Elektrika

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VII

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—Para no querer nada conmigo se toma muchas molestias. —murmuré por lo bajo y Fer me miró con sorpresa.

—¿De qué hablas? —me preguntó por primera vez con cierta curiosidad, Iker no parecía demasiado cómodo con aquello, pero tampoco parecía dispuesto a dejarnos solos.

—Mierdas de leyes de la época prehistórica. —le dije haciendo una mueca. —Nada de rollos entre místicas y cazadores.

—Pero estás instalada en su habitación. —me dijo Fer sin acabar de entenderlo.

—Él puede seguir sus leyes. Yo sigo las mías. —le dije alzando las cejas de forma desafiante y Fer sonrió. Una sonrisa triste. Pero una sonrisa cómplice. Quizás no debería estar hablando de esto con él. Hacía unos meses éramos pareja. Incluso me había pedido de ir a vivir juntos. Y a mí no se me ocurría nada más que decirle que estaba haciendo acoso y derribo a otro tipo. El tacto no era uno de mis puntos fuertes. —Lo siento, sabes que no tengo filtro.

—Está bien. —me dijo él con una sonrisa forzada. —Lo nuestro estaba bien. Ha sido, has sido, muy importante en mi vida. Lo sigues siendo. Pero no eras para mí. No creo que sea una coincidencia que Logan te encontrara. Y que seas una mística. Estabais predestinados.

—¿Has estado fumando? —le dije abriendo los ojos como platos. ¿De qué iba eso? Vale, estaba colgada por Logan. Y quizás él era un poco posesivo, protector, conmigo. Pero eso de las relaciones cósmicas y la predestinación quizás era un poco exagerado. Digo yo.

—Nosotros también pensamos eso. —dijo Iker finalmente, mirándome con aspecto respetuoso. —Al margen de las leyes antiguas. Logan sabe que lo apoyaremos.

—¿Apoyarlo en qué exactamente? —le miré sin acabar de entenderlo.

—En mantener vuestra relación. —dijo Iker. —Eres una buena influencia para Logan. Nadie fuera de la familia tiene porqué saber que eres una mística, o que mantienes una relación no fraternal con él.

—No sabía que tenía que haber un consenso sobre quién se acuesta con quien. —le dije a Iker con mirada desafiante.

—A mí no me mires. —dijo Iker con una sonrisa generosa. —Logan siempre nos ha defendido en las relaciones que hayamos querido mantener con humanas a lo largo de los años.

—¿Y eso no es lo normal? —le dije mirándolo con aspecto sorprendido.

—Es más complicado que eso. —me dijo Iker con una sonrisa. —Existen una leyes antiguas, de la prehistoria como dices tú. Entre las que está esa concreta en que se prohíbe las relaciones entre cazadores y místicas. Son de una época en la que existía un consejo de cazadores formado por los líderes de las principales familias. Hace algunos siglos sufrimos una gran cantidad de bajas y ese consejo dejó de existir. Cada familia se rige por las antiguas leyes pero cada jefe de familia tiene sus propios criterios y su propia forma de interpretar los múltiples vacíos que quedan entre ellas.

—Se intuye entre líneas que algunas familia deben de dar algo de grima. —le dije haciendo una mueca.

—Pues sí. —me dijo él con una risa suave, despreocupada.

—¿Has pedido que te devuelvan la libertad o algo así? —le pregunté a Fer, con ganas de cambiar de tema. Demasiada información no me sentaba bien.

—¿Libertad? —me dijo Fer con una sonrisa divertida. —Desde que te convertiste en mística Logan me ofreció volver a mi vida.

—¿Y entonces qué haces aquí? —le dije mirándole con aspecto sorprendido.

—Creo que se quería deshacer de mí, para que no estuviéramos juntos. —me dijo Fer haciendo una mueca mientras Iker reía por lo bajo, creo que él estaba completamente de acuerdo con Fer. —Pero joder Elena, esto es demasiado grande como para dejarlo.

—O estás enfermo o estás loco. —le dije mirándolo con desconfianza. —¿Sabes que no somos el bando vencedor, no?

—Algo así me han dicho. —me contestó con una sonrisa, tras mirar a Iker con aspecto confiado. —Pero precisamente por eso se necesitan más cazadores.

