitan rescate? ¿Serán terroristas?—.

Replica Edward —No son terroristas. Lo hemos descartado. No hay ningún móvil religioso, ni siguen sus procedimientos. No han solicitado rescate hasta ahora, aunque creemos podrían hacerlo en cualquier momento—. Responde Moles.

Su padre ¿Tenía algún enemigo?. ¿Alguien que se os ocurra que quisiese hacerle daño?. —Pregunta Thompson - Mi padre tenía adversarios políticos pero enemigos no. Con rotundidad no. Nadie que yo pudiese nombrar sería capaz de algo así. Ni jamás he visto a mi padre preocupado por algo semejante—. Dice Clarice.

Es cierto. No puede ser nadie que conozcamos. —Confirma su hermano.

Piensen sobre ello con detenimiento. Cualquier cosa del pasado. Consúltenlo con su madre, quizás se le ocurra algo.

Esta bien. La iremos a ver esta tarde. —Responde la chica con cara de confusión.

Iré a visitarla mañana. Buscamos un móvil. Todo secuestro tiene un móvil. Tenemos que conocerlo para avanzar. —Dice Moles.

¿Corre peligro la vida de nuestro padre?. —Dice asustada Clarice.

Lo necesitan vivo para lo que sea que lo han secuestrado. Os mantendremos informados. Son buenas noticias chicos. Hemos descartado el accidente y la desaparición voluntaria. Sabemos que esta vivo y que han empezado a ponerse en contacto.

Los chicos se retiran. Se cruzan con los de laboratorio que estaban esperando su salida. Habían encontrado una huella de Gerard Brown en el sobre en el que estaba introducida la felicitación. Estaba confirmado, ninguna otra huella, ninguna otra pista. La felicitación podía haber sido comprada en cualquier lugar del país e incluso del extranjero. No sacaron ninguna información que les pudiese ayudar.

Moles cogió la felicitación, la observo en su mano intrigado, pensando. La abrió de nuevo escuchando la exagerada risa del payaso con los dientes afilados que salía en la portada.

—Alguien se esta riendo de nosotros y lo está disfrutando. Se cree que nunca daremos con ello ellos.

Nos reta. Jugaremos, es nuestra mejor baza. El móvil. Esa es la clave..

—¿Quién querría secuestrar a un parlamentario?. —Dice Thompson.

EL ACCIDENTE

El noticiero deportivo abrió con las imágenes del coche del nuevo jugador del Chelsea, estrellado en un acantilado en la costa oeste de Gales. La reportera Anna Wood, relata la noticia desde el lugar del accidente.

El nuevo jugador del Chelsea, Miguel Parera, reciente fichaje del mercado invernal, ha sufrido un desgraciado accidente la noche pasada. Su coche se ha salido de la carretera y precipitado por el acantilado, cayendo al mar desde una altura de 70 metros a una zona rocosa e inhóspita.

Al parecer, el coche circulaba a alta velocidad por un camino de tierra y se ha despeñado incomprensiblemente por el acantilado. La policía piensa que ha sido una imprudencia temeraria del joven jugador, que posiblemente haya acabado con su vida. Se desconocen las causas de porque se había dirigido a esta zona.

El futbolista, no ha aparecido. Las posibilidades de que haya sobrevivido al impacto, son prácticamente nulas. Un dispositivo de búsqueda esta rastreando la zona, siete buzos y dos helicópteros buscan el cuerpo del joven jugador que podría aparecer en cualquier momento. Es un día triste para el fútbol. Toda la plantilla del Chelsea se haya consternada por el hecho, los familiares del jugador se han desplazado a Londres, esperando acontecimientos. Anna Wood les seguiremos informando desde Gales.

Elizabeth cenaba sola en el salón de la mansión, atenta al televisor. La noticia del accidente de Miguel ya ocupaba los titulares de los telediarios. Todo marchaba de acuerdo con el plan, era de nuevo famosa. No se hacía mención de la policía, por lo que no tenían indicios del crimen, tal como ella había planeado. No les iba a facilitar las cosas. No quería se relacionase de ninguna manera con la desaparición del parlamentario. Jugaría sus cartas con maestría para darles un buen golpe.

Por otro lado, estaba molesta. No había aparecido ninguna novedad en cuanto al caso de Gerard Brown. 

