Elizabeth

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EL PSIQUIATRA

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EL PSIQUIATRA

Moles se encontraba reunido con el equipo de búsqueda. Llevaban trabajando sin descanso las ultimas 24 horas, en turnos, elaborando una amplía lista tal cual el comisario Thompson les había indicado. Utilizaban para ello la base de datos de la policía.

Por un lado, tenían una larga lista de criminales con rasgos psicóticos. La complementaban con otra lista con los casos sin resolver en los últimos 10 años. La primera lista era la más amplía, los habían dividido en varios grupos: los que estaban cumpliendo condena, los que habían salido recientemente y los que llevaban tiempo rehabilitados. La lista por la que Moles mostraba más interés era la de casos sin resolver.

Se incorporó un pequeño resumen de cada uno de los casos, de manera que de un vistazo rápido se podían ver los datos más significativos de cada individuo. Añadieron varias casillas con los nombres de la victimas, del criminal, móvil, estado actual del caso, etc. Agregaron varios parámetros con características a los que aplicaron escalas clasificándolos de 1 al 10.

Moles indicó al informático que realizase una búsqueda basándose en casos sin resolver de los últimos 5 años. La lista apareció en pantalla, era bastante amplía. La redujo añadiéndole la escala de entre 4 y 10 de rasgos psicóticos. La lista aún era extensa. Realizaron una primera impresión. Moles cogió los papeles de la impresora. Ordenó una nueva búsqueda.

—Esta bien. Entra dentro de los parámetros psicóticos. Escala de 6 a 10 en Organizado. Escala de 6 a 10 en Afán de Protagonismo. Ordénala según móviles, descarta el móvil económico. Imprime. —La lista era de 87 nombres. Eso estaba mucho mejor.

Se fijó en las casilla de los móviles que salían en la pantalla del ordenador. Los más frecuentes eran Económico, Sexuales, Venganza. Cuando el criminal tenía rasgos psicóticos, estos se ampliaban. El móvil económico no era tan importante aparecían otros: Visionario, Misionario, Hedonista, Sensación de poder,

Lograr un Fin.

—Descarta: Sexual, Misionario. —El informático descartaba las opciones indicadas por el Inspector. Una nueva lista aparecía en la pantalla—. Entra dentro de los parámetros. Marca: Planea el Crimen escala 7-10—.

Una nueva lista aparece en pantalla —Imprime—.

El inspector Moles, recoge la nueva lista de la impresora —Buen trabajo muchachos, sigan trabajando en los casos. Busquen parámetros comunes, tenemos que trazar un perfil psicológico de quien esta detrás de todo esto. Empecemos a trabajar, reparte el trabajo Norfolk.

—Equipo, tenemos a una persona con afán de protagonismo, organizada, móvil desconocido. Le gusta seguir la investigación que se sigue contra ellos, interacciona con la policía, coeficiente intelectual alto, probablemente narcisista. Revisen uno a uno los casos, empezando por los sin resolver y los que han salido recientemente de la cárcel. Yo voy a tener una entrevista con un erudito en la materia el Doctor John Blummer. Espero que me ayude a trazar un perfil psicológico de la persona que tenemos detrás. Me han dicho que es el hombre indicado.

El inspector Moles acompañado del comisario Thompson se dirigen a la vivienda del reputado psiquiatra criminalista John Blummer en Londres. El hombre los había citado en su vivienda justo a la entrada del puente de Hammersmith. Llegaron a la hora acordada, pero nadie contestaba al interfono.

Una voz los llamó —Inspector Moles. Soy yo, John Blummer. Vengan siéntense conmigo, aquí estaremos más cómodos, es mi hora del aperitivo—. Thompson y Moles vieron al reputado psiquiatra sentado solitario, en una de las mesas del cercano restaurante thailandes, situado en el edificio de color rojizo colindante a la vivienda del psiquiatra.