—¿Ya no te acuerdas de lo que era un duma? —le dije poniendo mirada espantada, no podía ser cierto que Fer quisiera meterse en todo esto. Si fuera yo estaría en una playa tropical disfrutando una piña colada por poco que pudiera. En bikini. Y con el sol bronceándome la piel.

—Demasiado bien. —dijo Fer con mirada dura. Aunque claro para esas miradas de tío chungo tenía buenos ejemplos cerca para aprenderla.

—Y que muchos que sobreviven a un duma la palman en el proceso de transformación a cazador. —añadí mirándole con determinación. Con tener a Logan jugándose el cuello cada noche ya tenía bastante. Quería a Fer, mucho, aunque más como un amor fraternal, ese del que hablaba Iker y que no tenía del todo claro qué significaba pero que sonaba bastante bien.

—Soy consciente de ello. —me dijo Fer. Había determinación en su mirada. Estaba como una cabra, pero yo no era quién para decirle nada. Ya no. Los miré y haciendo un gesto negativo dejé mi vaso sucio en el lavavajillas y me fui a la habitación de Logan algo enfadada con todo lo que me rodeaba. Pese a todo, conseguí dormirme sin demasiados problemas. Estaba cansada. Y total, de todas las locuras que había vivido en los últimos días, aquella era un poco más de pimienta al guiso. Pero yo al picante no le hacía un feo. Qué remedio.

Logan vino de madrugada. Supuse que el amanecer debía estar despuntando, así que me quedaban un par de horas en la cama aún. Era lo bueno de empezar a trabajar tarde. Me quedé quieta, como si no hubiera sentido su llegada. Que él se lo creyera o no, era su problema. Se fue al baño y volvió al poco. Sonreí al sentir su peso sobre el colchón, pero no hice ningún amago de ir a buscarle, como era mi costumbre. Logan se quedó quieto en su lado de la cama durante un rato. No es que fuera una gran victoria, después de todo, pero era más de lo que había conseguido ayer. Casi me había vuelto a quedar dormida, cuando sentí su cuerpo adherirse al mío. Su pecho en contacto con mi espalda, su brazo rodeándome para posarse en mi vientre. Suspiró. Cansado, feliz, derrotado. La verdad es que no habría podido definir aquel suspiro en cuestión. Pero su contacto se sentía bien. No me moví, simplemente seguí respirando, notando como nuestra respiración poco a poco se compenetraba. Logan aspiró el aire sobre mi cabello. No pude evitar una sonrisa, aunque al darle la espalda supuse que él no sería consciente de eso. Nos despertamos con la alarma de mi teléfono, nuestras piernas enredadas pero en la misma exacta posición que cuando Logan se había acosado. Puse mi brazo sobre el suyo y le presioné con suavidad. Un suave abrazo, un silencioso agradecimiento. Me habían sentado muy bien aquellas dos horas. A mí y a mi ego. Me levanté muy a mi pesar y me encerré en el baño a arreglarme. Divina. Justo eso era lo que necesitaba ahora. Salí del baño y Logan me miró con una sonrisa tranquila. Se le veía relajado. Que para ser él, era casi un logro.

—¿Cómo ha ido la ronda? —le pregunté mientras le miraba desde la distancia. Estaba increíble. Despeinado, con una camiseta deportiva y parcialmente cubierto por las finas sábanas. Me tenía la cabeza nublada, eso estaba claro.

—Tranquila. —me contestó con una sonrisa mientras me miraba con cierto descaro. —Desde lo de Halloween creo que hemos dejado la zona limpia. Por un tiempo al menos.

—Me alegro. —le dije con sinceridad. —Voy a desayunar algo. Descansa.

Me marché sin darle mucha opción a decir nada más. Era eso o lanzarme sobre él a darle un cálido beso de buenos días. Y si quería ganar la guerra, al menos la nuestra, tenía que controlarme. Aunque no fuera lo más fácil del mundo. Nicholas estaba en el comedor.

—Sant Nicholas. —le dije cuando me señaló un café con leche que había sobre la mesa. —¿Hoy te toca acercarme a ti?

—Quiero hacer un par de recados. —me dijo con una sonrisa mientras me acercaba pan acabado de hornear untado con mantequilla. Más me valía ponerme a hacer ejercicio o acabaría como una bola, con todos esos comilones cerca.

—¿Queda café? —dijo Logan mirando a Nicholas mientras él le señalaba con la mano la cafetera.