¿Es qué el Moles no había recogido su felicitación? Se imagino el sobre todavía en el buzón de correos del Inspector. Frunció el ceño indignada, ¿Cómo podía ser tan descuidado de no abrir el buzón el día de su cumpleaños?. La había decepcionado, el impacto de su felicitación no sería el que ella hubiese deseado cuando la recogiese del buzón. Esperaría acontecimientos, antes de ponerse de nuevo en acción. No se iba a precipitar, tenía otras ideas brillantes en la cabeza.

Por lo de ahora, seguiría con el adoctrinamiento de Gerard y de Miguel. ¡Ahí ese español! Era muy guapo, una captura excepcional. Aunque tenía un pero, no colaboraba en absoluto. Se estaba empezando a aburrir de él. Le había reducido las dosis de drogas y era aun peor.

Rebelde por naturaleza pensó, no había visto nada igual.

Pensándolo bien, había conseguido grandes avances con Gerard gracias a él. La violencia con que se estaba empleando con el español, había suscitado cambios importantes en la conducta de Gerard. Un cambio vital, que venía fraguándose en él a lo largo de los últimos días. Se mostraba dispuesto a colaborar, aunque ella no se fiaba demasiado, podía fingir. De hecho, era lo que le convenía. Lo tenía por un hombre inteligente; obviamente lo era. En acecho, esperando un descuido, su oportunidad. Esa idea le hizo gracia ¿Le daría una oportunidad? ¿Por qué no? Podía hacerlo, le gustaba jugar. Las reglas las ponía ella; si quería una oportunidad se la iba a dar y sería más pronto de lo que se imaginaba.

Era una experta en psicología, siempre le había atraído esa rama. Es más, se había convertido en una exploradora de los límites de la mente humana. Una innovadora, se decía a sí misma. Ese era su tema preferido sobre el que escribir. Gerard, al igual que Miguel le servían para experimentar, anotaba sus avances en el cuaderno. Sus métodos los modificaba según lo creía conveniente.

Su único objetivo, conseguir la sumisión forzosa empleando el método más adecuado. La crueldad extrema, en el caso del futbolista, no parecía estar realizando grandes avances; era más bien patético. Eso lo sabía de sobra, no era la primera vez que lo probaba; iba con su carácter. La aplicación de la violencia extrema en una de sus cobayas, podría tener una influencia muy positiva en la otra. Su idea era, que el método empleado en Miguel influyese en la conducta de Gerard. Eso si estaba funcionando, y dando resultados positivos.

El político observando lo que ella era capaz, podría realizar grandes avances. De hecho, se estaba portando como un corderito desde que había llegado Miguel. Eso sí le entusiasmaba, a fin de cuentas era su objetivo.

Era consciente de que aún estaba muy lejos de conseguir sus metas. Estaba en la fase que ella había definido como aceptación, la que venía justo después del pánico. El hombre había aceptado su situación y procuraba causarse el mínimo daño, se protegía. Eso no le molestaba, era un paso necesario por el que tenía que cruzar para llegar a las siguientes fases.

En teoría, que una persona aceptase la sumisión total, al igual que Dominique, era algo que estaba en el carácter de la persona, en la propia personalidad. Dominique, había sido siempre un sumiso potencia, dispuesto a entregar su vida a su ama. Convertir a una persona sin tendencias sumisas en un sumiso era algo que había sido calificado por los expertos como imposible. ella iba a demostrar lo contrario, esa sería su aportación al mundo.

Su obra, estaba aún en los pasos iniciales. Poniendo en práctica sus teorías y realizando los ensayos pertinentes. Tendría tiempo de perfeccionarlas. Sus estudios se habían iniciado años atrás y ahora estaba interesada en los resultados prácticos, en la aplicación de sus teorías. Todo aquello se le había quedado pequeño enseguida. Había llegado el momento de tomárselo mucho más en serio. No había dicho Gerard en el Dickens, el día que se conocieron:

Uno tiene que ser capaz de dirigir su vida. Es importante tener unobjetivo claro, saber lo que uno quiere y más aún, lo que necesita. A partir de ahí dar los pasos paraconseguir lo que uno desea. Enfocarlo y dar los pasos necesarios para conseguir los objetivos.

El futbolista tenia mucho gancho, eso no lo discutía. Lo dejaría descansar hoy, que se recuperase un poco, que se aclimatase a la nueva situación de una vez. Haría un poco de vida casera con ellos, que se relajasen. No los quería tan estresados, todo a su tiempo. Los necesitaba frescos, y con la mente serena para mostrarles la noticia del accidente.

