El camino
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Mar
Lejano, exuberante y apacible
Grandioso y temerario permanece
Sus incansables vértigos florecen
Cuando a siniestras tardes
La madre preocupada se enardece
Por la cruel e indómita costumbre
Del humano por dañar su propia suerte
Rendido y absorto por los males
Que dentro de él vierten
Asume y acepta por instinto
Que morirá la carne que dentro de él duerme
Tendido, emerge su cabeza
Para mirar el placer que nos provoca siempre
Al observar al fin de la jornada
La luna reflejada en su inconsciente
La arena lo recibe cuando arriba
Lo agita y despide al darse cuenta
Que el tirano espera su llegada
Para seguirlo lastimando mientras duerme
Y pasando el ocaso, la mañana
Pero a la tarde, le seguirá la muerte.