—Ahora que me acuerdo. —le dije a Logan. —Esta tarde he quedado con las bandidas, la idea era ir a casa de Nora pero puedo decirles que vengan aquí para que no tenga que estar alguien de guardaespaldas toda la tarde.

—No sé si es muy buena idea. —me dijo Logan frunciendo el ceño.

—Sin problemas. —le dije con una sonrisa. —Ya lo habíamos organizado en casa de Nora, era solo una idea.

—La última vez que quedasteis la fiesta se complicó un poco. —me dijo Logan mientras se sentaba en frente de mí y me miraba con una de esas miradas suyas intimidatorias.

—La verdad es que sí. —le dije haciendo una mueca. —Otra razón para quedar aquí. Mínimo cincuenta centímetros de hormigón, ¿recuerdas?

—Eres una manipuladora. —me dijo mirándome con aspecto duro pero una sonrisa torcida en la cara.

—Nunca lo he negado. —le dije con una sonrisa de oreja a oreja. Nicholas rió por lo bajo y con ello se ganó una mirada furiosa de Logan. Cuando quería podía ser encantador.

—De acuerdo. —dijo Logan. —Pero a las nueve las quiero a todas fuera. Nada de fiesta pijama.

—Oído cocina. —le dije con una sonrisa angelical. —Aunque nunca hacemos fiestas pijama entre semana.

Recogí mi plato y miré a Nicholas con expresión neutra. Se levantó casi al instante, mirando de reojo a Logan.

—Te acompaño. —me dijo Logan levantándose de la mesa con aspecto un poco enfadado.

—Pensaba que iba con Nicholas —le dije con mirada sorprendida.

—Cambio de planes. —me contestó con mirada dura, hasta un punto autoritaria. Le sonreí, antes de soltársela.

—César está haciendo recuento y algunos días viene a primera hora. —mentira cochina. —No creo que sea buena idea que nos vea juntos. Le dije que lo nuestro había sido un rollito sin más y ahora que he vuelto con Fer perdería credibilidad si nos ve juntos.

—Un rollito. —repitió mis palabras con lentitud, con un tono más grave del que era suyo habitual. —Ahora que se supone que has vuelto con Fer.

—Eso quería decir. —le contesté con una sonrisa en la cara pero mirada desafiante. Logan cogió aire lentamente, como para intentar calmarse, mientras yo seguía mirándole con el aspecto más inocente posible. Aunque a estas alturas creo que me conocía lo suficiente como para saber que yo solo quería echar más leña al fuego. Y con un poco de suerte que tuviera un arrebato y fuera consciente de que lo que él quería no era viable. Lo de se mira y no se toca, vamos. Porqué yo quería mucho de lo de se toca, aunque lo de se mira no me molestaba para nada. Porqué Logan era para mirarlo, incluso estando enfadado, como en ese momento.

—Iros. —dijo finalmente, mirándome con un brillo rebelde. Esperaba que el juego no se me fuera de las manos. Una vez en el coche, Nicholas empezó a reír por lo bajo, tras mirarme durante unos segundos.

—Tan pequeñaja y tan peleona. —me dijo finalmente y yo sonreí satisfecha. Lo de pequeñaja no es que fuera algo muy virtuoso, pero por la forma cómo me lo había dicho, supuse que era algo parecido a un elogio.

 

Trabajar en la óptica era como vivir un mundo en paralelo. A ver, que ese había sido mi mundo durante más años de los que debería admitir. Por comodona, vamos. Pero después de ser la mujer rayo, vivir con cazadores de demonios y estar en pie de guerra con mi supuesta alma gemela cósmica, pasarme el día montando cristales y revisando la graduación de los abuelos del barrio era como un… ¿En serio? Vacaciones. Eso sí que pintaba bien. Aunque fuera en Londres, donde me esperaban días más grises y más lluviosos que los de aquí. Tendría que hablar con mis padres. Porqué si por una de esas casualidades del universo me los encontraba por allí y no les había dicho que estaría en Londres, podía convertirse en el diluvio universal. Mi madre era propensa a las lágrimas. Tenía que hablar con Logan. Aunque me daba un poco de rabia eso de tener que hablar con él para todo. Era el jefe de la familia. Mi nueva familia. Supongo que tenía que ir mentalizándome. No estaba tan mal, después de todo. Llegaron a la hora, incluso Aria. Preocupadas era poco, vamos. Anthony fue el encargado de pasarnos a buscar. Melanie le lanzó una sonrisa radiante que él respondió con una elevación de ceja creo que a punto de entrar en pánico. El resto reímos por lo bajo, mientras entrábamos en el coche. Melanie los tenía muy bien puestos, seamos sinceras. Ya les había informado que había conseguido que Logan nos autorizase a quedarnos en el búnker, como yo había apodado a mi nuevo hogar. Aria había traído dos bandejas de hojaldre con chocolate y Nora un paquete para hacer chocolate a la taza. Ellas sí que sabían cómo sortear una época de crisis. Nos apoderamos del sofá con todo el chocolate posible y pusimos una de esas series clásicas de romances imposibles pero que acababan con un final feliz. Ojalá el mío fuera de esos. Porqué en serio, lo necesitaba. Aira habló de sus avances con el sustituto y Melanie simplemente lanzaba obscenidades de tanto en tanto para hacernos reír. Era terapéutico. Los cazadores fueron desfilando por el comedor a lo largo de la tarde, aunque tan pronto nos veían solían desaparecer escaleras abajo. Logan no dió señales de vida y no tenía claro si estaría abajo o simplemente no estaba en el búnker.

