Elektrika

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VII

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VII

 

Me desperté sintiéndome bien. O no demasiado mal. Que ya era más de lo esperable, si dejaba que los recuerdos de la noche anterior llegaran a mí. Había dejado aquellas cosas fritas con un rayo de luz azul. Épico. Para una película era ideal, pero para mi vida era otra mierda que añadir a la montaña que crecía día tras día. Si pretendía una vida normal, cuando Logan había aparecido no había tenido más remedio que asumir que no era lo que el destino había elegido para mí. Pero lo que sentía por él hablaba por si solo. Colmillos y mordisco perdonados incluso. ¿Qué más se puede pedir para demostrar que aquello era amor verdadero? Si hasta se había instalado en mi casa y me parecía una idea no tan mala, después de poco más de un mes viviendo juntos. Pero ahora ya no era un problema de su mundo. Me había convertido en mi propio problema. No es que quisiera que lo de Logan no funcionara. Siendo un cazador de demonios y todo. Pero siempre había ese vacío legal, esa posibilidad de huir de todo aquello si mi cerebro empezaba a colapsarse. ¿Pero como me escapaba ahora? Vale, siempre tenía tendencia a buscar una puerta trasera en las situaciones que me estresaban en la vida. Quizás de ahí mi miedo al compromiso. A pensar en el mañana más que en el hoy. Abrí los ojos y me encontré a Logan estirado a mi lado, con ropa deportiva. Me miraba con media sonrisa, aspecto preocupado. Triste. No se me da bien eso de llevar un duelo o acompañar alguien en una etapa como aquella. Supuse que no era el primer hermano que perdía a lo largo de los años, pero eso no lo tenía porqué hacer más fácil. El pelirrojo parecía simpático, más calmado y menos cerrado. Joven. ¿Cuántos años tendría en realidad? Cerré los ojos y me acerqué a Logan, para poner mi cabeza sobre su pecho y acariciar la piel desnuda de su brazo. Sentí la energía fluir dentro de mí. ¿Magia? O lo que fuera. Mejor no pensar mucho en aquello. Sentí la presión de los labios de Logan sobre mi pelo y me giré para buscar sus labios. Un beso suave. No quería presionarlo. Él no hizo el intento de intensificarlo y no insistí.

—¿Cómo estás? —le pregunté con mirada tranquila.

—Bien. —me dijo intentando sonreírme.

—Soy yo la que evade las preguntas directas y se escaquea de lo que no le apetece hablar. —le dije haciendo una mueca mientras le besaba con suavidad los labios y él suspiraba ante ese contacto.

—Estoy preocupado. —me dijo finalmente.

—No tengo idea porqué. —le contesté haciendo una mueca y él me sonrió.

—Tus amigas han ido con Iker y Fer a recoger lo del mirador. —me dijo él después. —Lo han llevado bastante bien. Son fuertes. Igual que tú.

—¿Qué les va a pasar? —le pregunté a Logan, frunciendo el ceño. Quería a Logan, pero las bandidas eran tan importantes para mí como él.

—Nada. —me contestó. —Mientras guarden el secreto, nadie tiene porqué saber que saben o qué han visto. Se que podemos confiar en ellas. Ellas harán lo que sea por protegerte.

—Sabes leer a las personas con mucha facilidad. —le dije con una sonrisa.

—Son muchos años de experiencia. —me contestó él con una sonrisa, fijando sus ojos en mi boca.

—¿Y ahora qué? —le pregunté con curiosidad. Me miró con dudas en sus ojos.

—Hay alguien en Londres que quizás pueda tener alguna respuesta de lo que te ha pasado. —me dijo Logan aunque no parecía muy convencido con aquello. —Aunque no tengo ganas de que otras famílias sepan de que existes. A estas alturas no creo que nadie espere que una mística despierte.

—Si te preocupas por lo que diga tu gente, después de ver la fiesta que nos organizaron ayer los dumas, creo que me voy a preocupar yo también. —le dije con mirada interrogante.

—Elena, no sé cómo puede reaccionar mi mundo. No quiero que intenten usarte, aunque es inevitable siendo lo que eres. —Logan cerró los ojos y me abrazó con fuerza. —Por no decir que vas a estar siempre en el punto de mira de los dumas. Me asusta no poder protegerte.

—Bueno, está claro que tenemos que buscar a alguien que me ayude a controlar lo que sea esto. —le dije señalándome a mí misma mientras hacía una mueca. —Igual así puedo ser útil y no es tan difícil asegurar que mantenga mi bonita cabeza sobre mis hombros.

—Estamos de acuerdo en eso. —me dijo con una sonrisa Logan, mientras me besaba en la frente. Esperó unos segundos antes de añadir. —Hay otra cosa. Sobre las leyes antiguas.

—¿Leyes de cazadores? —le pregunté con un mal presentimiento al ver su expresión, mientras hacía un gesto afirmativo con la cabeza.

—Las relaciones entre cazadores y místicas están prohibidas. —me dijo finalmente y pude sentir como un peso dentro de él se liberaba. Pero a mí me caía como una ducha de agua fría.

—Espero que bromees. —le dije haciendo una mueca.

—¿Tengo aspecto de estar bromeando? —me dijo él con voz dura y aspecto un poco enfadado. Le miré alzando una ceja, retándolo. No dijo nada más. Lentamente me incliné sobre él y empecé a besarle, Logan intentó ignorar mis besos, no responder a ellos. Pero tardé apenas unos segundos en romper sus barreras. Su boca se abrió a mí y no dudé ni un instante en profundizar mi beso. Creo que después de lo que habíamos vivido la noche anterior, los dos lo necesitábamos más que nunca. Prohibido y todo, me importaba un comino. Logan respondió a mi cuerpo y a mis besos con la misma urgencia. Le saqué la camiseta y empecé a morderle por el cuello y por el hombro, mientras él presionaba su cintura contra la mía. Me tumbó debajo suyo en un movimiento algo brusco y empezó a besarme con intensidad mientras podía sentir su excitación frotándose contra mí. Se separó levemente de mí, cerrando los ojos. Intentado calmar su excitación y yo me arqueé contra él. No tenía intención de que aquello acabara allí.