El hombre tenía unos 77 años, vestía un abrigo verde, una bufanda blanca alrededor de su cuello. Usaba unas gafas pequeñas rectangulares que se apoyaban en la punta de la nariz. Seguramente las utilizaba solo para leer. Su bigote canoso era exagerado y se curvaba al final.

—Buenos días Inspectores. —El hombre se levantó para recibirlos. Su salud física parecía delicada; demasiado delgado y la tez muy blanca. Su mirada sin embargo estaba llena de vida.

—Gracias por atendernos Mr. Blummer. —Thompson le tendió la mano. Moles también le dió un buen apretón. Toda ayuda era bien recibida. Tenían curiosidad por lo que les podría decir el anciano. Thompson pensaba que se iban a ir de vacío. No tenían muchos datos que ofrecerle.

—Ha sido una grata sorpresa vuestra llamada. La policía no reclama mis servicios hace una buena temporada. Como ustedes saben, estoy retirado. —El anciano estaba encantado que la policía recurriese a él. No podía esconder su alegría porque se hubiesen acordado después de tanto tiempo. Estaba intrigado por saber de que se trataba, debía de ser algo importante. Le hizo sentirse vivo de nuevo.

—Sí, lo sabemos. Nos han hablado muy bien de usted. Agradecemos que nos haya recibido Sr. Blummer. El caso que nos implica es delicado. Estamos hablando del parlamentario Gerard Brown. —Le dijo Thompson-

El inspector Moles uno de mis mejores hombres esta al frente del caso.

El hombre asiente con la cabeza. —Conozco el caso por las noticias, realmente infrecuente. Pensé que no había ninguna pista sobre la desaparición. Por lo que he oído, poco más se sabe que ha desaparecido sin dejar rastro.

En esos momentos una camarera menuda de rasgos orientales se acercaba a la mesa. Los policías piden sendas cervezas sin alcohol. El psicólogo disfrutaba de un Almond Collins; un cóctel elaborado con Amareto y Whisky.

—No es así exactamente. La persona implicada ha contactado conmigo. —Moles saca la felicitación y se la entrega al señor Blummer que la abre. Se asusta en un principio de las risas enlatadas en la felicitación. Lee con atención— Interesante, muy interesante. —El Psiquiatra se queda pensando largo rato.

—¿Qué opina?. Creemos que se trata de un psicópata y estamos trabajando en trazar un perfil psicológico.

Necesitamos de la ayuda de algo más que un profesional. El jefe del departamento de psicología de la policía el Sr. Greenman nos ha recomendado que hablemos con usted. Que podría echarnos una mano—.

Dice Thompson.

—Siempre es un placer colaborar con la policía, conozco bien a Greenman. Me ha consultado en numerosas ocasiones. Es un buen hombre. Díganme ¿ Cómo le ha echo llegar la felicitación?.

Moles se disponía a hablar pero el anciano, lo interrumpió.

—Si quiere que le ayude, debe darme toda la información de que disponga. Cualquier dato que tenga por insignificante que le parezca puede ser importante.

—Comprendo. —Moles abre su carpeta donde tenía el expediente y le entrega el dossier al psiquiatra. Allí tenía toda la información del caso, lo había llevado consigo por recomendación de Greenman. Estaban también sus anotaciones, elucubraciones y estadísticas.

—¿Les apetece comer conmigo cabal eros? No recibo muchas visitas últimamente. La comida es de calidad.

Sin pretensiones. —El hombre parecía ilusionado de que los policías le acompañasen en la comida.

—Por supuesto. Un placer. —Dice Thompson y Moles confirma con la cabeza, levantándose para llamar la atención de la camarera. El Psiquiatra lee con detenimiento el dossier de siete hojas. Hecha un vistazo en diagonal a los listados que aparecían adjuntos.

Blummer ordena un pollo teriyaki con arroz basmati mientras relee algunas partes del dossier. Se mantiene pensativo. Thompson pide unos fideos con carne y Moles una sopa Misho y verduras al wok.

