Elektrika

Elektrika


VIII

Página 11 de 16

VIII

 

Había hablado con las bandidas a diario a través de mensajes y por extraño que pareciera, me sentía bastante tranquila. Aunque una nueva idea había ido creciendo en mi cabeza a lo largo de la semana y finalmente, tras sus muestras de apoyo, había decidido llevarla a cabo. Logan no estaría muy conforme, posiblemente. O tal vez sí y me alabara por mi iniciativa. Poco probable, pero no imposible.  Había quedado con las chicas que se pasarían un rato por mi prisión particular el domingo después de comer, pero eso me dejaba una infinidad de horas del sábado y toda la mañana del domingo para compadecerme. O hacer algo. Después de desayunar con Logan y Anthony, me volví a la habitación a cambiar mi pijama por unos ajustados leggins deportivos y una camiseta sin tirantes, cruzada por la espalda. Ropa para sudar. Mis deportivas de color lila destacaban sobre los pantalones negros, pero no me importaba mucho dar el cante. Aunque fuera oculta en un burka, estaba segura de que iba a hacer sensación en breve. Caminé decidida hacia el comedor. Nicholas me miró con expresión analítica.

—¿Sales? —me preguntó.

—No, voy un rato abajo. —le dije con una sonrisa inocente sin poder evitar morirme de la risa por dentro al ver su mirada de pánico. Mis predicciones no eran incorrectas del todo, por lo visto. Bajé las escaleras de muy buen humor. Era la primera vez que bajaba sola. La segunda que acudía allí. Había algo en esa estancia que estaba cargada de testosterona masculina. Quizás la exhibición de armas no ayudaba a darle un toque femenino, no podía negarse. Me acerqué a Iker y a Fer, que estaban compartiendo golpes con un bastón de madera.

—Me apunto. —les dije mirándolos con una sonrisa y los dos me miraron frunciendo el ceño. De Iker me lo esperaba, pero de Fer no tanto. A ver, que él había nacido en el siglo veintiuno. Viendo que me ignoraban, empecé a recorrer la sala a mi ritmo, mirando todo lo que me rodeaba. Anthony bajaba con Logan en ese momento. Ninguno de los dos parecía especialmente contento con mi presencia allí. Anthony me ignoró y se fue hacia las espalderas, mientras Logan se acercaba a mí con mirada furiosa.

—¿Qué haces aquí? —me preguntó inclinando levemente la cabeza.

—He venido a ver hombres. —le dije haciendo una mueca y viendo una pizca de rabia en sus ojos me acerqué a él y le di un golpe en el brazo mientras añadía. —En serio Logan, he venido a entrenarme. ¿No me ves las pintas?

—Demasiado las veo. —me dijo dándole un lento repaso a mis piernas con aspecto para nada contento.

—Tierra llamando a Logan. —le dije haciendo una mueca. —Mira, si Fer puede entrenarse, digo yo que algo puedo aprender yo.

—Eres una mística. —me dijo Logan mirándome como si me hubiera vuelto loca. —Las místicas hacen magia, no pelean.

—Mira, las místicas puede que no, pero te aseguro que yo, como Elena, pienso pelear si es necesario. —le dije alzando el mentón.

—Te desmayas cuando ves sangre. —me dijo mientras su mirada empezaba a divertirse a mi costa.

—Mejor que sea cuando vea la suya que no la mía. —le dije haciendo una mueca por ese golpe bajo. —Además, los dumas no sangran.

—Eso no es del todo cierto. —me dijo mientras su mirada se suavizaba un poco, aunque seguía algo enfadado.

—O me enseñáis vosotros o me busco un profesor particular de defensa personal o lo que sea en un gimnasio. —le contesté y su mirada se volvió un punto más dura. Aguanté estoicamente, hasta que suspiró derrotado.

—Anthony. —dijo Logan sin dejar de mirarme y aquello me cayó como un cubo de agua fría y Logan sonrió creo que consciente de ello. —Entrena a Elena a dos armas cortas.

—No tengo claro que sea muy buena idea. —dijo Anthony mirándome con expresión insegura.

—Yo tampoco. —le contestó él haciendo una mueca, mientras se alejaba de nosotros y subía escaleras arriba. Su entrenamiento posiblemente sería el más corto de la historia.

—Lo llevas claro. —dijo Iker entre risas mirando a Anthony.

—Estoy delante. —le dije a Iker y añadí con una sonrisa generosa. —Igual hasta os sorprendo.

—No es tanto por tí. —me dijo Iker. —Pero me gustará ver la cara de Logan si subes con algún cardenal. ¿Anthony, porque crees que no se ha quedado?

—Para no arrancarme la cabeza si le hago daño. —dijo Anthony haciendo una mueca, mirando las puerta de metal sobre las escaleras, como si temiera que se abriera de nuevo.

—Bueno, pues entonces enséñame sin hacerme daño, no ha de ser tan complicado. No pretendo convertirme en un ninja, tampoco. —le dije acercándome a él y dándole unos golpecitos suaves sobre la espalda, a modo de ánimos. Con un suspiro derrotado, Anthony fue a buscar cuatro pequeñas espadas de madera, perdidas en un rincón. Me tendió dos de ellas y luego me miró, alzando las suyas. Imité su movimiento y había en sus ojos una expresión insegura. Desde luego, era la primera vez que entrenaba a alguien al que no quería apalizar, podía sentirlo.

Levantó una de las espadas y la dirigió hacia mi lateral derecho, con un movimiento firme pero lento. Di un salto hacia atrás.

—Esto va a ser realmente complicado. —me dijo mirándome.