—Elena. —me dijo cogiendo mis manos y poniéndolas sobre mi cabeza, dejándome prisionera de su cuerpo. Sus colmillos volvían a asomar y su mirada era vidriosa. —Te juro que te deseo como jamás he deseado a alguien. Pero no puedo arriesgarme a hacerte daño. Las leyes están hechas para protegeros. Teniéndote aquí, dispuesta debajo mío, no puedo evitar sentir una necesidad primitiva de morderte, de beber de ti. Quizás por la magia que hay en tu sangre. No lo sé. ¿Y si pierdo el control? ¿Y si te lastimo de verdad? Podría incluso matarte, sin ser del todo consciente de ello. No puedo evitar pensar que esa prohibición quizás tiene la finalidad de protegeros de la sed del cazador.

—Hemos estado juntos antes. —le contesté mirándole, intentando no fijarme en esos colmillos que asomaban ansiosos de clavarse en mí. —Nada ha cambiado respecto a lo que hay entre nosotros.

—Contenido. —me dijo él repitiendo mis propias palabras, dichas entre copas de vino junto al fuego con mis amigas. —¿Y si no deseo contenerme? ¿Y si deseo hacerte el amor sin dejar simplemente que seas tú la que controle la situación? Joder, por si no te has dado cuenta todo esto me cuesta. Cada vez más.

—Te quiero, Logan. —le dije sin dejar de mirarle, con intensidad. Necesitaba alejar sus miedos de él. Miedo por hacerme daño. Quizás era estúpida en animarle a todo aquello, pero no podía evitar sentir lo que sentía. Y soy de reflejo rápido. No suelo meditar mucho las cosas. Simplemente me dejo llevar. Y dentro de toda aquella historia de demonios, cazadores y místicas, lo único que tenía sentido era lo que sentía por Logan. No podía perder aquello. Porqué entonces el resto no tendría sentido.

—Lo sé. —me dijo cerrando los ojos, apoyando su frente en la mía y suavizando la presión de sus brazos sobre mis manos, que le abrazaron al sentirse libres. —Necesito respuestas. Dame un tiempo.

—Todo el que necesites, siempre que no intentes alejarte de mí. —le contesté.

—No tendría la fuerza suficiente para alejarme de ti, aunque lo intentase. —me contestó en un susurro.

Nos quedamos abrazados en su habitación durante unos minutos y finalmente Logan se levantó y me tendió la mano. No es que me apeteciera mucho salir de allí, de la intimidad que nos daban esas paredes, pero tenía que aceptar sus condiciones, aunque no estuviera muy de acuerdo con ellas. A ver, la posible amenaza de mi vida era algo como para al menos tomarme mínimamente en serio. El hecho de que Logan estuviera claramente preocupado con eso tampoco era muy motivador. Porqué pese a que estuviera prohibido, estaba casi convencida de que Logan se pasaría esa ley por el forro si no pensara que se había hecho con la intención de proteger a las místicas. A mí, vamos. Aunque eso de mística no me pegaba ni con cola. Parecía que tenían que ser mujeres no sé, con algo de misterio y de glamour. No con el pelo revuelto, ojeras en los ojos y ropa con olor a barbacoa. No, desde luego no daba el pego para nada. Anthony estaba sentado en la mesa del comedor, con el periódico abierto. Nos miró desde la distancia pero viendo la cara de malhumor de ambos, supongo que prefirió quedarse callado. Ayudé a Logan a preparar nuestros cafés con leche mientras él sacaba un par de bandejas con embutido de la nevera y las dejaba junto a varias barras de pan en la mesa. Varios cazadores con el hambre de Logan tenían que dar trabajo del grande al que se ocupara de la cocina. Logan se sentó a la cabecera de la mesa y yo me senté a su lado. Casi por costumbre. Quizás él hubiera preferido que me sentara en la otra punta. Me daba igual. Le daría tiempo. Pero no espacio.

—No tienes muy buen aspecto. —me dijo Anthony con mirada dura y Logan gruñó levemente desde la silla presidencial, pero no levantó la cabeza de su bebida. Creo que eso divirtió un poco a Anthony.

—¿Siempre eres tan amable de buena mañana? —le pregunté ladeando la cabeza levemente.

—Tengo días mejores que otros. —me contestó Anthony con una sonrisa y mirando a Logan añadió. —¿Has decidido qué vamos a hacer?

—Tendremos que ir a ver al viejo. —dijo finalmente Logan sin parecer demasiado contento con aquello. —Pero primero tenemos que dejar todos los cabos sueltos de aquí cerrados.

—No creo que sea buena idea alojarnos en casa de otras familias. —dijo Anthony con mirada inteligente.

—Ya lo había pensado. —le contestó Logan con un gesto afirmativo. —Nicholas se encargará de buscarnos alojamiento. Iremos en coche, por el canal. No quiero que nos sigan el rastro.

—¿Llegaste a hablar con el viejo? —le preguntó Anthony con curiosidad y la verdad es que yo también me moría por preguntar sobre el viejo, pero Logan estaba en modo jefe—lleno—de—malaleche, así que supuse que no era el mejor de los momentos. Supuse que era la persona de la que me había hablado. Alguien que quizás, en el mejor de los casos, tuviera información sobre las místicas. O sobre esa estúpida ley que negaba las relaciones entre místicas y cazadores.

—Sí, pero no conseguí sacar nada en claro. —dijo él con voz cansada. —Después de casi dos horas. Creo que estaba aburrido. O me tomaba el pelo.

—Cualquiera de las dos opciones es probable. —le dijo Anthony con una sonrisa divertida. —¿Voy a buscar sus cosas?

—¿Mis cosas? —les pregunté y Anthony me miró como si se sorprendiera de mi pregunta. Miré a Logan. Su mirada era oscura. Dura. Casi fría. La verdad es que no era nuestro mejor día, eso estaba claro.