El doctor da una bocanada a la pipa —No disponen de mucha información, eso podría inducirme a errores significativos. Si bien, lo podría ir variando una vez me den más datos. Podría trazar un primer boceto, si ustedes quieren escucharme.

—No hemos venido aquí con la intención de que haga usted milagros. Somos conscientes de que vamos casi a ciegas. Queremos su opinión. Conocer rasgos de su personalidad será un paso importante. Adelante Blummer díganos que piensa.-Dice Moles.

—Esta bien. Les daré mi opinión. —El hombre le devuelve el dossier a Moles. El cual enciende su grabadora, la pone encima de la mesa apretando el botón de grabar.

Se trata de una persona joven, de entre 25 y 35 años. Cociente intelectual elevado, probablemente posición social medio-alta, culta con inquietudes. Ha cometido algún crimen similar en el pasado y ha salido airoso. Eso ha alimentado su ego. En cuanto al móvil, con los datos actuales me decantaría por una sensación de poder. —Se toma un respiro y vuelve su vista hacia el dossier.

Siga por favor. —Le interrumpe Thompson.

Es narcisista, le gusta ver el resultado de sus hazañas. Seguramente recopila datos de todo lo que ha hecho. Es posible que lleve una especie de diario donde guarda todo lo relacionado con minuciosidad. —Se para y da un sorbo a su cocktail. Los policías permanecen en absoluto silencio con los ojos abiertos como platos, expectantes.

Esta ansioso por incorporar contenido a su diario, pero no cualquier cosa. Tiene que ser algo que le llene. Lo que el considere una nueva hazaña. Mayor que la anterior. Quiere superarse. No descarte que tenga ayuda de algún tipo, podría no actuar solo. Alguien muy cercano en quien pudiese confiar ciegamente. Me decanto por un familiar. Una a lo sumo dos personas.

Había pensado en esa posibilidad. —Dice Moles.

No descarten que estén empleando la tortura y el sexo con la victima. No descarten que haya más victimas en un futuro o actualmente. No tiene miedo de la policía, sabe que controla la situación. Es valiente, lo cual no quiere decir que sea descuidado. Todo lo contrario, sabe lo que hace. Tiene un plan trazado. Persigue un objetivo.

Los dos policías se miran alucinados —Eso es mucho más de lo que esperábamos. Usted es un genio—. Dice Thompson

—¿Realmente cree que puede haber algún interés sexual en el parlamentario?. No comprendo. —Dice extrañado Moles.

—Como medio para conseguir un fin sí. El fin, podría ser la sensación de poder. Una de las formas de conseguirlo es sexualmente. Digamos.... es una consumación de ese poder. El señor Brown, probablemente sea admirado por su secuestrador. Por ello que se ha fijado en él. El sexo sería un medio de consumación de esa sensación de poder.

—Entonces, tenemos a una persona con tendencias homosexuales. Eso sería un gran paso, limitaría mucho la búsqueda. —Comenta Thompson.

—O eso, o una mujer. Tampoco tiene porque ser homosexual, podría ser bisexual o simplemente utiliza el sexo para humillarlo. Si el fin realmente es de sensación de poder, es muy probable que haya algún tipo de sexo.

—¿Una mujer? No habíamos pensado en esa posibilidad. —Moles mira de reojo a Thompson.

—Sería complicado que fuese una mujer. Suelen escoger victimas mas fáciles, indefensas y el móvil es casi siempre económico. Además normalmente conocen bien a la victima. Alguien de su entorno. Suelen preferir victimas débiles. Aun así no lo descarten, podría tratarse de una pareja. Es otra posibilidad—.

Aprovecha para tomar otra pausa y beber un poco del vino tinto que la camarera había dejado en la mesa.

