Elektrika

Elektrika


XI

Página 16 de 16

XI

 

Llegamos antes de que anocheciera, como se nos había dicho. Mansos corderitos. Logan no estaba en edificio. No pude evitar hacer un puchero al saberlo. Estar allí encerrada era la antítesis de la diversión. Al menos aquí había ventanas. Ya era una mejora respecto a mi residencia habitual. Me quedé en uno de los salones tirada en el sofá, con un libro y el móvil a mano. Aria parecía casi más aburrida que yo, que ya era decir. Nos estuvimos escribiendo mensajes sin demasiada profundidad, más por hacernos compañía que otra cosa. Quería explicarles todo lo de aquí, lo del viejo (que no parecía para nada tan viejo) y lo de los pactos de sangre. Eso de ser la estrella del árbol de Navidad de los cazadores, lo que implicaba que la caída podía ser espectacular. Me sentía un poco ansiosa con todo aquello. Eso de que te usen como centro de una nueva generación de cazadores, de los que no conocía la existencia hacía unas semanas, así como que confiaran casi ciegamente en mis poderes, era un poquito demasiado estresante. Si ya me sentía agobiada cuando un cliente se quejaba de una mala adaptación de un progresivo, imaginarme liderando la guerra entre el bien y el mal era como un… ¡sálvese quien pueda! ¿En serio? Lo tenía chungo la humanidad. Pero bueno, si ya era una guerra perdida antes de que mi magia despertara, supongo que tampoco me podría culpar la historia cuando la perdiéramos del todo, vamos. No era bueno aburrirme. Mis pensamientos se volvían demasiado profundos, demasiado dramáticos, y eso no era mi estilo. Me levanté tras hacer una mueca, alejando mis visiones catastrofistas en la medida de lo posible. En algún lugar tenía que haber una sala para entrenar. Con un poco de suerte aquí habrían llegado las máquinas de fitness. Algo normalito, para quemar unas cuantas calorías y ya puestos parte de la frustración y el estrés que caía sobre mis hombros con eso de ser una mística. Me encontré una mujer vestida con uniforme, una de las tantas que andaban por la casa limpiando, cocinando y haciendo que aquello pareciera más un castillo señorial de la época antigua que no un edificio de ladrillo en un sitio cualquiera de una ciudad cualquiera. Conseguí entenderme con ella con facilidad y con una sonrisa cálida, algo no demasiado habitual entre los británicos que había conocido en mis viajes previos, me acompañó a un gran gimnasio. Olé John y olé los suyos. Había máquinas de todo tipo, cintas, elípticas, bicicletas estáticas y varios juegos de pesas. Además de un montón de armas en mostradores que parecían más de coleccionista que otra cosa. Parecían. A estas alturas ya no me daban gato por liebre. Jason y Fer estaban en una área de entrenamiento, cruzando espadas de madera. Yo aburrida de la muerte y ellos aquí jugando como dos niños.

—Ya podíais avisar. —les dije mientras me acercaba a ellos. Fer me sonreía abiertamente, pero Jason no las tenía todas con el hecho de que hubiera entrado en ese espacio. Hombres y su testosterona. —Vale, ¿donde consigo un par de esas?

—En esa estantería. —me dijo Fer con una sonrisa mientras Jason seguía con mirada analítica y aspecto preocupado.

—Venga, dos contra uno. No puedes negarte. —le dije a Jason tras conseguir dos espadas parecidas a las que había usado con Anthony.

—Poder, lo que es poder, puedo. —dijo él mirándome con una sonrisa torcida.

—¡Venga ya! —le dije haciendo una mueca. —Estoy al borde de una ataque de aburrimiento máximo.

—Es lo que pasa cuando Logan desaparece muchas horas. —dijo Fer con una sonrisa divertida en la cara, viendo el duelo de miradas entre Jason y yo.

—No me pinches Fer que con mis padres y tus bromitas me has puesto de los nervios. —le dije con mirada asesina mientras me colocaba en una lateral de Jason preparada para atacar desde otro ángulo diferente. No esperé a que Jason diera su autorización porqué era consciente que podía esperar sentada. Me esquivó sin dificultad. Fer se añadió con una sonrisa, creo que divertido con aquello. Quién nos viera se reiría en grande con aquellos dos paletos, intentando alcanzar a un guerrero de verdad. La palabra era intentar. Porqué lo que se dice alcanzar, ni una sola vez, ninguno de los dos. Tres espadas contra dos. Qué triste. Logan nos encontró así, enzarzados en un supuesto combate que parecía más una coreografía televisiva que otra cosa. Se quedó una rato mirándonos, con una sonrisa en la boca, tras ver la incomodidad y la mueca de Jason al verse en aquella situación. Cuando empezaron a aparecer el resto de los cazadores, di mi participación en aquello por concluida. Saberme inútil no implicaba que el resto tuvieran que ser conscientes. Aunque no lo parezca demasiado a menudo, tengo un límite de umbral de vergüenza. Y ese era uno de esos momentos. Cómo lo fue el día que acabé arrastrando una braga por la pernera de mis tejanos en medio del instituto. Nunca más he usado un pantalón dos días seguidos. Solo por si acaso.