—Sí. —le contestó Logan y Anthony se levantó de la mesa, haciéndome una ridícula reverencia por el camino, me contuve de levantar el dedo corazón de mi mano derecha a modo de contestación, aunque las tentaciones las había tenido. —Elena, te quedarás aquí con nosotros. Es el sitio más seguro y más fácil de defender que tenemos.

—De acuerdo. —le dije con voz derrotada y Logan suavizó su expresión. Anthony ya había desaparecido, afortunadamente. No quería que me viera en modo sumiso.

—¿Sin más? —me dijo Logan mirándome con media sonrisa contenida. —Esperaba un poco de resistencia por tu parte, la verdad.

—Después de lo de ayer, soy un manso corderillo. —le dije haciendo una mueca y él sonrió. Había bajado sus defensas, aunque solo fuera un poco. Puse mi mano sobre la suya. —Pero me quedo en tu habitación, contigo.

—Elena. —un susurro, casi como si fuera una súplica. A punto estuve de sucumbir a él. A su petición.

—Te necesito Logan. Esto va a volverme loca. —le dije mirando a mi alrededor. —Mi vida. Lo que soy. Es demasiado para aceptarlo sola. Necesito tenerte a mi lado. Acepto que no sea como ha sido hasta ahora. Que necesites tiempo. Los dos lo necesitamos, creéme.

—No puede volver a ser como era hasta que tengamos la seguridad de que no corres peligro. Y aun así hemos de tener en cuenta que podemos enfrentarnos a otras familias por infringir las leyes. —me dijo él con mirada fría. —Elena, estar juntos sin estarlo, nos va a hacer daño.

—O nos hará más fuertes. —le reté yo.

—Somos hermanos. —me dijo él remarcando esas palabras con un tono seco que no me gustaba lo más mínimo.

—De acuerdo. —le contesté sin intimidarme y había un destello de rabia en su mirada, pero dio por concluido el tema.

—¿Hay alguna fórmula para que puedas ausentarte del trabajo un par de semanas sin despertar sospechas? —me preguntó mientras se relajaba levemente en su silla.

—Con quince días de antelación, tengo derecho a vacaciones. —le contesté a Logan. —Mi jefe se pondrá hecho una furia pero ya buscaré alguna buena excusa.

—Organizaremos el viaje para entonces. —dijo Logan finalmente, haciendo un gesto afirmativo, cansado.

—¿Dónde puedo darme una ducha? —le pregunté a Logan, con ganas de salir de allí, en parte por el cabreo y en parte por qué quería llorar a pleno pulmón y que nadie fuera testigo de mi momento de debilidad. Ni siquiera tenía mi teléfono, para intentar enviar un texto de socorro a las bandidas. Estaba sola. Del todo. Quizás Logan vió un atisbo de mis emociones en mi rostro. No lo tengo claro. Su voz sin embargo me dió una pizca de esperanza.

—Hay un baño en nuestra habitación. —su mirada seguía siendo dura, pero en sus ojos había un pequeño brillo de algo más. Tenía que agarrarme a eso. Era consciente que Logan me quería. Y que todo aquello era una forma de intentar protegerme. Una mierda de fórmula, todo sea dicho. Mejor muerta feliz que vivir agonizando. Al menos había ganado una pequeña batalla. Y si las místicas eran esas criaturas mágicas tan poderosas, digo yo que encontraría alguna forma de hacerle reaccionar. Sonreí mientras entraba en el baño. Nuestro baño. Acababa de tener una gran idea. Logan lo iba a flipar. En vez de ducharme en medio de un mar de autolamentación, me duché planeando mi siguiente golpe. Que no dijeran que las místicas no éramos peleonas. Lo tenía claro ese cazador de pacotilla.

 

La ropa de Logan me estaba enorme, pero teniendo en cuenta que el resto de los cazadores eran igual de corpulentos que él, y que no estaba dispuesta a quedarme encerrada en la habitación esperando que volviera Anthony, hice lo que pude con ello. Parecía salida de una película cómica. Había dado varias vueltas a la cintura de los pantalones deportivos, además de tener que hacer un improvisado dobladillo para no pisarlos. La sudadera me llegaba hasta la mitad del muslo, como si fuera en parte un vestido. Al menos pude peinarme con dignidad y poca cosa más, porqué obviamente Logan no tenía nada que pudiera etiquetarse como maquillaje. ¿Sería Anthony lo suficientemente sensible como para traer mi neceser? Lo dudaba. Tampoco es que mi aspecto en esos momentos fuera fácilmente mejorable, para que mentirme. Mañana al salir del trabajo pasaría por casa. Un secador y la plancha. Busqué en el escritorio de Logan un papel y un bolígrafo. Descalza, me fui al comedor. Me encontré con el otro cazador, sentado en el sofá con la televisión puesta. Me miró con curiosidad y su sonrisa apareció de forma espontánea al verme con esas pintas.

—No estoy en mi mejor momento. —le dije haciendo una mueca, sin poder evitar una sonrisa a la vez. La verdad es que no me importaba mucho estar hecha un desastre. —¿Nicholas?

—El mismo. —me dijo mientras se levantaba con expresión divertida. —¿Has desayunado?

—Más o menos, pero no me importaría repetir de café con leche. —le dije esperanzada, Nicholas rio por lo bajo y me señaló la mesa, mientras se acercaba a la cocina. Eso de que la sirvieran a una, no estaba mal del todo. —¿Tenéis ibuprofeno?

—No. —me contestó él. —Aunque es posible que los medicamentos que tomabas antes no te funcionen de la misma forma, ahora.

—¿Ahora que soy otra rarita más en el equipo? —le pregunté haciendo un mohín y él se rió. Era una risa bonita, alegre. Un recuerdo vago de él luchando con dos espadas en plena oscuridad. Parecían dos personas completamente diferentes. Quizás incluso lo eran.

—Algo así. —me contestó mientras me tendía el café con leche y se sentaba a mi lado. —Nunca había visto una mística, no puedo negar que fue espectacular.

—Gracias. —le dije. Recuerdos fugaces volvían a mí. —Siento lo de Quin.