—¿Y Logan? —preguntó Nora cuando ya se empezaba a hacer tarde.

—¿Se esconde de nosotras? —preguntó Melanie con mirada traviesa, claramente divertida.

—Es posible. —le contesté riendo. —Aunque también es posible que me evite a mí.

—Él se lo pierde. —me dijo Nora con mirada divertida, cargada de algo que no podía ser bueno. Me las quedé mirando, mientras ellas reían por lo bajo. Sabían que Logan quería mantenerse a distancia de mí desde la fiesta de Halloween. No hacía falta ser muy listas para saber qué se debía a mi radiante aparición estelar como mística. Lo de la ley se lo había explicado en el coche. Bajo la silenciosa mirada de Anthony. Super motivador explicar las penas de una con ese al volante. En fin. Nada que no supiera, realmente. Así que esas miradas cómplices, no tenían para nada buena pinta. Llamadme desconfiada.

—Sí. —dijo Aria con una sonrisa generosa. —Porqué te vemos muy estresada.

—Mucho. —dijo Melanie haciendo un gesto afirmativo con la cabeza.

—Te hemos reservado para mañana una sesión de dos horas de balneario, con masaje de media hora incluido en el sitio más cool de la ciudad. —dijo Nora sacando un paquete de su bolso y tendiéndomelo.

—¡La madre! —les dije mirando el lujoso paquete y las fotografías que había en el panfleto. Ambientado como antiguos baños termales, un spa de lujo iluminado únicamente con la luz de suaves velas. Se me hacía la boca agua solo de pensarlo. Y un masaje. Sí que estaba realmente contracturada, ahora que lo decían.

—Es para dos personas. —dijo Melanie con un ronroneo peligroso. —Nosotras ese día tenemos compromisos, pero siempre puedes pedirle a uno de tu guardaespaldas que te acompañe.

Las miré entrecerrando los ojos, mientras ellas empezaban a reír. Eran lo peor.  Pero no podía negar que era una jugada magistral. A su lado yo era una mera principiante.

—Sois las mejores. —les dije entre abrazos, poco antes de finalmente despedirnos. Iker subió a preparar la cena y como estaba ociosa, me decanté por ayudarle. Dejé con toda la mala intención posible el pack que me habían regalado en la mesita que había frente a los sofás, encarada hacia la televisión. Logan apareció acompañado por Anthony y Nicholas poco después, acabado de salir de una ducha rápida de la sala de entrenamiento. Logan se acercó a nosotros y miró dentro de la cazuela donde se cocía una gran cantidad de espaguetis mientras Iker preparaba en una paella algo parecido a un sofrito. Se les daba bien la cocina. En esos momentos yo estaba con un refresco en mano, simplemente haciendo soporte moral.

—¿Cómo ha ido? —me preguntó Logan mirándome solo de pasada, mientras cogía una cerveza de la nevera.

—Súper bien, gracias. —le dije con una sonrisa. —Lo necesitaba.

—Me alegro. —dijo fijando finalmente sus ojos en los míos durante algo más de una fracción de segundo. Nicholas se había sentado en el sofá y miró con curiosidad el paquete. Hice como que no me daba cuenta de aquello.

—¿Y esto? —dijo alzando el paquete al aire.