Nos sirvieron la cena como si aquello fuera un restaurante de lujo. Iker, Nicholas y Tim habían ido a cubrir un perímetro de seguridad, pero el resto cenamos en un ambiente bastante relajado. Casi familiar. Era extraño cómo podía sentirme a gusto entre prácticamente desconocidos.

—¿Cómo ha ido con tu familia? —me preguntó John desviando el tema de conversación.

—Bien. —le dije encogiéndome de hombros.

—Su padre le ha preguntado para cuando es la boda. —dijo Jason tras coger un trozo de pan y untarlo en la salsa de la carne, como si aquello fuera una aportación sin más en todo aquello. Traidor.

—Ya veo por qué te llevas tan bien con Anthony. —le dije haciendo una mueca y mirando en dirección de ambos, sentados codo con codo. Habían estado hablando de sus cosas durante la cena y era innegable que había un entendimiento entre ellos que hablaba de un pasado común. Seguramente habían luchado juntos en algún momento de su vida. Era más probable eso, que no tomándose unas cañas, para ser realistas.

—¿Casarte? —me preguntó Logan alzando una ceja interrogante.

—Se supone que he vuelto y vivo con Fer. —le dije haciendo una mueca y la expresión de Logan se endureció mientras pequeñas risas divertidas corrían por la mesa. Supuse que Fer debía de estar intentando ocultarse debajo del mantel.

—Entiendo. —me dijo con mirada un poco enojada.

—A mí no me mires. —le dije a la defensiva y añadí con mirada traviesa, para retarlo más que para otra cosa —La próxima vez ven conmigo y te los presento.

—¿Lo harías? —me dijo con mirada firme, interrogante.

—Pues claro, mientras no te pongas en plan criatura salida del plano astral cazador de demonios eres bastante presentable. —le dije sin acabar de creerme mis propias palabras. —Lo más probable es que no les gustes mucho, seamos sinceros.

—¿Por qué no voy a gustarles? —me dijo Logan con el ceño fruncido, mientras Anthony contenía la risa por lo bajo y John intentaba disimular su diversión detrás de una copa de vino.

—No es que no vayas a gustarles. —dije haciendo una mueca, a ver como salía yo de aquel enredo en el que me había metido yo solita. —Tienes un punto siniestro, peligroso. Será por eso de que te dedicas a matar demonios, digo yo. Por no decir que una conversación contigo implica mentir hasta en los tiempos verbales. Y mi padre huele las mentiras.

—Pues hoy se habrá divertido. —añadió Jason para poner más leña al fuego. Le miré con una de esas miradas asesinas que reservaba para los momentos más solemnes.

—No veo por qué ha de desprestigiarse a alguien como Logan. —dijo John con una sonrisa divertida y supe antes de que continuara que iba a hacer que las cosas empeoraran aún más. —Total, por decirles que están con el líder de una secta de cazadores de demonios, que bebe de tu sangre para fortalecer su linaje y que tiene algo más de siete siglos de edad, no veo porqué tenga que desagradarles. Es una lucha épica.

—Visto así. —dijo Logan haciendo una mueca, aunque no parecía demasiado divertido con aquello.

—Eres un gran partido. —le dije con una sonrisa mientras le daba un suave y casto beso en la mejilla, no parecía muy confortado con aquello.

Acabamos la cena y Logan me arrastró hacia nuestra habitación. No es que me importara, precisamente. Tenerlo un rato para mí sola, aunque solo fuera para poder hablar de lo que habíamos hecho realmente durante el día, sin el resto de los cazadores haciendo sus propias aportaciones, era casi un lujo. Aunque por lo visto Logan no tenía muchas intención de hablar, precisamente. Algo que tampoco me sabía, para nada, mal.

Desnudos y revueltos ya en la cama, Logan me empezó a acariciar la espalda. Se sentía especialmente bien. Descansar sobre su pecho era uno de mis mayores caprichos en esos momentos.

—Siento haberte metido en todo esto. —me dijo finalmente, como si decirlo en voz alta le liberara de un gran peso.

