Elizabeth

Elizabeth


EL PASADO SALE A LA LUZ

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Si, déjenlo pensar que se ha salido con la suya y esta fuera del caso. Investigue Moles. Céntrese en las desapariciones y nos reunimos de nuevo. En la pista que dejo Brown. La casa del terror esta en esa dirección. Revísenlas una a una si hace falta. Cójanlo de sorpresa, con las manos en la masa. Si supiese que tenemos parte de su dirección saldría huyendo de allí enseguida. Esa es su ventaja agárrese a ella y sorpréndalo.

Gracias Mr. Blummer. Esta siendo de una gran ayuda. Le estoy muy agradecido, un día comeremos en esta misma mesa usted, Brown y yo. Se lo prometo. Creare un equipo de mí más absoluta confianza, en absoluto secreto. Añadiré una columna con los domicilios conocidos a ver si tenemos coincidencias con 17 Ho.

Esa es una excelente idea. A por el Moles. No pierdan el tiempo, tienen mucho trabajo por hacer.

Le dejo este dossier con todos los casos de desapariciones y casos sin resolver. Hay también un informe sobre todos los psicópatas detectados en el Reino Unido. Se levanta entregándole el dossier y le da un apretón de manos.

Lo mirare con detalle, quizás tengamos suerte. Nada me gustaría más que compartir mesa con Mr. Brown. Somos como el dijo su única esperanza.

No le fallaremos. Gracias Mr. Blummer.

LA CAJA SORPRESA

Moles fue a visitar esa misma noche al comisario Thompson. Entregándole la grabación de la cena con Blummer. Estuvo de acuerdo en reabrir el caso cerrado esa misma mañana una vez escucho la grabación de la cena con el psiquiatra. Se quedo impresionado ante la posibilidad de que el secuestrador los engañase de esa manera. Impactado por las declaraciones de Blummer.

De confirmarse como ciertas las deducciones del psiquiatra estaban ante uno de los casos más complicados e intrigantes de toda su carrera. Tenían que centrarse en la pista supuestamente dejada por Gerard Brown, la dirección. Puso al frente a Moles, era el hombre indicado no tenia duda. Le asigno un equipo de 10 personas para ayudarle en la laboriosa tarea de clasificar las innumerables direcciones. Contaban con el apoyo del equipo informático a nivel nacional que se encargaba de formular los listados. En las comprobaciones de las direcciones iban a colaborar todos los departamentos de policía de Londres.

No obstante, dejo que el expediente continuase en el departamento de asuntos económicos y corrupción.

Llevando el caso en secreto querían que de cara a la prensa el caso estuviese oficialmente ahí. Distraer la atención del secuestrador. La partida de ajedrez entre la policía y el secuestrador había comenzado. La policía movía sus peones.

Tenían un primer listado con las direcciones que coincidían con la pista dejada por Brown. Incorporado los nombres de los propietarios o inquilinos así como las personas censadas en el domicilio. A cada una le asignaban un número de serie y lo cotejaban con las direcciones correspondientes a los listados de personas con rasgos psicóticos. Eran bien pocas, la búsqueda empezaría por ahí.

Enseguida se comprobaron todas esos domicilios, no encontraron nada. Tuvieron que examinar una a una toda la lista que coincidía con 17 Ho en un radio de 200 km de Londres.El papeleo era inmenso para desespero de Moles. Se priorizo la búsqueda, centrándose en primer lugar las viviendas individuales. Aún así eran mas de 60.000 direcciones. Los agentes fueron en parejas desplazándose hasta las direcciones indicadas, a inspeccionarlas in situ tomando todo tipo de precauciones.

Moles junto con el comisario y Stephens tenían todos los casos de desapariciones de los últimos tres años sobre la mesa. Por más que le daban vueltas no encontraban ninguno que pudiese asociar con el secuestro de Gerard Brown. ¿Habría realmente otros rehenes?