—Lo encontraré a faltar. —me dijo con aspecto cansado, triste. Lamenté haberle traído ese recuerdo en concreto. Pero volvía a mí sin poder evitarlo.

—Me dijo que era de Irlanda. —le dije con una sonrisa cómplice. —Fui de viaje de fin de curso en bachillerato y me lie con un pelirrojo.

—Espero que no fuera Quin. —me dijo haciendo una mueca, parcialmente divertido por mi confesión.

—Que va, tenía unos dieciocho, mitad pecas y mitad granos. Pero era la mar de simpático. Aunque puede ser que como no entendía la mitad de lo que me decía me pareció más fácil tenerlo ocupado con algo que no fuera hablar. —le dije haciendo un puchero y Nicholas empezó a reír.

—Quin estaría orgulloso de oír algo así. —me dijo él con mirada cómplice. —Siempre decía que los pelirrojos tienen el doble de dificultad para ligar.

—Sería a los quince, porqué hecho y derecho como estaba, no creo yo que pasara indiferente a la fecha. —Nicholas empezó a reír de nuevo y yo puse los ojos en blanco.

—¿Cómo conociste a Logan? —me preguntó con una sonrisa cómplice, como si estuviera dispuesto a compartir confidencias.

—De fiesta. —le dije recordando aquello con cariño y una chispa de tristeza, parecía tan lejano.

—No me lo creo. —me dijo él mirándome con aspecto sorprendido. —Jamás he visto a Logan de fiesta.

—En serio. —le dije yo y empecé a reírme recordando aquello. —Supongo que lo liaron Iker y Anthony. Yo estaba con mis amigas.

—¿Las de ayer? —me preguntó con curiosidad y yo hice un gesto afirmativo.

—Noche de chicas. —le dije. —Nos encantan las noches de chicas. Aunque después de lo de ayer igual nos pasamos a las fiestas pijama. En fin. Una cosa llevó a la otra y acabamos en un local que hay cerca de mi casa. Yo estaba bastante rallada porque Fer me había dicho de ir a vivir juntos.

—¿Fer? ¿El humano? —las pupilas de Nicholas se dilataron en estado de completo shock. —¿Logan lo sabe?

—¿No has notado la gran calidez que hay entre ellos? —le dije con una sonrisa de oreja a oreja y Nicholas empezó a toser entre risas.

—Lo que me he perdido. —dijo entre risas. —Pagaría por ver a Logan capeando todo esto.

—Pues coge una butaca porqué esto va para largo. —le dije haciendo una mueca.

—Así que conociste a Logan de fiesta. —me dijo él con una sonrisa divertida mientras un brillo travieso asomaba en sus ojos. No debían de divertirse a costa de Logan demasiado a menudo.

—Vino a bailar conmigo, luego me invitó a marcharnos de la fiesta y le envié a la mierda, básicamente. Amor a primera vista. —sonreí mientras Nicholas reía por lo bajo. Pude ver que su mirada se desplazaba ligeramente hacia mi derecha y me giré para ver a Logan. Apoyado sobre el marco de la puerta. Nicholas no parecía para nada divertido, ahora. —Te he cogido ropa, aunque me va un poco grande.

Logan me miró alzando una ceja, mientras levantaba los brazos dejando ver las varias dobleces que había tenido que hacer en las mangas para que mis manos pudieran sobresalir. Inclinó un poco la cabeza, ante mi imagen y una pequeña sonrisa curvó sus labios.

—Creo que estabais bastante divertidos. —me dijo mientras se acercaba a mí, sin dejar de mirarme y se sentaba a mi lado.

—Le estaba explicando cómo nos conocimos. —le contesté con mirada inocente y una sonrisa radiante en la cara, la ducha me había sentado de maravilla.

—Algo así me había parecido. —me dijo él, con aspecto divertido, aunque había una profundidad en su mirada que intimidaba un poco.

—Si quieres puedes contar tu versión. —le contesté encogiéndome de hombros.

—Me gustaría escuchar la tuya. —me dijo finalmente, mientras se recostaba en la silla y su mirada se desplazaba por primera vez hacia Nicholas.

—Sospecho que ahora no lo va a encontrar tan divertido. —le dije a Logan haciendo un puchero. —Sabes que le intimidas.

—Puede. —dijo Logan encogiéndose de hombros mientras volvía a mirarme, una expresión divertida en sus ojos.

—Estábamos en el punto en el que te dió calabazas en un local. —le dijo Nicholas con mirada divertida solo parcialmente intimidada. Logan le miró sin dejar su expresión parcialmente divertida.

—¿No tienes nada más que hacer Nicholas? —le dijo casi con un ronroneo.

—Supongo que sí. —dijo Nicholas finalmente, con una sonrisa de punta a punta, mientras se levantaba de la mesa y me hacía una pequeña reverencia antes de marcharse.

—¿Eso de las reverencias? —le dije a Logan haciendo una mueca.

—Eres una mística. —me contestó con mirada profunda, su expresión divertida aún presente. Mucho mejor que la frialdad que había en su mirada a primera hora. Con ese Logan aún me veía capaz de negociar.

—Esta mañana por poco le monto un pollo a Anthony pensando que era otra forma de burlarse de mí. —le confesé haciendo una mueca.

—Lo sé. —me contestó él con mirada divertida.

—Tú no me haces ese tipo de reverencias. —le dije con mirada traviesa.

—¿Quieres que te las haga? —me preguntó con cierta diversión en sus ojos.

—Para nada. —le contesté haciendo una mueca. —¿Tenemos tele por cable?

—Sí. —me contestó.

—No está tan mal esto, después de todo. —le dije mirando su guarida con una sonrisa.

—Estás preciosa. —me dijo con una sonrisa torcida.

—Fabulosa de la muerte.

—le contesté con una sonrisa, aunque aquel pequeño comentario, quizás dicho casi inconscientemente, me había alegrado la tarde. Me levanté de la mesa, alejándome de Logan, con el buen rollo que esos últimos dos minutos me habían dado. No quería que ahora lo empeoráramos. Capturé el mando de la tele y puse una de esas series rosas para adolescentes, esos cazadores iban a saber lo que significaba tener una mujer en su territorio. Mística o no, pensaba volverlos un poco locos. Especialmente a Logan.