—¿En qué exactamente? —le pregunté poniendo mi barbilla sobre su pecho, para poder mirarle.

—En nuestra guerra. En nuestro mundo. —me dijo con un suspiro, sin dejar de mirarme. —Tenías una vida normal y no solo te he arrastrado a mi mundo. Te he atado a él. Sin saberlo.

—¿Lo dices por lo de ser mística? —le dije con mirada seria. Seamos realistas, todo eso no me molaba para nada. Pero no era como que pudiera culparle por todo eso. Él no sabía lo que estaba haciendo. Y yo no podía negar que quería estar con él. Incluso con la carga que me había caído por el camino.

—Si yo no hubiera aparecido en tu vida, jamás habrías despertado. —me dijo finalmente, con dificultad.

—Las cosas pasan porqué han de pasar. —le dije tras unos segundos meditando sus palabras, la verdad que había en ellas. —Fíjate en la madre de John, predijo mi despertar hace siglos. Supongo que era el destino.

—No me gusta. —me dijo finalmente con un suspiro cansado. —No quiero que corras peligro.

—En eso estamos completamente de acuerdo. —le dije con una sonrisa, haciendo un gesto afirmativo y dejó de mirarme para separarme de él, incorporándose de forma brusca de la cama. Casi al instante un ruido metálico sonó en la habitación. Casi por instinto miré en dirección a nuestra ventana. Una placa metálica, a modo de persiana, había cubierto lo que hace unos minutos era una ventana absolutamente normal que nos permitía ver la luna en cuarto creciente. Pasos por el pasillo, casi a la carrera. Me cubrí con la sábana mientras Logan salía al exterior, completamente desnudo. Jason llegó a nuestra puerta casi al poco de que Logan la abriera.

—Nos atacan. —dijo con mirada serena, voz neutra. Logan hizo un gesto afirmativo con la cabeza, sin mostrarse para nada ansioso con ello.

—¿Cuántos?

—Han empezado a materializarse alrededor de una decena, pero las vibraciones van aumentando, puede que su número se multiplique en cuestión de minutos. —dijo Jason sin mostrar emoción alguna, mientras yo quería esconderme debajo de las sábanas.

—¿Dónde está el resto?

—John y Anthony han ido a buscar sensores, hemos quedado aquí, estarán al llegar. —dijo Jason mientras se escuchaban de nuevo pasos corriendo por el pasillo. Para que los cazadores corrieran, eso pintaba realmente mal. Logan entró en la habitación para vestirse mientras el resto llegaban.

—John, contacta con la otra familia, necesitamos más cazadores. —dijo Logan cubriendo su pecho con un chaleco de tejido oscuro pero que parecía sospechosamente rígido. Una armadura.

—Eso ya está hecho. —le dijo John con una sonrisa suficiente.

—Nuestras armas paralizan a los dumas. —dijo Jason tocándose la oreja y sospeché que tenía algún tipo de pinganillo en ella. Logan no pareció sorprendido de que usara un artilugio de esos.

—La sangre de la mística. —dijo Anthony con un gesto afirmativo, había visto los alfanjes de Logan y entendía lo que eso significaba. —Eso puede darnos una oportunidad.

—Buscan a Elektrika. —dijo John mirando a Logan con miles de palabras silenciosas pronunciadas. —La casa es segura.

—Pero si son muchos no podremos contenerlos. —añadió Jason mientras cogía un casco que le tendía John y Logan se colocaba otro. Podría parecer el casco de una moto. Más o menos. Pequeñas luces aparecieron en lo que se suponía era una pantalla.

—Jason, ves a reforzar el perímetro exterior, me uniré a vosotros en cinco minutos. —dijo Logan mientras miraba a su alrededor y la pantalla dibujaba pequeños puntos rojos de diferentes intensidades en todas direcciones. No pintaba para nada bien. No quería saber lo que esos puntos rojos significaban. Porque estaba casi segura de lo que eran. —John necesitamos un sitio elevado, en el que haya la máxima dificultad posible de acceso.

—El terrado. —dijo sin dudarlo.

—Elena vístete. —me dijo Logan mientras me tiraba un chaleco como el suyo, antes de salir de nuestra habitación seguido por John y Anthony y se quedaban en el pasillo dándome un mínimo de intimidad. —Confío en vosotros. Cubrirla.

—Eso está hecho. —le dijo John con voz firme mientras yo salía vestida únicamente con unos tejanos, el chaleco que me había tirado Logan y unas deportivas. Si la palmaba, lo haría sin ropa interior ni calcetines. Eso se llama clase. Logan se lanzó contra mí y me apretó contra su pecho con fuerza, estampando en mi boca un beso posesivo.