Habían pasado dos semanas sin novedades en el caso del parlamentario, ningún mensaje nada. Los domicilios de la lista se iban tachando uno a uno. Quedaban todavía miles por revisar. Uno de ellos se correspondía con la casa del Terror.

En asuntos económicos habían encontrado una cuenta abierta en las islas caimán a nombre de Gerard Brown hacía tres semanas. No había ningún saldo y estaba pendiente de firma. Una posible pista falsa, cualquiera podría haberlo echo electrónicamente. Filtraron la noticia a los medios de comunicación con el beneplácito de los hijos del político. Fúe idea de Moles tenían que alimentarlo, ganar tiempo e ir cercando el cerco sobre él. Mientras tanto continuaban las revisiones casa a casa.

Moles veía como el caso de Brown iba perdiendo poco a poco peso en los medios de comunicación, apenas ya se ocupaban de el. Si Blummer estaba en lo cierto algo gordo estaba a punto de suceder. No podía tardar mucho y de hecho sucedió antes de lo que pensaba. El psicópata estaba ansioso, impaciente por generar nuevos titulares.

El sábado a las seis de la tarde justo después del partido del Chelsea y durante las celebraciones de carnaval, una multitud salía del estadio de Stamford Bridge. Muchos de los espectadores habían acudido disfrazados con motivo del carnaval.

Durante el descanso, en la entrada de la sala de trofeos apareció un paquete envuelto en papel de regalo con su lazo y todo. Uno de los empleados lo recogió extrañado con la colaboración de uno de los hombres de seguridad del estadio. El paquete pesaba bastante, llamando la atención del cuerpo de policía. En un primer lugar pensaron podía tratarse de una bomba y incluso estuvieron a punto de evacuar el estadio.

Era una bomba en efecto, pero no una bomba tal como ellos habían pensando. Abrieron el paquete con la intermediación del cuerpo de artilleros de la policía londinense que había previamente descartado que se tratase de una bomba.

Lo que vieron los dejo sin palabras. Un tarro de cristal con la cabeza de Miguel Parera conservada en formol.

El empleado del club la reconoció como la del jugador español que se creía muerto en el accidente de  tráfico. Las heridas que se observaban en el cuello eran horribles. Llamando poderosamente la atención de los policías presentes. Un sobre estaba pegado sobre la tapa del tarro. Era el mismo estilo de sobre que el que había aparecido en el caso de Gerard Brown.

Se pusieron en contacto con el comisario Thompson que interrumpió su fin de semana y a los pocos minutos tanto Thompson como Moles acudieron al estadio. El ambiente era de consternación. Moles y Thompson se quedaron de piedra al ver la cabeza del jugador. ¿Quien demonios podría hacer algo tan cruel? La policía científica abrió el sobre y Thompson leyó en voz alta:

—Me llamo Johnny the Hunter. —Una simple frase de presentación que hizo sentir un escalofrío a todos los presentes.

El asesino se había presentado por fin. Nada de medias tintas, asumía lo hecho. Gerard Brown, Miguel Parera eran obra de la misma persona el enfermizo Johnny el Cazador. El hombre que había jugado con la policía y la prensa. El mismo que los retaba con el mensaje. Lo tomaron como una declaración de guerra a la ciudad de Londres. Iba a salir de caza y lo anunciaba a bombo y platillo. Gerard Brown y Miguel Parera había sido solo un aperitivo.

Las heridas se identificaron como causadas con una sierra de gran tamaño. Se organizo un revuelo increíble en todo el país. La gente temía a Johnny el cazador. Había burlado a la policía y a los medios de comunicación durante semanas. Había jugado con ellos y les enseñaba su trofeo de caza. Los había engañado a todos tanto con el accidente del español como con el paseo en coche de Gerard. Se había reído de todos.

Los medios de comunicación pidieron disculpas públicas a Gerard Brown, a su familia y amigos. Les habían sacado los colores literalmente.