—No hay alumnos malos, solo malos maestros. —le dije con una sonrisa divertida, volviendo a alzar las espadas de juguete. Casi empezaba a divertirme. Poco a poco empezó a enseñarme a mover las espadas de madera, usando a veces a Iker en sus demostraciones. Había hecho jazz durante toda mi adolescencia y mi coordinación en el movimiento no era mala del toda, aunque tenía que interiorizar poco a poco todo aquello. Habíamos pasado un par de horas cuando empecé a pillarle el truco. Anthony dirigía movimientos hacia mí y yo me limitaba a intentar contrarrestarlos. A ver, era consciente de que se estaba moderando conmigo. Los movimientos no eran para nada fuertes, y tampoco rápidos. Pero aún y así yo me lo estaba pasando en grande. Tic—tac. Izquierda, izquierda, derecha, derecha. Un paso atrás. Uno lateral. Tica—tac, tic—tac. Anthony parecía concentrado en lo nuestro, después de las miradas de desesperación que me había lanzado al principio. Cuando llevábamos algo más de tres horas, tenía problemas para mantener las espadas alzadas. Mis brazos se declararon en mi contra y finalmente suspendimos el entrenamiento.

—Tienes que fortalecerlos. —me dijo mirándome con cierto respeto. —Las barras fijas van bien para trabajar todo el torso además de los brazos.

—Lo tendré en cuenta. —le dije mirando el palo horizontal que había cerca del techo. Aunque para poder trabajar mi torso, primero tendría que encontrar una escalera para llegar allí arriba. Me fui a la habitación de Logan a darme una ducha. No había señales de él por ningún lado, pero empezaba a acostumbrarme a que apareciera y desapareciera a su antojo. Como todo el mundo. Menos yo. Vamos. Al menos la mañana me había pasado volando. No me veía pasando la tarde abajo, porque tenía finos calambres en mis brazos, lo que significaba que lo iba a flipar con las agujetas. Siesta, tele y sofá. Al final no sería un sábado tan malo, después de todo.

 

Comimos todos juntos, como una gran família. El chico se había ido a casa de sus padres y tengo de admitir que quitarmelo un rato de encima era un alivio. Se estaba adaptando con demasiada facilidad a nosotros y pensar en una eternidad con él cerca, me hacía volver irritable. Especialmente si estaba cerca Elena. O la miraba. Lo que fuera. Sabía que podía confiar en Anthony para entrenar a Elena, o lo que hubieran estado haciendo abajo durante media mañana. Se la veía contenta, y eso ya había hecho que la angustia valiera la pena. Supongo que ella también necesitaba canalizar su energía y el deporte era la mejor vía. Podía entenderla. Aunque de allí a pretender que la entrenáramos para luchar era pasar de cero a cien. Muy propio de ella, realmente. Pensar en ella junto a un humano enseñándole lucha cuerpo a cuerpo, enfundada en esos pantalones que parecían una segunda piel, era peor. Sabía que Anthony tendría cuidado, pero era el único al que ella aún tenía un poco de respeto. Hubiera hecho lo que le hubiera dado la gana con Iker y con Nicholas. Y conmigo, seamos sinceros. Sonreí al verle levantar con dificultad la garrafa de agua. Iker en seguida la ayudó sin que ella se lo pidiera. Era así de orgullosa. No pensaba darle tregua con aquello, era la forma más rápida de quitarle aquella idea de la cabeza. Al menos mañana tendría a sus amigas para entretenerse un rato y nos dejaría un poco más tranquilos. Porque pensaba vetar al resto el acceso a nuestra sala y conociéndola, eso haría que se quedaran arriba. Tras la comida se disculpó y se fue a descansar un rato. Cogí un café solo que me tendía Nicholas, mientras teníamos una sobremesa como las de antes. Aunque la ausencia de Quin se notaba. Mucho. Podría haber sido peor. Siempre he mirado hacia adelante. Pero no puedo evitar recordar a todos los hermanos que hemos ido perdiendo con los años. Los más ancianos, pero también muchos jóvenes. Es una mierda de vida. Anthony se sentó a mi lado y me miró con una de esas expresiones que reserva cuando quiere decir algo pero no sabe si es oportuno. Elevé el mentón mientras mis ojos se quedaban fijos en los suyos. Hizo una sutil mueca. Anthony no solía tener dudas. Lo que me hacía suponer que fuera lo que fuera, tenía que ver con Elena.

—Suéltalo. —le dije finalmente.

—No se puede negar que tiene determinación. —me dijo valorando cómo continuar mientras mi mirada dura no perdía detalle. —Su equilibrio no está mal, pero el resto es pésimo.

—¿No creerás realmente que vamos a dejarla luchar algún día, verdad? —le pregunté con gesto interrogativo.

—No. —dijo Anthony con una sonrisa divertida por primera vez. —Pero no puede negarse que somos pocos. Quizás no es del todo mala idea que al menos sea capaz de usar una arma.

—No me gusta la idea. —le dije con expresión seria.

—Ni a mí ser yo quien tenga que instruirle. —me contestó él con una mueca. —Pero después de un rato, tengo que admitir que tiene un instinto o algo para anticiparse a los movimientos.

—¿Qué quieres decir? —le pregunté sin acabar de comprender.

—Al principio no me había dado cuenta, porque era absolutamente patética, con todos mis respetos. —admitió Anthony con aspecto cansado. —Pero a medida que ha empezado a trabajar los movimientos, tengo la sensación de que es capaz de predecir la trayectoria del golpe. No creo que eso pueda ser muy útil a nivel ofensivo, pero si no me equivoco, podría llegar a ser potable a nivel defensivo sin demasiado esfuerzo. Si consigue ganar algo de fuerza.

—¿Esa capacidad de anticiparse crees que tiene que ver con lo de ser una mística? —le pregunté con curiosidad.

—No tengo ni idea. —me dijo tras unos segundos de guardar silencio. —Pero no es normal. Supongo que tiene que tener relación.

—¿Se lo has dicho? —le pregunté tras meditar su respuesta.

—Para nada. —me dijo Anthony con una sonrisa. Le hice un gesto afirmativo, mientras me levantaba de la mesa. Tendría que pensar en todo aquello. Mañana.