—Haz lo que tengas que hacer. —me dijo con mirada cargada de intensidad. —Pero ni se te ocurra salir herida de ésta.

—Lo mismo digo, jefe. —le dije haciendo una mueca justo antes de que se alejara de nosotros con prisa. Mierda, esto iba en serio. Miré a John y a Anhony, que me miraban con aspecto tranquilo.

—Para herirte, primero tienen que pasar sobre nosotros. —me dijo Anthony y casi había un tono de confianza, de ánimos, en sus palabras. Los seguí, escuchando suaves murmullos que salían de sus cascos, la voz de Logan, su tono firme y autoritario, entre ellos.

—Intenta no desmayarte, eso podría llegar a ser un problema. —me dijo John haciendo una mueca mientras empezábamos a subir por una escaleras y llegábamos a una puerta metálica de seguridad, con un teclado numérico a su lado.

—Intenta que no te hagan sangrar. —le dije retándolo a llevarme la contraria. Rio por lo bajo, mientras introducía un código y la puerta se abría. Anthony saltó hacia el terrado, con su espada a dos manos iluminada con un brillo azul que ya me era familiar. Le siguió John tras invocar un gran bastón con dos filos en sus extremos.

—Adiós a eso de las damas primero. —dije a nadie en concreto, mientras salía al exterior y la puerta se cerraba detrás mío. No tenía para nada claro que aquello fuera muy inteligente por mi parte. Pero Logan me necesitaba. Ya lo había hecho otra vez. Solo esperaba ser capaz de hacerlo de nuevo.

Si esperaba que el tejado estuviera desierto y fuera un sitio seguro, adiós a mi fantasía. Me quedé completamente quieta, aturdida, viendo de nuevo aquellas criaturas de aspecto tétrico y carne pútrida frente a mí. Su órbitas parecían vacías, pero sentía que me miraban. Mi piel se erizó, como si un reconocimiento instintivo me advirtiera de ellas. No es que hiciera falta, pero no estaba de más, supongo. Anthony había hecho desaparecer a dos dumas en el tiempo en que mis ojos se adaptaban a la oscuridad, su espada ondeando el aire y atravesando sus cuerpos huesudos haciendo que su carne quedara iluminada por una suave luz azul que desprendía pequeños destellos radiales. Elektrika. Más me valía ponerme las pilas. Miré a John, parecía salido de una de esas películas asiáticas volteando su bastón en el aire, mientras hacía saltos que no eran para nada humanos. Como si se moviera en una danza invisible antes de clavar su filo sobre uno u otro dumas. Creo que cayeron siete en total. Aunque mi capacidad cerebral para pensar en esos momentos no era óptica. Por decirlo de alguna manera.

—Despejado. —dijo Anthony mientras John se acercaba a mí con mirada tranquila.

—¿Qué está pasando abajo? —le pregunté mientras me acercaba un poco a uno de los salientes y podía ver pequeños destellos de luz azul en diferentes puntos, pero sin ser capaz de definirlos.

—Son muchos. —dijo Anthony como si pudiera definirlos desde esa distancia. —Joder.

—De momento están aguantando bien. Pronto la fiesta será aquí arriba. —dijo John mientras inclinaba ligeramente la cabeza, viendo algo invisible a mis ojos. Me estiró para alejarme de la barandilla y me acercó a la puerta por la que habíamos salido. —La espalda cerca de la pared.

—Soy el cebo. —dije haciendo una mueca, al ver como varias sombras empezaban a intuir alrededor nuestro.

—Abajo está peor. —dijo Anthony colocándose a un par de metros de John y preparándose para una nueva oleada de sombras.

—Intenta invocar a tu poder. —me dijo John mientras empezaba a mover su bastón alrededor suyo como si fuera un juguete. Claro, como que era tan fácil, vamos.

 

Tenía que admitir que el juguete de John estaba bien. Una vez te acostumbrabas a él. Era capaz de detectar las vibraciones de los dumas antes de que se materializasen, de forma que no tenías que ir sondeando de forma constante a tu alrededor y podías centrarte en los que ya estaban en el plano físico. A los que podías intentar eliminar mientras otros puntos amarillos aumentaban de intensidad hasta convertirse en puntos rojos, ya presentes en el plano físico. Cómo había conseguido desarrollar una tecnología así, era un misterio. Pero no podía negarle su utilidad. Lamentaba haberme burlado de aquello al principio. Más por la costumbre de provocarle, especialmente después de uno de sus magistrales discursos teórico—científico del que había desconectado a los pocos minutos. En condiciones normales, no hubiera tenido ninguna duda de que no salíamos de ésta. Los puntos calientes aumentaban de forma descontrolada. No valía la pena contarlos.