 

Logan estuvo toda la noche rondando, así que me lo crucé durante el desayuno. Si había tenido dudas de mi plan, quedaron anuladas al verle llegar a esas horas. Sabía mis horarios mejor que yo. Así que aquella muestra deliberada de evitarme solo había conseguido cabrearme un poco más, aunque en vez de un enfrentamiento directo, me limité a una generosa sonrisa y a mantener mis malévolas maquinaciones. Solo lamentaba no poder compartir la jugada con las bandidas. Seguro que se les ocurriría la guinda a mi plan.

Iker me acompañó al trabajo. Al menos no fue tan sinvergüenza como para negar lo innegable. Logan había dado órdenes de tenerme vigilada las veinticuatro horas del día y los cuatro cazadores hacían turnos. Lo que significaba que Logan se iba a pasar algunos ratos simplemente observándome desde la distancia. Era una tremenda estupidez, pero allá él. Aún no había hablado con Fer en la guarida y sospechaba que los cazadores tenían órdenes de mantenerlo lejos de mí. Aunque tarde o temprano coincidiríamos. Al final habíamos acabado viviendo juntos, aunque no bajo las circunstancias con las que toda aquella historia había empezado. Sonreí a mi jefe cuando llegó y creo que algo en mi cara me delató.

—Necesito un favor. —se lo solté mientras colgaba el abrigo, empezaba a refrescar. Se giró y me miró, con aspecto sorprendido. No soy gran actriz, así que opté por usar las emociones que realmente habían dentro de mí, aunque cambié el tapiz que las generaba, como si pintara sobre otro lienzo más antiguo. —Fer y yo hemos hecho las paces. Llevámos como dos meses fatal pero este fin de semana nos hemos reencontrado y necesitamos darnos una oportunidad.

—¿Y el hombre que te ha venido a buscar estos días? —me preguntó con curiosidad, Logan no pasaba para nada inadvertido, seamos sinceros.

—Un mero entretenimiento. —le dije haciendo una mueca, si Logan estaba escuchando se le estarían poniendo los pelos de punta me dije divertida, aunque no quise pensar mucho en ello para no perder la poca concentración que tenía con el papel. —Necesito un par de semanas de vacaciones, pasar tiempo con él, fuera de la ciudad. Reencontrarnos.

—Estamos fuera del periodo de vacaciones habitual. —me dijo él haciendo un mohín. Con esa respuesta supe que tenía que meter la pata hasta el fondo para que no me diera las vacaciones.

—Lo sé. —le dije poniendo cara de absoluta devoción. —Sabes que nunca te fallo, siempre intento dar lo mejor de mí. Necesito esos días. Los necesitamos. Fer siempre te ha caído bien.

—Es un buen chico. —me dijo finalmente, con un suspiro cansado. —¿Qué días serían?

Le di las fechas que había hablado con Logan y tras varias quejas sin demasiada fuerza, me dio su autorización. Me tocaría trabajar en verano. Si seguía viva, claro está. No era un mal negocio. Además, quizás podría aprovechar para ir a ver a mis padres esos días. Londres no era tan infinitamente grande, después de todo. Y durante el día los dumas no se mostraban, así que no parecía un mal plan. Acabé mi turno para encontrarme a Anthony esperándome a pocos metros de la óptica, apoyado sobre una farola con aspecto relajado. Cuanto tiempo llevaba allí era un misterio. Y en este caso no sentía el más mínimo remordimiento.

—Hace una tarde preciosa para pasear. —le dije con una sonrisa generosa y antes de que pudiera responder con algún comentario estúpido, añadí. —He de pasar por casa. Gracias por todo lo que me trajiste, pero me falta el cargador del móvil y cosas esenciales para mujeres, compresas, tampones, esas cosas, ya me entiendes.

No me contestó. Un ruido, entre gemido y rugido, a modo de respuesta. Le sonreí aún con más ganas, mientras empecé a caminar camino a casa, seguida por uno de mis guardaespaldas. Solo me faltaba dar saltitos de felicidad, porqué me sentía radiante. Por se mujer, más que por otra cosa. Y mira que mi presente era más de color caqui que no de color de rosa, pero yo soy de las que buscan y deciden su propio presente. A la mierda con el futuro. Eso está muy lejos.

Saqué mi maleta de viaje y la abrí sobre mi cama. No podía negar que Anthony había vaciado a conciencia parte de los cajones y del armario, pero seamos realistas, una maleta de mujer hecha por un hombre. ¿Qué se podía esperar? Tenía cientos de calcetines y no había ni una maldita media. Ropa interior de sobras, solo esperaba que no se hubiera entretenido mucho mirando mi repertorio de encaje. Seleccioné algunas prendas que para mí eran especiales del armario. El secador, la plancha de pelo y la depiladora. Cosas básicas, vamos. Un neceser cuya cremallera apenas cerraba con mil productos de higiene y maquillaje. Al menos había cogido mi cepillo de dientes. Dos pares de zapatos y dos pares de deportivas. ¿Anthony suponía que podía vivir el resto del mes con un único par? Vamos, que daba lo mismo si me iba de fiesta, al gimnasio o a trabajar. Sonreí. Revisé la nevera, haciendo una bolsa con todo lo que estaba empezando y congelando el resto. Saqué la bolsa de la basura. Que me fuera de casa no significaba que tuviera que dejarla como si fuera una pocilga. Digo yo. Sentí una cierta nostalgia mientras cerraba las ventanas, como si me fuera realmente para una temporada larga. Eso si podía volver algún día. No podía evitarlo, así que no valía la pena pensar en ello. Cerré con llave y Anthony bajó la maleta y la bolsa de la basura sin que yo se lo pidiera siquiera. Al menos para esas cosas era todo un caballero. Con sus salidas un punto borde y eso. Me paré en el primer piso y escuché al chihuahua de la vieja Maria chillando como un loco. Eso no lo encontraría a faltar. Piqué a su timbre, mientras Anthony me miraba desde el ascensor con aspecto desconfiado. Ese hombre necesitaba relajarse un poco. Maria abrió la puerta, era raro que no estuviera en casa, enganchada a una de sus telenovelas. Envidiaba un poco su vida. Para que negarlo.