 

La mañana del domingo me desperté cargada de buena vibraciones. Los calambres de los brazos habían desaparecido después de una noche de sueño reparador. Junto a Logan. Siempre venía a primera hora de la mañana, pero al ser domingo habíamos alargado el momento de levantarnos todo lo posible. Casi era ridícula esa costumbre suya de estirarse en su lado de la cama durante unos minutos, o unos segundos, y finalmente ceder al impulso de buscar mi cuerpo y acabar durmiendo abrazados. En una tercera parte de la cama, como él había predicho. Pero al margen de eso, no había pasado nada más. Casi por desgracia. La paciencia no era una de mis virtudes, aunque le hubiera prometido a Logan que tendría. Contaba los días para viajar a Londres. Esperaba con un poco de suerte tener alguna respuesta. Sobre lo de ser mística en primer lugar. Pero también sobre lo nuestro.

Las bandidas llegaron para hacer el café. Los cazadores desaparecieron como por arte de magia tras su llegada y nos dieron cierta intimidad. Aunque sospechaba que lo hacían básicamente para no aguantarnos. Allá ellos. Nos sentamos en el sofá con nuestros cotilleos habituales. Ellas me pusieron al día de lo que pasaba en el mundo exterior y yo les hablé de las novedades de mi retiro espiritual. Me hicieron un tercer grado con todo lo del spa, aunque ya mucho les había contado por mensajes. A ver, siendo sinceras no es que hubiera mucho por contar. Pero revivir la cara de Logan cuando vio al masajista o como me abrazó, un poco a traición, en la piscina de agua helada, estaba bien. Además, les debía a ellas todo aquello. Se merecían escuchar la historia tantas veces como quisieran, al menos. Iker abrió la puerta del sótano dando un tremendo portazo.

—Iker por poco me da un infarto. —le dije haciendo una mueca, mientras Aria empezaba a reír a carcajadas y Melanie la seguía. En serio, es que cuando nos juntábamos hasta un golpe que nos sobresaltaba nos hacía entrar la risa. Y ya se sabe que es contagiosa. Nora y yo no pudimos evitar seguirlas mientras Iker nos miraba como si fuéramos el demonio.

—Joder. —dijo mientras sacaba el teléfono de sus pantalones y usaba el marcador rápido. Eso solo podía significar. A. Logan. B. Anthony. Teniendo en cuenta que nos miraba como si fuéramos un problema con mayúsculas, cosa que no puedo negar que no fuéramos realmente, lo más probable es que fuera la opción A. Porqué siempre que Elena, séase yo, daba problemas, Logan parecía ser el único de tomar medidas para solucionarlos. —Logan, tenemos un problema.

—Más bien cuatro. —le dije con una sonrisa divertida desde el sofá, mientras las otras me reían la gracia. Me miró con aspecto enfadado, algo no demasiado propio en Iker. Dejé de sonreír, quizás por un sexto sentido. Quizás simplemente porque aún conservaba un mínimo sentido común. Les hice un signo a las chicas para que guardaran silencio mientras Iker empezaba a hablar con Logan, sin dejar de mirarnos.

—Ron Duncan te ha estado llamando, por lo visto están de paso y querían reunirse contigo. ¿Y a mí que me cuentas? Me ha dicho que llegarán al cuartel en cinco minutos. ¿Por qué crees que te llamo? Que sea imaginativo. Claro. —Iker nos miró durante unos segundos y finalmente añadió. —De acuerdo, algo se me ocurrirá.

—¿Estás bien Iker? —le pregunté acercándome a él.

—No. —me dijo haciendo una mueca, mirándome primero a mí y luego a mis amigas. —Tenemos un problema.

—Algo así nos ha parecido. —dijo Melanie con aspecto divertido y se ganó una mirada dura de Iker. Podía tener mal genio si se lo proponía, por lo visto.

—Viene el jefe de una familia con la que ni queréis ni queremos tener mucho que ver. —nos dijo mirándonos de forma intimidatoria. —No pueden saber lo de Elena.

—Eso está hecho. —le dijo Aria con mirada valiente.

—Vale. —dijo Iker frotándose los ojos y luego el ondulado cabello castaño. —Somos cuatro cazadores, sois cuatro mujeres. Parejas, novias o prostitutas, lo que queráis. Pero sed sumisas. Y no os lo toméis como algo personal.

—¿Sumisas? —la voz de Melanie parecía a punto de darle un ataque de risa de esos buenos.

—Al menos podemos intentarlo. —dijo Nora apretando los labios divertida.

—No bromeo. —dijo Iker mirándome con expresión dura, fría.

—Creo que esto va en serio. —les dije a mis amigas mientras sentía un sudor frío por la espalda.

—¿Y si nos escondemos? —dijo Aria mirando a Iker.

—¿Donde? —le contestó abriendo los brazos al espacio que lo rodeaba. —Y lo que es más importante, si os encuentran entonces, ¿cómo justificamos que os tenemos escondidas?

—Vale, lo pillo. —dijo Melanie bufando ligeramente.

—Poned la televisión, o algo. —dijo Iker finalmente, mientras el teléfono volvía a vibrar en su mano. Encendí la televisión y puse un DVD de una serie de esas románticas, avanzando uno de los capítulos de en medio, como si lleváramos allí un buen rato. Iker me hizo un gesto afirmativo mientras abría la puerta que comunicaba con el parking.

—Ya deben estar aquí. —dijo Aria en un susurro. Le hice un gesto negativo con la cabeza. Nada de hablar en susurros. Como había dicho Iker, mejor dar la cara para que no pareciese que ocultábamos algo. O a alguien. A mí. Al menos la serie la habíamos visto todas varias veces, así que nos era fácil seguir el hilo pese a que estábamos bastante nerviosa.