—Entiendo ¿Qué tipo de relación cree que tiene con el político? Por la felicitación, parece que le hayan consentido comunicarse con sus hijos. —Dice Moles

—Es posible, el secuestrador admire al parlamentario. Disfrute teniéndolo a su lado, lo consulte. Le muestre sus logros. Hay interacción, sin duda. Lo tendrá encerrado contra su voluntad y lo este tratando bien entre comillas. Por supuesto, según su forma de pensar. —El Psicólogo levanta ambas manos a la altura de su cabeza y abre y cierra los dedos indice y medio, dibujando en el aire unas comillas en ambas manos.

—Para el pobre hombre seguramente sea una pesadilla, y sea consciente de que esta enfrente de un perturbado. Lo debe de estar pasando muy mal. —La camarera acomoda en la mesa la comida solicitada, Moles y Thompson esperan impacientes a que la chica se retire para seguir escuchando al psiquiatra que retoma su relato.

Es una persona sin remordimientos. No tiene sentimiento de culpa. Predispuesta a la violencia, con problemas familiares graves en su infancia, seguramente la figura paterna.

—Puedo hacerme una idea Mr. Blummer. Me alegro de haber venido a visitarlo. Continué por favor. —El Inspector Moles escuchaba atento; a la vez que Thompson lo miraba arqueando las cejas maravillado de las deducciones del psicólogo. No esperaba ni por asomo, que el hombre pudiese darles tanta información del psicópata.

—Esta llevando a cabo su plan mejorando lo hecho anteriormente. Lo habrá estudiado muy bien.

Seguramente disponga de mucho tiempo libre. Es posible, haya obtenido alguna discapacidad psiquiátrica que lo inhabilite para el trabajo.

Lo anoto, consultar todas las discapacidades psíquicas. —Moles no paraba de tomar anotaciones a bolígrafo en su carpeta.

Muy probable, que sus victimas anteriores hayan muerto sin dejar rastro o incluso mantenga alguna cautiva desde hace años de la que no tenemos conocimiento. Ahora quiere realizar lo que considera su gran obra, buscando reconocimiento social. Seguramente, estará pensando en más victimas, otros rehenes, gente importante que le den repercusión mediática. Podríamos estar hablando de un coleccionista. —Toma nuevamente una pausa mientras da un trago.

Esperemos que no tengamos a un coleccionista. Por lo de ahora solo podemos relacionarlo con una víctima. —Dice Thompson.

Es una suposición. No debería aventurarme mucho más allá, pero a grandes rasgos según lo poco en lo que me puedo basar, ese es el retrato psicológico aproximado. Todo puede cambiar, imagínense que de repente pide una recompensa. Nada de esto valdría.

Tiene usted razón. —Comenta Moles.

Podría perseguir un fin que ahora mismo no conocemos, por ejemplo que el político estuviese implicado en algún asunto turbio económico. Tal vez una venganza. Hay muchas posibilidades. —Comenta Blummer.

He sondeado lo del asunto económico. Parece estar limpio. El señor Brown es una persona sencilla dentro de lo que cabe. No se permite grandes lujos y es ahorrador. No ha echo inversiones más que un piso de alquiler, lo normal. Mucho menos de lo que alguien de su nivel suele hacer. Nunca ha mostrado un gran interés es incrementar su patrimonio más que con el ahorro.

Comprendo. Debéis permanecer abiertos al cambio en el boceto. No se quiere mostrar, es precavido, inteligente, no deja cabos sueltos, le cuesta darse a conocer. Diría que no lo ha hecho anteriormente. La nota que usted ha recibido por lo de ahora es lo que me decanta por este primer boceto. Es lo único personal que tenemos de la persona que esta detrás. No es común.... más bien estrafalario, una nota personal dirigida a usted escrita por Gerard Brown. Muy rebuscado, demasiado, en el día de su cumpleaños... Lo esta siguiendo todo muy de cerca. Se ha molestado en indagar sobre la persona que lleva el caso.