—¡Mío! —dije a voz de grito, sonrisa radiante en la cara. —Las chicas me han regalado un pack de balneario y masaje para mañana a la tarde, dos entradas para que pueda venir quién le toque hacer de canguro.

Nicholas me miró alzando una ceja con aspecto preocupado mientras dejaba la caja encima de la mesa como si aquello quemara al tacto. Fui hasta allí para coger el paquete entre saltitos. Cuando me giré, la mirada de Logan era oscura.

—No me mires así. —le dije con aspecto inocente. —El sitio es ideal. Y realmente necesito relajarme un poco. Se lo han currado mucho.

—Conozco el sitio. —dijo Iker desde la cocina viendo mi preciado tesoro desde la distancia. —Está ambientado en baños árabes, hay una zona de piedras calientes para descansar, infusiones mantenidas por velas y el ruido de las cascadas de agua de acompañamiento. El aforo está limitado y la verdad es que es bastante íntimo.

—¡Perfecto! —le dije a Iker. —Ya sabemos quién vendrá mañana.

—No. —dijo Logan con voz ronca, su mirada era dura pero había ese destello de hambre que ya conocía perfectamente. Eran unas brujas y la habían clavado.  La vena del cuello le palpitaba a Logan.

—No creo que fuera muy adecuado. —dijo Iker con una sonrisa divertida, mirando como Logan se me comía con los ojos. —Supongo que Logan tendrá que asumir la guardia de mañana a la tarde.

—Eso sería una buena idea. —dijo Anthony con mirada divertida, desde una de las sillas del comedor.

—La opción menos mala de todas. —dijo Nicholas con una sonrisa divertida.

—Iremos. —me dijo Logan mirándome con intensidad, mientras yo evitaba ponerme allí en medio a dar saltitos de felicidad, aunque la mayoría de los cazadores reían por lo bajo mientras ponía la mesa. No sé si a costa mía o de Logan. O de los dos.

 

Logan no vino a la cama esa noche, pero no se lo tuve en cuenta. Por la mañana Fer estaba en la cocina con Anthony. Desayuné con ellos y me acercaron al trabajo. Había cogido una bolsa con la ropa para el balneario: un neceser y un bikini negro discreto pero que me hacía sentir fabulosa. Esperaba que Logan pensara lo mismo. Le había dejado una nota en la mesita de noche, diciéndole la hora de la reserva y que tenía que llevar únicamente un bañador. Aunque si fuera por mí ya podía ir sin nada. Mejor no, no quería que el resto del mundo pudiera mirarlo de la misma forma que yo.

Estuve nerviosa toda la mañana, para que negarlo. Había informado a las bandidas que al final Logan vendría conmigo al balneario y sus ánimos casi me creaban nerviosismo esta vez. Esto era una cita de las buenas. Vale que la había conseguido a través de mis hadas madrinas y un poco de manipulación por mi parte, pero era una cita. Logan y yo. En un balneario, con escasa luz. Suspiré. Después de despedirme de César, salí al exterior. Logan estaba en una esquina cercana, con su moto de carretera aparcada a su lado. Estaba increíble. Pantalones de cuero ajustados y su chaqueta, que resaltaba su amplia espalda. Sexy era poco. Me acerqué a él, su mirada parecía divertida. Empezábamos bien. Casi esperaba tenerlo de morros todo el día. Cuando llegué a él me tendió el casco.

—Me la has jugado. —me dijo finalmente, con mirada divertida.

—No exageres. —le dije con una sonrisa de oreja a oreja, mirada llena de felicidad que difícilmente era disimulable. —Vamos a un lugar público. Un ambiente relajado, un punto romántico, no lo negaré. Pero no es como que vayamos a pasar una noche a una suite de un hotel de lujo.

—No, aquí va a haber menos ropa. —me dijo él mirándome con expresión intensa, de esas que hacían que me recorriera un calambre por toda la espalda, mientras me daba la chaqueta que me había dejado la primera vez que habíamos quedado.

—Me has visto con mucha menos. —le contesté mirándole con expresión firme, aunque la sonrisa en mi cara supongo que le restaba poder a mis palabras. —No es para tanto.

Mi segunda vez sobre un vehículo a dos ruedas fue un poco menos patético que la primera. Ayudaba el hecho de que no perdí oportunidad de abrazarme a él, por lo que el balneario podía pasar a un segundo plano. Podía quedarme allí toda la tarde y ya habría valido la pena.