—Elena, cielo, hace mucho que no nos cruzamos. —me dijo mientras cogía a su Romeo en brazos, porqué tenía cierta tendencia a intentar montar una de mis piernas. Bueno, una de las piernas de casi todos los vecinos, si era realista. No es que yo fuera su preferida ni nada de eso. Era un chucho de mentalidad abierta.

—He tenido un par de meses complicados. —le dije haciendo una mueca. —Me peleé con Fer, ya sabe el chico que solía venir los fines de semana.

—Me lo había imaginado, hace tanto tiempo que no lo veo. ¿Estás bien cielo? Parecía tan buen chico. —me dijo ella haciendo un gesto triste.

—Sí, de hecho acabamos de volver juntos y estoy feliz. —le dije con una sonrisa de oreja a oreja. Pude ver de reojo como Anthony se tensaba en el ascensor, su cara había tomado una tonalidad entre blanca y verde, pena no tener una cámara oculta para grábarlo. —He decidido dar el paso y vamos a intentar vivir juntos. De momento me voy a ir a su piso, pero aún no he hecho el cambio de la mayor parte de correspondencia. ¿Podría usted recogerla? Intentaré pasar cada semana a buscarla.

—Por supuesto Elena. —me dijo con una sonrisa radiante en su cara. —Yo también fui joven hace un tiempo. Disfrútalo cielo. Y si necesitas cualquier cosa ya sabes dónde encontrarme.

—Mil gracias Maria, de momento es algo temporal, pero creo que estoy preparada para dar ese paso. —le dije mientras la abrazaba y Romeo me gruñía por esa proximidad con su adorada ama. —Ya le diré a Fer que se pase algún día a visitarla. Ya sabe que adora a Romeo.

—Tiene mano con los animales, tu chico. —me dijo guiñándome un ojo, mientras me alejaba finalmente de allí.

Anthony no me dijo nada en el ascensor, pero su mirada parecía cargada de dudas. Si él no preguntaba, yo no pensaba soltar prenda. Que sufriera en silencio. Tenía el coche aparcado cerca de la óptica. Me hizo gracia que pagara zona azul. Como cualquier persona vamos. Como el silencio en el coche se hacía pesado encendí la radio y puse una emisora de música romanticona, por lo que pude canturrear, para el horror de Anthony, muchas de las que sonaron. Si tenía los oídos tan sensible como se suponía, le dolerían durante un buen rato. Cuando bajamos del coche, Anthony me miró por primera vez con aspecto algo divertido.

—Cantas de pena. —me dijo sin más.

—Algo así podría decirse de tu compañía. —le dije con una sonrisa angelical, batiendo mis pestañas, finalmente repletas de una buena capa de rímel. Anthony empezó a reír por lo bajo.

—¿Sabe Logan lo que vas diciendo por ahí? —me preguntó mientras entrábamos en el comedor. Iker y Fer estaban jugando a un juego de carreras en la televisión.

—Es lo primero que se me ha ocurrido. Me dijo que consiguiera dos semanas de vacaciones. —le dije encogiéndome de hombros. —Y las he conseguido.

—¿Cómo has conseguido que César te de fiesta en esta época? —me dijo desde el sofá Fer, sin dejar de mirar la pantalla. Joder con el tío. ¿Después de que le habían explicado que me había convertido en rayitos paralizantes tras un ataque de la mierda de demonios esos y no tenía ni cinco minutos para desengancharse de la pantallita para preguntarme cómo me encontraba? Pues allá él.

—Le he dicho que hemos vuelto y que necesitábamos un rollito íntimo una temporada. —le solté sin más mientras me iba a la cocina a poner mis cosas en la nevera. Creo que lo que se escuchaba de fondo era una mezcla de tos y de risas.

Finalmente había conseguido captar su atención. Fer se acercó a la bolsa de la comida y me empezó a tender las cosas que se tenían que guardar en la nevera, sin decir palabra. Pude ver a Iker y Anthony mirarnos de reojo desde la mesa del comedor.

—Estás cabreada. —me dijo finalmente Fer, apoyándose en el mármol pero dejando distancia entre nosotros. Si no estuvieran los otros dos, creo que me hubiera abrazado. Aunque solo fuera como amigo. Me conocía lo suficiente como para saber que un buen abrazo, en el momento adecuado, conseguía aplacarme más que cien palabras y cincuenta promesas.

—Qué va, hasta le estoy encontrando el gustillo a esto. —le dije con una falsa sonrisa. Sonidos de tambor de guerra creo que resonaban en sus orejas.

—Sabía que estabas bien, hablé con Logan. —me dijo finalmente, con mirada calmada.

—Suerte de Logan entonces. —le contesté con sarcasmo mientras cogía una taza cerca de él, rozándole de forma deliberada y viendo cómo se alejaba de forma instintiva de mí. ¿En serio? Esperaba que fuera por lo de que echaba rayos por las manos, porqué si era por algo que le hubiera dicho Logan, conseguiría reventarle sus preciosos tímpanos con la que le iba a caer esa noche. O mañana por la mañana, cuando se dignara a aparecer. Llené la taza con agua y la guardé en el microondas. Cuando apreté el botón de inicio, una chispa iluminó al aparato y un perfecto pluff, seguido del olor a quemado hizo acto de presencia.

—Ale, a la mierda. Otro microondas menos. —le dije a los tres hombres que habían acudido a mí para rescatarme del maligno ataque del microondas. —Al que haga una sola broma lo dejo frito.

Salí de allí con la máxima dignidad posible. Me encerré en mi habitación con un portazo. En la habitación de Logan. Un día. Le iba a dar un día. O una noche. Si quería guerra, la encontraría.