La puerta se volvió a abrir y entraron tres hombres, seguidos de Iker. Los miramos. Supongo que eso era algo inevitable, aunque lo hiciéramos desde la distancia y siendo nosotras, de forma bastante discreta. La palabra que los definiría era oscuros. No solo por su ropa o su expresión, había algo en ellos que parecía carente de alma. Parecían mercenarios de esos que siempre acaban en el lado de los malos, siempre vendiéndose al mejor postor, sin valores ni emociones en la transacción. Nos miraron con más intensidad de la que sería correcta, un punto de desconfianza y un punto de maltratador. Y se suponía que los cazadores eran los buenos de la película. Aunque claro, si los malos son unos demonios harapientos, con garras en vez de manos y con cuerpo cadavérico tipo peli mala de zombis, supongo que no dejaban el listón muy alto para el equipo contrario. En comparación a ellos Logan y los suyos parecían caballeros de brillante armadura y exquisitos modales.

—Nuestras chicas. Es domingo. —dijo Iker encogiéndose de hombros, desviando su atención hacia su persona. —¿Queréis tomar algo?

—Cerveza, bien fría. —dijo uno de ellos que por su tono de voz y la forma en que los otros dos lo rodeaban, tenía que ser el líder. Diría, vamos. Porque estaba en modo sumiso y centré mi atención en la pantalla de la televisión, como el resto de mis amigas, porque el gracias y el por favor el capullo se lo había dejado en casa.

—Logan estará a punto de llegar. —le dijo Iker con voz neutra, tranquila.

—Si va a tardar me llevaré un rato a una de las chicas. —dijo el hombre desde la distancia y las cuatro nos tensamos sin poder evitarlo. Al menos les dábamos la espalda, más o menos. Esperaba que nuestra reacción, simultánea, no le hubiera llamado la atención.

—No las compartimos. —dijo Iker con voz dura, pero manteniendo un tono suave. Estaba claro que no quería enfrentarse a él. Y no me extrañaba. Tres contra uno no era una pelea especialmente equilibrada. Sin embargo, había una sutil amenaza en sus palabras, más bien como una advertencia. Iker había sido bastante claro. El ruido de una silla al moverse. El hombre apareció a nuestro lado y nos empezó a mirar como si fuéramos animales. Porque a un objeto no se le mira con esa expresión turbia, asquerosa. Creo que sería la expresión que yo reservaría si viera a una serpiente. Porque me dan un asco que tira para atrás.

—¿Cuál es la tuya? —le preguntó el hombre a Iker, que se acercó a nosotras con mirada oscura y se sentó en el reposabrazos del sofá individual donde estaba Melanie.

—Tienen nombres. —le dijo Iker sin intimidarse, mientras pasaba el brazo alrededor de los hombros de Melanie, la que parecía sinceramente agradecida por ese contacto. Porqué el baboso que teníamos en frente no era como los sobones que ya sabíamos manejar de un bar de copas. Se podía sentir. Y no éramos tontas.

—Nunca he visto a Logan con una mujer. —añadió luego el hombre, con una sonrisa divertida, como si todo aquello fuera un juego. —Déjame adivinar. ¿Tú?

—No. —dijo Nora mientras el hombre la señalaba, tras mirarla de forma desagradable. Parecía mentira que Melanie fuera capaz de morderse la lengua. Quizás por eso Iker se había sentado con ella. Nora era capaz de aguantar el temporal. Lo peor que podía hacer Aria era entrar en un estado de crisis y que le diera o por la risa tonta o por el llanto fácil. Aunque dada la situación era más probable que fuera lo segundo. Y no sería quien para criticarla.

—¿Quién entonces? —le preguntó el hombre a Iker, que me miró e hizo un gesto afirmativo, como si me autorizara a contestar. Joder, ¿No podía dejar al tío ese frito con uno de mis magistrales rayos? Porque era tentador.

—Yo. —contesté y el hombre me miró con curiosidad mal sana. Dejé que me observara, intentando mostrarme sumisa. Aunque no era una de las palabras más habituales en mi vocabulario, así que cuando me miró a los ojos, le aguanté la mirada sin demasiado esfuerzo, algo que supongo que no estaba habituado. Ajo y agua.

—Bonitos ojos, pero un cuerpo sin demasiadas curvas. —dijo encogiéndose de hombros. —Aunque hay algo en ella que da ganas de adiestrarla, no puedo negarlo.

—No creo que hayas venido a hablar de mujeres. —dijo Iker intentando llamar su atención, mientras yo me mordía la lengua por no contestarle. Y era un esfuerzo considerable.

—¿Cómo te llamas? —me dijo mientras se acercaba a mí, con mirada viciosa. Si no fuera un cazador, si Iker no nos hubiera advertido de él, te juro que le clavaba la rodilla en sus mismísimas partes en ese mismo momento. La puerta de acceso del parking se abrió y apareció la caballería. Brillantes armaduras no llevaban, pero era lo mismo. Mis ojos se cruzaron una fracción de segundo con los de Logan. Los otros dos visitantes, que se habían quedado sentados en la mesa, se levantaron con su llegada.

—Aléjate de ella Ron. —las palabras de Logan resonaron como truenos. Eso era una voz potente, a la que difícilmente puede uno ignorar. El hombre se alejó de mí y mi sensación de arcadas empezó a disminuir un poco. Volvía a poder respirar.

—Ya te he dicho que son nuestras chicas. —dijo Iker desde el sofá, con el cuerpo de Melanie bien rodeado con su amplio abrazo. —Y que no las compartimos.

—Solo tenía curiosidad. —dijo el hombre mientras se alejaba de nosotras y se dirigía a Logan con gesto amigable.

—Mi casa. Mi familia. Mis normas. —le dijo Logan con mirada dura. Sus palabras eran pétreas.

—Tienes razón. —dijo Ron mientras se sentaba en la mesa, con sus dos hombres a la espalda. —He venido a hablar de trabajo, no de placer, después de todo.