Aparcamos frente al balneario. Era una zona de moda, de esas que había en el casco antiguo y que aparcar era como un milagro. Porqué por no haber, no habían ni parkings de pago. La moto era una opción muy inteligente, seamos realistas. Y muy gustosa, me dije mientras bajaba de la moto, después de esos treinta minutos abrazada a la espalda de Logan. La tarde empezaba bien. Saqué el paquete de la reserva y se la mostré a la mujer sentada detrás de una antigua mesa de madera. Lámparas de araña con vidrios de colores. Los sofás repletos de cojines con tonalidades doradas. Todo parecía ya exótico. Y sensual. Para ser un mero recibidor. Hierro forjado y madera oscura. Texturas suaves. Nos pusieron dos pulseras y a continuación dos chicas nos acompañaron hasta nuestros respectivos vestuarios. Logan me miró antes de entrar en el espacio de los hombres, con una expresión estoica. No pude evitar reírme de él ya dentro de mi vestuario, mientras una chica me mostraba dónde estaban los baños y las duchas, tras asignarme una taquilla personal y darme un albornoz blanco con olor a especias. Me cambié y salí por la puerta trasera en dirección a los baños. Logan me esperaba ya, envuelto en un albornoz blanco y unos patucos negros idénticos a los míos. Le sonreí y su aspecto sombrío se iluminó levemente. Bajamos por unas escaleras iluminadas por pequeñas velas en los extremos de los peldaños. Logan me cogió de la cintura, creo que a estas alturas mi gran equilibrio no le había pasado desapercibido. No me quejé con su contacto, aunque tampoco me recree en él. Cuando llegamos abajo había otra pareja esperándonos junto a un empleado vestido en negro que nos empezó a hacer un recorrido alrededor del circuito, explicándonos las características de cada piscina. Había una parcialmente cerrada con vidrios con múltiples cascadas de agua, otras reguladas a varias temperaturas y una de agua salada. Arcos de piedra a su alrededor, áreas de descanso con grandes plataformas de piedra caliente y múltiples fuegos con preciosas teteras sobre ellas. El sitio era precioso. Y el ambiente era cálido. Íntimo había dicho Iker. Ciertamente.

—¿Por dónde empezamos? —le dije a Logan mirándole feliz, desbordada por la magia del lugar. Logan me miró con una sonrisa. Parecía más relajado.

—Por las duchas. —me contestó y le hice una mueca mientras nos acercamos a una de las áreas donde grandes alcachofas te regaban suavemente, como si fueran regadoras. Me saqué el albornoz y lo dejé colgado en uno de los ganchos, para meterme después debajo de una de las duchas. Logan se quedó quieto mirándome, durante unos segundos. Le sonreí, y esta vez no era una mirada lujuriosa, que podría. Me gustaba estar allí, con él. Como si aceptara que aquello era algo inevitable, se sacó su albornoz y se acercó a la ducha que había al lado de la mía. Le miré fascinada. Su cuerpo era el sueño de cualquier mujer, fuerte y proporcionado. Pero no era solo eso. Había mucho más. Me gustaba él. Le sonreí divertida y su expresión hizo ese gesto que mi mente ya había memorizado, una sutil pregunta a través de una suave elevación de esa ceja de pelo oscuro.

—Estaba pensando en la primera vez que te vi en la ducha. —le dije sintiendo que me sonrojaba levemente y una gran sonrisa apareció en su rostro.

—Por poco no llego a tiempo de cogerte. —me dijo finalmente sin dejar de mirarme.

—Has de ser muy rápido. —le dije haciendo una mueca, recordando aquel día.

—Cuando algo me interesa. —me dijo él finalmente, mientras me miraba con cariño. —¿Empezamos por la caliente?

—Esa me va a gustar. —le dije con mirada cómplice.

Suspiré gustosa cuando el agua caliente empezó a rodearme. Mis músculos parecían relajarse con ese contacto, mientras me engullía con suavidad. Busqué un rincón tranquilo en la piscina y me senté en el banco de piedra dejando que el calor me rodeara. Era fabuloso. Logan no tardó en reunirse conmigo, tiró con suavidad de mi brazo y mi cabeza quedó recostada sobre su hombro, mientras su brazo me rodeaba con seguridad. Suspiré de placer y cerré los ojos. Era el paraíso. Tras unos minutos allí, en silencio, Logan me acarició la espalda con suavidad.