En ese momento suena el teléfono del comisario Thompson —Sí, dígame agente Stephens. No me diga.

Ahora mismo salimos hacia allí. Muchas gracias. —El comisario parece sobresaltado, le hace una señal a

Moles de que deben irse enseguida.

—El coche de Brown ha aparecido en un bosque al norte de Londres. Solo el coche. Acaban de llamar de una empresa madedera. Vamos Moles, en marcha. Muchas gracias señor Blummer. Le llamaremos para facilitarles las novedades. Nos ha sido de muchísima ayuda. Me ha impresionado.

—Por supuesto llámenme. Me gusta resolver acertijos, este es de envergadura. Saben donde localizarme.

Estoy a su disposición. —Moles y Thompson le dan un fuerte apretón de manos al eminente psiquiatra y dejan 80 libras en la mesa. Más que suficiente para pagar la comida.

—Gracias Sr., por favor cuento con usted. Me será de gran ayuda. Le llamaré esta tarde para darle las novedades. —Le dice Moles mientras le entrega una tarjeta con su nombre.

—Un consejo importante Moles. Sea más detal ista en los informes. Los detal es pueden ser muy valiosos. —El hombre le mira por encima de sus gafas levantando una de las cejas.

Comprendo. Así haré, no se preocupe. Perfeccionare el informe. Me esmerare en el para que tenga todos los datos que necesite. Gracias por su ayuda Sr. Blummer. —Los dos hombres salen dirección al garaje cercano para poner rumbo al Norte de Londres.

EL BOSQUE

12.45 P.M. Thompson y Moles llegan al descampado del bosque, situado a unos 40 km al norte de Londres en Salow Copse. No muy lejos del aeropuerto de Luton. Era un área rural, rodeada de prados y zonas de cultivo. Complicada de encontrar sino fuese por la ayuda del GPS que los guió por las enrevesadas carreteras comarcales.

Moles aparcó el coche a la entrada del descampado. allí se encontró con el teniente Stephens y el equipo científico que se encargaba de la toma de huellas. Stephens, estaba tomando varias fotografías del coche.

Buenas tardes señores. —Se dan un apretón de manos – Díganos, que hay de nuevo Stephens.

Los de la empresa madedera han llamado esta mañana para informar de la aparición del coche abandonado en el descampado. Cotejando la matricula enseguida se han puesto en contacto con nosotros; es el coche del parlamentario Gerard Brown. Alguien lo ha dejado aquí la pasada tarde o noche. No estaba el día anterior cuando los trabajadores abandonaron sus puestos, alrededor de las cinco y media de la tarde.

¿Han revisado los alrededores?, ¿Alguna pista?

No, no hemos tenido mucho tiempo. Llegamos hace escasos veinte minutos, decidimos esperarlos.

Quiero que estén presentes desde el primer momento.

Adelante, bien hecho. Procedamos. —Dice Thompson. El equipo científico empieza su labor. La puerta del coche esta cerrada, la abren con facilidad mediante un dispositivo electrónico. Realizan su labor con sumo esmero y dedicación.

Moles y Thompson mientras tanto, revisan los alrededores y hablan con varios de los trabajadores.

Quieren saber los puntos de entrada al descampado y las posibles salidas. Quien haya dejado el coche allí, ha tenido que salir de alguna otra forma: andando o bien mediante otro vehículo.

Uno de los trabajadores les enseña el camino no asfaltado por el que se puede acceder al descampado. Les muestra varios senderos que atravesaban el bosque por los cuales se podría salir a pie, sin dificultad, hacia la carretera cercana que conectaba varios pueblos.

Comisario venga aquí. Hay un sobre en la guantera. —De nuevo, una nota, se encienden las alarmas.

Los tres hombres acuden rápido a la llamada de Stephens. Entran en la furgoneta donde tienen instalado el laboratorio móvil. El chico del laboratorio que se encargaba de inspeccionar el sobre, se lo enseña a los tres policías. El nombre de Gerard Brown en la parte de atrás. El sobre debidamente cerrado.