Logan vino media hora después. Me miró tendida en la cama panza abajo, con un libro entre las manos. Por pasar el rato. Se quedó quieto en la puerta mirándome con gesto divertido. Le miré desde mi posición, con aspecto desdeñoso.

—¿Puedes enchufar el cargador de mi teléfono? —le pregunté con mirada neutra. Logan se acercó a la cama, se sentó a mi lado y conectó el cargador a la corriente.

—Me han explicado lo del microondas. —me dijo sin más, mirando mi teléfono aún sin cargar. —Has pensado que también podía petar si lo conectabas.

—Me costó una paga extra. —le dije encogiéndome de hombros, ansiaba hablar con mis amigas, pero mejor tarde que no nunca. —Aunque creo que lo mío son los microondas, hay quien dice que son nocivos para la salud, así que en el fondo igual os estoy haciendo un favor.

—Me han dicho que ya has conseguido gestionar lo de las vacaciones. —me dijo después, con esa mirada oscura que me hacía soñar, pero intenté no caer en ella. Porqué era tentadora. —¿Por qué el chico me evita? Más que de costumbre, quiero decir.

—Supongo que tendrá que ver con el hecho de que le he dicho a mi jefe que he vuelto con él. Que necesitábamos unas vacaciones para reencontrarnos. César en el fondo es un romántico hasta la médula y no ha podido negarse. —le dije con mirada inocente mientras su expresión se volvía un punto más dura, por lo que añadí con una sonrisa. —Y a mi vecina del primero, la del chihuahua, le he dicho que me iba a vivir con él, para que me recoja el correo.

—¿A nadie más? —me preguntó con mirada irritada, aunque había un punto de diversión en él. Mejor.

—Anthony estaba delante cuando se lo he dicho a mi vecina, si te refieres a los de aquí. Y se lo he dicho a Fer, para que si se encuentra con uno u otro no me fastidie la historia. Iker también estaba. —le dije finalmente con una sonrisa inocente.

—Por supuesto. —me dijo él alzando una ceja a modo acusatorio.

—Estoy aburrida. —le dije sentándome en la cama y sentí que su cuerpo se tensaba. —No me has enseñado todo esto. Y no me atrevo a investigar. Vete a saber lo que podría encontrar. ¿Tenéis una sala de disección de demonios o algo así? Porque si es que sí, esa parte del tour casi que paso.

Logan me miró y una sonrisa apareció en su rostro. Suspiró divertido mientras se ponía de pie y me abría la puerta. Salí al pasillo. La puerta de Logan era la última de la derecha y había supuesto que las otras siete puertas eran más habitaciones. Y había acertado de lleno, chica lista.

—Todas las habitaciones tienen su baño personal. —me dijo él abriendo la puerta frente a la suya, que parecía vacía excepto por los muebles básicos. —Ocho habitaciones en total.

—Más bien ocho celdas. —le dije haciendo una mueca, no había ventanas en ninguna de ellas.

—Las paredes son de hormigón, cincuenta centímetros en las zonas déviles. —me dijo él con mirada cargada de significado.

—Un búnker, vamos. —le dije haciendo una mueca.

—La puerta del garaje es de acero puro y la puerta que da al comedor es de alta seguridad. Es posible que un duma consiguiera burlarla en el peor de los casos, pero no permitiría la entrada de más de uno a la vez. —me dijo mientras entrábamos en el comedor. No había sido consciente de que aquí tampoco había ventanas porqué había unos enormes panales de luz led en el techo que simulaban a la perfección luz natural. Sino fuera por la hora que era, no hubiera caído en ese detalle. Había pensado que eran claraboyas. Pero obviamente eso sería un acceso al interior de la guarida demasiado fácil. —Un baño accesorio para el comedor y abajo tenemos el gimnasio.

Nos acercamos a una puerta de metal oscuro en la que no me había fijado en todas las horas que llevaba allí. Desde luego como observadora no ganaría muchos puntos. Bajamos unas empinadas escaleras hasta llegar a un espacio cerrado con hormigón y metal por todos lados. La palabra gimnasio se quedaba corta. Una pared estaba repleta de armas de todos tipos. Hachas, espadas y cuchillos en una exposición que envidía daría a muchos museos. Espalderas y varias barras en el techo. Anthony estaba colgado de una de ellas con un solo brazo y nos miraba con curiosidad. Iker y Fer estaban intercambiando golpes con unos bastones de madera mientras a cierta distancia estaba Nicholas cruzando golpes en el aire con dos espadas. Menudo espectáculo.

—Aquí es donde te refugias cuando te cabreas. —le dije con una sonrisa irónica a Logan.

—O cuando huimos de Logan. —me dijo Nicholas con una sonrisa, haciéndome una pequeña reverencia desde la distancia.

—Ignórale. —me dijo Logan con media sonrisa en sus labios. —Tenemos aseos y duchas aquí.

—Y la lavadora. —dije con mirada iluminada de felicidad, por un momento me veía frotando en la pica mis pantalones y me estaba saliendo un sarpullido solo pensándolo. Logan rió.

—Tenemos una asistente que viene cinco horas cada mañana. —me dijo guiñándome un ojo. —Salvar el mundo es suficientemente estresante como para ponernos a hacer la colada y la plancha.

—Casi que podré vivir sin ventanas si no tengo que volver a planchar en una temporada. —le dije vendiendo mi alma al diablo, Logan se rio de mí y no pude evitar sentir que todos nos miraban desde la sala, mientras subíamos de nuevo las escaleras.

—Solemos cenar pronto. —me dijo mientras se dirigía a la cocina. —Cada uno hace lo que le apetece, pero muchas veces acabamos cenando todos juntos. Hace familia.

—Eso está bien. —le dije acompañándolo.