La policía informó a los medios del resultado de la autopsia. Miguel Parera estaba vivo mientras le habían cortado la cabeza con la sierra. Inhumano de una crueldad extrema. Todo el país se mostró indignado por la violencia del asesinato. Un asesino andaba suelto y era extremadamente cruel y peligroso. El miedo se instauró en la ciudad de Londres, la gente desconfiaba de todo el mundo. La sociedad había recibido un impacto teledirigido a donde más le dolía. Nadie estaba seguro, nadie.

El caso había dado un nuevo giro y lo había hecho tal cual Blummer lo había predicho. La presentación del asesino con la cabeza del futbolista, era lo suficientemente impactante. el otro rehén había aparecido, lo increíble es que esa persona había sido dada por oficialmente por muerta en un accidente. De nuevo los habían engañado. ¿Como podrían atrapar a un asesino tan manipulador?

Se centraron en conseguir nuevas pistas. Revisaron todos los informes del accidente de Miguel, sus llamadas telefónicas pero nada pudieron obtener que los llevase al asesino. Las imágenes del estadio fueron examinadas una a una. Pero ese día gran cantidad del público había vestido disfraces con motivo del carnaval. Un chico de unos 15 años era quien había dejado la caja justo en la puerta de la sala de trofeos.

Su padre lo había obligado a dejarla allí.

Enseguida lo identificaron y fue llamado a declarar esa misma noche. En la declaración el chico confesó que había encontrado la caja en los baños del estadio y su padre le había hecho dejarla sin llegar a abrirla.

Se examinaron las imágenes del baño, pero más de 12.000 personas había usado las instalaciones y muchas personas estaban disfrazadas. Meter la caja en el baño no había sido muy complicado para los captores. La habían llevado oculta dentro del disfraz. No sacaron nada en claro de las imágenes. Ninguna otra pista.

Blummer había acertado, la noticia bomba había pasado. Sabían quien había sido ellotro rehén pero no habían llegado a tiempo de rescatarlo. El tiempo de Mr. Brown se agotaba y no había por donde cogerlo.

La noticia de la muerte de Miguel, sirvió para intensificar las inspecciones. Más agentes se habían puesto al servicio. Era un asunto de importancia nacional. Capturar al asesino que había matado a Miguel Parera y que retenía a Mr. Brown. No había lugar a más juegos, y utilizarían todas las fuerzas a su alcance.

LAS INSPECCIONES

El lunes el agente Sthephens cumplía su turno de inspecciones, tenia que realizar cinco visitas rutinarias esa mañana. Esta vez tenía que desplazarse hasta la localidad de Oxford. Quería ir lo más rápido posible. Todas estas visitas rutinarias estaban robándole tiempo en sus investigaciones de varios casos abiertos de los que se encargaba. Le forzaban a tener jornadas maratonianas a diario. No salía del trabajo nunca antes de las siete de la tarde.

Las inspecciones avanzaban a buen ritmo, mejor de lo esperado. Todas las oficinas estaban cooperando.

Habían conseguido un gran avance en los últimos días. Para no perder el tiempo y ante la alta posibilidad de que no hubiese nadie en el domicilio. Se había decidido a ir a cada una de las direcciones con una orden de registro en la mano. De esa manera no tendrían que volver e irían mucho más rápido. Era la única manera de hacerlo, pues en más de un 70 % de las ocasiones el inquilino no se encontraba en casa. La aparición de la cabeza de Miguel Parera había facilitado a que los jueces colaborasen con la policía de una manera tan notable.

Había realizado dos de las visitas y circulaba tranquilamente junto con el joven agente Norfolk por el extrarradio de Oxford. La siguiente dirección que llevaba apuntada en la agenda: 17 Howard, correspondía a Brigitte Lewis. Una acaudalada mujer joven que provenía de una familia inmensamente rica. Sus padres habían muerto en un accidente con un velero años atrás y era la única heredera de la fortuna familiar. Entre la que se encontraban plantaciones de café en Barbados, acciones de empresas azucareras en centroamérica, etc.