Cuando salí al exterior una pequeña chispa de esperanza podía verse en la silenciosa lucha que se había empezado a desarrollar allí. Iker y Nicholas habían sido pareja de armas durante mucho tiempo y sabían luchar juntos ya de forma casi instintiva. Tim estaba en el otro lateral del edificio, conteniendo con sus dos cimitarras a tres dumas al mismo tiempo. No tengo claro si eso hubiera sido posible en otras condiciones. Pero John tenía razón, una vez más. La sangre de Elena, su magia, se había vuelto viva en sus armas invocadas. Fina luz azul en su filo y su capacidad de paralizar a los dumas, aunque fuera durante unos segundos, nos daba una oportunidad en lo que de otra forma habría sido una masacre segura. Jason me miró y le hice un signos afirmativo para que fuera a apoyar a su compañero de lucha natural. Eso a mí me dejaba solo, pero aunque sospechaba que John tenía que ser un luchador mucho más apto de lo que se suponía, jamás hubiera dejado a Elena con tan poca cobertura. Anthony era la opción obvia. Mi vida había estado en sus manos más de una vez y nunca me había fallado. Era la única persona con la que sería capaz de dejar a Elena en una circunstancia así. Porqué aunque deseaba estar junto a ella en el tejado, ésta era ahora mi familia y el lugar de su líder era en la primera línea de combate, donde más riesgo de sufrir bajas podíamos tener. Íbamos a tener, posiblemente. Todos éramos conscientes de ello. Solo esperaba que Elena pudiera estar lo suficientemente lejos, lo suficientemente protegida. Era la única baja que no estaba dispuesto a aceptar. Aunque para ello mi vida se perdiera en esas calles. Mis alfanjes respondieron a mi llamada y entré en combate en una área caliente, donde los puntos amarillos empezaban a intensificar su color. Siete. Ocho. Esto era una locura. Mis alfanjes se movían casi sin que yo fuera consciente de ello. Una mirada fugaz hacia el tejado me dio la tranquilidad de ver que John y Anthony ya habían asegurado el perímetro, aunque puntos amarillos empezaban a dibujarse de nuevo en él. Me centré de nuevo en la calle, en los dumas que poco a poco tomaban consistencia a mi alrededor. Sentí un dolor intenso en la pierna cuando uno de ellos me alcanzó, pero al menos no fue lo suficientemente profundo como para que perdiera la estabilidad. O la capacidad de mantenerme en pie.

—Logan no aguantaremos. —la voz de Nicholas era serena, partida entre su agitada respiración.

—Un poco más, van a venir refuerzos. —le dije con voz cargada de confianza mientras conseguía rotar sobre mí mismo y decapitar a un duma que a punto estuvo de alcanzarme por la espalda. Era consciente de que si la otra familia no venía pronto o Elena volvía a explotar en miles de mágicos rayos, lo teníamos complicado. Por no decir imposible.

Seguimos manteniendo nuestras posiciones, con dificultad. Jason y Tim eran jodidamente buenos. Tendrían por lo menos cinco siglos, que no es poco, pero su forma de luchar era sorprendente. Solo esperaba que John estuviera a la altura, porque en el tejado volvía a haber multitud de puntos luminosos. Muchos incluso para Anthony. Con su mandoble revienta cráneos paralizante incluida.

—¿Pero a quien coño habéis cabreado? —soltó un cazador que apareció saltando de un barco que se había aproximado por el río a toda velocidad, mientras entraba en combate a pocos metros de mí.

—Solemos hacer amigos allí donde vamos. —le dije lanzando uno de mis alfanjes a un duma que acababa de materializarse a su lado sin que él fuera del todo consciente de ello. El cazador se quedó mirando mi brillante arma clavada en el pecho del duma, mientras éste parecía congelado en el tiempo. La magia de Elena irradiando de mi espada sobre la carne putrefacta de la criatura. Dudó apenas unos segundos y con una hacha a dos manos lo decapitó mientras yo reclamaba de nuevo mi arma invocada junto a mí.

—¿Y eso? —me preguntó mirándome con curiosidad en esa pequeña fracción de tiempo que habíamos ganado de calma al entrar en combate el resto de los cazadores de su familia.

—Una larga historia que tendré el placer de explicarte si salimos con vida de ésta. —le dije mientras volvía a entrar en el combate y añadía a los recién llegados. —Cubrir los espacios libres. Su objetivo es el tejado.