Eso les daría un buen shock moral. Golpe a golpe, el clavo cojera su posición. Le había fallado una parte del plan: la felicitación. Tenía tiempo, podía esperar, su paciencia podía ser infinita si hacía falta. Tenía una idea muy buena que iba a sorprender a todos, digamos que los iba a descolocar un poco. Gerard quería una oportunidad la iba a tener y sería esa misma noche.

Sus almas, sus almas serían suyas. Sus cuerpos ya lo eran, pero quería mucho más que eso y o lo conseguía o ambos morirían.

PASEO NOCTURNO

Gerard Brown conducía su impecable Jaguar por las carreteras secundarias. Llevaba cuarenta minutos siguiendo las indicaciones que le habían dado. Estaba muy nervioso, avanzaba despacio, tratando de no perderse de la ruta trazada en el mapa. Detuvo el coche del todo en medio de la noche, y miró por el espejo retrovisor. No había nadie. Estaba solo en medio de la pequeña calle, enfrente del escaparate del establecimiento de decoración, tal cual, le habían indicado hacia escasos minutos.

Estuvo al menos dos minutos estacionado, siguiendo las instrucciones de su captora. No pasó nadie, tal como estaba previsto; a las tres de la mañana, el tráfico era inexistente en la zona ¿Qué pasaría si alguien le daba el alto? Si aparecía la policía. ¿Dónde demonios estaban Brigitte y Dominique?.

Ninguno de los pisos de los escasos edificios, situados a lo largo de la carretera, estaba iluminado, tampoco ninguna de las casas. La mortecina luz de varias farolas era la única que iluminaba la calle, varios coches aparcados a un lado de la calzada.

Los vecinos dormían ajenos a su presencia. Esperó pacientemente hasta que sonó el teléfono a la hora indicada. —Muy bien Gerard, reanuda la marcha. Hay un camino de tierra a la izquierda que se adentra en el bosque, más adelante, justo al pasar el stop que sale en el mapa. Tómalo y síguelo por dos km. Lo estas haciendo bien Gerard, así me gusta.

Gerard tomó aire de nuevo, su corazón latía acelerado. Sabía que había gato encerrado, una trampa o algo peor. Se sabía observado en todo momento. Casi con seguridad era así, estaba seguro de ello. Buscaba una oficina bancaria con la mirada, o una tienda de electrodomésticos, algún establecimiento que tuviese cámaras. Podría gesticular como si hablase de cara a la cámara y decir el nombre y la dirección de su secuestradora. ¿Podrían verlo si lo hacía? Era lo mejor que se le ocurría. Sus ojos se movían con disimulo buscando una cámara dentro del coche ¿Dónde estaría? No la veía, pero tenía que estar en algún lugar.

Llevaba todo el rato dándole vueltas a sus posibilidades, los peligros de las consecuencias de sus actos. Un juego macabro de vida y muerte, sobre todo de muerte. Dejar una pista a la policía que los llevase a donde lo escondían; era lo único que se le había venido a la cabeza que pudiese resultar, entrañaba peligros latentes. Lo podían ver, lo estaban viendo pero... ¿Cómo?. ¿Cómo dejar un mensaje sin ponerse en peligro?. No había ningún bolígrafo en el coche, nada con lo que dejar un mensaje aparte del que ya había en el sobre que llevaba en la guantera. Aunque lo hubiese, no se habría atrevido a escribirlo.

Torció a la derecha, tal como ponía en el mapa. Avanzó tres manzanas, un nuevo giro a la derecha. Estaba llegando por fin al final del recorrido. Llevaba al menos una hora siguiendo las indicaciones y recibiendo las llamadas de Elizabeth. Llegó al stop que le había comentado. Si se metía en ese camino indicado en el mapa, se quedaría sin opciones. No habría nadie a esas horas en el bosque. El juego habría acabado para él.

Su pie derecho temblaba, como queriendo apretar a fondo el acelerador y huir a toda velocidad en la otra dirección. Es lo que le decía su corazón: ¡

Escapa Gerard! Quizás no tengas más oportunidades. Eso sería la sentencia de Miguel, lo ejecutarían con seguridad, pero él escaparía, ¿O quizás no? No los veía, ¿Dónde demonios estaban ? No se creía que lo dejasen irse así de esa manera. Lo había llamado, una prueba. No lo era para él. Un juego diabólico, eso es lo que era. La oportunidad que estaba esperando. ¿No querías una oportunidad le dijo Elizabeth?

!Sádica maldita!