—Nicholas, acompañalas dentro. —dijo Logan con voz fría, mientras Nicholas se acercaba a nosotras. Nora lo miró durante un segundo y le cogió de la mano, como si estuviera habituada a aquello. Dejamos atrás el salón, y las conversaciones que tenían allí los hombres, como buenas mujeres sumisas. Teníamos todas el corazón latiendo a mil por hora. Nos encerramos en la habitación de Logan, intentando no hacer ruido. Tardaron casi una hora en volver a dar señales de vida. Logan entró en la habitación y nos miró a las cuatro, instaladas sobre la cama con un ipad y mirada un punto asustada. Sus ojos se encontraron con los míos y su expresión se suavizó un poco.

—Hoy os quedaréis a dormir aquí. Es más seguro. —dijo finalmente.

—¡Fiesta pijama! —dijo Melanie lanzando un cojín al aire y nos dió la risa tonta a todas. Logan nos miró como si estuviéramos locas de atar, pero había una pequeña sonrisa en su cara. Me levanté de la cama y me acerqué a él, mientras mis amigas habían empezado una guerra de cojines.

—¿Ha ido bien? —le pregunté.

—Bastante. —me contestó tras unos segundos de mirarme. —He conseguido no matarlo, que ya es mucho.

—Vaya, eso está bien. —le dije haciendo un gesto afirmativo, divertida.

—Sí, es otra de esas leyes nuestras. No matarás a otro cazador. —me dijo imitando mi movimiento de cabeza afirmativo.

—Alguien tendría que revisar esas leyes. —le dije haciendo una mueca. —O hacer annexos para excepciones.

—Sí, a veces se tienen que hacer algunas excepciones. —me dijo con una sonrisa, mientras sus brazos rodeaban mi cintura y tiraba de mí en su dirección. Me dejé arrastrar, para encontrarme con su boca, suave, sobre la mía. Mitad carícia, mitad beso. En cualquier caso, me gustaban esas excepciones. Mucho. —Pasadlo bien. Anthony se quedará esta noche dentro, el resto haremos un perímetro de seguridad.

—Dile a Anthony que se lo tome con paciencia. —le dije con una sonrisa.

—Creo que me odia un poco por dejarle aquí hoy. —me contestó Logan con una sonrisa traviesa.

—Ves con cuidado. Ese tipo me ha dado mala espina. —le dije finalmente, mientras me ponía de puntillas y le daba un suave beso en los labios, inocente y casto como el suyo. Hizo un gesto afirmativo y tras mirar por última vez a mis amigas, se fue de nuestra habitación. Me tiré sobre la cama, mientras mis amigas empezaban a decir mil tonterías sobre aquellos besos robados. Sabía que Logan debía de estar escuchándonos y me moría de vergüenza. Pero me sentía feliz. Pese a Ron Duncan.

 

Por la mañana nuestra guarida, el búnker, parecía una casa de locos. Habíamos dormido apenas cuatro horas, pero estábamos de subidón. Nos apoderamos de la mayor parte de baños y luego de la cocina. Iker y Nicholas se unieron a nosotras durante el desayuno, Logan se encerró en su habitación, finalmente libre de todas nosotras y Anthony salió a dar una vuelta. Tanto reggaetón a la noche creo que le había creado un cortocircuito, o algo. Nos habíamos reído muchos. Hacía tiempo que no hacíamos una noche en casa todas juntas y la verdad es que después de aquella, estaba segura de que intentaríamos repetirlo en no mucho tiempo. Las cosas buenas siempre apetecen. Que fueran mentalizándose los cazadores. Salimos acompañadas de Iker, supuse que sería mi guardaespaldas esa mañana. Acompañamos a Nora y a Aria a sus trabajos y luego los tres nos sentamos un rato en una cafetería a pasar el rato. Melanie estaba en turno de tarde esa semana y a mí me quedaba un rato para tener que abrir la óptica. Después del segundo café con leche, al margen de la cafeína, el cansancio empezó a hacer acto de presencia. Melanie se fue a su casa, bajo la promesa de que volvería a estirarse a dormir, la muy traidora. Iker me acompañó hasta la óptica y abrió la pesada verja para mí. Solo por eso valía la pena lo de tener un cazador pendiente de mí las veinticuatro horas del día. Entró dentro conmigo, y se paseó alrededor de las gafas deportivas con curiosidad, mientras yo abría los ordenadores.

—Por ser tu, te haré descuento familiar. —le dije con una sonrisa desde la distancia.

—¿A Logan le hiciste descuento? —me miró con expresión divertida.

—Ni loca. —le contesté divertida. —Ayer volvió a besarme.

—Supongo que eso es bueno. —me dijo con una sonrisa ladeada aunque había dudas en su expresión. Estaba claro que Iker no estaba para nada acostumbrado a conversaciones femeninas. Y se sentía un poco incómodo. No pude evitar sonreír divertida.

—Ni idea. —le contesté con una sonrisa. —Tanto viene como va. Te seré sincera que me gusta mucho, pero no soy de las personas más pacientes del mundo.

—¿Qué quieres decir? —me preguntó con aspecto por primera vez preocupado.

—Nada. —le contesté. —Que hay momentos en los que no me importaría darle una colleja.

—Puedes intentarlo. —me contestó él y había una mirada divertida en su cara.

—Claro, pero primero te aviso para que disfrutes con él espectáculo. —Le contesté yo de forma cínica.

—Eso sería todo un detalle. —me contestó él divertido.

—Hombres. —dije yo con un suspiro cansado. —¿Cómo está Fer a todo esto?

—Bien. —me contestó sin acabar de estar cómodo con él cambio de tema. —Tiene buen fondo. Veremos.

—¿Si la palma por el camino? —le contesté alzando las cejas de forma enojada. Se encogió de hombros y me miró con expresión seria.

—Él al menos sabe en lo que se está metiendo. —dijo finalmente. —Nosotros nos lo encontramos sin más.

—Sigo sin estar de acuerdo con todo esto. —le dije con expresión dura.

—¿Aún sientes algo por él? —me preguntó Iker con expresión inteligente, preocupada.

—Pues claro. —le dije haciendo una mueca. —Es uno de mis mejores amigos.