—Hacedlo. —dijo el cazador que había llegado a mi lado a voz de grito. Sus armas vinculadas no eran nada en comparación a las nuestras, pero sabían usarlas. Era una familia joven, la mayoría de las caras me eran desconocidas, pero luchaban dignamente y no podía negarse el esfuerzo que estaban realizando.

—¿Cómo vais por arriba? —pregunté tras lanzar mi alfanje contra un duma que a punto estuvo de llegar hasta uno de aquellos jóvenes cazadores. Una fracción de segundo de reconocimiento en su mirada antes de rematar la faena que le había dejado en bandeja. No había tiempo para gratitud. Un chillido de rabia en el otro extremo me hizo ser consciente que ya había la primera baja. Mierda.

—Controlado. —me dijo la voz firme y segura de Anthony. Al menos me quedaba eso.

—Aguantad. —dije con voz firme mientras Jason y Tim ampliaban su área para aproximarse a la pareja del cazador caído y darle soporte. —Quiero tres grupos, los jóvenes de soporte, nosotros en primera línea.

Iker y Nicholas se avanzaron en su posición para dejar a los cazadores más jóvenes y peor armados cubriendo su espalda mientras ellos asumían el grueso de la avanzadilla. De forma natural, Jason y Tim hicieron lo mismo mientras el jefe de familia y yo hacíamos lo propio en la zona central. Se esforzaba, pero era consciente que ni mi flanco ni mi espalda estaban asegurados con aquellos jóvenes cazadores. Una mierda en resumen.

Aunque mejor eso que nada.

—¡Iker! —el grito de Nicholas me hizo buscar su posición y sentir la rabia surgir dentro de mí al ver como un duma había alcanzado a Iker y su garra le atravesaba por completo desde la espalda. Bloqueé un ataque, intentando liberar alguna de mis espadas para lanzarla en aquella dirección, antes de que mi hermano, mi amigo, mi hijo, se convirtiera en polvo. El brillo de un filo metálico cruzó el aire y la cabeza del duma que tenía a Iker se desprendió del resto de su cuerpo. El cuerpo de Iker cayó al suelo, a los pies del chico. Fer. Nicholas llegó hasta él y supe que poco más podíamos hacer por él. Al menos aún no estaba muerto. Me centré en la lucha que había a mi alrededor. En aquellos escasos segundos uno de los jóvenes de mi grupo había caído. Polvo al polvo.

—Mételo en la casa. —la voz de Nicholas era firme, dura. No perdió más tiempo en aquello y continuó su propia lucha, en parte por nuestra sagrada obligación y en parte por pura supervivencia. Como todos.

—Empiezan los fuegos artificiales. —la voz de John parecía alegre, mientras nuestras armas empezaban a palpitar y su luz tomaba mayor intensidad si cabe.

—¿Qué está pasando? —me dijo mi provisional compañero de armas, viendo como los dumas parecían dudar por momentos, mientras nuestras armas destellaban, como si sintieran el poder de Elena aumentar por momentos.

—¿Has visto alguna vez la magia de una mística? —le dije con mirada cargada de significado mientras los primeros rayos empezaban a iluminar el negro cielo de Londres. No necesitó responderme, sus negras pupilas dilatadas, entre incredulidad y esperanza en ellas. Una lluvia de rayos azul brillantes empezó a caer a nuestro alrededor. Los que impactaban en un duma parecían explotar y dirigirse zigzagueantes, a otros dumas próximos. —Acabemos el trabajo.

Los filos de mis alfanjes empezaron a recorrer la carne podrida de aquellos dumas, iluminados con el resplandor de la magia de Elena, dejándolos temporalmente paralizados. Los jóvenes tardaron escasos segundos en seguirnos los pasos, pese a su desconcierto. Aquello quizás no era una lucha heroica. Ni justa. Pero ellos no parecían tenerlo en cuenta cuando su número nos superaba de forma exponencial y habían hecho caer a varios de los nuestros. Poco a poco las luces que iluminaban los cuerpos parpadeantes de los dumas fueran disminuyendo, hasta que quedamos en completa oscuridad.

—Tim, Nicholas, asegurad la zona. —les dije y me hicieron un gesto afirmativo. —Recoge a tus hombres dentro. Jason, ocúpate de los heridos.

—¿Crees que van a venir más? —me preguntó el jefe de familia mirándome con un respeto que supongo a esas alturas me había ganado. O se habían ganado mis alfanjes, más que yo mismo.

—Nunca des una batalla por concluida. —le dije con mirada serena. —Aunque muchos más no pueden quedar en esta zona.