Thompson da su aprobación para abrirlo. El joven lo hace con sumo cuidado utilizando las pinzas y una especie de bisturí milimétrico. Saca una cartulina de su interior. Todos observan con atención. Se miran entre ellos, desconcertados. Esta en blanco, no hay nada. Un mensaje en blanco. Moles se desespera y sale de la furgoneta con cara de pocos amigos.

—Tenemos huellas señores. Pertenecen a Gerard Brown. El ha conducido el coche hasta aquí. —Sentencian los de laboratorio.

¿Alguna otra huella?. —Replica Molles. Intuía no tendría esa suerte.

No por lo de ahora. Lo miraremos bien a fondo. El GPS ha sido desconectado, alguien se ha molestado en vaciarlo por dentro. Solo han dejado la pantalla. Falta el equipo. No podremos sacar ningún dato por ahí. El coche ha atravesado un camino de tierra para llegar hasta aquí. Hay rastros de tierra recientes en las ruedas.

Tiene que haber huellas de alguna otra persona por algún lugar alrededor del coche. Búsquenlas es importante. —Dice Thompson.

Complicado. El terreno esta seco y por aquí se han paseado todos los trabajadores durante días—.

Dice el agente Garret.

Busquen lo que sea, tenemos que conseguir más datos. Los trabajadores llevan botas muy similares. Busquen cualquier discrepancia todo lo que podamos conseguir será mucho más de lo que tenemos.

Moles estaba irritado, el sobre vacío le había molestado más de lo que pensaba, sacándolo de sus casil as.

Su jefe Thompson, no estaba de mucho mejor humor. Estaban jugando con ellos, riéndose en su cara.

Seguían sin tener nada a lo que atarse, eso los ponía fuera de sus casillas.

Un hombre especialista en rastreos se unió a ellos: el agente Cooper. Un auténtico sabueso que Thompson se había encargado de hacer llegar, en helicóptero desde la comisaria de Newcastle, tan pronto tuvieron noticia de la aparición del coche.-Buenas tardes señores. Vayamos al camino que viene del sur. Quiero comprobar sin han venido a través de ese camino. Es lo más probable. —Los tres hombres van en la dirección indicada junto al especialista.

Confirmado, el coche ha entrado por este camino tal como sospechaba. Miren las huellas, aquí se ven claramente. Coinciden con el croquis.

En efecto, se veían huellas de las ruedas del coche en varias zonas del camino que se extendía hacia el sur por un buen trecho. Siguieron las huellas al revés —¿Esperamos encontrar algo? Aparte de las huellas—.

Pregunto Sthepens – Se estaban alejando mucho del descampado ¿Quién sabe?. —Responde Thompson.

Vamos, al menos sabremos en que dirección ha venido. Voy a solicitar acceso a todas las cámaras de la zona. Nos dará mucho trabajo pero podríamos tener suerte. Tenemos que reconstruir esta escena si queremos encontrar algo.-Comenta Moles.

Estas huellas son de ayer noche. Alrededor de las tres o cuatro de la mañana. —Informa Cooper.

Estupendo, ese intervalo será sencillo de rastrear. Cuando sepa desde donde han llegado daré la orden. Los hombres continúan andando por el camino. El especialista en rastreo dice —Aquí se han detenido. Observen estas huellas. Han parado y reanudado la marcha. Lo extraño, es que no veo que nadie se haya bajado del coche. El terreno es blando aquí, pero no hay huellas de pisadas.

Quizás se haya parado a hablar por teléfono con la otra persona o una discusión. —Dice Stephens.

Los hombres se miran ¿Con quién demonios iría en el coche Mr. Brown? Era todo muy extraño.

Siguieron caminando, parecía que el camino no se terminaba nunca. —Quietos señores, échense a un lado. Tenemos huellas. Dos personas—. Dice por fin Cooper.

