Elizabeth

Elizabeth


EL PASADO SALE A LA LUZ

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Moles aprovechó un momento para darle las novedades a Blummer, quedaron en verse en la propia oficina de policía por la tarde, cuando tuviesen el informe listo. Lo llamaría para confirmar la hora.

Fueron a ver las imágenes de la cámara del garaje a una de las furgoneta de la policía. Vieron como Louie entraba conduciendo su coche en el edificio, por supuesto iba sólo, tal como esperaban cuando entró en el edificio, ninguno de los agentes contaba que tuvieran tanta suerte. Lo estaban esperando dentro del edificio, tenían que ser dos, el cuerpo de Louie no era precisamente ligero. Moles no se podía creer que pudiese llegar a la oficina con otro asesinato a sus espaldas y sin una sola nueva pista.

Subieron nuevamente a la escena del crimen, querían ver el levantamiento del cadáver por si aparecía cualquier cosa, no tenían ninguna nota del asesino y era posible estuviese en las ropas o dentro del cuerpo, nada apareció.

Lo que no sabía Moles, es que iba a ser un día bastante más duro que eso, lo que había visto era más que suficiente para poner algo más que una mueca de enfado en su rostro. Salieron esquivando las cámaras de las cadenas de televisión en dirección a su oficina a eso de la una del mediodía. Habían pasado casi 6 horas en la escena del crimen y salían sin una sola pista a la que aferrarse.

El caso le estaba superando, y aún no sabía lo que le esperaba en las próximas semanas.

CUENTA ATRÁS PARA MORIR

En la casa de Brigton, Gerard Brown se encontraba sentado en el porche de la nueva casa de Elizabeth. La casa estaba situada en lo alto de un promontorio, enfrente al mar. Delimitando los confines del terreno en un escarpado acantilado. Disfrutaba de un amplío terreno, el muro de piedra que lo rodeaba estaba circundado por hermosos cipreses que se alzaban majestuosos al cielo. La vista era magnífica, a la izquierda, a lo lejos divisaba la turística ciudad de Brigton. Gerard se empapaba de los aromas del mar que rompía contras las cercanas rocas, y que la agradable brisa que soplaba se encargaba de llevar a su pituitaria.

Por vez primera en más de un mes, veía la luz del día. Se reconfortó durante horas observando el mar y el horizonte en silencio, embutido en sus pensamientos, relajándose como hacia tiempo que no hacía. Podía oír los graznidos de las numerosas gaviotas que sobrevolaban la zona en libertad. Planeaban con sus alas extendidas como suspendidas en el aire, emergiendo de las profundidades del acantilado para precipitarse al vacío, hacia el mar, desapareciendo de su vista. Otras se alejaban libres, las envidiaba.

El sol brillaba esa mañana, le reconfortaba, pues le daba directamente en la cara a esas horas. Se encontraba un poco somnoliento, esos momentos de tranquilidad después de todo lo que había vivido en las últimas semanas, no tenían precio para él.

Estaba sentado en un cómodo sofá que Elizabeth había echo instalar en el amplío y acogedor porche. Su mano esposada a una barra, las esposas que llevaba en esta ocasión eran más largas y le permitían cierta movilidad. Dentro de lo que cabe, estaba mucho mejor. En la mesa de servicio justo enfrente de él, tenía un tetera llena de te blanco y unas galletas de mantequilla que una a una iban desapareciendo.

Elizabeth estaba allí, en el porche, acompañandolo, sentada en una mesa, en el otro lado. Distraída con el ordenador, tal cual, el día que la conoció. La notaba cambiada, aparte de teñirse el pelo, el semblante de su cara tenía otro aspecto. Creía era cuestión del maquil aje, no alcanzaba a intuir que se había hecho. Quizás  fuese la forma de vestir, o el peinado nuevo, pero la veía más vulgar que días atrás, al menos no tan atractiva.

Lo que sí apreciaba, es que estaba de mucho mejor humor, había más de Brigitte en ella esa mañana. Elizabeth había desaparecido momentáneamente o al menos eso creía; nunca estaba seguro de ello. Tenía miedo de volver a verla después de tantos días recluido, sin ninguna noticia de ella. Había hasta perdido la cuenta del tiempo que paso solo, confinado en la nueva celda que habían construido en la mansión. Sus peores temores no se habían confirmado: Seguía vivo.

Incluso, podría decirse que la chica se mostraba amable con él, dentro de lo que cabe. En todo el día, no le había hecho nada malo. Muy al contrario, parecía preocuparse por él. Había llegado a comentarle cuando lo fue a buscar a la celda que hiciese una lista de cosas que necesitase: Libros, películas, música que pidiese cualquier cosa que le apeteciese. Lo cual lo extraño mucho; estaba casi seguro que lo ejecutarían en cualquier momento.

