El protector

El protector


CAPÍTULO 11

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    —Me gustaría sacarlo de su escondite. Creo que tendríamos más posibilidades de atraparlo si Laurel y yo desapareciéramos durante un par de días. Si ella no aparece por el trabajo y no estamos ni en mi casa ni en la suya, es probable que ese cerdo empiece a sentir pánico. Quien le pague por el trabajo no estará muy contento de que tarde tanto en llevarlo a cabo.

    Laurel lo miró con el ceño fruncido.

   —Yo no puedo irme así, sin más, Devlin. Tengo responsabilidades.

   —Me dijiste que a Lonzo le daban el alta esta mañana y él es tu último paciente, ¿no?

   Resultó evidente que no le gustaba tener que admitirlo.

   —Sí, pero la situación podría cambiar en cualquier momento. Todos lo sabéis.

   —Yo tampoco puedo irme muy lejos. Nos esconderemos en algún lugar que esté a poca distancia en coche para que podamos regresar deprisa. Además,  tú tienes vacaciones pronto, ¿no?

   —Bueno, sí, pero...

   —Estupendo. Entonces está decidido. Mientras estemos fuera, buscad a un par de compañeros para vigilar mi casa y la de Laurel. Y si alguien empieza a hacer preguntas, ya tendremos al culpable.

   Devlin se dio cuenta de que Laurel estaba a punto de empezar a discutir, así que le apretó el hombro esperando que captara la indirecta y esperara a que sus amigos se hubieran ido para explotar. Él estaba ansioso por ponerle las manos encima al despreciable hijo de puta que se escondía detrás de los ataques, pero todavía le resultaba más urgente mantener a Laurel a salvo.

   —Si utilizáis las tarjetas de crédito será como dejar un rastro de migas para que os encuentren. Ni siquiera los móviles son seguros.

   D.J. habló con autoridad. Después de todo, su pasatiempo favorito era acceder a lugares supuestamente seguros.

   Devlin asintió con la cabeza.

   —Bien pensado. Compraré uno de esos móviles de prepago y os telefonearé para que tengáis el número. Y pagaremos en efectivo para no dejar rastros.

   Esta vez fue Cullen quien negó con la cabeza.

   —Podrían vigilar vuestras cuentas por si sacáis una cantidad importante. Pero podemos solucionarlo si unos cuantos de nosotros sacamos cantidades pequeñas. Después, D.J. podría hacer desaparecer las operaciones o, al menos, cambiar la fecha de éstas. Dejadlo en nuestras manos.

   —No disponemos de mucho tiempo, Cullen.

   —Estaré de vuelta dentro de un par de horas con un montón de pasta. Vamos, D.J. Por cierto, Trahern, necesitaré el número de tu cuenta y tu tarjeta de crédito.

   Mientras su amigo sacaba  su cartera, Devlin miró  a Laurel.

   —¿Qué prefieres, el mar o la montaña?

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