Hizo un gesto afirmativo mientras se acercaba a ayudar a algunos de sus hombres heridos. La puerta del edificio estaba abierta. Entré en él para encontrarme a Fer junto a Iker. Su piel había tomado un color grisáceo. Iker estaba tendido, con varias compresas apretadas a ambos lados de su cuerpo. Aún no estaba fuera de peligro. Y los dos lo sabíamos. Mis colmillos crecieron mientras me desgarraba la muñeca y me acercaba a mi hermano.

—Sigue luchando. —le dije más como una orden que otra cosa, mientras acercaba mi muñeca a su boca y él bebía de mí. Había perdido mucha sangre. Jason llegó con varias bolsas de sangre.

—Humana. —me dijo con gesto interrogante. —Para casos extremos puede ser de ayuda.

—Hazlo. —le dije con un gesto afirmativo. Lo que fuera. Miré al chico sentado junto a él, parcialmente apoyado sobre la pared. Había tenido agallas. Ni siquiera me había planteado que saliera al exterior en medio de aquel caos. —Bebe.

Había duda en su mirada. Sabía mejor que nadie que no tenía otra opción. Y también que no existía certeza alguna de que saliera adelante. Que soportara el cambio. Mi mirada no se suavizó y finalmente bajó levemente la cabeza, en un signos de sumisión. Le acerqué mi muñeca y bebió de ella. Esperaba que saliera adelante. Aunque en más de una ocasión mis celos hubieran deseado que desapareciera, sin más. Había intentado salvar a Iker, arriesgando su propia vida. Era el instinto de ayudar a un hermano. Podría ser un buen cazador.

—Logan, tenemos un problema. —la voz de Anthony me despertó del trance en que un flujo de pensamientos me invadía viendo a los heridos, pensando en los que habían caído fuera.

—Elena. —mi voz fue apenas un susurro, pero toda mi sangre se congeló por una fracción de segundo mientras mi cuerpo se tensaba de forma anticipatoria. Corrí en dirección a las escaleras ignorándolo todo a mi paso.

—Exacto. —dijo John en un susurro respetuoso, dentro de mi cabeza.

—¿Qué ha pasado? —les dije mientras subía los escalones de tres en tres, llegando en apenas un susurro hasta el último piso.

—Esto. —dijo Anthony mirándome mientras salía como si me persiguiera el diablo, por la puerta del terrado. Me quedé quieto. Elena estaba a un par de metros de altura del suelo, con los ojos abiertos de un azul brillante que era la esencia pura de la magia que poseían nuestra armas vinculadas. A su alrededor había una esfera de electricidad que producía pequeños destellos de forma aleatoria.

—¿Elena? —le dije buscando un resquicio de ella en aquella esfera de magia en estado puro. Sus ojos no me buscaron. Parecían mirar en dirección al infinito. Su mente estaba lejos. Muy lejos. —¿Hace cuánto que está así?

—Desde que ha empezado a invocar los rayos. —dijo Anthony y mientras yo me acercaba, añadió. —Yo de ti no haría eso.

—Joder. —le dije mientras la esfera eléctrica me lanzaba una descarga al acercarme a ella y me lanzaba a un par de metros de distancia.

—Por eso. —me dijo Anthony haciendo una mueca. Supuse que no era el único que había intentado sacarla de allí dentro, despertarla o lo que fuera. Miré a John, con pánico en mi corazón.

—¿Ideas? —le dije con expresión dura, intentando no dejar que mi miedo se apoderase de mí por completo.

—Ninguna más. —me dijo él finalmente, haciendo una mueca. —Tenía la esperanza de que te reconociera a ti.