—¿Eso es un ronroneo? —me preguntó divertido escuchando un suspiro relajado que se había fugado por mi boca en algún momento.

—Lo que sea. —le dije abriendo los ojos y mirándole con aspecto embobado, el calor estaba dejando frito mi sistema nervioso pero me sentía como si flotara en una nube de algodón. Y tener a Logan allí. Eso no tenía precio, aun estando en punto muerto.

—Creo que ha llegado el momento de pasar a las de agua fría. —me dijo con una sonrisa, mirando mi aspecto relajado.

—Vamos. —le dije con un suspiro. —Pero ésta la hemos de repetir.

Había dos piscinas de agua fría. Una era algo más grande y había dos mujeres dentro hablando, divertidas, aunque mantenían el tono de voz bajo de rigor. La otra era pequeña. Y estaba vacía. En una esquina había un pequeño surtidor repleto de hielo. Entramos en la que era más grande y el contraste revivió a todas mis terminaciones nerviosas de forma casi violenta. Mi cara debía de hablar por sí sola, porqué Logan reía por lo bajo. Cuando conseguí adaptarme a aquella temperatura, la verdad es que no se estaba tan mal. Era refrescante. Revigorizante. A su manera. Logan sumergió la cabeza y le miré como si estuviera parcialmente loco. Tras unos minutos, le imité. Pese a la sensación de tener mil agujas pinchando todo mi cuerpo cabelludo, no podía negar que se estaba bien. Salimos de la piscina de agua fría y Logan entró sin reparos en la piscina pequeña de agua fría. Me daba un poco de mala espina. Cuando bajé el primer escalón supe que no andaba equivocada. ¡Eso no era agua, era un glaciar! Logan me miró divertido, con una expresión retadora en su mirada.

—Ni loca. —le dije subiendo ese escalón de agua salida de un manantial de alta montaña en plena madrugada.

—Todo está en tu cabeza. —me dijo con una sonrisa. —Si quieres, puedes.

—Tienes razón. —le contesté con una sonrisa. —Es que no quiero.

—Venga Elena. —me dijo desde la piscina con un ronroneo seductor.

—Eso es chantaje. —le dije con una mueca.

—Mejor que no hablemos de chantaje. —me contestó él desde la piscina con una sonrisa divertida. Vale, en eso tenía razón. Cogí aire y me acerqué al borde de la piscina. Hice un par de inspiraciones y empecé a bajar los escalones casi corriendo, no fuera que me arrepintiera y volviera a la seguridad del pasillo. Logan estiró de mí cuando ya casi había decidido renunciar a ese desesperado intento de entrar en esa piscina para masocas. Mi cuerpo chocó contra el suyo y sus brazos rodearon mi espalda mientras mis piernas se enroscaban a su cintura de forma automática. El contacto de su cuerpo con el mío, con apenas ropa, hizo que una descarga de calor me invadiera de forma automática. Abrí los ojos, que había cerrado en algún momento durante la bajada y me encontré a Logan mirándome con fascinación. Mis ojos se quedaron clavados en los suyos.

—No era tan horrible. —me dijo tras unos segundos en los que solo podía sentirle a él, junto a mí. Amor en su mirada. En la presión de sus brazos sobre mi cuerpo. En su piel junto a la mía. Y luego un frío que dolía, rodeándome.

—Me estoy congelando. —le dije haciendo una mueca y él me sonrió, acercándome a la escalera por donde salí pitando, incluso aunque hacer eso implicara separarme de él. Me cogió de la mano y me llevó a la piscina repleta de cascadas de agua y chorros para masajear la mayor parte del cuerpo. Casi tiritaba para entonces, pero el agua cálida volvió a envolverme y aquella sensación desapareció, ante la sonrisa divertida de Logan. No hablamos, mientras íbamos cambiando de zonas en la piscina, porque el ruido era bastante fuerte, pero poco a poco los músculos se iban relajando.

—¿Vamos a beber algo? —le pregunté al cabo de un rato y él me hizo un gesto afirmativo.

Nos sentamos en una gran grada de piedra caliente. Cerca había una pareja estirada, susurrando palabras a la oreja el uno del otro. Me pregunté si Logan podría escucharlos. Nos servimos dos pequeños vasos de plástico con la infusión caliente y nos quedamos sentados el uno al lado del otro, simplemente observando nuestro alrededor. El sitio tenía algo de mágico. Las piscinas, la ambientación, podría acostumbrarme a eso rápido.