Gerard le dijo que lo que más le gustaría, sería ver el sol. Se había convertido en una necesidad, no tenía ni idea de donde estaba, solo sabía que lo habían trasladado a otro lugar, a otra celda. Era consciente de que no era en la mansión de Brigitte; las instalaciones eran completamente diferentes, se veían nuevas. El techo era mucho más bajo y la habitación no era tan lúgubre sino mucho mas confortable, se parecía un poco más a una habitación de cualquier casa, solo que no disponía de ventana alguna y la puerta era de seguridad.

Disfrutaba además de una ducha en su celda, lo cual agradeció.

El incidente de la visita de la policía había asustado a Elizabeth, la había mantenido bien ocupada preparando el traslado. Por eso que no la había visto en tanto tiempo.

Recordaba como Elizabeth le sonrío cuando le dijo que quería ver el sol, que lo vendrían a buscar enseguida le dijo. Al rato, llego Dominique y lo sacó en la sil a de ruedas de la celda. La sorpresa que se llevó cuando salió al porche, fue mayúscula. Estaba al lado del mar, en cuanto vio la vista, reconoció enseguida el contorno de la ciudad Brigton.

Siempre había soñado con retirarse en un lugar así, donde pudiese oler el aroma del mar, ver y oír su repetitivo golpeo contra las rocas. La bel eza y amplitud del paisaje, le sobrecogió el alma después de todo el tiempo que había permanecido encerrado.

Pasó la mejor mañana en mucho tiempo. Por unas horas, se olvidó que era un rehén, que estaba con una pareja de psicópatas. Disfrutó del sol y la maravillosa vista, respiró aire puro; disfrutó del mar. Hasta compartió un aperitivo con sus captores: consistente en un Martini Roso, olivas, unos pinchos de queso cheddar y un foie que tanto le gustaba. No era como el que él solía comprar, no le puso ningún reparo, no estaba nada mal.

Dominique se paso casi toda la mañana ocupado en el jardín, plantando flores y sembrando nuevo césped en las zonas donde había desaparecido. La primavera avanzaba cada vez más, y se afanaba en embellecer el terreno para su ama. De vez en cuando, Elizabeth bajaba a darle instrucciones e incluso consulto con Gerard donde plantar unos geranios. A Gerard, le hubiese gustado hacerlo el mismo; la jardinería le apasionaba.

Revisaba los sobres con semillas que tenía sobre la mesa, permitiéndose darle consejos a Elizabeth sobre cuales serían más apropiados para plantar en esos momentos.

Leyó el Sunday Times del día con atención, hacía mas de tres semanas que no se enteraba de lo que pasaba en el mundo. Se puso al día de todo, se sorprendió denque no había ninguna noticia sobre su caso. El periódico aun no reflejaba la noticia bomba del día, lo haría debidamente en la edición de la tarde. Después del aperitivo, cayo profundamente dormido en su sofá y nadie lo desperto.

Permanecía ajeno a todo lo que había pasado la noche anterior: el asesinato de Louie Edward, y la nueva compañera de celda de la que no conocía siquiera su existencia. No se imaginaba el increíble revuelo que había esa mañana en los medios informativos, ni de que Moles, echaba humo en su oficina, desgañitándose con sus compañeros buscando como parar todo aquello.

Gerard dormitaba tranquilo, ignorante de los nuevos acontecimientos. Elizabeth, muy al contrario, estaba al corriente de todo, a fin de cuentas, ella lo había planeado. Estaba emocionada, viendo las últimas noticias en su ordenador y las novedades que iban saliendo poco a poco sobre el caso. Para el a, también era un gran día y por eso estaba de tan buen humor. Disfrutaba leyendo los artículos y las opiniones en los foros de los diferentes periódicos.

En la comisaria de policía, las cosas estaban muy calientes, demasiado; el ambiente era irrespirable. Había estallado una nueva bomba que había sacudido con violencia a los tres agentes, los ponía en una situación límite. La presentadora del programa sensacionalista Amanda Williams había sido secuestrada por el maldito Johnny the Hunter. Lo más inquietante, es que se establecía una cuenta atrás para su muerte en cuatrocientas noventa y siete horas. Es decir, veinte días y diecisiete horas.

Había más, un requisito inapelable, que en caso de no ser debidamente respetado implicaría la ejecución inmediata de la presentadora. Ese requisito no era otro que los presentadores del telediario de Canal 4, retransmitieran las noticias disfrazados de payasos; desde ese momento y hasta el final de la cuenta atrás.

Si en algún momento, dejaban de hacerlo, Amanda sería ejecutada por medio de la temida sierra.