Por fin llegaron a las puertas de la casa. Llevaban un coche de camuflaje para no dañar la imagen de las personas que aparecían en la lista y ante las críticas recibidas. Hicieron una primera comprobación visual pasando por enfrente de la casa, por si veían algo que se salía de lo normal. Realmente no pudieron ver gran cosa, el muro era tan alto que apenas se apreciaba la casa.

Realizo la rutinaria l amada a la oficina —Aquí el agente Stephens y mi compañero Norfolk. Vamos a proceder a entrar en la siguiente dirección de la lista 17 Howard Road Oxford. La propietaria Brigitte Lewis,  soltera 27 años. Solicito permiso para proceder.

Al otro lado de la línea contesto el agente Colins —Recibido. Proceda. Espero su llamada para entrar las observaciones.

—Gracias agente Colins. Comenzamos. —Dicho esto ambos agentes bajaron del coche dirigiéndose al interfono justo al lado de un opulento buzón de correos. Realizan una primera llamada. Nadie contesta. Una segunda llamada, también sin respuesta. El agente Norfolk se dirige al maletero del coche y saca una caja con las herramientas necesarias para abrir la puerta. Stephens se encargaba de pegar la orden de registro en la puerta. Ese método estaba siendo de lo más efectivo, si bien habían recibido un montón de quejas y denuncias. La gente estaba indignada de como podía la policía entrar de esa manera en propiedades privadas indiscriminadamente.

En ese momento una voz de mujer les habla desde el el interfono. —Díganme ¿Quienes son ustedes? ¿Que hacen en mi casa?.

—Somos los agentes Stephens y Norfolk. Estamos trabajando en una investigación. Necesitamos entrar en su domicilio. —Dice Norkolf enseñandole la placa a la cámara.

—¿En una investigación?. ¿ Que puedo tener que ver yo con una investigación oficial? No comprendo. —Elizabeth se alarmó de repente. ¡Tenia a la policía en la puerta de su casa!

—No se alarme por favor. Es rutinaria, pero tenemos que acceder a su vivienda. Tenemos orden de registro.

—¿Como es posible? ¿De que se me acusa si se puede saber?

—No se le acusa de nada señora. Llevamos más de 200 registros en las últimas semanas. Su vivienda cumple una serie de características, es rutinario. No tiene porque alarmarse. Entramos echamos un vistazo y nos vamos. No vamos a revolver nada. Únicamente realizar una seria de comprobaciones. Usted elige o nos abre la puerta o la abrimos nosotros. Tenemos más visitas que hacer y siento decírselo pero entraremos de todas maneras.

Pasan unos segundos sin que la mujer diga nada. De repente el portalón de la puerta se abre, dándoles acceso a la vivienda.

Gracias. —Dice Stephens. Los agentes entran en el coche y se dirigen hacia la mansión. Una mujer les espera en la puerta principal de la casa. Se sorprenden de la belleza de la chica que los mira con recelo.

—Buenos días. Briggite Lewis supongo. —Le dice el agente Stephens enseñándole la placa y la orden de registro.

—Si, soy yo. No entiendo, que puedo tener que ver en una investigación policial. Denme una explicación por favor.

—No se le acusa de nada. No tiene porque preocuparse. Estamos comprando viviendas que cumplen con una serie de características. La suya lo cumple al igual que otras 37.000 viviendas. Por favor firmé la hoja de registro.

—No será necesario. Estoy dispuesta a colaborar, podéis pasar. No me digan que están comprobando 37.000 viviendas. Debe ser laborioso.

—Así es. Cualquier cosa con tal de preservar la seguridad ciudadana.

—¿De que se trata? Disculpen la curiosidad pero me gustaría saber el motivo que los ha traído a mi casa.