—Al margen de que te acostabas con él. —me dijo de forma acusatoria.

—Cómo que tú no te has acostado nunca con nadie. —le dije alzando el mentón. —Vamos, que lo de casta y pura hasta la sepultura, lo dejamos para las de tu época.

—Elena no te lo tomes así. —dijo finalmente Iker con aspecto derrotado, mientras se acercaba a mí. —Es solo que a veces me pongo en la piel de Logan. No puedo acabar de entender lo que hay entre vosotros, pero sé que hace un esfuerzo enorme por tolerar al chico. Y lo hace por ti.

—Y yo hago un esfuerzo enorme aguantando sus cambios de humor. —le contesté yo retándolo.

—Lo sé. —dijo Iker con un suspiro, quedando frente a mí. —Ten paciencia. Todo esto es nuevo. Extraño. Para todos nosotros.

—Lo sé Iker. Gracias. —le dije con una sonrisa, no quería descargar toda mi ira y mi inseguridad en él. Le sonreí y me lancé a sus brazos para darle un abrazo mientras él abría los ojos como platos ante mi contacto. Tras unos segundos se relajó y pasó mis brazos alrededor de mi espalda.

—Una imagen de lo más tierna. —dijo una voz fría a pocos metros de nosotros. Iker hizo un movimiento lento, separándose de mí y colocándome detrás de él. Era capaz de reconocer esa voz, que hacía que mi sangre se helara en mis venas. Ron. Volvía a estar acompañado de dos de sus hombres.

—Pensaba que ya estarías de camino a vuestro territorio. —le dijo Iker sin más, ignorando su comentario.

—Queríamos despedirnos antes de la joven de ojos azules. —dijo Ron con un ronroneo y añadió mirándome con ese aspecto baboso. —No esperábamos encontrarla en compañía. Pensaba que te gustaba el poder, Logan al menos es un jefe de familia. ¿Pero éste? A penas es un cachorro. ¿Acaso Logan no es lo suficiente hombre como para complacerte?

—Al menos es lo suficientemente hombre como para no ir a todos lados con dos cachorros. —le contesté saliendo de detrás de Iker, con una mirada desafiante y una sonrisa generosa. Su mirada se volvió oscura mientras me miraba. Sumisa. Ah, sí. Se suponía que era sumisa. Bueno, pues esa mañana no me sentía para nada así. Era mi territorio. Mi tienda. Mi trabajo. Mi vida. Dio un paso en mi dirección. Iker se ladeó ligeramente. —Ni se os ocurra.

Había una tensión en el ambiente que no pareció asustar a una pareja de ancianos del barrio que decidió que era el mejor momento de ir a renovar sus gafas. Fabuloso. Puse mi mejor mirada profesional mientras sentaba al hombre en mi gabinete y le acercaba a la mujer una silla para que se quedara lo más cerca posible nuestro y lo más lejos de toda aquella testosterona suelta. Empecé a hacer mi trabajo, sonrisa en la cara y voz dulce, mientras ignoraba al resto. Ya se cansarían. Esperaba. Había acabado con la actualización de la graduación del Sr. Andreu y estaba empezando con la de su amada esposa, mientras me explicaban que estaban a punto de celebrar su aniversario de bodas y que vendría toda la familia para la fiesta. Era como un confesionario, aquello.

—Fuera de aquí. —la voz de Logan sonó con fuerza, mientras entraba en la tienda y ponía una mano en la espalda de cada uno de los cachorros de Ron. Había algo en ese contacto que hacía que el rostro de los dos cazadores pareciera claramente intimidado.

—Solo habíamos venido a despedirnos. —dijo Ron mirando a Logan con mirada divertida, pese al aspecto de sus hombres. —Pero nos hemos encontrado con algo no esperado. Y creo que es nuestro deber advertirte.

—¿De qué estás hablando? —dijo Logan sin mostrar ningún tipo de emoción.

—Tu cachorro se lo hace con tu puta. —le dijo con mirada divertida, malicia en su expresión. —Los hemos visto. Dicho esto, nos retiramos. Sabes que puedes contar con nosotros.

La mira de Logan era inexpresiva, soltó a los dos cazadores mientras finalmente se retiraban. Ron Duncan me lanzó una mirada oscura desde la distancia, divertida. Logan esperó a que salieran para mirar a Iker con una expresión dura, todo su cuerpo rígido. Iker miró a Logan y le aguantó la mirada, con expresión tranquila, hasta que Logan empezó a respirar con algo más de normalidad.

—Siéntense aquí. —les dije a la pareja de ancianos mientras sacaba el primer cajón que tenía a mano de gafas y las dejaba frente a ellos, para entretenerlos con algo. —Miren estas monturas y ahora vengo para ver qué tipo es el que más les gusta.

Les sonreí mientras miraba a Logan por el rabillo de ojo y finalmente me acerqué a ellos.

—¿Cómo ha sabido ese pirado que estaría aquí? —les dije a los dos, poniendo mis brazos sobre mi pecho con aspecto enojado.

—¿Por qué dice que estáis juntos? —me contestó Logan con mirada fría, sin contestarme.

—¿En serio? —le dije haciendo una mueca. —¿Por qué es un capullo? ¿Por qué quiere que desconfíes de los tuyos? Creía que eras un poco más listo que eso, vamos.

—Elena me estaba abrazando. —dijo Iker finalmente, con un suspiro cansado. —Después de animarla por la paciencia que tiene que tener contigo.

—Eso es cierto. —añadí yo con una sonrisa y finalmente miré a Logan con gesto desafiante. —Que tengas un problema de autocontrol porque te niegas a ti mismo lo que realmente quieres, no significa que yo no pueda exteriorizar mis emociones ni mis frustraciones por el camino. Eso es lo que hacemos las mujeres.

—Asegúrate de que Ron se larga. —dijo Logan finalmente, sin dejar de mirarme. Iker salió de la óptica sin decir nada más, resignado. Logan añadió mirándome enfadado. —Un problema de autocontrol.