—Creo que es la primera vez en mi vida que voy a un sitio así. —me dijo tras los primeros sorbos, creo que divertido. La infusión estaba un punto demasiado dulce para mi gusto, pero era muy aromática.

—Yo también. —le contesté con una sonrisa, inclinando la cabeza en su dirección y nos quedamos allí quietos, mirándonos, durante un rato. No sé qué hubiera acabado pasando si no hubiera venido una mujer del personal para avisarnos que nuestro masaje ya estaba preparado. Logan no parecía muy convencido con aquello y no pude evitar sonreír al ver su expresión. Le cogí de la mano, como él había hecho conmigo poco antes. Nos acompañaron por un ascensor interior hasta el segundo piso. Allí la mujer nos acompañó a una sala donde había dos camillas de masaje, en medio de una decoración floral suave, olores relajantes y mucha madera oscura iluminada por dos luces cubiertas por cristales de suaves colores. Había un hombre y una mujer, vestidos en negro, al lado de las camillas. Logan me miró una fracción de segundo, con expresión hosca, mientras me estiraba con suavidad hacia él y cambiaba mi trayectoria para ir a la camilla junto a la masajista, mientras él se acercaba al hombre. Creo que reí por lo bajo, y juraría que pude oír un suave gruñido a modo de respuesta. Incluso para un masaje Logan no dejaría que un hombre me pusiera las manos encima. Para que luego no dijeran que era todo un caballero. Me divertía pensar en Logan, siendo masajeado por un hombre, pero la diversión duró menos de un minuto. Cuando esa santa empezó a presionar sobre mis pies dejé de pensar. Eso era el cielo. Tenía que serlo. En algún momento nuestro tiempo acabó y mi masajista me ayudó a levantarme de la camilla. Logan me esperaba con aspecto de mal humor, pero al ver mi expresión zen, suavizó su rostro. Me cogió de la cintura y volvimos con el ascensor al piso de abajo. Una vez allí, me guio hasta una zona tranquila y me abrazó. Nos quedamos allí abrazados durante un rato. No necesitaba más, era perfecto.

—Nos queda la piscina de sal. —me dijo con suavidad.

—Vamos. —le dije recuperando parte de mi capacidad cognitiva.

El agua era cálida pero más densa. Era difícil de definir, pero se sentía bien. Había un par de parejas hablando y buscamos una esquina tranquila donde quedarnos un rato. Logan me miró divertido.

—¿Me pregunto con quién habrá venido Iker a un sitio así? —me dijo con mirada pícara.

—Con Anthony seguro que no. —le contesté haciendo una mueca y Logan rió por lo bajo. —Me gusta cuando te ríes.

—Me gusta que me hagas reír. —me contestó él acercándose a mí y cogiéndome por la cintura. Su mirada se volvió más solemne, más seria. —Te quiero Elena.

—Y yo a ti, Logan. —le dije volcando todo lo que había dentro de mí en mis palabras y creo que de alguna manera llegó hasta él.

—Sabes que sigo pensando lo mismo. —me dijo después, con mirada firme, pero las emociones a flor de piel.

—Y sabes que pienso que es un error. —le contesté finalmente. —No voy a apartarme de tí, aunque intentaré respetarte.

—Espero que el viaje a Londres valga la pena. —me dijo Logan tras mirarme con intensidad. —Porqué yo tampoco quiero apartarme de ti, pero hay demasiadas cosas en juego en estos momentos.

—Más le vale al viejo ser útil. —le dije a Logan y él me miró divertido.

—Eso espero. —me contestó Logan mirando mis labios durante unos segundos, antes de sonreír y separarse ligeramente de mí. Le sonreí aunque sentía una pequeña decepción en mi pecho. Un beso. Solo un beso. Pero era consciente que después del primero vendrían otros. Muchos. Porqué los dos lo deseábamos. Solo que Logan tenía esa estúpida idea de tener que acatar esas leyes antiguas, además del miedo de no contenerse y hacerme daño de alguna forma. Diez días no eran tantos. Unas suaves campanas anunciaban el cambio de turno. Salimos de la piscina de la mano y seguimos así hasta los vestuarios. Cuando llegamos a casa me metí directa en la cama, sin cenar ni nada. Logan me dió un suave beso en la frente antes de marchar a patrullar y creo que le dije algo entre sueños. O tal vez no.

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