!Eureka¡. —Exclama Moles. Thompson le guiña un ojo. Tienen algo. Comienzan a sacar fotos. Con sumo cuidado toman medidas de las huellas. Sin duda, tenemos dos personas. Dos hombres. Brown y el secuestrador. Al fin iban a saber algo más de él.

—Se han bajado un momento del coche. No parece se hayan alejado, solo unos pasos y vuelta al coche. En esta parte el terreno es mas duro. La segunda persona iba en el asiento de atrás, no del copiloto. Observen que no hay huellas en ese lado.

—Miren esto. —Era Thompson el que hablaba. Levantaba una madera en la que se leía: G. Brown 17 Ho.

—Dios mío. Ha tratado de dejarnos una pista. Es una dirección, no pudo acabar de escribirla. Donde lo retienen. —Dice Moles— Algo le impidió acabar de escribir el mensaje, solo unos segundos más y lo tendríamos. —Moles saca una foto en primer plano del mensaje escrito en la madera.

—O quizás.... esos segundos significase su muerte. Debió de ser todo muy precipitado, a hurtadillas.

Tomando mucho riesgo. —Intuye Stephens

—Pero, no entiendo ¿ Si iba con su secuestrador cómo puedo arriesgarse a escribir un mensaje? ¿ Aprovechó una distracción suya quizás?. No me cuadra, demasiado riego.

—A saber. Estamos avanzando chicos. Sigamos hasta el final del camino, luego volvemos aquí. Lo de revisar las cámaras puede ser una gran idea. Con suerte tendremos una imagen del secuestrador. Veamos a donde nos lleva este camino.

Finalmente, acceden a la conexión con la carretera, el cruce de carreteras estaba cercano. Podían haber llegado allí por cuatro direcciones. Eso no pareció importar a Thompson ni a Moles, anotaron las coordenadas GPS de la localización en la libreta e inspeccionaron la zona. Enseguida dieron vuelta en dirección al descampado, procurando no alterar las huellas encontradas en el camino. El equipo científico las iba a investigar a fondo. Tendrían un informe para esa misma tarde.

Moles estaba intrigado por el mensaje en blanco

¿Que habría querido decir en esta ocasión?. Un mensaje en blanco carecía de ningún sentido para él. Thompson también se rompía la cabeza. Aún quedaba una cuestión ¿Cómo habían salido de allí?.

Alguien les había tenido que esperar y trasladarlos, si se confirmaba tendrían a una tercera persona. Eso confirmaría la teoría del psiquiatra. Tenía algún tipo de ayuda. Sin duda era así, existía esa tercera persona.

Un colaborador necesario, implicado hasta el fondo en el asunto. ¿Por qué se habrían detenido en dos ocasiones? Solo bajaron del coche en una de ellas. Se imaginó al secuestrador poniendo la pistola en la sien de Gerard Brown. Habría sospechado algo, y estuvo a punto de matarlo. Sin embargo no lo había hecho, ¿O sí?.

Eran muchas las conjeturas por hacer. Los policías hablaban sobre todas las variantes tratando de encajar las escasas piezas del puzzle delante de unos humeantes cafés. El equipo especial continuaba examinando la zona. Había llegado otra furgoneta para inspeccionar a fondo las huellas del camino. Thompson había dado la orden de solicitar acceso a todas las cámaras de seguridad de la zona.

Hasta 10 coches policiales fueron contactando con gasolineras, bancos, pequeños supermercados, tiendas, pubs, hostales y hoteles de la zona con ordenes judiciales para tener acceso a las cintas.

Se pasaron toda la tarde en el bosque dándole vueltas a la investigación. Moles, llamo al psiquiatra a su domicilio, nadie le contestó, le dejo un mensaje en el contestador. Le interesaba su opinión, lo había impresionado al mediodía. Iba a ser una valiosa ayuda, un farol en el que poder apoyarse.

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