—Si quieres que te compren algo especial, déjalo anotado en la nevera, la asistenta se ocupa de las compras en general. —me dijo mientras me mostraba una lista de la compra pintada con rotulador vileda sobre la puerta de la nevera. Cerveza y pavo. En estos momentos casi me decantaba por lo primero. Logan sacó un paquete de costillas enorme y los dejó sobre el mármol. Sacó de la estantería un par de platos y puso pan rallado en uno, mientras me tendía un par de huevos. Le miré y un destello de complicidad nos envolvió. Como cuando estábamos en casa, compartiendo mi pequeña cocina. Cocinando juntos. Cogí los huevos con una sonrisa y los rompí en el margen del plato para batirlos a continuación con un tenedor. Rebozamos una infinidad de carne. Como para comer un regimiento, vamos. Logan se ocupó de las pinzas y el aceite, mientras yo rebozaba una costilla destrás de la otra. Cuando habíamos acabado, avisó a sus compañeros que la cena estaría servida en cinco minutos. Parecíamos mamá y papá llamando a lo niños a comer a la mesa. Aquella imagen me hizo gracia. El Logan autoritario, intimidatorio, preparando costillas de cabrito rebozadas para el resto de su grupo. Siempre conseguía sorprenderme. Y eso me gustaba.

—¿Te apetece algo de entrante? —me preguntó mientras colocaba las dos bandejas repletas de una montaña de carne en la mesa.

—¿Hay algo verde? —le dije mientras metía mi cabeza en la enorme nevera de dos puertas. Encontré dos bolsas de ensalada que no estaban caducadas. Más de lo que esperaba encontrar. Cogí tres manzanas y entre los dos las pelamos y troceamos en un momento. —¿Maíz? ¿Atún?

Logan buscó por las estanterías, encontrando todo lo que le pedía sin demasiada dificultad. Me lo tendió con una sonrisa. Nuestras manos se rozaron y pude sentir su calidez. Nuestras miradas se cruzaron y esta vez no había rechazo en él. Eso estaba bien. Acabé la ensalada justo cuando el resto llegaban a la mesa, acabados de salir de una ducha rápida y con ropa limpia.

Logan se sentó en la cabecera y me miró con expresión tranquila. Me senté a su lado. Anthony se sentó enfrente mío y miró al resto divertido.

—No muerdo. —les dije a los tres hombres que miraban las sillas sin tener claro donde sentarse.

—Iker es para hoy. —dijo Logan con voz dura. Iker sonrió y se sentó a mi lado, como si esa sutil advertencia de Logan le diera derecho a sentarse junto a mí.

—Estoy de suerte. —me dijo guiñándome un ojo mientras se sentaba junto a mí. Fer se sentó al lado de Iker y Nicholas junto a Anthony. De alguna manera era como si nos hubieran asignado el pupitre del colegio. Logan y Anthony empezaron a hablar entre ellos y los otros tres hicieron lo mismo. Yo me quedé un poco al margen de todo, escuchando a unos y otros, pero sin ganas de intervenir. Estaba cansada, aunque no era tarde. Disfruté de la cena. Al menos tengo que admitir eso. Cuando volví a la habitación Logan me acompañó. Desconectó el teléfono de la corriente y me lo tendió. Me sonrió cuando vió mi cara de felicidad al conseguir encenderlo después de dos días desconectada del mundo.

—Me voy a patrullar. —me dijo con una sonrisa gentil, hermosa. —Ha estado bien.

—Sí. —le dije con una sonrisa, sintiendo la calidez de su mirada. —¿Volverás esta noche o huirás de mi otra vez?

—Elena. —me dijo alzando una ceja, amenazadora, de nuevo.

—Es una pregunta, por si me pongo en medio de la cama o si al menos intento tener la sensibilidad de respetar un trozo para cuando vuelvas. —le dije con una sonrisa generosa, parpadeando de forma inocente. —Si no vas a venir, no merece la pena el esfuerzo.

—Sabes que si vengo, acabaremos enganchados en una tercera parte de la cama. —me dijo con una sonrisa divertida, sabia.

—Es una posibilidad. —le contesté con mirada divertida. —Tú mismo.

Le dí la espalda y me cerré en el baño, con mi teléfono en mano. No pensaba salir en un buen rato. Allá él. Empecé a chatear con las bandidas, poniéndolas al día de mis últimas novedades, sin decir nada comprometedor sobre los cazadores ni los demonios. Pasando de que alguien nos leyera el chat y pensara que estábamos peor de lo que era en realidad. O nos encerrara la secreta por terrorismo o la científica por bichos raros. No éramos tan tontas. Tenía ganas de verlas. Y no me salía de los ovarios dejar de hacerlo. Quedamos para cuando saliera del trabajo. Incluso Nora tenía intención de salir del trabajo antes de hora, cosa que me hacía ver hasta qué punto estaban preocupadas por mí. Era bueno tenerlas cerca. Un punto de apoyo. Un nexo con mi antigua vida. Eso y seguir recetando gafas toda la mañana. ¿Trabajarían las místicas aguantando las quejas de los clientes que no se adaptaban a los progresivos?  Suspiré. Ya con el pijama, me marché al comedor a buscar un vaso de leche caliente. Me encontré a Fer jugando con Iker a la consola, a sus carreras de coches, para variar. Me senté en un sofá junto a ellos un rato, creo que se llevaban bastante bien. Fer había cambiado durante aquellos meses. Su mirada era más dura, supongo que el descubrimiento de esa doble realidad también le había marcado a su manera. Eso y el entrenamiento al que lo tenían sometido, su cuerpo había empezado a muscularse. Siempre había sido atlético, pero ahora empezaba a ser no sé, más hombre. Un poco más parecido a Logan, y al resto de sus hermanos.

—¿No patrullas? —le pregunté a Iker cuando finalmente venció a Fer tras un grito de satisfacción.

—Soy la reserva. —me dijo él con una sonrisa, como si por primera vez fuera consciente que estaba en el comedor, con ellos.

—¿La reserva? —le pregunté alzando una ceja con curiosidad.

—Desde que te has instalado Logan quiere que haya un cazador en el cuartel por si hay cualquier eventualidad. —me dijo con mirada divertida.

—Y de paso se asegura de que no nos quedemos solos. —me dijo Fer con una sonrisa torcida, un poco culpable.

—Eso también. —dijo Iker con una sonrisa divertida.

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