—Pues sí. —le contesté yo con mirada altanera, mientras pasaba a ignorarle y me volvía con mi pareja de abuelos, que no parecían para nada muy convencidos con las monturas de pasta de estridentes colores que les había dejado delante. Normal, vamos. Les sonreí y continué atendiéndolos con total profesionalidad, al menos esta vez. Logan me miró desde la distancia y finalmente marchó de la óptica, sin decirme nada más. Aunque de alguna forma podía saber que seguía cerca.

César llegó un poco más tarde de lo habitual y poco tiempo me dio para estar con él. Me despedí con un abrazo y salí a la calle feliz al sentirme libre. Logan me esperaba en una esquina, con su moto. Me acerqué a él y me tendió el casco y la chaqueta, sin mediar palabra. Con esas estábamos. Suspiré y me agarré a su cuerpo sin ningún tipo de reparo. Que se aguantara. En casa desapareció hacia la sala de entrenamiento y me dejó en el comedor con gesto enfadado. Nicholas me miró desde el sofá, con expresión interrogante.

—Creo que le ha de bajar la regla. —le contesté a su silenciosa pregunta. Una sonrisa fugaz asomó a su cara, mientras aparecía Anthony con ropa deportiva. —Pues va a ser buena idea y todo. Bajo en cinco minutos.

La expresión de Anthony no era precisamente de felicidad, pero al menos no se negó rotundamente. Tras vestirme y calzarme para sudar un rato, bajé las escaleras tarareando una canción. Logan me miró desde las barras. Sin dejar de mirarme con expresión cabreada, siguió elevándose en la barra como si nada. Uno, dos, tres. Podían intuirse sus músculos tensándose debajo de la camiseta y no podía evitar sentir una corriente que me empujaba en su dirección. Pero me negué a ella. Rompí ese contacto visual, con todo el poder que había en él, para ir con Anthony. Me miró con expresión agotada. No era el más motivador de los profesores, seamos realistas. Le sonreí de oreja a oreja y eso empeoró su expresión. Me tendió mis palos de madera y con suavidad empezó a lanzarme ataques. Apenas habíamos cruzado los primeros golpes que escuché un ruido sordo. Me giré a mirar a Logan, que se había dejado caer de las barras y empezaba a subir las escaleras, marchándose del gimnasio.

—Estás de suerte. —le dije a Anthony con mirada maliciosa. —Hoy tampoco rodará tu cabeza.

—Veo que estás de buen humor. —me dijo con expresión dura.

—Qué va. —le dije finalmente. —Ron Duncan ha venido a la óptica esta mañana.

—No lo sabía. —dijo Anthony con expresión preocupada mientras miraba fugazmente a la puerta por la que había desaparecido Logan.

—Y hemos vuelto a discutir con Logan. —le dije tras parar uno de sus movimientos.

—No sé por qué me lo había imaginado. —me dijo él con un tono sarcástico.

—Pero al mal tiempo, buena cara. —le dije moviéndome para esquivar otro de sus movimientos.

—Vamos a probar algo diferente. —me dijo Anthony tras cruzar unos cuantos golpes. —Intenta atacar tú.

—¿Quieres decir? —le pregunté mirándole con cierta inseguridad y él rio por lo bajo.

—¿Crees que puedes hacerme daño? —me dijo divertido. —Imagínate que soy Ron Duncan. Al menos disfrutarás intentando alcanzarme.

—No me lo digas dos veces. —le dije haciendo una mueca maliciosa mientras empezaba a mover los palos en su dirección.

—Tienes dos posibilidades. —me dijo Anthony contrarrestando mis movimientos sin dificultad. —O intentas ser más rápida o aumentas la fuerza. Las armas cortas, de poco peso, están hechas para buscar la velocidad. Las armas pesadas son más lentas, pero causan más daño en un solo impacto.

—Intentaremos lo de la velocidad. —le contesté con una mueca mientras empezaba a sudar, lanzando ataques uno tras otro que Anthony paraba sin dificultad pese a usar un solo bastón. Era un poco frustrante. Pero desestresante. Muy desestresante.

—Eres bastante patética. —me dijo tras un rato en el que me esforzaba bastante. Lancé un pequeño gruñido y continué golpeándole. —No entiendo que encuentra Logan en tí.

—Yo tampoco. —le dije sin dejar de moverme a su alrededor.

—Eres más el tipo de Ron, realmente. —me dijo tras unos segundos en los que seguía intentando alcanzarlo sin conseguirlo. —Seguro que te gusta algo rápido y sin demasiado sentido.

—Vete a la mierda. —le dije a Anthony empezando a enfadarme. Golpeé con más fuerza y una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Anthony. Creo que ese era su objetivo. Creo.

—Logan te hubiera dejado tirada sino hubieras sido una mística. —me dijo mientras yo empezaba a golpearle con rabia, el ruido de los palos resonando mientras mis piernas se movían sin yo ser apenas consciente de ellas y Anthony seguía dominando cada golpe sin esforzarse. —Lo de la ley entre cazadores y místicas no existe. No sabe cómo apartarte ahora.

—Eres un cabrón. —le dije mientras le golpeaba con las dos armas a la vez y él colocaba su palo de madera en el centro, bloqueando las dos espadas de madera con un único movimiento. Me quedé mirándolo con rabia, mientras intentaba aumentar la presión de mis armas cruzadas sobre la suya. Sus ojos buscaron los míos.

—No le importas. —me dijo en un susurro, con su mirada oscura clavada en mis ojos. Sentí algo crecer dentro de mí. Rabia, tristeza. Quizás desesperación. Y miedo. Porque aunque sentía que lo que había entre Logan y yo era real, solo era una sensación. Su rechazo era doloroso. Y las palabras de Anthony se clavaban dentro de mí, con veneno en ellas.