Como se puede imaginar de terrorismo. Es el tema que más preocupa hoy en día. ¿Vive usted sola? —El agente sigue el protocolo que habían elaborado al píe de la letra estaba comprobado que se ahorraban muchísimo tiempo. La chica no le parece para nada sospechosa.

La chica parece que se tranquiliza. —Bueno tratándose de terrorismo les invitare a un café. Una amiga de la universidad murió en los atentados de Londres. Si, vivo sola, tengo una persona fija de servicio pero ahora esta fuera. La he enviado a hacer unos recados.

Gracias, pero estaremos poco tiempo. Aún nos quedan dos visitas esta mañana y se nos echa calle tiempo encima. —Responde Stephens. Norlfolk saca un par de fotos a la casa.

Pasen por favor. Adcalleante.

Los agentes entran en la casa, realizan una primera inspección visual. La casa era la más lujosa en la que habían estado nunca. Se quedaron maravil ados, la chica los acompaño por las diferentes estancias. No había nada que l amase su atención que no fuese el lujo del lugar.

¿A donde lleva este ascensor? Pregunta el agente Stephens.

Al piso de arriba, a la buhardilla y también al sótano.

¿Nos permite ver el sótano?

Si claro porque no. Les advierto que esta hecho un desastre. Estoy realizando reformas quiero poner una sala de billar y de cine. Se van a ensuciar los trajes me temo.

No se preocupe por ello señora. Es solo un momento y es parte de nuestro trabajo.

De acuerdo. Bajemos.

Entran los tres en el ascensor y bajan al sótano. Se abre la puerta. Tal como había dicho la chica estaba hecho un desastre. Se habían tirado todas las paredes recientemente y aún buena parte de los escombros se encontraban esparcidos por el suelo. La estancia era bastante amplía. Solo estaba iluminada por un par de luces de emergencia.

Stephens y Norflok encienden sus linternas y comienzan a inspeccionar el sótano ante la atenta mirada de Brigitte. Al otro lado de la pared se encontraba Gerard debidamente amordazado y Dominique. Lo estaban oyendo todo, sabían que la policía estaba allí. Elizabeth era fría como el acero, no había despertado sospechas en los policías. Estaba en alerta, dispuesta a actuar en cualquier momento.

Había sido una suerte hacer caso a Dominique y modificar el sótano pensaba Elizabeth. No necesitaban tanto espacio, y habían decidido reformarlo para darle el aspecto de un sótano normal en apariencia. Una medida de precaución. Habían unicamente destinado un 30% de la superficie a las celdas, una pequeña ducha y el almacén. A las que se accedía por medio de una puerta secreta que en esos momentos estaba oculta justo detrás de una estantería.

La mayoría de las cosas estaban dentro de las instalaciones secretas. Sin embargo permanecían restos de las  antiguas instalaciones en el amplío espacio que se extendía a la vista de los agentes.

—¿Que es lo que había aquí?. —Pregunta el agente Stephens.

—Era una especie de baño, que mis padres utilizaban como sala de máquinas: Lavadoras, secadoras, cosas así. Había una especie de almacén en este lugar como pueden ver. No se imagina la de cosas que he tirado estos últimos días. Va a quedar muy bien le daré salida al exterior por medio de unas buhardil as. Ven, aquí las pondré y entrara luz natural a este espacio. Tengo que hacerlo en diagonal para alcanzar el exterior.

Ganare un montón de espacio, incluso podría construir una entrada para aparcar aquí varios coches y usar el garaje para ampliar arriba. La verdad no me gusta nada estar aquí bajo tierra. De pequeña este lugar me daba miedo.

—¿Para que era esta barra? Norlfok señalaba la barra que todavía esta atornillada a la pared en la antigua celda de Miguel.