Lo había levantado en medio de la noche con esa propuesta, que llevase el coche siguiendo las indicaciones del mapa y que esperase allí. No había tenido tiempo a nada, a los cinco minutos estaba saliendo de la mansión. Eso sí, la amenaza, si no lo haces, si no estas allí a la hora indicada, Miguel morirá y ¿qué crees que pasara contigo?. Te estaremos observando Gerard. Te llamaré a este teléfono si todo va bien, si no es así, alguien morirá.¿Miguel? ¿Tu? ¿Los dos?.

Tenía que dejar un mensaje a la policía. Era fundamental hacerlo, pero ¿cómo lo podía hacer sin poner la vida de Miguel en juego, ni la suya propia?. Estaba seguro lo observaban, había más de un gato encerrado.

¿Una bomba? Eran capaces de todo. Las palabras de Elizabeth —

Si bajas del coche, Miguel morirá, si intentas escapar Miguel morirá, si no sigues las indicaciones, Miguel morirá. Estaremos contigo en todo momento—. Seguramente, él también moriría si no cumplía sus demandas, pero eso no era lo que le importaba ahora. Necesitaba dejar una pista, ganar el juego, darle un primer golpe que fuese definitivo a sus secuestradores.

No creía ella se arriesgase de esa manera, lo dejase todo en sus manos. Podía hacerles frente. Se encontraba bien físicamente; el francés podría ser un problema. Un golpe certero con una piedra podría ser suficiente. Pero, ¿Quién lo esperaría al final del camino? ¿Quizás solo ella?, ¿Quizás solo el francés? ¿Los dos? Si estuviesen los dos, podría ir directo a la policía ahora mismo y rescatarían a Miguel.

¡Demonios!

¡Tengo que hacer algo¡.

De repente, se le ocurrió una idea. Tenía riesgos, todo lo tenía, pero lo iba a hacer; no podía quedarse parado. Tenía que haber una manera de ganar en ese juego maligno. Avanzó despacio internándose en el camino fijándose bien en todo lo que había a su alrededor. Algo podía utilizar, y lo hizo. Realizó su jugada.

Caló el coche y apagó las luces. Bajando enseguida del vehículo y fue a por su objetivo, las tablas de madera que estaban al lado del camino. Cogió una piedra y empezó a escribir su nombre. En ese momento sonó el teléfono. No habían tardado mucho.

¡Lo estaban viendo! Ni tres segundos habían tardado en llamarlo.

—¿Qué estas haciendo Gerard? ¡Te has parado!. —La voz de Elizabet, no tenía un tono precisamente amigable.

—El coche se ha calado Elizabeth. No es la primera vez que pasa. —Se disculpa Gerard mientras trata de seguir escribiendo el mensaje.

—No me la juegues Gerard. Arranca el coche. Es una orden o moriréis los dos. ¡Hazlo ya!

—Tengo que esperar un par de minutos y arrancara de nuevo. Es un fallo de serie. Decían que lo habían solucionado, pero veo que no. —Dijo Gerard, con la voz entrecortada por los nervios. Se la tenía que jugar.

Gerard no era capaz de escribir con el teléfono en la mano. Las pulsaciones de su corazón se aceleraban cada vez más. Se estaba poniendo muy nervioso. Las manos le temblaban.

—¡Métete en el coche Gerard y arráncalo!. —Elizabeth estaba muy cabreada. La estaba llevando al límite.

Ahora mismo. Me estoy meando, solo es eso. —Gerard colgó y metió el teléfono en el bolsillo, continuo escribiendo el mensaje. Acabó el numero 17 y ahora empezaba con el nombre de la calle.

Fue entonces cuando oyó un ruido. Soltó rápidamente la tabla y la piedra que cayeron al suelo justo a su lado. Apartó con el píe la madera un poco.

El maletero del coche se había abierto. Empezó a orinar para disimular, miró para atrás y pudo ver a un hombre con un gorro de lana que le cubría toda la cabeza, llevaba guantes. Era Dominique, que venía hacia a él, llevaba una pistola en la mano y el dedo, el dedo sobre el gatillo.

—¿Qué estas haciendo?

—. Su voz sonaba muy irritada, con ira. Jamás se le pudo ocurrir que estaba escondido dentro del maletero. Lo habían sorprendido de nuevo.

Aprovecho para mear. No pretenderéis que me lo haga encima. El coche se calo, es un error de fábrica. Al ir tan despacio, el coche se cala. Pasa con frecuencia. Lo he hablado con Elizabeth.

Llámala por favor Dominique, llámala, ella te explicara. La voz de Gerard se entrecortaba de terror al ver la mirada que le estaba echando Dominique.

Ir a la siguiente página

Report Page