—Joder, tu madre era una mística. Algo habrá que podamos hacer. —le dije con cierta rabia, pero no me contestó. La energía recorría el cuerpo de Elena con pequeñas ondulaciones, como si se tratara de las delicadas caricias de un amante. Recordé ese cuerpo entre mis brazos, cómo complementaba al mío. Sentí algo dentro de mí. Elena permanecía allí, con la mirada perdida. Y sin embargo. Había algo. De alguna forma podía sentirlo. La miré con atención, dando un paso en su dirección. Su boca buscando la mía. Su sonrisa. Esa forma de sonreírme que tenía, cuando estaba llevándome la contraria o intentando burlarse de mí. Sentí de nuevo esa sensación de reconocimiento. Elena entre mis brazos. Aquella primera vez que habíamos bailado en un local perdido en ninguna parte. La forma en que todo parecía encajar cuando ella estaba entre mis brazos. En cómo conseguí arruinar ese precioso momento. Una pequeña sonrisa apareció en el rostro de Elena. Busqué entre mis recuerdos. Nuestro primer beso. La ansiedad que me había creado desear su sangre de aquella forma, de haberla mordido. Su enfado. Su indiferencia. El miedo a perderla. Porqué desde el principio, de alguna forma poco racional, había sentido que ella era mía. Y yo era suyo. No habría sido capaz de alejarme de ella. Incluso cuando ya había despertado como mística. Aunque lo había intentado. Pero ni la determinación del cazador era capaz de aquello. La amaba. Y ese sentimiento nos conectaba. Pude sentirlo. Llegué hasta ella antes de que golpeara contra el suelo, cuando su magia desaparecía a su alrededor. Sonreí mientras la apretaba contra mi pecho con infinito amor. Desmayada de nuevo entre mis brazos, casi ya como si aquello se hubiera convertido en una costumbre. Sentí una dicha extraña dentro de mí. Elena había vuelto y podía sentir que estaba bien. Necesitaba descansar, como todos. Sabía que todo aquello solo había empezado, pero no podía evitar sentir una cierta emoción de victoria mientras los primeros rayos de sol iluminaban el lejano horizonte.

 

Querid@s lector@s,

 

Tenía ganas de escribir un libro con el que pasar un buen rato. Mujeres fuertes y poderosas pero del montón a la vez, como todas nosotras ;) Los libros de la Saga Cazadores Oscuros serán independientes aunque iremos encontrando los personajes que ya conocemos de este primer volumen en los próximos. Espero que os enganche. Mil gracias a Marta Sarmiento, la súper ilustradora de portada por todo su esfuerzo (e ilusión) en este proyecto… ya se sabe que lo bueno se hace esperar. Txipi—style forever ;)

 

Si no los habéis leído todavía, os hago una cuña publicitaria con otros títulos que tenéis disponibles. ;p

 

La historia de los cinco hermanos mitad demonio y mitad ángeles que encuentran, a veces sin buscarlo, a su pareja en la Saga Ángeles Caídos (Luz, Adam, Dan, Ricard y Sonia) y la Saga Lobos de Dóen en los que iremos descubriendo las historias de varios personajes alrededor de la vida de Amanda, una estudiante de veterinaria que durante las prácticas de verano conocerá a Lucas, un atractivo pero temperamental veterinario que vive en un pueblo perdido a los pies de las montañas (La Chica Lobo, El Cazador Cazado y Una Loba Solitaria).

 

En breve sacaré el primer volumen de una nueva saga, Duales. Su protagonista, Sophie, empezará la universidad lo más lejos posible de su casa para alejarse del mundo en el que creció, marginada por escuchar una voz desde niña dentro de su cabeza por la que fue medicada durante años sin conseguir acallarla del todo. Con el único soporte de su família y aún alejándose de ellos, decide empezar de cero en un ambiente que no la acose por el hecho de ser diferente. Allí hará por primera vez amigas y descubrirá mucho sobre lo que significa el amor, la atracción, la lealtad y el sacrificio.

 

También encontraréis las dos primeras entregas de la Trilogía Instintos (El despertar del Lobo y el Ascenso del Vampiro), la historia de Atlantic una chica humana que intenta encontrar su lugar en un mundo donde hombres—lobo y vampiros viven integrados en la sociedad, con sus rencillas, y una cierta supremacía sobre la raza humana y el primer volumen de la Trilogía Pueblos Perdidos (La Hija Maldita) ambientada en un mundo dominado por tres razas antiguas con magia en el que descubriremos la historia de Aina, una joven dorada maldita cuyo pasado y su futuro parecen enlazarse mientras descubre el misterio de su nacimiento y la profecía que la condena a que perder a su ser amado si se entrega a él. Rodeada por antiguos y nuevos amigos, emprenderá una larga búsqueda junto a un joven explorador por el que su corazón suspira.

 

Y finalmente, mencionar la Trilogía Juvenil Al Otro Lado. Sombras y Dragones (El Encuentro, Susurros y Runas), una serie juvenil romántica fantástica escrita hace años y que finalmente ha visto la luz; Gabriela es una chica reservada que durante las noches vive aterrada en un mundo de sombras y cenizas que es demasiado real para ser unas meras pesadillas. Encerrada en su mundo, las sombras empiezan a materializarse en el mundo real al poco de conocer a Niloy un chico que igual que ella, ha estado entre sueños en el mundo de las sombras desde pequeño. Ante este choque frontal entre sus dos mundos, necesitarán toda la ayuda posible para hacerles frente, magia incluida.

 

Feliz lectura.

 

Cristina

01/2019

 

Has llegado a la página final

Report Page