No sabría decirle. Aquí había una habitación donde mi padre guardaba las herramientas de jardín y cosas así, la podadora, el cortacéspedes. La mayoría de las cosas han ido a parar a la basura. —Se queda pensativa. Su respuesta no le había sonado demasiado convincente.

Creo que lo tengo. Recuerdo que cuando era pequeña esta era la casa de mis abuelos. Ha cambiado mucho desde entonces. Había animales en el sótano, aunque les parezca increíble. Aquí hubo en su día un establo de caballos y recuerdo cabra, e incluso hasta una vaca. La barra debía de ser para atar a los animales.

—Entiendo. —Dice extrañado Stephens que mira a Norfolk. La respuesta no les había parecido tan rara para lo que habían visto los últimos días. Se habían encontrado de todo en los sótanos: Desde una plantación de marihuana hasta una especie de playa artificial con arena de verdad. Revisan con la linterna las paredes.

Norfolk va golpeando con el puño cada una de las paredes siguiendo el protocolo. Se dirigen hacia la pared donde esta la puerta secreta detrás de la estantería.

Al otro lado, Dominique carga la pistola. Esta preparado para actuar en caso necesario. ¿Cómo es que estaba la policía allí? Se la estaban jugando a todo o nada en esos momentos. Iba a acabar con ellos en caso de ser necesario. Puede verlos a través de una rendija en la estantería. Preparado para en cualquier momento abatirlos. Que lleven las linternas es una ventaja importante. Les mantiene una mano ocupada y el factor sorpresa también juega a su favor.

Norfolk examina la pared golpeándola con el puño. —¿Aquí esta hueco porque? Esta pared parece recién construida.

—Esta en lo cierto agente. Esa zona siempre presentaba humedades. No se imagina, el agua se filtraba constantemente de ahí el olor en la habitación. Decidí dejar un espacio de medio metro para evitarlas, así como he recebado de nuevo la pared maestra. Mis padres habían intentado todo tipo de cosas. Creo mi idea será definitiva. Pierdo un poco de espacio pero merecerá la pena.

Ambos agentes se miran y revisan a fondo la pared. Dominique en el otro lado apretando los dientes.

Gerard imaginándose que la policía había seguido su mensaje a pesar de contar solo con parte de la dirección, pensando que iba a asistir a un tiroteo en cualquier momento. No podía moverse ni hacer ruido, Dominique tenía una pistola con silenciador y lo había amenazado que el primer tiro sería para el. Lo escuchaba todo nervioso. Norfolk se acerca a la estantería comprobando si la podía mover. Parecía pesada.

—Vámonos Norfolk. Hemos acabado aquí. —Dice Stephens. El agente Norfolk se dirige al ascensor dejando atrás la estantería. Elizabeth se da la vuelta y hace una mueca de odio que llevaba tiempo aguantando.

—Quieren ver el resto de la casa. La buhardilla, el piso de arriba. —Les ofrece la chica. Estudia sus ojos sus expresiones tratando de comprobar que los agentes no sospechasen nada.

—Si , subamos a la buhardilla. —El resto de la inspección de la casa continúa sin incidencias. No había nada que esconder en esas estancias. Elizabeth estaba segura de que no habían encontrado nada que la pudiese comprometer. No se habían decidido a mover la estantería afortunadamente.

Se mostró bastante amable con los policías. Necesitaba saber que es lo que les había llevado allí. Al parecer un asunto de terrorismo pero tenía claro había algo que ella no sabía. Se despidió de ellos.

—Por favor si van a volver a detenerme. Avísenme antes e iré a la peluquería. —Dijo la chica tratando de romper la frialdad de los agentes con una sonrisa irónica en la boca.

Ambos agentes se ríen —Muchas gracias señorita. Ha sido usted muy amable. Perdone las molestias—.

Elizabeth se despide de los agentes y observa como salían de la casa. No comprendía lo que les podía haber llevado hasta allí. Jamás la policía había pisado esa casa. Algo tenían que saber. Se sintió invadida, furiosa.