Los policías se quedaron alucinados de lo sorprendente de la petición. Nadie dudaba de la veracidad de la nota, entregada en la cadena de televisión, firmada a nombre de Johnny the Hunter. Habían recibido las demandas por medió de una nueva nota con un mechón de pelo de Amanda en su interior. Una empresa de transporte urgente, había sido la encargada de entregarlo. Por supuesto, no hubo manera de identificar al remitente. Otra vez se la había jugado a la policía: se le daba realmente bien.

La noticia corrió como la pólvora, no solo por el Reino Unido. Los noticiarios y prensa de prácticamente todos los países del mundo informaron del ultimátum recibido. Había sido la noticia del día, con ella se abrían la mayoría de los informativos y las portadas de la prensa on line. Causó un impacto que hizo estremecer a Londres, más incluso que lo que Elizabeth hubiese deseado. Ahora si era famosa, Johnny The Hunter había dado un paso definitivo, un salto a la fama. Había dado su gran golpe. Era la más grande y lo estaba disfrutando.

En internet la noticia corrió como un polvorín. Habían surgido grupos de apoyo a Johnny The Hunter.

Algunos lo veían como una especie del justiciero del siglo XXI. Más de 270.000 personas habían dado al botón de me gusta en un perfil que había aparecido de Johnny en una red social. La policía, por supuesto comprobó que era falso.

En el perfil salía una fotografía de una persona con la máscara de V de Vendetta vestido de cazador, llevaba un hacha en una de las manos y una sierra en la otra. Mucha gente aprovechando el anonimato de la web lo apoyaba, le decían que estaban con él, que era el nuevo justiciero que le daría su merecido a los medios y a la policía. Lo apoyaban. Elizabeh estaba encantada con sus fans. Se veía irresistiblemente tentada a escribir ella misma comentarios en el fraudulento perfil. Tuvo que reprimirse en varias ocasiones para no hacerlo. Le encantaba la página, se pasaba la mañana viendo los nuevos comentarios. Sí, ¡lo había conseguido, tenía sus fans! Se quedo como hipnotizada delante de la pantalla del ordenador.

La policía y parte de la sociedad estaba muy preocupada por el inesperado apoyo en las redes sociales a Johnny. Era increíble que la gente pudiese apoyar los actos de un psicópata perverso como él. La sociedad mostraba su parte más oscura, inhumana, escabrosa.

La cúpula del Canal 4 se reunió para tomar una decisión al respecto. Las indicaciones de la nota eran bien claras, o las acataban, o tendrían que cargar con la responsabilidad de la muerte de la presentadora.

Quedaban menos de dos horas para el primer telediario. Las noticias del mediodía, sería duro. Los presentadores tendrían que estar disfrazados de payasos, o de lo contrarío Amanda estaba sentenciada. La decisión fue unánime, aceptarían las demandas de Johnny.

Aún así, eso no la salvaría, si la policía no la rescataba antes del final de la cuenta atrás Amanda moriría. La propuesta no era demasiado halagüeña. La única posibilidad de que Amanda saliese con vida, era que la policía la rescatase antes del final de la cuenta atrás.

El reloj iba corriendo tic tac tic tac. Eso ponía al equipo de Thompson en una situación límite. Estaban totalmente desconcertados. Se reunían durante horas empleando todos los medios a su alcance para rescatar a la periodista. Establecían un plan de búsqueda. Las inspecciones de las casas no habían dado resultado. No quedaba casa alguna por revisar. Los habían engañado, Johnny se la había jugado de nuevo con una pista falsa que los tuvo durante semanas ocupados.

Necesitaban encontrar una pista nueva a la que poder aferrarse, en la mente de todos estaba Johnny. Era el hombre más buscado del país. Tenían que capturarlo antes de que terminase la infernal cuenta atrás.

¿Cómo lo iban a capturar? No tenían ni una sola pista que seguir, sus crímenes eran perfectos. Se permitía el lujo de engañarlos constantemente de enfrentarse a ellos. ¿Quien demonios era ese Jhonny the Hunter?

Se pidieron vídeos de todas las cámaras de los alrededores tanto de la casa de Amanda como de la de Louie.

Se revisaba todo con detalle, se llamaba a gente a declarar. Hacían todo lo que podían, pero no avanzaban en ninguna dirección. Estaban desesperados. Con el paso de los días serían los máximos responsables en la muerte de Amanda. Johnny the Hunter los había señalado con el dedo, los tenía cogidos de los huevos.

Moles, se imaginaba a Johnny viendo la televisión y riéndose de ellos, disfrutando de sus actos. Lo estaba haciendo, lo tenía muy claro. Los había desafiado de nuevo.

El plan de Elizabeth daba sus frutos. Se iba a divertir mucho los siguientes días, para ella también era un día feliz y se lo iba a tomar con calma. Disfrutando de su nueva casa al lado del mar. Sin duda, era la más grande, la mejor y aún le faltaba el broche final: era feliz.