—No. —le dije sintiendo que algo surgía dentro de mí, de forma violenta, mientras mis ojos se clavaban en los suyos con un poder que era mío, pero aún me era desconocido. Una onda de energía azul salió de mí y su onda de expansión arrastró a Anthony y a todo lo que me rodeaba sin excepciones. Anthony voló por los aires, para caer a unos siete metros de distancia, tras dar un par de vueltas por el suelo. Las armas de las paredes cayeron de forma violenta al suelo, saltando de sus soportes, con un ruido casi ensordecedor. Una suave luz azulada brillando en su superficie metálica.

—¡Elena! —un grito roto me hizo despertar de algo parecido a un trance. Logan apareció por la puerta de la escalera y antes de que fuera capaz de decir o hacer nada, llegó hasta mí con expresión llena de angustia, a una velocidad que no era para nada humana. Sentí que me envolvía entre sus brazos casi con violencia, y solo entonces parecía relajar su ansiedad. —¿Estás bien?

—Lo siento, lo siento, lo siento. —dije casi hipando por una sensación de miedo que me había envuelto mientras las lágrimas empezaban a caerme por las mejillas. —Anthony. Dime que está bien.

Logan me miró sin entender que quería decir y por primera vez miró a la sala. Anthony estaba tumbado boca arriba, se le veía respirar con dificultad. Se sentó con dificultad en el suelo, mientras tosía y reía casi al mismo tiempo.

—¿Qué ha pasado? —le dijo a Anthony sin dejar de apretarme contra su cuerpo. Su calidez era lo único que me ayudaba a mantenerme entera.

—Es capaz de conectar con su magia cuando se cabrea. —le contestó Anthony mirándome con una sonrisa torcida, divertido. —Pero sería mejor que aclares con ella lo que sientes antes de que nos deje a alguno frito.

—¿Has sido tú? —me dijo mirándome Logan divertido por primera vez.

—Puede. —le dije haciendo una mueca, un poco avergonzada.

—La he provocado. —dijo Anthony mientras se levantaba finalmente con una sonrisa claramente divertida.

—¿Qué has hecho? —le dijo Logan mirándole con expresión confundida, más que otra cosa. Al menos yo empezaba a estar más tranquila, viendo que no le había hecho daño real a Anthony.

—Le he dicho que pasabas de ella. —le contestó Anthony con mirada prepotente. —Y estaría bien que os dierais un buen revolcón porqué empezáis a ponernos nerviosos al resto. Te prefería colgado de una humana que con esa rabia contenida. La estás cagando hermano. La necesitas y ella te necesita a ti.

—Existen leyes. —dijo Logan mirando a Anthony con dureza, pero sin dejar de apretarme contra su cuerpo. Había una batalla en su interior. Podía sentirlo.

—Y existe el sentido común. —dijo Anthony con voz llena de burla mientras miraba a su alrededor con aspecto divertido ante lo que había sucedido. —En cualquier caso, quizás estaría bien que entrenaras con ella. Progresa rápido.

Anthony me hizo una pequeña reverencia, con aspecto divertido y se alejó de nosotros. Nos quedamos quietos allí, abrazados en silencio, hasta que sonreí al ver el caos que había creado a mi alrededor.

—No pienso recogerlo. —le dije haciendo una mueca. Logan rio por lo bajo.

—¿Rebelde hasta en esto? —me dijo mientras se apartaba de mí y empezaba a caminar alrededor de la sala, mirando los destrozos que había hecho.

—Anthony ha admitido que ha sido culpa de él, que me había provocado. —le dije haciendo un puchero, mirando las armas tiradas por el suelo de forma anárquica. Logan encontró los bastones de madera y me lanzó dos que cogí con más o menos dificultad. Siguió buscando hasta encontrar con más, idénticos a los míos. Me miró con expresión divertida, con cierta inseguridad.

—¿Tú también quieres salir volando por los aires? —le dije con una sonrisa divertida mientras alzaba mis espadas de madera como me había enseñado Anthony.

—Puedes intentarlo. —me dijo con una sonrisa divertida, mientras se acercaba a mí con pasos cortos, movimientos controlados. Empezamos a caminar de lado, uno frente al otro. Logan lanzó un primer ataque. Lento y controlado. Sonreí mientras lo paraba y alcé una ceja casi a modo de burla. Intenté contraatacar. Logan lo paró sin dificultad, pero sonrió. Dos estocadas. Dos paradas. Los palos empezaron a cruzarse con mayor rapidez. El ruido de sus choques empezaba a crear su propia música, mientras nos movíamos uno alrededor del otro. Buscando espacios libres. Logan empezó a relajarse mientras yo empezaba a disfrutar con ello. No tengo claro cuánto tiempo llevábamos allí, cuando Logan volvió a hablar.

—¿Así que tienes dudas de lo nuestro? —me preguntó al cabo de un rato.

—Eres tú el que tienes dudas. —le contesté mientras volvía a intentar alcanzarle con un golpe que quedaba a medio camino con su parada.

—Yo no tengo ninguna duda de lo que siento por ti. —dijo finalmente, sin dejar de contrarrestar mis golpes, que empezaban a volverse más firmes, más seguros.

—Pues no lo parece. —le dije mientras daba un pequeño salto hacia atrás, alejándome de su ataque de forma instintiva. Empezamos a caminar en círculos, sin perder el control de los movimientos del otro.

—Ya lo hemos hablado. —me dijo mientras intentaba alcanzarme pero conseguía evitarlo desplazándome hacia un lado y él no pudo evitar sonreír divertido por mi movimiento.

—Parece más una excusa. —le dije mientras contraatacaba con cierta rabia y él me evitaba haciendo un movimiento similar al que yo había hecho. Casi como si fuera una sutil burla.

—¿Qué necesitas para creerme? —me dijo tras cruzar unos cuantos golpes. Intentaba ser rápida. Estaba claro que por fuerza no podría romper su parada. Aunque me sentía bastante orgullosa de cómo me defendía por haber hecho solo un par de sesiones con Anthony. Igual sí que era un buen profesor después de todo.

Ir a la siguiente página

Report Page