Algo había salido mal y no tenía ni idea de lo que podía ser. No creía en las casualidades. Alguien lo iba a pagar bien caro y tenia el candidato perfecto.

PARANOIA

Las semanas siguientes, un clima de desconfianza se apodero de la ciudad de Londres, la población se encontraba temerosa de salir a la calle, de tener cualquier tipo de contacto con desconocidos. Se notaba en la miradas de la gente: cautelosas, asustadas, precavidas. La televisión sensacionalista no estaba ayudando en absoluto, a todas horas, se recordaba que un asesino psicópata estaba suelto, sediento de sangre, cualquiera podría convertirse en presa de Johnny the Hunter.

La policía había realizado recomendaciones al respecto. El propio Thompson en una entrevista para la BBC dio unas recomendaciones básicas de seguridad: ser prudente en el contacto con los desconocidos, no acudir a ninguna cita con alguien que no conociesen sin comunicar al menos a una persona a donde se dirigían y con quien. A los ciudadanos estas recomendaciones les parecieron insuficientes, muchos optaron por salir a la calle lo mínimo posible hasta que el asesino fuese detenido.

La televisión se lleno de programas donde hablaban de los asesinos más celebres en la historia de Inglaterra, se hicieron muy populares. Especiales de psicópatas, de asesinos en serie que nunca habían sido detenidos, empezaron a copar las audiencias. En las tertulias, se decía que le había salido un competidor a Jack el Destripador bautizado el mismo como Johnny el Cazador. La amenaza de Johnny se cernía sobre la sociedad, era el principio e iba a haber más asesinatos, a no ser que la policía lo impidiese.

La liga de fútbol profesional inglesa, realizó un sentido homenaje a Miguel Parera, con un emotivo partido entre el Chelsea y el equipo anterior de Miguel Parera: el Sporting de Gijón. Cuyos beneficios fueron a parar a la destrozada familia de Miguel que acudió al palco ante una ovación general.

La policía se sentía en el punto de mira, la complicada misión de revisar las casas una a una no estaba dando resultados: no habían encontrado la casa del horror, nada hacía indicar lo contrarió. Estaban contra la espada y la pared. La carta de presentación del asesino “

Soy Johnny el Cazador”, presagió una espiral de desapariciones y muertes, era a todas luces un desafío.

La policía lo tenía claro, esto no había hecho nada más que empezar, estaban en guardia. La presencia  policial en las calles se intensificó, la sensación de la sociedad era de inseguridad. Toda la policía de Londres estaba movilizada. Expertos de todo el mundo en casos con psicópatas ofrecieron su colaboración.

Blummer se puso en contacto con el captor de Ted Bundy, un asesino en serie, que a finales de los años 70 asesinó a 30 mujeres y se le atribuía el asesinato de otras 40 personas. Había similitudes en el modus operanti: también desmembraba a sus victimas, y guardaba trofeos como sus cabezas. El mundo entero estaba pendiente del caso. Se veía como una guerra abierta, un desafío entre Johnny el cazador y la policía.

Desde los programas sensacionalistas, se estaba creando una imagen de Johnny que aterrorizaba a los ciudadanos; se decía que se bebía la sangre de sus victimas, que se alimentaba unicamente de carne humana, que practicaba el canibalismo y que era muy diestro en el manejo del cuchillo y armas blancas. Se le empezaron a atribuir nuevas víctimas, un psicólogo de la televisión hizo mucho daño en ese sentido, atribuyéndole hasta 17 muertos de entre las desapariciones sin resolver en los últimos años en Londres, sin contar siquiera con prueba alguna que avalase su teoría. Todo valía con tal de incrementar la audiencia y llenar su bolsillo de libras. Se hizo muy popular a raíz del caso y su presencia en la televisión se incrementaba día a día, convirtiéndose en colaborador habitual de varios programas.

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