Gerard se desperto en el sofá. Elizabeth estaba recostada junto a él, apoyada en el hombro de Gerard.

Dominique estaba también en el porche instalando una pequeña televisión en la mesa donde había estado escribiendo la chica en su ordenador y la encendió. Elizabeth se desperezo.

—Nos quedamos dormidos los dos Gerard. —Dijo la chica en medio de un bostezo.

—Sí. Gracias por dejarme subir aquí. —Gerard también se desperezo. Sufrió un tirón en la mano por culpa de la cadena – ¡Ay!—. Exclamo.

—¡Ten cuidado, no te vuelvas a hacer heridas!. No hay de que Gerard. Si te portas bien, subirás todos los días. ¿De acuerdo?.

—Lo haré. —Gerard no entendía ese cambio de aptitud de la chica, en realidad el salía beneficiado. Quizás, tuviese de nuevo una oportunidad de escapar. Miguel estuvo a punto de conseguirlo. ¿Sería el capaz?.

—Recuerda hacer la lista, Gerard. Pide lo que quieras, te lo traeremos, tenemos que llevarnos mejor. Las cosas no tienen porque ser así, fíjate en Dominique. Es el espejo en quien debes mirarte, un día puedes llegar a ser como él.

—Lo intentaré. Te lo prometo. —Lo mejor, era seguirle el juego.

—Ahora nos vamos a reír mucho Gerard, vas a ver algo que te va a encantar. El telediario de hoy lo presentaran unos payasos.

—¿Unos payasos? No comprendo. —Dice Gerard sorprendido por el insólito comentario.

—Sí, unos payasos. Te apuesto lo que quieras, a que los presentadores irán vestidos de payasos.

—¿Por qué iban a hacer eso? Sería muy extraño. —Contesta el hombre intrigado.

—Porque yo lo digo Gerard. ¡No ves que soy la más grande!.

Gerard no contesto. No entendía bien de que estaba hablando Elizabeth, aún estaba medio adormilado. El telediario comenzó y efectivamente, los presentadores estaban vestidos de payasos. Enseguida supo el porque, y muchas otras cosas que hasta el momento desconocía. Un nudo se le hizo de nuevo en la garganta. Las cosas, no habían mejorado. Más bien, todo lo contrario. Se dio cuenta por primera vez que Elizabeth buscaba algo más, algo que se salía de lo corriente, se iba a hacer famosa como ella siempre decía.

Su cara se palideció, ¿Cómo podría salir vivo de todo ello?. Solo había un camino el que le habían indicado,

Dominique sería su espejo. Después del telediario Gerard volvió a su celda. Elizabeth le enseño por primera vez a su nueva adquisición Amanda antes de encerrarlo para la noche. La vieron desde el ventanuco.

Amanda Wil iams estaba tumbada esposada a la cama, parecía drogada fuera de sí. Abrió la puerta, la mujer trataba de incorporarse desconcertada como cuando él fue encerrado por primera vez.

—Buenas tardes Amanda. Mira a quien te traigo. Te interesaba tanto, que no pude resistirme a presentarte al señor Brown. ¿Qué te parece?. Mira que bien que se encuentra. Pena que tú..... —Su voz, adquirió de repente un tono mucho más grave— Tú no tendrás tanta suerte. No me interesas para nada ¡Estúpida!

—Salúdala Gerard. Ha dicho de todo sobre ti y sobre mí, sobre nosotros. Ahora tendrá su merecido. Se creía que podía utilizarnos para conseguir más audiencia. Mira lo que ha conseguido. —Gerard saludó a la chica con la mano, estupefacto por todas las novedades que ahora si conocía.

Entró de nuevo en su celda. Le habían instalado una pequeña nevera con bebidas y comida. Elizabeth le volvió a recordar lo de la nota con sus peticiones. Gerard empezó a escribirla, una televisión, películas, ir cada día al porche, libros, música, ropa nueva, etc. Por pedir que no quede, pensaba. Se quedo un rato mirando a la lista, reflexionando sobre lo que había pasado en el día. Estaba impresionado por todo lo que había hecho Elizabeth, tenía que colaborar, entregarse a ella de verdad. Si quería seguir vivo, nada de medias tintas. Pasado un buen rato, con dolor, añadió una nueva nota al final del mensaje:

Quiero vivir Elizabeth. Estoy dispuesto a hacer todo lo que me pides. Lo he pasado mal, muy mal, las últimassemanas, solo en la celda. Me gusta la nueva situación, quiero agradecerte que me dejes salir de la celda yquiero seguir haciéndolo. Esta mañana he sido feliz, gracias. Te serviré como te mereces. Quiero que vuelvasa visitarme a las noches. Te demostraré que he cambiado.

Soy tuyo. En cuerpo y alma te lo prometo.

Gerard Brown

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